👑🌹 Capítulo 19
Los pequeños brazos de Phillip aprietan mi cintura con fuerza, dejando mi blusa humedecida por sus lágrimas y un tanto arrugada por la presión ejercida. Fred se separa de mí, apartando mi brazo de su alrededor, para mirarme con alegría en su rostro. A continuación, me dice en un tono de voz bajo que saldrá fuera para hacerle compañía a Ann, pues le hemos encasquetado al cachorro de los Williams y no ha tenido oportunidad de estar presente aquí dentro. Asiento con la cabeza, sonriéndole, y, cuando Turner se levanta del banco, se encamina hacia la salida de la sala. Yo regreso mi atención en la fiscalía y el juez.
—Señoría. —El fiscal Farrey interrumpe el momento tan emotivo que se había formado con la noticia—. Yo no estoy de acuerdo con la sentencia. Debería de haber sido condenado por mentir ante el jurado hace seis años.
Arrugo el entrecejo; eso no tiene ningún sentido.
—El acusado nunca comete falso testimonio, señor Farrey —sentencia el juez—. ¿Es que usted no ha estudiado?
Una sonrisa de medio lado se hace presente en mi rostro tras escuchar sus palabras. No sé por qué ese hombre tiene tanta insistencia en culpabilizar de nuevo a Axel, incluso le ha querido meter un delito que no pueden cometer los acusados por ningún medio. Ellos tienen el derecho de defenderse, sea echando mano a mentiras o a verdades. Desgraciadamente, el que no va a tener tanta suerte es Dorian, información que no tardan en hacer pública.
—En cambio, el señor Dorian Brad, deberá cumplir condena por dar un falso testimonio de los hechos —añade echándole un rápido vistazo al anciano, quien se dispone a levantarse del estrado.
El fiscal, sin nada más que decir al respecto, recoge sus cosas y las mete en su maletín de una forma muy brusca; no parece estar muy contento. Al posar de nuevo la mirada en Axel, me percato de que sigue llorando. Hank le da un suave apretón en la nuca en forma de apoyo para intentar animarle, aunque sea un poco. Al rato, Dorian se acerca a él y no duda en darle un fuerte abrazo, lo que provoca que por las mejillas de ambos comiencen a caer nuevas lágrimas.
—Buen trabajo, señorita Davenport. Ha sido un placer hacer tratos con usted. —La ronca voz de Dean a nuestra izquierda me saca de mis pensamientos.
Él se encuentra de pie en el pequeño pasillo que hay entre las dos filas de bancos que forman la parte del público de la sala, mirándonos a Phillip y a mí desde arriba, pues nosotros todavía nos encontramos sentados en nuestros respectivos sitios.
—Ya sabe lo que tiene que hacer con el caso —agrega.
Antes de que pueda siquiera abrir la boca para decirle algo al respecto, este emprende de nuevo el camino hacia la salida de la sala. Vuelvo a posar la mirada al frente, pensando en las palabras de Dean. Al fin y al cabo, el trato ha salido bien, y es justo que yo cumpla la otra parte.
El cuerpo de Marshall situado justo enfrente del estrado del juez, hace que fije toda mi atención en él. Ambos hablan calmadamente, posiblemente sobre el caso. A continuación, mis ojos se desvían hacia Axel y Dorian; estos siguen manteniendo una charla de lo más emotiva, por lo que se puede ver, ya que los dos tienen sus mejillas teñidas de un rojo suave a causa de las lágrimas que han caído por ellas hace poco. Las manos del anciano viajan hasta el rostro de Williams, apretándolo con suavidad mientras le dice algo en un tono de voz que solo pueden escuchar ellos dos. Mi tío, mientras tanto, recoge sus cosas de la mesa.
—Phillip, esperaremos a tu hermano fuera —le hago saber levantándome del banco.
Él asiente sin quitar los ojos de encima de su hermano mayor, al mismo tiempo que se pone en pie. Tras entrelazar su mano con la mía, nos dirigimos hacia la salida. Cuando estamos en el pasillo, caminamos por donde hemos venido antes, hacia la entrada del edificio en el que se encuentran los detectores de metales en fila. Una vez aquí, mis ojos se abren de par en par al ver cuatro cámaras y dos reporteras justo fuera del juzgado, informando sobre la situación, supongo.
Que rápido se ha divulgado la inocencia de Axel.
Al lado de estos, a uno cuantos metros, diviso a Fred con Ann y Sparkie. Ellos conversan animadamente acuclillados en el suelo, mientras acarician la barriga del perro, el cual se encuentra patas arriba en el suelo y disfrutando del tacto de ambos; ese chucho ahora mismo se encuentra en el paraíso.
—¿Puedo ir con Sparkie? —pregunta Phillip observando la misma escena que yo.
Teniendo a los reporteros ahí fuera, no creo que sea muy buena idea. No me gustaría que empezaran a acribillarle a preguntas.
—Es mejor que esperes un rato, cariño. —Acaricio su cabello.
En ese momento, uno de los cámaras se gira, cosa que hace que nos tenga justo delante del objetivo. El hombre avisa al resto de sus compañeros, haciendo que se den la vuelta también para ver lo que el primero les está indicando; espero que no les dejen entrar.
Alguien pronuncia mi nombre detrás de mí, por lo que no tardo en girarme. Es mi jefe quien aparece ante mis ojos; se está acercando a mí junto con mi tío. En cuanto están a pocos pasos de nosotros, Marshall habla.
—Has hecho un buen trabajo, niña —felicita con una sonrisa en sus labios—. A pesar de ser una novata, no lo has hecho nada mal para tu primera misión.
—Gracias, señor. —Sonrío.
—Ahora ponte manos a la obra con el caso del muchacho. Quiero ver a la verdadera asesina entre rejas —dice dándome una palmada en el hombro—. No le quitaré el ojo de encima a Lina.
Bueno, ha llegado la hora de dimitir.
—De eso quería hablarle, señor —comienzo a decir mientras saco de uno de los bolsillos de mis pantalones vaqueros la placa del cuerpo de policía—. Dejo el trabajo, tenga. —Se la tiendo.
Sus ojos se fijan en la mano en la que sostengo la placa, observándola con confusión.
—¿Qué dices? —inquiere riéndose levemente, como si pensara que esto es una broma pesada—. Llevas esperando esto mucho tiempo, Kelsey. ¿Te estás quedando conmigo?
Niego con la cabeza al mismo tiempo que una triste sonrisa aparece en mis labios.
—Pero Kelsey... —La expresión de su rostro se torna a una llena de tristeza y desilusión—. Era... Es tu sueño...
—Sí, señor. Pero me gustaría mudarme con mi familia —explico mirando a Hank y este me sonríe dulcemente—. Los tengo demasiado lejos.
Le hago un gesto con la mano para animarle a que coja la placa de entre mis dedos, sin embargo, no lo hace.
—Quédatela. —Empuja mi mano hacia mi pecho—. Es tuya. Cuando quieras volver, serás bienvenida. Siempre.
—No creo que vaya a volver.
—Siempre serás bienvenida, Kelsey —insiste.
Las comisuras de sus labios vuelven a ampliarse, dando paso a una cálida sonrisa.
—Ahora, si me disculpas, debo volver a comisaría. —Acaricia mi mejilla con una de sus manos—. Ha estado bien trabajar contigo, niña.
—Lo mismo digo de usted, señor —confieso en un susurro apenas audible.
Dicho esto, Marshall sale del edificio intentando esquivar a los reporteros que hacen el ademán de acercarse a él; voy a echar muchísimo de menos a ese viejo gruñón. Mi tío Hank, después de decirme que me espera en el aeropuerto y que me tome el tiempo necesario para despedirme de mis amigos, se marcha.
Al notar la mano de Phillip soltarse de la mía, dirijo la mirada hacia él. Este corre hacia su hermano, quien se agacha con los brazos extendidos para recibirle. Axel posa una de sus manos en la parte trasera de la cabeza de su hermanito y lo aprieta con suavidad contra su pecho, al mismo tiempo que con su brazo libre rodea la espalda de este para atraerlo hacia a él.
En ese instante, los ojos se me llenan de pequeñas lágrimas que aparto de forma brusca con la manga de mi blusa; esto va a ser más duro de lo que pensaba. Vuelvo a guardar la placa policial en su sitio y, a continuación, saco la carta que he escrito para Axel. Me quedo observándola con detenimiento. Mierda...
—Axel, Kelsey se va. Dile que no lo haga. —La voz de Lipy hace que los mire.
El niño se limpia las lágrimas con los puños, esperando la respuesta de su hermano. Axel, simplemente, fija su mirada en mí. Sin decir absolutamente nada, se incorpora hasta quedar de pie y se acerca a mí bajo la atenta mirada de Phillip.
—¿Te vas? —cuestiona en un tono de voz afónico.
Cuando nota esto, carraspea la garganta para aclararse la voz.
—Sí, a Arkansas —afirmo—. Lo prometido es deuda.
Se queda callado y me observa sin intención de decirme nada.
—Oye, felicidades —le felicito con la intención de romper el incómodo silencio—. Tú y Phillip podréis estar juntos.
—Sí, pero tengo que firmar unas cosas antes —comenta llevándose la mano a la nuca.
Asiento con la cabeza dándole la razón.
—Gracias... gracias por todo —agradece.
Deja caer el brazo que tenía detrás de su cabeza, a su costado. Sus ojos viajan por los míos sin parar, no se quedan quietos; un indicio de sonrisa se hace presente en mis labios. Sin perder más tiempo le tiendo la carta, haciendo que él baje la mirada hacia ahí. Algo dudoso la coge entre sus dedos y lee lo que pone en la primera cara del papel, donde le pido que por favor la lea.
—Ahí te explico todo —le hago saber señalándola con un leve movimiento de mi mano—. Lo único que te pido es que la leas. Solo eso.
Al escuchar mis palabras, simplemente se guarda la carta en el bolsillo de sus pantalones. Después de hacer esto, me tiende la mano para que se la estreche. Estoy unos segundos observándola, decidiendo que hacer, pero finalmente se la tomo y la aprieto con suavidad, lo que provoca que sus dedos se aferren a mi piel.
—Cuídate —susurra.
Asiento otra vez y trago saliva.
—Que os vaya bien.
Es lo único que digo antes de girarme y hacer el ademán de marcharme, pero su mano, aún en la mía, me lo impide. Vuelvo a girarme, posando la mirada en nuestras manos entrelazadas, sin embargo, en ese momento, me la suelta.
—Adiós.
Dicho esto, se da la vuelta y se acerca a su hermanito, quien le mira con los ojos llorosos al ver que no ha hecho lo que le ha pedido. En un hilo de voz apenas audible, pronuncio su misma palabra, estando segura de que no ha podido escucharla. Me doy la vuelta y pongo rumbo hacia la salida del edificio. Cuando hago esto, las dos reporteras, junto con los cámaras, se aproximan a mí a una velocidad que no me esperaba.
—¿Es usted la policía que ha llevado el caso del asesino Axel Williams? —pregunta una de ellas acercando su micrófono a mi cara.
—No es un asesino —espeto con molestia, sin dejar de caminar—. Tengo prisa, así que con su permiso o sin el suyo, me voy a marchar.
Ella frena al escuchar mi respuesta y se aleja insatisfecha. En cuento paso enfrente de Fred y Ann, les hago un gesto con la mano en forma de despedida. Estos me sonríen de vuelta y realizan mi misma acción.
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