👑🌹 Capítulo 20
Axel.
—Bienvenido a tu nuevo hogar —digo en el momento exacto en el que abro la puerta de mi piso.
Phillip entra con pasos lentos, mirando todo a su alrededor mientras acaricia a Sparkie, el cual se encuentra entre sus brazos cómodamente. El perro se remueve de una forma tan brusca, que hace que mi hermano lo suelte y este caiga de pie al suelo, cosa que el animal aprovecha para salir corriendo hacia el final del pasillo y luego volver con la lengua fuera.
Una breve risotada sale del interior de mi garganta al ver la acción del cachorro. Tras meter las maletas de Phillip en casa, cierro la puerta a mi espalda.
—He estado preparando una habitación para ti —aviso.
Este se da la vuelta y pone toda su atención en mí.
—¿En serio?
Sus ojos se abren un poco más de lo normal, mostrándome la sorpresa y la ilusión que abundan en ellos. Asiento con la cabeza, sonriente.
—¿Cuál es? Quiero verla —pide con una sonrisa de oreja a oreja.
—La que está al final del pasillo.
En cuanto estas palabras salen de mi boca, Phillip echa a correr hacia dicha dirección con Sparkie pisándole los talones. De inmediato, agarro ambas maletas y camino hasta él; se encuentra enfrente de la puerta cerrada de su futura habitación. Mi ceño se frunce con confusión al no saber la razón de por qué no se atreve a entrar.
—¿Qué te ocurre? —indago y le miro con detenimiento.
Ni una sola palabra sale de su boca, solamente niega con la cabeza mientras observa con seriedad la madera de la puerta de su cuarto. Le escucho tragar saliva y veo como una sonrisa va plasmándose poco a poco en su carita, antes de decir lo siguiente:
—Es que... todavía no me creo que vaya a vivir contigo.
Mi boca se abre para responder a sus palabras, pero no soy capaz de decir nada, por lo que llevo una de mis manos a su hombro y se lo aprieto con suavidad.
—Vamos, entra —animo señalando el lugar con un leve movimiento de mi cabeza.
Mi hermano, esta vez decidido, abre la puerta de su habitación y entra en ella con cara de asombro.
—Es más grande que la que tenía con papá —comenta.
Camina lentamente hacia el interior, admirando todo a su alrededor. En el instante en el que la palabra "papá" ha salido de su boca, se me ha formado un nudo en el estómago, provocándome cierta molestia.
No he podido llegar a darle una segunda oportunidad como padre y eso, en cierto modo, me fastidia. Ahora ni mi hermano ni yo tenemos un padre y me es más fácil echarle la culpa a Kelsey de eso. Pero no es así, nunca lo ha sido. Charlie ya estaba metido en asuntos que le podían costar la vida. Kelsey no fue quien apretó el gatillo. Ella no tiene la culpa.
—Este es el lugar perfecto para mis libros de Harry Potter. —La voz de Phillip me saca de mis pensamientos, haciendo que fije la vista en él.
Este me señala la estantería que le he instalado en una de las paredes de su cuarto.
—¿Te gusta ese muermo de libros? —pregunto en un tono de burla.
Mi hermano se sienta en la cama que tiene a su espalda y, nada más escucharme decir eso de sus libros, frunce el ceño y me mira con una expresión de ofensa.
—Tú sí que eres un muermo —ataca con molestia—. Es más. Eres el mayor muermazo de todos.
—Eh, a mí no me hables así, mocoso —contraataco, fingiendo un falso enfado que, para mi sorpresa, él se lo toma como si fuese de verdad.
—¡Has empezado tú, muggle! —grita y se levanta de golpe del borde del colchón.
Al instante comienzo a reírme a carcajadas por su reacción, a la vez que llevo las manos a mis rodillas; joder, cuanto echaba de menos fastidiarle.
—Deshaz las maletas, anda —digo incorporándome—. ¿Qué vas a querer para cenar?
Apoyo mi hombro derecho en el marco de la puerta, cruzando los brazos sobre mi pecho mientras espero una respuesta por parte de mi hermano. La expresión de rabia desaparece de su rostro y dirige su mirada al techo, pensando en una buena opción de comida.
—Uhm... Hamburguesa —responde tras unos segundos.
—Oído cocina. —Dicho esto, me separo del marco de la puerta—. Cuando termines de ordenar tus cosas, llamamos a que nos las traigan, ¿vale?
—Vale. —Me muestra todos sus dientes en una sonrisa.
Él se acerca a mí y agarra sus maletas. Hecho esto, las tumba en el suelo y comienza a sacar las cosas de las mismas. Tras soltar un suave suspiro, me doy la vuelta para dirigirme a mi habitación y poder cambiarme de ropa. Me voy desatando la corbata a cada paso que doy hasta que consigo quitármela del cuello. Una vez que he llegado a mi cuarto, la tiro sobre mi cama y continúo desabotonándome la chaqueta. En cuanto consigo sacarla de encima de mi cuerpo, me siento en el borde del colchón, saco el paquete de tabaco que llevo en uno de los bolsillos de mis pantalones y acerco a mí el cenicero que está sobre la mesita de noche.
Al sacar uno de los cigarrillos, me lo llevo a los labios para mantenerlo ahí mientras lo enciendo con el mechero. Hecho esto, le doy una larga calada y, a continuación, expulso el humo del mismo. Dejo reposar el cigarro en el cenicero para poder desabotonarme la camisa blanca si quemarla por accidente. Cuando termino, vuelvo a coger entre mis dedos el cigarrillo para darle una nueva calada. Expulso el humo e, inconscientemente, meto mi mano libre en otro de los bolsillos del pantalón, sacando así la carta que me ha escrito Kelsey antes de irse.
En el momento en el que la abro, me quedo unos segundos observando las letras en tinta azul que hay plasmadas en el papel sin intención de leerlas; esto solo hace las cosas más difíciles. Sostengo el cigarrillo entre mis labios y, luego, cojo el mechero. Tras encenderlo, acerco una de las esquinas de la carta a la llama que este desprende. El fuego empieza a consumir el papel lentamente, hasta que llega a la primera letra de “Soy”, la primera palabra, haciéndola desaparecer.
Joder.
El arrepentimiento me golpea en el acto, lo que hace que aparte la llama de la carta y comience a soplar la esquina que sigue quemándose. El olor a quemado se hace presente en el lugar, inundando mis fosas nasales. Dejo el mechero en la mesita de noche y, tras darle otra calada al cigarro, me lo aparto de los labios a la vez que expulso el humo. Agarro la carta con ambas manos, con cuidado de no volverla a quemar con el cigarrillo, y comienzo a leerla.
“Soy consciente del daño que te he hecho. Y te juro que lo siento, que no lo estaba haciendo intencionadamente. Cuando empecé con el trabajo de vigilarte, mi único y principal objetivo era delatarte si hacías algo malo; pero con el paso del tiempo, simplemente, decidí dejar de hacerlo. Comencé a investigar tu caso, dándome cuenta de tu inocencia. Esto me llevó a ocultar y a mentir a mi jefe sobre todo lo que estaba relacionado contigo para no meterte en problemas. Y más tarde el miedo a perderte me invadió todo el cuerpo. No soportaba seguir mintiéndote, pero mi cobardía me obligó a seguir haciéndolo. He intentado buscar la forma de contarte la verdad, pero siempre había algo que me echaba para atrás; yo misma me arrepentía, y cuando estaba dispuesta a decírtelo, me lo complicabas con tu manera de ser, tu forma de quererme y protegerme. Te hiciste un tatuaje por mí, Axel. Eso acabó destruyendo las fuerzas que tenía para decírtelo. Ni siquiera había pensado en las consecuencias que esto tendría. La razón por la que no he dejado tu caso es porque quería liberarte de tu pasado, no soportaba ver cómo sufrías a causa de ello.
Y bueno, lo hemos conseguido. Eres libre y tienes a tu lado a tu hermano. Espero que seas muy feliz con tu nuevo velo.
Ah, una última cosa. Tu padre, antes de morir me pidió que te dijera que os quiere mucho; a Phillip y a ti. Que todo lo que ha hecho ha sido para protegeros. Aunque bueno, tú eso ya lo sabías.
Perdónale.
Perdóname.”
—Mierda... —Me maldigo.
Las lágrimas se me acumulan en los ojos ante las últimas dos palabras, pero las retengo todo lo que puedo. Apago el cigarrillo en el cenicero y ahogo un sollozo en mi garganta; joder... soy tan... gilipollas.
—Axel.
La voz de Phillip me saca de mi embobamiento, haciendo que le mire. Mi hermano entra en la habitación y se posiciona enfrente de mí. Este, al ver como un par de lágrimas ruedan por mis mejillas, su expresión facial se entristece. Está preocupado.
—¿Por qué lloras?
—He hecho que Kelsey se vaya —confieso en un hilo de voz apenas audible.
—Llámala. —Se encoge de hombros—. Y no es un consejo, es una orden.
Su ceño se frunce y me observa con una mirada amenazante.
—¡Llámala, la quiero de vuelta!
En cuanto me grita esto, las lágrimas caen en abundancia por su rostro hasta amontonarse en su barbilla. Sin si quiera pensármelo, saco el móvil de uno de los bolsillos de la chaqueta que me había quitado. Al desbloquearlo, me quedo mirando la hora; son las diez de la noche, ya la he perdido.
—Ya debe de estar en el avión.
—¡Qué la llames te digo! —Vuelve a gritarme.
Suelto un sonoro suspiro de frustración. Marco su número de teléfono y me llevo el móvil al oído, a la espera de que su voz se adentre en ellos. Tengo el corazón a mil por hora y siento los latidos hasta en las sienes y garganta.
—¿Hola? —contestan al otro lado de la línea.
—Kelsey, ¿dónde estás? —me apresuro a preguntar sin poder parar de llorar.
—Mierda, Axel. —Cuando escucho estas palabras, me doy cuenta de que esa voz no pertenece a ella.
No es la de Kelsey.
—¿Andriu? —inquiero, confundido—. ¿Qué coño haces con el móvil de Kelsey?
—Escúchame, Axel. —Su voz tiembla—. Estoy en el hospital con el resto.
La expresión de mi rostro cae en picado, dejándome anclado en el sitio.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Kelsey? —Me levanto de la cama al instante.
—Está aquí. Los médicos llevan un rato con ella dentro. No han vuelto a salir desde entonces.
—¿Qué le ha pasado, joder?
Phillip me mira con preocupación. Está igual de nervioso que yo.
—No lo sabemos. Ella iba en el taxi y... Joder, parece que le han metido una paliza.
Cuelgo la llamada y aprieto los puños con fuerza.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro