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👑🌹 Capítulo 54

El frío se cuela por los agujeros de mi jersey, despertándome y haciéndome castañear los dientes sin parar. La cabeza me duele tanto que siento que me va a explotar. Siento la garganta y los labios secos, mi estómago ruge y mis huesos están tan agarrotados que apenas soy capaz de moverlos. Abro los ojos con dificultad, viendo todavía un poco borroso. Noto como mi cuerpo se tambalea, como si estuviera en una especie de columpio que se mueve con lentitud.

Termino de separar del todo mis párpados y lo primero que veo es un techo pequeño, como de una cabina, pero con partes descubiertas que me muestran el cielo nocturno a rebosar de nubes. La luz de la luna y las luces que debe de haber por los alrededores es lo único que me ayuda a ver con claridad el panorama en el que me encuentro.

Muevo los dedos para estirarlos, desentumecerlos y, a continuación, apoyo las palmas en la superficie en la que me encuentro tumbada y hago el esfuerzo de incorporarme. Una vez que estoy sentada, echo un rápido vistazo a lo que hay a mi alrededor. Mi corazón se para por unos instantes al darme cuenta del lugar en el que estoy. Me hallo dentro de una de las cabinas de la noria de un parque de atracciones en muy malas condiciones. De inmediato pienso en "Six Flags". ¿Estoy en Nueva Orleans?

La respiración se me acelera y mi cuerpo empieza a temblar, no sé si del frío que tengo encima o del miedo que me ha entrado en el cuerpo ahora. Agarro los asientos que tengo a ambos lados con fuerza y me impulso hacia arriba para ponerme en pie. La cabina se tambalea muy peligrosamente hacia los lados, lo que hace que surja un chirrido que me resulta espantoso. Trago saliva y respiro hondo.

Con todo el cuidado del mundo, me inclino hacia la derecha para poder observar la distancia a la que me encuentro del suelo. Un jadeo se escapa de mis adentros al comprobar que estoy en la cima de la noria, a muchos metros de altura. Si me caigo podría matarme y, tal y como está la atracción de oxidada y rota, temo precipitarme al suelo.

Miro a mi alrededor y confirmo que estoy en el parque de atracciones abandonado de Nueva Orleans. Nos han traído hasta aquí cuando estábamos sedados. Esto hace que me pregunte como lo han logrado, pero la verdad es que no quiero saberlo. Justo en el momento en el que el nombre de Axel aparece por mi cabeza, me pongo como loca al pensar donde podrá estar. Busco por los alrededores, con la esperanza de ver algo, ya sea abajo o en alguna de las otras cabinas. Me fijo en la que tengo a mi lado derecho, tiene un hueco bastante grande en la pared, lo que me deja ver que hay un cuerpo tirado en el suelo. Es él, sigue inconsciente.

—Mierda... —murmuro.

Tengo que encontrar la forma de llegar hasta a él.

Con todas mis extremidades temblando, avanzo muy lentamente hacia la puertecita que da acceso a la cabina. El suelo cruje bajo mis pies, lo que me pone más nerviosa. Cuando estoy muy cerca de mi objetivo, quito el cerrojo de seguridad y abro la pequeña puerta, provocando un ruidillo que hace que se me erice el vello. Doy el último paso, posicionándome en el borde que me separa de una caída mortal, y me agarro de los barrotes que tengo a mis dos lados.

Pongo la vista en el barrote de hierro que hay enfrente de mí, a unos metros, el cual forma parte de la construcción de la noria. Mi intención es saltar hacia a él y agarrarme lo más fuerte posible para poder desplazarme hacia el vagón en el que se encuentra Axel.

Me preparo mentalmente para lo que estoy a punto de hacer, cojo una gran bocanada de aire y lo voy expulsando de a poco para intentar alejar el temor de mi ser. Tras apartarme el pelo de la cara, doy un par de pasos hacia atrás para coger carrerilla. Después de unos segundos, corro hacia el borde y salto con todas mis fuerzas hacia el hierro. Abrazo con fuerza el barrote, tanto con los brazos como con las piernas, sintiendo el frescor del metal quemar en las palmas de mis manos y mejilla izquierda. El viento golpea mi débil cuerpo, logrando que me deslice un poco hacia abajo. Ahogo un grito en mi garganta al ver que no soy capaz de frenar. Mis fuerzas son escasas, ni siquiera sé cuánto tiempo llevo dormida. Tengo hambre, mucha sed y dolor en todos y cada uno de los músculos existentes.

