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👑🌹 Capítulo 59

Kelsey.

Unas voces susurrantes logran despertarme del sueño en el que me había sumido hace pocas horas. Abro los ojos y lo único que percibo es la oscuridad que inunda la habitación de Axel, aunque las luces de las farolas de la calle y de la brillante luna, se cuelan entre los agujeros de las persianas y soy capaz de darle profundidad al cuarto.

Respiro hondo y me doy la vuelta hasta quedar boca arriba. Estiro mi brazo derecho para poder tocar al chico que duerme a mi lado, pero no hay nadie, su lado de la cama está completamente vacío. Frunzo el ceño y giro mi cabeza hacia esa dirección. Solo están las sábanas blancas y arrugadas. Me incorporo hasta quedar sentada y agudizo el oído para ver si puedo escuchar esos susurros que han interrumpido mi plácido sueño. Se oyen lejanos.

Deslizo las piernas por el borde del colchón y apoyo las plantas de mis pies en el suelo. Tras levantarme, me encamino hacia la salida de la habitación con pasos lentos y torpes. La puerta está cerrada, pero puedo divisar un poco de iluminación colándose por el estrecho hueco de la parte baja. Una vez que estoy cerca, la abro y salgo al pasillo.

Mis ojos van a parar a la habitación de Phillip, su puerta también está cerrada y la luz proviene de ahí, al igual que las voces. Suspiro y me acerco allí. En cuanto la abro, Axel aparece tumbado junto con su hermano en la pequeña cama. Mi novio sostiene uno de los libros de Harry Potter y Lipy lee en un tono de voz bajo las palabras que hay escritas en las hojas, aunque se ve que tiene sueño. Le echo un vistazo al reloj que hay colgado en la pared, a mi derecha, y veo que son las tres de la mañana. ¿Qué narices?

—¿Qué hacéis? —inquiero confundida.

Los dos chicos ponen sus ojos en mí.

—Leer —contesta Axel de forma obvia.

—Oh, Kelsey. Dile que me deje dormir —suplica su hermanito con cara de pena.

Mi novio dirige la mirada hacia a él con los ojos muy abiertos.

—¡Oye, mocoso! —se queja.

—¿Pero se puede saber qué os pasa? —insisto desde el umbral de la puerta.

—Axel me ha despertado a propósito para que lea con él —me explica Phillip con cansancio—. ¡Tengo sueño!

Arrugo el entrecejo aún más confundida. ¿Axel le ha despertado para leer? Pero si a él no le gustan esos libros... ¿qué bicho le ha picado?

Niego con la cabeza muy lentamente y cojo una bocanada de aire.

—Deja dormir a tu hermano y vuelve conmigo a la cama —le pido acompañando mis palabras con un gesto de mi brazo.

Él se relame los labios y mira a Lipy de reojo, quien no duda en obligarle con la mirada a que me haga caso. Williams vuelve la vista a mí y se dispone a poner una excusa para no obedecerme.

—Pero solo quedan cincuenta páginas...

—¡Dios, Axel! —exclamo exasperada—. Tienes mucho tiempo para terminar el libro.

Mi novio se incorpora y pone un pie en el suelo, el que está más cerca del borde de la cama. Este traga saliva y abre la boca para decirme algo, pero acaba por cerrarla y no decir nada al respecto. Sus ojos se alternan por los míos, como si estuviese buscando la forma de explicarme lo que sucede por esa cabecita suya. Sin embargo, al ver que no tiene intención alguna de continuar la conversación, decido hablar yo.

—Además, si a ti no te gustaba esa saga —agrego como recordatorio.

—Pues ahora sí. —Es lo único que dice.

—Bueno, pues otro día sigues. —Ruedo los ojos—. Es tarde y mañana tienes que asistir al juicio de Coraline para presentar tu testimonio, necesitas estar descansado.

—No, no, no. Necesito acabarlo hoy —declara con rapidez y con una desesperación que no hace más que preocuparme y confundirme muchísimo más—. Y el juicio es por la tarde, puedo descansar mañana un rato antes de que vayamos.

—También puedes leer mañana en ese rato. —Arqueo una ceja.

—Tiene que ser ahora. —Niega con la cabeza.

—¡Pues léelo tú y déjame dormir! —grita Phillip perdiendo la poca paciencia que le quedaba.

Cruzo los brazos sobre mi pecho y suspiro bastante cansada por esta charla sin sentido. Dejo la vista fija en los dos hermanos, esperando a que ellos dos lleguen a alguna conclusión. Axel mira a Lipy con ojos de corderito degollado, intentando convencerle de su postura para que continúe con la lectura junto a él.

—No puedo hacer eso —asegura mi novio—, tú empezaste esto de leerlo juntos.

Phillip suelta un segundo suspiro y se toma unos segundos en meditar bien su respuesta. Su hermano espera con paciencia y esperanza a que le conteste lo que él quiere. Yo también me mantengo donde estoy a la espera de que den un veredicto y así poder volver a dormir. Cuando me despiertan a estas horas me vuelvo una monstruo que tiene ganas de liarse a gritos con el que tenga enfrente.

—¡Ay, vale! ¡Está bien! —cede el niño—. Trae el libro.

Le quita el libro de entre las manos a su hermano mayor y lo apoya en su barriga, tapando así su rostro, para poder seguir con la lectura. Después, una de sus manos se agarra con fuerza a la camiseta del pijama de Axel y, a continuación, le tumba a su lado de un tirón. Mi novio pasa su brazo derecho por encima de la cabeza de Lipy y se acurruca contra su hombro para escucharle con mayor claridad.

Niego con la cabeza al no estar entendiendo mucho lo que ocurre. Me doy la vuelta y me dirijo nuevamente a la habitación de Axel. Cuando estoy tumbada en la cama, me arropo con las sábanas y cierro los ojos para volver a dormirme.

Toda esta semana la he pasado con él y Lipy. No he vuelto a ir a mi casa, a excepción de anteayer; Hank llegó por la mañana a Nueva Orleans para volver a hacer de abogado para Axel y aprovechó para traerme mi ropa y a mis gatos. Subí a dejar a mis dos felinos y a colocar las prendas que me dejé en Arkansas. También me traje vestuario a casa de mi novio para tener que ponerme en estos días que me he mudado con él de improvisto. Después del juicio supongo que volveré a mi piso, o no. Aún no tengo claro lo que haremos, no hemos tenido esa conversación todavía.

Dejo de pensar por unos instantes y acomodo mi cabeza en la almohada. Al poco tiempo logro quedarme dormida. No sé cuánto tiempo pasa de este momento hasta que siento como el cuerpo de Axel se pega a mi espalda y sus brazos se enredan en mi cintura con suavidad. Noto como sus labios se presionan en mi cuello y luego se apartan para dejarse caer en la almohada. Tomo la mano que tiene sobre mí y la llevo cerca de mi rostro para abrazarla. Su respiración calmada y cálida choca contra la piel de mi nuca y mi mente vuelve a desconectar de la mejor manera.

🐈

Termino de abrocharme el último botón de la blusa de un color caqui y suelto un suspiro al mismo tiempo que me dejo caer sobre el borde de la cama de Axel. Miro la hora en mi teléfono móvil, falta una hora para que el juicio dé comienzo y, debo admitir que, estoy nerviosa. A pesar de que esta es la recta final y tenemos las de ganar, no puedo evitar estar inquieta. Sé que condenarán a Coraline y que Axel dejará de martirizarse mentalmente por todo lo que ha ocurrido en sus años de vida.

Dirijo la mirada hacia el cajón cerrado de su mesita de noche. Ahí guarda lo que él ahora llama su tesoro. Durante toda esta semana se ha dedicado a hacernos fotos tanto a su hermano como a mí, y también los tres juntos; el perro y los gatos no se han salvado, también están inmortalizados ahí. No sé qué bicho le habrá picado, pero le dio la fiebre de las fotografías, de crear recuerdos según dice él. Las imprimió y las guarda ahí.

El sonido de unos pasos acercándose a la habitación, me sacan de mi ensoñación y me hacen poner la vista en la entrada. Phillip no tarda en hacer acto de presencia y acceder al lugar con pasos lentos y una gran seriedad en su rostro que logra preocuparme.

—¿Qué pasa, Lipy? —pregunto ladeando levemente la cabeza.

Este se aproxima a mí, hasta que estamos a muy poca distancia.

—Axel está raro —declara.

—Tú también lo has notado —afirmo y él asiente—. Tal vez solo esté nervioso.

—También lo creo —admite—. Pero me preocupa.

—No le voy a quitar el ojo de encima, ¿vale? Está en buenas manos. —Le guiño un ojo para relajar el ambiente y que se quede algo más tranquilo.

Phillip vuelve a asentir, esta vez más sonriente. Acto seguido, sale de la habitación.

Cojo aire y me quedo unos instantes meditando. Axel desapareció ayer durante todo el día sin avisarnos siquiera. Cuando regresó a casa nos aseguró que no fue a ningún sitio de vital importancia, que solo fue a dar un paseo, a imprimir todas las fotografías que había hecho y a buscar trabajo. Efectivamente él apareció con las fotos, lo que me dejó algo más tranquila, pero sigo sin entender como un simple paseo, esa pequeña visita a un estudio fotográfico y una búsqueda de empleo le haya llevado tanto tiempo. Se fue por la mañana temprano y llegó por la noche. Creo que hay algo más, pero él no quiere hablar sobre ello.

Niego con la cabeza para quitarme esos pensamientos de encima y me encamino hacia el salón. Axel aparece sentado en el sofá y escribiendo algo en una hoja de papel que tiene sobre la mesita de centro. Me acerco a él y me siento a su lado. Cuando nota mi presencia, no tarda en apartar la hoja en la que estaba escribiendo de mi vista. Frunzo el ceño.

—¿Qué hacías? —interrogo.

—Apuntaba trabajos en los que he visto que buscan personal junto con sus contactos para ver si me contratan en alguno —responde de manera automática, como si ya tuviera pensada esa contestación desde hace tiempo.

—Pues has encontrado un montón, has llenado el papel.

—Hay muchos puestos de trabajo con vacantes. —Sonríe—. ¿Me harías el favor de atarme la corbata? Sigo sin saber cómo hacerlo.

Me río y me dispongo a hacer lo que me pide. Él gira su torso hacia a mí y yo llevo las manos hacia la corbata para anudarla. En menos de un minuto ya la dejo lista. Axel, en forma de agradecimiento, agarra mis mejillas y me deja un beso en la punta de la nariz. Vuelvo a reír ante su acto.

—Tengo algo para ti —comenta al separarse.

Alzo las cejas mientras que él mete una de sus manos en los bolsillos de sus pantalones negros. Cuando vuelve a sacarla, la tiene cerrada, causándome la intriga de saber qué es lo que hay escondido entre sus dedos. Williams me toma la mano y pone la suya sobre la mía. Una vez ahí, la abre y algo duro colisiona contra mi piel. En cuanto él aparta su extremidad de la mía, diviso un anillo en forma de corona dorada sobre mi palma. Es parecida a la que tiene tatuada en su cuello.

—¿Un anillo? —Le miro y arqueo una ceja.

—No es para pedirte que te cases conmigo, puedes estar tranquila. —Ríe—. Espera, te lo pongo.

Coge el anillo entre dos de sus dedos y me lo pone en el anular de mi mano izquierda. Después, acaricia el dorso con las yemas de sus dedos y posa sus ojos marrones en los míos. Una tímida sonrisa se dibuja en sus labios, dándome unas ganas tremendas de plantarle un beso en ellos.

—Gracias —agradezco—, es muy bonito. Aunque no tenías por qué regalarme nada.

—Y tú no tenías por qué arreglarme la vida —objeta—. Y aquí estamos.

Acaricio su mejilla con mi dedo pulgar y acerco mi rostro al suyo para besarle con lentitud. Cuando unos golpecitos provenientes de la puerta de casa hacen acto de presencia, Axel se separa de mí y se levanta para ir a abrir. Me pongo en pie y camino hacia él.

En el momento en el que abre la puerta, mi tío y Chelsea aparecen ante nuestros ojos. Hank viene tan arreglado como la última vez que ejerció de abogado para Axel, y Chelsea va vestida con ropa deportiva. Le pedí que se llevara a Phillip mientras nosotros estuviésemos en el juicio y ella accedió; propuso ir a dar una vuelta junto con Sparkie por el parque.

—¿Estáis listos ya? —quiere saber mi tío.

Asiento con la cabeza, sonriente.

—¿Dónde está el chiquillo? —cuestiona Chel buscando con la mirada a Lipy.

—Aquí —responde Phillip con alegría.

Al girarme, le veo caminando hacia nosotros junto con su perro, quien ya lleva la correa puesta. Vuelvo a darme la vuelta y pongo la mirada en mi amiga. Esta frunce el ceño al no comprender la razón por la que la estoy observando con tanta seriedad.

—No le pierdas, que te conozco —aviso y ella bufa.

—No le perderé de vista, lo prometo —asegura.

Dicho esto, le hace un gesto al hermano de Axel para que le acompañe fuera. El niño sonríe más ampliamente y sale del piso andando a paso rápido. Escucho como Chelsea y Phillip descienden las escaleras mientras hablan entre ellos y Sparkie les ladra sin cesar.

Al volver la vista a Hank, este alza las cejas a la espera de que nos pongamos en marcha al juzgado. Miro a Axel, quien se muerde el labio inferior con fuerza. No tardo en entrelazar mi mano con la suya y apretarla para darle los ánimos y la seguridad que siento que necesita. Él fija sus iris a los míos y, tras tragar saliva, asiente con la cabeza como una manera de hacernos saber que ya está listo para lo que está por venir.

🐈

Recojo mis objetos personales de la bandeja en la que los he metido antes de pasar por el detector de metales del juzgado. Conforme los voy cogiendo, los guardo en los bolsillos de mi chaqueta y pantalones. Por suerte, solo me he traído el móvil, las llaves de mi piso y la placa de policía por si acaso me fuera necesaria.

Echo un vistazo a mi alrededor, el lugar está completamente tranquilo. Lo único que se pueden escuchar son los guardias de seguridad hablando entre ellos mientras se aseguran de que ningún arma peligrosa entra en el edificio. Aquí podemos estar seguros.

Una vez que me aseguro de no dejarme nada en la bandeja, me doy media vuelta y me encamino hacia la entrada de una de las salas donde se efectuará el juicio con Coraline. Axel se encuentra ahí parado, sin atreverse a entrar como la vez anterior. Veo cómo se seca el sudor de las palmas de sus manos en los pantalones lo más disimuladamente posible. Me aproximo a él, chocando mi hombro con su brazo para llamar su atención. Él no me mira, sigue con la mirada perdida en el interior de la sala, lugar en el que ya se encuentra la asesina de su familia.

—¿Preparado? —susurro.

Williams no contesta, solo traga saliva y aprieta un poco sus manos. Voy a preguntarle qué le ocurre, pero su mano aferrándose con fuerza a mi muñeca me lo impide. Él pega un tirón de mí al mismo tiempo que camina hacia nuestra izquierda, avanzando por el ancho pasillo hacia saber dónde mientras nos alejamos de la sala a la que debíamos de haber entrado ya.

