Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

👑🌹 Capítulo 40

Golpeo con mis nudillos la puerta del piso de Axel, esperando a que él dé alguna señal de vida y venga a recibirme. Sin embargo, los segundos pasan y no escucho ni un solo ruido proveniente del interior de su vivienda. Me abrazo a mí misma al sentir una pequeña corriente de aire frío; me he dejado el abrigo en mi despacho antes de que todo ocurriera y luego no he tenido la oportunidad de recogerlo.

Vuelvo a golpear la puerta, esta vez algo más fuerte e insistente. Estoy comenzando a asustarme; Axel me dijo que vendría a recogerme después de que yo saliese de trabajar y no estaba fuera. Tampoco ha contestado a mis llamadas las veces que lo he intentado y, ahora, tampoco aparece.

Intento pensar en cualquier otra cosa para tranquilizarme, como que se ha quedado dormido o algo por el estilo. Pero con todo lo que está pasando, me resulta muy difícil no preocuparme ante su repentina desaparición. Es cuestión de minutos que mi cabeza empiece a crear una historia negativa de lo sucedido que me haga entrar en pánico.

—Axel —pronuncio su nombre en un tono de voz alto.

Suelto un leve suspiro nervioso de mis adentros al mismo tiempo que desvío la mirada hacia las escaleras que llevan hacia las plantas inferiores. Atrapo mi labio inferior entre mis dientes y repito la acción de llamar, solo que esta vez lo hago mediante al timbre que hay al lado para que se escuche más fuerte. Lo mantengo presionado durante unos breves instantes.

Justo en el momento en el que aparto mis dedos del interruptor, la puerta se abre. Cuando esto sucede y Axel aparece ante mí, no puedo evitar abrir los ojos de par en par, sorprendida por las condiciones en las que se encuentra. Apenas puede sostenerse en pie, usa el marco de la puerta como sujeción para mantener el poco equilibrio que tiene y sus mejillas se encuentran humedecidas, por lo que supongo que ha estado llorando.

En cuanto sus iris dan con los míos, la expresión de su rostro se frunce para dar paso a las nuevas lágrimas. Me acerco a él un par de pasos, hasta que quedamos a tan solo unos centímetros el uno del otro. Extiendo una de mis manos y la paso por uno de sus pómulos para retirarle el agua que resbala desde sus lagrimales.

—¿Qué... qué te ocurre? —susurro.

Este niega con la cabeza y se aparta de su único punto de apoyo, lo que provoca que, tras vacilar por unos milisegundos, sus rodillas se doblen de golpe. Antes de que su cuerpo se desplome, los dedos de una de sus manos se agarran con fuerza alrededor de mi muñeca, llevándome con él hacia el suelo. Sin poder evitarlo, caigo sobre su torso a la vez que un grito ahogado sale de mi garganta, aunque él ha conseguido que su espalda no colisionase con la ayuda de sus brazos, los cuales ha apoyado en la superficie en el momento de la caída.

Posiciono las rodillas a ambos lados de sus caderas, sentándome a horcajadas sobre él. A continuación, me incorporo lo poco que me queda y observo con detenimiento como él hace lo mismo, aunque le cuesta más debido a su estado.

Al dirigir la mirada hacia la mesita de centro que hay a mi derecha en el salón, me percato de que está a rebosar de diferentes botellas de alcohol vacías, lo que me confirma que está demasiado borracho. Axel se ha dedicado a beber durante todo este tiempo.

—¿Qué has hecho, Axel? —murmuro en un hilo de voz apenas audible.

Regreso la vista a mi novio, quien me mira con una culpabilidad que logra crearme un nudo en la garganta.

—Lo siento... Prometí ir... a... a buscarte —se disculpa entre sollozos—. Y no he cumplido...

Niego con la cabeza con lentitud, con la intención de hacerle ver que ahora eso es lo de menos. No me importa que no haya venido a recogerme, me importa él y su estado. Quiero saber cómo es que ha llegado al punto de no poder sostenerse sobre sus dos pies. Ni siquiera puede hablar con claridad... Todo lo que está pasando... la muerte de Andriu, la de sus padres, las amenazas dirigidas a cada uno de nosotros, la traición de su mejor amigo, el miedo de perder a Phillip una segunda vez... Todo eso, le está afectando de sobremanera.

—No puedes desahogarte en alcohol siempre que pase algo malo —le comento al recordar que hizo lo mismo cuando Ángel murió.

—Lo sé —afirma—. Solo he... conseguido... ahogar...me más.

Sin pensarlo si quiera, rodeo su cuello con mis brazos y lo atraigo hacia a mí para darle un fuerte abrazo. Él pasa sus manos por mi espalda y se aferra a mí lo máximo posible. Su ropa y él en general desprenden un intenso olor a alcohol que inunda mis fosas nasales por completo. Axel, tras esconder su cara en el hueco de mi cuello, ahoga un sollozo en su interior. Las lágrimas que expulsa humedecen mi piel y la recorren hasta que se topan con algún pliegue de mi camiseta.

—Ahora... ahora mismo debo de darte mucho... asco —asegura con la voz entrecortada.

—No seas imbécil —le regaño.

—Lo siento... mucho —vuelve a disculparse.

Aprieto su cuerpo contra el mío para hacerle ver que no está solo en situaciones como esta. Ni siquiera sé que narices decir al respecto para levantarle el ánimo, solamente se me ocurre lo que estoy haciendo, abrazarle. Me duele muchísimo verle llorar de esta forma tan desconsolada, verle tan roto, ver cómo intenta reconstruirse a pesar de todas las veces que han dejado que una bola de demolición le destruya golpe tras golpe.

—Estoy contigo, Axel —le digo cerca del oído.

Dejo un beso en su cabeza. En el momento en el que me alejo unos centímetros de él, clava sus ojos en los míos. Tiene las escleróticas enrojecidas por el llanto, aunque ya ha dejado de llorar, solo quedan los rastros de sus lágrimas.

Al pensar en lo sucedido hace unos minutos en comisaría, recuerdo el encuentro que Axel tuvo con Lina. Él se alteró tanto al no ser capaz de recordarla, al no saber si era ella la asesina o no, que entró en pánico y empezó a llorar. Pero ahora que ya sé quién es en realidad, debería contárselo. De esa forma se quitará un peso de encima y se sentirá más tranquilo al saber que solo era la canguro de su hermanito y no la culpable. Tal vez esta sea otra de las tantas razones por las cuales se encuentra en tales condiciones.

—¿Sabes qué he descubierto hoy? —pregunto sonriéndole levemente.

Él frunce el ceño y pone toda su atención en mí, a la espera de que continúe hablando y responda a mi propia pregunta.

—La mujer con la que te chocaste esta mañana se llama Lina, ¿reconoces ese nombre?

Axel traga saliva y aparta la mirada de la mía.

—Phillip... Él... él hablaba mucho de... de una tal Lina —contesta.

—Ella era la canguro de tu hermano —añado—. A lo mejor por eso te sonaba.

Mi novio acentúa el entrecejo y me mira, meditando sobre las palabras que han salido de mi boca. Unos segundos después, su rostro se ilumina un poco.

—Sí... —confirma algo más alegre—. Recuerdo... haberla visto una vez.

—¿Ves? Solo necesitabas tranquilizarte para acordarte de ella.

Tomo su rostro entre mis manos y acaricio la piel de sus pómulos con mis dedos pulgares.

—Ya no tienes por qué preocuparte de nada, ya sabes que ella no mató a tu madre —agrego.

Una sonrisa se hace presente en sus labios por primera vez en todo el día. A continuación, aparta un mechón de pelo que ya estaba estorbando en mi cara y lo pasa por detrás de mi oreja.

—Gracias —agradece.

No digo nada más al respecto. Aparto mis manos de su cuerpo y me levanto de encima de él, quien sigue todos y cada uno de mis movimientos con su mirada. Una vez en pie, le agarro de las muñecas y tiro de ellas hacia arriba para poder ayudarle a levantarse sin que tengamos la mala suerte de caernos otra vez. En cuanto lo consigo, Axel se tambalea hacia mi izquierda peligrosamente, pero consigo sostenerle a tiempo para evitar que se dé otra hostia. Este se sujeta a mí, tomándose el tiempo suficiente en recuperar el equilibrio.

—¿Has cenado algo? —indago.

Axel les echa un rápido vistazo a las botellas de cerveza que hay sobre la mesita y después responde lo siguiente:

—No.

—¿Quieres que pidamos una pizza para los dos?

Asiente con la cabeza y me sonríe con calidez. Después de devolverle su mismo gesto amable, hago que pase su brazo derecho por mis hombros para así poder sostener su peso y conducirle hasta el sofá con mayor facilidad. Camino hacia dicho lugar, despacio y con cuidado. En más de una ocasión, los pies de Axel se entrecruzan y estamos a punto de perder el equilibrio totalmente, sin embargo, eso no llega a suceder gracias a que hago todo lo posible para mantenerle en pie.

Cuando llegamos a nuestro destino, me deshago de su agarre para sentarle en el sofá. Él cae sobre el mismo como si de un cuerpo inerte se tratase. En el instante en el que voy a hacer el ademán de alejarme para poder realizar la llamada que hemos acordado, Axel me detiene agarrando una de mis manos. Le miro, expectante, aguardando a que su voz haga acto de presencia.

—Hay una cosa que... que no te he... contado —confiesa, con sus pupilas fijas en nuestras manos entrelazadas.

Arrugo el entrecejo, confundida y a la vez curiosa por eso que dice no haberme dicho.

—Es sobre esa compañera tuya... del trabajo —continúa—. La rubia. No lo creía importante, por eso... no te lo he... comentado.

—Rosa —afirmo—. ¿Qué pasa con ella?

Tengo la esperanza de que me diga que recuerda haberla visto antes, que sabe quién es y lo que ha hecho. Si es ese el testimonio que me va a dar, ya no habrá que hacer mucho más. Yo estoy segura de que es ella, las pruebas que he encontrado esta noche me lo han dejado claro. Pero si él ya lo corrobora, la investigación podrá cerrarse. Solo me quedaría esperar a que Dean me diese la señal de poder tomar acciones legales contra ella.

—Me da muy mala espina —declara, subiendo sus ojos a los míos—. Las... las pocas veces que he... estado con ella me he... sentido raro. Me... me dan escalofríos. Incluso cuando pienso en ella... joder. Me asusta, Kelsey. La tengo... miedo y ni siquiera sé la razón. No... no la conozco de nada. No la he... visto en mi vida.

Debido a su torpeza en hablar, he tardado unos breves instantes en entender las palabras que este ha pronunciado. Pero en cuanto las proceso y logro comprender, soy incapaz de no sentirme aún más confundida. ¿Es que acaso me he equivocado de persona? ¿Es Rosa inocente, entonces? Axel dice no conocerla, eso cambia muchas cosas, pero no tiene sentido. ¡Tiene que ser ella la culpable! ¿A quién más puede pertenecerle una lentilla de color verde? No creo que haya mucha gente en comisaría que esté tan involucrada en el caso y lleve este tipo de lentes de contacto. ¿En qué he fallado? Su declaración me ha dejado totalmente descolocada, no sé qué pensar a estas alturas.

—Creo que me estoy volviendo loco —opina, abatido.

—No —sentencio en un susurro.

Aparto la mano de entre los dedos de Axel y suspiro, frustrada. Voy a decir algo más al respecto, pero me decanto por no añadir nada. Me doy la vuelta y me dirijo hacia la cocina a un paso normal mientras que le doy vueltas a lo que he escuchado hace apenas unos segundos. Aunque termino por apartar esos pensamientos de mi mente para no alterarme, ya que eso no va a ayudar a averiguar lo que pasa.

Una vez que estoy en el interior del lugar mencionado anteriormente, me pongo a rebuscar entre todos los cajones que tienen cada uno de los muebles, alguna bolsita pequeña de plástico. Necesito guardar las pruebas en algún sitio para no perderlas. Mis pantalones no son un lugar muy seguro.

A los pocos minutos, encuentro una bolsa transparente de un tamaño mediano que se suele utilizar para guardar varios alimentos. La tomo entre mis dedos y la pongo sobre la encimera, al lado del fregadero. Acto seguido, saco de los dos bolsillos traseros de mis pantalones el guante con la lentilla verde y el teléfono de prepago. Luego meto ambas cosas donde tenía planeado y la cierro para que no se pierda ninguna de estas pruebas.

Doy media vuelta y pego mi trasero en el borde de la encimera, tomándome un tiempo para respirar y relajarme. Hecho esto, me dispongo a sacar el móvil del bolsillo delantero. Tras marcar el número que corresponde al de una pizzería, me acerco el dispositivo al oído y espero respuesta.

🐈

Muerdo el último trozo de pizza que me queda en la mano y saboreo los varios tipos de queso conforme me lo voy tragando. Creo que esta es mi comida favorita después de las lasañas de mi madre.

Desde que nos han traído nuestra cena, no hemos intercambiado palabra alguna. Y tampoco he querido romper el silencio. Pensé que Axel necesitaba un rato para aclarar las ideas en su cabeza, así que le he dejado su espacio. Parece que esta media hora le ha venido bien, porque la borrachera se le va pasando de a poco; al menos, es lo que me hace ver su aspecto. Ya no está tan demacrado como cuando me le he encontrado antes, y eso me tranquiliza. Normalmente el alcohol comienza a irse de la sangre pasadas un par o tres horas después de la última ingesta; no sé cuándo ha dejado de beber Williams, pero estoy segura de que su último trago no ha sido poco antes de mi llegada, porque si no ahora seguiría igual de mal.

Extiendo mi brazo para alcanzar la última porción que queda en la caja, sin embargo, alguien se me adelanta y me la quita antes de que pueda siquiera rozarla. Y ese alguien es nada más y nada menos que Axel, quien se encuentra sentado a mi lado del sofá.

No dudo ni un segundo dirigir la mirada hasta a él, con una de mis cejas arqueadas. Cruzo los brazos sobre mi pecho y le observo hasta que este se siente incómodo y posa sus ojos oscuros en los míos.

—¿Qué? —pregunta haciéndose el desentendido.

—Ese trozo me pertenece por derecho —comento sin más.

Axel alza ambas cejas y le echa un rápido vistazo a la pizza que sostiene sobre sus dedos.

—¿Pero qué derecho? Yo lo he cogido antes que tú, así que es mío.

—Tú te has comido cuatro trozos y yo tres. Como le des un solo bocado me lo vas a pagar —le advierto.

—No juegues conmigo a la poli mala —se burla entre risas.

Dicho esto, mi novio le pega un enorme mordisco a la porción de pizza, dejándola casi por la mitad. Está claro que quiere hacerme de rabiar, seguro que por todas esas veces que lo he hecho yo con él. Cuando Axel se traga la comida me tiende el pequeño trozo que ha quedado para que lo coja. Hago lo propio y me quedo mirando el pedazo sobre las palmas de mis manos. Por poco me deja solo el borde, el capullo.

Con ganas de venganza, le estampo la pizza en la cara, manchándole con los ingredientes de la misma. Una risilla malévola sale de mis adentros en cuanto veo su nariz y boca llenas de tomate y queso. Tiro el trozo en la caja y espero a que mi novio reaccione ante mi acción. Él, simplemente, se me queda mirando sin decir absolutamente nada. Aunque no tarda en hablar.

—Bien, ahora ven y dame un beso. —Señala sus labios a la vez que se acerca a mi cara.

—Oh, no. —Niego.

Pongo las manos sobre su pecho e intento apartarle de mí, pero él tiene tanta fuerza que se las apaña para tumbar mi espalda a lo largo del sofá. Este se posiciona encima de mí, después de haberse hecho hueco separándome las piernas.

—Aparta tu cara tomatera de mí —advierto, empujándole hacia atrás.

Él toma mis brazos con sus manos y los presiona contra el colchón para inmovilizarme.

—No, quita. Ni se te ocurra —digo riéndome.

Él suelta carcajada tras carcajada y, sin yo poder evitarlo, presiona sus labios contra una de mis mejillas, consiguiendo así su objetivo de llenarme de los ingredientes de la pizza. Suelto un grito agudo al ver que no he logrado librarme de este destino tan pringoso. Cuando él aleja su cara de la mía, le veo con una sonrisa de oreja a oreja plantada en su rostro.

Finjo estar cabreada mientras alcanzo una servilleta de la mesita de centro para poder limpiarme. Williams hace exactamente lo mismo. Una vez que nos hemos quitado los restos de comida, tiramos el papel dentro de la caja de la pizza.

—Te odio —expreso, siendo incapaz de esconder la diversión en mi expresión.

En el momento en el que estas palabras salen de mi boca, Axel dirige la vista hacia a mí de inmediato. Su cara pasa de alegría a tristeza en cuestión de segundos, lo que hace que yo me ponga un tanto seria al verle así.

—¿En serio? —inquiere dolido.

Busco por todas las facciones de su rostro alguna señal que me indique que está fingiendo para gastarme una broma, pero no es así. Lo está diciendo con sinceridad. Realmente se ha creído que le odio. El alcohol sigue haciendo estragos por su organismo.

—Axel... no. Estaba bromeando —le aclaro.

Luego de escuchar mi contestación, él se tumba con cuidado sobre mi cuerpo y apoya su cabeza sobre mi pecho. Aprovechando su acto, rodeo su espalda con mis brazos y le abrazo con fuerza. A continuación, le dejo un beso en la coronilla.

—Te quiero —susurra.

Respiro hondo y voy expulsando el aire de a poco, como si necesitase un empujón para decirle algo que requiere de un gran esfuerzo. No sé la razón por la que me cuesta tanto, siempre he pensado que es una palabra muy fuerte. Y a pesar de que él ya me la ha dicho en una ocasión, yo nunca he tenido la oportunidad de pronunciarla. Pero este momento lo pide y estoy preparada para expresarle lo siguiente:

—Te amo. Y mucho.

Axel levanta la cabeza y fija su mirada en la mía, para luego apoyar sus brazos a ambos lados de mi cuerpo y poder despegarse un poco del mío. No pasan ni dos segundos y sus labios ya se han posado sobre los míos con suavidad. Enredo los dedos de mis manos en su cabello y le correspondo. Nuestras bocas se mueven a la par, a un ritmo lento. En el instante en el que su lengua se adentra en mi cavidad bucal, el beso empieza a intensificarse. Sin embargo, no dura tanto como me hubiese gustado, pues el sonido del móvil de mi novio comienza a sonar, interrumpiéndonos.

Él se aleja de mí completamente, hasta que se queda sentado en su sitio. Yo me incorporo y me coloco con las piernas cruzadas sobre el sofá, de cara a Williams. Él observa su teléfono con confusión, el cual se encuentra sobre la mesita de centro, en un pequeño espacio que queda entre nuestra cena y las botellas de alcohol que no hemos retirado aún. En cuanto veo el número que le está llamando, me acuerdo de mi jefe.

—Es Marshall. Dijo que te llamaría esta noche para que hablases con tu hermano —le hago saber.

—No puedo contestar. —Niega con la cabeza—. No puedo hablar con él estando... así. No quiero que me escuche con esta voz de... borracho.

—Puedes estar tranquilo, ya ni siquiera arrastras las palabras. Se te entiende cuando hablas —intento tranquilizarle—. Phillip no lo notará.

Axel me echa una rápida mirada, buscando apoyo. Yo tomo una de sus manos y la aprieto sin quitarle los ojos de encima. Mi novio, tras soltar un leve suspiro, coge su teléfono y lo descuelga. Se mantiene unos instantes en silencio, a la espera de que su hermanito hable. En cuanto veo como una sonrisa se dibuja en su cara, averiguo que ya ha hecho acto de presencia. Solo Lipy puede conseguir levantarle un poco más el ánimo ahora.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro