👑🌹 Capítulo 55
Escucho mucho jaleo a mi alrededor. Gritos, personas corriendo de un lado a otro. Muchas personas. Tiros a diestro y siniestro, gemidos de dolor y el choque de algo desplomándose contra el suelo, uno tras otro. Ya no hay nadie que me sujete, sigo tirada contra el duro hormigón lleno de todo tipo de desperdicios. Decido no moverme hasta que todo pase, ya que el lugar sigue a oscuras y no tengo ni la menor idea de lo que está pasando. A los pocos segundos, algo cae sobre mí; lo identifico como un cuerpo. No se mueve. Está muerto.
Palpo mi abdomen, y extremidades inferiores y superiores en busca de algún orificio de bala, pero no encuentro ninguno. No hay herida, no hay sangre, no hay dolor. No me ha disparado.
Tras unos minutos de ruidos incesantes a mi alrededor, la luz vuelve a encenderse. Tengo que cerrar los ojos por la molestia que esta me ha causado. Cuando vuelvo a abrirlos, diviso la bala incrustada en el suelo, a pocos centímetros de mí. Ha desviado el cañón antes de abrir fuego.
Después de quitarme de encima a uno de los hombres que me tenía agarrada antes, apoyo las palmas en el hormigón para poder levantarme, sin embrago, hay alguien que me lo impide. Un segundo cuerpo se abalanza sobre mí y recorre el mío con sus manos en busca de algo, de forma desesperada. En cuanto pongo la vista en esa persona, un Axel con sangre y lágrimas mezclándose en su rostro, aparece ante mí.
—¿Estás bien? ¿Estás herida? —me pregunta con terror.
—Tranquilo, estoy bien. —Me incorporo hasta quedarme sentada—. No me ha disparado.
Él deja de comprobarlo por sí mismo y me mira a los ojos, llorando sin parar. Llevo mis dedos a su rostro y le aparto las lágrimas y la sangre que gotea de sus labios y ceja izquierda. A continuación, me rodea con sus brazos y me abraza contra él. Sin separarme de su cuerpo, me permito mirar hacia donde se encontraba Fred. Este continúa ahí, con la pistola entre sus dedos, apuntando al suelo y sonriéndonos con dulzura.
Deshago el abrazo de Axel y me aparto un poco de él para prestarle atención al moreno. Mi novio pega su mirada en el que antes era su amigo, pero nadie dice nada, nos quedamos a la espera de que sea él quien dé el primer paso, que nos dé una explicación o algo. Porque yo estoy bastante confundida.
—¿Estáis bien? —nos pregunta Turner.
Yo asiento con la cabeza, a diferencia de mi novio que prefiere que los golpes de su rostro hablen por sí solos.
Fijo la mirada detrás del moreno, viendo como unos tres chicos y un par de chicas de los Árticos, los herederos que quieren salir de esta mierda, apresan a los jefes Bastian y Elias con fuerza. Consiguen inmovilizarlos y ponerlos de rodillas. Al echar un vistazo al resto del lugar, me percato de que sus aliados, los que nos escoltaban, están todos muertos. Se encuentran tirados en el suelo, ensangrentados. Luego de apartarme un poco de los cadáveres, miro a Turner.
—¿Qué es todo esto, Fred? —cuestiono con confusión.
—Mira detrás de ti. —Sonríe.
Le hago caso y giro mi cabeza hacia esa dirección. Marshall, Dean, Ann, Bea y Dexter aparecen en mi campo de visión junto con un grupo numeroso de personas, todas ellas armadas y hablando entre sí, celebrando su victoria. Todos son herederos, son los mismo que nos ayudaron a quemar el polideportivo, aunque también veo caras nuevas. Pero ¿qué hace aquí Dexter? ¿Y Dean?
Cuando estoy a punto de dirigir la vista de nuevo a Fred para que me dé una explicación, la chica morena que vi antes escondiéndose de mí, aparece en el lugar llamando mi entera atención. Su larga melena se mueve al son de sus pasos, que se dirigen firmes hacia mi compañero de trabajo. Sus ojos azules son inconfundibles, se posan en los míos al momento y una radiante sonrisa se apodera de su seria expresión facial.
—Chelsea... —susurro.
Ella camina con lentitud hacia nosotros, llevándose la mirada de todos los presentes, las cuales terminan en su mismo objetivo: yo.
Hago el esfuerzo de ponerme en pie, pero al estar tan cansada y débil, me cuesta bastante. Axel, al ver mis intenciones, se levanta y me ayuda como puede. Me agarra de los brazos y tira de mí hacia arriba, tambaleándose un poco por la falta de fuerzas en su ser. Una vez que me aseguro de que soy capaz de mantener el equilibrio, corro entre tropezones hasta que el cuerpo de mi amiga choca contra el mío. Ella me abraza mientras que yo escondo el rostro en el hueco de su cuello, soltando todas y cada una de las lágrimas que he venido reteniendo desde hace un tiempo. Sus manos suben y bajan por mi espalda, acariciándola para calmarme.
—Estás viva... —sollozo contra su piel.
—Já, ¿qué te creías? —Se ríe—. No te vas a deshacer de mí tan fácilmente.
Me alejo de ella para poder mirarla a la cara.
—Pero ¿cómo has sobrevivido? —indago.
—Te diría que abrí un pasadizo secreto o que me escabullí por los conductos de ventilación cual espía —responde con misterio en su voz—, pero la verdad es que salté por la ventana. Dexter me estaba esperando abajo.
Niego con la cabeza mientras una sonrisa lucha por hacerse presente en mis labios.
—Estás loca —aseguro.
—Loca por ti, cariño. —Me guiña un ojo, juguetona.
Dexter interrumpe nuestro reencuentro y se pone a nuestro lado. Su brazo pasa por la espalda de mi amiga y le atrae hacia él, para después dejar un corto beso en su frente. Cuando su mirada se posa en mí, arquea una ceja.
—Por si te lo sigues preguntando... —comienza a hablar—, yo soy el chico del pasamontañas.
Nunca lo habría visto venir.
Mis ojos se abren un poco más de lo normal y le observan con sorpresa. Ha sido él quien ha estado ayudándome todo este tiempo; desde la vez que me dejaron tirada en el callejón para que me desangrara hasta en la que me impidió ir a comisaría. Llevo todo este tiempo viendo a Dexter como el cómplice de Rosa, como alguien que quería el mal para todos nosotros. Le he visto como un manipulador hacia Chelsea y resulta que ha sido todo lo contrario. Una ayuda muy bien escondida para no levantar sospechas a ningún bando.
—Gracias —le agradezco y él sonríe.
Unos dedos temblorosos se enredan con los míos. Al mirar al dueño, mis ojos se cruzan con los de Axel, quien me sonríe entre tiritones. Ambos seguimos en el mismo estado que hace unos minutos. Débiles, hambrientos, sedientos y completamente congelados.
Dexter, al ver cómo nos encontramos, le da un leve meneo a su novia para que haga algo. Él se dispone a quitarse el abrigo que lleva puesto, lo que hace que Chelsea realice su misma acción al comprender lo que quiere hacer. Una vez que los dos se han quitados sus prendas de abrigo, nos las tienden para que nos las pongamos y entremos en calor. Yo me pongo la de Chel y Axel la de mi compañero. Lo hacemos sin rechistar, ya que se agradece tener algo calentito puesto. Suelto un suspiro de satisfacción al notar el contraste de temperaturas en mi piel.
—¿Cómo es que estáis todos aquí? —pregunta mi novio, confundido.
—Todo formaba parte de un plan —responde Dexter.
—¿Qué plan? —indago, arrugando la nariz.
—Es muy fácil, señorita Davenport. —La voz del señor Collins se mete en nuestra conversación.
