👑🌹 Capítulo 24
Kelsey.
Mis ojos se abren de golpe al mismo tiempo que me incorporo de la cama de forma brusca; tengo la respiración tan acelerada que me cuesta meter y sacar el aire de mis pulmones. El recuerdo de aquellos tres hombres golpeándome inunda mis pensamientos, consiguiendo que me aferre a las sábanas que cubren mi cuerpo con miedo mientras echo un vistazo a todo lo que hay a mi alrededor. Al mirar al sitio vacío en la cama mi corazón pega un vuelco.
Axel no está y comienzo a sentirme desprotegida al no tener al lado a alguien en quien pueda confiar. Mi habitación está tan oscura que temo que salga alguno de los compañeros de Jayden a atacarme entre las sombras. Suena ridículo, pero no soy capaz de alejar ese pensamiento de mi mente.
Deslizo las piernas por el borde de la cama, quedando sentada en el colchón. Tras apartar las sábanas de mi cuerpo, me levanto. Ante esta acción, mi cuerpo se estremece por el dolor que no duda en hacerse notar por todas las partes del mismo.
Camino con lentitud hacia la salida de la habitación, procurando no hacer movimientos innecesarios que me hagan doblarme por lo doloroso que esto me resulta. En el instante que abro la puerta, la luz del sol da de lleno contra mi rostro, haciéndome cerrar los ojos por un corto lapso. En cuanto estos se acostumbran a la iluminación que hay en el salón, los abro del todo y continúo con mi camino.
Dirijo la mirada hacia el sofá en busca de Axel, por si él había decidido volver a dormir aquí, pero tampoco está. Me muevo hacia el pasillo que conecta con la cocina arrastrando los pies a duras penas. Andrea, el alien que tanto quiero, aparece a pocos pasos de mí, observando el interior de la cocina con mucha atención.
Justo en el instante en el que veo a la gata sin pelo, Bagheera viene a hacerse presente en mi cabeza, lo que provoca que se me estruje el corazón al no tener noticias de él; solo espero que esté bien, que esté vivo. Reanudo mi camino y entro en la cocina. La espalda desnuda de Axel aparece en mi campo de visión, parece que está preparando el desayuno.
—Hola —pronuncio casi en un susurro.
A pesar de que no quería que mi voz saliese tan débil, no he podido hacer nada para hablar con algo más de fuerza. Axel se da la vuelta al escuchar mis palabras, con el cartón de leche en una de sus manos. En cuanto sus ojos dan con los míos, una tierna sonrisa se abre paso en sus labios.
—Buenos días, reina —saluda para después darse la vuelta y seguir con lo suyo.
Despego la mirada de él y me dirijo con lentitud hacia la silla que tengo más cerca para poder sentarme en ella. Una mueca de dolor aparece en mis labios al hacerlo, ya que la piel de los moratones de mi espalda se ha estirado.
—Tu móvil ha estado sonando todo el rato —avisa y señala el teléfono que hay sobre la encimera a unos centímetros de él.
—¿Quién era?
—No lo sé, no lo he mirado. —Se encoge de hombros.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué? —cuestiono algo confundida.
—Porque es tu móvil. Yo no tengo por qué mirar quien te habla. Son tus cosas.
Dicho esto, se da la vuelta con dos cafés en sus manos y la misma sonrisa de antes en su rostro. Axel pone las tazas sobre la mesa y luego se dirige a la encimera para alcanzar mi móvil; hecho esto, lo pone sobre las palmas de mis manos y, a continuación, se sienta en su sitio.
Desbloqueo la pantalla del dispositivo para ver quién ha estado intentando contactar conmigo: tengo trece llamas perdidas de Hank y veinte de mi madre, todas de ayer y anteayer. De hoy tengo seis de Hank y varios mensajes de él y Cristty. Vuelvo a bloquear la pantalla; les llamaré más tarde, ahora mismo no me apetece dar las explicaciones necesarias de lo que me ha pasado, pues no puedo contarles la verdad, tengo que idear una excusa.
—¿Dónde está Bagheera? —le pregunto de golpe mientras dejo el teléfono sobre la mesa.
Williams se aparta la taza de café de los labios y la deja sobre la mesa.
—En el veterinario. De momento está bien —me tranquiliza—. ¿Tú cómo te encuentras?
Poso la mirada en el contenido de mi taza.
La verdad es que me encuentro fatal. Me duele todo el cuerpo. No he dormido bien a causa de todas las pesadillas que han venido a atormentarme durante la noche y mi cabeza no hace más que jugarme malas pasadas con lo sucedido.
—Estoy cansada y me duele hasta el alma, si es que eso es posible —contesto con pesar.
El lugar se queda en silencio. Tomo el café entre mis manos y le doy un sorbo hasta que su sabor me inunda las papilas gustativas.
—Te he comprado una pomada para aliviar el dolor de los golpes —comenta—. ¿Quieres que te la dé?
Asiento con la cabeza repetidas veces sin dudarlo ni un solo segundo; lo que sea con tal de no estar quejándome a cada movimiento que haga, espero que esa cosa funcione. En cuanto Axel se termina su café, se levanta y camina hacia la encimera de la cocina, nuevamente. Una vez ahí, coge una pequeña bolsa de la farmacia que hay sobre la misma y saca una caja alargada de cartón. Tras sacar el tubo que contiene la crema, se acerca a mí con pasos lentos.
—Levántate la camiseta —pide mientras se arrodilla ante mí.
Antes de hacer lo que me pide, le doy un último sorbo a mi café. Luego me muevo en la silla para quedar de cara a él. Sin perder más tiempo, alzo la camiseta de pijama que llevo puesta hasta la parte baja de mis pechos, dejando al descubierto mi abdomen repleto de machas moradas y oscuras.
Esto va a doler.
Axel echa sobre la yema de sus dedos un poco de la pomada blanca y, a continuación, lo extiende sobre las zonas afectadas de mi abdomen, haciéndome sentir su calidez. Aunque también me está haciendo daño; el más mínimo roce provoca que me queje por el dolor que este causa en mí. Y él parece notarlo.
—Aguanta un poco —susurra, siendo más cuidadoso con sus movimientos—. Ya está, ahora date la vuelta para que pueda dártelo en la espalda.
Le hago caso y me levanto con lentitud de la silla para poder darme la vuelta. Hecho esto, me vuelo a sentar. Vuelvo a sentir su tacto sobre mi piel, haciendo que me estremezca. En esta zona me duele más.
—Ya verás cómo esto te alivia —asegura con aire tranquilizador.
Después de unos minutos en los que el dolor que provocan sus dedos contra mi espalda comienza a hacerse insoportable, el sonido de unos golpes contra la puerta de mi casa, hacen que Axel cese de darme la crema.
—En unos minutos debería de dejarte de doler —habla mientras noto como se levanta del suelo—. Voy a abrir.
Sus pasos resuenan por el lugar, alejándose, hasta que le veo salir de la cocina. Me levanto de la silla al mismo tiempo que me coloco la camiseta en condiciones. Luego me dispongo a llevar las tazas de nuestro desayuno al fregadero para lavarlas más tarde. El sonido de la puerta abriéndose se adentra en mis oídos, cosa que hace que le ponga más atención a este sentido para saber quién ha venido.
—¿Está Kelsey despierta? —pregunta una voz femenina que logro reconocer como la de Ann.
—Le traemos una sorpresa —añade una voz masculina; la de Fred.
—Pasad, está en la cocina.
Tras escuchar la puerta cerrarse, me doy la vuelta para poder saludarles, sin embargo, cuando estoy a punto de abrir la boca, una bola de pelo negra sobre los brazos de Fred aparece en mi campo de visión y lo único que soy capaz de hacer es acercarme a él entre lágrimas para cogerlo.
—Cuidado con la herida —advierte Fred en cuento mis manos tocan a Bagheera.
Agarro su pequeño cuerpo con cuidado y lo pego contra mi pecho para poder sostenerlo con mayor facilidad. Un débil maullido sale de sus adentros, provocando que un sollozo se escape de entre mis labios.
—Tu amiga nos dijo que ya podíamos ir a por él —dice la pelirroja al lado de su novio—. Ella tenía cosas que hacer, así que nos ha mandado a nosotros.
Me siento en la silla de antes y pongo a mi gato sobre mis piernas, viendo que tiene la zona afectada afeitada y con una venda puesta para evitar que la herida se ensucie.
—Gracias... —les agradezco a ambos con los ojos llorosos.
Estos me sonríen como respuesta.
—Hola, bicho... —le hablo a Bagheera mientras acaricio su pequeña cabecita.
—Es toda una pantera. —Ríe Turner—. Igual de fuerte que su dueña.
Su mano se posa sobre mi hombro con suavidad, en forma de apoyo. Dirijo la mirada hacia Williams; este se encuentra recostado sobre el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho y observando con una expresión neutra la situación; parece estar incómodo. En el momento en el que sus ojos se fijan en el que antes era su amigo, se remueve con nerviosismo en el lugar mientras atrapa su labio inferior con sus dientes.
—Oye... Fred —llama su atención después de unos segundos sin decir absolutamente nada.
El moreno se gira para poder tenerle en su campo de visión, al igual que la pelirroja. Axel despega su espalda del marco de la puerta y descruza los brazos, para luego moverlos sin ton ni son, como si no supiera que hacer exactamente con ellos.
—Lo siento... —se disculpa en un hilo de voz apenas audible—. No... no me he comportado de la mejor forma estos días. Ni con Kelsey ni contigo... uhm... ¿Podrías perdonarme?
Cuando termina de pronunciar estas palabras, este traga saliva, como si tuviera miedo de saber la respuesta de Fred. El moreno curva sus labios en una sonrisa de medio lado a la vez que se cruza de brazos. Tengo miedo por lo que le pueda llegar a dar como respuesta. Axel se está tragando su orgullo y creo que es algo que debería de tomar en cuenta.
—Cómprame mi querido Seat negro y hecho —contesta Turner estirando más sus labios, hasta el punto de parecer Cheshire.
Los ojos de Axel se iluminan en ese instante y un indicio de sonrisa intenta abrirse paso en su rostro.
—Vas a tener tu jodido Seat, aunque tenga que echar horas extras en el trabajo que sea que encuentre, te lo aseguro —le dice Williams sin poder ocultar por más tiempo su sonrisa.
Y como si ambos hubiesen estado esperando este momento por mucho tiempo, se abrazan fuertemente como si no se fuesen a volver a ver en la vida. No puedo evitar mirarlos con ternura y que las ganas de unirme a ese abrazo me invadan en su totalidad, pero me contengo para darles la intimidad que merecen.
—Te quiero, hermano —confiesa el moreno entre risas.
Axel no tarda en reírse y en confesar lo siguiente:
—Aunque me cueste admitirlo, yo también.
Mis labios se ensanchan hasta mostrar una sonrisa luego de presenciar su reconciliación, y a Ann también parece haberle emocionado, ya que les observa con una ternura contagiosa. Ya solo falta que haga las paces con Andriu.
—Vamos a ir ahora a casa de Andriu, ¿os venís? —nos pregunta Fred una vez que se ha separado de su amigo.
—No. —Niega Axel con la cabeza—. Kelsey y yo tenemos algo que hacer.
Al decir esto, pone la mirada en mí. Mi ceño se frunce con confusión.
—¿El qué? —cuestiono mientras dejo a Bagheera en el suelo, quien no tarda en tumbarse en él y ser visitado por Andrea.
La gata sin pelo le olfatea con sumo cuidado la herida y, luego, no tarda en darle un lametón en el hocico. Me encantan.
—Tiene que ver con cierto angelito.
Su contestación hace que mi corazón pegue un vuelco y que se me erice el vello. Ángel...
—Pero antes tenemos que ir a por algo a mi casa —agrega.
—Pues no perdamos más tiempo.
