👑🌹 Capítulo 32
Un suave y cálido tacto se hace notar por la piel de mis mejillas, acariciándola muy lentamente. Esta simple acción hace que abra los ojos. En cuanto lo hago, la poca luz de la mañana que entra por el cristal de la puerta de la terraza se adentra en ellos, provocando que los vuelva a cerrar por una milésima de segundo.
En el momento que separo los párpados, nuevamente, dirijo la mirada hacia la persona que sigue tocando mis mejillas. Axel aparece en mi campo de visión, sentado en el borde del sofá y con una de sus manos acunando mi rostro. Cuando se da cuenta de que me he despertado y le estoy mirando, no tarda en mostrarme una pequeña y tierna sonrisa en sus labios.
—Buenos día, reina —me saluda él, pasando los dedos de sus manos por mi frente y apartando los mechones de pelo que hay sobre la misma.
—Buenos días. —Sonrío y, al segundo, bostezo.
Me acomodo en el lugar, dándome la vuelta hasta quedar boca arriba. Axel baja su mano hacia las mías, las cuales mantengo sobre mi abdomen. Sus dedos acaban por entrelazarse con los míos y no puedo evitar sonreír como si fuese boba.
—¿Por qué has dormido aquí? —me pregunta con curiosidad.
—Phillip y tú os quedasteis dormidos en la cama.
—Cabías de sobra con nosotros. —Se ríe.
—Os hubiese tirado al suelo en menos de dos minutos —le recuerdo mientras arqueo ambas cejas.
—Es verdad —admite—. Tú y tus famosas patadas de guerrera.
Suelto una breve risotada, intentando que no salga muy fuerte para no despertar a Lipy, ya que creo que sigue durmiendo. Aparto las manos de la suya y poso las palmas de estas sobre el sofá, después procedo a incorporarme, despegando la espalda del mismo hasta quedar sentada en él. Axel se mueve un poco hacia un lado para darme el espacio que necesito para cruzar mis piernas como los indios y poder estar así más cómoda a la hora de hablar con él.
—¿Qué hora es? —cuestiono—. Tengo que ir a trabajar.
—Las ocho y algo. —Se encoge levemente de hombros—. He venido a despertarte por eso, aunque preferiría que te cogieses el día libre para pasarlo con Phillip y conmigo. O usarlo para que puedas descansar, creo que lo necesitas.
Me llevo las manos a mi rostro, restregándolo levemente debido al sueño que tengo todavía. Estoy en esa posición durante unos instantes, pensando en la opción que Axel me ha dado, pero no puedo aceptarla. Quiero acabar con esto lo antes posible. Además de que necesito hablar con Chelsea sobre todo esto, no me gusta la idea de estar sospechando de esta forma de una persona que ha sido mi amiga desde que llegué a la ciudad. No se merece el comportamiento que estoy teniendo hacia a ella, al menos, no hasta que se explique. Sí, está actuando de una manera que irradia extrañeza. Pero una parte de mí me dice que todo puede ser un malentendido.
—No, debo ir a comisaría —rechazo su propuesta.
Aparto las manos de mi cara y las dejo caer sobre mis piernas. Al fijar los ojos en los de Axel, veo como su expresión se vuelve a una que muestra un poco de desilusión, pero no tarda en sonreírme como respuesta.
—¿Te duelen los golpes de la cara? —me pregunta observándome los hematomas que sigo teniendo por uno de mis pómulos y ojos.
Niego con la cabeza para hacerle saber que todo está bien.
—¿Y las del resto del cuerpo?
Vuelvo a negar, pero él me mira como si no me creyese del todo.
—Duelen, pero es soportable. Apenas noto que están ahí —declaro.
Gracias a la crema que él me compró, ha desaparecido ese color morado que había en ellos. Ahora son de uno más suave que, a pesar de que se siguen percibiendo a simple vista, no dan mucho el cante. Sobre todo, los de la cara, esos son los que menos se ven ahora.
Axel se queda en silencio durante un tiempo. Al rato, asiente con la cabeza.
—Tengo que contarte lo de Phillip —comenta casi en un susurro.
Pongo toda mi atención en él, sin decir absolutamente nada. Solo espero a que Williams continúe hablando.
—Va a cumplir doce años, pero... se comporta como un niño de ocho —explica—. Y esto lo he estado notando en estos últimos días. Al principio también actuaba de esa forma, pero menos. Eran cosas minúsculas de las que apenas te das cuenta. Pero ahora es... es como si de verdad fuese un niño más pequeño.
Desvía la mirada de la mía y la posa en sus manos, las cuales entrelaza sobre sus piernas. Está en esa posición durante un par de segundos, sumido en sus pensamientos, sin hablar. Yo, simplemente, me quedo observándole con detenimiento. Tiene razón en que Phillip está actuando como alguien de una edad inferior, ahora que miro hacia los pensamientos más antiguos, me doy cuenta de que desde el primer momento ya mostraba ciertas actitudes que no correspondían con su edad.
—Ayer, cuando Lipy nos dijo que había venido Santa Claus con un regalo para él... —prosigue—. La última Navidad que estuvimos juntos, yo mismo le jodí eso. Tuvimos una típica pelea de hermanos y como venganza le conté que Papá Noel no existía. Él lo sabe desde hace seis años. Y, sin embargo, ayer actuó como si nada. —Suelta un pequeño suspiro tembloroso—. Además, Phillip vino conmigo a comprar ese regalo. Fue él quien eligió el peluche de la lechuza. ¿Cómo es posible que, después de eso, se comporte de esta forma?
Abro los ojos un poco más de lo normal, procesando todo lo que me acaba de contar. Ni siquiera sé qué contestar a eso. Tras unos segundos pensando en las palabras que voy a pronunciar, hablo.
—Piensa que él tuvo una infancia complicada. Ambos la tuvisteis, pero a él le pilló siendo muy pequeño —le digo, haciendo que Axel vuelva su mirada a la mía—. Tal vez solo esté intentando asimilar las cosas, no de la mejor forma, pero...
—Es que no sé, Kelsey... soy nuevo en este tipo de cosas y no sé si esto es, simplemente, una fase por la cual se pasa o algo por lo que tenga que prestarle una especial preocupación —confiesa un poco nervioso, ya que se ve que no sabe muy bien qué hacer en estos casos.
Llevo una de mis manos a las suyas, lo que provoca que él se aferre a ella. Sus ojos se dirigen a estas, mientras su dedo pulgar acaricia mi piel con delicadeza.
—Creo que lo mejor sería llevarle a un psicólogo.
—Sí. —Asiente—. ¿Pero con qué dinero? He estado buscando trabajo, pero todavía no me llaman de ningún sitio.
—Ya veremos lo que hacemos. Por el momento, centrémonos en los problemas que tenemos ahora. Cuando esto termine, encontraremos alguna solución.
Axel mueve su cabeza en respuesta afirmativa. Él deja de acariciar mi mano y la levanta entre las suyas hacia sus labios, para después dejar un beso en ella. Cuando se separa, vuelve a mirarme. Los dos mantenemos nuestras miradas fijas el uno en el otro. Acto seguido, sin yo verlo venir, Axel acerca su cara a la mía para besarme, sin embargo, yo le freno con vergüenza. Él se aparta un tanto confundido.
—Acabo de levantarme, no me he lavado los dientes —le hago saber en un hilo de voz apenas audible.
Él no tarda en reírse de una forma muda.
—¿Y qué? ¿A caso eso me va a matar? —inquiere entre risas.
—Es posible —bromeo.
—En ese caso, mátame a besos.
Apenas dice esto y sus labios ya están sobre los míos, haciéndome sentir la calidez y suavidad que estos proporcionan. Al apartarse, me mira a los ojos con una sonrisa que logra contagiarme; acto seguido, vuelve a besarme de forma breve.
—Voy a preparar el desayuno —susurra contra mi boca.
Dicho esto, y sin esperar una respuesta de mi parte, se aparta de mi cuerpo y se levanta del sofá. Una vez en pie, camina hacia la cocina con rapidez, hasta que él desaparece de mi campo de visión. Meneo la cabeza hacia los lados, con la intención de despertarme del todo. Hecho esto, deslizo mis piernas por el borde del sofá y apoyo las plantas en el frío suelo. Mantengo la vista puesta en las baldosas, intentando luchar con la pereza que ha comenzado a invadirme totalmente.
Al escuchar los pasos de alguien dirigiéndose hacia el salón, alzo la mirada hasta que doy con Lipy. Él se acerca a mí con lentitud, arrastrando los pies mientras que se frota los ojos con una de sus manos. En el brazo contrario lleva abrazado contra su pecho el peluche que le regaló su hermano ayer. Detrás del niño, aparece Sparkie caminando hacia el mismo rumbo. Esta simple imagen, me hace sonreír.
—Buenos días, Phillip —saludo.
El niño no dice nada al respecto, solo sigue con su camino. En cuento llega aquí, se sienta en el sofá y recuesta el lado derecho de su cabeza sobre mis piernas.
—¿Qué te ocurre? —pregunto con el ceño ligeramente fruncido.
Lipy vuelve a usar el silencio como respuesta, al mismo tiempo que suelta el peluche de la lechuza y se aferra a mí con sus delgados brazos. Acaricio su cabello con delicadeza, lo que hace que él se mueva un poco para ponerse en una postura más cómoda.
