👑🌹 Capítulo 57
Axel.
Dejo que la calidez del agua recorra cada recoveco de mi piel, haciendo entrar a todo mi cuerpo en la calma que tanto anhelaba. Me hundo unos centímetros más en la bañera, sin llegar a meter la cabeza entre la espuma del jabón que me rodea. Me permito cerrar unos segundos los ojos para que mis pensamientos divaguen sin interrupciones de ningún tipo. Pienso en mis padres cuando seguían vivos, en el nacimiento de mi hermano pequeño, ese día en el que esa cosa tan pequeña y llorona llegó al mundo para arruinarme la existencia y, que luego, resultó ser lo más valioso y bonito que pude tener.
Cientos de recuerdos de mi infancia, adolescencia y de mi etapa adulta fuera de la cárcel vienen a golpear mi mente, lo que hace que me pregunte el porqué. ¿Por qué ahora? Lo sé, yo sé ese porqué. Sé la razón por la que estoy reviviendo esos momentos que ocultaron los malos que aún permanecen tatuados en las paredes de mi cerebro, atormentándome de vez en cuando.
Una sonrisa se dibuja en mis labios en cuanto el recuerdo del día en el que conocí a Kelsey aparece en mi mente sin previo aviso. Esa naricita suya, enrojecida por el frío que hacía, fue lo primero que llamó mi atención de ella. A día de hoy me sigue pareciendo de lo más mona.
Escucho como unos pasos se acercan hacia el cuarto de baño, por lo que no tardo en abrir nuevamente los ojos y posar la mirada hacia la entrada. A los pocos instantes veo como mi novia entra en el lugar con su móvil entre las manos para acercarse con firmeza hacia a mí. Como acto reflejo, me incorporo y extiendo los brazos para poder atraer la espuma hacia una parte en concreto para así poder esconderla. Kelsey no tarda en reírse ante mi acto de ocultar mis atributos masculinos.
—Te he visto desnudito un par de veces. ¿En serio te estás tapando? —cuestiona entre risas.
—Eh... ¿Sí? —Me uno a su diversión, siendo incapaz de contener la risita nerviosa.
Ella deja su dispositivo móvil en la encimera del lavabo y luego se arrodilla a pocos centímetros de la bañera. Apoya el codo en el borde y su cara sobre la mano, mientras que con los dedos de su mano libre se entretiene removiendo el agua que me cubre el cuerpo. Alzo las cejas al ver que está apartando la espuma con mucha facilidad. Carraspeo con la garganta.
—¿Ya has hablado con tu familia? ¿Están bien? —inquiero.
Nada más volver a casa después de haber estado un rato por comisaría a que ella hablase con Coraline y Fred, me ha pedido que le devolviera su teléfono. Lo he hecho sin demora, necesitaba contactar con sus seres queridos después de todo. Tal y como sucedió todo, ninguno teníamos noticias del estado en el que podrían encontrarse y, la verdad, es que eso me tiene un poco preocupado. A pesar de que Marshall nos comentó que se encontraban bien cuando abandonó Arkansas, no me fio mucho de que no hayan intentado nada después de su marcha. Espero que no les hayan hecho nada.
—Sí, está todo perfecto —responde alegre—. Vendrán un día de estos a traerme de vuelta mi maleta y mis gatos.
—Genial. —Sonrío.
Sus ojos verdes sostienen los míos, sin intención alguna de dejarlos. La mano con la que estaba removiendo el agua, sube hasta mi brazo y luego baja en busca de mis dedos. Cuando da con ellos, los entrelazamos. Aprovecho esto para sacarla del agua y dejar un beso en el dorso.
—¿Te falta mucho? Yo también tengo que bañarme —pregunta cambiando el tema de conversación.
Me agarro con suavidad el labio inferior con los dientes y, después, me lo relamo. Estoy un rato corto sin contestarle, intentando que no me dé la vergüenza para lo que quiero decirle. Trago saliva y ella me mira un poco curiosa al no estar obteniendo una pronta respuesta.
—Bueno, siempre puedes acompañarme —pronuncio en un susurro—. Si quieres, claro.
Sus ojos se abren un poco más de lo normal, de forma no muy exagera, y arquea una de sus cejas. Una risilla nerviosa sale del interior de su garganta. Kelsey suelta mi mano y cruza los brazos sobre el borde de la bañera; me observa con más detenimiento que antes, como si me estuviera analizando o intentado averiguar mis intenciones. Aunque creo que las intenciones que tengo en este momento están muy claras.
