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👑🌹 Capítulo 35

Axel.

El sonido de la puerta del local cerrándose con fuerza a nuestras espaldas es el único que puede llegar a escucharse. Esto da la voz de alarma a Ann, ya que no tarda en acercarse a la entrada de una forma muy apresurada y preocupada. Ella se queda quieta en el sitio, mirándonos por unos pocos segundos. Sus ojos están muy abiertos y su respiración se escucha agitada. Se nota que la hemos asustado.

Cuando la pelirroja ve nuestras expresiones faciales, su rostro empalidece. Veo como busca con la mirada algo detrás de nosotros; más bien a alguien. Y en el momento en el que se cerciora de que Fred y Andriu son los que faltan aquí, traga saliva. Puedo notar como su cuerpo se tensa en el sitio y sus extremidades inferiores y superiores comienzan a temblar.

—¿No están aquí? —La quebradiza voz de Kelsey rompe el silencio.

Ann dirige la vista hacia a ella y su expresión se vuelve más asustadiza. A pesar de que Kelsey no le ha dado mucha información al respecto, ella ha captado el mensaje y ha podido adivinar quienes son las personas a las que nos referimos.

—Pensaba que estaban con vosotros —confiesa en un hilo de voz apenas audible.

Aunque con su reacción anterior ya suponía que ellos no estarían aquí, esa respuesta ha conseguido derrumbarme del todo. Siento que, en el pecho, en lugar de un corazón, tengo una bomba de relojería a punto de estallar. Noto los latidos palpitar en mi cabeza y como un extraño dolor me atraviesa las costillas.

De forma inmediata, saco mi teléfono móvil del interior de uno de los bolsillos de mi chaqueta y tecleo lo más rápido posible sobre la pantalla, marcando el número de Fred. En cuanto me lo llevo a la oreja, empiezo a caminar de un lado a otro con lentitud y la mirada de todos los presentes puesta en mí. Les doy la espalda y prosigo con mi paseo. Estoy así durante unos instantes que se me hacen eternos, a la espera de que mi amigo descuelgue la llamada.

Los ojos se me comienzan a aguar, hago todo lo que puedo para evitar que las lágrimas salgan a la luz. Quiero convencerme de que están bien, de que Fred me va a coger el teléfono y me podrá decir que los dos están sanos y a salvo en algún sitio.

Justo cuando escucho que me descuelga la llamada, no pierdo tiempo en hablar.

—Fred, ¿dónde estáis? —inquiero de carrerilla, dejando de andar.

El alma me vuelve al cuerpo cuando esto sucede, aunque aún sigo un poco inquieto. Cuando Jayden y los demás me escuchan, ponen toda su atención en mí, ya que tengo la sensación de que la mirada de estos está pegada en mi nuca.

—Axel tienes que venir a ayudarnos —contesta Fred, jadeante.

La alegría que me había invadido por completo durante unas milésimas de segundo, desaparece de golpe.

—¿Qué ha pasado? —indago en un tono de voz muy bajo.

—Los... los Árticos. Han secuestrado a Andriu. —Coge una bocanada de aire y la suelta de a poco—. He ido tras ellos. La han llevado hasta "Six Flags".

—¿Estás dentro?

—No, me he quedado en la entrada. No sé qué hacer...

—Escúchame, no te muevas de ahí. Ahora vamos a por vosotros —le hago saber, con un nudo en la garganta que me impide hablar con claridad.

—Daros prisa, por favor... —suplica en un susurro—. Alguien se está acercando... mierda, tengo que colgar.

—No, espera —intento frenarle, pero de nada sirve; la llamada finaliza—. ¡Fred!

Retiro el dispositivo móvil de mi cara y lo miro con frustración.

