👑🌹 Capítulo 53
Kelsey.
Al día siguiente.
Observo como mi madre guarda toda mi ropa de nuevo en la maleta, junto con algunas prendas antiguas que aún estaban en el armario bien colocadas en las perchas y cajones. Yo estoy con la espalda recostada en una de las paredes de mi dormitorio, con los brazos cruzados sobre mi pecho y con la esperanza de que Cristty se dé cuenta de que no me quiero mover de aquí por mucho que insistan. He estado negándome a recoger mis cosas para marcharme toda la mañana y toda la tarde. No sé qué hora será ahora, la luz que entra por la ventana de mi cuarto es escasa, ya está anocheciendo.
Mi padre también está aquí, cuando ha terminado de coger sus cosas del hotel, ha venido aquí tan rápido como le han permitido sus piernas. En este instante se encuentra en el salón hablando con el resto de mi familia sobre todo lo que esté relacionado conmigo y mi viaje de huida a España. Sigo sin noticias de Axel y tengo miedo por Bea. He intentado contactar con ella, incluso mi abuelo me ha hecho el favor de acercarse al bar para hablar con ella, pero estaba cerrado y no había nadie dentro. Solo espero que esté bien, la metí en un buen lío por apretar el gatillo contra Candie.
—¿Tienes pensado ayudarme, hija? —me pregunta mi madre con una notable molestia.
—No quiero irme a España —repito por décima vez en el día de hoy, aunque tal vez hayan sido más.
—Maldita sea, Kelsey. No sé de quién coño has sacado esa cabezonería tuya.
—De ti, ¿no lo estás viendo? —contesto con seriedad.
Cristty abandona la tarea y se da la vuelta para enfrentarme. Pone las manos sobre sus caderas y me mira con enfado.
—¿Vas a culparme por querer protegerte? —inquiere arrugando el entrecejo.
No digo nada, solamente niego con la cabeza. No la culpo por querer protegerme, la culpo por querer obligarme a marcharme a un país que está al otro lado del charco, lejos de ella, de mis abuelos y de mi tío. Por querer hacerme abandonar a Axel, a Jayden y a Ann a su suerte. Es mi madre y entiendo que solo le importe yo, pero ella debería de entender la situación en la que estoy, no puedo dejar atrás a mis amigos para que mueran.
—Bien, ¿me ayudarás entonces?
Muevo la cabeza en respuesta negativa. Cristty termina por enfadarse y prosigue haciendo mi maleta mientras maldice por lo bajo. Una vez que ha terminado, cierra la cremallera con brusquedad y sale de mi habitación con pasos firmes sin ni siquiera dirigirme la mirada. Ya está, mi madre me odia.
Suelto un suspiro y dejo caer los brazos a ambos lados de mi torso mientras me separo de la pared. Echo un vistazo a mi alrededor y la nostalgia me envuelve por completo. No puedo creer que vaya a tener que dejar mi verdadero hogar para irme con un hombre al que ahora considero un completo desconocido. Aún me sigue doliendo que mi padre haya sabido de mi existencia al enterarse de que he "muerto". Y, sobre todo, que intente arreglar las cosas justo ahora, cuando ya es demasiado tarde.
El timbre de casa retumba por todo el lugar, indicándome que hay alguien al otro lado de la puerta pidiendo entrar. Esto me saca de mis pensamientos, pero no me impide retomarlos. Me acerco a la cama y me siento en el borde del colchón, apoyando los codos sobre mis rodillas y tomando entre las manos mi cabeza. Respiro hondo y hago un esfuerzo por disfrutar los últimos minutos que me quedan aquí. El avión a España sale a las nueve, Hank no tardará en hacerme salir para llevarnos a mi padre y a mí al aeropuerto. Tengo muy pocas ganas de que eso suceda, ya ni siquiera voy a poder convencerles de que me dejen quedarme para que mañana me pueda ir de vuelta a Nueva Orleans. Joder...
—Kelsey, escóndete. —La voz de mi abuela hace acto de presencia.
Alzo la cabeza y la miro con confusión. Ella está en la entrada de mi cuarto, asustada y nerviosa. Antes de que pueda preguntar lo que sucede, Grace me termina de explicar.
—Hay dos hombres encapuchados fuera que quieren entrar. Por lo que más quieras, escóndete.
Con el corazón en la garganta y latiéndome a mil por hora, me levanto de la cama y busco con la mirada un escondite lo más rápido posible. Después de ver las pocas opciones que tengo, me tumbo en el suelo y me meto debajo de la cama. Grace tapa el hueco con la colcha sobrante para que sea más difícil encontrarme.
Escucho los pasos de mi abuela alejarse. Trago saliva y respiro hondo. Afino el oído e intento escuchar todo lo que pasa en el salón. Oigo como la puerta de la entrada se abre acompañado de un leve murmullo. Parece que mi familia está hablando con esos hombres. Conversan tan bajo que no soy capaz de distinguir los tonos de voz de los presentes, tampoco entiendo lo que dicen.
Siento mis manos sudar y la garganta seca. Noto como el órgano palpitante en mi pecho late con fuerza en mi cabeza. Tengo miedo de que les hagan algo a mis seres queridos solo por encontrarme. Después del encontronazo con Candie, no me extrañaría que vinieran a buscarme a casa de mis abuelos. ¡Oh, por favor! Que no les hagan daño...
En el momento en el que comienzo a escuchar unos pasos pausados acercándose hacia aquí, la respiración se me corta. Deben de estar registrando la estancia para asegurarse de que no estoy aquí, tengo que evitar hacer ruido para que no me descubran y se desquiten con mi familia por mentir sobre mi paradero. Las pisadas se van aproximando hacia el lugar en el que me encuentro, hasta que puedo ver los pies de uno de los hombres entrar en mi dormitorio y pasar por delante del lateral derecho de mi cama. Me llevo la mano a la boca y retengo el sonido del aire entrando y saliendo de mis pulmones.
El hombre rodea la cama hasta que se posiciona detrás de mí. Me permito moverme un poco y mirar hacia mis pies, comprobando que no sobresalen del pequeño rectángulo. Veo sus zapatillas deportivas muy cerca de donde se encuentran mis piernas, él está completamente quieto, sin hacer nada. Al volver la vista al frente, diviso las zapatillas de estar por casa de mi madre y mi abuela en el umbral de la puerta, ellas se mantienen vigilando a los intrusos. Cuchichean entre ellas.
Aprieto los ojos y espero a que el hombre se marche, pero para mi desgracia, eso no ocurre. Separo los párpados en el instante en el que siento como unos dedos se aferran con fuerza a mi tobillo, para luego tirar de mí hacia fuera. Este consigue robarme un grito mientras continúa sacándome de debajo de la cama. Me han encontrado, estoy perdida.
Cuando estoy completamente fuera, me doy la vuelta hasta que mi espalda toca el suelo y, con mis manos, intento deshacerme del agarre de la persona que me tiene apresada. No lo logro. Miro su rostro, tiene la nariz y la boca cubiertos por un pañuelo negro; la capucha que lleva puesta no me deja verle los ojos. Todo ocurre tan rápido que no me da tiempo a analizar con mayor precisión a mi captor. Este suelta mis extremidades inferiores y me agarra de las muñecas para, acto seguido, levantarme del suelo de un tirón. Peleo para liberarme de sus garras.
—¡Eh, Kelsey! —grita él—. ¡Soy yo!
Ceso mi lucha y me atrevo a mirarle a la cara. El chico se aparta la capucha y se quita el pañuelo, dejándome ver el rostro a que tanto echaba de menos.
—Soy yo —repite, ahora en un susurro.
—Axel...
Sin pensármelo dos veces, rodeo su cuello con mis brazos y le abrazo con tanta fuerza, que hago que se tambalee hacia atrás. Enseguida, él me corresponde y entierra su cara en mi cuello. Las lágrimas salen de mis ojos en cascada, humedeciendo y enrojeciendo mis pómulos. En cuanto nos separamos, presiono mis labios contra los suyos repetidas veces.
—Eh, que corra el aire. —La voz de mi padre nos interrumpe.
Dirijo la mirada hacia la entrada; mi padre nos observa de brazos cruzados y con una notable seriedad en su rostro, mientras que Cristty y Grace lo hacen con una tierna sonrisa plantada en sus labios. Al ver las expresiones de ellas dos, no puedo evitar preguntarme una cosa.
—¿Por qué no me habéis dicho que era él? —inquiero, arrugando el entrecejo.
—No lo sabíamos —responde mi abuela.
—Pero cuando ha entrado sí, ¿no?
—¡Sorpresa! —exclama mi madre.
Son tal para cual, no gano para sustos.
Regreso la vista a mi novio, quien no me quita los ojos de encima. Sus manos acunan mi rostro y se limitan a apartarme la agüilla salada que han derramado mis lagrimales.
—¿Qué haces aquí? —indago.
—Los jefes nos dijeron que te habían encontrado, necesitaba asegurarme personalmente de que estabas a salvo —contesta.
—¿Y Ann y Jayden? ¿Están bien?
Axel traga saliva y se queda en un silencio que no hace otra cosa que preocuparme. Abro los ojos un poco más de lo normal al temerme lo peor, pero esa sensación de angustia desaparece en el momento en el que él asiente con la cabeza para hacerme saber que todo está bien. Un suspiro de alivio sale de mis adentros, menos mal que no les ha pasado nada, si algo les ocurriera ya no sabría qué hacer al respecto. Han sido demasiada las muertes que hemos tenido, no quiero tener que perder a nadie más.
—Cariño, hay una persona en el salón que quiere verte —me dice mi madre y enseguida pienso en el segundo hombre.
Sin perder tiempo, salgo de mi habitación y me encamino hacia la zona común de la casa, siguiendo los pasos de mis padres y mi abuela, y con Axel andando detrás de mí. Nada más llegar al lugar, el gruñón al que tanto odié en un principio y ahora le tengo un tremendo cariño, aparece delante de mí con una sonrisa de oreja a oreja y los brazos extendidos y abiertos para recibirme entre ellos.
—Marshall —pronuncio su nombre a la vez que me aproximo a él con rapidez.
Le abrazo con fuerza y él hace lo mismo. Sus manos acarician mi espalda con energía. Recuerdo su estado al verle en la televisión el día que dieron la noticia de mi muerte, estaba destrozado, por lo que sé que su felicidad ahora mismo al comprobar que sigo viva es inmensa. En cuento me separo, el señor Meadows me agarra suavemente la cara al mismo tiempo que me sigue sonriendo; actúa como si yo fuera su propia hija.
—Eres difícil de matar, jodía —comenta mi jefe entre risas, robándome una carcajada.
—¿Cómo está Phillip? —cuestiono.
—De maravilla —asegura—. Se ha quedado con mi hermana y con Bonnie.
Sonrío al imaginarme el alegre rostro de Lipy.
—Axel, me gustaría hablar contigo un momento —pide mi abuelo, interrumpiendo la charla con Marshall.
Me doy la vuelta y miro a mi novio, quien no tarda en asentir con la cabeza para después obedecer la petición de Isaac. Ellos dos se encaminan hacia la cocina para mantener su conversación en privado. Arrugo el entrecejo al ver tanto secretismo de repente. Vuelvo la mirada a mi jefe y dejo a un lado lo que sea que estén tramando mi abuelo y Axel.
—Vais a volver a Nueva Orleans, ¿verdad? —indago.
—Sí, mañana por la mañana nos vamos.
—Bien, voy con vosotros.
—No, no vendrás —sentencia Marshall—. Por allí la cosa pinta mal, hemos venido para asegurarnos de que estás bien y para decirte que debes irte de aquí. Saben que estás viva y te están buscando.
—Hoy teníamos pensado irnos a España —interviene mi padre.
—Es una buena idea, allí correrá menos peligro —admite mi jefe—. Cuanto más lejos, mejor.
Ruedo los ojos y lleno mis pulmones de aire. Está claro que no me voy a librar de esta.
Isaac y Axel no tardan en aparecer de nuevo en el salón. Mi abuelo se acerca a mi tío, quien se ha mantenido callado todo este tiempo para limitarse a observar. Mi novio se aproxima a mí y me coge con suavidad de la mano. Este, con un leve movimiento de su cabeza, me señala el pasillo. Interpreto su gesto como que quiere estar un rato a solas conmigo. No protesto, solo me dejo guiar por él hasta mi habitación. Una vez que hemos llegado, cierra la puerta a su espalda.
—Quiero irme contigo —le digo.
Axel se pone el dedo índice sobre los labios para que guarde silencio.
—Te vendrás con nosotros mañana.
—¿En serio?
—Sí. —Asiente.
Respiro tranquila.
—¿Qué te ha dicho mi abuelo? —pregunto con curiosidad.
Él se relame los labios y anda a paso lento hacia mi cama. Luego, se sienta en el borde y me mira aguantándose una risilla en el interior de su garganta.
—Que como te haga daño me corta las pelotas. —Se ríe.
Niego con la cabeza mientras una estruendosa carcajada sale de mis adentros. Camino hacia mi escritorio y curioseo los cuadernos que hay sobre el mismo. Al encontrarme con un pequeño álbum de fotos, procedo a abrirlo y echarle una ojeada. Las fotografías son pertenecientes a una cámara instantánea, de esas que te salen en formato físico al momento, lo que me hace recordar que yo tenía una esas.
Me dirijo hacia el armario y me pongo a buscar esa cámara con la esperanza de que esté guardada en alguna caja de cartón. Han pasado muchos años desde que me la regalaron, pero espero que aún funcione y que tenga carrete de sobra, me gustaría hacerme una foto con Axel. Mientras que estoy entretenida con mi tarea, decido contarle lo sucedido con Bea ayer en la noche.
—Bea me besó ayer —suelto de golpe—. Dijo que le gustaba una chica y yo le aconsejé que se lo confesara. No pensé que fuera yo.
—¿En serio? —indaga con sorpresa.
—Sí, me sorprendió mucho. —Me encojo de hombros.
Un par de segundos después, doy con mi preciada cámara instantánea dentro de una caja y debajo de un montoncito de ropa. Me doy media vuelta y me dispongo a probarla en Axel. Él arquea una ceja y sonríe de medio lado. Tras acercar la mirilla a uno de mis ojos, aprieto el botón. El flash sale de la nada y la fotografía comienza surgir por la parte de abajo. La tomo con dos de mis dedos y la agito en el aire para que se revele la imagen.
—También me encontré con mi ex. Me reconoció —le comento—. Beatrice se deshizo de él.
—¿Por qué rompisteis? —Se muestra curioso.
—Porque no me quise acostar con él.
—Vaya un gilipollas —escupe con desprecio.
Asiento dándole la razón.
—Oye. ¿Lo de Bea debería de preocuparme?
—Para nada, ella y yo solo somos amigas —aseguro—. Te quiero a ti. Lo sabes, ¿no?
—Lo sé. —Sonríe.
Me acerco a la cama y me siento a su lado con la intención de hacerme una foto con él, ya que todavía no tengo ninguna. Mi novio me ve las intenciones y se niega rotundamente a hacérsela, pero acabo por convencerle. Junta un poco su cabeza a la mía y, después de sonreír hacia el objetivo, presiono el botón. Una nueva fotografía negruzca sale de su interior. Esperamos unos instantes hasta que nuestra imagen se revela. Me río al ver cómo Axel ni siquiera sale mirando hacia donde corresponde, me mira a mí, más específicamente a mis labios.
Antes de que pueda lanzar alguna queja por no estar prestando atención a la cámara, él me toma de los hombros y se las apaña para tumbarme en la cama y posicionarse encima de mí. Su boca se estrella contra la mía con ganas y comienza a besarme entrelazando su lengua con la mía. Tras soltar la cámara de entre mis dedos, tomo su rostro para atraerlo más a mí.
Sin embargo, un movimiento en falso por su parte, hace que se resbale y ambos caigamos al suelo en el acto. Axel ahoga un grito de dolor en su garganta, mientras que yo solo me limito a reír. He caído sobre su cuerpo, la peor parte se la ha llevado él. Las desventajas de tener una cama pequeña, tamaño suficiente para una sola persona.
Mi novio pone sus manos en mi cintura y yo posiciono las mías a ambos lados de su cabeza para poder levantarme un poco y verle mejor la cara. Su expresión facial me muestra una tranquilidad y una felicidad muy contagiosa. Sus profundos iris oscuros me atrapan como todas las demás veces; este chico es enigmático.
—Me quedaría así eternamente —confiesa en un susurro.
—¿Tirado en el suelo? —Arqueo una ceja.
—Tirado donde sea, pero contigo.
No puedo impedir que una sonrisa se haga presente en mis labios y que las ganas de volver a besarle se hagan notar en mi ser. Axel se pone serio y yo frunzo el ceño al no entenderlo.
—Por eso, si mañana ya no estoy o tú no estás, me gustaría pasar una noche junto a ti como si fuera la última —susurra contra mi boca—. Para besarte y hacerte el amor como si fuera nuestra primera vez. Quiero enredarme contigo entre las sábanas hasta que salga el sol.
Voy a volver a besarle, pero el sonido de la puerta abriéndose nos interrumpe. Ambos nos quedamos en silencio a la espera de escuchar alguna voz. Debido a que nos hemos caído por el lado izquierdo de la cama, no podemos ver quién es la persona que ha accedido a mi dormitorio, la entrada está a la derecha.
—¿Hola? —pregunta mi padre.
Ah, mierda. Va a malpensar.
Me levanto de encima de Axel de inmediato, provocando que mi progenitor me mire con el entrecejo fruncido. A continuación, se levanta mi novio, rojo como un tomate e intentando disimular para que no se haga ideas erróneas.
—¿Qué hacíais ahí? —cuestiona el ex de mi madre—. Axel, ¿qué parte de "que corra el aire" no has entendido?
—Eh... ¿Querías que abriera la ventana? —bromea.
Mi padre acentúa aún más el ceño, haciendo que Williams se arrepienta de sus palabras muy rápido. Yo me aguanto la risa.
—Sal un momento, tengo que hablar contigo —le pide.
Mi novio asiente sin rechistar y sale de mi habitación junto con mi padre. Una vez que están fuera, cierran la puerta. Corro de puntillas hacia la entrada con la curiosidad de saber de qué hablarán y acerco mi oído a la madera de la puerta para poder escuchar con claridad. Esto me recuerda a mis inicios, en el que espiaba las conversaciones de Marshall que estaban relacionadas conmigo y las de Axel para realizar mi trabajo de vigilancia. Esto es mera curiosidad.
—Isaac nos ha comentado vuestra charla, gracias por apoyar nuestra decisión de llevarnos a Kelsey a España —agradece mi padre en un tono de voz bajo.
Frunzo el ceño.
—Creo que es lo mejor —habla Axel.
—Lo es —confirma—. ¿Le has dicho ya que te irás con ella a Nueva Orleans?
—Sí. Cuando estemos en el aeropuerto, haré que suba al otro avión.
—¿Vendrás con nosotros?
Aprieto los puños y los párpados a la vez que trago saliva.
—No. Aún tengo que acabar con aquellos que nos quieren hacer daño, no pararán hasta conseguirlo. —Axel suspira—. Cuando todo termine, si salgo vivo, me reuniré con ella.
—Está bien. Ahora vuelve ahí dentro con ella y dile que nos has convencido para no llevárnosla hoy.
Siento mis ojos escocer tras haber descubierto que me ha estado engañando los pocos minutos que lleva aquí y que iba a seguir con eso hasta que yo estuviera en el avión que me llevaría a España. Voy a apartarme de la entrada y hacer como si no hubiese pasado nada, pero Axel abre la puerta y me pilla con las manos en la masa. Él me reprende con la mirada y vuelve a cerrar la puerta.
—¿Nunca te han dicho que escuchar a hurtadillas es de mala educación? —me regaña.
—No puedo creer que tú también pienses como ellos. —Niego con la cabeza, aguantándome las ganas de llorar.
—Es lo mejor para mantenerte a salvo —intenta hacerme entrar en razón.
—¡Pero no quiero! Quiero ayudar, luchar con vosotros. —Ya no soy capaz de retener las lágrimas, resbalan por mis pómulos sin parar—. Yo también formo parte de este lío.
—Kelsey, he visto morir a mucha gente a la que quiero. —Pone sus manos sobre mis mejillas y aparta la agüilla salada de ellas—. No me hagas verte morir a ti también.
—Sé defenderme.
—Sé qué sabes. —Sus ojos se mantienen fijos en los míos, tanto, que no puedo evitar estremecerme—. Sabes defenderte y pelear mejor que yo, de eso no tengo duda.
—Entonces déjame ir contigo —insisto.
—No, reina. —Niega con la cabeza—. Mira, tú y Phillip sois lo único que me queda, necesito saber que ambos estáis bien. Acabaré loco si algo os pasa.
Aparto sus manos de mi cara y me sorbo los mocos. Tras secarme las últimas lágrimas que quedan por mi piel, digo lo siguiente:
—He matado a Candie. Ella intentó matarme en el bar, pero lo hice yo —explico con la intención de que me vea capaz de ayudar.
Él se relame los labios y muerde el inferior con fuerza.
—¿Y cómo te sentiste después de apretar el gatillo? —inquiere con la certeza de saber mi respuesta, y así es, no me sentí bien después de haber acabado con su vida—. Vete con tu padre, por favor. Prometo reunirme contigo.
—No.
—Joder, Kelsey. —Suspira con exasperación.
Williams se lleva las manos a la cabeza y tira de su cabello hacia atrás con exasperación. Sé que le estoy sacando de quicio, pero es que no voy a dejar que me tengan de brazos cruzados. Estoy a punto de protestar otra vez, pero un fuerte golpe proveniente de la entrada de la casa, nos hace pegar un bote en el sitio. Dirigimos la mirada hacia la puerta de mi habitación, a la espera de que alguien entre y nos diga lo que sucede. Otro golpe se hace presente en el lugar, este más fuerte que el anterior.
Segundos después de que se origine un tercer golpe que suena ha roto, mi abuelo entra en el dormitorio con la respiración agitada y muy nervioso. Se acerca a nosotros con rapidez y sigilo.
—Salid por la ventana, están intentando entrar en casa a la fuerza —nos ordena Isaac—. La han resquebrajado, no tardarán en echarla abajo. Supongo que son esos que tanto os buscan, idos antes de que sea demasiado tarde.
Estoy a nada de quejarme y de decir que prefiero quedarme con ellos para evitar que los maten, pero si me quedo, pasará justamente eso. Es mejor que me marche para que no los relacionen conmigo, que crean que ellos no me han estado ayudando a esconderme.
Axel corre hacia la ventana y la abre, dejando entrar el aire frío que logra congelarme hasta los huesos. El jersey de lana que llevo no es suficiente para mantenerme calentita. Antes de ponerme en marcha, recojo las dos fotografías que he sacado antes y me las guardo en uno de los bolsillos delanteros de mis vaqueros. Al darme la vuelta, veo a mi novio sentado sobre el alfeizar, dispuesto a saltar. Por suerte vivimos en un primer piso y no es mucha la caída.
Cuando él salta hacia la calle, me acerco y repito su misma acción. En cuanto estoy sentada sobre el alfeizar, me despido de mi abuelo con la mirada, él me hace un gesto para que salte ya. Pongo la vista en el suelo, viendo a Williams con los brazos extendidos hacia a mí, preparado para cogerme en cuanto me deslice. Respiro hondo y me dejo caer. Las manos de mi novio se aferran a mis axilas, impidiendo que mis pies choquen muy bruscamente contra el asfalto.
—Escondámonos por aquí, cuando se marchen volveremos, ¿vale? —me dice él, a lo que yo asiento.
Sus dedos se entrelazan con los míos y ambos comenzamos a correr hacia la calle de al lado, pero apenas avanzamos unos pasos y el grito de dolor de Axel me hace frenar. Este suelta mi mano y yo le observo con detenimiento en busca de algo que me indique lo que ha sucedido. Él se lleva una mano a la parte trasera de su muslo y se quita una especie de dardo. Enseguida entiendo de lo que se trata.
Abro los ojos de par en par y, en el momento en el que Axel cruza su mirada con la mía, cae sedado al suelo. Corro hacia su cuerpo inconsciente de inmediato, me arrodillo y le tomo de los hombros para intentar hacerle volver en sí mientras pronuncio su nombre una y otra vez. Sin embargo, no responde.
Me niego a abandonarle aquí.
Un pinchazo en el lateral izquierdo de mi cuello, me hace llevar los dedos hacia esa zona. Toco algo fino y duro, otro dardo. Me lo quito del tirón y lo miro por unos segundos en los que ya se me empieza a nublar la vista. Escucho unos pasos lejanos que se acercan hacia nosotros y retumban haciendo eco en mi cabeza. Alzo la mirada y una figura borrosa aparece ante mí. La persona me coge con fuerza del mentón y me obliga a mirarla.
No me dice nada, solamente hace colisionar su puño contra mi cabeza, oscureciéndome la vista por completo.
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