👑🌹 Capítulo 25
En el momento que pongo un pie en comisaría, el calor que desprende la calefacción del lugar hace que comience a sentir mis mejillas, ya que el frío que hace en la calle ha conseguido congelarme hasta las venas. Ya falta poco para Navidad.
La mano de Axel se entrelaza con la mía mientras noto como coge una gran bocanada de aire, para después ir soltándolo poco a poco.
—¿Con quién hay que hablar para que te devuelvan el caso? —inquiere él, observando todo a su alrededor.
—Con Marshall, mi jefe —respondo y suspiro con nerviosismo.
El pensamiento de que todo llegue a torcerse cuando Dean se entere de que he roto mi promesa no para de aparecer por mi cabeza. Se va a enterar de una forma o de otra. Siento que todo va a salirse fuera de control, y yo no quiero estropear todo lo que hemos conseguido.
—¿Preparada? —Acerca su rostro un poco al mío.
Sus ojos están fijos en mi perfil derecho.
Estoy unos segundos pensando la respuesta a su pregunta. Siento las palmas de mis manos húmedas por el sudor y la respiración agitada. Aprieto la mano de Axel con fuerza, armándome de valor para pronunciar las siguientes palabras:
—Preparada. —Mi voz sale firme, pero apenas audible.
El dedo gordo de su mano acaricia la parte de arriba de la mía al escucharme. Tras llenar nuestros pulmones de aire, nos encaminamos hacia el ascensor, pero apenas doy un paso y algo llama mi atención en la cafetería, la cual se encuentra a mi lado izquierdo. Cuando dirijo la vista hacia dicho lugar, frunzo el ceño.
Me ha parecido ver a alguien que estaba a punto de salir, volver corriendo hacia el interior.
—¿Pasa algo? —cuestiona Axel con confusión.
Durante un corto lapso mantengo la mirada fija en la entrada de la cafetería, esperando a que esa persona decida aparecer de nuevo. Sin embargo, me doy cuenta de que estoy demasiado paranoica y que es posible que no fuese nada importante.
—No nada, sigamos. —Niego con la cabeza y miro hacia el frente.
En cuanto hago esto, Rosa aparece en mi campo de visión de espaldas, esperando al ascensor. ¿De dónde ha salido? Axel y yo reanudamos nuestro camino. Nuestros pasos son lentos e inseguros, como si nos estuviésemos dirigiendo a un matadero y fuéramos conscientes de ello. Y en teoría, es así.
Cuando llegamos a la altura de Rosa, me posiciono a su lado.
—Buenos días —saludo.
La rubia, al escucharme, gira su cabeza en mi dirección, dispuesta a devolverme el saludo con una sonrisa pegada en sus labios. Pero en el instante en el que me ve, la expresión de su rostro cae en picado hasta mostrarme preocupación.
—¿Qué te ha pasado en la cara, Kelsey? —me pregunta con espanto mientras sus ojos viajan por todas las partes de mi rostro.
—Tuve un pequeño percance —respondo con la intención de no darle más información al respecto, aunque estoy segura de que ya debe de saber algo por poco que sea.
Al fin y al cabo, no fue un simple accidente de coche, sino un asesinato.
Pulso el botón del ascensor al darme cuenta de que Rosa no lo ha hecho antes. La mano de Axel se aferra a la mía con fuerza.
—Espero que te recuperes pronto de esos golpes —me desea con sinceridad en su voz.
Tras mostrarle una pequeña sonrisa en mis labios, pego la mirada en las puertas del ascensor, las cuales ya se están abriendo. Rosa es la primera en entrar en él, Axel y yo la seguimos. Una vez en el interior, me dispongo a pulsar el botón de la primera planta, haciendo que las puertas se cierren y que el elevador comience a ascender.
En el momento en el que pongo la vista en Williams, me percato de que mira a mi compañera de trabajo con una expresión neutra en su rostro. Ella parece darse cuenta, ya que cruza la mirada con la suya. Ante esta situación tan incómoda que se acaba de formar, frunzo el ceño. Esto me está dando mala espina.
Comienzo a prestarle mayor atención al chico que tengo al lado para poder averiguar lo que está pasando por su cabeza, pero las facciones de su cara no me dicen nada. Está tranquilo, y eso me confunde más.
—¿Por qué me miras tanto? —Brown rompe el silencio, sin entender muy bien la situación.
—Tú estabas presente cuando mataron a mi padre, ¿verdad? —cuestiona Axel con aire curioso.
Ni siquiera se ha puesto serio al sacar un tema tan delicado.
—Así es. —Asiente la rubia.
—¿No viste a alguien que resultase sospechoso ese día por los alrededores?
En cuanto estas palabras salen de su boca, no puedo evitar tensarme en el sitio y abrir los ojos de par en par. Sin pensármelo dos veces, le doy un codazo en el costado lo más disimuladamente posible para que no siga por ese camino. Él ni se inmuta ante mi acción.
Sabe de sobra que no debería de haber hecho eso, que ahora tenemos que tener más cuidado que antes y eso no es de ayuda, pero las ansias que tiene de atrapar a la asesina le pueden.
—No. —Mi compañera se muestra seria.
A ella tampoco le ha hecho gracia que él metiera las narices en esto. Al fijarme mejor en Rosa, noto que vuelve a tener los ojos rojos; esta vez, no puedo evitar preguntarle al respecto.
—Tienes los ojos enrojecidos —le hago saber, haciendo que ella ponga la vista en mí—. ¿Usas lentillas?
La expresión de su rostro se suaviza hasta mostrarme una tierna sonrisa en sus labios.
—Sí, no veo muy bien —confirma— y no me gusta llevar gafas.
