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👑🌹 Capítulo 18

Hank, tras poner en orden todos los papeles relacionados con el caso sobre la mesa, se levanta del asiento y da un paso al frente. Una de sus manos se dirige, como acto nervioso, a su corbata, haciendo un gesto de colocación de la misma. Deduzco que su inquietud se debe al poco tiempo que ha tenido para estudiarlo y prepararlo todo, pero confío en que pueda seguir adelante sin ningún tipo de inconveniente, no dejará que los nervios le traicionen. Le conozco bastante bien y sé que podrá con esto incluso con toda la presión del mundo encima.

—Con la venia, señoría. Mi cliente Axel Williams Hale es inocente —comienza a decir mi tío con una leve tembladera en su voz—. Él no mató a esos tres hombres y mucho menos a su madre. —Le echa una rápida mirada al juez y al jurado—. Tenía tan solo diecisiete años cuando tuvieron lugar los asesinatos y, permítanme decir, que no creo que un niño pueda ser capaz de asesinar a cuatro personas, entre ellas, la mujer que le dio la vida.

Desvío la mirada de Hank hacia la espalda de Axel. Este se encuentra tenso en su sitio, su pierna sube y baja repetidas veces como acto nervioso, y su mirada está totalmente fija en la madera de la mesa. Cuando vuelvo la vista al hermano de mi madre, me percato de que está dispuesto a volver a hablar, pero algo pasa por su cabeza en ese momento, ya que ni una sola palabra sale de su boca. Él se da la vuelta y, tras darme una mirada inquieta, se sienta en su sitio; eso no es buena señal.

Al otro lado de la sala, el señor fiscal se levanta de su asiento al mismo tiempo que se coloca sus ropajes.

—Con la venia, señoría, el señor Axel Williams Hale se declaró culpable de todos los asesinatos en un juicio anterior —le hace saber el fiscal—. Las heridas de bala coinciden con el calibre de una de las armas que él tenía en su poder. Su padre, Charlie Williams Hale, era el propietario de dicha arma. Y su hijo, Axel, dijo que la usó para cometer tres de los crímenes. El otro que queda, como él confesó, fue con una pistola diferente de la que más tarde se deshizo. —Dicho esto, comienza a rebuscar algo entre los papeles que tiene esparcidos sobre la mesa—. No tengo ningún testigo, señoría. Por eso, fiscalía desea mostrarle la prueba A y B al jurado.

El juez, tras unos segundos en los que se mantiene callado sin decir ni una sola palabra al respecto, le hace una seña con la mano indicándole que puede proceder a mostrar la prueba. El fiscal coge entre sus manos todo lo necesario y se acerca a las personas que componen el jurado.

—Estas fotografías... muestran las heridas de bala de las tres primeras víctimas —comienza a hablar mientras les enseña las pruebas, cosa que no logro ver debido a la lejanía—. Y como pueden comprobar, coinciden con el calibre del arma. La de la otra víctima coincide con el calibre de la que él se deshizo luego, al igual que la de la herida del disparo que recibió su hermano menor Phillip Williams Hale en el hombro.

El jurado observa las pruebas que el fiscal les muestra, escuchando atentamente todas y cada una de las palabras que salen de la boca de este.

—Y en esta otra... —Les enseña otra fotografía—. Podemos ver el arma homicida con las huellas del acusado. Esto confirma la culpabilidad del señor Williams.

Ridículo.

El fiscal se da la vuelta y mira al juez.

—No tengo nada más que decir, señoría —le dice para después volver a su sitio.

El juez, junto con el resto de los presentes en la sala posan la mirada en la defensa de Axel.

—Letrado Davenport, puede llamar a su primer testigo —le avisa a mi tío.

En cuento pronuncia esta frase, Hank coge una carpeta de su mesa y luego se levanta del asiento.

—Con la venia, señoría. Eh... La defensa llama a Axel Williams Hale —pronuncia este una vez en pie.

Williams se levanta con algo de dificultad debido a su nerviosismo. Hecho esto, se dirige con pasos lentos hacia el estrado y, una vez ahí, se sienta. En el momento en el que mi tío se acerca al estrado para hacerle las preguntas a su cliente, Fred aprieta mi mano con fuerza.

—Señor Williams, cuéntenos su versión de los hechos —le pide Hank con la vista fija en él.

