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👑🌹 Capítulo 31

El silencio es lo único que reina a nuestro alrededor en este preciso momento. Todos seguimos con nuestros ojos puestos en Jayden, quien no para de alternar los suyos de una persona a otra debido a lo nervioso que está. Solamente se pueden escuchar nuestras respiraciones, algunas más pausadas que las otras, pero todas ellas están cargadas de miedo.

—Phillip, vete a tu habitación. —La voz de Axel retumba en el lugar, lo que hace que dirijamos la mirada hasta a él.

Su hermano le observa con una expresión que muestra todo lo confundido y asustado que se encuentra ante esta situación. Tras unos segundos en los que parece que no tiene intención alguna de moverse de su sitio, se levanta del sofá y camina con pasos lentos hacia donde le han mandado. El dilatas coge una gran bocanada de aire y la suelta en el acto, a la vez que se lleva las manos a la cabeza con desesperación.

—¿Qué más te han dicho? —cuestiona Andriu en un tono de voz muy bajo.

Él deja caer sus brazos a ambos lados de su torso y no dice nada al respecto. Logro oír unas cuantas maldiciones salir de su boca mientras comienza a caminar por el salón sin un rumbo fijo, de un lado a otro y vuelta a empezar.

—Que sois un peligro para los Árticos ahora que han visto que estáis del lado de Kelsey. Temen que les hundáis el negocio y a ellos junto con él —contesta al fin, sin dejar de andar—. Les he dicho que he conseguido ganarme la confianza de Axel otra vez, que estoy en el grupo de nuevo con la intención de sacar provecho, para que no me condenen a mí también. Y antes de que me llaméis cobarde, tengo un plan. Es necesario que mi tío me considere de fiar todavía.

Ponemos nuestra atención en él, a la espera de que nos cuente de qué va su plan. Jayden deja de moverse y se posiciona enfrente de nosotros. Tras cruzar los brazos sobre su pecho, este se dispone a hablar.

—La orden de mataros me la han dado a mí, por lo que nadie os hará nada si yo no lo digo —prosigue, seguro de sus palabras—. A excepción de Kelsey.

Cuando este pronuncia mi nombre, fija la vista en mí con pesar. Ann y el resto, hacen los mismo. Sin embargo, la mirada de Axel muestra más ira que otra cosa.

—Los jefes quieren ocuparse de ella personalmente —añade.

Trago saliva, inquieta. Atrapo el labio inferior entre mis dientes como un acto de nerviosismo que intento calmar, pero no lo consigo. Las pulsaciones de mi corazón están tan alteradas por el miedo que tengo a lo que pueda llegar a suceder, que apenas soy capaz de mantenerlas a un ritmo moderado. Ni siquiera puedo auto engañarme con la típica frase de: todo estará bien. Es obvio que eso no será así, tengo un mal presentimiento. Alguno de nosotros acabará muerto, y todo porque yo no quería seguir repartiendo café.

—Os iré informando de todo para que vayáis un paso por delante. Estaremos bien siempre y cuando los jefes no se enteren de que aquí, el mayor traidor de todos, soy yo —continúa hablando Jayden—. Seguiremos con el plan del polideportivo en marcha. Ese paso es crucial para acabar con esta mierda. Luego, ya pensaremos en el próximo golpe.

Nosotros le hacemos ver, cada uno de una forma diferente, que estamos de acuerdo con lo que dice. No nos queda más remedio que confiar en él y en su plan. Al fin y al cabo, es nuestra última esperanza. Es la única persona que nos puede mantener al tanto de lo que sucede dentro de los Árticos y prepararnos para lo que ellos estén planeando. Jayden es el único que puede sacarnos de este lío con vida.

—Hay una cosa que debéis saber —nos comenta el dilatas, poniéndose más serio que antes—. Mi tío me ha dicho que tienen un arma secreta, una persona. Al parecer es muy cercana a vosotros. Así que tened cuidado, porque, si algo se tuerce, puede ser nuestro fin.

Al escuchar estas palabras, no puedo evitar fruncir el ceño y mirar a cada uno de los presentes. Estos se observan los unos a los otros con la misma expresión facial, llena de preocupación, temor y demás sentimientos que es normal que nos estén abordando justo ahora. Ya que esto solo ha hecho ponernos las cosas más difíciles. Hay alguien al que conocemos que trabaja para los Árticos y que, parece ser, que no dudará ni un segundo en entregarnos.

Estamos durante unos instantes callados, a la espera de que a alguno se le ocurra el nombre de esa posible arma secreta y lo desvele. Pero ninguno sabe de quién puede tratarse, ya que nadie abre la boca.

—Bueno, estamos de fiesta y con un niño entre nosotros —interviene Ann—. Creo que deberíamos dejar este tema para otro momento e intentar disfrutar lo que nos queda de noche.

—Opino lo mismo. —Se une la pelo azul—. Aunque va a ser un poco difícil después de todo lo dicho.

El tacto cálido de la mano de Axel envuelve la mía, en un acto de hacerme saber que está conmigo. Cuando poso la mirada en él, este me da un suave apretón al mismo tiempo que me muestra una pequeña sonrisa que acaba por convertirse en una mueca.

—¡Eh, ha venido Papá Noel! —La voz de Phillip nos saca de la tensión del momento.

El niño aparece detrás de Jayden con el peluche de una lechuza entre sus brazos. Y, por supuesto, con una sonrisa de oreja a oreja que deja ver su dentadura al completo.

—Es Hedwig —nos hace saber con una alegría que no cabe en él—. Lo he encontrado sobre la cama de Axel.

En ese instante, noto como su hermano mayor se lleva su mano libre a la frente. Al fijarme en la expresión que este tiene, me percato de que no es que esté muy contento por la acción del pequeño. Está preocupado y un tanto confuso, lo que no llego a entender del todo.

Lipy, después de mostrarnos lo feliz que está, vuelve a desaparecer por el pasillo. Andriu se levanta del suelo de inmediato y se posiciona al lado del dilatas. Una vez en pie, mete una de sus manos en el bolsillo de sus pantalones. Tras unos segundos de búsqueda, ella saca algo que no consigo ver.

—Yo también tengo un regalo para vosotros —nos comenta mientras hace un hueco en la mesita.

En cuanto ha apartado todos los papeles que envolvían nuestra cena, la pelo azul deja cinco llaves sobre la mesa.

—Son de nuestro local, hay una para cada uno —agrega.

Extiendo el brazo hasta que los dedos de mi mano cogen una de las llaves. El resto hace lo mismo con las que quedan, para después observarlas por unos instantes y guardárselas en algún lugar de sus prendas de vestir.

—Gracias —le agradece Fred tras haber estado todo este tiempo sin mediar palabra.

Andriu le sonríe como respuesta. Luego nos echa una rápida mirada a los demás, pero ninguno estamos con los ánimos adecuados para alegrarnos por su regalo. La noche se nos ha fastidiado con esa llamada, bueno, la vida, mejor dicho. Y no hay nada que lo pueda arreglar.

—Debo irme, aún tengo que terminar unas cosas para el plan del polideportivo —avisa Jayden—. Cuando esté listo os lo explicaré.

Él se da la vuelta y camina hacia el pequeño perchero que hay anclado en la pared de la entrada. Tras coger su respectivo abrigo, se lo pone. La pelo azul se acerca a él y hace exactamente lo mismo con su chaqueta.

—Voy contigo —le dice ella mientras se abrocha la prenda.

El dilatas asiente con la cabeza.

—Yo tengo el regalo de Ann en casa, así que tenemos que irnos también —declara el moreno levantándose del suelo.

Hecho esto, le tiende la mano a la pelirroja, quien no tarda en tomarla y ponerse en pie. Andriu, Jayden y Axel se le quedan mirando durante un tiempo. El dilatas arquea una de sus cejas a la vez que en sus labios se hace presente una sonrisa de medio lado que me resulta de lo más pícara. Turner acaba por darse cuenta de esto al sentirse observado, por lo que no tarda en mirarnos uno por uno con el ceño fruncido.

