👑🌹 Capítulo 60
El juicio transcurre con normalidad, no parece que haya nada raro, todo está en orden.
Hank saca a relucir las pruebas que hay contra Coraline, como el teléfono de prepago que encontré en el cuarto de Chelsea en comisaría, las lentillas de color verde que pude conseguir en su bolso y una grabación con la confesión fechada en la noche en la que la atrapamos; Dean fue quien lo grabó y nos la entregó para facilitarnos el trabajo.
El dispositivo no tenía las huellas de la asesina, tenía las de mi amiga; mi excompañera hizo muy bien su trabajo para lograr inculpar mediante este tipo de evidencias a mi amiga. Sin embargo, la cajetilla de las lentillas, el hecho de que estuviera ocultando su verdadero color de ojos y pelo, su confesión y añadiendo ahora el testimonio de Axel, son pruebas más que suficientes para dictar su sentencia.
Solo espero que Coraline no tenga ningún as bajo la manga que le dé la vuelta a la tortilla y la ponga como inocente. Viendo el comportamiento de mi novio estos días y, sobre todo, el de hoy antes de entrar en la sala, me hacen temer lo peor. Sé que hay algo que no va a ir bien, Axel hará alguna estupidez que pondrá en riesgo todo lo que hemos conseguido. Más le vale que se retracte antes de entrar en acción. Tengo miedo de que se culpe de todo y vuelva a entrar en prisión. O de que intente acabar con la vida de la que mató a su familia.
Cuando llega el momento en el que Axel tiene que subir al estrado a declarar, el vello se me eriza y la garganta se me seca como un acto de nerviosismo. Alterno la mirada entre él y la asesina para detectar cualquier gesto de complicidad entre ambos, si han llegado a algún acuerdo, debe haber algo que les delate en ese sentido. Para mi tranquilidad mental, nada de eso sucede. Él cuenta absolutamente toda la verdad, poniendo a Coraline como la culpable de los asesinatos del 12 de noviembre del 2010.
Un suspiro de alivio sale de mis adentros al escucharle, no ha cometido ninguno de los errores que rondaban por mi cabeza y eso me tranquiliza. Al menos ya sé que, sea lo que sea lo que le suceda, no tiene nada que ver con declarar a favor de Coraline y volver a prisión él mismo.
El turno de Coraline de subir al estrado llega y, estando preparada para las mentiras que soltará en su defensa, mis ojos y boca se abren un poco más de lo normal al ver que tampoco está haciendo lo propio, lo que yo ya suponía. No se está defendiendo, está confesando ante todos los crímenes cometidos. Admite haber matado a Margott y a Charlie, también se culpa de las amenazas a los miembros de su familia para que la protegieran, de la manipulación del escenario del crimen, de la información del informe del caso y de pruebas veraces, de suplantación de identidad, tráfico de drogas y de mi intento de asesinato, así como haber volado por los aires mi despacho.
Sin nada más que añadir, el juez le pide un veredicto al jurado después de haberles dado un tiempo para meditarlo con detenimiento. La presidenta se pone en pie y se dispone a hablar. A pesar de que sé de sobra las palabras que pronunciará a continuación, mi cuerpo tiembla.
—El jurado encuentra a la acusada Coraline Collins culpable —sentencia.
Pronunciadas estas palabras, los guardias que custodian a la asesina, le hacen levantarse cogiéndola cada uno por un brazo para escoltarla hacia otro lugar donde puedan tenerla más vigilada antes de ingresarla en la cárcel.
Una vez en pie, le echa una larga mirada a Axel acompañada de una amplia sonrisa de medio lado que me da muy mala espina. Cuando los guardias le hacen caminar por el pasillo central, no puedo evitar observar todos y cada uno de sus movimientos. Coraline siente mis ojos puestos en ella, por lo que no duda en mirarme y guiñarme un ojo antes de desaparecer por la puerta de la sala.
Dirijo la vista hacia a Williams y le analizo con cuidado. Él está hablando con mi tío con una alegría que me resulta fingida. Hank le palmea el hombro, arrebatándole una sonrisa. Están lo suficiente lejos como para no poder escuchar la conversación que están teniendo.
—No he visto nada raro, Kelsey. —La voz de Marshall me saca de mis pensamientos.
Pongo mi atención en él. Dexter se posiciona a su lado y le da la razón a mi jefe con un leve gesto de su cabeza.
—Todo ha salido a pedir de boca, ya no hay de qué preocuparse —interviene el novio de Chelsea.
Aunque la situación así lo dice, no logro estar tranquila.
—Nosotros ya nos vamos —dice el señor Meadows señalando la salida de la sala—. Mañana estate temprano en comisaría, estaremos empezando la investigación de la ayuda que Coraline asegura tener. Aunque tendrás que esperar un tiempo para volver a entrar en tu despacho.
—Más que nada porque lo único que queda de él son las paredes —agrega Dexter con diversión—. Y hasta eso está roto.
Me río ante su comentario y asiento en respuesta afirmativa.
—Hasta mañana —les digo con una sonrisa plantada en el rostro.
—Hasta mañana, niña. Y prepárate, porque pienso exprimir todo tu potencial —me advierte Marshall—. Esperemos que no quieras volver a preparar café.
—Ah, no. Eso no ocurrirá —aseguro entre risas.
Después de mostrarme la diversión con la pequeña charla que hemos tenido, los dos se dan la vuelta y siguen con su camino para marcharse. Regreso la mirada a mi novio, quien ya se aproxima hacia a mí junto con mi tío. Hank lleva el maletín en una de sus manos y camina de una forma tan alegre que me hace sonreír. En cuanto ambos están cerca de mí, él nos hace un gesto para indicarnos que nos esperará fuera, con el fin de darnos un poco de privacidad a Axel y a mí.
Una vez que mi tío se aleja de nuestra posición, mi novio me coge de las manos con suavidad y acaricia los dorsos con sus dedos pulgares. Hasta que la yema del derecho pasa por encima del anillo que me ha regalado esta mañana. Su mirada está perdida en ese pequeño objeto y no dice nada al respecto, por lo que opto por dar el paso yo misma.
—Ya ha terminado —expreso, haciendo que él me mire a los ojos—. Eres oficialmente libre.
—Ya veo. —Asiente—. ¿Se han llevado a Coraline?
Cuando formula esta pregunta, sus ojos analizan los alrededores, como si estuviera buscando algo o a alguien. Noto su respiración un poco irregular, sigue estando nervioso y aún no logro comprender por qué.
—Sí, no la volveremos a ver por un largo periodo de tiempo —contesto con aire tranquilizador—. Sigue habiendo algo que te perturba. ¿Qué es?
Este se encoge de hombros y luego niega con la cabeza. Se le escapa una risa nerviosa y muda entre ambos gestos. Axel se relame los labios y luego muerde el inferior con fuerza. En el momento en el que sus iris oscuros vuelven a hacer contacto con los míos, una cálida sonrisa se abre paso en su boca.
—¿Nos vamos a casa? —inquiere en un susurro.
—¿A la tuya o a la mía?
—¿A caso importa? —Arquea una ceja—. A la que quieras, pero a la nuestra.
—Bien. —Me río y siento como mis mejillas se enrojecen—. Volvamos a nuestro hogar.
Axel suelta una de mis manos mientras que a la otra la agarra con firmeza. Sus labios se presionan contra los míos en un corto y suave beso que me gustaría alargar más, como la mayoría de las veces. Él separa su rostro de mí y los dos emprendemos nuestro camino hacia la salida del juzgado.
Cuando salimos de la sala, podemos ver tras el cristal de las puertas, cómo una serie de reporteros impiden a Coraline y a los guardias que la escoltan avanzar dos pasos sin detenerse. Conforme nos vamos aproximando a la entrada, compruebo que están intentando alcanzar el coche patrulla antes de que esta gente se coma a preguntas a la verdadera culpable de los homicidios que se le inculparon a mi novio.
Estamos un rato esperando a que el ambiente se tranquilice un poco. Entre los centenares de personas que se amontonan en el lugar, diviso a Marshall y a Dexter junto a mi tío. Seguro que no han tenido oportunidad de irse por la cantidad de gente que hay alrededor. Estos se mantienen pegados a las puertas para evitar ser arrollados.
Los guardias logran meter a Coraline en el coche sin problemas, por lo que, rápidamente, ellos se disponen a acceder al interior de la parte delantera. Hecho esto, el automóvil se pone en marcha y deja atrás a todos esos reporteros que buscan una exclusiva. Espero que a Axel le dejen en paz.
Para nuestra suerte, todas esas personas se rinden y bajan los micrófonos, grabadoras y cámaras. Algunos se marchan y otros se quedan dónde están hablando entre ellos. Por lo que puedo apreciar, solo les interesaba entrevistar a Coraline, cosa que me relaja.
—Creo que ya podemos salir —aviso, sacándole de su ensoñación.
Williams traga saliva y luego asiente. Avanzo sin soltar su mano y, en cuanto voy a empujar la puerta para salir, mi novio se queda anclado en el sitio y no me deja seguir adelante. Frunzo el ceño y le miro. Le sudan las manos y sus ojos no dejan de moverse de un lado a otro. Sigue buscando algo.
—Axel... —Suspiro un tanto cansada—. ¿Qué te pasa?
Vuelve a tragar saliva y una de sus manos van a aparar al bolsillo derecho de su chaqueta. La palpa por unos segundos, pero no llega a hacer nada más. Él lleva los dedos al nudo de su corbata y se la deshace, dejando caer los extremos a ambos lados de su cuello. Es como si le faltase el aire.
—No me sueltes la mano —pide—. Para ganar hay que estar dispuesto a perder. Sé que lo harás bien.
Dicho esto, da un paso al frente y es él quien empuja la puerta. Esto hace que mi jefe, mi compañero y mi tío se echen a un lado para permitirnos pasar. Los tres están sonrientes por lo que hemos logrado, pero lo que me preocupa es que Axel no lo celebra igual que ellos.
Aquí es cuando todo comienza a pasar a cámara lenta. Estamos fuera, la puerta se cierra a nuestras espaldas, miro al chico que se aferra a mi mano, pero él no me mira. Sigue teniendo la insistencia en esa búsqueda de algo que no entiendo.
No escucho nada fuera de lo normal, pero siento como mi rostro se vuelve serio en cuanto veo como un pequeño objeto pasa por delante de mis ojos a una velocidad que me estremece. Seguido de esto, oigo su colisión contra un cuerpo; un sonido sordo. Dirijo la mirada hacia a Axel, quien ya tiene sus iris puestos en mí. Sin embargo, estos no transmiten nada.
Noto como sus rodillas se doblan y como su espalda cae hacia atrás. Mi corazón pega un vuelco y, en el momento en el que su cuerpo cae contra el duro suelo, yo caigo de rodillas a su lado por el agarre de nuestras manos. Pronuncio su nombre, escuchando mi propia voz lejana. Pongo mi mano libre sobre su pecho, en la zona de su corazón. Enseguida siento como un líquido caliente baña mi palma.
Bajo la vista hacia esa zona y mis párpados se separan tanto como pueden al ver que se trata de sangre. Esta empapa su camisa blanca de a poco, haciendo la mancha cada vez más grande al no parar de brotar. Compruebo que se trata de una herida de bala.
Como acto reflejo, desvío la mirada hacia atrás, haciendo un rápido escaneo de todos los presentes que ya se han dado cuenta de lo que acaba de pasar. Se llevan las manos a la boca y los reporteros comienzan a poner operativas sus cámaras. No veo a nadie sospechoso de haber disparado. Sigo con mi búsqueda, escuchando mi respiración lenta y fuerte y los latidos de mi corazón. No logro oír otra cosa que no sea eso. Todos a mi alrededor desaparecen para mí.
En el instante en el que se me ocurre mirar hacia arriba, hacia los edificios que hay enfrente, al otro lado de la calle, puedo ver un rápido destello desde la azotea de uno de ellos. Un francotirador.
Estoy a punto de levantarme del suelo, con un mareo encima que no me permite pensar las cosas con claridad, pero los dedos de Axel ejerciendo sus últimas fuerzas sobre la piel de mi mano, me lo impiden. Vuelvo a mirarle, directo a los ojos. Mantengo la mirada en ellos con firmeza, sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas al comprender a qué se refería con que no apartase la mirada cuando todo terminase.
Él derrama un par de lágrimas mientras parpadea con una lentitud aplastante. Empiezo a notar que el aire se me atasca en la tráquea antes de llegar a los pulmones, tengo la sensación de que me asfixio cuando las yemas de sus dedos dejan de apretar mi mano, cuando afloja el agarre y mi piel absorbe el frío de su ausencia. Axel yace con los ojos abiertos, mirando los míos, como él quería.
Ahora ya todo empieza a avanzar a su velocidad normal y puedo escuchar los gritos y voces de las personas que hay en el lugar. Veo como Hank se arrodilla al otro lado del cuerpo inerte de mi novio y le escucho gritar su nombre y el mío. Las cámaras nos apuntan y solo tengo ganas de liarme a golpes con ellas. Marshall está con el móvil en la oreja llamando a una ambulancia, con la voz temblorosa y tremendamente asustado. Dexter intenta levantarme del suelo.
Me pone en pie a duras penas y yo no aparto la mirada del cristal de la cámara que nos enfoca de lleno. Todo se vuelve a ralentizar.
Axel está muerto.
Noto como las gotas de su sangre resbalan por mis manos hasta llegar a las puntas de mis dedos y caer al suelo.
Axel está muerto.
Varios guardias de seguridad salen del juzgado e intentan poner orden.
Axel está muerto.
Diviso un arma de fuego en uno de los cinturones de los guardias que les pide a los reporteros que se alejen.
Axel está muerto.
Me deshago del agarre de Dexter con suavidad y me acerco al hombre de seguridad.
Axel está muerto.
Le quito el arma, haciendo que él se dé la vuelta para reclamarla, pero yo tengo varios objetivos que requieren de una pistola.
Axel está muerto.
Apunto hacia la cámara sin dejar de mirarla y aprieto el gatillo. La bala se incrusta en la lente de cristal, inutilizándola.
Axel está muerto.
Un latido de mi corazón más fuerte que todos los demás, marcan un compás que acelera de nuevo la realidad que pasa ante mis ojos. Por mi mente solo pasa un pensamiento. Correr hacia el edifico, subir las escaleras y cargarme al culpable.
Antes de que el guardia al que le he quitado el arma y el resto de sus compañeros se abalancen sobre mí, comienzo a correr hacia el edifico en el que vi ese destello. Cruzo la carretera, esquivando un par de coches que, si no llega a ser por los buenos reflejos de ambos conductores, ya me habrían atropellado. Ignoro los llamados de mis conocidos y sigo corriendo.
Accedo al edificio y subo los escalones de dos en dos lo más rápido posible. Lo único que perciben mis oídos son la colisión de mis zapatos contra las baldosas, mi ruidosa respiración y la agonía de mi corazón. Llego a la séptima planta, me quedan dos para llegar a la azotea y encontrarme con la persona que ha apretado el gatillo. Sin embargo, cuando voy a girar hacia la izquierda para subir ese tramo de escaleras, un cuerpo duro choca contra el mío a gran velocidad, tirándome de espaldas al suelo. La otra persona también cae.
Me incorporo de inmediato y miro al sujeto. Tiene un pasamontañas cubriendo su cabeza, pero su cuerpo pertenece al de una mujer. Esta se pone a gatas y estira el brazo para alcanzar la mochila en la que puedo ver cómo sobresale parte del arma con la que ha matado a Axel.
Aprieto los dientes y me aproximo hacia ella con rapidez. Piso su muñeca para que no pueda alcanzar la mochila, haciéndola gritar. Hago que se dé la vuelta e hinco mi rodilla en su estómago. Acto seguido, le apunto con el arma a la cabeza. Ella alza las manos para que no me atreva a dispararle.
Con una mano, agarro la tela del pasamontañas y se la quito de inmediato. Sus ojos azules se clavan en los míos como cuchillas, su pelo moreno está atado en una coleta deshecha y su mandíbula se mantiene apretada en todo momento. Es Lina.
No tengo palabras para expresar lo que siento ahora mismo. No creí que fuera ella la ayudante de Coraline. Los porqués que tenga que darme ahora me importan poco, solo tengo una cosa en mente.
—Voy a matarte —aseguro con la voz quebrada—. Lo haré.
—Lo sé, no eres la única que haría lo que fuera por un ser querido —admite con seriedad—. Tú y yo no somos tan diferentes.
—Nunca seré como tú.
—Ah, ¿no? —Se ríe—. Tú has alejado de mi lado a mi hermana, por lo que yo he hecho lo mismo con tu novio. Y ahora piensas hacer exactamente lo mismo conmigo, pero de forma más directa. Quitas al intermediario, prefieres matarme directamente que hacerme daño matando a alguien a quien quiero.
—Coraline es tu hermana —afirmo.
—Sí, la única familia que me queda —confirma—. Hubiese preferido matarte a ti, pero mi hermana dejó escoger el precio de su venganza a ese chico tuyo. Él o vosotros. No he hecho nada que él no quisiera.
La boca se me seca al escuchar sus palabras. Axel se ha sacrificado.
—Voy a matarte —repito.
Pongo la boca de la pistola contra su frente.
—Si quisieras hacerlo, ya lo habrías hecho —susurra.
La rabia y la furia me corroe. Acaricio el gatillo del arma.
—Kelsey, no lo hagas. —La voz de Dexter hace acto de presencia—. Sé más lista que ella. No tiene nada que perder, tú sí.
Dirijo la mirada hacia a él, está a unos escalones de distancia de nosotras. Varias policías le acompañan y dos de ellos me apuntan con sus respectivas pistolas. Tras unos segundos meditando, opto por apartar el arma de su cabeza.
Los guardias entran en acción y me obligan a quitarme de encima de ella, también a devolverles el arma que le quité a uno de ellos. Dexter va a subir las escaleras para acercarse a mí, pero yo se lo impido. Desciendo los escalones y paso de largo. Él sigue mis pasos.
Cuando estoy fuera del edificio, vuelvo a cruzar la carretera hasta llegar al otro lado de la calle, donde ya hay médicos alrededor del cuerpo de Axel y con la camilla preparada. Pero sé muy bien que no podrán hacer nada por él.
Mis rodillas fallan y me precipito hacia el suelo. Antes de chocar contra él, los brazos de Dexter me rodean y me colocan sobre el asfalto con suavidad. Las lágrimas comienzan a bajar sin parar por mis mejillas, lo que hace que mi compañero me acurruque contra su pecho a la vez que acaricia mi cabello. Ver la mano con la que Axel antes me tenía agarrada me da escalofríos. Sus ojos están cerrados. Ahogo los sollozos y los gritos en el interior de mi garganta mientras me aferro a la ropa de Dexter. Tiemblo del miedo al recordar lo que me ha pasado hace unos minutos atrás.
—Tranquila, ya vuelves a ser tú —susurra contra mi oído.
Siento como todo a mi alrededor se desvanece.
🐈
Un disparo limpio en el corazón y su vida se me escurrió entre los dedos como si de agua se tratase.
Me mantengo sentada en el banco que hay a unos metros de la entrada del juzgado, observando el sitio exacto en el que se encontraba tirado Axel. Aún hay sangre en él. La luz anaranjada propia del atardecer tiñe el lugar completamente, y el frío de la noche ya empieza a hacerse notar. Me aferro a mi chaqueta para entrar en calor. Hace un par de horas que ha ocurrido todo y aún no soy capaz de moverme de aquí.
Estoy completamente sola. Marshall se ha ido junto con Dexter para interrogar a Lina y mi tío se ha marchado por petición mía. He llamado a Chelsea para que lleve a Phillip a mi casa, le he explicado por encima lo que ha ocurrido y le he pedido que no deje que el hermanito de Axel vea la tele. Temo que pongan en las noticias su muerte.
Algo rodea mis hombros, sobresaltándome levemente. Es Dexter poniéndome una chaqueta de más para que no pase frío. Es la de Axel, la que llevaba a juego con el traje cuando le mataron. La agarro con fuerza y aspiro su olor con disimulo. Mi compañero se sienta a mi lado.
—Hemos hablado con ella —dice—. Resulta que formaba parte de los Cobras antes de que yo apareciese en esa mafia. Fingió su muerte. Su verdadero nombre es Serene.
No digo nada, sigo con la mirada perdida en el suelo ensangrentado.
—Se infiltró como niñera en la familia de Axel para sacar información sobre los Árticos —continúa hablando—. Después de que Coraline asesinara a Margott, Serene desapareció para ayudar a su hermana desde la distancia. Hasta que apareció con un nuevo nombre cuando las cosas se pusieron turbias. Su objetivo era librar a Coraline de la cárcel. Ella también formó parte de las amenazas que recibían tus amigos.
—La he tenido delante todo este tiempo —comento en un hilo de voz apenas audible— y no he sabido verlo.
—Se ha escondido muy bien, ni siquiera había pruebas que la culparan —intenta animarme—. Serene dejaba que Coraline la pusiese en tu punto de mira y viceversa para confundirte.
—¿Cómo he podido estar tan ciega? —digo más para mí que para él.
—Kelsey, no te atormentes —me regaña—. Has hecho lo que has podido.
Niego con la cabeza y retengo mis ganas de llorar. Trago saliva y tomo aire por la nariz para luego expulsarlo por la boca. Aparto la vista de la sangre y la pongo en mis manos entrelazadas. Aún sigo teniendo restos de su sangre entre mis uñas.
—Le voy a echar muchísimo de menos.
—Lo sé. —Asiente.
—¿De qué ha servido todo esto si él ha acabado muriendo? —Le miro y las lágrimas humedecen mi rostro.
—Ha servido para liberarle —responde—. Aunque ya no esté, tú has limpiado su nombre.
—Su liberación ha sido la muerte.
—No. Su liberación has sido tú —me corrige—. Él ha muerto siendo libre, no al revés.
Parpadeo y no digo nada. Dexter suspira y me muestra una triste sonrisa que dura poco.
—Los buenos no siempre ganan, Kelsey —comenta—. Esa es la verdad.
Dexter mete la mano en uno de los bolsillos de su abrigo y saca una hoja de papel doblada. Tras observarla por unos instantes, me la entrega. La tomo entre mis manos y la analizo; tiene un par de gotas de sangre secas en una de las caras.
—Estaba en su chaqueta —me dice señalando la prenda que me ha puesto hace unos segundos—. Es para ti.
Mi llanto cesa y me dispongo a desdoblar el papel con miedo. Una vez que lo hago, una fotografía sale de entre medias. Somos Phillip, Axel y yo. Me armo de valor y comienzo a leer lo que hay escrito.
"Nunca se me han dado bien las despedidas, pero te prometo que voy a hacer mi mejor esfuerzo para que esto quede algo decente.
Kelsey, antes de nada, quiero que se te quede incrustado en esa preciosa cabeza tuya lo siguiente: no es culpa tuya. Nada de esto lo es. Si hay que echarle la culpa a alguien, échasela a Coraline, a quien haya apretado el gatillo y a mí. No olvides que fui yo quien te pidió que siguieras con el caso.
Me hubiese gustado pasar más tiempo contigo, con Phillip. Me hubiese gustado envejecer junto a vosotros, convertirme en un viejo gruñón que adora la tranquilidad y el silencio y odia que le despierten en la hora de la siesta. Que tú me regañases por ello, por refunfuñón y quejica. Y, sobre todo, me hubiese gustado tener hijos contigo. Una niña llamada Kristen y un niño llamado Ángel, ¿qué me dices, eh?
Todo esto es un me hubiese gustado porque no va a poder ser, reina.
Coraline me ha dado a elegir entre salvaros a vosotros; a Phillip, a Ann, a Fred y a ti. O salvarme yo. Ya sabes cuál ha sido mi elección.
Siento habértelo ocultado, pero no podía decir nada porque entonces ella tomaría represalias contra todos nosotros. Lo mismo hubiera pasado si la hubiese ignorado. Al fin y al cabo, no está sola.
Me ha costado bastante, pero ayer pude terminar el papeleo para que la custodia de Phillip te pertenezca. Solo tienes que firmarlos, si así lo quieres. De esa forma, no te lo quitarán.
Llegados a este punto, quiero darte las gracias por todo lo que has hecho por mí y por mi hermano. Por limpiar mi nombre, hacer justicia por mis padres y por darnos a Phillip y a mí un hogar y una vida digna.
Dile a mi hermano que, sin él, me hubiese dado por vencido hace mucho tiempo. Que él ha sido una de mis mayores motivaciones para seguir adelante. Ah, y que aborrezco con toda mi alma los libros de Harry Potter. Ha sido todo un placer leerlos con él, pero son un tremendo aburrimiento. Lo siento.
Kelsey, nunca me olvides y, por favor, vuélvete a enamorar. Siempre estaré a tu lado, aunque nunca podremos estar juntos.
Te quiero, reina. Gracias por ser liberación.
Te quiero, Lipy. Gracias por ser salvación.
Hasta siempre...
Y nunca.
PD: en mi armario hay algo para Phillip. Dáselo cuando le veas preparado para soportarlo."
Pequeñas lágrimas caen sobre el papel, humedeciéndolo y emborronando la tinta. Ahora entiendo su comportamiento tan extraño, su desaparición en el día de ayer y su miedo en el día de hoy.
—Sabía que iba a morir —sollozo—. Tenía que habérmelo dicho, se podría haber evitado...
—Eso no se sabe con seguridad. Es posible que Serene os estuviese vigilando y, a cualquier cambio de actitud, la cosa podría haberse puesto aún más fea —niega Dexter—. Por eso no se quiso arriesgar.
—No sé cómo le voy a contar esto a Lipy —admito.
—De forma directa y sin adornos —contesta—. Omite esas frases de que ahora está en un lugar mejor, es lo peor que puedes decir. Lo único que tiene que saber es que no está y que no va a volver, por muy duro que sea.
Asiento con lentitud.
—Hay un regalo para su hermano en su casa —le hago saber—. Ni siquiera sé si podré entrar.
—Entro y lo cojo yo, ¿vale?
Vuelvo a asentir. Dexter se levanta y me tiende la mano para ayudarme a levantarme.
Es hora de volver.
🐈
Cuando entro en mi casa, cierro la puerta a mi espalda. Sparkie no tarda en venir a recibirme, pero no estoy de humor para acariciarle. Sujeto con fuerza la chaqueta de Axel en uno de mis brazos y la caja de zapatos que contiene el regalo de Phillip, entre mis manos. No he mirado lo que es, eso le corresponde averiguarlo a Lipy.
Antes de que pueda dar siquiera un paso, Chelsea aparece en mi campo de visión. No duda en aproximarse a mí para abrazarme con fuerza y besar mi mejilla con insistencia. Me susurra un lo siento al oído y no puedo evitar ahogar un sollozo en el fondo de mi garganta. En el instante en el que ella se separa, habla.
—Te dejaré a solas con él —dice y yo asiento—. Está en el salón jugando con los gatos. Si necesitáis algo, cualquier cosa, ya sabes dónde encontrarme.
—Está bien, gracias —agradezco.
Chel pasa por mi lado y, tras coger su abrigo del perchero, se marcha. Cojo aire para armarme de valor y me encamino hacia el salón. Phillip está sentado en el sofá mientras juega con Bagheera con su pequeño peluche de unicornio. Andrea, la gata sin pelo, se mantiene observándolos.
Lipy se percata de mi presencia, por lo que sube la mirada hasta la mía y me muestra una sonrisa de oreja a oreja, una muy radiante y hermosa. Se la voy a acabar borrando...
—¿Dónde está mi hermano? —cuestiona con confusión mientras lo busca con la mirada detrás de mí.
Trago saliva e intento tranquilizar las pulsaciones de mi corazón y mi respiración. No respondo, no soy capaz, cosa que él no pasa por alto. El niño frunce el ceño e insiste.
—¿Dónde está Axel, Kels?
—Él... no va a volver.
Su expresión se mantiene neutra.
—¿Cómo que no va a volver? —indaga.
Me encojo de hombros y las lágrimas amenazan con volver a salir.
—Está muerto, ¿no? Le han matado —se responde él solo.
Muevo a cabeza en respuesta afirmativa y Phillip no muestra sentimiento alguno. Voy a acercarme a él para poder abrazarle o explicarle de una mejor forma lo que ha ocurrido, pero él no me deja hacerlo. Levanta una mano y me obliga a quedarme dónde estoy.
—No quiero que te acerques a mí —sentencia.
—Pero, Lipy...
—¡Déjame en paz! —grita mientras se levanta de un salto del sofá—. ¡Todo es tu maldita culpa! ¡Él no tenía que morir!
—Lo sé, pero...
—¡Cállate! —aprieta los puños con fuerza—. Déjame solo.
Voy a llevarle la contraria, pero hay algo en sus ojos que no encaja. El niño interior que gobernaba su cabecita ha desaparecido por completo, no hay rastro de ese chico que se negaba a crecer. La noticia lo ha acabado matando. Ni siquiera estoy segura de que sea Phillip al que tengo enfrente.
Decido hacerle caso y darle su espacio por un tiempo, por lo que me dirijo a mi habitación. Una vez que estoy ahí, cierro la puerta y dejo la chaqueta y la carta de Axel sobre el colchón. La caja con el regalo de Phillip la meto debajo de la cama. Paseo por la habitación mientras sufro en silencio y escucho como Lipy se desahoga a gritos y rompiendo cosas al otro lado.
Mi teléfono móvil comienza a vibrar en el bolsillo de mis pantalones. Tras sorberme los mocos, lo descuelgo y me lo llevo a la oreja.
—¿Diga? —hablo con voz temblorosa.
—Por favor, dime que no llego tarde... —La voz de Fred se hace presente al otro lado de la línea—. Por favor, Kelsey...
No hace falta preguntar, sé a lo que se refiere. Y, a pesar de que quiero contestarle, no soy capaz. Comienzo a llorar, ahogando las palabras en mi garganta. Un jadeo sale de la boca de Fred y, seguido de esto, un grito de aflicción que hace eco en donde sea que esté. Él también empieza a llorar.
No sé de donde habrá sacado el teléfono estando encerrado en la cárcel, pero de lo que estoy segura es de que le habrá costado muy caro.
—¿Quién? —inquiere con la voz rota.
—Serene. La hermana de tu tía —contesto cómo puedo.
—¡Ella estaba muerta! —chilla con rabia—. ¡Joder, joder, joder! Hija de puta...
Me aparto la agüilla salada de mis pómulos con las mangas de mi blusa. Voy a volver a hablar, pero unos gritos provenientes del lugar en el que se encuentra Fred, me lo impiden.
—¿¡De dónde cojones has sacado ese teléfono!? —exigen saber.
Supongo que será algún funcionario de prisión.
—Tengo que colgar —avisa Turner y, acto seguido, cuelga la llamada.
Tiro el móvil con rabia contra el colchón y me dejo caer al suelo, con la espalda apoyada contra la cama. Encojo mis piernas y abrazo mis rodillas mientras sigo derramando lágrimas por el barranco de mis ojos. Todavía no me creo que esto haya pasado de verdad, que ya no esté aquí y que no pueda volver a verle, a tocarle y a besarle. Siento como si me estuviese muriendo sin terminar de hacerlo, como dijo Jayden aquella vez. Ahora le entiendo perfectamente.
Mis ojos se posan sobre el anillo que me regaló Axel. Sin dejar de abrazar mis piernas, me lo quito y lo miro con detenimiento, hasta que algo en la parte interna me llama la atención. Hay algo escrito, dos fechas y una frase. La primera fecha es la de su nacimiento y la última... la última es la de su muerte.
"14/04/1993. 14/01/2018
Siempre y nunca."
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