En el instante en el que pronuncia la última frase, las puertas del ascensor se abren en la planta que hemos seleccionado. Rosa, luego de despedirse de nosotros y mostrarme otra de sus radiantes sonrisas, se da la vuelta y comienza a caminar en la dirección en la que está su despacho. A continuación, Axel y yo salimos de la cabina, pero antes de continuar andando hacia la oficina de mi jefe, le freno pegando un tirón de su mano. Él frunce el ceño con confusión ante mi acto.
—No puedes hacer eso —le regaño en voz baja para que nadie, excepto él, nos escuche.
—¿Hacer el qué? —cuestiona como si no supiese de lo que le estoy hablando, pero lo sabe de sobra.
—Interrogar a la gente de esa forma —declaro cabreada—. No estamos en una situación en la que podamos hacer eso. La asesina puede sentirse amenazada y se irá todo a la mierda, Axel.
Sus ojos viajan por los míos de manera alterna, ganando tiempo para lo que sea que pretenda decirme en su defensa.
—Perdón, tienes razón —se disculpa mientras suelta un breve suspiro de sus adentros—. Es que joder, no he podido evitarlo.
—Haz el esfuerzo o nos meteremos en problemas más serios —sentencio.
Él asiente con la cabeza, mostrándome culpabilidad en sus ojos. Echo un rápido vistazo hacia mi alrededor para poder asegurarme de que no había nadie cerca escuchando nuestra conversación y, cuando confirmo que todos están en sus respectivos puestos de trabajo sin prestarnos atención alguna, ambos volvemos a caminar hacia el despacho de Marshall.
Una vez que estamos enfrente de la puerta, suelto la mano de Axel y golpeo con mis nudillos la madera de la misma. En cuanto una voz proveniente del interior nos da permiso para interrumpir su trabajo y pasar, abro la puerta. En el instante en el que me acerco a su escritorio, los ojos de mi jefe se abren de par en par; está claro que no pensaba verme por aquí. A estas alturas ya debería de estar en Arkansas con mi familia, lo que me recuerda que tengo que llamarles para decirles que estoy bien.
—¿Qué haces aquí, niña? —Separa la espalda de su silla totalmente sorprendido—. ¿Y qué narices te a...? No me jodas... ¿Eras la chica del taxi?
—Sí, señor —afirmo.
Las noticias vuelan rápido, vaya.
Noto a Axel posicionase a mi lado; a su vez, Marshall le sigue con la mirada.
—¿Axel? —La nariz de mi jefe se arruga al verle—. A ver, ¿qué hacéis aquí?
Williams y yo nos dedicamos una mirada al mismo tiempo antes de contestar.
—Lo he estado pensando mejor, señor... —comienzo a decir, volviendo la vista hacia él—. Y quiero volver a llevar el caso de los asesinatos que tuvieron lugar en la vivienda de los Williams.
Marshall vuelve echarse hacia atrás, hasta que su espalda toca el respaldo de la silla. Su cara se muestra pensativa y seria, como si ahora mismo le estuviese siendo muy difícil tomar una decisión. Y eso, en cierto modo, me asusta. Solo espero que no me rechace.
—Kelsey, han estado a punto de matarte —me recuerda en un tono de voz neutro—. Ahora mismo debes de estar sufriendo las secuelas de lo que te ha pasado. Aunque físicamente parezca que estas mejor, mentalmente no lo estás ni de lejos. Estoy seguro de ello.
—Pero señor...
—No puedo dejarte trabajar en ese estado.
Suelto un suspiro de frustración ante sus palabras; joder, necesito estar por comisaría para poder investigar. La asesina está aquí. Desde fuera no voy a poder hacer mucho.
Siento la mirada de Axel posarse en mí y yo no puedo evitar dirigírsela. Sus ojos oscuros me muestran lo apenado y frustrado que está, pero no sé si voy a ser capaz de convencer a Marshall para que me deje trabajar.
—Señor Meadows... por favor... —suplico al mismo tiempo que vuelvo a mirarle—. Estoy bien, se lo juro. Puedo hacerlo.
—No, niña. —Niega con lentitud.
—Si empeoro prometo dejar el caso —juro de forma desesperada.
Marshall vuelve a incorporarse de su asiento. Este se lleva las manos hasta su rostro y se lo restriega un par de veces.
—Kelsey, me lo estás poniendo demasiado difícil —comenta con fastidio.
Doy un paso al frente para acercarme un poco más al escritorio de mi jefe.
—Usted me dijo que iba a ser bienvenida si volvía. —Apoyo las palmas sobre la mesa y hago que se acuerde de sus palabras.
Sus ojos se quedan fijos en los míos durante un corto lapso que parece no acabar nunca. Aparta las manos de su rostro y coge una gran bocanada de aire para luego ir soltándola poco a poco.
—Te voy a estar vigilando —advierte con semblante serio—. Cómo vea que no eres capaz de llevar esto, te relevaré del caso. ¿Me oyes?
Mis labios se estiran con lentitud hasta formar una gran sonrisa.
—Sí, señor.
Marshall abre uno de los cajones que tiene su escritorio y saca algo. Cuando lo tiene entre sus dedos, lo deja sobre la mesa, a mi alcance. La pistola que usé desde el principio aparece en mi campo de visión en cuanto su mano se aleja del objeto.
Sin poder evitarlo, una oleada de recuerdos viene a golpear mi mente en el acto.
Giro mi cabeza hacia atrás, lugar en el cual se encuentra Axel observándonos. Este, al verme, me sonríe. Y eso es todo lo que necesito para recuperar las fuerzas y volver a empuñar el arma contra quien sea.
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