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👑🌹 Capítulo 56

Observo como la enfermera me quita la vía que me inyecta el suero del brazo al mismo tiempo que comprueba que ya está todo correctamente conmigo. Me pone una de sus manos en la frente para tomarme la temperatura; al ver que no tengo fiebre, me sonríe. Después de haber quitado los pocos cables de mis extremidades superiores, pasa las yemas de sus dedos por la pequeña herida que tengo en la frente. La persona que me golpeó para terminar de abatirme, fue demasiado brusca.

Le echo un vistazo a Ann y a Chelsea, quien se encuentran de pie detrás de la mujer que me está atendiendo. Chel tiene ropa limpia que ha cogido esta mañana de mi armario para que tuviera qué ponerme hoy; Ann se ha encargado de traérsela a Axel, quien ya la tiene puesta. Él está sentado en una de las sillas que hay en la habitación de hospital, mirando fijamente lo que la enfermera está haciendo. Le han tenido que dar puntos en la ceja por el puñetazo que Bastian le propinó; tiene un hematoma a su alrededor, otro que recubre las dos heridas de sus labios y uno pequeño en su pómulo izquierdo. Al menos, la hinchazón se le ha bajado.

Me permito mirar la hora que es en el reloj de muñeca que tiene mi amiga. Son las siete de la tarde. Nos hemos pasado aquí toda la noche del día anterior, bueno, lo que quedaba de ella, y toda la mañana y tarde de hoy. Apenas he pegado ojo. Mi temperatura corporal subió de la nada por todo el frío que he cogido y no había manera de bajármela; hace apenas unas horas que han conseguido estabilizármela.

—¿Cómo te sientes? ¿Mejor? —me pregunta la mujer.

—Sí, me siento menos cansada.

—Bien, pues ya he terminado contigo. —Sonríe y se dispone a recoger todas las cosas que han utilizado para ponerme la vía—. Si vuelves a encontrarte mal, no dudes en venir.

Asiento con la cabeza y ella se dispone a marcharse, no sin antes despedirse de nosotros y decirnos que nos cuidemos. El silencio reina entre nosotros y nadie se atreve a romperlo. Vuelvo a mirar a Axel, este tiene los codos apoyados en las rodillas y los dedos de sus manos entrelazadas; su mirada está fija en ese punto, no me mira. Carraspeo con la garganta y me dispongo a preguntar eso que me lleva rondando por la cabeza desde ayer.

—¿Por qué no me dijiste la verdad sobre Jayden? —inquiero sin apartar la vista de él—. ¿Por qué me mentiste?

—Te habrías echado la culpa de su muerte también —responde sin más— y te hubieses negado a seguir luchando con el objetivo de no perder a más gente. No quería que te rindieras. —Se encoge de hombros.

Escondo mi rostro en las palmas de mis manos y suelto un suspiro de frustración. Él no tenía que morir, nadie debía hacerlo. Y pensar que el responsable de que el dilatas tampoco esté con nosotros ha sido Fred... me rompe el corazón. Mierda, eran amigos...

—Jayden no quería seguir viviendo, Kelsey —interviene Ann, con la voz entrecortada—. Todas las veces que intenté ponerme a su lado para impedir que Fred disparase... me apartó. No quería que interfiriese. Él sabía que Fred apretaría el gatillo. Bastian le estaba obligando a punta de pistola a hacerlo.

Me aparto las manos de la cara y pongo mi atención en la pelirroja. Turner estaba en una situación difícil, si él no disparaba, el jefe de los Árticos le mataría por desobedecer su orden. Creo que Fred debe odiarse mucho ahora mismo.

El recuerdo de la pequeña charla que tuve con Jayden la noche en la que perdimos a Andriu aparece de golpe en mi mente, él me confesó que se sentía como si le estuviesen matando, pero que lo malo es que no terminaba de morir. Se me eriza el vello al pensar que ya tenía pensamientos de quitarse la vida desde el principio. Ni siquiera me di cuenta de ello.

—Bueno, te dejamos para que puedas vestirte a gusto —dice Chelsea, quien se acerca y deja las prendas limpias sobre mis brazos—. Te esperamos fuera.

Asiento con la cabeza y Ann y Chelsea le hacen un gesto a Axel para que me deje sola. Ellas salen de la habitación y esperan a que mi novio haga lo propio. Sin embrago, antes de que él pueda siquiera levantarse de la silla, le freno para que no lo haga con un "quédate". Él me hace caso y vuelve a posar su trasero en el asiento. Nuestras amigas, al ver mi decisión, cierran la puerta y nos dejan intimidad. Necesito hablar a solas con Axel sobre algo que me parece bastante importante.

—¿Qué fue lo que te dijo Coraline? —indago en un susurro.

Noto como su cuerpo se tensa en el sitio tras escuchar mi pregunta. Sus ojos suben hasta los míos y me mira con una expresión que no sé cómo descifrarla; me muestra un temor que intenta ocultar bajo una seriedad que no consigue mantener fija en sus facciones. También creo reconocer un sentimiento similar al de la tristeza o preocupación. Ahora mismo, no soy capaz de entender lo que pasa por su mente.

—Nada, era solo que... nada. —Traga saliva.

Frunzo el ceño. Él coge una bocanada de aire y lo va expulsado con lentitud, como si necesitase encontrar la tranquilidad lo antes posible. Williams vuelve a apartar la mirada de mí desviándola hacia su derecha. Muerde su labio inferior con fuerza a la vez que su barbilla se frunce por las ganas de llorar que le están entrando tan de repente. Sus ojos se llenan de esa agüilla salada, aunque hace el esfuerzo de no derramar ni una sola gota.

—Axel... ¿Qué te ocurre? —Dejo la ropa a un lado de la cama y me pongo en pie.

Él se sorbe los mocos y niega con la cabeza repetidas veces, hasta que la primera lágrima cae rodando por su piel. No pierdo el tiempo y me aproximo a su cuerpo con rapidez. Una vez que estoy a tan solo unos centímetros de él, sus brazos se enrollan con fuerza a mi cintura y su cabeza se entierra en mi estómago. Un sollozo ahogado sale de su interior.

Sorprendida por su derrumbe, paso mis manos por su nuca y le aprieto contra mí mientras que él se desahoga de lo que sea que le esté atormentando. Hundo las yemas de mis dedos en su pelo y le acaricio el cuero cabelludo con suavidad. Siento como la tela de mi jersey se humedece por la cantidad de lágrimas que está dejando escapar.

—Eh, ya ha pasado todo —le susurro—. Somos libres.

—Sí, los somos. Pero esto aún no ha acabado. —La voz se le quiebra—. Falta el juicio.

—Saldrá bien, cariño. La declararán culpable y entrará en prisión.

—Dentro de unos años volverá a estar en la calle, como me pasó a mí.

—A ti te redujeron la condena para que alguien pudiera averiguar en los temas en los que estabas metido y poder denunciarlo, no fue por otra cosa —le explico—. Lo de Coraline es diferente. Tiene más de un delito encima. Mató a tu madre, a la hija de Dean después de secuestrarla, me intentó asesinar a mí volando por los aires mi despacho y estoy muy segura de que también fue la responsable de la muerte de tu padre; añádele las amenazas, el tráfico de drogas y a saber qué más. Tu condena original era de más de diez años, Axel. Imagínate la suya.

Él suspira y refuerza el agarre de mi cintura. Ha parado de llorar, lo noto porque su respiración ha vuelto a la normalidad. El chico al que tanto quiero se aleja un poco de mi abdomen y levanta la vista hacia mi rostro. Sus escleróticas están enrojecidas y sus iris oscuros brillan por la humedad. Llevo mis manos hacia sus mejillas y le seco la agüilla.

—Todo va a salir bien —aseguro.

Axel sonríe levemente.

🐈

La puerta del ascensor de comisaría se abre en la última planta, donde se encuentran las salas de interrogatorios y el calabozo. Abajo nos han dicho que Marshall se encontraba por aquí, terminado de sacarles información a Coraline, Fred y Dean.

Tras salir del elevador, nos posicionamos a un lado para no entorpecer su entrada. Axel mantiene su mano entrelazada con la mía en todo momento, el camino hacia aquí ha sido en total silencio y no sé por qué siento que hay algo que no me está contando. Algo le ronda la cabeza sin cesar y no quiere desvelarlo. Pensé que su estado se debía a los nervios por el juicio de la asesina de sus padres, pero no puedo evitar creer que se trata de otra cosa. Tal vez sea por lo que Coraline le dijo ayer, aunque me haya dicho que no se trata de nada, pienso que es algo importante. Es posible que le haya hecho un comentario que a él no le ha gustado ni un pelo, solamente para hundirle en el vacío que ya parecía estar cerrándose en su interior.

Mis ojos viajan por las puertas que hay en el pasillo. La primera puerta de la sala de interrogatorios se encuentra cerrada, la otra está abierta. Me permito asomarme un poco para ver quién de los tres está en su interior. Es Fred; este está esposado, con las manos sobre la mesa y la mirada fija en ellas.

—Buenas tardes, chicos. —La voz de Marshall se hace presente a nuestra izquierda.

Al dirigir la vista hacia esa dirección, le veo saliendo de la sala que estaba cerrada. Después de haber cerrado la puerta del cuarto, se encamina hacia nosotros con pasos lentos y, al mismo tiempo, firmes. Cuando está a pocos pasos de donde nos encontramos, se para y sonríe.

—¿Cómo os encontráis? —quiere saber.

—Bien. —Le devuelvo la sonrisa.

El señor Meadows mira a Axel a la espera de que responda. Él simplemente, asiente con la cabeza. Mi jefe respira hondo y vuelve a mirarme.

—Quiere hablar contigo —me hace saber mientras señala la sala de la que acaba de salir—. Ella.

Vuelvo a asentir y, tras soltar la mano de mi novio, me encamino hacia la sala en la que se encuentra Coraline. Cuando entro, ella me observa con el ceño fruncido y una sonrisa de medio lado que no me gusta nada de nada. Cierro la puerta a mi espalda y me siento en la silla que hay al otro lado de la mesa en la que se encuentra la rubia.

—No creí que una novata como tú fuera capaz de llegar hasta aquí. —Es lo único que dice.

—Por eso me propusiste a Marshall para la misión, ¿verdad? —deduzco—. Porque no tenía experiencia alguna.

—Sí. Se te veía muy estúpida e inocente. Débil —pronuncia con desprecio—. Erraste varias veces como preví, pero aprendiste a base de caídas. Qué gran fallo el mío, sin embargo, yo también aprendo.

Arrugo el entrecejo y ella ensancha su sonrisa al ver que no logro entender del todo a lo que se está refiriendo.

—No estoy sola, Kelsey. Nunca lo he estado —confiesa con sorna—. Aún no has ganado.

Aprieto los puños sobre mis rodillas a la vez que mis dientes. Me aguanto las ganas de lanzarme a su cuello, no conseguiré nada si hago eso. Trago saliva y respiro hondo sin quitarle los ojos de encima a la que creía la mejor compañera de trabajo que podía tener. La burla con la que me observa, esa diversión y ese deleite que siente al presenciar que se me ha escapado alguien importante, me pone furiosa. Nunca ha estado sola, ¿cuántos aliados tiene? ¿Quiénes son?

—Ándate con ojo —agrega en un tono amenazante.

—¡Habla! —grito y golpeo la mesa con fuerza.

Ella empieza a reírse a carcajadas, lo que me llena de rabia. Estoy a punto de echarle mano al cuello, pero los brazos de alguien enredándose en mi cintura me tiran hacia el lado contrario para que no pueda siquiera rozarla. Me giro para ver de quien se trata y enseguida veo a Marshall. Le grito que me suelte y pataleo para que me deje marchar, sin embargo, consigue sacarme de la sala a base de tirones. Podría haber forcejeado más, podría haberme deshecho de su agarre muy fácilmente, pero no voy a golpearle para hacer algo que hasta yo sé que no es propio de una policía. No puedo agredir a nadie.

Cuando el señor Meadows me suelta e interpone su cuerpo entre la puerta y el mío, me toma de los hombros y me mira en forma de reprimenda. No tardo en contarle lo sucedido.

—Tiene a gente que le ayuda, esto no ha acabado —susurro.

—He escuchado todo —admite—. Os pondré vigilancia por si acaso. Mientras tanto, quiero que te mantengas al margen. Ya has hecho suficiente, necesitas descansar. El juicio de tu amigo es esta semana, ¿por qué no vas a hablar con él?

—¿Cuándo es el de ella? —Miro hacia el cuarto en el que está Coraline.

—La semana que viene.

—Que no le quiten los ojos de encima —sentencio.

Dicho esto, me doy la vuelta y camino hacia la sala en la que se encuentra Fred. Axel me mira con cierta preocupación por lo que ha pasado segundos atrás. Le tranquilizo con una sonrisa que acaba por convertirse en una mueca. Acto seguido, entro en el cuarto, llevándome la mirada de Turner conmigo, y me siento en la única silla libre.

Él me muestra una tímida sonrisa en su boca, sin decir ni una sola palabra. Solo se mantiene mirándome, a la espera de que sea yo quien inicie la conversación. A pesar de que es él quien tiene que contarme las cosas, ha optado por quedarse callado hasta que yo decida hablar, preguntarle respecto a su pasado. Esa historia que ayer me quedé con las ganas de escuchar. Me relamo los labios

—Eres sobrino de Dean —afirmo.

—Así es —confirma—. Supongo que esperas a que te lo explique.

Mi silencio responde a su pregunta, por lo que no tarda en proceder a relatarme aquellos acontecimientos del pasado que han desencadenado parte de lo que ha ocurrido estos días. Como un acto reflejo, desvío la mirada por unos segundos hacia la salida, viendo a Axel ligeramente asomado para poder oír lo que su amigo va a decirme a continuación. Vuelvo la vista al moreno, quien no se ha percatado de la presencia de mi novio todavía.

—Mi padre pertenecía a los Árticos y mi madre a los Cobras. Ella era hermana de Dean, se llamaba Tania. Él Hugo —empieza a contar su historia—. Ellos nos tuvieron a mi hermano, Clay, y a mí. A nuestro padre lo mataron por traición, por aliarse con el enemigo. A mi hermano también lo asesinaron.

Mi mente divaga por los recuerdos hasta que doy con ese en el que Turner me comentó que tenía un hermano al que mataron. A pesar de que indagué sobre el tema, él no quiso darme más detalles de los ya dados. Yo tampoco insistí.

—¿A él por qué lo mataron? —inquiero.

—Por unirse al bando de los Cobras. —Se encoge de hombros—. A nuestro tío Dean nunca le ha gustado estar en ese negocio de tráfico de drogas, estaba ahí por obligación más que por otra cosa. Nos dijo que, si nos uníamos a ellos, nos liberaría. Lo hicimos y en ningún momento tuvimos que hacer nada relacionado con la mafia, éramos libres, en cierto modo. Pero los Árticos se enteraron y asesinaron a Clay. Por ser otro traidor.

Fred se toma un tiempo para recomponerse, ya que se ve a simple vista que le afecta contarme esta parte de su vida. Creo que aún no la ha superado, y lo entiendo. Algo así no se supera con facilidad. Después de unos instantes en los que no abre la boca, sigue hablando.

