Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13. Deslealtad.

Llego a casa y me doy un baño para ir a casa de Amy, los nervios no han dejado de poseer mis pensamientos en ningún momento, así que mientras estoy en la regadera trato de mantener la calma.

Salgo y me dispongo a buscar que ropa me pondré, trato de elegir algo que me haga ver bien pero al mismo tiempo que sea casual y no parezca que tarde demasiado en armar una vestimenta para la ocasión, ya que no quiero darle más importancia de la que debería.

Termino por elegir una blusa blanca de tirante gruesos, sobre pongo una chaqueta negra de cuero, pantalones azul claro y botas negras. Me maquillo muy sencilla: un poco de polvo en la cara, máscara en las pestañas, algo de rubor y opto por dejar que mi larga cabellera color chocolate se seque al natural dejándolo suelto.

Al poco tiempo, me doy cuenta que Amy me ha enviado la dirección de su casa. Me percato que reside por una zona de la ciudad que es reconocida por habitarla gente de buena calidad de vida. No hay duda de que le ha ido bien de un tiempo para acá.

Llego a la calle que está llena de grandes árboles frondosos, además en el patio delantero de su casa diviso que también tiene el pasto en excelentes condiciones, árboles frutales y arbustos la rodean. La casa en su mayoría parece estar decorada y construida de madera, lo que le da un bonito aspecto rústico.

Me acerco a la puerta y toco el timbre, casi al instante la puerta se abre y Amy me recibe con una gran sonrisa.

—¡Jill! Adelante —se hace a un lado para dejarme libre la entrada.

Su casa tiene aroma a frutas y veo como su interior también está construida de madera brillante. Miro hermosos cuadros que adornan las paredes y figuras abstractas que tiene en la mesa de centro de la sala y un mueble viejo ubicado en el pasillo que va a la sala y la cocina.

—Que hermosa casa tienes.

—Gracias. Me ha costado mucho poder tenerla.

—Me imagino, pero ha valido la pena el esfuerzo.

—Definitivamente —expresa orgullosa—. Ven pasa por aquí —me indica el camino hacia la cocina. Todo está reluciente y limpio, los muebles son del mismo color de madera que el resto de la casa. Sobre la encimera tiene una bonita botella de vino con un moño en el cuello de color dorado.

—Te traje esto. Espero que te guste.

—No te hubieras molestado, Amy. En verdad lo agradezco mucho —sostengo la botella para verla mejor. Se ve que es un vino muy fino.

—No es nada. Solo es un pequeño presente. Lamento haberte hecho venir hasta acá solo por eso, pero quería tener algo de tiempo para ordenar mi casa.

—Se nota que si lo tuviste. Todo está reluciente  —Amy se ríe de mi comentario y yo me uno a ella.

Su hermosa sonrisa provoca en mis varios sentimientos y no puedo dejar de apreciar su belleza, comienzo a recordar por qué me enamoré de ella.

La nostalgia me invade, tanto su atractivo y su fuerza para salir adelante provocan en mí, sentimientos de admiración. Sé más que nadie que le costó mucho llegar a donde está, y en una sociedad donde se señalan a quienes  no siguen los estereotipos, me alegra saber que para ella, eso no fue impedimento alguno para sobresalir.

Sigo observándola, fascinada por todo lo que aún es capaz de provocar en mi interior. La amé profundamente, pero también ese amor fue alejándose con el tiempo y sé que ahora solo perdura más que un cariño sincero. Aunque actualmente seamos amigas, no puedo quitar de mi cabeza el hecho de que la lastime y no deseo hacer lo mismo con Mark. Debo poner un alto antes de que él pueda mal interpretar la situación.

Me detengo un instante para contemplar con más atención el físico perfecto de Amy: su cabello corto pero brillante, su piel blanca y tersa, un lienzo perfecto para todas las ilustraciones que adornan sus brazos, abdomen y piernas; su cuerpo bien formado y un aroma exquisito que emana cuando se mueve.

La miro anonadada por tanta perfección que posee. Me percato que duro varios minutos contemplándola, así  que alejo mi vista hacia uno de los cuadros de su sala y paso a verla de frente, intento desviar la atención comentando algo acerca de la pintura.

—Que hermosa pintura, es tan... tan única —agrego, consciente de que mi comentario no tiene sentido y deja apreciar mi nulo conocimiento sobre el arte.

Se trata de un lindo paisaje de colores amarillo, naranja, verde, azul y morado con árboles en negro, sencillo pero muy llamativo.

Luego giro mi atención al pasillo anterior y también veo con detenimiento a la mujer con cabello recogido y vestido Victoriano que se encuentra de perfil, mientras sostiene una rosa roja entre sus dedos— ésta también es muy hermosa. Han de haber costado mucho.

—Sí, algo —congenia.

Siento la presencia de Amy por la espalda, cada vez más  próxima. Me volteo para caminar hacia otra parte de la casa, pero ella ya esta tan cerca de mí que me impide el paso.

Quedamos una frente a la otra mirándonos con melosidad y deseo; el estómago me da vuelcos y una calidez peculiar recorre mi cuerpo rápidamente. Veo que Amy empieza a respirar más rápido ya que su pecho inhala y exhala a otra velocidad.

—Si te gusta, puedes llevártela —dice mientras da pequeños pasos hacia a mí y yo doy pasos hacia atrás, hasta que toco la pared con la espalda.

—Gracias, pero no sería correcto.

—No hay problema. Insisto, puedes tomarla.

—No tengo como pagártela.

—No tienes que hacerlo —su cuerpo se acerca al mío y siento como poco a poco pierdo la cordura. Trato de calmar mis deseos pero mi respiración me delata y eso parece atraer más a Amy—, o quizás, si haya modo de que me pagues —posa su brazo derecho sobre la pared a la altura de mi cara, manteniéndome acorralada con su cuerpo.

—No creo que haya otra manera de pagar algo tan costoso —murmuro nerviosa.

Muero por besarla, pero empuño las manos para concentrarme en otra acción y no caer en la tentación; sin embargo, fallo completamente en el intento.

Amy me ve de pies a cabeza, siento como no puede resistirse más y yo estoy en la misma situación. Acerca sus labios a los míos hasta que finalmente se funden en un sutil beso. Siento que mi alma se libera por obtener eso que tanto estaba anhelando.

Seguimos besándonos suavemente, pero entre más saboreamos nuestros labios, queremos obtener más, así que el contacto va en aumento de intensidad hasta que de pronto estamos devorándonos.

Tomo entre mis manos su cara y ella hace lo mismo para poder besarnos mejor. Percibo como luego baja sus manos a mi cintura y aprieta su cuerpo contra el mío. Sentir su figura provoca que el calor y el deseo me descontrolen y termine por olvidar absolutamente todo lo demás; incluso esa razón por la cual accedí a venir. Solo quiero vivir este momento sin tener que preocuparme por absolutamente nada más.

Cuando recuerdo mis viejos encuentros con Amy, el deseo me desborda. Deseo tener el cuerpo de esta mujer, un cuerpo que realmente me provoque y me haga sentir viva de nuevo, que me recuerde quien soy yo de verdad.

No puedo evitar que Leah venga a mis recuerdos repentinamente. No obstante, veo en mi cabeza a la mujer con la que hablaba y es ahí donde de nuevo, el enojo aparece, lo que causa que detenga mis besos hacia Amy.

—¿Estás bien? —me pregunta.

—Si. Yo, lo siento Amy.

—¿Por qué los sientes? —dice mientras toma un mechón de mi cabeza y lo acomoda detrás de la oreja.

—No debo hacer esto.

—¿Por qué no? Si es lo que quieres...

—Por qué estoy casada, Amy —interrumpo.

—Jill, ambas sabemos que todo tu matrimonio es una jodida farsa. Esta eres tú, conmigo puedes ser tú. Sabes que me necesitas, deseas recordar quienes eres y yo quiero ayudarte para que no lo olvides nunca más.

Quiero contradecirla, pero ella me interrumpe besándome de nuevo de forma apasionada. Necesito resistirme, y me esfuerzo por recordar la razón principal por la que acepté venir hasta acá, pero no pienso con claridad. Mi mente está nublada por completo gracias a mi profundo interés por ella y no puedo negar lo que siento: la deseo y quiero tenerla a toda costa. No quiero desaprovechar esta oportunidad de volver a sentirme querida y yo corresponder con la misma intensidad.

La beso y ahora soy yo quien la toma de la cintura para atraerla a mí, pongo mis manos por debajo de su blusa y toco con la punta de mis dedos su espalda. Sé que eso le causa placer y provoca que su lengua se introduzca en mi boca hasta que comenzamos a jugar con ellas. Lame mis labios y yo los de ella, son tantas nuestras ganas de tenernos que comienza a quitarme la chaqueta y la blusa, yo hago lo mismo hasta que las dos quedamos en sostén.

Amy besa mi cuello y baja lentamente hasta el centro de mis pechos, posa sus labios en esa zona y yo comienzo a gemir levemente por el placer que eso me causa. Debido a ello, me atrevo a poner  la mano en su entre pierna para frotarla  muy sutilmente: Amy gime más fuerte.

—Hay que subir —susurra lo más claro que su respiración se lo permite y me toma de la mano para que ambas subamos las escaleras que llevan a una habitación.

Llegamos a donde supongo es su cuarto y una vez ahí, me toma por la espalda dirigiéndose a mi sostén para desabrocharlo y tirarlo al suelo, luego ella se quita el suyo y lo deja caer.

Por unos segundos nos observamos con intensidad, recordando cada rincón de nuestro cuerpo, viendo  nuestros torsos completamente desnudos. Después Amy desabotona sus pantalones y también los dejar caer, solo se queda en su ropa interior. Se acerca a mí y me besa al mismo tiempo que acaricia mis pechos y yo acaricio su espalda con suavidad.

Ella me empuja hasta su cama donde seguimos con las caricias cada vez más desesperadas. Me quita los pantalones con gran agilidad, y se quita la última prenda que la cubre y yo la sigo hasta que finalmente quedamos desnudas en su totalidad. Amy nos cubre con las sábanas.

Las dos tenemos una de nuestras manos en la entrepierna de la otra, al tiempo que nos besamos y recorremos con la mano que nos queda libre, todo el cuerpo. Dejamos escapar uno que otro gemido.

Deseo tanto a Amy que la empujo para que ella quede debajo de mí pero sin retirar las manos de donde están, ahora yo lamo sus pechos, su cuello y sus hombros, mordisqueo ligeramente su piel, lo que hace que ría y suspire  de placer.

Finalmente después de tanta espera, nuestros cuerpos se recorren y se recuerdan cómo en los viejos tiempos, siento un gran alivio que me faltaba rememorar.

Han pasado muchos años desde que tuve encuentros realmente fascinantes, pero esta noche volví a ser yo. Es como si una carga pesada hubiera desaparecido por arte de magia. Una magia que solo el cuerpo femenino es capaz provocar, cautivar, hipnotizar y hacer creer que la felicidad existe.

Ambas nos abrazamos con ternura y mucho cariño, ella me besa con delicadeza y yo le correspondo. Nos miramos a los ojos.

—No es la primera vez que engañas a Mark, ¿cierto? —pregunta con seriedad. Me quedo en silencio y sin hacer gestos, luego contesto.

—No, pero jamás me había acostado con alguien además de él desde que me casé— Amy levanta su cabeza y la recarga sobre su mano, asombrada por mis declaraciones.

—¿Quieres decir que soy la primera con la que te acuestas?

—Sí... —froto las sienes de mi cabeza con los dedos, nada orgullosa de confesarlo.

—Entonces, ¿de qué otra manera le has sido infiel?

—Solo había besado a unas cuantas chicas. Jamás dormí con ninguna, hasta hoy.

—¿Te arrepientes?

—Creo que ese es el problema. No me arrepiento y no está bien —Amy se queda pensativa y luego vuelve a recostar su cabeza en la almohada.

—Jill, sabes que está mal. No solo esto, sino tu matrimonio. Todo es una mentira en tu vida. No justifico tus infidelidades, pero solo estás siendo tú cada vez que lo haces.

—¿Y tú no te sientes mal por contribuir en mi traición? No mereces esto, Amy.

—Soy consciente de tu situación y aun así estuve de acuerdo y seguir. Ahora conozco lo que es estar del otro lado —dice, tensando la mandíbula.

De inmediato reconozco que hace referencia a la ocasión que yo le fui infiel con Leah— digamos que la lealtad no ha sido tu fuerte —Me quedo helada e incapaz de pronunciar ninguna palabra, solo me levanto como reflejo de la impresión y le lanzo una mirada fulminante. Luego de procesar su comentario sé que no puedo negarlo y resguardo mi respuesta. Sé que tiene toda la razón del mundo.

—No sé cómo voy a ver a Mark a la cara después de esto. Soy una completa basura, tienes razón —doblo las rodillas y meto mi cabeza entre ellas para luego rodearla con mis brazos.

Comienzo a sentir como hasta este momento, la culpabilidad se adentra en mi cabeza.

—No eres feliz, Jill. No sé cómo es que puedes dormir con alguien a quién no deseas ni un poco. Eso es torturarte.

—No es una tortura. Él no se merece lo que le he hecho y tú tampoco. No quiero lastimarte Amy, otra vez.

Me levanto de la cama y empiezo a vestirme, ella se levanta también y de nuevo aprecio todo su cuerpo prefecto. Debo apresurarme para irme si no quiero repetir el mismo suceso nuevamente.

—Prácticamente te estoy dando el poder para que me lastimes, solo que esta vez no soy la misma idiota de antes. No me subestimes, Jill. —Lanza su comentario como un cuchillo dispuesto a matarme. Me asombra el poco tacto y la frialdad con lo que lo dice, pero de igual forma debo mostrar aunque sea un poco de empatía hacia ella.

—No importa. Estoy haciendo todo mal de nuevo y no debo permitírmelo. Disculpa, pero debo irme.

—¿Vas a dejarme así nada más, de nuevo?

—Claro que no, Amy. Hablaremos de esto cuando nuestros pensamientos se hayan despejado, ¿sí?

—De acuerdo —afirma muy poco convencida.

Me pesa dejarla así, por lo que en compensación la tomo de nuevo de la cintura desnuda y la beso en la frente. Después me retiro del cuarto y de la casa.

Conduzco a toda velocidad mientras lloro desconsoladamente. Me siento terrible y lo único que quiero es estrellarme contra un árbol y terminar con toda este maldito martirio. Hubiera deseado que la culpa llegara antes y no ahora, que ya es muy tarde.

Para mi muy mala suerte veo que el auto de Mark ya está estacionando frente a la casa. Pienso en que excusa le voy a dar por llegar después de él a pesar de ser muy tarde. Intento abrir la puerta despacio para causar el mínimo de ruido: no hay nadie en la planta baja, así que subo para enfrentarme a Mark.

Cuando estoy en el cuarto, escucho el ruido de la regadera caer; es bastante tarde para que se esté duchando. En una de las sillas que están en nuestra habitación detecto su ropa sucia. Me irrita ya que tiene esa maldita costumbre que odio. Tomo la ropa para colocarla en el cesto de la ropa sucia, pero cuando agarro la camisa azul claro, identifico una pequeña mancha de color rojo sangre en el cuello, perteneciente a un labial.

De pronto, Mark abre la puerta del baño y yo lanzo la prenda al cesto haciendo caso omiso de mi descubrimiento.

—¿Acabas de llegar?

—Sí... me fui con Dafne a cenar y se nos pasó el tiempo sin que nos diéramos cuenta  —me mira con incredulidad pero al mismo tiempo sospecho que se guarda los reclamos.

—Estuve llamándote y no respondiste nunca —reprocha.

Busco mi celular dentro del bolso y lo enciendo para verificar. Tengo  cinco llamadas perdidas y dos mensajes de él sin responder.

—Lo lamento. No escuche, había mucho ruido.

Me mira sin hacer gestos, pero puedo percibir su molestia y su falta de credibilidad.

No tengo más ganas de seguir inventando excusas, por lo que rápidamente me pongo el pijama y me acuesto a dormir sin decir nada. Él tampoco dice más, se limita a hacer lo mismo y  se acuesta a mi lado pero dándome la espalda.

Nos sumimos en un sueño profundo y pesado, pero en mi cabeza solo hay pensamientos que provocan que mi cuerpo y mi alma se sientan aún más exhaustos que antes.                             

Desde la noche que pase con Amy no he podido dormir pensando en ella y por la culpa que no me deja estar.

Hasta ahora ninguna ha hecho esfuerzos por mantener contacto con la otra. No quiero lastimarla de nueva cuenta, no puedo dejar que mi egoísmo la afecte y la dañe, no tendría la frialdad para hacerlo. Sé que debo detenerme y no debo conciliar la idea de verla otra vez, aunque tenga la necesidad que querer hacerlo.

Presiono ligeramente mi cabeza con la manos y cierro los ojos tratando de liberarme de los pensamientos que me atormentan.

—Jill, ¿Estás bien? —apenas el dolor  me permite escuchar a Dafne.

—Lo siento, me duele la cabeza. Iré afuera un rato a tomar aire, sino te molesta.

—Claro que no, adelante, te hace falta.

—Gracias.

Salgo de la pequeña estancia y me voy afuera del hospital para sentarme en las bancas cercanas a la entrada.

Recargo mi espalda y tiro la cabeza hacia atrás, cierro los ojos y me conecto con el aire. Entra lentamente a mis pulmones y al mismo tiempo  acaricia mi cara, escucho a los pájaros cantar y también inevitablemente, una oleada de ruido proveniente del tráfico que hay en los alrededores, que irrumpe salvajemente con la tranquilidad que me empezaba a dominar.

Trato con todas mis fuerzas de solo prestar atención en lo que sucede en el momento, para evitar solucionar en mi interior lo que haré con Amy.

Mi celular suena y abro los ojos, doy un brinco repentino de la impresión. Veo que es Amy quien llama. Titubeo al no saber qué es lo que tengo que hacer ni qué debo decirle, pero no podremos evitarnos mucho tiempo, tarde o temprano tendremos que hablar sobre lo que sucedió entre nosotras. Más vale enfrentarlo lo más pronto posible.

—Hola, Amy —digo tratando de ocultar mi ímpetu.

—Hola. Estuve esperando tu llamada —informa exasperada. Un corto silencio se apodera del momento haciéndolo sentir eterno.

—Lo siento, aún estoy procesando lo qué pasó.

—¿Qué tienes que procesar, Jill? —su tono de voz va en aumento y distingo algo de histeria en sus palabras. Definitivamente no está conforme con esto.

—Lo qué pasó entre nosotras. Sabes de qué hablo —susurro. Por mi parte conservo la calma, de todas formas soy consciente de que me merezco que esté molesta.

—¿De qué hablas? ¿De qué le fuiste infiel a tu esposo conmigo? ¿Y aun así no has sido capaz de darme la cara, ni siquiera para preguntar cómo carajos estoy?

—En verdad siento mucho todo esto Amy, pero no podemos seguir viéndonos. No quiero hacerle esto a Mark, ni tú ni él se merecen esta traición de mi parte.

—¿No me lo merezco? Bueno, creo que te enteraste de eso demasiado tarde, ¿no crees? —gruñe. Mi paciencia disminuye poco a poco, Amy se desespera cada vez más y yo junto con ella.

—Escucha Amy, cometí un gran error contigo hace años, te pedí disculpas por ello y te he dicho que no ha pasado un día en el que no me arrepienta de haberte lastimado. Si continuamos con esto lo único que va a pasar es que los tres vamos a terminar perjudicados. No quiero eso, no quiero herir a Mark ni a ti. Sé que estuvo mal de mi parte acceder pasar la noche a tu lado, no niego que moría de ganas por estar contigo, pero no puedo cambiar lo que ya hice, pero si puedo cambiar lo que haré  —Amy no dice nada, su silencio hace que me conserve muy nerviosa.

—Ya no me amas, ¿cierto? —pregunta  entre sollozos. Me cuesta procesar la frase y la sangre se escarcha de inmediato.

Me levanto de la banca y masajeo mis sienes con la mano libre que tengo, intentando respirar para calmarme. No encuentro la manera de responderle.

—No es necesario que digas nada. Tu silencio me lo dice todo, Jill —ahora identifico desilusión en su voz y también tristeza— todo es mi culpa por creer que podría lograr que me amaras de nuevo. Lo siento, fui una estúpida.

Antes de que pueda pronunciar una palabra, Amy cuelga la llamada y lo único que escucho es el tono largo de la decepción que emana el teléfono.

Me quedo quieta viendo al suelo, no puedo evitar sentirme dolida, no solo porque sé que engañe a Mark y lastime a Amy, sino también porque yo misma estoy traicionándome.

Unas cuantas lágrimas recorren mis mejillas cuando siento una presencia a mi lado, alzo la cabeza para averiguar quién está cerca: Leah está parada con un gesto de seriedad, sus ojos están abiertos mirándome fijamente.

Pienso en que hay altas probabilidades de que haya escuchado la conversación, ignoro de que partes se puso al tanto y de cuáles no, pero sin importar exactamente que oyó, sé que no es bueno que esté enterada de absolutamente nada.

—¿Amy? —Leah apenas y puede pronunciar sonidos entendibles— ¿La Amy que creo que es? Tú... ¿engañaste a tu esposo con Amy?  —dice rechinando los dientes.

Termina por quedarme claro que ella prestó atención a cada letra de cada frase que emití. Siento como mis extremidades pierden fuerza para sostener mi cuerpo. Puedo predecir como todo se irá abajo lenta y dolorosamente.

No soy capaz decir nada, me da pánico que cualquier cosa que yo diga afecte más todo el panorama.

—¡Jill responde! —grita enfurecida. La desesperación y molestia de Leah me provoca que me irrite, no sé con qué derecho desea saber que pasó.

—Eso no es tu maldito problema, metete en tus propios asuntos, que se ve que tienes cosas pendientes.

—¿Estás escuchando lo que dices? —reprime la voz para evitar gritar de nuevo.

—¿Tú te estás escuchando? ¡¿Con que derecho crees que insistes en preguntarme que hice?! ¿A caso yo te pregunte quién demonios era la tipa con la que hablabas el otro día? —Leah hace un gesto de confusión y frunce el ceño.

—O sea, ¿que nos viste? —averigua.

Mi enojo ya me ha llevado a confesar cosas que no debería, así que término por explotar y escupir todo lo que estaba resguardando; de todos modos ella no está haciendo nada por evitar cuestionarme incluso sabiendo que no tiene que hacerlo. Yo no me detendré al pagarle con la misma moneda.

—Sí, las vi mientras hablaban y vi cómo se besaban. No sé cómo tienes la vergüenza de reclamarme cuando también tienes cosas reprochables. Primero arregla tus problemas con la novia loca que tienes y luego juzgas a los demás —Leah se queda en silencio y baja la mirada. Eh dado en el blanco al mencionar a la retardada que me asustó el día pasado.

—No es mi novia. Ya no —murmura sutilmente.

—Pero ella te beso.

—Bueno, parece que tú te acostaste con tu ex novia estando casada. No todo lo que uno ve, es lo que es —su comentario hiriente, me provoca una histeria tan grande que inevitablemente planto mi mano en su cara, arrojando su cabello de frente. Ella regresa a verme.

—Pues yo no te pregunte quien carajos era. Solo dile que no se vuelva acercar a mi otra vez porque no respondo.

—¿De qué hablas? —la consternación aparece en su cara.

—La otra noche apareció en el estacionamiento, creo que nos vio saliendo del hospital y se molestó. Me dijo que no estabas sola. ¿Y sabes por qué no lo había mencionado? Por qué no es de mi incumbencia con quien te metes ni las cosas qué haces, no entiendo por qué tú lo haces conmigo —desesperada y mientras su respiración aumenta, Leah ya comienza hablar de forma más acelerada.

—¡¿Quieres saber porque?! ¡Por qué siento que todos los errores que has cometido son por mi culpa! ¡Siento que te castigas de alguna manera por lo que hice! Y no lo entiendo Jill, te casaste con un hombre a quien apuesto lo que quieras a que no amas, ¡¿y sabes por qué lo sé?!  ¡Por qué si así fuera no te habrías acostado con Amy! Sé que no tengo derecho en recriminarte nada, pero presiento que estás sufriendo por mi culpa.

—Pues estás en lo cierto. Sufrí cada día de mi vida desde que me dejaste y no he dejado de cometer error tras error. Si tanto quieres saberlo, sí, me acosté con Amy hace unos días. ¿Y por qué? Por qué la deseaba desde que la encontré de nuevo y porque no puedo negar lo que soy. Si me casé fue porque tenía el corazón roto, pensé que jamás me volvería a enamorar y no me sentía digna de amor, hasta que él llegó a mi vida; pero si te hace feliz saberlo, acabo de terminar con Amy, otra vez. No le haré más daño a Mark. Ninguno se merece esto —las lágrimas salen de mis ojos sin hacer el mínimo esfuerzo.

—¿Y tú Jill, te mereces ser infeliz? ¿Te mereces  la  traición más grande que tú misma te estás haciendo?

—Quizás sí. Quizá solo estoy pagando por mis actos —limpio mi cara con las mangas de la bata. Ambas nos vemos a los ojos de forma intensa.

Puedo leer en ellos que siente tristeza y compasión por mí, veo cariño y como la culpabilidad la agobia también.

Reconozco ese sentimiento, porque es el mismo que yo siento cuando pienso en Amy.

—Debo irme —camino en dirección a la puerta del hospital cuando siento que me toman del brazo impidiendo que siga mi trayecto. Veo que Leah me contempla con los ojos llenos de lágrimas.

—Jill, yo... —susurra. Me quedo impaciente por escuchar que es lo que va a decirme, el corazón me palpita a mil por hora, pero las palabras no surgen de sus labios.

De pronto me suelta, dejando caer mi extremidad con el peso muerto del mismo.

—Yo... lo siento mucho.

Sin decir más, ella se aleja dejándome atrás. La decepción me invade. Por un momento creí que me diría algo distinto, algo sobre sus sentimientos.

Es mejor que aleje esa idea de mi cabeza, han pasado los años y posiblemente ella ya no sienta nada por mí.

El instante se siente desolador. Me quedo quieta repasando ese último pensamiento del cual no me había detenido a reflexionar con seriedad: ella quizá ya no me ama. Esa idea me retuerce los intestinos y la duda me asalta; corro a buscarla para preguntar, pero cuando me dispongo a moverme para encontrarme con ella, Mark llega a mi cabeza y me detiene en seco en medio del hospital.

Algunas miradas desconcertadas se detienen a observarme. Yo solo desvío mi camino mientras niego con la cabeza. «No, Jill, ella ya no te ama, convéncete de una buena vez».

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro