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👑🌹 Capítulo 33

El sonido del teléfono móvil provoca que abra los ojos de golpe. Mantengo la cabeza sobre la almohada, con mis brazos bajo esta sin intención alguna de sacarlos para agarrar el dispositivo. Dirijo la mirada hacia el cacharro que no deja de emitir ese tono de llamada tan irritante; ni siquiera me he molestado en cambiarlo por una canción que me guste. Soy de esas personas que dejan el tono predeterminado que viene de fábrica; ya me estoy arrepintiendo.

Entre gruñidos, me dispongo a sacar la mano de debajo de la almohada, para luego coger el móvil de la mesilla de noche. Tras descolgar la llamada, me lo llevo al oído.

—¿Diga? —pregunto con voz somnolienta.

—Hola, Kelsey. Te estoy esperando abajo. —La voz de Ann se adentra en mis oídos—. Sé que es pronto, pero Jayden nos ha dicho que debemos estar en el local temprano.

Me doy la vuelta en la cama con lentitud, hasta quedar boca arriba.

—Me visto y bajo —informo.

—De acuerdo. Ah, Jayden también me pidió que te dijera que llevases tu pistola cargada.

—De acuerdo. —Asiento—. Dame unos minutos.

Dicho esto, cuelgo la llamada y miro la hora en la pantalla: son las seis de la mañana.

Dejo el teléfono a un lado del colchón. Acto seguido, me incorporo de la cama, deslizando las piernas por el borde. Cuando me pongo en pie, enciendo la luz de la habitación y abro el armario en busca de algo que ponerme encima. Después de unos segundos repasando el interior con la mirada, cojo unos pantalones vaqueros azules oscuros, unos calcetines y una sudadera gris que pueda resguardarme del frío.

Una vez en mis manos, me quito el pijama y me pongo las prendas escogidas. Luego, procedo a buscar mis zapatillas por el suelo de mi cuarto. En cuanto doy con ellas, me las pongo y abrocho lo mejor que puedo para que no se deshagan los nudos de los cordones al paso de las horas. No sería la primera vez que me ocurre y debo pararme a atarlas de nuevo.

A continuación, cojo mi móvil y lo guardo en el bolsillo trasero de mis pantalones. Me acerco al cajón de la mesilla y saco la pistola, después la guardo en los bolsillos de la sudadera. Salgo de la habitación y me dirijo al cuarto de baño para asearme y hacer mis necesidades. Tras lavarme la cara y los dientes, camino hacia el salón. Allí me encuentro a mis dos felinos durmiendo sobre el sofá los dos juntos, acurrucados el uno con el otro.

No puedo evitar sonreír ante la escena que estoy presenciando. Sin embargo, al acordarme de que la pelirroja me está esperando abajo, meneo la cabeza para salir de mi embobamiento y me encamino hacia la cocina para llenar los comederos y los bebederos de ambos gatos. Cuando he hecho esto, rebusco por las puertas de los armarios algo que pueda desayunar por el camino; me decanto por un paquete de galletas sin más. Decido coger dos para que Ann también tenga algo que llevarse a la boca, en el caso de que no haya comido nada antes de salir, y me las guardo en los bolsillos de la sudadera, hasta que estos ya suplican ser vaciados.

Al asegurarme de que ya estoy lista del todo, vuelvo hacia el salón y tomo las llaves del piso de encima de la mesita de centro. Una vez en mi poder, salgo de casa y cierro la puerta. Bajo las escaleras con rapidez, mirando los escalones para evitar caerme o tropezarme con mis propios pies. En cuanto estoy en la planta baja, empujo la puerta del portal y salgo a la calle. El aire fresco de la madrugada me golpea el cuerpo, y es entonces cuando me arrepiento de no haberme puesto un abrigo encima. El sol ni siquiera ha salido aún.

El coche de Ann aparece en mi campo de visión al ras del borde de la acera, a pocos pasos de mí. Me acerco hasta a él y entro en el asiento del copiloto. La calefacción del mismo me abraza, cosa que agradezco. Me apresuro a cerrar la puerta para que no entre más frío.

—Buenos días —saludo a la pelirroja, al mismo tiempo que me abrocho el cinturón.

—Hola —me devuelve el saludo, sonriente.

