1. Recuerdos.
La negra noche cubre cada uno de los rincones de la ciudad, el viento sopla suave y la humedad reconforta mis pulmones. Es una noche que pienso disfrutar plenamente, como suelo hacerlo cada viernes, mientras el resto de la gente aprovecha la tranquilidad nocturna para yacer en la comodidad de un colchón. En lo personal, prefiero manifestar mi verdadero yo durante las madrugadas.
Me encuentro en un bar con aspecto viejo por el exterior, la pintura está corrida y las paredes se adornan con el moho que la humedad le provee generosamente.
Está repleto de luces neones, el rosa y el morado destacan de entre el resto de los colores y el olor a alcohol y tabaco también sobre salen.
Al introducirme al sitio, lo primero que noto es la multitud de gente, misma que provoca que sea difícil la apreciación del lugar. El ruido me desorienta fácilmente pero no dejo de buscar entre la muchedumbre por una buena área donde mi amigo Ben y yo, podamos instalarnos. Por suerte, encontramos un espacio en la barra y optamos por plantarnos ante ella, con la honesta intención de sacar partido de la mejor manera posible.
Después de pedir unos cuantos tragos de vodka con jugo de arándanos, comienzo a buscar entre la nada, al tiempo que intento disimular mi desesperación, lo cual resulta inútil; pues mi acompañante se percata de mi agobiada actitud. Detengo mi vista justo en la suya, encontrándome con su mirada enmarcada por sus largas y amañadas pestañas.
—¿Estás bien? —Logro escuchar. Asiento poco convencida— si buscas a Amy no tarda en llegar, tranquila —afirma mientras me guiña el ojo. Yo me limito a sonreír y asentir.
—Ya se tardó bastante. Le enviaré un mensaje para saber dónde viene.
—No seas controladora, seguro ya está cerca —trata de tranquilizarme, mientras entorna los ojos y le da un sorbo a una nueva bebida de color azul eléctrico.
—Tienes razón. Debo ir al baño. Si llega le avisas donde estoy.
—Obvio, le diré que la esperas allá con desesperación —parlotea mientras se ríe con cierta malicia en sus palabras. Yo le sigo el juego y le guiño un ojo.
Me dirijo a los sanitarios del lugar, al tiempo que abro espacio y me disculpo con las personas que aparto de mí, apoyando mis codos y brazos en sus blandos cuerpos.
Una vez dentro de uno de los cubículos, tomo mi celular y enseguida envío un mensaje preguntándole a Amy por su ubicación; tarda un par de segundos diciendo que el tráfico la limita a llegar a tiempo y que demorará unos diez minutos en llegar.
Resignada salgo del baño y me encamino a la barra del bar donde mi amigo espera. Durante el trayecto de regreso, camino con dificultades y no alcanzo a observar en que lugar pongo los pies; como consecuencia, siento que mis pasos se detienen frente a alguien. Distingo entonces que choque accidentalmente con una persona alta y atractiva. En cuestión de segundos vi su rostro y noto el hermoso y glacial azul de sus ojos, su cabello corto hasta el mentón, de un color rubio cálido y brillante, similar a los rayos del sol que te despiertan por la mañana. Los rayos de sol que jamás provocarían que despertaras de malas.
De pronto, siento como me recorre completa con la mirada, lo que me causa escalofríos. Congelada solo soy capaz disculparme y me retiro a paso veloz, apenada con la cara aparentemente roja. Afortunadamente, creo que los tonos neones del bar juegan a mi favor para camuflar mi sofoco.
Llegando a la barra me doy cuenta de que mi acompáñate no está mas donde lo deje, pero no tardo en saber de su paradero; está a unos metros de la barra bailando con un apuesto muchacho que quizá acaba de conocer mientras le invitaba un trago. No perdió el tiempo.
Mientras espero a que su estrategia cobre sentido, me quedo parada en la barra pensando en que bebida pedir; sin embargo, mi soledad no dura más que un lapso corto de tiempo: siento una presencia a mi lado. La rubia se encuentra justo a mi costado, mientras me sonríe ligeramente.
—Te invito algo —me propone sin rodeos.
—No, gracias. —contesto tajante. Ella suelta una pequeña carcajada.
—Bien, tú invítame algo entonces —extrañada de su actitud, solo me quedo mirándola. Es estúpidamente hermosa y me hace querer lanzarme sobre ella, pero no debo. Además, no seré fácil de convencer.
—De acuerdo —accedo mientras me muerdo la comisura del labio—. Disculpa —le digo al mesero detrás de la barra— ¿Le puedes traer una botella de agua?
—Claro —responde el mesero.
—Gracias —giro la mirada hacia la chica rubia. Le guiño el ojo y me alejo. Puedo distinguir sutilmente como se ríe desde lo lejos a pesar del ruido de la música y la multitud. No tardo mucho en sentir que me tocan el hombro y en seguida volteo para averiguar de quien se trata. Se pone interesante la noche.
—Gracias, moría de sed —dice mientras toma un trago de la botella que pedí para ella.
—Me alegra haber acertado —al terminar de beber, me mira, analizándome de pies a cabeza. Siento pequeñas mariposas en el estómago al verla también. Sus ojos azul claro son hipnóticos, su cabello corto y despeinado brilla al igual que las luces del bar.
Lleva puesto unos pantalones negros entallados, exhibiendo de manera discreta lo bien torneadas y largas que son sus piernas, los delicados desgarros de su prenda deja a la vista sus muslos blancos y aterciopelados. La camiseta blanca debajo de una chaqueta de cuero, permite observar un panorama tenue hacia el interior, donde distingo unos pequeños lunares que adornan su pecho, haciendo juego con el collar largo en forma de estrella de color negro. La constelación perfecta para explorar y perderse. Es hermosa, y ese estilo la hace ver deseable.
—¿Terminaste de escanearme? —A pesar de tratar ser discreta, se dio cuenta de mi intensa mirada.
—Sí, me lo debías. Quedamos a mano, ¿no crees? —Respondo mientras le sonrío de forma coqueta. Ella corresponde con el mismo gesto.
—Mi nombre es Leah —se presenta mientras estira su mano esperando a que haga lo mismo. Luego de una fracción de segundos dubitativa, opto por decirle mi nombre.
—Jillian —imito su acción y extiendo la mano para apretarla con la suya. Siento nuevamente las mariposas.
—Mucho gusto, Jillian —dice, sin apartar ni un solo momento el azul de su mirada.
Nos quedamos así unos segundos, viéndonos y disfrutando del tacto mutuo. Todo se detiene, la gente, el ruido y el movimiento alrededor; solo estamos ella y yo mientras a lo lejos percibo que el Cover de Weezer: Africa, ambienta esta interesante situación.
—¡Jillian! —Un grito me desconecta del íntimo momento entre Leah y yo. Volteo para ver quien exclama mi nombre: Amy esta parada a lado de Ben.
—Bueno, mucho gusto Leah. Yo... yo debo regresar con mis amigos —hago señas con mi barbilla, en dirección de donde ambos me esperan.
—Claro, no hay problema.
Soltamos nuestras manos lentamente. Continúo sin poder quitar mi mirada de ella y siento que ella tampoco de mí. Sin más, me retiro de su lado para plantarme junto a mis acompañantes.
—¿Quién es? —Me cuestiona inmediatamente Amy.
—No lo sé. Dejé mi celular en la barra y como estaba a lado solo quiso devolverlo —miento.
—Ah, pues que considerada —refunfuña desconfiada y con gesto de desagrado—. Te extrañe tanto —dulcemente, Amy me toma de la cintura y me besa apasionadamente. No sé cómo responder a tanto cariño cuando sé que Leah está por ahí viéndome; pero sé que eso no debe importarme. Amy está conmigo y me concentro en este momento. Después del beso me sonríe tiernamente.
Amy posee una belleza hipnótica: tiene cabello corto de color chocolate y ojos de un azul profundo que perfectamente te invita a que te hundas en ellos, como si te dejaras llevar por la corriente del mar más precioso. O al menos así lo percibo yo. Su camiseta negra sin mangas, dejan al descubierto ambos brazos llenos de tatuajes: desde los hombros hasta en alguno que otro nudillo de los dedos; además, sus pantalones rotos, también dejar apreciar las rosas dibujadas en sus rodillas. La tomo de la mano y los tres nos dirigimos al escenario para ver de cerca a la banda que toca. Mientras camino, me doy cuenta de que Leah me vio todo ese tiempo. Me limito a verla sin ningún gesto y ella igual, mientras fuma un cigarro.
El resto de la noche transcurre tranquila. Repentinamente deje de ver a la rubia, así que mi atención y tiempo pasó ser completamente para mi Amy.
Noche de alcohol —y una que otra cosita de manera disimulada— tabaco y música, lograron que fuera un rato memorable; sin embargo, la conexión con la chica de ojos glaciales no se me olvidó del todo.
De reojo trataba de buscarla, pero no apareció más. Si no vuelvo a verla, estoy segura de que su presencia no se desvanecerá fácilmente.
Acabándose el concierto, Amy y yo decidimos llevar a Ben a su casa. Nuestro amigo pasaba la mayor parte del tiempo de arriba abajo, le apasionaba el dibujo y la moda. Siempre lo animábamos para que se adentrara al mundo del diseño, pero lo que él realmente anhelaba era ser un gran dibujante maestro de los cómics.
Convivir con él era una sorpresa de todos los días: su creatividad no conocía limites, así que normalmente nos cautivaba con diferentes historias ilustradas, de las cuales mantenía la esperanza para que algún día salieran a la luz pública y finalmente su talento, se viera apreciado.
Nuestro estimado Ben rentaba junto a su abuela, un pequeño departamento cercano al centro de la ciudad. Un lugar muy tranquilo y muy discreto, favorable sobre todo por el estacionamiento con poca luz, que nos permitía hacer ciertos desmanes con la certeza de que no corríamos demasiado peligro para ser descubiertos.
El auto de Amy siempre era cómplice de nuestras fechorías, y esta ocasión, teníamos la intención de salirnos con la nuestra. Prácticamente obligamos a Ben a bajar, después de que insistiera por quedarse y satisfacer su morbo mientras mi chica y yo nos propinábamos apasionados besos.
Ella en verdad me gusta, tiene un cuerpo y personalidad que me enloquece y la mayoría del tiempo, queremos estar una sobre la otra, besándonos y tocándonos.
Poco a poco la ropa comenzó a sobrar hasta que ambas terminamos solo en ropa interior y nuestras manos dentro de la misma. Mis manos estaban sobre sus pechos y las suyas en mi trasero. Sin embargo y de la nada, mientras Amy y yo nos pertenecíamos, la imagen de aquella joven que recién había conocido, apareció en mi mente. Trataba de concentrarme en que quien estaba conmigo era Amy, pero la cabeza me traicionó hasta que terminé imaginándome en el bar, justo al lado de la puerta del baño.
Leah se acercaba a mí acorralándome en la pared con sus dos brazos a mis lados, viéndome con esos ojos azules y besándome tan apasionadamente que me deje llevar, causando que me olvidara de todo y de todos. De la nada, la cara de Amy pegada frente a la mía me saca del trance, me observa extrañada, con el rostro neutro y sin emitir ningún sonido.
—Amy, ¿estás bien?
—Despierta —musita estáticamente.
—¿Qué? —refunfuño confundida.
—Despierta —sigue, cuál cajero automático repitiendo sus instrucciones.
De repente, la luz del sol pega de frente a mi cara. Abro lentamente los ojos para luego pestañear varias veces; la cortina de la ventana del cuarto, está completamente abierta y a lo lejos escucho ruidos molestos.
Acto seguido, la puerta del baño del cuarto se abre y escucho la voz de un hombre. De regreso a mi realidad.
—Jill, despierta. Se hará tarde si no te levantas ahora.
—Sí, ya voy —respondo desganada.
—Bien, voy a ducharme rápido.
—De acuerdo —digo un poco adormilada, a la vez que me incorporo y me siento un momento sobre el borde de la cama. Noto que Mark me ve y me sonríe tiernamente. Hago lo mismo.
Me quedo un rato analizando con detenimiento el horizonte posterior a la ventana. Hace un día irritantemente soleado. Supongo que tengo esa percepción del día debido a la llegada de los rayos que sol me regaló, ya que fue el culpable de que regresara a la realidad, y dejara pendiente la continuación del sueño en el que me encontraba gratamente sumergida.
Aún siento una molesta sensación de arena sobre los ojos, pero una vez empuñando las manos para tallarlos y quitar la arena imaginaria de mi rostro, me decido a seguir la rutina de forma inapetente para luego bajar a la cocina.
El silencio predomina mientras los dos desayunamos, pero éste se ve interrumpido cuando Mark finalmente se dispone a hablar.
—¿Ya sabes a dónde quieres ir para celebrar nuestro aniversario? —me exalto por su pregunta. «Demonios, el aniversario», me susurro mentalmente.
—No realmente, podría ser sorpresa esta vez —contesto, tratando de disimular mi descuido al olvidar una fecha tan importante.
—Puede ser, pero creí que quizá tenías pensado un lugar en especial al que quisieras ir.
—Bueno, no estoy segura, pero confío en tu intuición.
—Está bien, pensaré en algo —responde animado—. Démonos prisa si no queremos llegar tarde.
El imaginar mi próximo aniversario me hace reconsiderar todas mis decisiones y pensar en todo aquello que me trajo hasta aquí; a veces no hago más que darle vueltas al asunto de mi matrimonio como si tuviera alguna solución, ¿cómo es que llegue hasta aquí? Sin embargo, solo puedo estar agradecida por que las cosas no sean peor y por tener a alguien en mi vida que me aprecie.
Supongo que soy afortunada por tener a alguien así para mí, aunque en la mayoría de las veces no sepa exactamente qué hacer o cómo reaccionar ante ello. Me pregunto si seré la única persona que no sabe cómo lidiar con sentimientos tan intensos como los que Mark me profesa.
Había escuchado que esto del matrimonio era complicado —y claro que lo es—, pero en mi caso me ha servido para tener algo de estabilidad emocional después de un duro tormento. Como dicen por ahí: después de la tempestad llega la calma, y se puede decir que Mark es una calma particular, que no cumple del todo su cometido, pero que me ha apoyado para tener una vida cómoda, como cualquier persona desearía, aunque no sea necesariamente la percepción que yo tenía sobre una vida en pareja.
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