—Es una propuesta tentadora —admite—. Pero creo que, si entro ahí contigo, haremos de todo menos bañarnos.
—Precisamente por eso te lo estoy proponiendo, reina —confieso mientras siento como el calor se me sube a las mejillas.
A Kelsey se le enrojece el rostro al escucharme y no duda en taparse la cara con una de sus palmas. Supongo que le ha dado vergüenza no entender a lo que me refería desde un principio. No es la primera vez que me acuesto con ella, pero creo que sí es la primera que se lo planteo de una forma un poco más abierta. Más directa.
—Vale, eso es aún más tentador. —Asiente levemente con la cabeza.
Le aparto la mano con la que se está tapando la cara para poder verla mejor. Sigue estando colorada.
—¿Pero?
—Pero tu hermano llegará pronto —me recuerda.
Ah, mierda.
Dicho esto, Kelsey se levanta del suelo y se dispone a irse. Sin embargo, yo despego la espalda de la pared de la bañera de inmediato y le cojo con suavidad de la muñeca, deteniéndola. Ella se da la vuelta y me mira un tanto curiosa, esperando a que yo le diga lo que sea que tenga que decirle. Acaricio su piel con la yema de mi dedo pulgar.
—¿Me das un beso al menos? —pido en un tono de voz que me sale más ronco de lo esperado.
Mi novia me sonríe y mueve su cabeza en respuesta afirmativa. Tras acercarse los pasos que se ha alejado antes, apoya sus manos en el borde y se inclina hacia mi boca, despacio, como si pretendiera hacerme un poco de rabiar. Bien sé que le encanta hacerlo, le chifla jorobarme a mí y a todo ser vivo que se le cruce. Pero, afortunadamente, he aprendido muy bien de ella durante el tiempo que llevamos juntos. Ya se lo he demostrado en una ocasión, pero nunca está de más hacerlo una segunda vez, ¿no?
Justo unos milímetros antes de que la distancia que separan nuestros labios pase de escasa a nula, refuerzo el agarre de su muñeca y, con mi mano libre, la sujeto de la zona del codo de su otro brazo. Una vez que compruebo que la tengo agarrada con fuerza para no hacerle daño, tiro con cuidado de sus extremidades superiores para hacerle entrar conmigo en la bañera. Kelsey ahoga un pequeño grito en su interior cuando asimila mi jugarreta. Su cuerpo cae con suavidad contra el mío y se empapa completamente la ropa que lleva puesta, al igual que las puntas de su cabello más cercanas al agua. El contenido se vierte un poco al suelo.
La libero de mi agarre, haciendo que ella posicione sus brazos sobre mi pecho para poder mirarme a la cara. No sé si se está aguantando las ganas de reírse o de echarme la bronca por haber hecho que se moje la ropa que tenía seca, la cual es la que le había traído su amiga al hospital para que se cambiara y la única que tiene de momento. No me había parado a pensarlo. Joder, me va a matar.
Antes de que pueda pronunciar queja alguna, la beso. La presión que ambos ejercemos me provoca un leve dolor en las heridas que tengo en el labio inferior, pero no me lamento y sigo el ritmo ella ha acabado implantando. Sus brazos se desplazan hacia arriba, hasta que se enrollan alrededor de mi cuello. Yo pongo las manos en su cintura al mismo tiempo que enlazo mi lengua con la suya.
En el momento en el que ella se separa, me mira directo a los ojos. Su respiración está agitada, lo noto porque su pecho sube y baja con mayor frecuencia que hace unos segundos atrás, aunque a mí me pasa exactamente lo mismo. Subo las manos hasta su rostro y le pongo los mechones de cabello rebelde detrás de las orejas. Acto seguido, me dispongo a hacerle de rabiar, como pretendía.
—Ya puedes salirte, si quieres. —Sonrío de medio lado.
Kelsey abre la boca con indignación mientras retiene una carcajada en lo más profundo de su ser. Ella, tras impulsarse en mi pecho desnudo para incorporarse y quedar a horcajadas sobre mí, se dispone a decir lo siguiente:
—¿Ahora me echas?
Vuelvo a reírme. Mi novia va borrando la sonrisa de su boca, poco a poco, dándole una expresión más seria a su rostro. Alterna su mirada en mis dos ojos, pasando de uno a otro casi de inmediato. Las yemas de sus dedos dibujan círculos y pequeños caminos ilegibles empezando por mi pecho y bajando por mi abdomen, hasta que estos se detienen en la zona de mis costillas; en mi cicatriz.
—¿Cuánto tiempo crees que tenemos? —inquiere en un tono de voz bajo.
Estiro las comisuras de mis labios y me encojo levemente de hombros. Acto seguido, sus manos agarran el borde final de su camiseta y se la quita por encima de la cabeza, para después tirarla al suelo. Me incorporo con rapidez, quedando sentado, con mis manos presionando su espalda para pegarla a mi cuerpo.
Vuelvo a unir nuestras bocas mientras que ella abraza mi cuello. Mis dedos se deslizan hacia el broche de su sujetador, el que ya sé de antemano que me va a costar la vida quietárselo de encima. Lo agarro y retuerzo los pliegues cómo puedo, haciendo que Kelsey se ría de mí entre beso y beso. Sin embargo, consigo desabrocharlo poco después. Ella se separa de mí y, mientras termina de quitárselo, me felicita con la mirada por mi gran logro. ¡La guerra que ha dado esa puñetera prenda!
Una vez que ha tirado el sujetador a saber dónde, procede a desabrocharse el botón de los pantalones vaqueros que lleva puestos y a bajarse la cremallera. Entierro mi cara en su cuello y dejo un beso en él, a continuación, muerdo la zona con la suficiente delicadeza para no dejarle marca. No me gustaría crearle un moratón.
Al poco tiempo, el sonido del timbre de casa hace que ambos paremos. Ella deja de quitarse los pantalones y yo me detengo de recorrer la piel de su cuello con mi boca. Los dos nos separamos y nos miramos con frustración.
—El crío ha llegado —comento y suspiro—. Inoportuno el mocoso.
Kelsey suelta una breve risotada y se echa el pelo hacia atrás. El timbre vuelve a sonar.
—¡Ya voy! —grita ella—. ¡Un momento!
Con toda la rapidez del mundo, se levanta de encima de mí y sale de la bañera. Una vez fuera, se quita los pantalones húmedos y corre hacia a mi habitación, supongo que para robarme algo de ropa. Me río internamente al verla tan nerviosa, yendo de un lado a otro en busca de algo que cubra su desnudez. Un timbrazo más se hace presente en el lugar, seguido de un par de golpes en la puerta.
—¡Marshall, maldita sea! ¡Qué ya voy! —se queja.
Un par de minutos más tarde, Kelsey sale vestida con mi ropa deportiva, que no le puede quedar más grande, y corre hacia la entrada. Escucho como abre la puerta y, seguido de esto, la voz de su jefe y mi hermano. También puedo percibir los ladridos de Sparkie. Les oigo hablar por un rato y, luego se despiden.
—¡Se os acabó la juerga, muchachos! —grita Marshall desde la puerta de casa.
Me llevo una palma a la frente y me avergüenzo en silencio.
🐈
Acaricio la cabeza de Lipy mientras que con la otra mano sostengo el libro de esa saga de fantasía que le tiene tan loco. Vamos por el último libro de Harry Potter, incluso cuando Phillip ha estado lejos de mí, no me he podido librar de este martirio. Me los ha leído por teléfono. La factura que le llegará a Marshall va a ser muy cara.
Mientras leo en un tono de voz lo suficientemente alto para que mi hermano me escuche, miro el reloj que hay colgado de una de las paredes de su habitación. Son las once de la noche; hace una hora que hemos cenado y, desde que hemos terminado, Phillip no ha tardado en hacerme seguir con la lectura. No voy a mentir, estoy hasta las narices. Mira que lo intento, pero es que no logro que me guste la historia que cuentan.
Los dos nos encontramos tumbados en su cama; él está acurrucado bajo mi brazo derecho y con la cabeza apoyada cerca de mi hombro. Ya siento que se me está durmiendo. No sé de qué tendrá hecho el cráneo este niño, ¿de hormigón?
Hago una pausa para coger aire y suelto un suspiro. Como algo instintivo, alzo la mirada hacia la entrada del cuarto, viendo a Kelsey dirigiéndose a mi habitación envuelta únicamente en una toalla. Parece que acaba de terminar de ducharse. Voy a seguir leyendo, pero antes de eso me da por mirar a mi hermanito. Este se ha quedado completamente dormido. Y yo aquí leyendo para la pared, yo le mataba.
Cierro el libro y, mediante movimientos suaves, intento sacar mi brazo de debajo de su cuerpo. Tardo un rato, pero consigo salir ileso y sin despertarle. Me levanto de su cama, con cuidado de no pisar a Sparkie, quien se encuentra durmiendo en el suelo, a nuestro lado. Tras dejar el libro sobre una de las estanterías que contienen todos los demás, cojo las sábanas y la manta y arropo a Lipy para que no coja frío en la noche. Hecho esto, le dejo un beso largo en la frente. Le acaricio la zona por unos instantes y, a continuación, salgo de su habitación con cautela.
Después de cerrar la puerta, camino hacia mi habitación. Una vez dentro, procedo a cerrar esta puerta también. Me doy la vuelta y me quedo observando la espalda de Kelsey. Aún sigue con la toalla puesta. Tiene el pelo húmedo, a pesar de que se lo ha estado secando con el secador, lo sé porque lo he escuchado. Ella se mantiene de cara a la mesita de noche de mi lado de la cama, mirando algo que creo que tiene entre sus manos.
Me acerco a ella y, cuando estoy a tan solo un paso de su cuerpo, acaricio sus brazos desnudos con las yemas de mis dedos. Mi novia me mira por encima del hombro y me muestra una bonita sonrisa en sus labios. Enredo mis brazos en su cintura y apoyo mi barbilla en su hombro, pudiendo ver lo que tanto estaba mirando. Entre sus manos se encuentran las fotos instantáneas que nos hicimos en casa de su familia.
—Creo que tenemos algo pendiente —susurro en su oído—. Phillip está dormido.
Kelsey deja las fotografías en la mesilla y se gira para tenerme de frente.
—Pero él está en el dormitorio de enfrente —objeta.
—Tendremos que ser silenciosos, entonces.
Ella arquea una ceja.
—Va a ser difícil —admite—. No sé quién de los dos es más escandaloso.
Río en silencio. En eso tiene toda la razón del mundo.
—Será todo un reto, ¿quieres intentarlo? —le pregunto y arqueo una ceja.
Kelsey ensancha su sonrisa y, tras dejar caer la toalla al suelo, agarra mis mejillas y me besa. En el instante en el que se aleja un poco de mí, me quito la camiseta y la tiro hacia un lado. Tomo su cintura entre mis manos y la empujo con suavidad a la cama. Cuando su espalda toca el colchón, me posiciono encima de ella y continúo besándola. Sus dedos recorren mi cabello y espalda, acariciando cada parte hasta conseguir que el vello se me erice. Esta mujer hace magia.
En cuanto sus manos se dirigen a mis pantalones para deslizarlos hacia abajo, estiro un brazo hacia el cajón de la mesilla para sacar un preservativo. Recuerdo haber comprado una cajita hace tiempo. Una vez que tengo el condón en mis manos, me incorporo para abrirlo, sin embargo, algo me impide seguir.
—Axel... —llama mi hermano en la lejanía.
¡Joder!
—¡Espera, no entres! —intento ganar tiempo.
—Reto fallido —murmura mi novia cruzando los brazos sobre su pecho para taparlo.
No tardo en bajarme de la cama y subirme los pantalones. Antes de que a Phillip le dé por acceder al lugar, corro hacia la entrada mientras guardo el preservativo en uno de los bolsillos del pijama. Abro la puerta y me encuentro a Lipy a una distancia escasa del umbral. Por poco...
—¿Qué ocurre?
—No encuentro el peluche de la lechuza —pronuncia con voz somnolienta.
—Estará por tu habitación, Lipy.
—No lo encuentro. —Niega con la cabeza.
—¿Si lo encuentro yo qué te hago?
Phillip me sonríe de forma inocente, es increíble. Suelto un suspiro y salgo de mi habitación. Cierro la puerta a mi espalda y me encamino al dormitorio de mi hermano para buscar su peluche. Cuando llego a mi destino, echo un rápido vistazo por los alrededores para ver si está a la vista, pero no es así. No tardo en dar con el pequeño baúl que hay a mi derecha. Me dirijo hacia a él y me dispongo a abrirlo. Tras rebuscar un poco por los diversos juguetes y demás peluches que hay dentro, doy con el indicado. Saco a la lechuza y se la entrego a Lipy.
—Ahora vete a dormir, es tarde —le digo antes de caminar hacia la salida.
—Quédate conmigo, anda —pide con voz de penita.