—Me tuve que unir a los Árticos por mi propia seguridad, desde ese momento estuvimos ideando un plan para poder acabar con ellos. —Se recuesta en la silla hasta que apoya la espalda en el respaldo—. Mi madre tuvo que huir del país y bueno, yo era un mandado que hacía todo lo que se le pedía. Llegaron a comerme la cabeza y, por un tiempo, abandoné a mi familia. Luego salió Axel de la cárcel y me abrió los ojos nuevamente. Ahí estabas tú presente.

Muevo la cabeza en respuesta afirmativa al acordarme de ese suceso. Turner llegó a invitarme a las fiestas del polideportivo para ganar esa audiencia que el bando quería para vender su mercancía, después su amigo le hizo entrar en razón y vino a disculparse conmigo por haber sido tan iluso.

—¿Y qué ha sido de tu madre?

—Hablo con ella una vez al mes mediante cartas que están a nombre de otros —contesta—. Cuando el destinatario las tiene, nos las da. En resumen, usamos a un intermediario para poder mantener el contacto. Es una pena que durante unos años no pueda volver a hablar con ella. Por cierto, ¿cuántos años me caerán?

—No muchos teniendo en cuenta que te obligaron a hacerlo bajo amenazas que tenían como objetivo acabar con tu vida. Pero dependerá del juez.

—Está bien. —Suspira.

Regreso la vista hacia la salida, Axel parece estar apoyado contra la pared, lo único que puedo ver es parte de su rostro. Él se encuentra mirando al suelo con fijeza mientras escucha todo lo que sucede aquí dentro. Fred, al ver que no paro de mirar en esta dirección, hace lo mismo. Cuando ve a su amigo, sonríe y vuelve a mirarme. Llegados a este punto en el que creo que ya ha terminado de contar su historia, me dispongo a preguntarle sobre lo que me ha dicho su tía hace apenas un minuto.

—Coraline me ha dicho que no está sola. ¿Sabes algo de eso? ¿Tiene a gente que le apoya? —cuestiono con seriedad.

Él arruga el entrecejo.

—El único apoyo que ha tenido ha sido el nuestro, y porque ella misma nos amenazaba con matar a mi prima. Nadie la quería ayudar por voluntad propia. —Niega con la cabeza—. Y ahora que todo ha acabado, dudo que tenga a alguien. Yo creo que está sola.

—¿Estás seguro?

—Quiero pensar que sí, pero tened cuidado.

—De acuerdo. —Asiento—. Suerte, Fred.

Me levanto del asiento y él sonríe una vez más. Salgo de la sala y cierro la puerta a mi espalda. Axel se aparta de la pared y pone sus iris oscuros sobre los míos.

—Nunca le he llegado a conocer —comenta en un hilo de voz apenas audible.

Tomo una de sus manos con suavidad y la acaricio con la intención de darle ánimos. Sé lo mucho que tiene que doler el haber estado con una persona desde la infancia y que resulte ser alguien diferente al que creías conocer. No estoy segura de sí Fred haya cambiado mucho desde entonces, pero creo que Axel ahora mismo le ve como a un desconocido.

—Kelsey, Axel. Idos a casa a descansar. —La voz de Marshall vuelve a hacer acto de presencia a mi espalda.

Me doy la vuelta y veo cómo se acerca otra vez a nuestra posición. Voy a rechistar, pero él me ve las intenciones.

—Es una orden, niña —agrega y no me queda más remedio que darme por vencida—. Axel, te llevaré esta noche a Phillip, te echa mucho de menos y ahora que ya todo ha terminado, creo que puedes estar con él sin problema.

—Gracias, señor Meadows —agradece este con sinceridad.

Mi feje le hace un gesto amable con la cabeza para quitarle importancia al asunto y, después, regresa a su trabajo. Williams y yo optamos por bajar las escaleras, agarrados de la mano, para regresar a nuestro hogar y poder, al fin, tomarnos un merecido descanso de la vida. Ser felices.

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