👑🌹 Capítulo 38
Las nubes cubren el sol, impidiendo que se luzca sobre nuestras cabezas. El frío viento se cuela entre las hebras de mi cabello, haciéndolas volar por escasos segundos. Me mantengo sentada en un banco de piedra del interior del cementerio, con los brazos rodeando mi torso para evitar helarme. Mis ojos divagan por el suelo, a la espera de que el resto decida que es hora de marcharse.
Al elevar la vista hacia el frente, las espaldas de Jayden, Axel y Ann aparecen en mi campo de visión, observando la tumba que corresponde a la pelo azul. Llevan así cerca de media hora, quietos, mirando una lápida que nos gustaría que no perteneciese a Andriu, sin decir ni una sola palabra; simplemente, están perdidos en sus cabezas, entre los pensamientos que les abordan sin cesar.
Un rato atrás, tomé la decisión de dejarlos a solas, darles un tiempo. Al fin y al cabo, ellos la conocían desde mucho antes, eran íntimos amigos, y siento que tienen derecho a tener un momento a solas con ella.
Escucho como los sollozos de la pelirroja vuelven a hacer acto de presencia; Axel, como un acto de apoyo, pasa su mano por la nuca de Ann, dándole un suave apretón mientras le echa una triste mirada. Un nudo acaba por formase en mi garganta en el instante en el que todo lo ocurrido golpea mi mente de nuevo, sus lágrimas me han hecho mirar atrás una vez más. La impotencia que tengo al saber que no puedo hacer nada por cambiar el pasado, me invade el cuerpo como otras veces, lo que hace que mis ojos se llenen de agua.
Agarro las mangas de mi abrigo con los dedos de mis manos y, a continuación, las uso para secarme las lágrimas. Cuando vuelvo a mirar hacia mis compañeros, veo como Axel gira levemente su cuerpo para poder verme. Acto seguido, él extiende su brazo para pedirme que me acerque a ellos. Le hago caso y, tras levantarme del banco, camino hacia a él. En cuanto estoy a pocos pasos, le tomo la mano con fuerza. Williams me hace un hueco entre el dilatas y él y, después, regresa la mirada a la lápida de su amiga.
Respiro hondo y apoyo mi cabeza sobre el hombro de mi novio. En ese instante, noto como Jayden se remueve en el sitio, un poco incómodo, y como su respiración se vuelve temblorosa.
—Hay una cosa en la que no nos hemos parado a pensar. Bueno, más bien en alguien —rompe el silencio el dilatas—. Fred. Seguro que él ya le ha contado todo a Bastian y a Elias.
Mi cuerpo se tensa al completo, al igual que el de Axel. Ambos, junto con la pelirroja, ponemos nuestra atención en Jayden.
—¿Tú tío no te ha dicho nada al respecto? —inquiere Ann con la voz afónica.
Él niega con la cabeza.
—Tal vez estén guardando las apariencias para pillarnos desprevenidos, tal y como estamos haciendo nosotros —responde él—. Aunque no es algo seguro, andaré con precaución. Ahora, cuidad vuestras espaldas más que nunca.
Siento como Axel asiente ante sus palabras. No pasa ni un segundo hasta que todos decidimos regresar nuestros ojos a la tumba de nuestra amiga. Poco después, la voz de Jayden vuelve a hacerse notar; él dice lo siguiente:
—¿Quién la mató?
—Candie, fue Candie —contesta Axel en un hilo de voz apenas audible.
El dilatas no dice nada al respecto, solo suspira con frustración. Los dedos de Axel se aferran con mayor fuerza a mi mano, yo le devuelvo el apretón.
Recuerdo haber escuchado ese nombre en alguna otra parte, y no tengo que esperar mucho para que enseguida, esa persona, aparezca en mis pensamientos. Ella es la que me intentó matar hace unos días atrás, la que estaba deseosa de pegarme un tiro, la que no dudó en disparar a Bagheera.
Jayden abre la boca para decir algo, sin embargo, no media palabra alguna. Solamente se separa de nosotros y comienza a caminar hacia la salida del cementerio, sin prisa, con las manos en el interior de los bolsillos de su chaqueta y con la cabeza agachada.
—¿Vas a ir a comisaría? —me pregunta Axel, pegando sus ojos en mí.
Cuando le miro, asiento en respuesta afirmativa.
Esto está siendo muy duro para todos nosotros, más para ellos que para mí, pero no podemos detenernos ahora. Ni en nuestro plan de destrucción ni en mi investigación. Debemos seguir adelante por mucho que cueste. Sé que es difícil continuar después de una muerte y una traición, pero hay que mantenerse fuerte para que nuestro enemigo vea que no podrá con nosotros. Tenemos una mafia que destruir, una vida que vengar y una asesina que apresar.
—Te acompaño —afirma.
Como acto reflejo, poso la vista en la pelirroja, quien tiene la mirada perdida por las letras que hay escritas en la lápida de su hermana. En el instante en el que ella se percata de que la estoy observando, desvía sus ojos hasta los míos. Ann parece darse cuenta de lo que pasa por mi cabeza, por lo que procede a hablar.
