Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

👑🌹 Capítulo 11

Golpeo con los nudillos, por cuarta vez consecutiva, la puerta perteneciente al piso de Dorian, en un intento de que él quiera hacerme el favor de abrirme. Por desgracia, eso no llega a pasar, lo que logra enervarme un poco más. Cada vez estoy más molesta y la paciencia que venía preparando antes de venir aquí se agota por momentos.

—Señor Brad, sé de sobra que usted está ahí dentro. Puedo escuchar la radio desde aquí —le hago saber.

—Ya sé que puede escucharla, por algo la tengo al máximo volumen —responde él alzando la voz sobre la de la música que tiene puesta—. Así es más fácil no escuchar su irritante voz.

Aprieto los puños a ambos lados de mi torso, conteniéndome las ganas de echar la puerta debajo de una patada. Me pongo recta y me obligo a respirar con lentitud para no perder la compostura y tranquilizarme. Luego de unos instantes en los que creo que ya puedo hablar como si nada me estuviera perturbando, digo lo siguiente:

—Axel ya vino a hablar con usted para explicarle la situación. Cumpla su promesa.

—Yo no prometí nada.

A cada palabra suya, a cada segundo perdido en alguien que no piensa cooperar ni aunque le pongan una pistola en la cabeza, hace que las ganas de gritar y golpear la puerta como si fuera un saco de boxeo aumenten en mi interior. Se está riendo de mí. Lo ha estado haciendo dese que he llegado, y ya me está hartando.

—¡¿Es que acaso piensa dejar que Axel viva con esa culpa toda su puñetera vida o qué?! —grito con todas mis fuerzas.

Al rato, la música de la radio deja de sonar. Comienzo a respirar profundamente unas cuantas veces más para poder calmar el alto índice de ira que hay acumulado todavía en mi ser, hasta que consigo relajar la presión ejercida en mis puños y la expresión de mi rostro.

Unos pasos acercándose con parsimonia hacia la entrada, me indican que Dorian ha decidido venir a abrirme la puerta, aunque una parte de mí duda ante esto. Sin embargo, en apenas unos instantes, el anciano aparece en mi campo de visión con el ceño fruncido, cosa que hace que las arrugas de su cara se amontonen en su frente. Por lo poco que él ha abierto la puerta, solo soy capaz de ver una pequeña parte de su rostro que se encuentra entre esta y el marco de la misma.

—Ese muchacho es el nieto que nunca tuve, señorita —espeta con fastidio—. No quiero que viva con eso toda su vida. Pero tampoco quiero que le maten, ¿entiende?

—Él no correrá ningún peligro. Ni él ni nadie. Se lo juro —aseguro—. Haga esto por él.

Fijo la mirada en la suya, la cual se encuentra escudriñando cada uno de mis rasgos faciales. Tras un momento en el que ninguno de los dos intercambiamos palabra alguna, Dorian abre del todo, dejándome ver el pijama de rayas blancas y azules que lleva puesto. Este se aclara la garganta, se echa a un lado para permitirme el paso y acompaña el gesto con una frase corta.

—Pase y siéntese.

Después de echarle un rápido vistazo, doy un paso hacia el interior del piso y permito que la calefacción del lugar me envuelva por completo; no hay sensación más agradable que estar muerta de frío y entrar a un lugar calentito.

Acto seguido, me dirijo con pasos lentos hacia uno de los asientos del sofá de dos plazas que hay en el pequeño y acogedor salón, y hago lo propio. Dorian, luego de cerrar la puerta de su piso, se acerca a mí y se sienta en el sillón que está haciendo esquina con el sofá. Voy a abrir la boca para formular la primera pregunta, pero la voz del anciano me interrumpe.

—Antes de que se ponga usted a acribillarme a preguntas, déjeme hablar primero a mí —pide.

El hombre me muestra la palma de su mano para que no diga absolutamente nada. Cierro la boca y, con un leve movimiento de cabeza, le indico que comience con su relato.

—Cuando esos tres hombres y la mujer entraron en casa de Charlie armados, no me quedé parado en la ventana mirando lo que iba a suceder —me explica—. Me agaché y me puse a cubierto como mi vecino me ordenó. Por lo que no voy a poder contarle mucho sobre lo que pasó.

Arrugo la nariz ante sus palabras; no entiendo, se supone que él sabe perfectamente todo lo que ocurrió porque estuvo de testigo.

—Sin embargo, puedo mostrárselo —añade mientras se pone en pie.

Oh... espera, ¿qué?

—¿Cómo ha dicho? —inquiero con los ojos muy abiertos.

Dorian, sin decirme nada al respecto, camina de forma acelerada hacia el pasillo que hay a la izquierda del salón, desapareciendo así de mi vista. Pongo la mirada en mis piernas, totalmente sorprendida; tiene pruebas. Por como lo ha dicho, tiene pruebas sólidas. Muy muy sólidas, además.