En cuanto diviso un segundo barrote de hierro puesto en horizontal bajo mis pies, me apresuro a apoyar las plantas en él para no seguir resbalándome. Hecho esto, me incorporo, recobro la postura inicial y vuelvo a abrazarme al hierro vertical. Miro al siguiente barrote, a mi derecha. Solo tengo que cruzar al otro lado por el horizontal; esto me recuerda a la novatada, donde tuve que cruzar una viga sin ningún agarre. La diferencia es que este resbala y es más circular que el travesaño del polideportivo.

Vuelvo a tomar aire para tranquilizarme y, acto seguido, me agacho para poder cruzarlo con ayuda de mis manos. Me siento en el barrote y me voy deslizando con cuidado mientras miro hacia abajo. Estoy a demasiada altura y lo único que se puede escuchar es el aire. Luego de un minuto, llego a mi destino. Me agarro al barrote vertical y me impulso hacia arriba a la vez que pongo los pies donde corresponde. Dirijo la mirada a la cabina en la que se encuentra Axel; la puertecita está cerrada y no voy a ser capaz de abrirla a la distancia a la que me encuentro de él, voy a tener que saltar y agarrarme a la pared del vagón. El problema es que puedo hacer que este se desencaje de su sitio y caigamos por el impacto de mi cuerpo en él, también me resultará más difícil asegurar mi agarre. Haré que se tambalee tanto que puedo llegar a precipitarme al vacío.

Me permito unos instantes para respirar con calma y prepararme. Puedo desencadenar algo peor, pero no puedo quedarme aquí parada. Sin más demora, cojo impulso y salto hacia la cabina. Me aferro a la barandilla, haciendo tambalear el vagón hacia los lados mientras mis piernas cuelgan sin sujeción alguna. Un sonoro gruñido sale de mis adentros por el esfuerzo. Me estoy totalmente quieta hasta que la cabina se estabiliza de nuevo. Con toda la fuerza de mis brazos subo hasta apoyar mi estómago en el antepecho y meter la mitad de mi cuerpo en el interior. Alzo la pierna derecha y la subo hasta meterla en el vagón. Realizo la misma acción con la otra.

Una vez que estoy dentro, me giro y me pongo a horcajadas sobre el cuerpo inconsciente de mi novio. Está pálido y sus labios están coloreados de un tono morado, seguro que por el frío. Supongo que yo estaré igual.

—Axel, despierta... —suplico poniendo las manos en sus mejillas.

Le doy pequeños toques en el rostro.

—Por favor, Axel... —Levanto un poco su cabeza y acaricio sus pómulos con mis dedos pulgares—. Vamos, cariño... Despierta...

Sus párpados se aprietan y su ceño se frunce, lo que me indica que se está despertando. Respira hondo y sus ojos comienzan a abrirse; le cuesta, pero al cabo de unos segundos lo consigue. Sus iris oscuros se fijan en los míos de inmediato y él empieza a tiritar por el frío.

—Kelsey... —pronuncia con dificultad—. Creo que esta es la primera vez que me llamas con un apelativo cariñoso.

Me río ante su comentario y él sonríe.

—¿Estás bien? —quiere saber.

Asiento con la cabeza y le ayudo a incorporarse, hasta que su espalda se despega del suelo y queda sentado. Él hace una mueca de dolor al moverse.

—¿Dónde estamos? —inquiere, temblando.

—En "Six Flags" —respondo—. Nos han traído de vuelta a Nueva Orleans.

—Reina... tengo mucho frío...

—Yo también. —Rodeo su cuello con mis brazos y le aprieto contra mi cuerpo con fuerza—. Hay que salir de aquí.

Sus brazos se aferran alrededor de mi espalda sin intención alguna de soltarme. Todo su ser tiembla y sus dientes castañean sin parar, igual o incluso más que los míos.

—¿Estamos en la noria? —indaga.

—Sí. Nos encontramos en la parte más alta.

Se separa un poco de mí y me mira directo a los ojos.

—No creo que pueda bajar de aquí, Kelsey —me hace saber con pesar—. No tengo fuerzas...

Vuelvo a abrazarle con fuerza contra mí. Su cuerpo sigue con sus espasmos, uno tras otro. El sonido de sus dientes chocando entre sí es lo único que se puede llegar a escuchar. Acaricio su espalda e intento darle todo el calor que puedo, aunque yo también tengo bastante frío.

—Me quedaré a tu lado hasta que te recuperes —declaro.

—Si tú tienes las fuerzas suficientes para marcharte, hazlo —susurra—. Te alcanzaré más tarde.

—No pienso abandonarte. —Le abrazo más fuerte.

Su cara se hunde en el hueco de mi cuello.

—Siento mucho todo esto —se disculpa.

—Esto no es culpa tuya. —Niego.

—No quiero perderte, reina...

—Yo a ti tampoco —sollozo.

La cabina hace un movimiento brusco, sobresaltándonos. Nos separamos y miramos con detenimiento a nuestro alrededor. La noria se ha puesto en marcha, nos están bajando. Axel me mira con miedo en los ojos y no tarda en volver a abrazarme, como si este fuera nuestro último rato juntos. Las yemas de sus dedos se clavan en mi piel sin intención alguna de soltarme, y yo hago lo mismo.

En el momento en el que llegamos abajo, el vagón pega un frenazo que hace retumbar la atracción entera. Escucho varios pasos acercarse hacia aquí y luego como abren la puertecita que nos mantenía en la intimidad. Aprieto los párpados y trago saliva.

—Cogedlos —ordena una voz masculina que desconozco.

Cuatro brazos agarran los míos, dos en cada lado, alejándome de Axel y arrastrándome hacia fuera. Son dos hombres los que me apresan. Hay otros dos hombres que agarran a mi novio y lo sacan sin dificultad alguna, está demasiado débil para pelear. Yo protesto y pataleo todo lo que me permiten las fuerzas que me quedan, pero de nada me sirve. Los que me tienen sujeta me arrodillan enfrente de dos hombres más.

—Me presento, me llamo Bastian —habla el que dio la orden hace unos instantes; familia del dilatas—. Y este es mi compañero Elias. —Le señala.

—Por fin te conocemos —dice su compañero—. Es todo un placer, señorita Davenport.

—Es una pena que esto vaya a convertirse en una pronta despedida —agrega el tío de Jayden—. Lleváis algo más de un día inconscientes, nos hemos aguantado bastante las ganas de acabar con vosotros. Podríamos haberlo hecho, pero nos va eso de ver el sufrimiento, el miedo y la rabia en los ojos de nuestras víctimas.

Aprieto los dientes y hago el intento de levantarme y abalanzarme sobre él, pero los que me tienen apresada por los brazos, me mantienen arrodillada en el suelo en todo momento. Ejercen demasiada fuerza y resistencia sobre mí, no soy capaz de ir en contra de ellos, yo también me siento bastante débil.

Nadie vuelve a abrir la boca, Elias hace un simple y corto gesto de cabeza para decirle a sus compañeros que nos lleven a algún otro sitio. Estos obedecen y nos obligan a mí y a Axel a ponernos en pie. A él le cuesta algo más que a mí, pero a ambos nos tiembla tanto el cuerpo que es muy complicado dar un paso sin que nuestras rodillas fallen y caigamos de nuevo.

Los hombres de los Árticos nos arrastran por las calles frías, desiertas, oscuras y llenas de escombros del parque de atracciones, sin darnos ningún respiro. El frescor se hace notar más a cada segundo que pasa y no puedo dejar a un lado el castañeo de dientes que provoca mi tiritera. Al cabo de unos minutos, llegamos a un edifico bastante amplio, de tan solo una planta; parece ser algún tipo de atracción o restaurante, no lo sé con exactitud.

Antes de acceder al lugar, me permito mirar hacia atrás para ver cómo se encuentra Williams, él no me quita los ojos de encima y sus pies se tuercen en varias ocasiones siempre que intenta avanzar. En el instante en el que voy a volver la vista al frente, diviso a alguien a lo lejos observándonos. Es una mujer morena que, en cuanto se percata de que la estoy mirando, corre a esconderse. Arrugo el entrecejo.

—¡Camina! —me grita una de mis escoltas mientras me da un golpe con la palma en la cabeza para que mire hacia adelante.

Nos meten en el interior del edifico, está completamente a oscuras y no veo nada. Esto se pone peor cuando cierran la puerta; la visión ahora ya es completamente nula. Lo único que escucho son nuestros pasos pisando la tierra y los escombros que hay por el suelo y mi respiración agitada; también logro percibir los quejidos de Axel, lo que me hace querer pelear para ir a ayudarle, sin embargo, ya apenas puedo mantener mis fuerzas intactas. Estoy demasiado agotada.

En apenas unos segundos, el lugar se ilumina por una serie de focos que hay colgados sobre los hierros visibles en el techo. Aprovecho para analizar el sitio en el que nos encontramos. Hay todo tipo de objetos constructivos tirados por doquier, un escenario pequeño al fondo con un decorado en ruinas y unas barandillas que recorren dos pasillos que descansan en la izquierda y la derecha, a unos cuantos metros de altura, creando una planta más. Esto debía ser algún sitio donde se llevaba a cabo varios espectáculos.

—¡Turner! —nombra en voz alta Bastian—. ¿Dónde mierda estás?

—Aquí —responde su voz, haciendo que mi corazón se rompa.

Fred aparece de detrás del escenario, caminando hacia donde nos encontramos nosotros con tranquilidad, aunque puedo ver que tiene la respiración agitada; su pecho sube y baja rápidamente, y sé que intenta disimularlo porque hace breves parones, deteniendo el vaivén de su caja torácica.

—¡¿Por qué no has venido con nosotros cuando te lo he ordenado, eh?! —escupe el tío de Jayden mientras mira como el moreno llega hasta su misma posición.

—Tus guardias han escuchado algo en el exterior y he ido a comprobar si estaba todo bien —contesta con neutralidad—. Solo eran unos críos queriendo entrar para hacer el imbécil.

Bastian le inspecciona con la mirada, como si no terminase de creerle. No obstante, asiente con la cabeza para dejarle pasar el error de no haberle obedecido. Acto seguido, me señala con un leve movimiento de sus manos, lo que hace que los ojos de Fred den con los míos. Luego se desvían hacia alguien que está a mi espalda, supongo que a Axel.

El tío de Jayden se saca una pistola de la cinturilla de los pantalones, provocando que los hombres que siguen agarrándome, me obliguen a arrodillarme en el suelo una vez más. Me da una patada en cada pierna para que las doble y caiga al suelo. Los que tienen sujeto a mi novio, lo desplazan hacia mi lado derecho y lo alejan de mí unos cuantos metros para que no pueda llegar a alcanzarme si consigue liberarse.

—Es la hora —susurra Bastian con una sonrisa de oreja a oreja.

Carga el arma y da unos pasos hacia mí, apuntándome a la cabeza.

—¡No! —chilla Axel—. ¡Joder, soltadla!

Dirijo la mirada hacia a él, quien pelea con la poca fuerza que le queda para intentar deshacerse de los agarres de esos hombres. Logra liberarse de uno de ellos, pero no del otro; enseguida vuelven a apresarle. El tío de Jayden baja la pistola y camina hacia mi novio. Una vez que está cerca, le propina un golpe en la cabeza con la culata del arma, tirándole al suelo por el fuerte impacto.

—¡Axel! —grito su nombre, moviéndome de forma brusca—. ¡Déjale en paz! ¡Es a mí a quien quieres!

No me hace caso. Los chicos levantan a Axel del suelo y le hacen mirar a su jefe. Le ha roto la ceja, le sangra mucho y apenas puede mantener los ojos abiertos. Bastian, sin perder el tiempo, le un puñetazo tras otro hasta que mi novio escupe la sangre acumulada en su boca.

—¡Para! —sollozo.

—A ver si tienes pelotas a hablar otra vez —amenaza el jefe.

Elias camina hacia Fred y se posiciona a su lado para poder ver el espectáculo que está dando su compañero. Bastian se da la vuelta y vuelve a mí. Levanta la pistola y me apunta a la frente una vez más.

—No... lo... ha...gas —pronuncia Axel con dificultad.

El jefe se ríe y está dispuesto a volver a golpearle, pero Elias le chista para que no lo haga. En cambio, los chicos que le sujetan, inmovilizan su cabeza en mi dirección mientras que ejercen fuerza en su mandíbula para que no vuelva a abrir la boca.

—Mira muy atentamente —le dice Bastian—. Solo podré volarle los sesos a tu novia una vez.

Nuevamente, el cañón de la pistola se fija en mi dirección. Su dedo vacila en el gatillo y yo cierro los ojos a la espera de que el momento llegue.

—Quiero hacerlo yo —interviene Turner.

El tío de Jayden se gira a mirar al moreno y, tras unos segundos en los que se mantiene pensando, asiente en respuesta afirmativa. Fred se acerca al jefe y le toma el arma.

—Será tu mejor amigo quien se la cargue —le dice el jefe a Williams con la intención de provocarle—. Esto será divertido.

Bastian se aleja del moreno y se coloca al lado del segundo jefe, Elias. Ambos observan el espectáculo cruzados de brazos. Fred me apunta con el arma y me mira directamente a los ojos, los cuales no me muestran ningún tipo de emoción. Es como si no sintiera nada, no soy capaz de descifrar lo que pasa por su cabeza.

Decido mantener los ojos abiertos, no le daré la ventaja de cerrarlos para que le cueste menos. Quiero que se le quede mi mirada grabada en su memoria para siempre.

Él mete su mano libre en el interior de uno de los bolsillos de sus vaqueros y luego la vuelve a sacar, aunque creo que ahora hay algo pequeño entre sus dedos que no alcanzo a ver. Unos segundos después, veo como sus yemas presionan ese pequeño objeto y como las luces del lugar se apagan de repente. El sonido del disparo inunda mis oídos y una fuerza colisionando contra mi cuerpo, me hace caer al suelo sobre mi lado izquierdo.

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