👑🌹 Capítulo 29
—¿Te estás quedando conmigo? —cuestiona Axel con los ojos más abiertos de lo normal.
Me observa con perplejidad mientras yo procedo a salir del portal de mi edificio completamente. En el mismo momento que he abierto la puerta, le he soltado a Axel la noticia que tanto ha estado esperando, que Dean nos ha dejado el camino libre.
—No. —Niego con la cabeza—. Me ha dejado continuar con esto. Podemos descubrir a la verdadera culpable. Eso sí, solo cuando él me dé permiso para hacerlo público.
Él abre la boca para decir algo al respecto, sin embargo, la cierra al no saber muy bien lo que decir. Una de sus manos se posa en su cadera mientras que la otra va a parar a su frente; aún sigue asimilando mis palabras, por lo que se ve. Parece no creérselo del todo.
—Pero... ¿Corres peligro? —Traga saliva con nerviosismo.
Vuelvo a negar, lo que hace que una sonrisa se ensanche en sus labios; está feliz. Por parte de Dean, estoy a salvo. Pero por parte de los Árticos... ya es otra cosa.
—Gracias —me agradece con los ojos llorosos.
Está haciendo el esfuerzo de que esas lágrimas no salgan, pero cuando él ve que lo he notado, no tarda en limpiárselas con su mano derecha. Es obvio que está emocionado. Después de tantos años, por fin va a ser posible hacer justicia por su madre. Por fin, podrá ver a la asesina de Margott en el infierno en el que él mismo estuvo para proteger a su hermano pequeño. Esta es la última cadena que queda aferrada a su corazón, la única que queda por romper para que pueda ser completamente libre.
—Oye, ¿podemos movernos? Me aburro —se queja Phillip, quien está al lado de su hermano.
Este tiene los brazos cruzados sobre su pecho y los mofletes hinchados de aire, como si estuviese cabreado con nosotros. En una de sus manos sostiene la correa de Sparkie, el cual se encuentra sentado a sus pies y con la lengua fuera. Yo no puedo evitar fruncir el ceño ante el comportamiento del niño. Axel le echa una rápida mirada llena de confusión y algo más que no soy capaz de descifrar.
—Sí, vamos. O llegaré tarde al trabajo —comento.
Phillip, al escuchar mis palabras, se da la vuelta y comienza a caminar junto con el perro, calle arriba. Axel y yo le seguimos a un paso más lento que el suyo, a su espalda. El niño corre de un lado a otro por la acera, haciendo que el animal le siga el ritmo alegre que lleva implantado.
Williams acerca su boca a mi oído y pronuncia las siguientes palabras:
—Luego tengo que hablar contigo muy seriamente.
La piel se me pone de gallina y mi corazón pega un vuelco; eso ha conseguido asustarme.
—¿De qué?
Llena sus pulmones de aire al mismo tiempo que dirige la mirada hacia el frente, dirección en la que se encuentra su hermano pequeño.
—De Phillip. —Suspira.
La respiración se me corta por unos segundos y fijo mis ojos en la espalda de Lipy. ¿Qué es lo que pasa con él?
🐈
—Buenos días, Kelsey —me saluda Robert, uno de mis compañeros de trabajo, en cuanto entro en comisaría.
Él se encuentra tras el mostrador del puesto de información bebiéndose un café.
—Buenos días. —Sonrío.
Me dispongo a ir hacia el ascensor, sin embargo, cuando me da por mirar en el interior de la cafetería al pasar por la entrada de la misma, alguien llama mi atención. Y es Chelsea. Freno y me quedo observándola por un rato, de brazos cruzados.
Ella está tecleando en su móvil, mientras que la bandeja con los cafés calientes que le habrán encargado, descansan encima de una de las mesas. No puedo evitar intervenir, por lo que entro en la cafetería y me acerco a ella. Cuando estoy justo enfrente, Chel se percata de mi presencia y fija su mirada en mí.
—Hola, Kels. —Me muestra una sonrisa de oreja a oreja.
Desvío la vista hasta su teléfono, el cual está entre sus dos manos vibrando por la entrada de varios mensajes.
—Dame tu móvil —le pido tendiendo mi mano para que ella haga lo propio.
Chelsea frunce el ceño y me mira con confusión en su rostro. Esta comienza a parpadear y a mover sus ojos de un lado a otro con inquietud.
—¿Para qué? —Traga saliva.
—Te está distrayendo de tu trabajo —respondo mientras señalo las tazas de café que hay en la mesa de al lado.
Ella posa sus ojos allí y luego los vuelve hacia a mí.
—Oye... No volverá a pasar —promete, nerviosa.
Yo, simplemente, me mantengo en mi misma posición: con la palma de mi mano extendida a la espera de recibir lo que le he pedido. Chelsea, en el momento en el que se da cuenta de que no voy a ceder hasta que me lo dé, se da por vencida y pone su teléfono móvil en mi mano.
—Te lo devolveré al finalizar tu jornada laboral.
Dicho esto, me doy la vuelta y salgo de la cafetería. Aquí confirmo que Marshall me ha influenciado mucho durante estos años; madre mía, ahora hablo igual que él. Una vez que vuelvo a estar en el pasillo, Robert llama mi atención, haciendo que retroceda los pasos ya dados hasta estar enfrente del mostrador que nos separa.
—Esa muchacha nueva... buff. Prefiero tus cafés, Kelsey —confiesa el hombre.
Este inesperado comentario logra sacarme una breve risotada de mis adentros.
—Pues te informo de que yo no quiero volver a ese puesto de trabajo. —Niego con la cabeza, riéndome—. Así que tendrás que conformarte.
—Empezaré a traerme el café de casa, entonces.
Vuelvo a reírme ante sus palabras; es inevitable.
En cuanto dirijo la mirada hacia el ascensor, la expresión de mi cara se vuelve más seria. Chel se encuentra esperándolo mientras me mira de reojo, cosa que veo extraña. Camino hacia la cafetería nuevamente y es cuando puedo ver que ni siquiera ha recogido la bandeja con los cafés que tiene que entregar al resto de trabajadores de la comisaría.
En el instante en el que voy a hacer el ademán de caminar hacia ella, veo que ya está en el interior de la cabina y que las puertas se están cerrando. Decido no perder el tiempo y me dirijo hacia las escaleras. Cuando he llegado hasta a ellas, subo hasta alcanzar la primera planta. Es entonces cuando veo a Chelsea hablar con Dexter en mitad del pasillo principal. Ambos parecen alarmados y eso hace que yo también lo esté.
Están tramando algo, no tengo duda. Y tal y como están las cosas, sospecho de casi todos aquí.
Ellos dos se alejan hacia el fondo del pasillo, a uno de los despachos que parecen estar desocupados por ahora. Una vez allí, no dudan en entrar en él y cerrar la puerta, no sin antes buscar con la mirada a alguien que los estuviese observando a la hora de hacer eso. Por suerte, he conseguido disimular antes de que los ojos de Dexter diesen con los míos.
Sin desperdiciar ni un solo segundo, me dirijo con cautela hacia el lugar en el que ellos han entrado. Me quedo tras la puerta, en completo silencio para poder escuchar de lo que hablan y mirando por la estrecha ventana que hay en la misma. Esta tiene echada la persiana por dentro y solo puedo llegar a verlos entre los huecos que deja.
—Mierda, Dexter... nos va a descubrir... —susurra Chelsea.
La expresión de su rostro muestra desesperación. Dexter acorta la distancia que hay entre ambos y posa sus manos en las mejillas de mi amiga.
—Tranquilízate, no va a pasar nada. Lo tengo todo bajo control —responde él en el mismo tono de voz que ella.
Chel niega con la cabeza repetidas veces.
—No, no lo entiendes. Tiene mi móvil, leerá los mensajes.
La sangre en las venas se me congela por unos instantes y siento como el corazón me late con más fuerza. Notos sus latidos en mi cabeza. Chelsea... ¿Qué está pasando contigo? Por favor, no me hagas esto. Estaba mejor pensando que vivía en la ignorancia, pero ya veo que no...
—Cariño, confía en mí —le pide Dexter mirándola con dulzura
Chelsea asiente un par de veces con la cabeza para hacerle saber que confía en él. A continuación, los labios de ambos no tardan en unirse para darse un corto beso. Aparto la mirada de la ventanilla y la poso en el móvil de la que yo creía mi amiga.
Me aparto del despacho con lentitud, por si acaso se les ocurre salir mientras yo no estoy mirando, y procedo a intentar desbloquear su teléfono. Cuando meto la contraseña, este no se abre. La ha cambiado.
Me maldigo interiormente y miro a mi alrededor, pensando en alguna idea que me sea de utilidad. A los pocos segundos, un nombre en concreto pasa por mi mente, iluminándome el camino. Angus, uno de los encargados de las cámaras de vigilancia que hay por comisaría, tráfico y diversos sitios de la vía pública.
Acto seguido, camino hacia la sala de vigilancia, la cual se encuentra en la otra punta del lugar, en un pequeño rincón. Cuando llego, toco con mis nudillos la puerta y después entro. El hombre al que busco y un par más, se giran en sus respectivas sillas de oficina con ruedas para verme con un indico de confusión en sus ojos. Cierro la puerta a mi espalda y me acerco un par de pasos a Angus. En cuanto el resto ve que he venido a verle a él y no a ninguno de los demás presentes, vuelven a sus trabajos.
El lugar está a oscuras, la única luz que hay es el de los monitores, la que, por cierto, alumbra mucho. Por desgracia, no hay ninguna cámara en el interior de los despachos, por lo que Dexter y Chelsea seguro que han pasado desapercibidos.
—Voy a necesitar tu ayuda, Angus —le hago saber al hombre.
Él se gira completamente en su silla y me presta total atención.
—Eres bueno con la tecnología y esas cosas... —continúo hablando—. ¿Crees que podrías desbloquear este teléfono?
Le tiendo el aparato y él lo toma entre sus manos. Lo enciende y se queda observando unos segundos la pantalla que le pide la contraseña.
—Sí, pero tardaré un rato.
—Tómate tu tiempo.
Dicho esto, me doy la vuelta y salgo de la habitación. En ese preciso instante, veo a Chelsea y a Dexter dirigirse hacia el ascensor, igual de nerviosos que antes. En el acto, lo que Chel me dijo sobre Lina la otra vez, cruza mi cabeza y, aunque ahora más que nunca deba desconfiar de ella, siento la necesidad de comprobar sus palabras.
Camino hacia el despacho de Marshall a paso rápido, pero justo cuando estoy por entrar, una niña rubia hace que frene de golpe. Ella se encuentra en el interior de la oficina de mi jefe, sentada en una de las sillas que hay en el lugar y, en el momento en que sus ojos se cruzan con los míos, siento como el mundo se me viene encima. Es la hija de Claudy. La niña que, por mi culpa, quedó huérfana.
Siento como la respiración me comienza a pesar y como algo me presiona el pecho hacia adentro, provocándome un dolor y ahogo que logran sacarme un par de lágrimas.
Me aparto de la entrada, escondiéndome tras una de las paredes que hay a ambos lados de la misma. Apoyo la espalda en ella y me llevo una de mis manos al pecho, en un intento de calmar lo que sea que me esté ocurriendo. Empiezo a coger aire por la nariz y expulsarlo por la boca, moderando así mi respiración de a poco. No obstante, la sensación de ahogo y de opresión en el pecho no se me va ni a tiros.
Me mantengo en esa posición y repitiendo la misma acción durante un par de minutos, hasta que por fin consigo calmarme un poco. Una vez que creo estar bien, me aparto de la pared y me dispongo a entrar en la oficina del señor Meadows. Los ojos azules de la niña vuelven a posarse en mí, al igual que los de Marshall, quien se encuentra sentado sobre un pico del escritorio para estar más cerca de la pequeña.
—Buenos días, Kelsey —saluda mi jefe—. Mira, te presento a Bonnie. Mi hija. La he adoptado. —Señala con ternura a la rubia.
Ella, inmediatamente, me tiende la mano.
—Encantada. —Es lo único que dice.
Me quedo por unos segundos mirándola, sin hacer absolutamente nada, pero finalmente, se la estrecho. Una triste sonrisa se hace presente en sus labios, lo que hace que sienta una punzada en el pecho.
—Igualmente, yo soy Kelsey.
—Dime, ¿querías algo? —Mi jefe me saca de mis pensamientos.
Asiento repetidas veces con la cabeza a la vez que poso la mirada en él.
—Necesito saber qué día entró Lina a trabajar aquí.
—De acuerdo. Voy ahora a preguntarlo, quédate aquí con ella mientras tanto. —Tras pedirme esto, se levanta de encima de la mesa y sale del despacho.
Noto como el terror me invade el cuerpo. Me ha dejado a solas con la niña a la que le he arruinado la vida y no me puedo sentir más culpable.
—Eres muy bonita. —Su dulce voz rompe el silencio, lo que hace que me tense en el sitio.
—No tanto como tú. —Intento mostrarle una agradable sonrisa.
Esta vez, la sonrisa llena de tristeza que tenía plantada en su rostro, se vuelve una más alegre y animada, incluso puedo llegar a notar como sus mejillas se sonrojan levemente. Cruzo los brazos sobre mi pecho y comienzo a dar vueltas sin rumbo fijo por la oficina de mi jefe mientras espero a que llegue.
Durante ese tiempo, me permito observar de vez en cuando a Bonnie, quien mueve sus piernas de arriba abajo sin parar. Esto se debe a que es tan bajita que sus pies no llegan a tocar el suelo y, en cierto modo, me enternece. Después de unos cuantos minutos, Marshall hace acto de presencia en el lugar. Paro de andar de un lado a otro y me acerco a él.
—Al parecer Lina empezó a trabajar aquí una semana antes de mi readmisión —me informa.
Entonces Chelsea no me estaba mintiendo... Esto es muy confuso, no entiendo absolutamente nada...
—Está bien. Gracias —agradezco.
—De nada. —Me guiña un ojo.
Camino hacia la salida de la oficina, pero antes de poner un pie fuera, me giro y digo lo siguiente:
—Feliz Navidad. A los dos.
Marshall y Bonnie me sonríen.
—Feliz Navidad, Kelsey.
En cuanto las palabras de mi jefe entran en mis oídos, me dispongo a salir del lugar. Una vez en el pasillo principal, camino hacia mi despacho. Sin embargo, una voz masculina me detiene. Me doy la vuelta y veo en mi campo de visión a Angus con el teléfono de Chel entre sus dedos.
—Ya lo tienes. —Me entrega el aparato.
—Vale, gracias.
Angus, tras sonreírme, se gira y se va por donde ha venido. Yo hago lo mismo. Me giro y continúo con mi camino. No obstante, ver a Chelsea justo en frente de la puerta del mismo, hace que vaya frenando de a poco.
—Kels... —pronuncia mi nombre en cuanto estoy a un paso de ella—. Me encuentro mal y me han dado permiso para irme a casa... ¿Me devuelves mi móvil?
Pone la palma de su mano boca arriba para que se lo devuelva mientras que yo le doy vueltas al asunto por unos segundos, pensando en sí debería devolvérselo o no. Pero finalmente opto por dárselo, pues no sé qué consecuencias puede llegar a haber si me niego rotundamente a dárselo y ni siquiera puedo requisárselo sin más; necesito un permiso para llevar a cabo esta acción y el registro de la información que pueda haber dentro.
No sé qué pensar. He visto comportamientos tan extraños en tantas personas, que me estoy volviendo loca. Joder, Chel es mi amiga. Es imposible que ella tenga que ver en esto. O al menos es lo que quiero creer.
Ella coge su dispositivo móvil de mi mano y se lo guarda en uno de sus bolsillos.
—Feliz Navidad, Kels... —susurra antes de pasar por mi lado y marcharse rumbo hacia el ascensor.
Me giro y fijo la mirada en su espalda. ¿Qué debo hacer?
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