👑🌹 Capítulo 51
Seco con ímpetu uno de los vasos que acabo de lavar para que esté listo para otro cliente mientras noto como los nervios siguen invadiéndome el cuerpo hora tras hora. No puedo evitar estar asustada y preocupada. Ha pasado una semana desde la llamada de Axel en la que me informaba de que se pondrían en marcha con el plan. Él no ha vuelto a dejar un mensaje en el buzón de voz, ni siquiera Bea sabe cómo es la situación por allí, aunque me ha asegurado que todos están bien, sanos y salvos. Aun con esas tranquilizadoras respuestas que me ha estado dando durante todos estos días, no soy capaz de apartar todo tipo de pensamientos negativos de mi cabeza. Yo debería de estar allí con ellos, en Nueva Orleans, ayudándoles en todo lo necesario. Pero ni siquiera he podido hacer el intento de marcharme. Mi madre me conoce tan bien que sabe de lo que soy capaz de hacer, por lo que no me deja coger ningún dispositivo que tenga acceso a internet ni hurgar en las tarjetas de crédito. Ha estado evitando a toda costa que compre un billete de vuelta.
Suelto un suspiro y echo un vistazo al ambiente que nos rodea; son las nueve de la noche y el local está hasta arriba. Por suerte, Masie ya se ha recuperado del todo, estuvo un par de días sin venir a trabajar porque seguía encontrándose un poco mal, y está aquí ayudándonos junto con Joss, quien se mantiene preparando cócteles a mi lado mientras sonríe ampliamente a la clientela que le observa. Ella, en cambio, atiende las mesas con Bea.
Regreso la mirada a mis manos para continuar con mi labor. Hoy he repartido la primera consumición que se encuentra bastante alejada del café; ha sido un cubata de ron, la misma bebida alcohólica con la que me emborraché hace tiempo. Qué recuerdos, ahí ya estaba empezando a meterme en un pozo sin fondo y no lo sabía.
Dejo el vaso sobre la encimera y cojo el siguiente para comenzar a secarlo también. En el proceso, vuelvo a percatarme de algo que lleva inquietándome desde que he entrado esta mañana al bar. Me siento observada, pero, cuando me detengo unos instantes a buscar esa mirada que siento sobre mí en todo momento, no veo absolutamente a nadie. Ninguno de los ojos que hay en el lugar me miran como yo lo noto. Creo que estoy pensando tanto en Axel, el resto y la idea de que todo saldrá mal, que ya me imagino cosas que no son. Respiro hondo y opto por ignorar esa sensación para que no me distraiga de mi tarea otra vez. Estoy segura de que no es nada, estoy muy paranoica últimamente. Si realmente fuese algo, ya habría ocurrido.
—Chiquis. —La voz de Beatrice me saca de mis pensamientos, haciendo que levante la cabeza y la mire—. Aquí tenéis nuevos pedidos.
Joss pone su atención en la rubia que deja sobre la barra una pequeña hoja arrancada de libreta. Tras darle la consumición que estaba preparando al cliente que está esperando sentado tras la barra junto con otros más que ya están servidos, se aproxima para ver más de cerca lo que hay escrito en el papel. Masie aparece al lado de nuestra jefa con otros pedidos escritos.
—Iré preparando los de la mesa cuatro y siete —comenta mi compañero—. Celia, encárgate de los de la ocho y la tres.
Asiento con la cabeza y abandono mi labor para poder leer lo que me toca hacer ahora. Solo tengo que sacar de la nevera cuatro refrescos y una cerveza, también debo llevarles algo de comida como acompañamiento.
—Nosotras nos ocuparemos de la cinco, nueve y dos —habla la pelirroja señalando a Bea con un leve movimiento de cabeza.
Una vez que estamos todos de acuerdo, nos ponemos manos a la obra. Bea y Masie entran con nosotros tras la barra para encargarse de sus pedidos, pero esto solo dificulta la movilidad, ya que, si ya era escasa, ahora lo es aún más. Apenas hay espacio para los cuatro y tenemos que esquivarnos los unos a los otros para no tropezarnos o chocarnos. En el instante en el que una chica pide la cuenta de lo que ha consumido, Masie se da la vuelta y, como un rayo, se dispone a atender a la clienta con gran eficacia. Llego a ser yo, y ya he tirado a alguno de mis compañeros al suelo y armado el caos.
Cuando esta termina, se queda totalmente seria mirando a un punto fijo. Sigo la trayectoria de su mirada a la vez que saco las bebidas de la nevera, hasta que doy con la entrada del local, lugar en el cual se encuentra una chica joven con el cabello castaño claro y acompañada de un chico que la rodea con su brazo por la zona de los hombros.
—Bea. Lydia está aquí —avisa la pelirroja.
La rubia deja lo que está haciendo por un momento y se gira para ver lo que le ha indicado su empleada y amiga. Cuando sus ojos dan con el objetivo, la expresión de su rostro cae en picado. Joss se da cuenta del parón que hemos tenido todos, por lo que no tarda en posar la vista en Beatrice y comprobar por sí mismo lo que sucede. En cuanto él ve de lo que se trata, sus labios se aprietan hasta formar una línea fina.
—Puedo atenderla yo si... —se ofrece el rubio.
—No, ya me encargo yo —le interrumpe Beatrice.
Ella coge las bandejas que ha preparado antes y sale de detrás de la barra para después ir a entregárselo a sus respectivas mesas. Hace todo este proceso sin quitarle los ojos de encima a la pareja que busca con la mirada un sitio libre en el que sentarse y tomar algo. Una vez que ha terminado de repartir todo, se pone la bandeja bajo el brazo y camina hacia ambas personas. La joven castaña sonríe con incomodidad.
—Es su ex. —Joss hace acto de presencia a mi lado—. La chica, Lydia.
Miro a mi compañero.
—¿Terminaron bien o...?
—Mal, muy mal —responde con cierta tristeza en su rostro—. Fatal.
Regreso la vista hacia Bea y la pareja. Parece que su ex le está presentando al chico que está abrazado a ella, tiene la pinta de que es su novio. Beatrice debe de estar pasando por un momento duro ahora mismo, no creo que sea muy fácil ver cómo una persona a la que querías tanto te presenta al nuevo amor de su vida. Luego de un rato, se despiden y Lydia sale del local junto con el chico que le acompaña.
En el momento en el que nuestra jefa se gira y nos pone dentro de su campo visual, Joss, Masie y yo apartamos la mirada de ella y regresamos a lo que estaba haciendo. Pongo las consumiciones en una bandeja y, ahora, procedo a preparar los pequeños platos con algo de picoteo para las personas que lo han pedido. No pasa ni un minuto desde que me aseguro de que tengo todo listo, hasta que Bea se posiciona a mi lado para encargarse de otro de los pedidos. Ha aparecido tan de repente, que me he sobresaltado un poco.
—¿Cómo te ha ido? —le pregunto con interés—. Joss me ha contado que fuisteis novias y creo que ha podido ser bastante difícil para ti verla con otro chico.
—Sí, lo ha sido. Pero no hay nada que hacer, solo pasar página —admite con seriedad—. Lydia me ha dicho que se iban porque esto estaba muy lleno, pero creo que ha sido por mí. Su novio fue el que insistió en entrar en mi local, pero ella sabe de sobra que trabajo aquí y no le estaba haciendo mucha gracia. Se le notaba.
—Bah, ella se lo pierde —intento animarla—. Acaba de marcharse del mejor bar de Arkansas. No encontrará otro igual.
Y digo la verdad, no lo encontrarán.
—No lo dudo. —Me mira y se ríe—. Aunque bueno, tiene derecho a odiarme. Nuestra ruptura fue culpa mía. No estuve enamorada de ella nunca porque lo estaba de otra persona. De hecho, lo sigo estando. Me costó darme cuenta de que no quería a Lydia de la forma en la que ella lo hacía conmigo, y me sentí muy mal. Se lo confesé cuando fui a cortar la relación que teníamos y la cosa no terminó bien.
Fijo los ojos en las bebidas que tengo sobre la bandeja y las coloco rápidamente de una mejor forma para evitar que se me caigan y así repartir el peso.
—Al menos fuiste sincera con ella. Lo malo sería si te lo hubieses callado —comento, a lo que ella asiente dándome la razón—. ¿Y esa otra persona sabe de tus sentimientos?
—No. —Niega con la cabeza—. Nunca se lo he llegado a decir. Además de que tiene novio y no me gustaría perder su amistad por algo así.
—Yo creo que deberías decírselo, aunque no lleguéis a nada —le aconsejo cogiendo entre mis manos la bandeja—. Te sentirás desahogada, con un peso menos, y creo que es necesario para que puedas avanzar. Si sigues guardándote lo que sientes, te costará más sortear esa piedra que te impide continuar.
Cuando nuestras miradas vuelven a conectar, Bea me muestra una cálida sonrisa que interpreto como una de agradecimiento. Se relame los labios y suspira.
—Lo haré. Se lo diré —confirma con firmeza.
—Ya me dirás que tal te fue.
—Serás la primera en saberlo. —Me guiña un ojo y vuelve con su trabajo.
Salgo de detrás de la barra y me encamino hacia las dos mesas con sus respectivos pedidos. Cuando llego a la primera, pongo las bebidas y los platos de comida sobre ella mientras sonrío a los clientes, quienes me confirman que está todo correctamente y que no me he confundido. Al darme la vuelta para dirigirme a la última mesa que me queda, mis ojos dan con alguien que consigue ponerme la piel de gallina.
Su mirada amenazante y su sádica sonrisa me hacen viajar al recuerdo en el que apretó el gatillo contra Bagheera la vez que me dieron la paliza, y contra Andriu la noche en la que desapareció junto con Fred. La misma que también intentó matarme. Candie. Está de pie, entre el barullo de gente, a unos metros de mi posición actual.
Enseguida comprendo esa sensación de observación que he estado sintiendo todo este tiempo. Esa incomodidad de saber que hay alguien mirando todos y cada uno de tus movimientos con prudencia para que no notes completamente su presencia. A mis manos se les va la fuerza y la bandeja cae al suelo con el resto de bebidas que llevaba en ella, causando un estruendo cuando estas colisionan contra el suelo. Ese ruido, logra sacarme de la especie de shock en el que he entrado por unos instantes.
De forma inmediata, me agacho para recoger el estropicio que he provocado, con la respiración agitada, las extremidades temblándome y la agüilla salada acumulándose poco a poco en mis lagrimales. Me han encontrado, lo que quiere decir que algo ha salido mal. Ese presentimiento que tenía, no se equivocaba.
—Celia, ¿qué ha pasado? —me pregunta Bea al mismo tiempo que se acuclilla a mi lado para ayudarme con los cristales rotos.
—Me han encontrado. Está aquí... —respondo en un hilo de voz apenas audible, sin dejar de echar los cristales sobre la bandeja.
—¿Quién?
—Candie. La que mató a Andriu.
Bea se queda totalmente seria y echa un vistazo a nuestro alrededor. Frunce el ceño y vuelve a mirarme, confundida.
—Aquí no está —me asegura—. Si hubiese entrado en el bar la hubiese notado, Celia. Sé quién es.
Me mantengo en silencio por unos segundos, asimilando sus palabras y aprovechando el momento para comprobarlo yo misma. Candie ya no se encuentra en el lugar en el que le había visto hace apenas un rato. ¿Cómo que no está? Sé lo que he visto.
—Estaba ahí... —susurro sin apartar la mirada de esa dirección.
—Oye, cari. Creo que estás tan nerviosa por lo que está pasando que tu cabeza te está jugando una mala pasada —comenta la rubia—. Ve al baño y échate agua para despejarte. Luego voy yo, cuando termine de recoger esto, ¿vale?
Trago saliva y asiento con la cabeza. Quizás tenga razón y me esté imaginando las cosas por no tener noticias de mis amigos.
Me levanto del suelo y, tras volver a mirar todo lo que me rodea para asegurarme de que la morena no se encuentra aquí realmente, pongo rumbo hacia los cuartos de baño. En el trayecto, limpio la humedad de mis ojos para impedir que las lágrimas salgan rodando sin permiso y respiro con calma. Una vez que he llegado al servicio de mujeres, me acerco a uno de los lavabos y abro el grifo para refrescarme.
Junto las manos bajo el grifo y luego me mojo la cara. Apoyo las palmas sobre la encimera y me tomo mi tiempo para tranquilizarme. No ha sido nada, solo mi imaginación.
—Cuanto siento lo de Andriu —dice una voz burlesca a mi espalda, cortándome la respiración.
Levanto la cabeza y miro el espejo que tengo enfrente. Una figura posicionada detrás de mí, dentro de uno de los cubículos abiertos, con un arma de fuego apuntándome a la cabeza, aparece en mi campo de visión. Sus ojos azules me observan con diversión.
Me relamo los labios y me doy media vuelta con lentitud, hasta que quedo cara a cara con ella. Candie sonríe de medio lado y da un paso hacia a mí.
—¿Estás segura de que quieres apretar el gatillo? Lo escucharán —intento ganar tiempo.
La morena da otro paso al frente, hasta que logra poner la boca de la pistola contra mi frente.
—Mi objetivo es matarte. Lo que pase después de eso no me importa. —Se ríe.
Su dedo vacila en el gatillo y, en cuanto veo que está dispuesta a apretarlo, entro en acción. Dirijo una de mis manos hacia la muñeca de la mano con la que está sosteniendo la pistola y se la tuerzo al mismo tiempo que con la otra le agarro el codo con fuerza y tiro de él hacia el lado contrario. Aparte de robarle unos cuantos quejidos de dolor, consigo hacer que ella doble su cuerpo y caiga al suelo desarmada.
Empuño la pistola en mis manos y le apunto con la misma mientras ella me mira desde abajo con una sonrisa que no me gusta ni un pelo. Antes de que pueda siquiera darme cuenta, Candie levanta una de sus piernas y me pega una patada en las manos, haciéndome tirar el arma muy lejos de nuestro alcance.
Voy a correr hacia ella para recuperarla, pero sus dedos se enredan en mis tobillos y mi tira al suelo. La morena se posiciona encima de mí para impedir que me levante y, luego, se saca una navaja de sus pantalones vaqueros cortos. Justo en el momento en el que levanta el objeto puntiagudo y afilado para clavármelo en el pecho, interpongo mis brazos entre los suyos para que no pueda hacer bajar más la navaja. Siento como el frío acero roza la piel de mi garganta.
Agarro sus manos con fuerza e intento alejarla de mí; solo consigo apartarla unos cuantos centímetros. Llevo una de mis palmas a su cara y se la giro hacia la izquierda mientras le araño con las uñas. Después la alejo de su rostro, agarro el bolígrafo que utilizo para anotar los pedidos del dobladillo de mi falda y lo destapo. Sin dudarlo, se lo clavo en la piel desnuda de su muslo. Ella suelta un alarido y sus fuerzas decaen, lo que aprovecho para empujarla hacia la izquierda y liberarme del peso de su cuerpo sobre el mío.
Jadeo por el esfuerzo y gateo hacia el arma de fuego. Estiro el brazo y mis dedos rozan la culata de la pistola, pero no llego a engancharla a tiempo. Candie se pone sobre mi espalda, aplastando mi abdomen contra el suelo. Su mano me agarra del pelo y me levanta la cabeza tirando de él hacia atrás; grito por el dolor que este me causa. La respiración se me vuelve a cortar en cuanto noto la navaja sobre mi cuello, lista para rajarme la garganta.
—¿Unas últimas palabras, querida? —susurra contra mi oído.
Trago saliva, provocando que mi piel choque contra el filo de la navaja. Dirijo una de mis manos hacia el objeto punzante y agarro la parte filada para que no llegue a rebanarme el cuello, aunque esto hace que mi palma sufra las consecuencias y comience a sangrar por el corte que me estoy infringiendo en ella.
—Sí... —contesto de forma costosa—. Esto va por ella... Por Andriu.
Con la ayuda del impulso en el suelo de mi mano libre, llevo mi cabeza hacia atrás, haciéndola colisionar contra su cara. Su agarre se afloja y puedo apartar el arma blanca de mi cuello y alcanzar la pistola que tengo delante de una vez por todas. Ruedo sobre mí misma hasta darme la vuelta y, en cuanto la morena regresa a ponerse sobre mí con la intención de apuñalarme nuevamente, aprieto el gatillo contra ella. La bala le da en la frente, mi rostro se cubre de su sangre y su cuerpo cae inerte sobre el mío.
Respiro hondo a la vez que dejo todas las lágrimas escapar. Me quito de encima a Candie y me pongo en pie con el corazón latiéndome a mil por hora. Me miro al espejo; estoy completamente cubierta de sangre. Me quito la peluca y miro mi mano herida para ver si es muy profunda, pero no.
La puerta del baño se abre de golpe, dejándome ver a una Bea totalmente alterada y preocupada. Cuando ve el cuerpo sin vida de la morena, sus ojos se abren de par en par. Luego me mira a mí. De inmediato pienso en el lío en la que la voy a meter por haber matado a una persona que deseaba verme muerta.
—Había oído un disparo... —me dice con la voz a punto de quebrársele—. Tienes que irte de aquí ahora. Joss te llevará a casa en coche, yo te cubriré. ¡Joss! —le llama para que venga a donde nos encontramos.
—Lo siento, Bea...
—No te disculpes. Te has defendido —me regaña.
—Acabo de matar a una persona, ¿verdad? —sollozo.
Nunca había acabado con la vida de alguien y no sé por qué razón me siento tan mal si solo he evitado que ella me mate.
—Ha sido defensa propia. —Mi amiga se aproxima a mí con firmeza—. Has hecho lo que tenías que hacer.
—¿Me llama...? Pero qué cojones... —La voz de mi compañero hace acto de presencia.
Se le ve asustado.
—No hagas preguntas, lleva a Kelsey a su casa.
—¿Kelsey? ¿Esa no es la chica que...? Jo-der
La rubia me quita el arma de entre los dedos y mira a su empleado.
—Vete antes de que vengan más —ordena.
—Pero ¿qué harás tú? —indago, preocupada—. No voy a dejarte sola. No pue...
Bea aferra sus manos a mis mejillas con ganas y me planta un beso en los labios que dura unos tres segundos. Mis ojos se abren más de lo normal, entendiendo que la persona a la que se refería ella hace unos minutos, de esa de la que estaba enamorada hace tiempo, era y soy yo.
—Ahora ya lo sabes —dice en un tono de voz bajo—. Márchate.
Muevo la cabeza en respuesta afirmativa, aunque no estoy conforme con dejarla sola. Joss me coge de la mano y tira de mí hacia la puerta trasera del bar para para sacarme de aquí sin ser vista.
🐈
Entro en casa de mis abuelos y cierro la puerta con fuerza detrás de mí. Mi familia viene a mi encuentro con rapidez y mi madre no tarda en abalanzarse sobre mí para darme un abrazo. Isaac, Grace y Hank me observan con espanto al ver el color rojizo que mancha mi piel y ropa. Ni siquiera he tenido tiempo de cambiarme.
—Estábamos muy preocupados —dice Cristty entre lágrimas—. Tu novio volvió a dejar un mensaje hace unas horas. Decía que no salieras de casa porque fuera corrías peligro y... Dios, hija. ¿Y toda esa sangre?
—No es mía, he sido yo la que ha apretado el gatillo —le tranquilizo.
Me alejo de ella y camino hacia el baño para darme una ducha. Sin embargo, la voz mi tío me frena.
—Pocas veces estoy de acuerdo con tu padre, por no decir nunca. Pero deberías hacerle caso e irte. Aquí ya no estás a salvo y Axel te quiere con vida —expresa con seriedad en sus palabras—. Yo te quiero con vida, tu madre y tus abuelos te quieren con vida. Me da igual lo que protestes, mañana te irás con tu padre. Y si tengo que llevarte a arrastras al aeropuerto con él, lo haré.
Voy a abrir la boca para decir algo al respecto, pero quejarme como si fuera una niña pequeña no me va a servir de nada. Así que me doy media vuelta y continúo con mi camino. Entro en el servicio y cierro la puerta. Me desnudo y me meto en la ducha. Abro el grifo del agua caliente y dejo que la sangre se vaya junto con mis lágrimas por el desagüe hasta dejar solamente un cuerpo ya vacío.
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