14. Romper.
Durante la cena, Mark me habla de los planes que prepara la empresa para el viaje que tienen programado en un mes. Solo lo escucho y asiento de vez en cuando para disimular que pongo atención, pero la realidad es que tengo la cabeza sumergida en mis problemas.
Se supone que en estos momentos yo también le debería estar compartiendo todo lo que me ha pasado en los últimos días, pero desgraciadamente lo involucra a él de forma nada grata, así que me quedo callada.
—Jill, ¿me estás escuchando? —Cuestiona de forma autoritaria. Para mi mala suerte ya se dio cuenta que lo ignoraba.
—Lo siento. Me perdí un poco ¿Qué dijiste?
—Te pregunte si estarás bien sin mí durante el tiempo que no estaré aquí.
—Oh, sí seguro. No es la primera vez que sales de viaje.
—No, pero si es la primera vez que me voy más tiempo que el acostumbrado. Quizá deberías quedarte con tu madre.
—¿Qué? ¿De qué hablas? No es necesario Mark, ya no soy una niña.
—Me sentiría seguro sabiendo que estás acompañada.
—Ya te dije que no. No necesito que nadie me cuide, estaré bien —me levanto de la mesa bastante indignada por su insistencia.
Pongo los platos en el fregadero y limpio un poco la cocina. Mark se acerca para colocar sus platos en el mueble. Me abraza por la espalda y me besa el cuello. Me siento tan impura que como reflejo me retiro tratando de disimular mi disgusto, luego voy a la mesa y recojo el resto de la vajilla para lavarla.
—Jill, ¿estás bien?
—Sí ¿Por qué? —de nuevo estoy en el fregadero y sin verlo a los ojos, espero de ante mano que me cuestione por la actitud tan tajante que he adoptado.
He intentado disimularlo ya que no quiero que piense que hay algo malo conmigo y termine por averiguar sobre mí y mis acciones, pero indudablemente no he hecho un buen trabajo.
—Hace días que estás distante conmigo ¿Hice algo malo? —se para a lado mío con ambos brazos frente a su pecho, notablemente fastidiado.
Debo inventar cualquier excusa convincente que me ayude a salir de este agujero en el que yo misma me metí. Hasta que se me ocurre algo lo suficientemente cursi pero que supongo, funcionará.
—Lo siento, es que te irás y sinceramente, si me conmueve tu ausencia. Estaré bien, pero te extrañaré —le sonrío con hipocresía. Realmente soy una basura de persona; lejos de sentirme mejor solo me hundo más con cada mentira.
Él me regresa la sonrisa.
—Yo también te extrañaré —se acerca y me besa ligeramente los labios —subiré a darme una ducha.
—Está bien.
Escucho como sube las escaleras mientras yo me quedo abajo lavando los platos. Tomo ese pequeño rato de soledad para bajar la cabeza mientras poso los brazos en el fregadero. La señal de la derrota en mi cuerpo.
Pequeñas gotas de agua brotan de mis ojos: cada día qué pasa me es imposible continuar; en cualquier momento siento que voy a colapsar.
Escucho que mi celular suena, seco mis manos y retiro las lágrimas para ir atender. Cuando lo tomo veo que es Amy quien llama. Siento un sudor frío recorrerme cuando verifico que es ella.
Oigo que el agua en el baño cae y sé en ese momento que es oportuno responder. Necesito ponerle fin a esta situación, pero en definitiva.
—¿Qué pasa Amy?
—Necesito hablar contigo. Estoy en el la tienda que esta como a cuatro cuadras de tu casa. Te espero.
—¿De qué demonios hablas? No puedo salir, mi esposo está aquí —emito entre murmullos. Mi tono de voz irradia desagrado ante tal petición.
—Escúchame bien Jillian, si no vienes tú, iré yo y me plantaré frente a tu esposo para decirle lo que hicimos.
—No te atreverías —mi voz ahora tiembla. Estoy presa del pánico.
—No me retes, ya fui capaz de acostarme con una mujer casada, ya no sé cuál es mi límite. Te espero.
Amy cuelga sin dejarme negociar de alguna manera. No tengo opción: tendré que ceder a su petición y debo aprovechar que Mark está ocupado para poder salir de la casa. Subo la escalaras y verifico que está en el baño, abro la puerta para avisarle que saldré a hacer compras improvisadas; él asiente como respuesta.
Sé que tardará algo de tiempo porque noto que apenas está introduciendo su cuerpo en la regadera. Espero sea tiempo suficiente para terminar con todo esto.
Salgo corriendo de la casa en dirección a la tienda que me menciono. Afortunadamente no está demasiado cerca de la casa así que es poco probable que levante sospechas.
A medida que avanzo en el trayecto, disminuyo la velocidad, la noche está fresca y el viento sopla de vez en tanto, abriendo la camisola de franela roja con cuadros azules que llevo puesta, dejando mi pecho y clavículas a la vista. El frío me abraza y los vellos corporales se me erizan, así que cierro la camisola cruzándola al tiempo que también cruzo los brazos frente a mí.
Al querer atravesar una de las calles veo un taxi pasar con rapidez, pero alcanzo a ver que lleva de pasajera una mujer rubia que bien pudiera tratarse de Leah, más no puedo asegurarlo. Ignoro lo que veo y sigo caminando hacia mi destino.
Una vez que llego, veo a Amy en el estacionamiento recargada en el cofre de su auto mientras se fuma un cigarro, está sacudiendo una de las piernas en señal de desesperación.
Cuando la miro no puedo evitar sentir que la sangre está a punto de ebullición por lo furiosa que me siento debido a la actitud que está tomando, así que en cuanto me acerco comienzo a reclamarle.
—¿Qué diablos te pasa, Amy?
—Tenemos que hablar.
—Lo sé, pero no tienes que amenazarme de esa manera.
—Era la única forma de convencerte para que nos viéramos.
—No, no es la forma, pero ya da igual, ya estoy aquí ¿Qué es lo que quieres?, creí haber sido clara contigo.
—¿De qué carajos hablas, Jill? —Amy empieza a enojarse. Tira el cigarro y lo pisa con mucha violencia— ¿Todo este tiempo no significó nada para ti? ¿Solo me utilizaste, acaso?
—Claro que no Amy, pero soy una mujer casada y no puedo hacerle eso a mi esposo.
—¿No te cansas de repetirlo? Es demasiado tarde, ¿no crees? Debiste pensar eso antes de besarte con no sé con cuantas mujeres y antes de dormir conmigo.
—Escucha, lo intento, en verdad lo intento, pero soy débil y estoy cansada de luchar conmigo misma. No quiero lastimar más a nadie por culpa de mi insensatez, por eso lo mejor es que ya no sigamos viéndonos. Pensé que podíamos quedar como amigas; pero no puedo verte como tal.
—¿Por qué no? Podemos solucionarlo, Jill —se acerca a mí y toma mi cara entre sus manos mientras apoya su nariz y frente con las mías—. Déjalo. Podemos comenzar una nueva vida tú y yo —siento sus labios juntarse con los míos. La acción la disfruto en verdad, pero el sentimiento no es algo que corresponda.
—Perdóname, Amy —me alejo colocando mis manos en sus hombros— me gustas, siento una gran atracción por ti, pero es todo. Sé que suena cruel, pero es la verdad —miro como sus hermosos ojos azul profundo se inundan y deja caer con pesadez ambos brazos—, no quiero hacerte creer algo que no es— se queda muda por varios segundos.
Su ansiedad hace que restriegue sus dedos contra la cabeza con desesperación y voltea a ver a todas direcciones.
—Es por ella, ¿verdad?
—¿Qué? ¿De qué hablas? —Pregunto confundida.
—Es por Leah. No la has olvidado, —expresa abriendo ligeramente la comisura del labio. Me quedo sin palabras— no me amas ni amas a tu estúpido marido porque sigues amándola a ella. Dime, si yo fuera Leah, ¿lo dejarías? —cuestiona abriendo sus ya enormes ojos lo más que puede.
Hay demasiada tensión entre las dos, sus lágrimas recorren su rostro y yo la secundo. Me da mucha tristeza tener que provocarle este dolor. No quiero responder, porque ni siquiera sé que decir.
—¡Contéstame! —Grita furiosa al tiempo que limpia sus lágrimas con las manos— ¡¿Dejarías a Mark por Leah?! —Ambas lloramos todavía más— ¡Jillian! —Amy me agarra de los hombros y me sacude con furia exigiendo una repuesta.
—¡No lo sé! —Finalmente digo en medio de un grito ahogado por la frustración y alejándome de su aprisionamiento— no lo sé, no lo sé, no lo sé —repito entre jadeos mientras niego con la cabeza.
—Creí que podría recuperarte, enamorarte como antes. ¡Soy una idiota! —Vocifera mientras su llanto no cesa.
Camina veloz hacia su auto y estampa el puño sobre cofre, haciéndome estremecer. La gente de los alrededores voltea a mirarnos. Tal y como aquella noche en la que rompimos.
—Lamento mucho todo esto, Amy. Le he fallado a todo el mundo incluyéndome a mí. Sé que soy una mierda, no te merezco a ti y no merezco a Mark, lo único que puedo hacer ahora es dejarte ir. Mereces algo mucho mejor que yo, espero puedas perdonarme, aunque estoy segura de haber perdido esa oportunidad —Amy solo me mira y niega con la cabeza, baja la mirada y se queda así unos segundos, luego alza la vista y termina de limpiar su cara.
—¿Sabes? Tú siempre serás mi tormento, así como Leah será el tuyo de por vida. Es una lástima que decidas perderte a ti misma, ojalá te des cuenta algún día y no sea demasiado tarde.
Ella se sube a su auto y se va a toda velocidad, dejándome ahí con los sentimientos a flor de piel.
Se me arruga el corazón por la idea de no verla de nuevo, pero sé que es lo correcto. Me quedo quieta respirando hondo para recuperar mi serenidad antes de regresar a casa.
Cuando me dirijo a transitar por el mismo camino que me trajo aquí, veo que Leah sale detrás de la pared de la tienda. Estoy petrificada; siempre aparece en los peores momentos
—Leah, ¿qué demonios haces ahí? ¿Me estabas espiando?
—Yo... no, es solo que...
—¡Deja de ser mi maldita sombra! —Doy un grito desesperado— ¿Vas a decir que esto también lo escuchaste? —Se limita solo a observarme, su cara enrojece por la vergüenza que mi descubrimiento le causa.
—Sí. Lo siento, es que te vi cruzar la calle muy angustiada y creí que algo malo pasaba. Ibas sola y solo quería asegurarme de que estarías bien.
—Así que eras tú —digo recordando el taxi de hace un rato— olvida todo lo que oíste, ¿de acuerdo?
—¿Cómo, Jill? ¿Cómo puedo dejarte ir ahora? —susurra con la voz tan baja que apenas la oigo.
—¿Qué quieres decir? ¡Me dejaste hace mucho tiempo y ahora te preguntas cómo lo harás!, pues con esa misma indiferencia, ¡solo desaparece y deja de meterte en mi vida!
—¡No puedo! —Vocifera. Doy un paso atrás por la alteración que deja apreciar y abro los ojos como reacción a su actitud— no sabes los estúpidos celos que sentí cuando supe que te veías con Amy y cuando te vi ahí parada con ella, ¡no tienes una jodida idea de lo que siento cada vez que recuerdo que llegas a tu casa, acostarte a lado de ese hombre cada maldita noche!
De pronto, se da cuenta de todo lo que ha dicho y yo soy incapaz de mover un solo dedo, ya que su confesión solo provoca que me sienta aún peor y más confundida.
—Lo lamento. No debí decir eso, es solo que, todavía me preocupo por ti, aunque no quiera.
Siento mariposas en el estómago y una ligera sensación de felicidad me rodea, sin embargo, sé que no debo sucumbir ante ella, acabo de salir de un agujero y no debo meterme en otro.
—Ya nada de esto importa, Leah. Tardaste mucho tiempo y yo tengo una vida, una en la que tú no estás.
Tomo camino de nueva cuenta hacia mi casa. Una vez verifico que estoy lejos de Leah, corro para evitar que me siga, pero ella no está cerca.
Soy un manojo de nervios, depresión y ansiedad, los últimos días no han sido para nada fáciles de sobrellevar. Mi vida tranquila y aburrida se derrumbó en solo unos días sin predecirlo. En el fondo sé que la mayor parte de la culpa es mía por no haber sido capaz de detenerme cuando supe en lo que me estaba metiendo; es decir, sabía que no era tan buena idea, pero quería confiar en mí y en mi capacidad de identificar lo correcto de lo incorrecto. Estúpida.
Jamás había llegado al extremo de dormir con otra persona, y aunque los besos con extrañas no los puedo negar, no les di mucha importancia; sin embargo, esta vez es muy diferente, esta vez sobre pase mis propios límites.
Soy incapaz de mantener la cordura incluso en el trabajo, con Mark soy distante porque no tengo la cara para hablarle mirándolo directamente a los ojos; además, inconscientemente espero que de un momento a otro Amy me llame, aunque sé que no pasará.
También han pasado varios días desde que vi a Leah, incluso estando en el hospital no hemos cruzado miradas nuevamente y no me enterado del estado de salud de su padre. Quizá esta vez, todos desaparecieron. ¿Será que Dios se apiadó de mi corrompida alma? Lo dudo.
A veces me cuestiono como es que he podido ser tan visceral conmigo misma, negarme a nuevas posibilidades llenas de emociones que provocarían una sensación de felicidad en mi vida; pero con solo recordar mi situación, me bajo de la nube.
El pasar tiempo con Amy me hizo recordar quien soy realmente, posiblemente fue una fuerte razón por la que me aferraba a seguir manteniendo contacto con ella: me hacía sentir bien, le daba sentido a la vida que creía perdida.
Cuando veo a Leah, recuerdo lo que es amar y al mismo tiempo, sentir que te arrancan el corazón sin compasión. No había sentido tanta impotencia y confusión desde hace mucho tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro