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👑🌹 Capítulo 23

A la noche siguiente, después de horas esperando en el hospital a que los médicos terminasen las revisiones de Kelsey, ella sale de la habitación junto con su amiga. Está vestida con la ropa que le ha traído de su casa para que no tuviera que ponerse la que llevaba puesta antes, ya que, al parecer, se encuentra llena de sangre. No tardo ni un solo segundo en levantarme del banco, lo que provoca que mi hermano haga exactamente lo mismo. Ha luchado como nadie para mantenerse despierto; se nos ha hecho muy tarde.

—Ann, mi vida, despierta —le susurra Fred a la pelirroja, quien duerme tranquilamente apoyada en el hombro de él.

Al final se ha decidido y se ha declarado, por lo que se ve.

Ella, al escuchar la voz de Fred, se incorpora de a poco con los ojos entreabiertos por el sueño. Andriu también se levanta de su respectivo asiento, cogiendo a su vez el trasportín en el que va el gato raro sin pelo; se ha negado a dejarlo solo en casa de Kelsey, así que Ann y ella se han quedado con él.

Observo con detenimiento el rosto de Kelsey; está ausente, como bien dijo el doctor que la veríamos, no ha mejorado en ese aspecto durante todo el día. Sus ojos están fijos en el suelo, no nos mira a ninguno de los presentes. Al notar que no tiene intención de alzar la mirada, hago el ademán de acercarme para poder tocarla, al menos para hacerle saber que estoy junto a ella después de todo. Sin embargo, mi hermano se me adelanta y corre hacia a ella, rodeando su torso con sus pequeños brazos y apoyando la cabeza bajo su pecho.

Lo brazos de Kelsey se alzan levemente, como si no supiera que hacer con ellos en ese instante, y sus pupilas van a parar a la coronilla de Phillip, quien comienza a llorar desconsoladamente contra ella. Un nudo se me forma en el estómago al ver la imagen que ellos me están proporcionando, lo que provoca que las ganas de llorar aumenten en mi interior.

Todos los observamos con atención, esperando algún tipo de reacción por parte de Kelsey que parece no llegar nunca, hasta que sus manos bajan por la espalda de mi hermano, acariciándola con suavidad. Esto parece tranquilizarle, pues un sonoro suspiro sale de sus adentros junto con un sollozo.

Ella acaba de corresponderle el abrazo, y es algo que Phillip deseaba que ocurriese, bueno, él y todos nosotros. A pesar de haberle explicado antes como estaba la situación con Kelsey, él no quería admitir que estuviese en ese estado.

—No te vuelvas a ir —solloza mi hermano, alzando la vista hacia la de ella.

Kels no dice ni una sola palabra al respecto, pero Phillip parece entender que es suficiente y que no debería presionarla, por lo que se separa de ella dejándole su espacio.

—Pongámonos en marcha antes de que se nos haga más tarde. —La voz de Ann se hace presente a mi derecha.

Ya deben de ser cerca de la una de la mañana.

Sin poder aguantarme un segundo más, me acerco a Kelsey y rodeo sus hombros con mi brazo izquierdo, en un intento de sentirla cerca de mí. Ella no se opone, al contrario, se acurruca contra mi pecho.

—Vámonos de aquí, estoy harta de los hospitales —interviene Andriu soltando un suspiro de cansancio.

En el momento en el que ella comienza a caminar hacia la salida del pasillo, el resto la seguimos. No puedo evitar mirar de reojo el rostro de la chica que tengo a mi vera; sus ojos se mantienen fijos al frente.

Lo único que quiero es escuchar su voz. Que me diga que todo está bien con ella, aunque no sea así realmente. Me siento culpable por lo que le ha pasado y no sé qué hacer para poder hacerle ver lo que me arrepiento por todo y lo mucho que la quiero; porque nunca he dejado de quererla. Por muchas mentiras que hayan salido de su boca... eso nunca ha cambiado. No puedo creer como una persona que conozco desde hace poco haya podido marcarme tanto y hacerme sentir un vacío en el pecho cuando la alejé de mí.

Joder, estoy perdido.

Justo en el momento en el que vamos a pasar por delante de una de las muchas habitaciones que tiene esta zona, un policía sale de la misma arrastrando consigo a una niña rubia de unos diez años, la cual llora sin cesar.

—¡Quiero estar con mi padre, suéltame! —grita la niña, luchando para deshacerse del agarre del hombre uniformado.

Ante esta imagen noto a Kelsey tensarse bajo mi brazo, lo que provoca que ambos nos paremos en el sitio a observar lo que ocurre. En cuanto el resto se da cuenta de esto, dejan de caminar para poner la mirada en nosotros.

—¡Papá! —llora la pequeña entre empujones.

Ella sigue intentando zafarse de las manos del policía, pero él no deja que se salga con la suya. Sin yo esperármelo, el cuerpo de Kelsey cae de golpe hasta quedar sentada en el suelo. Su respiración comienza a acelerarse y parece que no es capaz de controlarla, es como si se estuviese ahogando con el aire que le rodea. De forma inmediata, me arrodillo a su lado bastante preocupado y alterado; parece que le está dando un ataque de ansiedad.

—¿Qué le ocurre? —inquiere Chelsea a nuestro lado sin saber cómo reaccionar ante la situación que se nos ha presentado.

Ella se acuclilla al otro lado de su amiga y pone sus manos sobre los hombros de esta.

—Kelsey, tranquilízate —pido mirando su rostro fijamente mientras aprieto con fuerza una de sus manos.

Ella no me hace caso, sigue con la mirada sobre la niña, quien intenta entrar de nuevo en la habitación. Desvío la vista hacia el frente como acto nervioso, y me percato de que ni Fred ni Ann se encuentran en el lugar. Andriu abraza por la espalda a mi hermano, ha empezado a llorar otra vez.

Al volver la mirada hacia Kelsey, puedo ver cómo las lágrimas caen en abundancia por sus mejillas. Su respiración cada vez se hace más fuerte y pesada, se nota que le cuesta meter el aire en los pulmones y yo, simplemente, me quedo anclando en el suelo sin saber cómo ayudarla.

Soy un completo inútil. Años estudiando con Dorian todo sobre temas de medicina y ahora no sé qué hacer con un ataque de pánico. ¿Qué coño me pasa?

—Kelsey, por favor... —suplico en un hilo de voz apenas audible—. Respira con calma.

Está tan alterada y sumergida en sus pensamientos que no hace caso de mis palabras. Chelsea comienza a asustarse al ver que su amiga ha comenzado a temblar y no hace más que empeorar.

—Hemos traído al doctor. —Fred me saca de mi embobamiento.

Este se acerca, junto con Ann, a la pelo azul; ambos se posicionan a su lado con las respiraciones agitadas de la carrera que se han tenido que pegar para buscar al médico. El doctor, tras acercarse a nosotros, se arrodilla enfrente de Kelsey y pone las manos sobre sus mejillas. Esto hace que ella ponga toda su atención en él, y eso logra tranquilizarme.

—A ver, bonita. Haz lo mismo que yo —le dice el hombre observando su rostro con detenimiento—. Coge aire y suéltalo poco a poco. Venga. —Él comienza a hacer gestos de cómo debe respirar para calmarse, consiguiendo así que ella le imite—. Eso es. Venga, otra vez. —Aparta las manos de sus mejillas para marcar el ritmo de su respiración, en un intento de que a Kelsey le sea más fácil seguir los pasos que este le muestra.

Después de un minuto, Kelsey ya consigue respirar con normalidad y las lágrimas cesan al poco tiempo. Dirijo la vista hacia la niña rubia que se encuentra a la espalda del doctor, entre los brazos del policía. Ella ya está más calmada que antes, ni siquiera pelea como antes para que la suelten y la dejen entrar en la habitación; está sumida en sus pensamientos observando un punto fijo en el suelo. La niña ha sido la que le ha provocado el ataque de ansiedad a Kelsey.

—Es la hija del taxista —comenta el médico al notar donde está puesta mi atención.

En ese momento entiendo por qué le ha pasado esto a Kelsey; ha debido de recrear en su cabeza lo sucedido y se está culpando de todo lo sucedido. Cuando ella ya está lo suficientemente tranquila, el doctor se incorpora del suelo.

—Si le vuelve a pasar en algún que otro momento, solo tenéis que repetir lo que he hecho ahora hasta que consiga calmarse —explica pausadamente para asegurarse de que lo estamos entendiendo todo.

Muevo la cabeza e respuesta afirmativa para hacerle ver que lo he captado. Acto seguido, vuelvo a pasar el brazo izquierdo por los hombros de Kels, atrayéndola hasta mi pecho. El hombre, después de despedirse con una sonrisa en sus labios, camina hasta la hija del taxista; supongo que para explicarle las cosas de una forma que ella pueda llegar a entenderlo.

Aparto la mirada de ellos para no perder más tiempo y centro toda mi atención en Kelsey. Agarro sus brazos con fuerza y la levanto del suelo con cuidado de que no se vuelva a caer. Fred se acerca a ella y acaricia una de sus mejillas con suavidad en forma de apoyo, cosa que ella parece agradecer con un leve suspiro que sale de entre sus labios.

—Estamos contigo, reina —le susurro al oído.

Fred, al escuchar mis palabras, me muestra una sonrisa de medio lado en su rostro. No puedo evitar devolvérsela.

🐈

Abro la puerta del piso de Kelsey y ambos entramos en él. Tras cerrarla a mi espalda, me dispongo a dejar el trasportín en el suelo para poder abrirlo y dejar salir al gato raro, pero cuando lo hago, este ni siquiera se mueve. No sale. Se acurruca al fondo del mismo sin ninguna intención de moverse de ese sitio; debe de estar muerto de miedo.

En el instante en el que alzo la mirada, me doy cuenta de que Kelsey ya no está en el pasillo, lo que provoca que mi ceño se frunza. Me encamino hacia el salón en su busca, pero tampoco está ahí. Una luz proveniente de la habitación que hay enfrente de mí me responde a la pregunta de rondaba en mi mente hasta hace unos segundos, por lo que comienzo a caminar hacia dicho lugar con pasos lentos.

Cuando me encuentro a pocos pasos de la puerta entreabierta, la empujo con mis manos para poder abrirla del todo, sin embargo, al hacer esto, lo único que ocasiono es que se me suba la sangre a las mejillas en muy poco tiempo.

Ella se encuentra de espaldas a mí quitándose la camiseta, hasta quedarse únicamente con la ropa interior. Los hematomas de su espalda es lo que más resalta de su cuerpo ahora mismo, lo que hace que una mueca de dolor se haga notar en mis labios y que las ganas de hacerle pagar al responsable de esos golpes aumenten.

A los pocos segundos decido apartar la mirada y volver a cerrar la puerta hasta que termine de vestirse. Mis mejillas arden y no soy capaz de remediarlo.

—Oye... Kel... Kelsey —tartamudeo—. Voy... voy a preparar algo de cenar. ¿Qué quieres?

Espero un rato a alguna respuesta por su parte, pero enseguida caigo en que ella ha enmudecido como consecuencia del shock. Si es que soy imbécil.

—Voy a entrar... —aviso para no volver a encontrármela medio desnuda.

Ha sido algo incómodo a pesar de haberla visto ya con anterioridad. Vuelvo a empujar la puerta hasta abrirla. Esta vez, ella está metida en la cama, dándome la espalda. Entro en su habitación y me acerco con lentitud. Una vez que estoy a pocos centímetros de ella, me siento en el borde del colchón, justo a su lado.

—Debes comer algo. —Pongo la mano sobre su brazo.

Ella como respuesta niega con la cabeza.

—Sí, tienes que comer —insisto; apenas ha tocado la comida del hospital.

Vuelve a negar y un suspiro sale de mis adentros ante sus respuestas negativas. Voy a abrir la boca para decir algo de nuevo, pero me arrepiento al darme cuenta de que, diga lo que diga, no me hará caso alguno.

Me levanto de la cama y, antes de marcharme, me agacho para besar su mejilla. Hecho esto, salgo de la habitación para no molestarla más. Me dirijo hacia el sofá con pies de plomo y me dejo caer en él como si me pesase el cuerpo; no estoy avanzando nada con Kelsey y así no podré ayudarla.

Descalzo mis pies, meto los calcetines dentro de estos para no perderlos y me quito el abrigo de encima junto con mi camiseta para poder dormir más cómodamente. Después de dejar las prendas de ropa colocadas sobre la mesita de centro, me tumbo en el sofá y cierro los ojos. Debido al cansancio no tardo en quedarme dormido.

En la lejanía comienzo a escuchar una voz. No soy capaz de reconocerla y tampoco de saber lo que dice. Esa voz vuelve a hacerse notar, esta vez más cerca. Es muy dulce.

—Axel, cariño. Despierta —me nombra.

Sus palabras resuenan por mi cabeza en forma de eco.

—Vamos, cielo.

Cuando abro los ojos, el rostro de mi madre aparece en mi campo de visión. Ella me sonríe al verme despierto.

—¿Mamá? —inquiero con confusión—. Estás aquí...

—Claro que estoy aquí, mendrugo —me riñe entre risas—. Tienes que levantarte. Hoy vas con Dorian al hospital a ver la operación, ¿recuerdas?

En ese instante el mundo se me viene encima. Y pesa. Os aseguro que pesa. Estoy soñando. Estoy soñando con la última mañana en la que ella nos despertó a mi hermano y a mí. No puedo evitar quedarme mirando su cara conforme se va desvaneciendo al mismo tiempo que una voz diferente pronuncia mi nombre en la lejanía.

Cuando me vuelve a mentar, la imagen de mi madre se queda congelada, como si fuese una fotografía. No se mueve. Y, cuando menos me lo espero, Margott se deshace como si fuese polvo, hasta dejarme completamente solo en una habitación blanca y vacía.

—Axel. —Vuelven a nombrarme, esta vez entre sollozos—. Axel, por favor... te necesito.

Mis ojos se abren al instante y la realidad me golpea con fuerza en la cabeza. No sé cuánto tiempo llevaré dormido, pero puede que haya estado cerca de dos horas. Solo ha sido un sueño...

El sonido de un sollozo cerca de mí hace que dirija la mirada hacia el lugar del que proviene. A pesar de estar a oscuras, las luces de la calle que entran por las ventanas me dejan ver el rostro de Kelsey, con las lágrimas rodando por sus mejillas. Todos mis sentidos ponen la atención en ella, lo que provoca que baje las piernas del sofá y me incorpore del mismo hasta quedar sentado en el borde.

—Ven aquí. —Es lo único que digo mientras agarro su muñeca—. ¿Qué te ocurre?

Tiro de ella y hago que ponga sus rodillas a ambos lados de mis piernas, quedando a horcajadas sobre mí. Cuando me va a contestar, las nuevas lágrimas se lo impiden, por lo que poso mis manos sobre sus mejillas para apartarlas.

—La hija de Claudy... —comienza a decir con la voz entrecortada—. Ha... ha quedado huérfana por mi culpa...

Sus palabras me estrujan el corazón y sus lágrimas acaban por amontonarse en su barbilla.

—No ha sido culpa tuya —aseguro—. Sé que te duele, pero tienes que dejar de hacer eso. No puedes culparte de todo lo malo que le pasa a la gente.

—No debí subirme a ese taxi —confiesa.

Hago salir un suspiro de mi boca mientras aparto las manos de su rostro y me echo hacia atrás, hasta que mi espalda queda apoyada contra el respaldo del mismo.

—Y yo no debí dejarte ir —declaro—. He leído tu carta.

Sus ojos se quedan fijos en los míos y sus lágrimas cesan de golpe. Noto su respiración cortarse por un breve lapso y luego continuar su rumbo.

—¿Me perdonas? —quiere saber; su voz sale sin fuerzas.

Me quedo en silencio, no digo absolutamente nada al respecto. Ella parece malinterpretar mi silencio, ya que su cuerpo se tensa, así que despego la espalda del sofá y acerco mi cara a la suya, lo que provoca que su respiración vuelva a detenerse durante unos segundos.

Mis ojos van a parar a sus labios entreabiertos y... bueno, simplemente no puedo aguantarme más. La beso. La beso con suavidad para no hacerle daño en la herida que tiene en uno de sus labios, hasta que el sabor salado de sus lágrimas inunda mis papilas gustativas y, a pesar de que me gustaría besarla más profundamente, no lo hago.

Sus manos pasan por mi cuello y me pegan a ella todo lo que se puede, mientras que nuestras bocas se mueven con una lentitud desesperante, pero también agradable.

—Te perdono —revelo en cuanto nos separamos—. Joder, por supuesto que te perdono.

Una breve risotada sale de sus adentros, lo que hace que sonría. Hacía mucho que no escuchaba el sonido de su risa.

—Pero recuerda que un balazo en el pecho duele menos que una mentira tuya.

Kelsey asiente con la cabeza repetidas veces.

—Ahora solo falta que me perdones tú a mí —comento con la esperanza de que así sea—. Por todo esto.

—Te perdono —sentencia muy decidida de su respuesta—. Te quiero.

Mi corazón pega un vuelco al escuchar esas dos simples palabras salir de sus adentros pues, la primera vez que yo se lo dije, ella se quedó callada y no supe cómo sentirme al respecto. Ahora sé que, tal vez, lo hizo porque no soportaba que toda nuestra relación se basara en una mentira. Ese "te quiero" me lo habría dicho Kristen, una persona inexistente. Este me lo ha dicho Kelsey, la chica de la cual me he enamorado de verdad.

—Te amo, reina. Y no pienso soltarte la mano nunca. No voy a volver a cometer el error de alejarme de ti otra vez —susurro contra su boca—. Te lo prometo.

Sus brazos se enrollan de forma inmediata en mi cuello y los míos alrededor de su cintura, uniéndonos en un abrazo que llevaba esperando demasiado tiempo.

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