—¿Has desayunado algo? —inquiero, alargando las mangas de la sudadera para cubrir mis manos heladas.

Ella niega con la cabeza, lo que me da a mí paso a sacar las galletas de los bolsillos. Le tiendo uno de los paquetes y ella lo toma con una expresión en su rostro que me muestra lo agradecida que está.

—Gracias, jo —agradece con una sonrisa tímida en sus labios.

Me río ante su reacción. Ann abre la bolsita y saca una de las galletas, para después comérsela de un bocado. Yo hago exactamente lo mismo, mientras que ella las deja sobre sus piernas para así poder arrancar el coche y ponernos en marcha.

🐈

La pelirroja va sacando las llaves del local del bolsillo de sus pantalones a medida que nos vamos acercando al lugar. Nuestros pasos se van haciendo más cortos y pausados en el instante en el que nos encontramos a pocos metros de la entrada. La persiana metálica que cubre la segunda puerta está subida, lo que nos avisa de que los demás ya están en el interior. Cuando llegamos, Ann mete la llave correspondiente en la cerradura y la abre.

Las voces de Fred y Jayden se adentran en mis oídos, al igual que la cálida luz que ilumina el lugar me alumbra de lleno. Cuando Ann está dentro, se echa a un lado para dejarme pasar. Una vez en el interior, la pelirroja cierra la puerta a su espalda y echa la llave para evitar que tengamos visitas inesperadas.

Con las manos en el interior de los bolsillos de mi sudadera, camino con lentitud hacia el frente. Apenas doy un par de pasos y Phillip aparece de golpe para abrazarme como si no hubiese un mañana. Yo no lo dudo ni un segundo y rodeo su espalda con mis brazos. Lipy alza la mirada hasta mi rostro, apoyando su barbilla sobre mi abdomen.

—Hola, Kelsey —pronuncia sonriente.

—Hola. —Le alboroto el cabello.

Esto hace que él se ría. Ann pasa por mi lado saludando a todos los presentes de forma general, luego, se posiciona al lado de Fred, quien no tarda en rodear los hombros de la chica con uno de sus brazos para pegarla a su pecho.

Jayden se encuentra tras una mesa de madera que hay en el centro del local, con un papel bastante grande enrollado, como si de un pergamino se tratara, entre sus manos. Andriu está sentada en el suelo junto a Axel, usando la pared del fondo como respaldo para sus espaldas. La pelo azul tiene su cabeza apoyada en el hombro de mi novio y él la suya sobre la de ella, ambos con la mirada puesta en el suelo. A Andriu se la ve un tanto entristecida; tiene las mejillas húmedas, parece que ha estado llorando.

Al prestar algo más de atención, puedo notar la tensión que se respira en el sitio.

—Ahora que ya estamos todos, os diré que es lo que vamos a hacer —nos hace saber el dilatas, en un tono de voz imponente—. Acercaros.

Phillip se separa de mí y camina hacia un sofá viejo que hay en el lado derecho del lugar, pegado a la pared. Ya veo que han ido trayendo algunas cosas para amueblar el lugar.

Fred, Ann y yo le obedecemos y nos posicionamos alrededor de la mesa, para que todos podamos ver y escuchar a Jayden por igual. El moreno aprovecha que está a mi lado para darme un suave golpe en mi hombro, con la intención de llamar mi atención. En cuanto poso la vista en él, este me guiña un ojo al mismo tiempo que me muestra una cálida sonrisa en su rostro, como una forma de saludarme. Le devuelvo el gesto.

Al notar un brazo rodearme por la cintura desde mi lado izquierdo, dirijo la mirada hacia esa dirección de inmediato. Axel es quien me está pegando a su cuerpo. Él, después de realizar esta acción, deja un pequeño beso sobre mi frente. Yo se lo doy en el hombro. Ninguno de los dos tenemos la necesidad de decirnos lago, simplemente disfrutamos de nuestra cercanía.

Busco con la mirada a Andriu, y cuando doy con ella veo cómo se pasa los dedos por debajo de sus ojos para limpiar las lágrimas que quedan en su piel, mientras se pone en el lado derecho de la mesa, único lugar que queda libre para atender al dilatas.