—Sois unos malditos malpensados, de verdad —se queja él—. Me he dejado el regalo en casa, es en serio. Pedazo de pervertidos.

—Pero si no hemos dicho nada —los defiende Axel entre risas; las primeras en toda la noche después de la llamada.

Fred rueda los ojos a la vez que niega levemente con la cabeza. Después, él y Ann se dirigen a recoger sus respectivos abrigos. Cuando ambos ya los tienen puestos, Jayden agarra el picaporte de la puerta y la abre. Pero antes de salir, se gira para decir una última cosa.

—Gracias por la cena, Axel —le agradece.

—Hay que repetirlo —opina Andriu con una cálida sonrisa en sus labios.

—Cuando queráis —contesta mi novio.

Dicho esto, los cuatro salen de casa, cerrando detrás de ellos. A continuación, Axel se levanta del sofá y camina hacia la pequeña terraza que hay a su izquierda. Tras abrir la puerta de la misma, dejando entrar así el frío de la noche, se dispone a salir. Una vez fuera, cierra un poco la puerta.

Decido dejarle solo durante unos segundos, por lo que me levanto del suelo y amontono los restos de la cena que hay sobre la mesa para que me sea más fácil llevarlo todo a la vez. Cuando me aseguro de cargarlo todo entre mis brazos y manos, camino hacia la cocina con cuidado de que no se me caiga nada. En cuanto llego, me acerco al cubo de la basura y tiro ahí los desperdicios. Hecho esto, vuelvo al salón y me encamino con pasos lentos hacia la entrada de la terraza.

Al asomarme por el cristal de la puerta, puedo ver a Axel sentado en una de las esquinas del suelo, con sus rodillas flexionadas y sus brazos posados sobre las mismas. En su mano derecha sostiene un cigarrillo sin encender y en la otra el mechero. Su mirada está perdida por algún lugar de la calle. Cuando me dispongo a salir junto con él, sus ojos se fijan en mí. Me agacho hasta que puedo tocar el suelo con mis manos y, acto seguido, me siento y me quedo observando al chico que hay enfrente de mí.

—¿Sigues fumando? —le pregunto con la intención de empezar un tema de conversación.

Él, tras echarle un rápido vistazo al cigarrillo, niega con la cabeza.

—Lo estoy dejando —confiesa—. Ahora que Phillip vivirá conmigo, no quiero seguir con esto.

Sonrío ante su respuesta.

—¿Y qué haces? —indago un tanto curiosa.

Me llevo las piernas al pecho y las abrazo contra mí mientras pongo la barbilla sobre mis rodillas. De esta forma, veo a Axel desde una mejor perspectiva.

—Ver cuanta fuerza de voluntad tengo —responde sin más—. Si lo enciendo y no le doy una calada... habré ganado por hoy.

Instantes después de decir esto, él enciende el cigarrillo y lo mira con detenimiento, probándose así mismo. Yo, simplemente, le observo en silencio. Sin embargo, el sonido del claxon de un coche, nos saca a los dos de nuestros pensamientos. Ambos dirigimos la mirada hacia la calle y, aunque los barrotes del balcón nos hacen ver todo de forma parcial, el coche rojo de Ann aparece en nuestro campo de visión.

La pelirroja saca la mano por la ventanilla del piloto para despedirse de Jayden y Andriu, los cuales están parados en la acera haciendo el mismo gesto con sus manos. Terminada la acción, Ann acelera y se marcha del lugar junto con Turner.

El dilatas y la pelo azul cruzan la carretera para llegar a la otra acera y poder así seguir con su camino. Pero en el momento en el que llegan, Andriu frena a Jayden y se dispone a decirle unas cuantas cosas que no llego a escuchar con claridad debido a la lejanía. Sin siquiera esperármelo, él la agarra por los codos y la besa. Ella parece estar sorprendida, al igual que yo, pero no tarda en corresponderle.

Una suave risa muda hace que aparte la mirada de ellos dos y la pegue en Williams. Este admira la escena con ternura.

—Fred me debe veinte dólares —dice llevándose el cigarro a sus labios.

Arqueo ambas cejas al verle hacer esto. Pero no pasa nada, ya que él mismo acaba por darse cuenta de lo que acaba de hacer y no tarda en apagarlo en la barandilla de la terraza.

—Poca. Muy poca fuerza de voluntad —habla entre risas, lo que provoca que yo también me ría.

—Oye, ¿qué era lo que me querías contar acerca de Phillip? —cuestiono.

Ante mi pregunta, la expresión de Axel decae.

—Está muy raro últimamente, me preocupa.

—Creo haberlo notado —admito.

Va a volver a hablar para explicarme más acerca de la situación, pero la repentina aparición de Lipy en la entrada de la terraza, le hace callar. El niño tiene entre sus manos el primer libro de Harry Potter; lo abraza contra él con fuerza, como si tuviera miedo de que se lo quitemos.

—Vamos Axel, tenemos que continuar. —Dicho esto, se da la vuelta y camina hacia el interior del pasillo.

Poso la vista en su hermano mayor.

—Se empeña en que leamos juntos esa condenada saga —me hace saber al mismo tiempo que suspira con cansancio—. No sé qué le ve, a mí me aburre mucho.

Me río al escuchar sus quejas. Tras finalizar la frase, se levanta del suelo.

—Ah, oye... quédate con nosotros esta noche —me pide.

Asiento con la cabeza, mostrándole una cálida sonrisa. Cuando ve mi respuesta no duda en devolverme el gesto, luego, se adentra en el interior de su casa para ir con su hermano. Suelto un pequeño suspiro mientras abrazo más mis piernas.

Dirijo la mirada hacia la calle, tan solo iluminada con las luces de las farolas y las de las casas que aún siguen encendidas. Me quedo en esa posición por unos minutos, pensando en todo lo que ha ocurrido esta noche.

Le doy varias vueltas a todo unas cuantas veces, buscando entre todos los nombres que rondan por mi mente el que corresponde con la persona que Jayden nos mencionó. El único nombre que se me pasa por la cabeza es el de Chelsea, aunque ella es cercana a mí solamente. Y no creo que ella esté metida en asuntos con los Árticos, si así fuera ya me habría enterado, ¿no? No quiero tener que sospechar de ella para esto también.

Estoy aproximadamente media hora así, poniendo en duda todo con la esperanza de tener algo en claro, rebuscando hasta en el último de mis recuerdos. Pero me es imposible. No doy con nada que nos pueda servir de ayuda.

Al sentir mi cuerpo un poco frío ya debido a la temperatura ambiente, me levanto del suelo y entro en casa, donde el calor me envuelve por completo. Camino con pasos lentos hacia la habitación de Phillip, pero cuando llego, me percato de que no hay nadie. Frunzo el ceño y me dirijo a la de Axel. En cuanto entro, veo a ambos hermanos tumbados en la cama, abrazados el uno al otro y plácidamente dormidos. No puedo evitar sonreír al ver esta escena.

Me acerco al lado en el que está Lipy y le aparto el libro de entre sus manos con cuidado de no despertarle. Luego, lo dejo sobre la mesilla de noche. A continuación, agarro la manta junto con las sábanas y los arropo para que no pasen frío.

Hecho esto, me inclino sobre ellos con cautela y le doy un beso a Phillip en la frente y otro a Axel en los labios. Después de asegurarme de que no los he despertado, me doy la vuelta y salgo de la habitación.

Hoy dormiré en el sofá. Porque, a pesar de tener la cama de Lipy, prefiero hacerlo allí. Pues él no está despierto para yo poder preguntarle si puedo dormir en su habitación. Creo que el chico no tendría ningún problema, pero no voy a dar por hecho algo de lo que no estoy segura al cien por ciento.

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