10. Comienzo.
Amy continúa en contacto constante conmigo, me avisa que ya falta menos para su regreso y no se realmente que haré con ella, Leah y Mark, todos juntos a la vez.
Es como si me hubiera encargado de encerrarlos a los tres en una casa de juguete y lucho para que ninguno se encuentre entre sí, teniendo la meta de cazarme, y se cuáles son las consecuencias de que todos cumplan su objetivo y en definitiva eso no me conviene.
Tengo que sacar a Leah y a Amy de la casa por bien de mi matrimonio. Al final de cuenta él es el único con derecho de permanecer dentro.
Mark ha cambiado un poco su actitud hacia mí. Intento escudriñar entre mis recuerdos sobre qué pudo ser el detonante para ese cambio tan brusco. Quizá fue después de la cena de la empresa; o puede ser que no le haya gustado verme charlar con Kate, quizá sabe algo sobre mis encuentros con Amy o que Leah regreso.
Me pasan miles de hipótesis por la cabeza que no me dejan ni si quiera conciliar el sueño durante la noche, sobre todo la idea de que si aún no sospecha de Amy, en cualquier momento se pudiese enterar y causar un cataclismo de una magnitud inimaginable.
Ese pensamiento me provoca una sensación de horror y duda, a pesar de no hacer nada malo con ella no puedo evitar creer que sí, y con más razón si se lo estoy ocultando a Mark. Tendría todo el derecho de desconfiar. Lo mejor será ponerle un alto antes de que se salga de control.
Por otra parte Leah no sale de mi mente, tengo ganas de buscarla y ofrecerle mi ayuda personalmente, pero el recordar lo que hizo causa que me frene completamente y opte por dejarlo pasar.
Soy un gran manojo de emociones que no estoy sabiendo controlar, pero soy consciente de las acciones que debo llevar a cabo, solo me faltan agallas y fuerza de voluntad. Cualidades de las que no puedo presumir.
—Disculpe —percibo una voz femenina que me saca del trance en el que estaba y brinco de la impresión.
Una mujer está parada con un pequeño niño de unos seis años con lágrimas recorriendo su enrojecida cara y haciendo pucheros, a la vez que quien deduzco, es su madre, lo toma del brazo.
—Adelante, siente al niño —señalo.
El menor empieza a llorar. Supongo que de ante mano sabe que está haciendo ahí y definitivamente la idea no le gusta. Escucho como su madre lo tranquiliza diciendo que todo estará bien, acaricia su cabello, mientras yo preparo los instrumentos que voy a necesitar y sacar la muestra de sangre.
—Después de esto te llevare a comprar un helado, ¿sí?
—S-Sí... —el pequeño emite entre sollozos a pesar de los esfuerzos de su madre por mitigar su miedo, así que decido apoyarla.
—Tranquilo, todo estará bien. Cuando todo termine te voy a regalar una paleta del sabor que quieras y una bendita del personaje que prefieras, ¿te parece? —Lo aliento.
Como no queriendo la cosa, el niño se calma un poco pero en cuanto ve la aguja se descontrola, por lo que su madre tiene que ayudarme a sostenerlo.
Un paciente difícil, pero al final logro el cometido y el bebé se retira con una paleta de limón y una bendita redonda de una carita feliz de color amarillo.
Continúo con mis deberes y deambulo por uno de los pasillos del hospital, cuando veo a Leah acercarse para ir por la dirección contraria a mí. Nos detenemos una frente a la otra.
—Hola —saluda cordialmente. En su mano derecha lleva un vaso con café. La miro cansada y con ojeras.
—Hola, ¿cómo va todo? —Pregunto con algo de indiferencia, tratando de fingir que no me interesa en lo absoluto.
—Difícil, estoy derrotada pero debo aguantar —esboza una sonrisa débil.
—Yo... ¿necesitas o necesitan algo? —Ofrezco. Leah me observa con detenimiento: me provoca una sensación extraña, quiero abrazarla, besarla en ese momento y es como si su actitud me diera a entender que ella también desea lo mismo.
—Te lo agradezco, pero creo que por ahora estamos bien. Dentro de lo que cabe.
Asiento un poco decepcionada ya que esperaba a que me pidiera algo por más mínima que fuera su solicitud.
A lo lejos miro que Kate va pasando y se detiene al percatarse que Leah está conmigo, me doy cuenta que la escena no le agrada mucho así que nos ve un rato con una ceja enarcada. Leah no nota su presencia ya que su hermana aparece a sus espaldas, hasta que grita su nombre.
—¡Leah! —Ella se exalta y voltea a verla. Luego le esboza una seña de que va en un momento.
—Debo ir con Kate.
—Está bien —se va para reunirse con su hermana y mientras caminan, Kate voltea para darme un último vistazo con desaprobación.
No sé qué le pasa, y no entiendo su actitud tan arrogante hasta que recuerdo la charla y sus reclamos hacia mi matrimonio. Supongo que hasta ahora ella no le ha dicho nada a Leah, o si lo hizo, quizá ni si quiera le importó en lo más mínimo.
Llego a la estancia y Dafne se encuentra ahí en una llamada, por lo que voy directo a tomar unas cuantas galletas que deje por la mañana, con la intención de calmar mis ansias.
Cuando Dafne termina su llamada empieza hablar sobre una reunión con los padres de su novio, o algo así, ya que no presto mucho atención y solo finjo interés en ciertas partes de su relato, contestando preguntas con un sí o un no. De pronto oigo que llaman a la puerta.
—Adelante —autoriza Dafne, interrumpiendo la plática.
Leah ingresa nerviosa y su cara está roja. Me asusto y me acerco rápidamente para dirigirme hacia ella.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Tu padre está bien?
—Sí, sí lo siento. Es solo que... tengo que hablar contigo, en privado —Dafne nos mira con confusión y le digo que regreso en breve.
Salimos de la habitación unos cuantos pasos alejadas de la puerta. Leah posa una mano en la cintura y con otra talla sus ojos.
—¿Es verdad lo que me dijo Kate? —Pregunta sin rodeos y a mí me confunde ya que a primera instancia no reconozco que pudo contarle, hasta que recuerdo a Mark. Me hago la desentendida.
—¿De qué hablas?
—De que te casaste... ¿con un hombre, Jill? —Me quedo inmóvil delante de ella. No vale la pena ocultarlo. Trago saliva con dificultad antes de hablar.
—Sí, es verdad —suelto sin consideración y fríamente. Su complexión cambia de enojo a tristeza.
—¿Por qué? ¿Por qué harías algo así? No lo puedo entender —baja la mirada— ¿Fue por mi culpa?
—Tu qué crees —gruño. Su victimización comienza a indignarme.
Sé que no debo culparla por completo, pero no puedo negar que su ausencia ayudo a que tomara esa decisión.
—Jill, pero esa no eres tú y lo sabes —se rasca la cabeza con violencia— ¿Cuánto tiempo tienes casada? —dudo en contestar, pero si lo quiere saber, se lo diré; no creo que cambie nada si termino por contarle la verdad.
—Cuatro años —agrego. Me mira con incredulidad y de repente sus ojos, comienzan a llenarse de lágrimas. Los cierra y abre varias veces para que desaparezcan.
—No puedo creer que hayas hecho algo así, traicionarte a ti misma. Esa no eres tú —repite al tiempo que niega con la cabeza. Su ademán me fastidia, ya que no comprendo con qué derecho lo hace.
—¿Quién te crees tú para decirme quien soy yo? —La cuestiono prácticamente en un susurro, ya que si mi enojo se hiciera presente estaría gritando, y sé que debo contenerme— me dejaste y perdiste toda noción sobre mí y mi vida. Cambie completamente y si quieres saber por qué me casé con un hombre, es porque ese hombre hizo lo que tú no hiciste: quedarse a mi lado cuando más lo necesite en vez de solo largarse. ¿Quieres saber quién estuvo ahí escuchando mis lamentos y limpiando mis lágrimas cuando tú te desapareciste? Él. Solo me ha demostrado cuanto me ama y yo estoy infinitamente agradecida por tenerlo en mi vida, un derecho que tú perdiste el día que decidiste dejarme —Leah se queda pasmada, mirando a todos lados como buscando tranquilidad en el blanco de las paredes, hasta que después decide hablar de nuevo.
—¿Lo amas? ¿Lo deseas?
—Eso no es de tu incumbencia.
—¡Responde! —Exige entre un grito ahogado. Se acerca más hacia mí— ¿Lo amas como me amaste a mí? ¿O cómo amaste a Amy? Dime, cuando lo ves, ¿deseas que te toque? ¿Lo deseas como me deseabas a mí? ¿Cuándo están en la cama, no puedes contener tu ganas de estar con él?, tal y como tú no podías aguantarte las ganas de que te hiciera mía... —su imprudencia me saca de quicio y no soporto que se inmiscuya más en mi privacidad.
Automáticamente mis sentidos de defensa aparecen y le doy una bofetada.
—No te debo ninguna explicación. Si tú creíste que no me la merecía cuando decidiste desaparecer, yo ahora te advierto que no mereces respuestas de mi parte. Deja de meterme en mi vida.