Pronuncio su nombre un par de veces, queriendo saber lo que hace y a donde me lleva, pero él sigue sin darme respuesta alguna. Axel tuerce hacia la derecha en una esquina, adentrándonos en un pasillo algo más estrecho, sin salida y un poco más oscuro que el resto de estancias. La culpable es una bombilla fundida.

Él apoya mi espalda contra la pared y luego me suelta. Me quedo donde me ha dejado mientras observo como se da la vuelta y pasea por el lugar por unos segundos a la vez que se lleva las manos a la cabeza con desesperación. ¿Qué narices le pasa?

—¿Axel? —pronuncio su nombre, confundida.

Mi novio vuelve a darse la vuelta y se acerca a mí con rapidez. Sus manos sujetan mi rostro y ni siquiera me da tiempo a seguir preguntándole lo que está pasando. Sus labios se unen a los míos y, a diferencia del beso de antes de salir de casa, este es más agresivo. Lo profundiza de inmediato, moviendo su boca con fiereza hasta que nuestras lenguas conectan en varias ocasiones. Le agarro de los extremos superiores de su chaqueta y le atraigo hacia mí, no obstante, él se separa al poco tiempo y apoya su frente contra la mía. Nuestras respiraciones están aceleradas y mi corazón late desbocado.

—¿Vas a decirme qué es lo que te ocurre? —inquiero en un tono de voz bajo.

—Estoy jodidamente asustado —responde con la voz entrecortada.

—¿Por qué? —indago—. Si es por el juicio, no tienes nada que temer. Si es por otra cosa, dímelo.

Niega con la cabeza y clava sus iris en los míos.

—Sabes que te quiero, ¿verdad? —quiere saber—. Que te amo.

Arrugo el entrecejo y mi estómago se encoje ante un mal presentimiento. Incluso puedo notar como mis ojos se humedecen.

—Axel... ¿por qué siento que esto es una despedida? —La voz se me rompe.

—¿Te he dicho alguna vez que me encantan tus ojos?

Muevo la cabeza en respuesta negativa.

—Pues me encantan. Me encanta verlos —continúa hablando—. Cuando esto termine, no apartes la mirada. Por favor...

Acentúo el ceño al no entender muy bien la última frase.

—Hay algo que no me estás contando —revelo con gran preocupación—. Dímelo, puedes confiar en mí.

Ignora mis palabras y vuelve a besarme. Presiona sus labios ejerciendo la fuerza necesaria y, acto seguido, se aparta y pone rumbo a la sala que está en uso, dejándome sola. Parpadeo un par de veces intentando asimilar lo que acaba de pasar, pero es que no consigo que nada cobre sentido en mi cabeza, aunque no puedo evitar pensar en Coraline. ¿Tendrá algo que ver con lo que le dijo al oído antes de que se la llevasen? Creo que sí.

Me relamo los labios y doblo la esquina para luego dirigirme a la sala correspondiente. Cuando entro, ya están todos sentados en sus respectivos sitios. Busco con la mirada a Marshall y, cuando le diviso al lado de Dexter, camino hacia a ellos. Me siento al lado de mi jefe y pongo la mirada en Axel; este está al lado de mi tío esperando a que el juicio comience para dar la declaración de los hechos que inculpará a Coraline. Ella está al otro lado, con un abogado defensor que le habla en voz muy baja y con un par de guardias custodiándola.

—Esto me da muy mala espina —comento, haciendo que el señor Meadows y Dexter me miren—. Vigilad a la asesina y a los de su alrededor, no me fío de nadie. Tengo la sensación de que intentarán algo.

Ellos asienten y se levantan del banco para sentarse en el que está más cerca de la que era mi compañera de trabajo. Sabiendo que Marshall y mi compañero tienen los ojos puestos en Coraline, yo me encargo de seguir todos los movimientos de Axel. Estoy alerta a lo que pueda pasar en los siguientes minutos.

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