La pelo azul le echa una rápida mirada a Jayden, quien la mira con pesar. Esto hace que me dé cuenta de que, posiblemente, el motivo de la tristeza de Andriu sea él. El chico, tras apartar la mirada de ella, procede a desenrollar el folio y ponerlo sobre la mesa para que todos podamos verlo. Es un plano del polideportivo.

—Vamos a quemarlo. —Es lo único que dice—. Haremos que lo único que quede sean sus cenizas.

—¿Cómo? —indaga Axel, a la espera de que nos cuente el plan con detalle.

—Tengo los bidones de gasolina preparados junto con más cosas —responde él—. No estaremos solos en esta rebelión.

En el momento en el que estas palabras salen de su boca, una sonrisa felina aparece en sus labios.

—Mientras un grupo sube al tejado a echar la gasolina, otro estará haciendo lo mismo en el interior —explica, señalando con el dedo índice los lugares que menciona—. El grupo que esté dentro se dividirá en otros dos: uno estará en el edifico "A" y otro en el "B". —Marca esos puntos.

El plano, al haber estado enrollado, comienza a volver a esa posición, por lo que a Jayden le resulta más complicado mostrarnos las cosas. Ann no lo piensa ni un segundo y le echa una mano; agarra los picos de la hoja y los estira para que él pueda continuar con la explicación sin problema.

—En el exterior, habrá un par de personas preparando las bombas Molotov para que luego las tiréis al tejado —prosigue—. Y, por último, los que estéis dentro deberéis prender fuego en primer lugar al edifico "B", para que os dé tiempo quemar el siguiente y salir por patas. ¿Alguna pregunta?

—¿A qué hora empezaremos? —cuestiona Fred.

—A las doce de la noche —contesta el dilatas—. Vendré aquí unos minutos antes. He conseguido que alguien nos haga de chófer. Nos estará esperando cerca del barrio para poder cargar todo lo necesario.

—¿Eres consciente de que son casi las siete de la mañana? —interviene Ann un tanto molesta—. ¿Para qué nos haces venir tan pronto, entonces?

—Porque este es el único momento que tengo para explicaros el plan. Ya no nos veremos hasta las doce —responde este fijando la mirada en la pelirroja—. Ya os he dicho que no estaremos solos en esto, necesito tiempo para ultimar algunas cosas.

Jayden recoge el plano de la mesa y vuelve a enrollarlo como antes.

—Mientras tanto, quiero que hagáis algo. Axel, Andriu y Ann no saben manejar un arma —informa y, acto seguido, posa sus ojos en mí—. Necesito que Fred y tú os encarguéis de enseñarles, por si acaso algo sale mal. Os he dejado unas cajas con balas aquí, un silenciador para que no se escuchen los disparos y un colchón para que uséis de diana.

Asiento con la cabeza para hacerle ver qué haré lo que me está pidiendo. El moreno hace lo mismo, regalándome una mirada cómplice.

—Pues eso es todo —finaliza—. Nos vemos en unas horas.

Tras estas palabras, posa la vista en Andriu; ella ni siquiera le mira, está sumida en sus pensamientos con la cabeza agachada. Él aparta la mirada y sin nada más que decir, camina hacia la salida del local. En cuanto está fuera, vuelve a cerrar la puerta con llave. El lugar se queda en silencio. Todos parecen saber qué es lo que ha ocurrido menos yo.

—Bueno, como ya veo que no nos vamos a mover de aquí, voy a ir a comprar comida —avisa Fred—. Kelsey, puedes empezar a darles lecciones tú, ahora vuelvo.

—Claro, tranquilo. —Asiento.

El moreno saca su respectiva llave del lugar y, luego, se marcha. Phillip, se levanta del sofá y corre hasta su hermano para estar a su lado. Ann se acerca a su hermana y le da un fuerte abrazo que ella corresponde al instante. Sin intención alguna de perder más tiempo, saco el arma de su respectivo sitio. No obstante, al hacer esto, algo que no había notado con anterioridad cae al suelo. Me quedo mirándolo con confusión.

—Se te ha caído un gorrito de fiesta —me dice Lipy con voz inocente.

Abro los ojos de par en par a la vez que siento mis mejillas arder. Con toda la rapidez del mundo, me agacho, lo recojo del suelo y me lo guardo en el bolsillo de los pantalones. Jé.

Estoy segura de que mi señora madre ha tenido algo que ver en esto. Es capaz de haberme metido un preservativo en cada bolsillo de cada prenda de mi armario antes de irse. Como esto sea verdad, la mato.

—Espero ser yo el cumpleañero —comenta Axel.

Me pongo colorada como un tomate y mi cuerpo se queda de piedra en el instante en el que le escucho. Me atrevo a mirarle por unos segundos, y puedo ver cómo intenta aguantarse la risa burlona que lucha por salir. Phillip, en cambio, hace una mueca de asco. Desvío la vista hacia Ann y Andriu, quienes siguen abrazadas la una a la otra. Al menos tengo el consuelo de que ellas no se han enterado de nada de esto.

—Eh... pues... uhm... Bueno... v-vamos a empezar con... con las lecciones estas de... de disparar. Joder —tartamudeo de forma patética, con la intención de dejar de lado ese tema.

Que alguien me traiga un tanque de hielo, por favor.

Aún con el rostro ardiéndome, me dispongo a quitarle el seguro a la pistola para comenzar con las clases y a buscar lo que nos ha dejado Jayden aquí para llevarlas a cabo.

🐈

La bala sale disparada del cañón de la pistola hasta dar fuera de la diana pintada en el centro del colchón desgastado. Ann baja los brazos con la pistola entre sus manos, soltando un sonoro suspiro de frustración y desesperación.

—Me rindo —sentencia mirándome.

Yo niego con la cabeza y me acero a ella los dos pasos que antes me había alejado para darle su espacio a la hora de apretar el gatillo. Agarro sus brazos y se los levanto hasta que veo que el arma apunta a donde le corresponde. Luego de colocar su cuerpo correctamente, le pido que vuelva a intentarlo, pues ella le sigue teniendo miedo al arma que tiene entre sus manos, cuando debería sentirla como una parte de ella y tenerla más respeto y seguridad. Ella rueda los ojos, cansada de tantos intentos fallidos.

—Llevas horas así conmigo, no tengo puntería, soy un caso perdido —confiesa.

Dirijo la mirada hacia atrás, lugar en el cual se encuentran Axel y Andriu sentados en el sofá junto con Fred y Lipy, observando nuestros movimientos. A excepción de Phillip, quien está dormido sobre el pecho de su hermano. Él lo mantiene acurrucado contra su cuerpo gracias al brazo que rodea al niño.

—Ellos lo han conseguido —le digo volviendo la vista a ella—. ¿Por qué tú no?

—Porque soy un desastre.

Pongo los ojos en blanco.

—Dispara —insisto, cruzando los brazos sobre mi pecho—. Ann, el arma sin ti no es nada. Ten seguridad en ella y en ti misma.

Ella bufa ante mi mandato, pero me hace caso y pega la mirada en la diana. Me aparto un poco de ella hasta que mi trasero da con el borde de la mesa. La pelirroja se concentra en su objetivo y, tras coger aire y expulsarlo con lentitud, aprieta el gatillo. Pero ni una sola bala sale del interior de esta. Se ha acabado la munición.

—Pues no hay más balas. —La voz de Fred se hace presente en el lugar.

Ann, notablemente molesta, me devuelve el arma.

—Voy a ser la primera en morir —declara ella, decepcionada consigo misma.

Su novio se ríe al escucharla.

—Creo que será mejor que te quedes aquí a cuidar de mi hermano —habla Williams.

A la pelirroja se le ilumina la cara y, a continuación, asiente con la cabeza enérgicamente. Suelto una fuerte carcajada ante su reacción. Justo en ese momento, la puerta del local se abre. Todos dirigimos nuestras miradas hacia allí, viendo así a Jayden con un bidón de gasolina en cada mano, acompañado de varias personas más. Son diez en total: seis chicos y cuatros chicas. Ellos van cargados también con la gasolina, pero hay un par de hombres que llevan unas bolsas de tela blanca bastante grandes y dos mujeres que cargan con varias armas y munición para estas.

El dilatas da un paso al frente y dice lo siguiente:

—Estos herederos y yo estamos listos para ver el mundo arder. ¿Y vosotros?

Una sonrisa de medio lado se dibuja en su rostro, dándole un aire maníaco.

Ya no hay vuelta atrás.

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