👑🌹 Capítulo 3
Me quedo mirando la madera de su puerta, dándole vueltas a lo que estoy a punto de hacer. Pensando en todas las palabras hirientes que me puede soltar en un solo segundo, con todo el derecho del mundo. En cómo podría reaccionar él ante mi noticia y en cómo podría reaccionar yo misma ante la situación. Esto... esto no va a salir bien.
Dejo caer mis nudillos contra la puerta, haciendo un pequeño ruido lo suficientemente fuerte como para que él lo haya podido escuchar. Cojo una gran bocanada de aire y lo voy soltando de a poco, con la intención de tranquilizarme. El sonido de sus pisadas en el suelo me indica que se está acercando y que sus pies están descalzos, ya que no se escucha tan fuerte como para confirmar que lleve puesto algún tipo de zapatillas. Mi corazón comienza a latir más rápido, consiguiendo ponerme nerviosa. Pero me mantengo firme en mi posición.
La puerta se abre, y un Axel vestido con uno de sus pantalones negros deportivos y una camiseta blanca, aparece en mi campo de visión. Este, al verme, frunce el ceño y suelta un pequeño gruñido para luego proceder a cerrar la puerta. Ah, no. De eso nada
Pongo mis manos en la madera de la misma, impidiendo así que la cierre, lo que provoca que él vuelva a gruñir con molestia.
—¿Qué quieres? —inquiere cabreado.
Empuja la puerta hacia mí para cerrarla.
—He venido a decirte que tu hermano no irá a ningún orfanato —me apresuro a decir para que deje de ejercer esa fuerza.
En el momento en el que estas palabras salen de mi boca, él relaja la expresión de su cara y deja su labor de rehuirme. He logrado captar completamente su atención, aunque su rostro se mantenga en un punto neutro de emociones, sus ojos chispeantes le delatan. Está más que claro que su hermano es su debilidad y que vale más que cualquier discusión.
—Me dieron su custodia —añado.
Axel vuelve a arrugar el entrecejo, cosa que me pone alerta.
—Primero me mientes —afirma con seriedad en su voz—. ¿Y ahora me restriegas que tú tendrás a mi hermano cuándo yo no lo voy a poder ni ver?
Abro los ojos de par en par ante su respuesta. No era la que yo me esperaba, la verdad. Esperaba que se mostrara alegre de que no fuera a ningún centro de acogida. Los rasgos del chico que tengo enfrente se endurecen otra vez, haciendo que dé un paso hacia atrás para poder darle su espacio.
—Yo no te lo estoy restre...
—¡Vete a la mierda, Kelsey! —grita con rabia.
Él cierra de un portazo que hace retumbar por unos instantes las paredes del pasillo. Abro la boca, estupefacta, sin saber muy bien que decir al respecto para que vuelva a querer entablar una conversación conmigo. Parpadeo unas cuantas veces intentando que mi cerebro reaccione de una vez por todas, pero las palabras se me amontonan y no soy capaz de pronunciar ni una de ellas. Esto va a ser más difícil de lo que pensaba.
Carraspeo con la garganta y me atrevo a acercarme todo lo posible a la entrada, hasta que mi cara queda a tan solo unos centímetros de la puerta. Respiro hondo y me animo para volver a hablar, rezando internamente para que Axel esté al otro lado, cerca, y que me pueda escuchar.
—Oye, Axel... —comienzo a decir—. La razón por la que me han dado su custodia es porque voy a demostrar tu inocencia. De esa forma, tu hermano se podrá quedar contigo sin problema.
Espero unos segundos con la esperanza de escuchar alguna contestación de su parte, pero ni un solo sonido sale del interior de su piso; esto hace que suelte un pequeño suspiro, con el pensamiento de que es posible que ya se haya alejado y no me haya oído, como ya venía temiendo. Pero todo esto se desvanece de mi mente en cuanto la puerta se abre de forma brusca y apresurada casi al momento.
Aparto la cabeza de esta como acto reflejo y doy un paso hacia atrás con los ojos abiertos de par en par, debido al susto que me ha llegado a causar su repentina acción. Realmente no me esperaba que volviera a abrirme. Williams tiene el ceño fruncido, los ojos clavados en mí y los puños completamente apretados, como si estuviera aguantándose las ganas de liarse a puñetazos conmigo. En cambio, sé que eso no sucederá.
—¿Estás loca? —espeta con molestia—. Harás que nos maten a todos.
Su voz suena grave, llena de rabia y, aunque habla en un tono bajo para no llamar la atención de los vecinos, intimida igual o más que si me lo hubiese dicho gritando.
—Te prometo que eso no pasará. —Alzo las manos a ambos lados de mi cabeza como un símbolo de paz.
—¿Qué no pasará? —repite con ironía, desviando por escasos instantes la mirada de la mía—. No quieren que descubran a la verdadera asesina y tú sigues investigándolo. Nos vas a matar.
Pienso en contarle sobre el trato que he hecho con Dean para que esté tranquilo, pero me doy cuenta de que, si lo hago, Axel posiblemente haga alguna estupidez. Él conocería al responsable de las amenazas y seguro que se tomaría la justicia por su mano. Bueno, más que justicia sería una venganza.
—No voy a desvelar la identidad de la asesina aunque la descubra, Axel —le explico—. Solo quiero demostrar tu inocencia. No os pondré en peligro en ningún momento, te lo juro. Confía en mí.
Él suelta una breve carcajada sarcástica y cruza los brazos sobre su pecho.
—Ya confié en ti una vez —dice con voz ronca y la expresión de su rostro totalmente neutra—. No voy a cometer el mismo error dos veces.
En cuanto estas palabras salen de entre sus labios, algo en mi interior se rompe, dejándome anclada en el suelo. Y es porque tiene toda la razón. Joder, la tiene. Más tarde, vuelve a cerrarme la puerta en las narices, con la misma o más fuerza que antes, lo que provoca que apriete los párpados por tal estruendo.
Me aproximo una vez más y pongo las palmas de mis manos sobre la madera.
—Axel... sé que no me vas a perdonar. No te pido que lo hagas —hablo en un hilo de voz apenas audible—. Solo quiero que me escuches. Que me dejes explicártelo todo.
Me quedo callada, esperando respuesta. Pero esta no llega.
Las lágrimas comienzan a amontonarse en mis ojos, sin embargo, no las dejo escapar. Me muerdo el labio inferior, buscando las fuerzas necesarias para no derrumbarme en este momento. Voy a abrir la boca para volver a hablar, pero un suave golpe en la puerta hace que me percate de que Williams sigue ahí. Sigue tras ella escuchando todas y cada una de mis palabras.
—Oye... sé que estás ahí —le hago saber sorbiéndome los mocos—. Abre la puerta y déjame decírtelo a la cara. —Unas cuantas lágrimas salen sin permiso de mis ojos—. Axel, por favor...
Apoyo la frente contra la puerta y aprieto los párpados nuevamente, pensando en todo lo que ha ocurrido por mi culpa. En cómo he hecho las cosas más difíciles de lo que eran solo por miedo a perderle, por miedo a que ocurriera lo que está pasando ahora mismo. Tal vez las cosas hubiesen sido algo diferentes si hubiese tenido las suficientes agallas de decir la verdad, de no ser tan cobarde. Tal vez Williams me hubiese dejado de hablar igualmente, pero, tal vez, solo tal vez, ahora tendría una oportunidad de arreglarlo todo. Sin embargo, él me está dejando en claro que no hay nada que yo pueda hacer para remediarlo. Y le entiendo. Y me lo merezco. En cambio, eso no es razón para que él tenga que seguir viviendo con una carga que no le corresponde llevar.
—Prometo, aunque ahora me odies, liberarte de todas y cada una de las cadenas que te atan. Incluso de ese velo negro que mancha tu reputación. —Las palabras salen solas de mi boca, de forma involuntaria e inconsciente, pero cuando me doy cuenta de lo que he dicho, no me arrepiento en absoluto de ello.
Me alejo y me quedo observando la entrada con detenimiento; supongo que con las mismas esperanzas de que él me permita verle y continuar con la conversación. De que salga y me dé una contestación, por pequeña que sea. Pero dudo mucho que lo haga, así que doy unos cuantos pasos hacia atrás, apartando esas lágrimas de mis mejillas que antes han decidido salir sin previo aviso.
Tras mentalizarme de que Williams no va a salir, me giro hacia la izquierda y camino hacia las escaleras que conducen hacia los pisos de abajo. Desciendo los escalones con lentitud, hasta que el sonido de una puerta abriéndose hace que pare en seco en el séptimo de ellos. Me quedo completamente quieta, dándole vueltas en mi cabeza a la opción de volver a subir para enfrentar a Axel o seguir con mi camino.
Miro hacia atrás por encima de mi hombro izquierdo, estando atenta a cualquier ruido proveniente de arriba. Tras pensar rápidamente en una de las opciones, decido volver a subir; pero apenas subo un escalón y el sonido de la puerta cerrándose se hace presente en el lugar, provocando que vuelva a frenar.
Mierda.
