👑🌹 Capítulo 16
—Andriu, no me pueden ver —susurro con temor.
Mis iris se mantienen fijos en los de ella, quien me observa con un nerviosismo que me contagia en poco tiempo. Sus manos tiemblan ligeramente y puedo ver una gota de sudor resbalar por un lateral de su frente. Trago saliva.
—¿Cuántos son? —cuestiono en un hilo de voz apenas audible.
La pelo azul me responde levantando dos dedos de su mano derecha lo más disimuladamente posible. Abrazo con fuerza la mochila contra mi pecho, en un intento de tranquilizarme, pero se queda en eso, un intento. ¡Joder! ¿Es que siempre tiene que pasar algo? Cuando todo parece que va a pedir de boca, pum, se va todo a la mierda en cuestión de segundos.
Andriu se da la vuelta para poder ver a los chicos que estaban a punto de irse de no ser por la inesperada llegada de la policía, pero cuando ella hace esa acción, el hombre que había hablado antes vuelve a hacer acto de presencia con su gruesa voz.
—¡No te muevas! —grita este—. ¡Ten las manos dónde yo pueda verlas!
La chica a la que creo que ya puedo considerar mi amiga, levanta los brazos hacia arriba y posa las palmas en su nuca. Mi corazón se acelera a cada segundo que pasa, las manos me comienzan a sudar y la boca se me seca, al mismo tiempo que noto como se me forma un nudo en el estómago. Si me reconocen, esto es el fin. Tanto para mí, como para Axel y Phillip. ¡No puedo dejar que eso suceda!
La muchacha rubia que lleva a cuestas el dinero que le hemos dado, desvía la vista hacia Andriu. Ambas parecen estar diciéndose algo con la mirada que no logro captar, pero ellas se han entendido perfectamente a la primera. Luego, uno de los chicos, se une al juego de miradas de mi compañera y la suya. Más tarde, este frunce el ceño y una sonrisa de medio lado se forma en sus labios. No sabría muy bien explicar el por qué, pero eso me ha dado la suficiente confianza como para poder quedarme algo más tranquila. Tienen un plan.
—¿Pasa algo, agente? —habla el chaval.
Este alza las manos y comienza a acercarse a mí muy despacio. Me relamo los labios como un acto nervioso y pongo toda mi atención en él para poder anticiparme a cualquier cosa, pues no sé muy bien lo que pretende hacer.
—¡Quédate donde estás! —ordena el segundo policía.
Al instante, el joven se queda quieto en el sitio.
—Solo voy a acercarme para que podamos hablar mejor —explica y vuelve a emprender el camino, esta vez, con mayor precaución.
Él logra posicionarse a mi lado, a unos metros a mi izquierda.
—¡Quédate ahí o disparo! —amenaza el primer policía.
El chico frena nuevamente, soltando un suspiro de frustración de sus adentros. El plan que tenía y el cual habían debatido visual y mentalmente antes, se lo acaban de estropear. La expresión de su rostro me lo dice y, en cuanto le veo tragar saliva, asustado, lo confirmo. Levanta aún más las manos para evitar que aprieten el gatillo contra él.
Andriu se gira unos cuantos centímetros hacia nosotros para poder ver cómo está la situación a su espalda y, por cómo me mira, no es buena. Me gustaría ver lo que está pasando detrás de mí, pero no puedo permitirme hacer eso. Si esos policías son de la comisaría en la que trabajo, estoy muerta. Si son de otra, estaré muerta en cuanto sepan mi identidad.
—Se están acercando, no hagas ningún movimiento brusco —me avisa el chico que está a mi lado.
Me quedo estática en el sitio, no muevo ni un solo músculo. La mirada la tengo fija en la de Andriu, quien ha conseguido darse la vuelta del todo para quedar de cara a mí y a los policías que se acercan por detrás. Antes de que pueda darme cuenta, unas manos agarran mis muñecas, llevándolas hacia mi espalda. Esto provoca que la mochila que sostenía, caiga al suelo en el acto.
—Avisa al resto para que vengan a ayudarnos con los que quedan —le dice el agente a su compañero, el cual se encuentra vigilando al muchacho que estaba intentando sacarnos del lío.
El vigilante obedece y saca su walkie talkie para decirle a los refuerzos que nos han pillado vendiendo droga, que han conseguido apresar a unos cuantos y que hay más por la zona. Cuando noto que corro el peligro de que me vean dada a la cercanía, dejo caer mi pelo hacia ambos lados de mi cara, para así evitar que alguno pueda llegar a identificarme.
Al escuchar el sonido de unas esposas abrirse, mis ojos se abren todo lo que pueden y, sin ser consciente de lo que estoy a punto de hacer, llevo mi cabeza hacia atrás, estrellándola contra la nariz del policía que tengo pegado a mi espalda. Así que, en cuanto noto las manos libres, me agacho hasta coger la mochila del suelo. Hecho esto, agarro el asa de la misma con ambas manos y me doy la vuelta de forma muy brusca, haciendo que esta impacte contra la cara del hombre. Él cae al suelo.
Voy a girarme para propinarle algún golpe al policía que queda, pero al hacer esto, este aparece en mi campo de visión tirado en el asfalto y limpiándose la sangre que sale sin parar de su nariz. Dirijo la mirada hacia el joven que nos estaba ayudando; se está frotando los nudillos con suavidad mientras una mueca de dolor aparece en su rostro. En el instante de que este se percata de que estamos mirándole embobadamente, interviene.
—¿A qué mierda esperáis para correr? —espeta frunciendo el cejo—. ¡Venga, vendrán más!
Sus colegas acatan sus órdenes y comienzan a correr hacia las callejuelas para poder ocultarse mejor. Andriu se acerca a mí para tomar mi brazo y tirar de él con la intención de que yo me mueva. Pero no puedo. ¡Joder, he agredido a la autoridad!
El chico le arrebata el arma de fuego al policía que él mismo ha abatido, para luego echarnos una rápida mirada y comenzar a correr tras sus compañeros. La pelo azul tira de mí aún más fuerte para hacerme reaccionar, hasta que al tercer tirón mi cuerpo decide responder a los estímulos externos y empezar a huir hacia las estrechas calles del barrio. Mientras mis piernas se mueven todo lo rápido que pueden, yo no soy capaz de evitar pensar en lo que acabo de hacer; he pegado a un policía, esto es demasiado. He ido muy lejos.
El sonido de una sirena de algún coche patrulla se adentra en mis oídos, provocando que todos y cada uno de mis músculos se tensen y que los pensamientos se esfumen de golpe de mi mente, dejando solo mi sentido de supervivencia activo. Con las pulsaciones por las nubes y la respiración atropellada, conseguimos adentrarnos en una calle que les da esquinazo a los agentes que se han quedado atrás, no obstante, Andriu frena de golpe a mitad de camino, lo que hace que mi cuerpo colisione contra el suyo y que las dos caigamos al suelo debido al impacto.
—¡Mierda, Kelsey! —se queja ella dando un fuerte puñetazo en el suelo.
—¡Pero si ha sido culpa tuya! —me defiendo y me levanto de encima.
Una vez en pie, agarro la mochila y me la echo a la espalda para tener mejor libertad en las manos. Andriu, impulsándose con sus extremidades superiores en el suelo, se levanta en pocos segundos. Previamente de que decidamos emprender nuestro camino de nuevo, el coche patrulla que hemos escuchado unos minutos atrás aparece cortándonos el paso al final de la calle en la que nos hemos metido. Uno de los policías que hay en el interior de este, baja la ventanilla y se dispone a sacar el arma por ella para tenernos a tiro.
—¡Por aquí, rápido!
Los dedos de Andriu se enredan en mi muñeca, tirando de mí hacia nuestra derecha, dirección en la que se encuentra un estrecho pasadizo formado por dos edificios que están demasiado juntos; yo ese atajo no lo veo tan claro. No quepo.
Mi amiga consigue entrar en él poniéndose de lado, pegando su espalda contra la pared de uno de los edificios. Sin embargo, cuando voy a pasar yo, me quedo atrancada entre ambos edificios a causa de la mochila que llevo a cuestas; ay, mi madre, esto no puede empeorar.
La pelo azul gira la cabeza hacia a mí con dificultad, ya que la pared de enfrente se lo impide, para poder verme. Y, en ese momento, grita mi nombre con histeria. Sin perder más tiempo, me quito la mochila de la espalda y entro en el pasadizo arrastrando mi trasero por la fachada del edifico de detrás, pero pronto se me presenta otro inconveniente: la mochila sigue sin pasar. Tiro del asa con todas mis fuerzas para poder entrarla conmigo y, al cabo de un breve rato, esta cede a mi fuerza y pasa dentro.
—¡Vamos, camina! —chilla Andriu.
Al girar la cabeza hacia a ella, veo que ya está esperándome en el otro lado, aunque noto que continúa nerviosa de que le pille desprevenida por detrás la autoridad, así como preocupada de que me atrapen a mí al ir tan tremendamente lenta. Con la intención de no hacerle sufrir más, comienzo a caminar, arrastrándome entre ambas paredes con cierta dificultad, pues la condenada mochila se va quedando atrancada en algunos tramos.
—¡Quieta ahí! —La voz de una mujer se hace presente a mi izquierda, haciendo que dirija la mirada hacia allí.
Una policía uniformada y apuntándome con su respectiva pistola, aparece en mi campo de visión. De forma inmediata, vuelvo a poner la vista hacia el lado en el que está Andriu para poder evitar que la mujer me vea la cara y pueda llegar a reconocerme de una forma u otra. Aquí es donde me doy cuenta de que la cosa sí podría empeorar. Agh.
—¡Vamos, niñata! —anima mi amiga.
Me arrastro con todas mis fuerzas para llegar lo antes posible, hasta que ya solo me faltan unos pocos pasos para alcanzar la zona segura. Conforme voy avanzando, escucho como le quita el seguro al arma. Como acto reflejo, cierro los ojos y aprieto los parpados.
—¡Voy a disparar! —amenaza la mujer.
—¡Solo un poco más! —chilla Andriu.
Abro los ojos y estiro mi brazo hacia ella, quien hace el mismo gesto para después agarrar mi mano y tirar de mí hasta conseguir sacarme del pasadizo. En cuento esto sucede, el sonido de un disparo se hace presente en el lugar. Me sorprendo y asusto a partes iguales al notar las manos de Andriu empujarme hacia un lado, cosa que hace que me caiga al suelo de culo. Sin embargo, esto me ha salvado la vida, ya que la bala pasa de largo hasta estrellarse contra el edificio que hay enfrente de la salida del pasadizo.
—Gracias —susurro con la respiración agitada.
—Sí, sí. De nada. Vamos —Es lo único que sale de su boca tras coger la mochila del suelo.
En el momento en el que me levanto, Andriu empieza a andar a paso acelerado hacia la derecha. Yo la sigo, mirando a mí alrededor, completamente alerta por si es necesario salir corriendo otra vez o pelear, según cuales sean las circunstancias. Al notar que tengo las palmas sudadas por la tensión, me las limpio en los pantalones.
—¿A dónde vamos? —inquiero.
—A escondernos en algún sitio —responde y gira a la izquierda en otra calle—. No podemos salir de aquí con la policía rastreando la zona.
Al escuchar su respuesta, me quedo callada y continúo siguiéndola en completo silencio. En unos cinco minutos que se me hacen eternos, Andriu frena enfrente de un pequeño edifico que tiene como puerta una persiana metálica enrollable, la cual está anclada en el suelo por un candado oxidado; se nota que esto está abandonado desde hace tiempo.
Ella deja en el suelo la mochila y, luego, procede a darle fuertes pisotones al candado para romperlo y así poder abrirlo. En cambio, le cuesta bastante llevar a cabo su objetivo. Su tardanza y el sonido de los coches pasar por las cercanías a una baja velocidad, hace que ambas nos tensemos y nos pongamos paranoicas por cualquier ruido, sobre todo la pelo azul, quien ahora se encuentra dando patadas al candado sin parar. Va a acabar haciéndose daño.
Instintivamente, dirijo la mirada al asfalto y comienzo a buscar algo que pueda ayudarnos con nuestro problema. No muy tarde, encuentro una barra de metal oxidado que parece lo suficiente dura como para romper lo que nos impide entrar en el lugar. Me acerco a dicho objeto y lo tomo entre mis manos.
—Aparta —pido.
La chica me hace caso y se aleja de la entrada. Alzo los brazos y, acto seguido, hago colisionar la barra metálica contra el candado. Este termina por partirse; Jé. Tiro la herramienta y me dispongo a agarrar la persiana de metal con ambas manos. Hecho esto, la levanto con toda la fuerza que tengo en los brazos, lo que me deja ver una puerta doble de metal negro; espero que esta esté abierta.
Andriu vuelve a coger la droga y, de una patada, abre de par en par la segunda puerta. Una vez que ella ha entrado, yo hago lo mismo, pero sin soltar la persiana. En cuento estoy en el interior, la bajo con lentitud hasta que esta toca el suelo y nos quedamos totalmente a oscuras. Mi compañera enciende la linterna de su móvil e ilumina así lo suficiente el lugar para que podamos vernos las caras.
—Nos quedaremos aquí hasta que anochezca —comenta y se sienta en el suelo—. Hasta que esos policías decidan marcharse a casa.
Soltando un sonoro suspiro, me dejo caer por la pared que hay a mi espalda hasta quedarme sentada a su lado. Desvío la mirada hacia el interior del lugar; está oscuro y huele a humedad, pero se ve que es un lugar amplio. Creo que estaremos aquí un buen rato.
🐈
Tras varias horas encerrada en ese local, mi cuerpo agradece el haber llegado a casa; ya estoy fuera de peligro, al menos, eso espero. Llamo a la puerta que corresponde a la de mi piso con pequeños toques de mis nudillos, esperando a que Chelsea venga a abrirme. Para mi sorpresa, esto no tarda en ocurrir. Mi amiga aparece ante mí con una bolsa de patatas fritas entre sus manos.
—Ya me estás robando comida —le acuso con el ceño fruncido.
Chel me sonríe de oreja a oreja, enseñándome sus dientes con restos de lo que estaba comiendo en ellos.
—¿Dónde está Phillip? —Entro en casa y cierro la puerta a mi espalda.
—Durmiendo en tu habitación —responde y arruga la bolsa para cerrarla—. Has llegado muy tarde.
—Ya, tenía mucho trabajo —miento.
No sé muy bien por qué, pero tengo la necesidad de ocultarle lo que ha ocurrido esta tarde. Tal vez toda esta situación me esté volviendo muy desconfiada con todo el mundo, pero no tengo otra opción y, por mucho que me duela, no puedo excluir a nadie, ni siquiera a mi amiga. Ambas nos quedamos unos segundos en silencio, cosa que consigue volver el ambiente algo incómodo.
—¿Qué hacías en comisaría? —quiero saber.
Ella abre los ojos un poco más de lo normal.
—Renovar el carnet. —Se encoge de hombros.
—¿Qué hacías en comisaría? —repito, esta vez con voz cortante.
Chelsea suelta un sonoro suspiro de sus adentros en forma de rendición.
—Estoy saliendo con Dexter —confiesa al fin.
Sabía yo que algo había ahí.
—¿Por qué me mentiste? —Al formular esta pregunta, mi amiga se lleva la mano a la nuca algo nerviosa.
—Nos habías pillado en el momento en el que iba a comenzar nuestra cita —explica—. Me daba vergüenza contártelo en ese momento.
—Bueno. Da igual. —Ruedo los ojos y lo dejo pasar.
Tampoco ha sido nada grave, aunque no me gusta que tenga ese tipo de relación con Dexter, pues es también un sospechoso, pero creo que es mejor que me mantenga callada por lo que pueda suceder. Todo lo que diga o haga puede ser usado para joderme por medio de Chel. Estaré atenta a ellos por si acaso, no quiero que le haga daño a mi amiga en el caso de que el chico tenga, realmente, algo que ver en todo este asunto.
—Debo irme —me hace saber cogiendo su abrigo del perchero que tiene al lado—. Te he dejado las llaves en el salón. Ah, y me llevo esto. —Me muestra la bolsa de patatas, sonriente.
—Está bien. —Río—. Esa será tu paga por haber cuidado de Phillip.
—Gracias. —Vuelve a sonreírme dulcemente—. Hasta luego, Kels.
—Adiós.
Sale de casa y me quedo solita con mis gatos, Lipy y su perrito; hogar dulce hogar. Voy a darme la vuelta para dirigirme al salón, pero el sonido del timbre me lo impide, lo que hace que piense que Chelsea se ha dejado algo por aquí. ¡Será despistada! En el momento en el que abro la puerta, mi tío Hank aparece ante mis ojos. Sus iris castaños se fijan en los míos mientras que una sonrisa se hace presente en sus labios.
—Buenas noches, sobri —saluda colocándose un poco su cabellera rubia.
Yo no le digo nada como respuesta, solo me lanzo a darle un fuerte abrazo, el cual es correspondido de inmediato. Hacía muchísimo tiempo que no le veía, casi tanto como a mi madre y mis abuelos. Si es que es imposible no echarles de menos. Cada vez veo mejor la idea de marcharme a Arkansas con ellos.
—Me alegro mucho de verte —confieso.
—Y yo a ti —susurra contra mi oído—. ¿Tienes todo listo?
Cuando pregunta esto, nuestro abrazo se deshace y sus pupilas vuelven a quedarse fijas en los mías. Asiento con la cabeza, saco el USB del bolsillo en el que lo guardé y se lo doy. Le digo que todo lo que necesita está ahí dentro.
—De acuerdo, pues me voy al hotel a preparar esto. Nos vemos en el juicio, ¿vale?
—Vale —accedo.
—Todo va a salir bien —asegura, posando su mano sobre mi mejilla.
Eso lo tengo claro. Va a salir bien. Pero que él lo haya dicho, me ha hecho confiar más en esa posibilidad.
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