El chico se relame los labios para después acercar su boca al micrófono que tiene sobre el estrado. Carraspea con la garganta para aclararse la voz y se toma unos pocos segundos para poder respirar con tranquilidad y así poder hablar sin trabarse.

—Cuando mi familia y yo terminamos de cenar, tres hombres y una mujer entraron en nuestra casa a la fuerza. Mi padre mató a los tres primeros, la mujer asesinó a mi madre y luego huyó. —Su voz sale ronca y en un tono de voz bastante débil, si no llega a ser por el micrófono no se le habría escuchado.

El lugar se queda en silencio durante unos instantes que consiguen ponerme la piel de gallina. Le echo un rápido vistazo a Phillip, quien no le quita los ojos de encima a su hermano.

—¿Puede contarnos cómo llegó el arma homicida a las manos de su padre? —inquiere mi tío, haciendo que vuelva la vista hacia él.

—Sí —afirma Axel—. Mi padre la tenía guardada en uno de los cajones de su mesilla de noche. Yo fui, la cogí y se la di.

—¿En qué parte del escenario del crimen se encontraba usted cuándo ocurrió todo?

—En el pasillo que da a las habitaciones del resto de la casa, escondido detrás de la pared.

—¿Y su padre?

—En el suelo, a unos metros de mí.

Hank se gira hacia la derecha y se dirige con pasos pausados hacia el jurado.

—Cómo han podido escuchar, mi cliente tuvo el arma en sus manos para dársela a quien en realidad apretó el gatillo contra las víctimas —comenta seguro de sus palabras—. Esto explica por qué razón el arma tiene sus huellas.

Cuando termina de decir esto, se da la vuelta y fija la mirada en el juez.

—Señoría, a la defensa le gustaría mostrar las pruebas B y C al jurado —le hace saber apretando la carpeta de papel entre sus manos.

—Proceda —le da permiso acompañado de un leve movimiento de su mano.

El hermano de mi madre saca un par de fotografías de su carpeta y se las muestra al jurado. Al igual que con el fiscal, no soy capaz de ver lo que hay en estas.

—Aquí pueden ver dos fotografías del escenario del crimen desde dos perspectivas diferentes. Una desde dónde se encontraba escondido el señor Williams y otra desde donde se encontraba su padre a la hora de abrir fuego contra las víctimas —explica, indicándoles en las pruebas lo que él está diciendo—. Desde donde estaba mi cliente, es imposible que pudiese ser el responsable, ya que la distancia y la altura, junto con otros factores, no concuerdan con las heridas de las víctimas. Sin embargo, con la distancia en la que se encontraba Charlie Williams sí cuadran. En cuanto a la herida de Margott Williams, podemos comprobar que no encaja ni con la distancia de su hijo ni la de su marido, sino con la de otra persona, la verdadera asesina.

—Con la venia, señoría. ¡Protesto! —La voz del fiscal se hace presente en el lugar; lo que provoca que todos los presentes dirijamos los ojos hasta a él—. La defensa está desvariando. No tiene pruebas para demostrar que lo que está diciendo es verdad.

El juez mira a mi tío.

—Letrado Davenport, ¿tiene usted algún testigo que pueda corroborar esa información? —cuestiona con un tono de voz que denota indiferencia.

—No, señoría... —Un sonoro suspiro sale de sus adentros—. Pero, aunque no puedo demostrar que estos cálculos estén en lo cierto, tengo otro testigo que sí puede confirmar lo sucedido.

Toda la sala se queda en completo silencio, esperando una respuesta por parte del juez.

—Se acepta la protesta del fiscal Farrey —dice al fin—. Pase a la otra prueba.

Mi tío, de una mala gana que disimula todo lo que puede, guarda las fotografías anteriores y saca una nueva.

—Eso no es justo —susurra Turner aflojando el agarre de mi mano—. El fiscal tampoco tiene testigos que corroboren sus pruebas.

—Se está guiando de lo que pone en el informe policial. Por eso se lo admiten —respondo con pesar.

—Pero esos cálculos también vienen en el informe, ¿no?

—No, en el informe están manipulados. Los cálculos que tiene mi tío los saqué yo, y la verdad, no creo que sean muy acertados. Solo me guie del testimonio de Axel y las medidas de los calibres y heridas de bala para hacerlos.

Fred suspira, frustrado, para después darle un suave apretón a mi mano. Estoy segura de que cuando se muestre la grabación habremos ganado el juicio.

—En esta otra fotografía os muestro las huellas dactilares que se encuentran en el arma homicida. —Hank vuelve a hacer acto de presencia—. Como pueden ver, las de Charlie Williams también se encuentran en ella, no solo las de mi cliente.

Cuando termina de decir esto, guarda la fotografía en la carpeta y vuelve a acercarse al estrado para interrogar a Axel.

—Señor Williams, díganos lo que pasó con esa segunda arma homicida —pide con seriedad.

—Pertenecía a la asesina de mi madre, ella se la llevó cuando huyó del lugar —contesta y cruza los brazos sobre su pecho.

—No tengo más preguntas para el testigo, señoría. —Regresa a su sitio y se sienta.

—Fiscal Farrey, es su turno —llama el juez.

Este, al escucharle, se levanta y se acerca al estrado, observando a Axel con expectación.

—Con la venia, señoría. ¿Puede decirnos, señor Williams, por qué razón su testimonio de ahora es diferente al que dio hace seis años? —pregunta el señor con un tono de voz que se asemeja bastante a uno cínico.

El silencio vuelve a hacerse presente en la sala.

—Sí —contesta Axel, sin más—. Mentí.

—¿Por qué?

—No quería que mi padre fuese a la cárcel, ya que, si eso sucedía, mi hermano y yo iríamos a un orfanato por ser menores de edad. Y yo no quería que me separasen de él —le explica frunciendo el ceño de a poco—. Por eso me declaré culpable.

En ese momento, dirijo la mirada hacia mi tío, quien tiene la frente hundida entre las palmas de sus manos. Y eso solo puede significar una cosa; esto está yendo por mal camino. El fiscal ha conseguido llevar el juicio por donde él quiere.

—No le creo, señor Williams —confiesa en el señor Farrey—. ¿Y si usted está mintiendo ahora para salvar su pellejo y el testimonio anterior fue el verdadero?

Williams se remueve incómodo en el sitio.

—Con la venia, señoría. Protesto —interviene Hank levantándose de golpe—. La fiscalía está especulando.

—Se acepta —declara el juez, sacándonos una sonrisa triunfante a Fred y a mí.

Jé. El fiscal se tensa en el lugar y aprieta los puños a ambos lados de su torso con una notable molestia. El tiempo pasa y él no vuelve a abrir la boca para agregar algo, simplemente suspira con una frustración que nos indica que se le han acabado los argumentos para culpabilizar a Axel más.

—No tengo más preguntas. —Dicho esto vuelve a su sitio.

—Letrado Davenport, su turno. —habla el juez.

Mi tío coloca los papeles en su mesa para luego coger el USB que le di yo; llegó la hora.

—Con la venia, señoría. Me gustaría llamar a mi segundo testigo.

El juez le da una respuesta positiva, por lo que Hank, tras aclararse la garganta, dice lo siguiente:

—La defensa llama a Dorian Brad.

El vecino de Axel se levanta de uno de los bancos del público y se dirige al estrado, lugar del cual, Williams, se aleja. Mi tío, tras coger una bocanada de aire, se aproxima al testigo mientras va soltando el aire de a poco.

—El señor Brad era el vecino de la familia Williams. Él vio y escuchó absolutamente todo lo ocurrido —les explica a los presentes—. Cuéntenos todo, señor.

El anciano se acerca al micrófono y posa sus ojos en el muchacho, mirándole con una ternura que provoca que se me forme un nudo en el estómago. Cuando le metan en la cárcel por falso testimonio, se va a derrumbar.

—Efectivamente, la versión de mi vecino Axel Williams es cierta —asegura este—. Y hay una prueba que puede corroborar eso. Yo lo grabé todo en vídeo —confiesa.

Un leve murmullo por parte de todos los presentes junto con un sonido de asombro se hace presente en la sala. En el momento que esto sucede, mis ojos chocan con los de Dean, quien me observa con una mirada seria. Estoy segura de que por su mente ha pasado la opción de que la asesina pueda llegar a ser descubierta, por lo que le hago un gesto de negación con mi cabeza para quitarle esa idea. Al ver que este vuelve a poner atención al frente, yo hago lo mismo.

—Estaba mostrándole a Charlie Williams la rotura de la cámara, por lo que hice una prueba de vídeo. Y bueno, cuando ocurrió todo, esta continuó grabando —añade.

—¿Es eso cierto? —le pregunta el juez a Hank.

—Sí, señoría —confirma—. Por eso, me gustaría mostrarle al jurado la prueba A. El vídeo.

El juez asiente con la cabeza y luego le hace un gesto con la mano al guardia que hay a la izquierda de la sala. Este, al entenderlo, se dispone a salir del juzgado. Después de unos minutos en los que ni un solo sonido se escucha por el lugar, el guardia de seguridad vuelve a entrar en la sala, ahora, con un ordenador portátil entre sus brazos.

Una vez que el hombre está cerca de mi tío, él coge el ordenador entres sus manos. Hank se acerca a su mesa para tener un lugar de apoyo a la hora de conectar el USB y poner el vídeo en funcionamiento. Hecho esto, vuelve a coger el portátil para luego acercarse al jurado. Cuando se encuentra enfrente de ellos, les muestra la pantalla del mismo con el vídeo ya reproduciéndose.

Las voces de Dorian y Charlie se adentran en mis oídos; mantienen la conversación sobre si la cámara puede tener arreglo. De un momento para otro, el inesperado estruendo que indica que esas cuatro personas ya han entrado en la casa de Axel, hace que Phillip pegue un brinco en el sitio debido al susto.

Sin pensármelo dos veces, aparto las manos de entre los dedos de Fred y Lipy y las llevo hasta las orejas del pequeño para evitar que pueda seguir escuchando los gritos de su madre y su padre, los cuales ya se han hecho notar.

Hank, mientras las imágenes que componen el vídeo pasan sin parar, les va comentando al jurado quien es cada persona y lo que está ocurriendo. Como un acto instintivo, dirijo la vista hacia Axel, lo que provoca que se me pare el corazón por escasos segundos. Está llorando. Las lágrimas le caen por las mejillas en abundancia y sin parar. Sus sollozos comienzan a escucharse por la sala, llamando la atención de algunos de los presentes, entre ellos el juez.

—Eso es todo —rompe el silencio mi tío, al mismo tiempo que baja la tapa del portátil—. Por desgracia, el rostro de la asesina no se puede apreciar nada. Sin embargo, esta prueba demuestra la inocencia de mi cliente. —Se da la vuelta hasta tener al juez en su campo de visión—. He terminado, señoría.

Dicho esto, vuelve a su sitio y Dean dirige su atención hacia a mí, mostrándome una sonrisa de medio lado al comprobar que todo ha salido como estaba planeado.

—Su turno, fiscal Farrey —avisa la señoría.

No obstantes, el fiscal no tarda en negar con la cabeza para hacerle saber que se retira, que no tiene nada más que agregar a lo ya expuesto, pues no puede hacer ninguna otra cosa para defender su postura ante el juico. El juez asiente esta contestación y, tras respirar hondo, dice lo siguiente:

—Señoras y señores del jurado. Es hora de que den un veredicto.

Pasa cerca de media hora desde que el jurado se reúne para hablar sobre lo debatido en el interior del juzgado, pero a mí se me hacen eternos a pesar de que no es un tiempo exagerado y no ayuda a mi cuerpo a mantener la calma; ya me han aparecido bastantes movimientos involuntarios debido a los nervios, como una forma de canalizar la inquietud que no deja que me tome un respiro. Solo espero que nada de esto esté amañado y vuelvan a declarar culpable a Axel. El trato que hice con Dean me dice que eso o pasará, pero sigo desconfiando un poco.

—Señora presidenta, ¿tiene el jurado ya un veredicto? —quiere saber el juez luego de un rato de espera.

Todos los presentes posamos la mirada en la mujer que está en pie con unos papeles en sus manos.

—El jurado encuentra al acusado inocente de todos los cargos —sentencia con una cálida sonrisa en sus labios.

En cuanto esas palabras salen de la boca de la presidenta, mis ojos se abren de par en par y lo único que puedo hacer es abrazar con toda la fuerza que tengo en mi ser, a Fred y a Phillip a la vez. Ellos no dudan ni un segundo en corresponderme junto con lágrimas de por medio.

Lo hemos conseguido.

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