Me dispongo a volver a la estancia dejando a Leah atrás, cuando veo que la puerta está entre abierta. Paso al cuarto y lo primero que miro es a Dafne parada con una expresión de sorpresa, por lo que de inmediato supongo que escuchó toda mi conversación con Leah.
Siento que un balde de agua fría me cae encima y me siento en la silla más cercana sin mirarla a los ojos, extremadamente avergonzada.
Después de tantos años manteniéndola al margen sobre esta parte de mi vida, se entera de una forma no muy grata.
—Yo... —balbucea desorientada. Quiere decir algo, pero las palabras no fluyen como ella desearía.
—¿Escuchaste todo? —Interrumpo antes de que diga algo más.
—Este... yo, bueno... Sí, lo siento mucho, no era mi intención. Iba a cerrar la puerta cuando las escuché y no puede parar de oír, lo siento mucho Jill, en verdad perdóname —reposa en otra de las sillas y me mira expectante para que yo diga algo, pero realmente no sé qué es lo que tengo que decirle.
Sería estúpido pretender que tengo oportunidad de alterar algo de lo que ella misma ya se entero. Suspiro con aires de resignación.
—No te preocupes, sé que no fue tu intención —la disculpo aún sin mirarla a los ojos— su-supongo que ahora tienes otra percepción sobre mí. Lo siento mucho...
—¿De qué hablas? Tú no me debes explicaciones, Jill. Pero, ¿por qué no me contaste nunca sobre eso?
—Quería olvidarme de esa parte de mi pasado. Tú apareciste en mi vida cuando yo había decidido comenzar de nuevo, y no quería mezclar el pasado con el presente. Sé que es una idea estúpida, pero al menos lo intenté —expreso alternando mis exhalaciones y aires de derrota. Nos quedamos en silencio.
—Entonces... no entiendo nada, ¿eres bisexual o algo así? —pregunta confundida. Me rio porque me da gracia y a la vez nervios.
—No Dafne, no soy bisexual —confieso mientras lanzo una débil risa. Luego cubro mi rostro con las manos.
—Y entonces, tuviste una relación con una mujer, pero estás casada con Mark... no entiendo bien qué pasa aquí —Dafne trata de armar el romper cabezas dentro de su mente ya que la veo muy pensativa. No digo nada debido a que no tengo idea de cómo hacerlo— espera, creo que ahora todo cobra sentido para mí.
—¿Qué dices? —Indago enarcando una ceja. No sé qué es lo que pueda estar creyendo, así que me intriga saber sus deducciones.
—Sí. Ya entiendo porque desde que te conozco eres tan reservada, sobre todo con tu familia y tu matrimonio. Pero, ¿por qué te casaste con Mark? ¿Acaso no lo quieres?
—Claro que lo quiero —digo inmediatamente, como si la respuesta se tratara de un reflejo.
—Bueno, si lo quieres, pero, ¿lo amas? —No sé qué decir, temo mucho no explicar adecuadamente mis sentimientos.
—Es muy difícil de explicar, Dafne. Es una larga historia y muy, muy complicada. Además, mucha gente no me entiende, sobre todo mi familia. Incluso yo misma no me entiendo —mi amiga no sabe que más decir y se queda callada.
Yo aún no doy crédito a que mi secreto haya sido desvelado de esta manera, pero era de suponer que no se quedaría oculto para siempre. Pongo mi cabeza entre mis manos a la vez que hago presión para relajarla.
—Jill, si quieres hablar conmigo, puedes hacerlo, en el momento que tú lo creas oportuno, yo te voy a escuchar —ella toma mi mano en señal de compresión y no puedo sentir un alivio más grande que éste, que me hace tanto bien. Por lo menos tengo la impresión de que su amistad no la perderé.
—Te lo agradezco mucho. Temía que esto pudiera cambiar nuestra amistad.
—Claro que no, Jill. No niego que me entristece tu falta de confianza, pero comprendo que tuviste tus motivos para ocultármelo.
—En verdad te lo agradezco —pienso un momento y decido que es hora de desahogarme después de tantos años, aunque sé que el trabajo no es el mejor lugar para hacerlo.
—Te parece si vamos a tomar algo después del trabajo. Te contaré toda la historia, siento que me hará bien sacar todo lo acumulado.
—Por supuesto —esboza una sonrisa.
No puedo creer que en algún momento supuse que ella me rechazaría al saber más sobre mí, definitivamente si eso hubiera pasado, me deprimiría mucho. Es una amiga que vale oro.
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