No puedo creerlo. No puedo creer que hayan raptado a Andriu y que ni siquiera nos hayamos dado cuenta de nada. ¡Estaba con nosotros! ¡Estaba conmigo! Andriu estaba a mi cargo... Y Fred, ¿por qué mierda no nos avisó antes? Si a alguno de los dos le pasa algo... joder, no...

—Axel, ¿qué ocurre? —me pregunta Jayden a mi espalda.

Me doy la vuelta lentamente, intentado asimilar todo lo que ha sucedido y está sucediendo. En cuanto tengo a todos enfrente de mí, aparto la vista de la pantalla del teléfono y la poso en ellos.

—Tienen a Andriu en el parque de atracciones abandonado —les comento.

Ann y Kelsey se miran entre ellas, como si no terminasen de creerse lo que les acabo de decir. Jayden me observa totalmente anonadado; ya veo que su tío no le ha dicho nada de esto, le han dejado fuera para que no tenga esa información a su alcance.

—Los Árticos se la han llevado. Fred está también allí —añado.

Jayden tensa sus brazos a ambos lados de su torso y aprieta con fuerza los puños. Sus ojos se mantienen fijos en el suelo y su entrecejo se frunce; parece estar pensando en la situación en la que nos encontramos. Después de un tiempo en el que no media palabra alguna, alza la cabeza y me lanza una mirada cargada de rabia.

—Hay que ir a por ellos —sentencia.

Asiento con la cabeza, apoyando su idea.

—Ann, déjame las llaves de tu coche —pide el dilatas con la cólera haciéndose notar en su voz.

La pelirroja no tarda en sacarse las llaves de uno de los bolsillos de sus pantalones vaqueros y dejarlas sobre la palma extendida de él. Una vez en sus manos, las aprieta entres sus dedos y me hace un gesto para que le siga. Pero antes de que pueda hacer siquiera el ademán de acercarme a él, la voz de Kelsey nos frena.

—Voy con vosotros —asegura, dando un paso hacia a mí.

La tomo de los hombros y la doy un suave apretón. Fijo mis ojos en los de ella, los cuales me miran con seriedad.

—No puedes venir, es a ti a quien buscan —le recuerdo.

—Me da igual —pronuncia con dureza.

Subo las manos hasta sus mejillas, cerca de su mandíbula, y pego mi frente a la suya.

—Eres la persona más fuerte y valiente que he conocido, ya te lo dije una vez —confieso en un susurro—. Pero, por favor... quédate aquí. Por favor, Kelsey...

Sus manos se posan en mis brazos y, a continuación, me empuja hacia atrás con suavidad, separando nuestros rostros. Cuando sus ojos llorosos se encuentran con los míos, algo en mi interior se rompe.

Sé que ella quiere venir a ayudar, a traer de vuelta a nuestra amiga, que sabe defenderse perfectamente sola. Pero no puedo permitir arriesgar su vida por ello. Bastante la ha arriesgado ya. Si viene se expondrá ante el peligro sin protección alguna, ni siquiera sabemos cuántas personas son las que están custodiando a Andriu.

—Quédate aquí con Ann y Phillip —habla Jayden al ver que Kelsey no está por la labor de ceder.

Al pronunciar estas palabras, ambos dirigimos la mirada hacia mi hermano, quien duerme en el sofá de forma tranquila.

—Ya has hecho mucho —continúo hablando; ella vuelve a poner sus ojos sobre mí—. Te has saltado la ley y has incendiado dos edificios a lo bestia.

Logro arrebatarle una breve sonrisa, que acaba por irse al poco tiempo.

—Traedlos de vuelta —nos ordena, apartando mis manos de su rostro.

Asiento repetidas veces, haciéndole saber qué haremos todo lo que esté en nuestras manos para que vuelvan con nosotros. Acto seguido, me separo de ella y camino hasta el dilatas, el cual sigue con toda la ira y rabia acumulada. No es extraño que esté así, es normal. Y ahora con mayor razón. Ahora tiene a alguien más al que cuidar.

—Tened cuidado. —La voz de la pelirroja vuelve a hacer acto de presencia.

Sin nada más que añadir, Jayden y yo salimos del local y nos ponemos en marcha.

🐈

Las atracciones más altas del parque se van viendo a medida que nos vamos acercando. Unos metros antes de llegar a la entrada, Jayden frena y aparca tras un pequeño arbusto que ha crecido en mitad debido a los muchos años que esto lleva abandonado.

El lugar está completamente a oscuras, no hay ninguna luz que pueda llegar a iluminarnos. Lo único que tenemos para que nos alumbre el camino es la luna llena que hay sobre nuestras cabezas y las luces del coche, pero estas no tardan en ser apagadas para evitar llamar la atención de alguien indeseado.

Ambos nos quedamos en nuestros sitios, observando todo con mucho detenimiento para asegurarnos de que no hay nadie por los alrededores. Y así es, ni una sola alma vaga cerca de nosotros. Sin embargo, hay algo que consigue llamar mi atención: el coche de Fred.

El vehículo se encuentra mucho más cerca de los tornos para acceder al interior del parque. La puerta del asiento del piloto está abierta, pero él no se encuentra dentro. Esto provoca que un escalofrío me recorra la columna vertebral y que se me pongan los pelos de punta.

Desabrocho el cinturón de seguridad que me mantiene sujeto al asiento y me dispongo a abrir la puerta, pero cuando veo que Jayden hace el ademán de imitar mi acción, le agarro del brazo para pararle. Él me mira con confusión.

—No es una buena idea que vengas conmigo —declaro.

—¿Y eso por qué? —cuestiona con el ceño fruncido.

—Los jefes no saben qué estás de nuestro lado, ¿no? ¿Qué crees que pasará si te ven conmigo intentando ayudar a una "traidora"?

En el momento que estas palabras salen de mi boca, el dilatas relaja la expresión de su cara y suelta un sonoro suspiro de rendición. El hecho de ayudar a Andriu le ha hecho olvidarse de la posición tan complicada en la que se ve involucrado.

—Espérame aquí. —Dicho esto, le libero de mi agarre y salgo del automóvil.

Una vez fuera, miro hacia todas las direcciones, alerta por lo que pueda pasar. Tras cerrar la puerta del copiloto, comienzo a caminar hacia la entrada con pasos apresurados y, al mismo tiempo, cautelosos para hacer el menor ruido posible.

Saco la pistola que me habían dado antes del interior de la parte trasera de mis pantalones. La tomo entre las dos manos y con un rápido movimiento la recargo. Solo espero que las rápidas lecciones de Kelsey me hayan servido de algo.

En cuanto llego hasta los tornos, intento mover los brazos de estos con una de mis manos para poder pasar, pero es imposible. Comprobado que no podré acceder por este medio, me dispongo a pasarlos por encima, apoyándome sobre la parte plana para subirme sobre ella y así deslizarme hasta el otro lado.

Cuando he conseguido cruzar, saco el móvil y vuelvo a marcar el número de Fred pasar saber su posición en el caso de que haya conseguido esconderse. No quiero pensar que le han capturado a él también. Espero unos segundos a que me responda, pero eso no sucede. Lo intento una segunda vez, sin embargo, él sigue sin coger el teléfono. Cuelgo la llamada y guardo el dispositivo donde estaba antes, a continuación, decido seguir con mi camino.

Paseo por las calles del parque, pasando entre varias atracciones en pésimas condiciones que, de no ser porque no creo en temas paranormales, ya estaría muerto del miedo. El asfalto tiene varios charcos, debido a la humedad y los días en los que ha llovido. Por suerte, me topo con alguna que otra farola que sigue en funcionamiento y me facilita muchísimo la visión.