Todos los presentes ponemos nuestros ojos en él, quien camina hacia Fred con aire despreocupado. Pongo toda mi atención en él.
—Contacté con mi sobrino para que se infiltrara en los Árticos y se ganara su confianza y respeto —continúa hablando mientras le da un leve golpe en el hombro al moreno.
Mis ojos se abren un poco más de lo normal. ¿Fred es familia de Dean Blake Collins? ¿De qué me he perdido?
—¿Sobrino? —repite Axel, con sorpresa en su voz.
—Así es. —Asiente Dean—. Fred siempre ha sido un Cobra. Pero no me corresponde a mí contar su historia, sino el plan que siempre hemos tenido en mente y que, por fin, hemos podido llevar a cabo.
El jefe de los Cobras le echa un rápido vistazo a su sobrino y le sonríe con una ternura que nunca había visto en él. Desde el primer momento que le vi, pensé que era un cabronazo. Desde el minuto uno estuvo amenazándome, aunque luego me dejó claro que lo hacía porque a él también le estaban extorsionando. Dean, al ver mi cara de confusión, continúa con su explicación.
—Ustedes no son los únicos que quieren acabar con los Árticos. —Niega con la cabeza—. Secuestraron a mi esposa para sacarle información sobre nuestra mafia y luego la mataron. —Señala con su brazo a Bastian y a Elias—. La venganza no sirve para nada, si ahora les mato yo, no me devolverán a mi mujer. Pero sí sé que me saciará.
El tío de Fred hace una pausa para coger aire y echarles una mirada asesina a aquellos responsables de que su mujer ahora yo no esté junto a él. Bastian y Elias forcejean para deshacerse de los agarres de los herederos que los aprisionan con todas sus fuerzas. Estos se quejan al no ser capaces de liberarse.
—Dexter, su amiga y yo éramos los únicos que sabíamos las verdaderas intenciones de Fred —sigue con el relato—. No le permitimos que les dijeran nada porque el plan podría verse comprometido en cualquier momento. Era mejor ser discretos y actuar como si nada estuviera pasando.
Entonces es cuando comprendo que Fred nunca nos traicionó, solo fingió traicionarnos para poder ayudarnos desde dentro. Sabía de las consecuencias que sus actos conllevarían y las admitió, pero todo por una buena causa. Es posible que una gran parte del plan haya salido mal, como la muerte de Andriu, pero al final ha terminado cómo debía.
—Ahora, si me disculpan, voy a cobrarme mi venganza —sentencia.
Dean le coge la pistola a Turner, con una suavidad y delicadeza que lograr sorprenderme. Tras suspirar y empuñar el arma como es debido, se acerca al primer jefe Ártico, Elias. Se posiciona enfrente de él y este le mira con rabia en sus ojos. La mandíbula del hombre está totalmente tensada, tanto, que podría llegar a romperse los dientes.
El señor Collins levanta la pistola y le apunta a la cabeza.
—Esto por torturar y matar a mi esposa —habla y, acto seguido, aprieta el gatillo.
El cuerpo de Elias cae al suelo con la bala incrustada en la frente. No puedo evitar mirar hacia otro lado al recordar la imagen de Candie en la misma situación. Cuando esto termine, iré a hablar con Bea para decirle que testificaré para que a ella no la metan en problemas. No es justo que ella tenga que cargar con las consecuencias de lo que he provocado.
El jefe de los Cobras da un par de pasos hacia la derecha y se posiciona enfrente de Bastian. La expresión de este se mantiene neutra, como si no le importase vivir o morir. Dean levanta el arma y le apunta en la cabeza también.
—Y esto por obligar a mi sobrino a acabar con la vida del tuyo, de Jayden. No se le hace daño a la familia. —Dispara y el cuerpo del último jefe Ártico cae inerte contra el hormigón.
¿Qué? ¿Jayden ha muerto? ¿Fred ha sido el responsable de eso? ¿Por qué Axel me mintió cuando le pregunté por él? Siento como algo me presiona el pecho hacia adentro y como Axel vuelve a tomar mi mano para apretarla con fuerza. Noto mis ojos arder, estoy al borde del llanto.
Dean se da la vuelta y nos mira.
—Ahora son libres, incluidos ustedes, Cobras. Esto termina aquí —avisa con amabilidad y da un paso hacia a mí—. No sé si se acuerda, señorita Davenport, pero le dije que me diera tiempo y que esperara a mi señal para poder revelar la identidad de la asesina. Ha llegado el momento, ella está aquí. —Se gira hacia su sobrino—. Fred, por favor...
El moreno obedece y, tras hacerle un gesto con la mano a dos de los herederos que agarraban a los jefes de los Árticos, los tres se escabullen tras el escenario que tenemos a unos metros enfrente de nosotros. Williams me mira, tembloroso, no sé si por el frío o por el temor que le da volver a tener tan cerca a la asesina de su madre. Acaricio el dorso de su mano con mi dedo pulgar para calmarle y darle todo mi apoyo.
Después de un minuto, Fred y los otros dos chicos vuelven a aparecer junto con Rosa. Ella está esposada con las manos a su espalda, tiene una cinta adhesiva puesta en la boca para que no pudiera emitir ningún sonido lo bastante alto como para alertar a los que estaban antes por los alrededores. Tiene el maquillaje corrido de haber llorado, el pelo alborotado y, para mi sorpresa, no tiene las lentillas puestas. Ahora mismo, sus ojos son naturalmente azules.
Una vez que los cuatro están a unos pasos de nosotros, colocan a la asesina de tal modo que todos podemos verla. Los dos chicos la sostienen de sus brazos y Fred se aleja de ella para aproximarse a su tío. Axel se tensa al verla.
—Su verdadero nombre es Coraline Collins, conserva el apellido de mi hermano por haber estado casada con él. Ahora es viuda. —Dean sigue hablando—. ¿La razón por la que necesitaba tiempo? Lleva desde el asesinato de Margott amenazándome con matar a mi hija. Necesitaba encontrarla antes de que usted, Kelsey, decidiera hacer justicia.
El señor Collins camina hacia Rosa, ahora llamada Coraline, y le quita la cinta adhesiva de los labios de un tirón. Esto hace que ella gruña por el leve dolor que eso ha debido de causarle y, luego, le muestra una amplia sonrisa de oreja a oreja que me parece de lo más sádica. Se está burlando de él, actúa como si no le importara que le hayamos pillado.
—Hace unos días que encontré a mi hija. Pero estaba muerta —pronuncia con rabia—. La mató el mismo día que la secuestró y me hizo creer que seguía con vida para tener con qué amenazarme.
Mi mente viaja hasta el recuerdo en el que Dean me dijo que la razón de su existencia estaba en juego y que cuando recuperase a su vida yo podría hacer público todo. Esa razón de su existencia, esa vida suya..., se trataba de su hija.
El señor Collins se da media vuelta y, ahora, mira a Axel.
—Señor Williams, yo no ordené la intrusión en su hogar aquella noche. No ordené que mataran a su madre —le dice en tono de disculpa—. Mi hermano, Alfred Blake Collins, me desobedeció. Ambos éramos los jefes de los Cobras. Yo perdoné a su padre, perdoné a Charlie por los robos cometidos a nuestro bando, pero él no estaba de acuerdo y decidió actuar por su cuenta. Coraline me confesó lo sucedido y me pidió ayuda para que tapara el asesinato que ella había cometido. Me negué y comenzaron las amenazas.
—¡Ese hijo de puta mató a mi marido! —grita Coraline fuera de sí—. ¡A tu hermano! Y no hiciste nada. ¡Nada!
—Él se lo buscó, yo no tengo por qué arreglar siempre sus problemas —responde Dean en un tono de voz neutro, sin siquiera dirigirle la mirada—. Ya era mayorcito. Y un estúpido.
—¿Quién era tu hermano? —pregunto al recordar el nombre de todas las víctimas de aquella noche.
—¿Le suena el nombre de Kevin Deft?
Abro los ojos de par en par en el momento en el que todas y cada una de las piezas del puzzle empiezan a encajar en mi cabeza.
—Sin identidad... —digo al acordarme de que esa era la única información que había sobre él en el informe.
—Sin identidad —repite él, reafirmando mis palabras—. Le cambiamos el nombre y borramos todo rastro de él para que mi reputación no se viese manchada por sus imprudencias. Alfred era muy temerario, mientras que yo siempre buscaba una solución en la que no se derramase sangre. Éramos muy diferentes. Yo nunca quise heredar este negocio familiar, pero no me quedó otra.
Cuando revisé el informe junto a Marshall para poner en orden toda la información y así poder empezar a buscar sospechosos de la verdadera culpable de los asesinatos, llegamos a la conclusión de que borraron su identidad porque tenía que ser alguien muy importante. Y así ha sido. Era uno de los jefes de una de las mafias más grandes de Nueva Orleans.
Alfred y Rosa estaban casados. Y como Charlie mató a su esposo, ella decidió hacer lo mismo con la mujer de él. Por eso asesinó a Margott. Una venganza muy amarga.
—Cuando me enteré de que habían dado con vosotros y que os traían hacia aquí, llamé a mi tío para hacerle saber que era el momento de entrar en acción —interviene Fred—. No podíamos esperar más, nos pusimos en contacto con Marshall y tus amigos de inmediato. El tiempo que habéis estado sedados es el tiempo que hemos invertido en preparar nuestro último golpe.
Nadie responde a las palabras del moreno, yo porque no sé qué decir al respecto y el resto no tengo ni la menor idea. Sin embargo, él parece entender que está en una posición en la que no muchos quieren tener cuentas con él.
—Ahora, Axel. —Dean vuelve a hablar—. Coraline ha matado a mi hija, pero también a tu madre. Dejaré que decidas su destino.
Dicho esto, se aproxima hacia nosotros y le tiende el arma a Williams. Este, tras soltar mi mano, la toma entre sus dedos y se la queda mirando por unos instantes sin saber muy bien qué hacer. El señor Collins mira en la dirección en la que se encuentra Marshall.
—Señor Meadows, espóseme —pide Dean mostrando sus muñecas—. Soy culpable de... —Mira a todos los cadáveres que hay por el suelo— seis asesinatos. También soy cómplice del de Margott al haber ayudado a ocultar la verdad y de tráfico de drogas. Supongo que me caerán más de diez años. O de veinte. No sé cómo va eso.
Mi jefe se acerca a nosotros y saca unas esposas de sus pantalones después de haber enfundado su pistola. Lo esposa sin rechistar.
—Espósame a mí también —dice Fred—. He matado a mi amigo.
Marshall asiente con la cabeza y se dirige hacia a él para hacer lo propio. Hecho esto, el moreno le agradece. Me da lástima verle así, aunque no tiene perdón lo que le hizo a Jayden. Sé por lo que ha dicho su tío, que le obligaron a hacerlo, pero... bueno. No sé qué pensar.
Desvío la mirada hacia a Axel, quien todavía no aparta la vista del arma. Estoy a punto de abrir la boca para decirle algo, pero un movimiento brusco de su parte, me lo impide. Él levanta la pistola y apunta a Coraline con ella. Su entrecejo se frunce y camina hacia ella con furia. Puedo ver como el cañón de la pistola da contra la frente de la rubia.
—Eh, Axel —le llamo para intentar que se relaje—. Sé cómo te sientes, pero por favor... no dispares.
—Axel, piensa un poco. —La voz de Ann hace acto de presencia por primera vez—. Echarás a perder todo lo que consiguió Kelsey por ti. Y no estamos como para tirar todo por la borda justo ahora.
—Si aprietas el gatillo, será tu perdición —pronuncia la asesina—. Tú verás lo que haces.
El arma tiembla en la mano de Axel, al igual que el resto de su cuerpo. Tras unos segundos en los que pienso que apretará el gatillo sin dudarlo, baja el arma. Un suspiro de alivio sale de mis adentros.
Coraline se libera del agarre de los chicos y se acerca peligrosamente y de forma muy brusca a mi novio. Ella le susurra algo que no soy capaz de escuchar durante unos segundos largos y, antes de que él pueda dar una respuesta, los herederos vuelven a apresarla para alejarla de él.
—Llevadla al coche patrulla —les ordena Marshall.
Los muchachos asienten y luchan por llevársela del lugar.
—¡¿A quién eliges?! —grita la rubia mientras sigue siendo arrastrada.
Axel se da la vuelta y la sigue con la mirada. Su expresión facial me dice que está algo descolocado.
—¡A ellos! —responde él.
Coraline sonríe de medio lado y se deja llevar hacia el exterior del edificio. Yo frunzo el ceño ante lo que acabo de escuchar.
—Kels, vamos. Os llevaremos al hospital para que os revisen —me llama Chelsea, cogiéndome del brazo.
Asiento y espero a que Axel decida reaccionar. Cuando lo hace y se aproxima hacia aquí de nuevo, todos nos dirigimos hacia la salida. Veo como la pelirroja mira de reojo a su ex siendo llevado junto con Dean por Marshall y Dexter. Ann debe de estar destrozada.
Una vez que ya estamos fuera, el frío vuelve a golpear mi cuerpo. Alguien me chista a mi derecha, lo que me hace girar la mirada hacia esa dirección; es Bea. Ella se encuentra en al lado de la entrada del edificio del que acabamos de salir.
Dejo que Axel y lo demás sigan su rumbo y yo me permito unos instantes para hablar a solas con mi amiga. Cuando me acerco a ella, Bea no tarda en sonreírme dulcemente. Respiro hondo y me dispongo a decirle lo que tenía pensado.
—Bea, quiero volver a disculparme por lo que pasó con Candie en el bar. Te dejé a ti todo el marrón —me lamento.
—No te preocupes, pequeño glóbulo rojo. —Sonríe más ampliamente.
—¿Te he metido en problemas? Confesaré que fui yo.
—No, no dirás nada. —Niega con la cabeza—. Estoy bien, tranquila. Me deshice del cuerpo, está todo arreglado.
Alzo las cejas, espantada.
—¿Qué has dicho? —cuestiono con ganas de darle un buen golpe—. ¿En qué momento se te ocurre? ¿Cómo lo has hecho?
—Digamos que suelo encargarme de sacar la basura de la gente.
La expresión de mi rostro cae en picado. ¿La basura de la gente? ¿A caso me está diciendo que se dedica a hacer este tipo de cosas?
—¿Bea...?
—Te recomiendo que no me hagas más preguntas.
—Pero...
—Kelsey, conseguirás meterte en un problema más grande del que acabas de salir —advierte con seriedad—. Me gustaría que mantuvieras esto en secreto o no podré asegurar tu seguridad.
Trago saliva, sin saber qué más decir.
—No es una amenaza —me hace saber—. Vive y deja morir, Kelsey.
Asiento con la cabeza, no muy segura.
—Esto es una despedida, no me volverás a ver —asegura—. Cuídate y disfruta de la vida, te lo has ganado. Hasta siempre, pequeño glóbulo rojo.
Ella me planta un beso en la mejilla y se da la vuelta para marcharse por un camino distinto al de los demás. No mira atrás y yo, en cambio, me quedo embobada mirando su espalda hasta que desaparece en la oscuridad.
Bea tiene la apariencia de una chica tierna, pero también tiene mucha oscuridad en su interior. Se ha convertido en un misterio que nadie, nunca jamás, podrá descifrar.
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