🐈
Al llegar al último peldaño que corresponde a la planta del edificio en el que resido, suelto un suspiro de cansancio. Y no por el esfuerzo físico que conlleva subir unas cuantas escaleras, si no por el hecho de recordar que no he logrado avanzar ni siquiera un poquito con Axel. Sabía de antemano que iba a ser algo difícil debido al daño que le he provocado sin quererlo, pero no me esperaba que estuviese tan empeñado en hacerme desaparecer de su vida. Me pensaba que, tal vez, podría barajar la opción de escucharme, porque tengo una explicación que aún no he tenido la oportunidad de darle. Tal vez no cambie nada, pero necesito hacerlo.
En el momento justo en el que mis ojos se posan sobre la entrada a mi hogar, arrugo la nariz. La pelo azul se encuentra sentada sobre el felpudo esperando a quien supongo que soy yo. Arqueo una ceja y me acerco a ella hasta que se percata de mi presencia y opta por levantarse del suelo.
—Andriu. ¿Qué haces aquí? —quiero saber.
—Tengo que hablar contigo —expresa con mesura.
Arrugo el entrecejo. Ya la he liado.
—Los únicos que sabemos que eres policía somos Fred, Axel, Ann y yo —comenta—. Nadie más. Bueno, sí, Jayden. Pero mantendrá la boca cerrada porque si no le dejo sin dilataciones.
Ah, bueno.
—Me alegra oír eso.
—Kelsey, sigues perteneciendo a nuestro grupo —me recuerda.
Vale, aquí viene la parte mala.
—Por lo que tendrás que seguir haciendo entregas y todo lo que te pidan para pasar desapercibida —continúa hablando—. Buscaré la forma de sacarte, pero no te prometo nada. Ninguno hemos logrado salir aún, así que, si quieres librarte, huye lejos del país. A ti no te retiene nada aquí.
—No voy a abandonar a Axel y a su hermano por salvar mi pellejo.
—Ya te retiene algo... —Se masaje la sien—. Hablaré con Jayden para que no te ponga en trabajos individuales. A ser posible, haré que te pongan conmigo o con mi hermana. De esa forma no estarás en un peligro mayor.
—Gracias —agradezco—. Pero ¿por qué haces esto por mí?
La chica se aparta el pelo de los hombros y fija sus ojos en los míos. Un indicio de sonrisa no tarda en abrirse paso en sus labios, cosa que me hace sentir bien. Siento que estoy en buenas manos, protegida. Al fin y al cabo, ella ya me ha salvado la vida con anterioridad.
—Porque me caes bien. —Se encoge de hombros—. Y porque... te he... ¿cogido cariño? Eso.
La sonrisa que había aparecido instantes antes, se borra de forma inmediata. Yo no puedo evitar reírme internamente. ¿Me lo está preguntando? Se nota que no es de las personas que admiten sus sentimientos tan abiertamente, sino de las que necesitan su tiempo para crear esa confianza y complicidad para hacértelo saber de manera sincera.
—¿Cómo has dicho? —Las comisuras de mis labios se estiran, vacilonas—. Creo que no te he escuchado bien.
—Vete a la mierda —espeta algo molesta a la vez que me golpea suavemente el brazo—. Ya lo has oído, no me obligues a repetirlo.
Una sonora carcajada sale de mis adentros ante sus quejas; se me hace de lo más graciosa. Andriu saca su teléfono móvil del interior de uno de los bolsillos de su chaqueta vaquera y me lo tiende, lo que hace que yo lo tome entre mis manos a la espera de que me diga lo que pretende.
—Guárdame tu número para que pueda llamarte si hay que hacer algún trabajo —pide.
Asiento y la obedezco. Cuando finalizo, le devuelvo el dispositivo.
—Pues ya te llamaré, hasta luego —se despide sin más.
—Adiós, Andriu.
En cuanto ella se dirige hacia las escaleras, yo saco las llaves de un bolsillo de mi abrigo y procedo a abrir la puerta de mi casa. Una vez que he hecho esto, entro y me permito sentir el calor que desprende la estancia. En días fríos, esto es gloria pura.
Tras quitarme el abrigo y dejarlo sobre mi antebrazo izquierdo, me dispongo a cerrar e impedir que se escape el gato; sí, refiriéndome a mi pequeño bichejo negro y al calorcito de mi hogar. Sin embargo, antes de que pueda terminar la acción, una voz masculina se adentra de golpe en mis oídos.
—¡Kelsey, espera! ¡No cierres!
¿Eh?
Me asomo al pasillo, un tanto confundida, viendo así a Anton, uno de mis muchos compañeros de trabajo. Este se aproxima a donde me encuentro, con una maleta de ruedas en cada mano y el pequeño hermano de Williams justo a su lado, quien sujeta un perrito de la raza Carlino entre sus finos brazos.
Agh, se me olvidaba que tenía perro. Esto a Bagheera no le va a hacer ni pizca de gracia.
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