Me quedo unos minutos totalmente sumergida en mis pensamientos, no obstante, el dueño de la casa no tarda en volver a hacer acto de presencia. No tardo en poner los ojos sobre él y seguir su trayectoria con la mirada. El hombre se sienta de nuevo, con una cámara de vídeo entre sus manos que consigue que mi corazón pegue un vuelco. Aunque, de inmediato, me percato de que la lente del objetivo está rayada y resquebrajada por algunas partes.

—Antes de que todo ocurriera, yo estaba hablando con Charlie sobre si mi cámara podría tener arreglo —comienza a hablar de nuevo, mirando el aparato entre sus manos—. Se me estropeó el objetivo tras una caída, como podrás comprobar. —Pasa las yemas de sus dedos por él—. Así que la encendí para mostrarle al padre de Axel lo mal que se veían las grabaciones con el destrozo del cristal, por lo que comencé a grabarle como una prueba. Cuando esos delincuentes derrumbaron la puerta, dejé la cámara sobre el alfeizar de la ventana antes de esconderme. Así que todo está grabado aquí.

Mis párpados se separan todo lo que pueden; estoy estupefacta. El anciano me tiende la cámara y, cuando esta roza mis manos, él la deja de sostener. Observo la máquina con detenimiento, pensando mejor las cosas, pensando en que, si muestro esta prueba al juez, a Dorian le esperarían unos cuantos años de cárcel por falso testimonio. Está claro que cada acto tiene sus consecuencias. Si quiero demostrar la inocencia de Axel, él irá a prisión. Y si abandono esto para no meterle en problemas, Phillip irá a un orfanato.

—Señor Brad... —pronuncio su nombre en un tono de voz apenas audible—. Si usted testifica a favor de Axel y muestro esta prueba en el juzgado... irá a prisión por ocultar la verdad de los hechos.

—Lo sé de sobra —admite y asiente levemente con la cabeza—. Axel no vino aquí a decirme que hablase con usted, sino para hacerme prometer que no le abriría la puerta pasase lo que pasase. Ambos conocemos las consecuencias.

Esta es sin duda una de las decisiones más difíciles que voy a tener que tomar. Me siento muy egoísta al querer seguir adelante con esto, no quiero que Dorian vaya a la cárcel, él solo quería ayudar a su nieto de otra familia. Pero si le salvo a él, no podré hacer nada por Phillip. Y él necesita de la compañía de su hermano, no la de una familia desconocida.

—Lo siento mucho, señor...

—No se disculpe. —Niega con la cabeza—. De todas formas, estoy dispuesto a ello. Axel se merece una vida feliz junto a su hermano pequeño. Por bastantes cosas ha pasado ya, ¿no cree?

—Demasiadas... —susurro sin apartar la vista de los ojos del anciano, los cuales me miran con pena.

—¿Cuántos años me esperan?

—Dos como mínimo.

El anciano desvía la mirada a las manos entrelazadas que tiene sobre sus piernas, al mismo tiempo que un leve suspiro sale de sus adentros.

—Tome nota, señorita. Voy a describirle la apariencia de la asesina —comenta, acomodándose en el sillón y apoyando su espalda contra el respaldo del mismo—. En el vídeo no se llega a ver muy bien los rasgos de esas personas debido a las roturas del cristal.

Sin perder ni un solo segundo más, dejo la cámara sobre mis piernas y luego llevo una de mis manos a unos de los bolsillos de mi abrigo, sacando así una libreta pequeña y un bolígrafo casi sin tinta; espero que aún pinte. Una vez que estoy preparada para apuntar todo lo que Dorian diga, le hago un gesto con la cabeza para indicarle que ya puede comenzar a hablar.

—Era una mujer joven por aquel entonces, así que ahora no debe de ser muy mayor. —Es lo primero que dice—. Su cabello era marrón oscuro, estaba cortado a la altura de sus hombros, y sus ojos son azules. Piel sonrosada y de una altura que se asemeja bastante a la de usted. Creo que ya no puedo decirle más, su vestuario ha podido cambiarlo en estos seis años. Aparte de que no pude fijarme mucho en su aspecto porque no me quedé por mucho tiempo observando la escena, como ya le he dicho antes.

Apunto los pocos datos que me ha dado el anciano en una de las hojas de la libreta, en el mismo orden en el que me los ha nombrado. Cuando termino, no puedo evitar leerlos y pensar en Lina, la encargada de la limpieza. Encaja con la descripción.

Dejo ambos objetos sobre mis piernas y cojo la cámara con mucho cuidado de no romperla más de lo que ya está. Aprieto el interruptor de encendido y procedo a mirar con uno de mis ojos por la mirilla que tiene la máquina. Y sí, confirmamos. Se ve fatal.

—De acuerdo, pues ya tengo todo lo necesario —le hago saber dirigiendo la mirada hasta la suya y volviendo a dejar la cámara sobre mis muslos después de apagarla—. Debería irme ya.

—Sí —me da la razón—. No se olvide de revisar la grabación.

—No se preocupe.

Dicho esto, guardo la libreta y el bolígrafo donde estaban y, a continuación, cojo la maquina entre mis manos y me levanto del sofá. Dorian se incorpora de su asiento y se pone en pie nuevamente, observándome con una mirada escudriñadora. Sus ojos están fijos en mi hombro, mirando con detenimiento la zona.

—¿Qué le ha pasado ahí? —inquiere y señala el vendaje que sobresale por mi camiseta.

—Me dispararon.

—¿Me permite verlo? Soy doctor jubilado.

Al recordar los libros de medicina que había en la caja que me dio la nueva inquilina de la antigua vivienda de Axel, no me lo pienso dos veces y le doy permiso. Dejo la cámara en el sofá y luego me quito el abrigo de encima, para después dejarlo sobre el respaldo del mismo. Teniendo en cuenta que ningún médico me vio la herida cuando me la hicieron, no me vendría mal que uno lo hiciera ahora.

Tras sacar mi brazo izquierdo por debajo de la camiseta, alzo los bordes de la misma por encima de mi hombro para que Dorian pueda ver bien la zona. Él agarra los bordes de esparadrapo que sujetan el vendaje en mi piel y lo aparta con cuidado de no hacerme daño, hasta que la herida queda visible.

—¿Quién le ha cosido? —pregunta sin apartar la mirada de los puntos.

Jé.

—Axel —respondo.

El ceño del anciano se frunce a la vez que sus ojos suben hasta los míos.

—¿Por qué no la llevó a un hospital? —cuestiona cabreado—. Es posible que necesitara una transfusión de sangre. Pero bueno, si está viva, es porque no perdió mucha.

—Harían muchas preguntas, supongo —le quito importancia—. Él se habría metido en problemas si me hubiese llevado al hospital.

El vecino de Williams relaja la expresión de su rostro al comprender la situación.

—Le disparó alguna persona del mundo en el que él anda, ¿no?

—Sí —confirmo—. ¿Usted sabe de los problemas en los que estaban metidos Charlie y Axel?

—Así es. —Asiente con la cabeza—. Axel me contaba todo lo relacionado con eso. Se desahogaba hablando de ello conmigo.

Las yemas de sus dedos pasan con cuidado sobre los puntos de la cicatriz en proceso de curación. Siseo un poco por el escozor.

—Ha hecho bien el proceso de sutura, pero los puntos están un poco flojos. Debió apretárselos más. —En cuanto dice esto, vuelve a poner el vendaje sobre la herida para taparla—. Has tenido suerte de que él fuera mi aprendiz.

Cuando sus manos se alejan de mi piel, aprovecho para volver a meter el brazo donde le corresponde y ponerme bien la camiseta.

—¿Usted le enseñó? —indago con curiosidad en mi voz, aunque ya sé la respuesta.

—Sí. Todo lo que sabe lo ha aprendido de mí y de las veces que le llevé a ver alguna operación. —Me sonríe—. Luego en la cárcel aprendió más. Él me dijo que allí debía aprender por la fuerza para sobrevivir.

No sabía que a Axel le interesaba el tema de la medicina. Después de tanto tiempo, sigue siendo una caja de sorpresas.

—En unos días debería de ir al hospital a que le quiten los puntos —avisa y cruza los brazos sobre su pecho.

—¿Cuántos exactamente? —Cojo el abrigo de donde lo había dejado antes y me lo vuelvo a poner.

—En unos seis días, no puedo decírselo con exactitud.

—Está bien. —Vuelvo a coger la cámara entre mis manos—. Ahora, si me disculpa, tengo que volver a comisaría a ver el contenido de esto.

—Por supuesto.

Dorian camina hacia la entrada y me abre la puerta. Me dirijo hacia allí con pasos lentos hasta que salgo del piso, haciendo desaparecer de mi cuerpo el calor de la calefacción que este había cogido. Respiro hondo y me giro para poder despedirme del anciano y agradecerle su colaboración.

—Que tenga una buena mañana. Y muchas gracias por todo.

—Igualmente, señorita. Y no es nada, no se preocupe.

Cuando estas palabras salen de su boca, él procede a cerrar de nuevo la puerta. Mis ojos se quedan mirando la madera de la misma, pensando en lo que le va a doler a Axel que su vecino vaya a la cárcel solo para que él pueda llegar a ser feliz. No sé cómo se lo tomará... Ni siquiera me atrevo a pensarlo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro