
11. Él.
Vamos hacia el centro de la ciudad buscando un lugar donde ubicarnos para platicar, hasta que encontramos un sitio sencillo donde sirven café y postres. Optamos por sentarnos afuera, alejadas de la muchedumbre. Yo pido un café helado con avellanas y Dafne un latte de vainilla.
Me siento más tranquila sabiendo que finalmente podré liberar un poco la carga que he llevado sobre los hombros tanto tiempo.
—Bien, no sé por dónde empezar —le informo a Dafne.
—No te preocupes, tengo demasiadas preguntas, así que puedo comenzar con una de ellas y así podrás tener una guía para contarme tu historia.
—Sí, supongo que está bien. Pregunta entonces —Dafne se queda pensativa, creo que tiene tantas interrogantes que tampoco sabe por dónde comenzar.
—¿Cómo conociste a la chica? —curiosea. Remonto a mis memorias a la noche en el bar, donde la vi por primera vez y donde los remolinos de emociones se me formaban en el estómago.
—En un bar —dudo un segundo si debo comentar algo sobre mis acompañantes de esa noche, pero dado que ya estoy revelando mi verdadero yo, lo haré completamente—. Iba con un amigo y.... quien en ese momento era mi pareja. Su nombre es Amy.
—¡¿Tuviste otra novia antes?! —Dafne vocifera exaltada al tiempo que abre sus ojos de la impresión. Le susurro para que haga silencio y la gente no voltee a vernos.
—Sí, pero no grites por favor —imploro. Cierro los ojos por la pena que su reacción me causa.
—Lo siento. ¿Y qué pasó? ¿Cómo es que empezaron a salir? —averigua. Entorno los ojos y me muerdo el labio inferior, decido decirle sin pensarlo demasiado.
Comienzo a relatar ese vergonzoso episodio, la mayor parte del tiempo con la cara enrojecida y cubriendo mi rostro con las manos. Detalladamente le explico a Dafne cómo fue que mi relación con Amy se dio por concluida a causa de mis sentimientos por Leah.
—Tuviste dos mujeres como pareja, ¿cómo rayos entra Mark en esta historia? Si soy sincera, creo que su papel en dentro de todo esto es lo que más me perturba.
—No es tan descabellada, no es lógica, pero si tiene su razón de ser —el mesero nos acerca nuestras bebidas y ambas damos un sorbo antes de que prosiga con la parte de cómo fue que conocí a Mark— para que sepas cómo es que conocí a mi ahora esposo, creo que es necesario que sepas cómo es que termine con Leah.
—Eso suena interesante —agrega mientras da otro sorbo a su latte.
Relajo los hombros y suspiro con pesadez, ya que incluso ahora, no se me facilita contar mi rompimiento con ella. Si es que se le puede llamar de esa forma.
—Mi familia y la de Leah son muy conservadoras, en mi caso es mi padre y en el de ella, fueron ambos. Tuvimos una relación de tres años y durante este tiempo lo mantuvimos en secreto por temor a sus reacciones. Mi relación con Amy también fue un secreto. Un día los padres de Leah nos vieron cuando nos besábamos y bueno, todo se vino abajo: a mí me dieron la paliza de mi vida y a ella la prohibieron verme, hasta que decidió que lo mejor era irse de su casa para independizarse.
»Me prometió que al estabilizarse en una nueva ciudad y en su nueva casa, me llevaría a vivir con ella, pero eso no pasó. En lugar de decirme que las cosas no iban tan bien como me hacía creer, decidió desaparecer. No contestaba mis llamadas ni mis mensajes, me deprimí completamente y no supe nada de ella hasta el día que se paró frente a ti preguntado por mí. Pasaron seis años.
—Wow, eso le rompe el corazón a cualquiera. Entonces, ¿Mark donde aparece? —Cuestiona, rascando su cabeza en señal de confusión.
—A Mark lo conocí en la escuela durante los últimos años de universidad. Él estudiaba mercadotecnia y yo químico biólogo, pero coincidimos durante la clase extra escolar: literatura. En ese tiempo Leah tenía muy poco de haberse ido de la ciudad. Un día el maestro nos dijo que haríamos equipos de dos personas para compartir un libro y elaborar una reseña entre ambos. Recuerdo que leímos el diario de Ana Frank —relato sonriente, ya que es una memoria que guardo con mucho cariño—, él se daba cuenta que siempre tenía mi celular en la mano respondiendo llamadas y mensajes, pero no se atrevía a preguntar nada, porque no había confianza entre los dos, pero era una costumbre que ya tenía; en clases y en mi tiempo libre siempre estaba pendiente de mi teléfono.
Dentro de mi cabeza empiezan a girar los recuerdos de la universidad, sobre todo aquellos que compartí con él, comenzando cuando nos sentábamos dentro del salón de clases de literatura.
Era más evidente porque eran mesas para dos personas y siempre se sentaba a mi lado. Yo sonreía como una adolescente enamorada cuando Leah me respondía, hasta que decidió romper el misterio que me rodeaba, pero yo no estaba dispuesta a hablar de mis asuntos con él. Tenía la comunicación limitada solo para cosas que tuvieran que ver con libros.
—Veo que estas muy feliz. Es muy afortunado —interviene al tiempo que doy un brinco, y oculto mi celular debajo de la mochila para evitar que se inmiscuya aún más. Solo sonrío y presto atención al libro en el que debemos trabajar.
Leemos un párrafo alternándonos uno a uno y dando nuestras opiniones, a la vez que Mark plasma en su computadora, las palabras que salen de nuestras mentes creativas y trabajadoras.
Una vez terminada la clase, salgo inmediatamente y camino por los pasillos para pararme en el patio y hacer una llamada a Leah. Hablamos por varios minutos y le digo que la extraño mucho y que muero por verla pronto. Ella concuerda con mi sentir. Me despido debido a que falta poco para la próxima clase. Le digo que la amo y que haré un esfuerzo por ir a visitarla en cuanto tenga oportunidad.
Después de la llamada, roto sobre mis talones para encaminarme al salón de clases al que debo presentarme, cuando noto atrás de mí la presencia de Mark, parado con su mochila colgada de un brazo y su cara con gesto desencajado. Me percato que escuchó parte de mi conversación, si es que no se enteró de todo.
—Este, yo... —intento explicarle, aunque no sé muy bien por qué. Al final de cuentas, quién estaba de entrometido en un asunto que no le importaba, era él.
De repente, me interrumpe extendiendo su mano que sostiene mis auriculares.
—Olvidaste esto —tomo los auriculares que deje atrás y nos quedamos un rato en un incómodo silencio—. Bueno, nos vemos mañana.
Siento que mi cara se calienta y supongo que a la vista se percibe roja. Uno más que agrego a la lista de personas que se enteran sobre mis parejas de forma sorpresiva.
Al día siguiente, él ya está en su lugar y me da pena tener que darle la cara, pero sé que no le debo explicaciones, así que muy segura de mi misma tomo mi silla, haciendo como sino pasara nada extraordinario.
—Buen día —saludo sin verlo a los ojos.
—Buen día —imita mi gesto y evita contacto visual conmigo.
Leemos y trabajamos tratando de no prestarnos atención, más que para asuntos exclusivos del proyecto.
Pasan meses y poco a poco las llamadas cesan, los mensajes tardan más y mi actitud durante la clase es más retraída, me cuesta concentrarme porque me paso esperando a que Leah me responda. Me vuelvo más nerviosa y no dejo de inventar razones para justificar su falta de interés por mí.
Como es lógico, Mark lo nota rápidamente.
—Jill, ¿estás bien?
—¿Qué? —contesto volviendo a la realidad.
—Te digo que es tu turno de leer. ¿Pusiste atención en lo que yo leí?
—Lo siento, pero no —bajo la mirada. Me avergüenza pensar que por mi culpa podamos salir mal en esta asignatura, que no es la gran cosa pero es necesaria y obligatoria.
Sé que no debo mezclar mi vida personal con la escuela, pero eso me está consumiendo más de lo que hubiera pensado.
—Oye, tienes días muy distraída. Sé que no somos muy cercanos, pero si quieres hablar con alguien, puedes confiar en mí. No había querido tocar el tema por qué sé que no es de mi incumbencia pero, parece que tienes problemas con... tu pareja —carraspea levemente la garganta al pronunciar esa última frase. Me sonrojo.
—Sí, algo así —admito, desviando la vista. Siento un nudo en la garganta y contengo las lágrimas que desean salir; el pensarlo me provoca ganas inmensas de soltar el llanto.
Mark se fija en los alrededores del salón para ubicar donde está nuestro profesor, quien está ocupado con otro de los equipos.
—¿Quieres contarme? Prometo que no diré nada —se ofrece. Medito un rato sobre si es o no, una buena idea. Realmente me hace falta hablar con alguien, y Leah no es un tema que pueda tocar con mi familia después de lo sucedido. A pesar de que mi padre ya no está en casa y que mi madre me apoya, no quiero atormentarla más con mis tragedias.
—Bueno, es que, desde hace días no contesta a todas mis llamadas y mensajes, cuando lo hace parece cortante y siempre tiene algo más que hacer, no tiene mucho tiempo para mí. Además, ya han pasado dos días y no he sabido nada en lo más mínimo.
—¿Ya fuiste a buscarla a su casa?
—No. Ella vive en otra ciudad —menciono triste. Mark hace gestos pensativos, como intentando descifrar las causas que la llevaron a ausentarse repentinamente.
—¿Sabes dónde vive?
—Sí, tengo la dirección de donde está, pero no he podido ir a buscarla —siento como mis lágrimas se liberan de poco y las limpio rápido, para que nadie se de cuenta de mi estado.
Siento la mano de Mark posarse en mi hombro para darme consuelo.
—Escucha, tranquila. Seguramente está ocupada, cuando se estabilice un poco, te llamará.
—No —corto sus palabras de golpe—, algo anda mal y no me lo quiere decir o no puede. Tengo que verla, pero no tengo como hacerlo y siento que ya no puedo más, la incertidumbre me está matando. No sé si está bien, si le pasó algo o si alguien le ha hecho algo —dramatizo angustiada.
Veo compasión en el rostro de Mark y me sonríe optimista.
—Tranquila, todo estará bien, ya verás —me anima. No me convence ni me reconforta lo que me dice, aunque agradezco que me escuche y trate de hacerme sentir mejor.
Mi triste realidad es que con el paso del tiempo, decaigo y decaigo cada vez más.
Han pasado ya dos semanas y sigo sin noticias de Leah, las dudas me carcomen. No he dormido ni comido debidamente y siento como físicamente ya me afecta, puesto que la debilidad se interna en mi cuerpo.
Lloro cada que tengo oportunidad y privacidad, el único al tanto es Mark, que me ofrece su hombro para que me desahogue. Su presencia y apoyo logran reconfortarme tanto con el simple hecho de permanecer ahí, sin necesidad de que se exprese con palabras.
De pronto, un día Mark llega mientras yo estoy sentada en un banco en el patio de la universidad esperando a entrar a mi próxima clase. Limpio las lágrimas con la manga de mi suéter y Mark termina por acercarse, para sentarse a mi lado muy alegre.
—Te tengo una buena noticia —sonríe, dejando ver sus hermosos dientes blancos.
—¿Cuál? —pregunto, arrastrando cada letra.
—Nos iremos de fin de semana, como unas pequeñas vacaciones —lo veo incrédula. No puede ser que después de todo, piense que estoy de ánimos para vacacionar.
—Estás loco, no pienso ir a ningún lado. Además, no tengo dinero —refuto amargamente, ignorando su amable propuesta.
—Ni si quiera me has preguntado a donde pienso ir.
—Por qué no me interesa, no iré a ningún lado, Mark. No estoy de humor.
—Vamos, Jill. ¿Qué tal si te dijera que iremos a buscar a Leah? —enuncia entre una risita burlona. Mi cabeza gira hacia él, con los ojos abiertos de par en par y la boca tensa.
—¿Qué? Pero, ¿cómo? —cuestiono estupefacta.
—Conseguí dinero para el viaje. Sé que no es de mi incumbencia, pero no puedo dejar que vayas tú sola y como sé que nadie más sabe esto, me ofrezco automáticamente para acompañarte —espeta orgulloso. Sigo sin creer lo que está diciendo.
—¿Por qué estás haciendo esto, Mark? —No responde durante unos segundos y baja la vista para evitar verme a los ojos.
—No me gusta verte así. Además, después de todo creo que ya somos amigos, ¿no? Los amigos se ayudan —se encoge de hombros
—¿De dónde conseguiste el dinero?
—Tú no te preocupes por eso, lo impor...
—Mark —interrumpo antes de que invente excusas incoherentes.
—Trabajé tiempo extra —informa en medio de un sonoro resoplido de derrota.
Mark trabaja por las tardes como mesero en un restaurante y no alcanzo a imaginar que tantas horas más, tuvo que quedarse para conseguir la cantidad de dinero suficiente. Se me encoge el corazón.
—No puedo aceptarlo —digo con mucho sentimiento— no tienes por que hacerlo, Mark.
—Ya lo hice, así que no hay vuelta atrás. Es importante para ti. Dices que ni si quiera su familia sabe algo y suponiendo lo peor, ellos merecen saber lo que ha pasado con su hija, ¿no crees? Y tú también lo mereces —declara con cierto entusiasmo. No encuentro las palabras indicadas para agradecerle este gesto tan amable que ha hecho, sacrificándose incluso él mismo.
—Gracias —finalmente digo entre sollozos. Lo abrazo tiernamente y él también lo hace. Me siento afortunada por haber encontrado a este amigo incondicional—, pero con una condición —advierto mientras nos apartamos.
—¿Cuál?
—Te pagaré lo que gastaste, por partes por lo menos, pero déjame pagarte.
—No es necesario.
—Mark, por favor —le suplico haciendo ademanes con ambas manos. Me mira con mucha dulzura y hace que mi corazón se sienta mejor y con más esperanzas.
Nadie habría imaginado que crearía un lazo tan fuerte con Mark, que se volvió mi confidente y gran amigo en tan poco tiempo.
—Está bien —acepta a la vez que cruza los brazos frente a su pecho. Logro abrazarlo emocionada por su enorme corazón.
Le dije a mi madre que tendría que pasar el fin de semana en casa de Mark para poder terminar la reseña del libro, ya que por los compromisos de cada uno con sus materias correspondientes, no habíamos podido concordar para adelantar el proyecto, así que aprovecharíamos los próximos días para hacerlo.
Dado a que mis preferencias para ella estaban claras, el que yo me quedara en la casa de un amigo, no le causaba conflicto.
Pasamos ocho horas de camino en autobús de noche hasta llegar a la ciudad donde Leah se había mudado. Era la primera vez que iba sin el consentimiento e instrucciones de Leah.
Ni Mark ni yo teníamos idea de cómo andar en ese sitio desconocido, así que lo más sensato fue tomar un taxi y darle la dirección que ella me había proporcionado hacía ya varios meses, y con ayuda de mis recuerdos de visitas anteriores, dimos más fácilmente con el lugar. Me sentía muy nerviosa porque no tenía conocimiento de lo que me encontraría al llegar, como estaría o si estaba sola.
Llegamos cuando el cielo empezaba a aclararse y con ayuda de la escasa luz, nos dimos cuenta que ya estábamos frente del gran edificio color gris bastante viejo con moho en las paredes. Mark me vio confundido, ya que no imaginaba que Leah pudiera vivir ahí.
Al entrar al edificio, se dio cuenta que las condiciones del interior eran mejores que la vista externa, con la misma pintura gris pero mejor conservada.
Subimos hasta el tercer piso para llegar al departamento donde se supone, ella estaría. Tocamos varias veces hasta que una mujer de cabello castaño y corto, vestida con traje de falda color rosado, nos abre.
—Buenos días. ¿En qué puedo ayudarlos? —pregunta amablemente la mujer.
—Buenos días, busco a Leah Sanders —averiguo, pretendiendo que las mangas de mi suéter sirvieran para secar el sudor de las manos.
La mujer nos observa inquisitivamente durante un tiempo que a mí, me parece una eternidad. Muero por verla o saber de ella y esta mujer no se apresura a hablar.
—Lo siento —responde al mismo tiempo que sale del departamento y cierra la puerta—, ella ya no vive aquí —sus palabras caen sobre mí, como un balde de agua fría.
—¿Cómo? ¿De-Desde cuándo? —interrogo muy asombrada y casi tartamudeando.
—Aproximadamente tres meses —menciona mientras guarda un manojo de llaves en su enorme bolso de piel blanca.
No puedo de la impresión y me recargo en la pared del pasillo, tratando de tomar todo el aire posible para que me ayude a calmar mi ansiedad.
—¿Sabe a dónde fue o por qué lo hizo? —insisto en conseguir información.
—Se fue por que no tenía dinero para seguir pagando la renta. Dijo que conseguiría otro lugar donde instalarse, pero no se adonde; pago lo que debía y al día siguiente solo me entregó las llaves y se fue —nos comunica. Empiezo a marearme y lucho por contener las lágrimas— ¿Es usted algún familiar?
—Sí —miento, con la idea de que quizás por no saber quién soy, me este ocultado algo que pueda ser de vital importancia.
—¿Y no se ha comunicado con usted?
—No. Llevo varios meses sin saber de ella, por eso vine a buscarla.
—Lamento escuchar eso. Quisiera poder ayudarla con más, pero ella no me dio ningún recado por si venían a preguntar, todo fue muy repentino —desilusionada, solo puedo asentir con la cabeza sin poder decir otra palabra. Tengo la garganta hecha nudos.
—Bueno, espero pueda saber algo de ella pronto, debo retirarme —Mark le da las gracias en mi lugar y yo suelto el llanto en cuanto veo a la mujer desaparecer por los pasillos. Mi amigo me abraza para darme el consuelo que siento que no obtendré nunca.
Después de calmarme del trago tan amargo, Mark y yo vamos a un pequeño restaurante ubicado en la misma calle de los departamentos.
Estoy sentada completamente callada y en shock. La mesera le da a Mark un plato con hamburguesa y papas fritas; mientras que yo al no poder probar un solo bocado, me entrega un sándwich sencillo envuelto en papel encerado, que ordené obligada.
—Trata de comer, Jill —me anima. Hago caso omiso e ignoro el platillo delante de mí, volteo a ver por la ventana y de nuevo comienzo a gimotear.
—No puedo creer que me haya hecho esto ¿Cómo pudo hacerlo? ¿Cómo? —Gruño, en un leve grito desesperado— incluso tú estás aquí, tu esfuerzo fue en vano —tomo una servilleta y limpio mi cara.
—Tranquila, mañana buscaremos en hospitales y hoteles, quizá sepan algo.
—Eso espero —murmuro, poco esperanzada.
Al día siguiente buscamos en los lugares donde pudiéramos conseguir algo de información, pero debido a que nuestros recursos se agotaban, no se logró cubrir ni la mitad de esos sitios, además, debíamos regresar a casa, por lo que llegamos con las manos vacías y yo sumida en una tristeza que no podía disimular.
No tenía ánimos ni para respirar. Sentía como me levantaba de la cama en automático y hacía todo de la misma forma solo para no preocupar a mi madre y hermano.
Se me dificultaba prestar atención a mis clases y a la gente que me rodeaba. Mark era el único que estaba ahí para mí sin preguntarme nada, ya que era obvio cómo me sentía.
Me acompañaba a mi casa después de clases y muy seguido cuando ya estábamos separados, me enviaba mensajes preguntando cómo me iba. Él estuvo durante ese proceso de duelo tan duro que viví: a veces solo conversábamos y de pronto comenzaba a llorar sin razón aparente, pero la realidad es que yo extrañaba demasiado a Leah, y recordar que había desaparecido solo causaba que mi corazón se hundiera en mi pecho. Sentía que toda mi alma se había esfumado tal como ella lo había hecho.
En mí, solo quedaba un cuerpo vacío incapaz de aliviar la pena. Alrededor de mis ojos se percibían a kilómetros, las ojeras y mi aspecto desaliñado. No tenía ni ganas ni las fuerzas para recoger mi enmarañado cabello con una maldita liga. Me estaba convirtiendo en un fantasma ambulante, que solo existía por existir.
Pasaron varios meses y ya me había resignado a no saber más de ella y di por terminada una relación que había quedado inconclusa. Dejé de preguntarme por qué había hecho lo que hizo e intenté con todas mis fuerzas enfocarme en mí y mi carrera, que a causa de la depresión, ya estaba descuidando y que ahora tenía que luchar por salvar.
Sin darme cuenta, Mark y yo nos habíamos hecho grandes amigos, éramos inseparables, me ayudó en gran parte a superar mi dolor. Sin embargo, no sé en qué momento el sobre entendió que mi cariño hacia él, significaba algo más, porque un día durante clases decidió platicar conmigo de un tema que yo no esperaba.
Yo estaba sentada en la mesa del salón de clases de literatura, era temprano así que ni el profesor ni la mayoría de los estudiantes estaban ahí. De pronto Mark llega y se sienta a mi lado bastante nervioso.
—¿Estás bien? —le pregunto alterada al notar su actitud.
—Sí. Bueno, no —contesta confundido al tiempo que rasca su cabeza con brusquedad— Jill, tengo que decirte algo —frota sus manos muy rápido y desvía la vista un poco hacia a su costado.
—Claro, dime qué pasa —Mark tarda varios segundos en comenzar hablar.
—Escucha, sé que lo que voy a decirte no tiene sentido y, primero que nada quiero que sepas que no espero nada en especial sobre esto, solo quiero liberarme un poco.
—Mark, me estás asustando. Dime de una vez qué pasa —lo aliento a contarme lo más pronto posible, ya que la duda y nervios me están enloqueciendo.
—Bien, yo, es decir... tú sabes que los últimos meses hemos sido muy unidos, sabemos prácticamente todo uno del otro, y créeme que no tengo idea de cómo es que me pasó, pero... debo decirte que... que yo.... —hace un par de pausas que me sacan de mis casillas, antes de terminar la oración y veo cómo empuña las manos.
—Tú... ¿tú qué? —cuestiono con la finalidad de animarlo a concluir sus palabras.
—Yo... yo me enamore de ti —avienta la frase como si de una enorme piedra se tratara, causando un estruendo irremediable dentro de mi corazón.
Ambos nos quedamos en silencio después de tal confesión. Siento como un frío recorre lentamente mis extremidades hasta llegar al centro de mi estómago, involuntariamente, me rio nerviosa ya que no sé qué es lo que debo hacer ante semejante declaración.
—Estas bromeando, ¿no? —pregunto y cruzo mis brazos frente al pecho, esperando a que diga que sí lo es, pero eso no ocurre.
—No, Jill. Te repito, no sé cómo paso, pero es la verdad. No tienes que decir nada, ya sé cuál es tu respuesta ante esta situación, así que está demás que hagas esfuerzos por hacerme sentir mejor o decir algo al respecto —Mark saca de su mochila el libro del proyecto y se dispone a leer párrafos repetidos para facilitar el no establecer contacto conmigo. Me quedo pasmada durante el resto del tiempo sin comentar nada más.
Cuando termina la clase él sale casi corriendo sin decir adiós, yo no lucho por cambiar la situación debido a que aún me siento muy confundida.
Llego a casa y me recuesto sobre la cama pensando en que sería lo mejor: no quiero perder su valiosa amistad, pero tampoco creo que las cosas vuelvan a ser igual. Al menos yo estaría dispuesta a internarlo con tal de no perder a mi gran amigo. Tomo mi celular para escribir un mensaje a Mark:
«Hola, espero que estés bien. Solo quería decirte que agradezco mucho que me hayas tenido la confianza para aclarar tus sentimientos por mí, a pesar de que me conoces muy bien y sabes cuál es mi situación. Espero de todo corazón que esto no afecte la increíble amistad que hemos formado, aunque si es así, lo entenderé perfectamente. Te quiero y gracias por todo»
Desafortunadamente, no recibo una respuesta rápida. Es normal, supongo que ni él sabe que es lo que tiene que hacer ahora, sin embargo lo que sí sabe, es acerca de mis sentimientos y el que lo confesara, no los cambiará.
Decido no molestarlo más y darle tiempo para que reconsidere nuestro estado. Yo por mi parte, debo estar preparada para otra separación más.
Hago mis tareas y bajo a cenar, ayudo a mi madre a guardar la ropa recién lavada, lo que me distrae varias horas. Me doy un baño rápido y después de eso me dirijo a la cama para dormir, pero antes reviso mi celular y para mi sorpresa, Mark ya ha leído y respondido al mensaje:
«Hola, sigo apenado por esto. Lamento mucho la incomodidad que esto pueda causarte, pero si tú a pesar de ello no quieres dejar de ser mi amiga, yo no estaré más feliz de seguir acompañándote en más aventuras. Te quiero, nos vemos en clase».
Mi corazón se alivia al instante y no puedo evitar esbozar una sonrisa, bajo ninguna circunstancia hubiera soportado perder a mi mejor amigo después de tantos buenos momentos, su corazón también es grande y noble, lo suficiente para comprenderme y aceptarme como yo soy.
Recuerdo los días posteriores como si nada hubiera pasado, nuestra amistad había salido intacta después de la confesión de Mark, varios meses llenos de tranquilidad entre él y yo transcurrieron con normalidad, y aunque de vez en cuando mis ánimos decaían, trataban de salir adelante.
Un día, él y yo habíamos decidió ir al cine de forma improvisada después de clases, algo que no habíamos hecho antes. Entramos al cine y salimos comentado acerca de la película de horror que habíamos visto. De hecho, para los dos fue una muy pésima elección. Me acompaño hasta mi casa mientras reíamos de los malos efectos especiales y la sangre falsa que brotaban de los cuerpos plastificados de los personajes.
Llegamos a la puerta y como ya era bastante tarde, la oscuridad invadía la ciudad.
—¿Quieres pasar? —lo invité señalado la puerta.
—No, ya debo ir a casa, es muy tarde.
—De acuerdo —me acerco a él para darle un abrazo de despedida que corresponde muy cariñosamente. Tardamos un rato en desprendernos, cuando siento que su aliento recorre mi oreja.
—Jill —susurra.
Me alejo para verlo a la cara con la intención de preguntar qué ocurre, pero siento que sus manos se posan en mi cintura, evitando que mi cuerpo se aleje de él. Nuestros rostros quedan a unos cuantos centímetros cerca, no sé qué hacer así que me quedo inmóvil. Mark me ve a los ojos con mucha ternura, cuando de pronto, siento sus labios posarse en los míos con mucha delicadeza.
Unos segundos después, se separa de mi lado pero aún estando cerca de mi cara, recargando su frente sobre la mía; escucho que masculla de nuevo otras palabras:
—Desearía con todo mi corazón que me dieras una oportunidad para demostrarte cuanto te amo.
Me quedo muda y él se limita a sonreír.
No espera a que diga más y solo se va mientras me dice adiós con la mano.
—Pero que atrevido —Dafne dice azotando una de sus manos sobre la mesa— era una manera de presionarte ¿Tú que hiciste después?
—Estuve mucho tiempo pensando y pensando. Tenía el corazón roto, sentía que no sería capaz de amar a alguien de nuevo. Creí que si no me quedaba con Mark me quedaría sola, además él era muy bueno conmigo y me hacía sentir querida, así que luego de unas semanas le dije que quería intentarlo con él, salimos un año, me propuso matrimonio y bueno, el resto es historia —tomo un trago generoso de mi café. Dafne sigue viéndome con confusión.
—Nada tiene sentido, Jill.
—Para nadie lo tiene, pero ya no importa porque estoy casada desde hace cuatro años.
—¿Eres feliz? —interroga con malicia. Un silencio pesado de apodera del lugar.
—Claro.
—Eres una mentirosa —parlotea. Toma una pequeña pausa para pensar y luego continúa con su interrogatorio—: ¿Qué dijo tu familia cuando les dijiste que te ibas a casar con... Mark?
—Bueno, a mi madre y hermano definitivamente no les gustó la idea, pero decidieron apoyarme. Y mi padre... cuando se enteró que Mark y yo éramos novios, retiro un poco el resentimiento que tenía hacía mí, me recibía en su casa y conversábamos tranquilamente, eso me motivo para que decidiera casarme. Cuando se lo dije, él solo respondido que no importara con cuántos hombres saliera ni cuentas veces me casara, eso no cambiaría la atrocidad que había cometido, pero que era lo mínimo que podía hacer para remediar la vergüenza que había hecho pasar a la familia.
—No puedo creer tanta intolerancia. ¡Estamos en el siglo veintiuno, por Dios!
—Sí, pues díselo a mi padre.
—Vaya —expresa en medio de un sonoro resoplido—Oye, pero a todo esto, ¿Y por qué después de tantos años Leah decidió regresar?
—Su padre ya está en fase terminal de cáncer. Quiere pasar el mayor tiempo posible con él, supongo —Dafne se queda un momento pensativa y en silencio.
—¿Qué harás ahora que regreso?
—¿De qué hablas? —inquiero, enarcando una ceja—. No haré nada.
—¿Cómo que nada? Jill, durante el tiempo que te conozco jamás he visto que mires a Mark como la ves a ella, y mira que lo he presenciado escasas veces —ríe burlona.
Me impresiona que Dafne se haya dado cuenta de esos detalles que hasta yo había pasado desapercibidos, puesto que en ningún momento fue mi intención demostrarlo de esa forma.
—Ella tomó decisiones y yo también lo hice, lo único que nos queda es aceptarlo, —aspiro el último trago de mi café y veo en el reloj de mi teléfono que ya es bastante tarde— sé que quedan muchos detalles por develarte, pero será en otra ocasión, debo llegar a casa.
—Está bien, vamos —nos apresuramos para tomar el resto de las bebidas pendientes en nuestros vasos, luego procedamos a realizar el pago y cada quien toma su respectivo camino a casa.
Por suerte llego y Mark aún no está en casa, lo que me da un tiempo para sentarme en el sofá y descansar. De repente escucho que mi celular suena. Cuando lo veo, noto que Amy me llama; con tanto ajetreo con el tema de Leah, había olvidado responder sus mensajes.
—Hola —respondo al llamado.
—Hola. ¿Estas ocupada?
—No ¿Por qué?
—Bueno, has estado algo ausente —protesta. Sé cómo reaccionar ante sus sentimientos, pero en parte no quiero parecer indiferente, aunque considero que no debo prestarme para que se dé un mal entendido sobre nuestros encuentros que para mí, son solo amistosos.
—Lo siento, he tenido bastante trabajo y se me ha dificultado.
—Sí, entiendo —dice desanimada.
—¿Cómo va el trabajo? —demuestro interés, a la vez que intento desviar la tensión hacia otro lado.
—Todo va excelente. De hecho, quería contarte que mañana regreso —mi respiración se detiene como un reflejo de nervios antes tal situación. No sé qué me espera con Amy y Leah prácticamente muy cerca la una de la otra; además de tener que lidiar con Mark para evitar que se de cuenta que estoy pasando por momentos muy desafortunados.
—Que buena noticia —le miento, modulando mi voz repleta de ansias.
—Lo sé, muero por regresar y poder contarte todo lo qué pasó, espero nos demos tiempo para eso —su tono de voz se transforma en una más a amena.
Debo ser muy cuidadosa con lo que hago; hasta ahora no he metido la pata ni con Amy ni con Leah y deseo mantenerme firme con esa idea.
—Sí, supongo que habrá tiempo para ello.
—Eso espero. Bueno, te dejaré descansar, te mantendré al tanto sobre mi llegada.
—Seguro. Quizá en los próximos días podamos quedar para ir a tomar un café o algo.
—Sí, aunque tenía planeado algo diferente, pero ya que me instale te lo diré. Buenas noches, Jill.
—Buenas noches, buen viaje de regreso.
Luego el silencio se presenta y arrojo el teléfono en el sofá más cercano, mientras yo me dispongo a instalarme cómodamente y descansar un poco.
Le doy vueltas al asunto de Amy una vez que el cuerpo empieza enfriarse y los pies incomodan irremediablemente.
No debo prolongar más esta situación con ella. Aquí y en cualquier lado del mundo, cualquier persona pensaría lo indebido al enterarse que una mujer casada se ve a espaldas de su esposo con su ex pareja, así que decido establecer un alto antes de que todo termine por exponerse a la luz de manera inapropiada y que se preste a malos entendidos. Sobre todo porque aún siento una fuerte atracción por Amy y eso no ayuda para nada en mantener firme mi fuerza de voluntad.
La atracción, siempre será más fuerte que el poder de la razón. Y no, no gozo de lealtad dentro de mis valores.
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