Agudizo los oídos todo lo que puedo, en un intento de escuchar algún que otro ruido que no provenga de mí, pero todo está en calma. Y eso, en cierto modo, me da mala espina. Aprieto el arma entre mis dedos a cada paso que doy, acariciando el gatillo con mi dedo índice para estar preparado en caso de que tenga que abrir fuego contra alguien.

El repentino agarre de una mano en uno de mis brazos consigue sobresaltarme de tal manera que me doy la vuelta de sopetón y apunto a la persona que me apresa con el cañón de la pistola. Esta se echa hacia atrás de inmediato a la vez que me suelta y me muestra las palmas de sus manos. En el instante en el que me fijo un poco más en su cara, me relajo y bajo el arma de su frente. Es Fred.

—Me has asustado, mierda. Por poco te mato —le regaño en un tono de voz bajo.

—Lo siento —se disculpa de inmediato—. Vamos, cuando estaba intentando esconderme vi a Andriu atada en uno de los soportes de la montaña rusa de madera.

Apenas lo dice y ni siquiera me da tiempo a contestar algo; él vuelve a agarrarme del brazo y echa a correr mientras me pega tirones para que yo haga lo mismo. El agua encharcada suena bajo nuestros pies, lo que consigue ponerme de los nervios. A este paso acabaremos por revelar nuestro paradero. Durante el trayecto, estoy totalmente atento a mi alrededor, mirando cada hueco, calle y atracción para no llevarme alguna que otra sorpresa.

Si Fred estaba huyendo de los Árticos hace un rato, no tienen que andar muy lejos. No me gusta la idea de que puedan estar escondidos, observando nuestros pasos, dejándonos el camino libre para que nos confiemos y que luego salgan todos a darnos la bienvenida. No sé por qué, pero tengo el presentimiento de que va a pasar esto. De igual forma, hay que darse prisa.

—Ahí está —avisa Fred señalándola con un leve movimiento de su mano.

Andriu se encuentra atada a uno de los muchos postes de madera que hacen que la montaña se mantenga en pie. Ella está de pie, pero su cabeza se mantiene agachada, como si estuviese inconsciente. Justo en el momento en el que llegamos hasta a ella, me deshago del agarre de Fred y tomo las mejillas de mi amiga para alzar su cabeza. Sus párpados están cerrados, pero respira. Ella está viva.

—Eh, Andriu, venga, despierta —pronuncio su nombre, dándole pequeños toques en sus pómulos para hacerle saber que estoy a su lado.

La pelo azul va abriendo los ojos con cierta dificultad, pero termina por lograrlo. En cuando estos se fijan en los míos, su rostro se ilumina.

—Hemos venido a por ti —le hago saber, robándole una sonrisa.

Ella no dice nada, simplemente aguanta las ganas que tiene de llorar.

—Dame la pistola, te guardaré las espaldas mientras la desatas —pide Fred.

Le hago caso sin desperdiciar ni un solo segundo y, acto seguido, rodeo a mi amiga hasta llegar al punto en el que sus muñecas están sujetas con una cuerda gruesa. Muevo los extremos de la soga de un lado a otro, desenredándolos. Al cabo de un par de minutos, consigo deshacer el nudo de sus extremidades. Andriu aparta sus manos del poste y se las lleva consigo, para luego, acariciarse las zonas enrojecidas que le han causado las fuertes ataduras que le apresaban.

—Tenemos que irnos, ellos siguen aquí —nos dice Andriu, con voz temblorosa.

—Id vosotros primero, yo iré detrás para cubriros —comenta nuestro amigo.

Tanto ella como yo, asentimos en respuesta afirmativa. Después, tomo una de sus frías manos y comenzamos a correr hacia la salida del parque. Me mantengo en todo momento alerta, escuchando que las únicas pisadas por el suelo sean las nuestras. De vez en cuando miro hacia atrás para cerciorarme de que Fred se encuentra bien y que nos sigue sin problema.

Andriu deja escapar unas cuantas lágrimas, las cuales, en ocasiones, se aparta de manera brusca con la manga de su sudadera.