—Voy a quedarme aquí un rato más, no os preocupéis. Podéis marcharos.
Dicho esto, nos muestra una triste y breve sonrisa en sus labios. A continuación, aparta la mirada de nosotros y la pone de nuevo donde la tenía desde un principio. Axel, sin nada más que añadir, se da la vuelta y me conduce junto a él hacia la salida del lugar. La yema de su dedo pulgar acaricia el dorso de mi mano con suavidad mientras caminamos, dándome la sensación de protección que tanto necesito ahora mismo.
🐈
El edificio que corresponde a la comisaría va apareciendo ante nuestros ojos conforme nos vamos acercando. Veo a civiles entrar en él y a un par de policías salir a patrullar las calles. Una vez que estamos justo enfrente de la puerta, a pocos pasos, ambos paramos en el sitio. Los dos nos miramos el uno al otro, con expresiones que dan a conocer nuestros sentimientos ante lo sucedido ayer, y sin sacar a la luz ningún sonido de nuestras bocas.
Parece ser que hoy es un día en el que las palabras sobran. Es como si nos diese miedo a hablar.
Paso la lengua por mi labio inferior, para después agarrarlo entre mis dientes. Bajo la mirada hasta el pecho de Axel y luego vuelvo a subirla hasta sus ojos oscuros, los cuales andan perdidos en algún punto de mi rostro. Sin soltarme del agarre de su mano, me pongo de puntillas y le beso en la mejilla. Cuando aparto los labios de su piel, él sigue la trayectoria de mi lejanía con su cara por un par de centímetros, como si no quisiera que ese momento acabase.
Hago el ademán de marcharme, pero los dedos de Axel aferrados todavía a los míos, me lo impiden. Me giro hacia a él y le observo con cierta confusión.
—¿Qué ocurre? —inquiero frunciendo el ceño.
Él traga saliva y después de unos segundos deambulando por su mundo, deshace su agarre y niega con la cabeza un par de veces.
—Nada, yo... —pronuncia, soltando un pequeño suspiro—. Vengo a buscarte cuando salgas.
Sonrío como respuesta al escucharle. Axel se va a dar la vuelta, pero justo en ese instante me acuerdo de que tengo algo en mi oficina que le pertenece. La caja con sus libros y los álbumes de fotografías de su familia, creo que estaría bien dárselo, seguro que quiere tenerlo consigo.
—Espera —le freno y él vuelve a mirarme—. Tengo algunas cosas tuyas arriba.
Este arquea una de sus cejas, confundido. Da un paso hacia a mí y espera paciente a que le diga de qué se trata.
—Cuando estuve preparando todo para tu juicio fui a tu casa para buscar pruebas —aclaro—. La nueva inquilina me dio una caja con varias cosas pertenecientes a tu familia.
Tras unos instantes en los que se dedica a procesar la información que le he facilitado, él se posiciona a mi lado. Luego, los dos nos encaminamos hacia el interior del edificio. Cuando estamos dentro, puedo ver cómo Chelsea, quien está en la pequeña cafetería, amontona en una bandeja los cafés que seguro que mis compañeros le han pedido. Ella se encuentra de espaldas a nosotros haciendo su trabajo.
Al pasar de largo la entrada de la cafetería, desvío la vista hacia al frente, topándome así con Lina. La morena sale del ascensor, buscando algo en el interior de su bolso negro mientras camina en dirección contraria a la nuestra. Ha debido de terminar el turno que tiene asignado por la mañana.
No puedo evitar ponerme un poco nerviosa. Lina es mi principal sospechosa en todo esto, y Axel está aquí. ¿Puede ser que la reconozca de algo? Esto es lo que más me inquieta. Si la recuerda y la delata como la asesina de su madre, todo se vendría abajo en cuestión de segundos. Le conozco lo suficiente para saber que no se va a controlar y que cometerá cualquier estupidez que se le pase por la cabeza. Nunca he tenido tantas ganas de estar equivocada con una de mis teorías; ahora más que nunca, espero que Lina no sea la culpable.
Echo a un lado todas estas ideas que no hacen más acelerarme el pulso y continúo con mi camino. Justo en el instante en el que la morena se cruza conmigo, un suspiro de alivio sale de mis adentros. Pero he cantado victoria muy pronto; ella, al estar tan sumergida en sus asuntos y Axel sin estar prestándole atención a lo que sucede a su alrededor, provocan la colisión que tanto temía. Ambos chocan sus hombros de una manera un tanto brusca, ocasionando que el bolso de la morena caiga al suelo.
Dejo de andar al instante y les observo con detenimiento y miedo. Noto como las manos me sudan y mis brazos empiezan a temblar levemente. Tengo un muy mal presentimiento.
—Perdóname, no te había visto —se disculpa Lina, avergonzada y con la mirada fija en las baldosas.
Axel, sin ni siquiera mirarla, se agacha a por el bolso antes de que lo haga ella. Una vez en sus manos, vuelve a incorporarse.
—Tranquila, no ha sido...
Sus palabras cesan en el momento en el que sus ojos dan con los de la chica encargada de la limpieza. Los de ella se abren de par en par cuando esto sucede. Un escalofrío me sube por la columna vertebral.
—Tú... —Es lo único que sale de la boca de Williams.
Lina parpadea un par de veces, anonadada. Puedo ver cómo traga saliva y, tras coger el bolso de entre los dedos de mi novio, se aleja un paso.
—Joder... —maldice la morena en apenas un susurro.
Cuando hago el ademán de acercarme a Axel y agarrar su brazo para llevármele de allí, un grandísimo estruendo se escucha por el lugar. Esto provoca que pegue un salto hacia atrás, asustada y que, todos los presentes, pongamos la vista en la dirección de la que ha provenido ese ruido.
Chelsea es quien aparece ante mis ojos en la entrada de la cafetería, arrodillada en el suelo para recoger los trozos de las tazas de café que portaba en su bandeja. Lina no duda ni un momento en ayudar a mi amiga a limpiar todo el estropicio que ha causado. La rubia teñida me observa de reojo mientras sigue con lo suyo. Frunzo el ceño al presenciar con mayor cuidado la situación.
Lo primero que se me pasa por la cabeza es que, Chel, ha provocado todo este embrollo como distracción. Ha conseguido apartar a Lina de Axel. Tal vez sean paranoias mías, pero he visto sus intenciones demasiado obvias. Es demasiada casualidad que se le haya escurrido la bandeja de las manos en este preciso momento.
Enrollo mis dedos en una de las muñecas de Axel y, a continuación, tiro de él con suavidad para que vuelva a andar. Nos dirigimos hacia al ascensor y, en cuento estamos dentro, presiono el botón de la primera planta. Las puertas del elevador se cierran y aprovecho este breve lapso para indagar sobre lo ocurrido.
—La conoces —afirmo.
Presto atención a su expresión facial, está pálido y ha comenzado a tiritar ligeramente. Es como si hubiese visto un fantasma.
—¿Es ella? —cuestiono en un tono de voz bajo.
Sus ojos suben hasta los míos, inquietos, y las lágrimas empiezan a amontonarse, preparadas para salir.
—Creo que sí, pero... —contesta, dudoso—. Joder, Kelsey, no lo sé...
Ahoga un sollozo en su garganta.
Las puertas del ascensor se abren y, rápidamente, salimos del mismo. Aprieto el agarre sobre su piel y le dirijo hacia mi despecho con pasos rápidos. Cuando entramos en la oficina, cierro la puerta y conduzco a Axel hacia la silla para que haga lo propio. Una vez que él se ha sentado, me acuclillo enfrente de él y poso mis manos sobre sus mejillas.
Sus lágrimas comienzan a resbalar por su rostro con lentitud; antes de que sigan bajando más, se las limpio con delicadeza mientras busco su mirada.
—No... no me acuerdo, Kelsey —admite con la voz entrecortada—. La conozco, pero no sé quién es. ¿Por qué mierda no me acuerdo?
—Tranquilo, ten en cuenta que han pasado muchos años y es algo normal que tengas tu pasado un poco borroso —comento—. Solo tienes que relajarte.
Axel coge una bocanada de aire y la va a expulsando poco a poco, en un intento de calmarse.
—Es que... tengo miedo de que sea ella y, por no estar seguro de ello, escape —me confiesa.
—Mira... has venido unas cuantas veces a comisaría y, la única persona con la que has reaccionada al tener contacto visual es ella —le hago saber—. Eso es un paso. Voy a estar vigilándola, ¿vale? Déjamelo a mí.
Él asiente con la cabeza repetidas veces a la vez que se sorbe los mocos. Me levanto del suelo y me aparto de él, acto seguido, me dirijo hacia un pequeño armarito que hay en la esquina derecha del fondo de la habitación. Al abrirlo me encuentro con la caja de las pertenencias de Axel en uno de los estantes. La cojo entre mis brazos y, luego, camino hacia mi novio otra vez. En cuanto estoy frente a él, dejo la caja sobre las palmas de sus manos.
—Son tus libros y álbumes de fotografías de tu familia —informo.
Williams echa un rápido vistazo en el interior; una breve y tierna sonrisa se abre paso en su entristecido rostro.
—Ahora vete a casa y no pienses más en esto —agrego.
Él se levanta del asiento con la respiración irregular y su mirada fija en mí. Respira hondo para intentar calmarse y, a continuación, mueve su cabeza en respuesta afirmativa. Doy un paso hacia atrás y le doy espacio para que pueda irse. En el momento en el que él sale de mi despacho, con pasos lentos y vacilantes, empiezo a pensar mi plan.
Lina tiene que volver en su turno de noche, y no pienso dejarla marchar hasta que tengamos una pequeña charla.
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