Dicho esto, me pongo en pie. No obstante, al realizar esta simple acción, ahogo un leve quejido en las profundidades de mi garganta. Me he movido tan rápido que he logrado hacerme daño sin querer. Estaba tan feliz que se me ha olvidado por completo que hace un par de días me pegaron una paliza que me dejó fuera de mí durante todo ese tiempo.
Esta mierda me ha quitado años de vida.
🐈
El aire frío golpea mi cuerpo, helándome los huesos. Si el cementerio ya parecía bastante triste, los árboles sin hojas en las ramas hacen que el lugar lo sea aún más.
Axel se encuentra acuclillado enfrente de la tumba de Ángel, colocando a los pies de la misma el Skate que le compró hace tiempo junto con unas flores que le hemos comprado al venir hacia aquí. Cuando termina de ponerlo todo en orden, se levanta y se posiciona a mi lado. Ambos observamos la lápida en silencio, sin intercambiar ni una sola palabra. Y la verdad es que tampoco hace falta decir algo. Ángel ya lo dijo en su momento. Sobran las palabras a la hora de mostrar un sentimiento.
—Kelsey —me llama Axel en un susurro.
Desvío la mirada hacia él, quien no la despega de la tumba.
—Tenemos que besarnos —dice posando sus ojos en los míos.
Pestañeo un par de veces anonadada. ¿Eh?
—¿Por qué?
—Es lo último que Ángel nos pidió, ¿recuerdas?
En ese instante, el recuerdo en el que Ángel nos decía que nos besáramos, golpea mi mente; es verdad, es lo último que él nos pidió.
—Deberíamos de cumplirlo —añade.
Yo asiento con la cabeza dándole la razón. Tras mi respuesta afirmativa, acerca su rostro al mío hasta que nuestros labios se rozan. Su cálido tacto hace que mi piel lo agradezca, ya que estoy congelada del frío. Su boca se abre para dar paso a un beso húmedo. Ambos nos movemos con delicadeza. Somos conscientes de la herida que tengo en el labio, la cual también duele mucho a ratos.
—Ahora ya es feliz. —Sonríe contra mis labios.
Suelto una tierna risilla al separarme de él. Sus ojos se quedan fijos en los míos, haciéndome ver el brillo que tanto les caracteriza. Después de unos instantes en los que nos mantenemos mirándonos, su expresión decae.
—Tengo que pedirte un favor, Kelsey. —Su voz sale temblorosa, como si estuviese nervioso.
—¿De qué se trata? —Me muestro curiosa.
—Me gustaría que siguieras con el caso.
Esas palabras consiguen que mi corazón se detenga por unos instantes, al igual que mi respiración. Esto... esto no puede llegar a salir bien si accedo...
—Sé que es muy egoísta por mi parte pedirte esto, ya que estaría poniéndote en peligro. A ti, a mi hermano, a los demás... e incluso a mí —explica con detenimiento—. Pero necesito saber quién era esa mujer y necesito verla pagar por todo lo que ha hecho.
Desvío la mirada de la suya mientras suelto un suave suspiro. No sé qué hacer... Ahora mismo tengo pensamientos enfrentados. No me importaría hacer esto por Axel, pero la idea de poner la vida de todos los demás en peligro no me gusta nada. No quiero que muera nadie más por mi culpa. Ya han matado a Charlie, a Claudy... No podría soportar que le pasara algo a Phillip y al resto. Eso no me lo perdonaría.
—Axel... es peligroso. Ahora más que nunca —intento hacerle entrar en razón—. Estamos en el punto de mira.
Ya he conseguido mi objetivo: demostrar su inocencia. No podemos echar a perder todo esto.
—Me interpondré entre todas las balas que disparen y vosotros si es necesario —asegura.
La expresión de su rostro se vuelve seria y sus ojos me dejan ver que lo está diciendo muy en serio. Y tampoco pienso permitir que dé su vida por nosotros.
—Está bien. Lo haré —cedo—. Pero si eso sucede estaré a tu lado, Axel. No vas a ser el único que frene las balas, te lo aseguro.
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