Cuando ya estamos a punto de llegar a nuestro destino, de conseguir nuestro objetivo y salir todos de aquí sin problemas, cuatro personas se interponen entre nosotros tres y nuestra vía de escape. Entre los presentes, se encuentran los dos jefes responsables de habernos arruinado la vida, tanto a nosotros como a demás personas que no querían entrar en una mafia.

Mi amiga y yo paramos en seco e intentamos buscar con la mirada una salida alternativa, pero no encontramos ninguna. Nos damos la vuelta con la intención de buscar el apoyo de Fred, pero él, simplemente, pasa por nuestro lado sin siquiera mirarnos.

Observo como nuestro amigo se aleja de nosotros para encontrarse con las personas que buscan hacernos daño. Bastian, el tío de Jayden, le da una suave palmada en el hombro a Fred, como una forma de premiarle por lo que ha hecho, en el instante en el que él llega a su lado. Estoy totalmente atónito, y no puedo creer lo que ven mis ojos. ¿Es que nos ha estado engañando todo este tiempo?

Le echo una rápida mirada a Andriu, quien no parece muy sorprendida. Aunque sí que se la ve un poco triste.

—Debes tener cuidado con tus enemigos, pero más aún con los que se hacen llamar tus amigos. —La voz de Bastian se adentra en mis oídos.

Dirijo la vista hacia a él, quien me observa con una sonrisa de satisfacción en sus labios. Fred me mira de reojo, sin ser capaz de sostenerme la mirada por más de dos segundos.

—Candie, mata a Axel. Hagamos que su novia salga de la ratonera —le ordena el segundo jefe; Elias.

Andriu aprieta mi mano con fuerza al escuchar el mandato del hombre. La morena que responde al nombre de Candie, suelta una carcajada que me resulta espeluznante mientras se dispone a quitarle de las manos a Fred, el arma que yo le di.

—No me dijisteis nada de matar —interviene él.

La expresión de su cara muestra neutralidad. Sin embargo, puedo ver cómo este tiene la mandíbula tensada.

—Ya, bueno... te hemos ocultado esa parte del plan —contesta Bastian, posando sus ojos en los de él—. Al fin y al cabo, habéis sido muy buenos amigos. No podíamos arriesgarnos en confiar del todo en ti. ¿Tienes algún problema con que se lleve a cabo la orden de mi compañero?

El silencio se hace presente en el lugar. Nadie dice nada, simplemente esperan pacientes a la respuesta de Fred. Él traga saliva y, luego, dice lo siguiente:

—Por supuesto que no. Solo me ha dolido que no confiarais en mí después de todo.

El tío de Jayden se ríe brevemente.

—Tranquilo, no volverá a pasar. Aunque el objetivo principal era que Kelsey estuviese aquí también, lo has hecho bien. Has traído a Andrea, nuestro cebo, como te dijimos —asegura este—. Ahora me gustaría someterte a una prueba.

Cuando dice esto, le hace un gesto con la cabeza a Candie para que continúe con su tarea de matarme. La chica de sonrisa retorcida se pone enfrente de mí, apuntándome con la pistola al estómago. Esto hace que me dé cuenta de que no quiere matarme directamente; quiere hacer que me muera lenta y dolorosamente.

—Necesito que mires como ella acaba con tu amigo —prosigue—. Si veo que derramas una sola lágrima, el próximo tiro será para ti. Demuéstrame que puedo fiarme de ti.

Fred vuelve la mirada hacia a mí y, tras cruzar los brazos sobre su pecho, asiente con la cabeza con lentitud. Veo su cuerpo temblar levemente. Candie, al ver la acción del moreno, pega sus ojos azules en los míos para acabar con lo que le han mandado.

Cierro los párpados con fuerza y aprieto la mano de Andriu, a la espera de que la bala me atraviese el abdomen. Los segundos pasan tan despacio, que se me asemejan a minutos. Sin embargo, cuando escucho el cañón del arma expulsar la munición, siento como los dedos de mi amiga se sueltan de mi mano de un momento a otro. Aguanto la respiración, preparando a mi cuerpo para recibir el impacto, pero eso no llega a suceder.

Abro los ojos de inmediato, para ver qué es lo que ha pasado. La idea que de la chica haya fallado el tiro, me golpea la mente. Pero en cuanto diviso el cuerpo de Andriu a unos centímetros enfrente de mí, el corazón me pega un vuelco.

Su delgado cuerpo se tambalea hacia los lados hasta que, a los pocos instantes, se cae hacia atrás. Estiro los brazos hacia a ella y la agarro antes de que se dé contra el duro y frío suelo.

Me arrodillo sobre el asfalto, con ella entre mis brazos. Sus ojos llorosos están fijos en los míos y su respiración se hace más pesada. Llevo una de mis manos a su abdomen, para cubrir la herida y evitar que siga perdiendo sangre. Las lágrimas comienzan a resbalar por mis mejillas hasta caer sobre las de Andriu.

—Maldita, perra —escupe Candie con odio, al ver que mi amiga ha hecho que fallara.

Al subir la mirada hasta a ella, observo como vuelve a apuntarme con el arma, esta vez a la cabeza, dispuesta a matarme de una vez. Bastian, se lo impide arrebatándole la pistola de forma brusca.

—En el plan entraba un muerto, no dos. No podemos permitirnos matarle a él también. No tenemos suficiente consistencia en la puta coartada —espeta colérico—. Ni siquiera sirves para cumplir una orden tan simple.

Elias se acerca a nosotros con pasos lentos y vacilantes. Sus manos están en el interior de los bolsillos de su chaqueta. Él, me mira con seriedad.

—No sobrevivirá —me asegura—. Pero puedes intentarlo.

Dicho esto, se echa a un lado y me muestra la salida del parque de atracciones con un leve movimiento de su brazo. Tras echarle una mirada de desprecio ante su provocación, posiciono mis brazos bajo la espalda y piernas de Andriu. Hecho esto me levanto del suelo al mismo tiempo que hago lo mismo con ella. Sin perder más tiempo, corro hacia los tornos de acceso.

Puedo sentir la mirada de Fred puesta en mí en todo momento, pero yo ni siquiera me molesto en devolvérsela; no merece la pena. Realizo la misma acción que hice al entrar, esta vez con algo más de dificultad debido a que tengo las manos ocupadas. Una vez que estoy en el otro lado, me acerco con pasos apresurados hacia el coche de Ann. Cuando llego, Jayden me echa una mirada cargada de espanto. Sus ojos están muy abiertos.

Abro la puerta de los asientos traseros como me es posible y me siento en uno de ellos. Tras volverla a cerrar, coloco a Andriu lo más cómodamente posible; con su cabeza sobre mis piernas y el resto de su cuerpo sobre los sitios libres.

—¿Qué coño ha pasado? ¿Dónde está Fred? —cuestiona el dilatas con miedo en sus pupilas.

—Él es el arma secreta de la que te habló tu tío —respondo entre llantos desesperados—. Intentaron matarme, pero ella se ha interpuesto.

Jayden apoya la espalda en el respaldo de su asiento y aprieta con fuerza el volante.

—Ese hijo de... —murmura—. Conduciré hacia el hospital.

Arranca el coche.

—No llegaremos, la herida es muy profunda y seguro que le ha perforado el estómago —objeto.

Él gruñe ante mis palabras y comienza a conducir por donde hemos venido. Desvío la mirada hacia Andriu, quien me mira agotada. Ella pronuncia mi nombre en un susurro, buscando el apoyo que necesita. Tomo una de sus manos la presiono contra mis labios, dejando un pequeño beso en el dorso.

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