Sparkie se sienta a mis pies y nos observa con la lengua fuera, parece el perro más feliz del mundo. Este se alza sobre sus dos patas traseras y, a continuación, posa las delanteras en mis rodillas. Sin poder evitarlo, dirijo mis manos hacia su cara, pellizcando con suavidad ambos laterales de la misma. Esto hace que el animal cierre su boca y me mire como si no entendiese nada. Y la verdad, es que la escena es bastante graciosa.
—Mira qué cara más divertida tiene Sparkie, Phillip. —Poso mis ojos en el hermanito de Axel.
Noto como él mueve ligeramente su cabeza y veo como sus pestañas se alzan, cosa que me indica que ha abierto los ojos para presenciar lo que le he dicho. Lipy se ríe al ver a su cachorro, y yo no puedo sentirme mejor al haber conseguido una buena reacción por su parte.
🐈
Cuando entro en la comisaría, no pierdo el tiempo y camino hacia la cafetería, ya que ahí es donde puedo llegar a encontrar a Chelsea. En cuanto estoy justo enfrente de la entrada, la veo a ella, de espaldas a mí, preparando el café en su respectiva cafetera. Entro en el lugar y me acerco a ella con lentitud. En el momento en el que estoy a pocos pasos de ella, llamo su atención.
—Chel, ¿puedo hablar contigo en privado? —cuestiono con nerviosismo, lo que hace que la voz se me quiebre al finalizar la frase.
La rubia teñida se da la vuelta de inmediato y apoya sus manos en la encimera que hay detrás de ella. La expresión facial con la que me mira, me hace ver que la he asustado. Está un poco alterada. Y eso es lo que me desconcierta. ¿Por qué actúa tan inquieta cuando está cerca de mí?
Chelsea asiente con la cabeza de manera pausada. Tras hacerle un gesto con uno de mis brazos para que me siga, me doy la vuelta y comienzo a caminar fuera de la cafetería. Una vez que estoy en el pasillo principal, me dirijo hacia la habitación que se usa de trastero que hay al fondo a la izquierda; la misma en la que entré con Fred cuando él descubrió mi verdadera identidad al principio de todo.
Agarro el picaporte de la puerta cuando he llegado hasta a ella y la abro. Me hago a un lado para dejar pasar a Chelsea, quien entra mirándome de reojo y sin ser capaz de ocultar lo nerviosa que está. En cuanto entro yo, cierro la puerta a mi espalda, dejando que solo la luz que entra por los huecos de la misma nos ilumine con escasez.
—Por favor te lo pido, explícame lo que está pasando, porque si no me voy a volver loca —le suplico con pesar.
—No... no sé a qué te refieres —contesta con voz temblorosa.
—Chelsea...
Ella desvía la mirada de mí y la posa en algún punto de la habitación mientras cruza los brazos sobre su pecho y se muerde el labio inferior con fuerza.
—Tengo que irme. Hay gente que está esperando su café —evade mis súplicas.
La rubia se dirige hacia la salida del lugar, la cual se encuentra a mi espalda. Sin embargo, cuando pasa por mi lado, le agarro de uno de sus brazos con suavidad. Ella se gira para verme. Esta situación me está doliendo más que cualquier otra cosa. Ver cómo se desmorona todo en mi vida a cada paso que doy... es una sensación horrible.
—¿Qué estás ocultándome? Te escuché hablar con Dexter el otro día —confieso—. ¿Es... es que tienes algo que ver con los asesinatos?
Sus párpados se abren con espanto y, luego, se deshace de mi agarre de forma brusca.
—¿Estás loca? ¿Cómo puedes culparme de los asesinatos? —Sus ojos empiezan a aguarse—. ¡Yo no soy una asesina!
—¡Entonces dame una razón! —pido con las lágrimas al borde del precipicio de mis ojos.
—¡No quiero que te maten! —grita, dejando escapar todas y cada una de sus lágrimas—. No... no quiero verte morir...
Soy incapaz de hacer salir las palabras de mi boca tras escuchar a mi amiga. Las lágrimas, ruedan por mis mejillas como las de ella. Chelsea no añade nada más y abre la puerta para después marcharse con rapidez. Yo ni siquiera puedo moverme del sitio, me he quedado anclada en el suelo. No sé qué está pasando, no logro salir de la confusión en la que me hallo sumida desde hace tiempo.
Mi teléfono móvil vibra en el bolsillo de mis pantalones vaqueros por la entrada de un mensaje, lo que provoca que salga de mis pensamientos de forma instantánea. Me limpio las lágrimas y luego saco el dispositivo de su sitio. Cuando lo desbloqueo, un mensaje de Axel aparece en la pantalla.
"Mañana es el día. Jayden tiene todo listo. ¿Estás preparada?"
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