Me giro y me le encuentro mirándome con cara de corderito degollado. Esa mirada siempre me puede, no hay día que no consiga lo que se propone con poner esos ojitos de Gato con botas. Respiro hondo y accedo. Vuelvo a la posición en la que estaba antes con él; ambos metidos en su cama y abrazados cual monos. Me acurruco contra él y acaricio su brazo para que se quede dormido lo antes posible. De pequeño, esto le dejaba frito casi al segundo. Bueno, ¿y a quién no?
Me quedo mirando su rostro tranquilo por un buen rato, asegurándome de que se duerme y de que no tiene intención de volver a despertarse. Es un angelito, un día de estos debo hacerle una foto mientras duerme. Estoy así cerca de veinte minutos y los pequeños ronquidos de Phillip me indican que ya está en el quinto sueño. Creo. Espero.
Bajo de su cama con cuidado otra vez, sin hacer movimientos bruscos. Él no se inmuta en lo más mínimo. Salgo de su habitación de puntillas y regreso a la mía. Tras cerrar la puerta de mi cuarto, me percato de que Kelsey está tumbada sobre su lado izquierdo en el colchón, dándome la espalda. Está vestida con una de mis camisetas y unas bragas. Creo que se ha quedado dormida también.
Camino hacia la cama y me tumbo a su lado. Me pego a su cuerpo y paso un brazo por su abdomen para poder abrazarla. Dejo un último beso sobre su hombro antes de conciliar el sueño yo también, sin embargo, Kelsey se da la vuelta hacia a mí y pasa su mano por mi nuca. No me da tiempo a decir nada al respecto, solo me atrae hasta su boca y presiona sus labios contra los míos.
Ella se coloca de tal manera que me hace ponerme sobre ella de nuevo. Pongo mis manos a ambos lados de su cabeza para evitar aplastarla con mi peso. Cuando Kelsey rompe nuestro beso, se quita mi camiseta con algo de dificultad al estar tumbada. Vuelve a enredar sus dedos en mi pelo y yo regreso a su boca. Muevo los labios con lentitud y mordisqueo los suyos con suavidad. El roce me sigue molestando en las heridas, pero es soportable, tampoco me voy a quejar después de las tantas interrupciones que hemos tenido en el día de hoy.
Bajo una de mis manos por su abdomen, acariciándolo, hasta que llego a la única prenda que nos separa el uno del otro. Le quito las bragas con su ayuda, quien con sus pies termina por tirarlas en otro lugar del colchón.
—¿Me dejas intentar algo? —inquiero.
—Sí. —Asiente con la cabeza.
Escuchado su consentimiento, llevo mi mano a su zona íntima y posiciono dos de mis dedos en su clítoris. Masajeo ese punto nervioso en círculos, haciendo que Kelsey arquee su espalda por unos instantes. Sin dejar mi labor, me inclino un poco más sobre ella y beso sus labios para ayudarla a ahogar esos gemidos que intenta retener en el fondo de su garganta para no hacer ruido. Dejo su boca para continuar con mis besos en sus pechos. Sus manos agarran mi pelo y lo aprietan con fuerza mientras que siento como su pecho sube y baja con mayor rapidez.
—Axel... —jadea en voz baja, en un intento de llamar mi atención.
No tardo en entender lo que sucede, por lo que no dudo en regresar a su boca para besarla y que ese gemido que está por llegar se quede solo entre nosotros dos. El momento llega y su respiración se vuelve más fuerte y pesada. Aparto los dedos de su zona y me alejo un poco de ella para darle espacio y que pueda respirar con calma.
Me saco el preservativo del bolsillo, me quito los pantalones y los calzoncillos a la vez y, acto seguido, me pongo el condón. La miro a los ojos, brillan como si de estrellas en el cielo nocturno se tratasen. Pego mi pecho a los suyos y me adentro entre sus piernas, provocando que sus dedos se claven en mi cuero cabelludo y espalda. Comienzo a moverme con lentitud, queriendo sentir esa agradable sensación de forma más intensa. Nuestras respiraciones se acaban por acelerar y, en el instante en el que un gemido se escapa de entre sus labios, la beso para ahogarlo y que no suene tan alto, aprovechando la acción para ahogar los míos también.
Rompo el beso y apoyo mi frente contra la suya, viendo que sus iris claros no abandonan los míos en ningún momento. Podría perderme en la inmensidad de sus ojos estrellados y quedarme observándolos hasta expulsar mi último aliento.
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