👑🌹 Capítulo 10
Unos pequeños golpecitos sobre la punta de mi nariz hacen que mis ojos se abran lentamente con pesadez. Cuando estos consiguen abrirse del todo y comienzan a volver la imagen que hay a centímetros de mí mucho más nítida, el hocico húmedo de la gata sin pelo es lo único que puedo alcanzar a ver. Sus bigotes se mueven por mi rostro haciéndome cosquillas y olfateándolo al completo.
—Buenos días, alien —saludo a Andrea con voz somnolienta.
Agarro su cuerpo y lo levanto de encima de mi pecho para poder incorporarme sin problemas del sofá. Al tener mi espalda totalmente despegada del lugar en el que he dormido esta noche, dejo a la gata sobre mis muslos; ayer no quise despertar a Phillip, he preferido dejarle en mi habitación para que estuviera más cómodo.
—¿Dónde has dejado al bicho de Bagheera? —inquiero acariciando la piel arrugadita de su pequeña cabeza.
En ese preciso momento, un ladrido hace que dirija la mirada hacia mi derecha, lugar del salón en el que se encuentra la televisión y los dos muebles que hay ambos lados de la misma. Bagheera está en lo alto del último estante del mueble izquierdo, observando con los ojos muy abiertos al pequeño Sparkie ladrándole e intentando alcanzarle mediante pequeños saltos. Ya están armando guerra desde bien temprano, como me tiren las cosas de los estantes, me los cargo.
Desvío la vista hacia el pequeño reloj que hay sobre uno de ellos, dándome cuenta de que en realidad no es tan pronto; son las diez de la mañana, camino de las once, lo que también me hace acordarme de que Phillip tenía que haber ido al colegio hace cosa de una hora y yo haber empezado a trabajar. De inmediato miro mi teléfono móvil, el cual descansa sobre la mesita de centro. Ni siquiera ha sonado la alarma.
Tras apartar nuevamente a Andrea de mi cuerpo, me pongo en pie. A continuación, corro lo más rápido que me permiten las piernas, todavía dormidas, hacia mi dormitorio. Una vez que he entrado, llevo las manos hacia el hermano de Axel, moviéndole con lentitud de un lado a otro para que se despierte.
—¿Qué pasa, Kelsey? Déjame dormir —se queja entre gruñidos perezosos.
—Pero ya llegamos tarde al colegio, cielo. —Le aparto las sábanas de encima—. Vamos, levanta.
Phillip levanta su espalda del colchón lentamente, para después restregarse los ojos con los puños de sus manos, adormilado.
—Pero Kelsey...
—¿Te sigue doliendo la tripa? —indago, interrumpiéndole.
—No, ya me encuentro mejor —admite y bosteza—. Y tengo mucha hambre.
No me extraña.
—Oye. ¿Por qué no me dijiste que la leche estaba mala? —le regaño.
Pongo las manos sobre mis caderas y el niño se me queda mirando con incredulidad, luego se encoje de hombros. Tras ver su acción, las piezas comienzan e encajar en mi cabeza, provocando que mi ceño se frunza.
—No dijiste nada porque querías ponerte malo para no ir a clase, ¿verdad?
El enfado se hace notable en mi rostro con cada palabra que pronuncio. Él me sonríe de forma leve, admitiendo lo que acabo de decir.
—Yo te mataba —confieso, cabreada.
—No puedes, eres policía. —Ensancha su sonrisa, lo que logra que el enfado vaya desapareciendo de mí poco a poco—. Además, sé que me has cogido el suficiente cariño como para no hacerlo.
¿Cómo enfadarse con este crío?
—No puedo enfadarme contigo —admito mi derrota—. Ahora levanta, venga.
—Kelsey, hoy es...
Antes de que él pueda terminar de pronunciar su frase, le agarro con suavidad del brazo y hago que baje de mi cama. Hecho esto, le sujeto de los hombros y le conduzco con pasos acelerados hacia la cocina para poder prepararle el desayuno. Sin embargo, apenas llegamos a la entrada de la misma, y unos golpecitos en la madera de la puerta de casa, provocan que ambos frenemos y nos quedemos mirándola.
Oh, déjà vu.
Tras apartar las manos del cuerpo del hermano de Axel, me dispongo a abrir.
—Buenos días, hija —saluda mi madre con una sonrisa plantada en su rostro y con una bolsa de plástico en una de sus manos.
—Hola, mamá. —Sonrío cálidamente.
Cuando ella entra en casa, cierro la puerta a su espalda.
—Hola, Phillip. ¿Cómo estás? —Le pregunta Cristty al muchacho, quien le mira con sueño.
—Bien —responde este—. Bueno, hasta que tu hija me ha despertado.
En el instante en el que esta queja sale de sus adentros, la mujer que me parió se gira para poder verme y lo hace con confusión en cada rasgo facial.
—¿Por qué le has despertado? —cuestiona ella sin entenderlo.
—Tenía que estar en el colegio hace una hora —explico y señalo a Phillip.
—Hija... hoy es sábado.
Uhm... jé.
—¿Es en serio?
—Sí. Es lo que llevaba intentado decirte desde que me has despertado —interviene Phillip.
Con razón la alarma que me despierta a la hora en la que tengo que despertarle a él, no ha sonado. Seguidamente, llevo una de mis manos hacia mi frente, dándome un pequeño golpe con la palma, que resuena por el lugar.
—Ya te vale, hija —comenta mi madre riéndose de mí—. Por cierto, te he traído algunas cosas.
En cuanto dice esto, mete su mano izquierda en el interior de la bolsa de plástico que lleva en la otra y saca de ella una botella de leche.
—Toma, para que desayunéis ahora. —Me la entrega—. Y estos son gorritos de fiesta para el amigo.
Ella vuelve a repetir la acción, pero esta vez no saca ningún tipo de alimento, sino una caja de cartón pequeñita. Al fijarme más en la cajita, me doy cuenta de que se trata de preservativos. La sangre no tarda en subírseme a las mejillas, dejándome bastante acalorada y avergonzada. Esto no hace otra cosa que satisfacer a Cristty, quien no tarda en mostrarme otra de sus sonrisas de bruja cuando ve que tiene la ocasión de burlarse de alguien; de forma sana, claro. Lo disfruta, la jodía.
—¿Gorritos de fiesta? ¿De quién es el cumpleaños? —cuestiona el pequeño Williams con curiosidad.
Mi madre me mira con diversión y luego le contesta al niño lo siguiente:
—De quien quiera ella.
El hermano de Axel frunce el ceño algo confundido por la respuesta de mi madre, en cambio, después, sus ojos se abren de par en par a la vez que una mueca de asco aparece en sus labios. Lo ha captado.
—Vale, ya sé lo que es —comenta Phillip asqueado.
Se dirige a la cocina y mi madre, tras soltar una carcajada, comienza a caminar detrás de él.
🐈
Las puertas del ascensor de comisaría se abren y salgo a paso rápido para poder llegar lo antes posible hacia mi despacho. Pero en cuanto estoy a pocos pasos del lugar, veo que la puerta está abierta, lo que provoca que mi entrecejo se arrugue con desconfianza. Una vez que estoy justo enfrente, Lina, la encargada de la limpieza, aparece en mi campo de visión husmeando donde no le conviene. Sus manos sostienen uno de los álbumes de fotografías que traje de la antigua vivienda de Axel, observando una de las páginas con una expresión que no soy capaz de descifrar.
—¡Eh, tú! —llamo su atención, provocando que esta suelte el álbum sobre la mesa por el susto—. ¿Qué es lo que haces?
Sus ojos azules se quedan fijos en los míos, mostrándome su nerviosismo y seriedad.
—¿De dónde has sacado esto? —inquiere ella frunciendo el ceño y señalando la caja de cartón que hay sobre la mesa.
—Eso a ti no te tiene por qué importar —sentencio.
Lina, tras unos segundos en los que no aparta su mirada seria de la mía, se da la vuelta y agarra el manillar del carrito de la limpieza. Hecho esto, camina hacia a mí con rapidez, haciendo que yo me aparte de la puerta para que ella pueda salir sin ningún problema. Observo su cuerpo alejarse durante unos segundos, después, entro en mi despacho y me pongo enfrente de mi escritorio para contemplar el álbum de fotos que se ha quedado abierto sobre el mismo. Y aquí es donde me llevo la sorpresa.
En una de las fotografías de una de las páginas sale ella junto con Margott Williams, la madre de Axel. Ambas sonrientes y muy jóvenes, sobre todo Lina. Tendría cerca de unos veintitrés años cuando se hizo la foto. Es verdad que Axel dijo que no conocía a la asesina de su madre, pero él no tiene por qué conocerla. Tal vez fuera amiga de Margott.
Me dirijo a la silla que hay al otro lado del escritorio para sentarme y ponerme a revisar todos los álbumes en busca de más fotografías en las que ella salga. Tras una media hora de búsqueda entre ellos en la que no he encontrado absolutamente nada, meto un folio doblado entre las hojas del álbum en el que está la fotografía de Lina para no perderla. Acto seguido, decido revisar la parte del informe en la que se debe encontrar toda la información relevante a las autopsias.
El haber estado en el escenario del crimen me ha dado otra prueba más, y es ver lo que los forenses han puesto sobre las heridas de bala. Con el ángulo de los orificios es posible calcular la altura, la ubicación y la lejanía de la persona que ha apretado el gatillo. Al cotejar esta información con la declaración de Axel y la de Dorian en cuanto le interrogue, se puede obtener una prueba lo bastante sólida como para poner en duda su culpabilidad.
No obstante, cuando me dispongo a echarles un vistazo a estos cálculos, me doy cuenta de están manipulados de tal forma que todos apuntan a que Axel es el culpable. Hijos de... Agh.
Cojo otra hoja de papel del montoncito que se ha acabado esparciendo por la mesa y apunto todas las medias y cálculos que están escritos en el informe en ella, intentando acercarme al resultado real de estas. Pero al no ser forense, esto se me hace más complicado y no estoy segura de que mis cálculos se acerquen al que debería ser el resultado real, por lo que intento hacerme una idea de lo que sería más o menos.
La herida de bala que tiene Stephan Cold en la rodilla debe coincidir con la distancia en la que se encontraba Axel en ese momento, pero la que le mató definitivamente no; esa debe concordar con la distancia a la que estaba Charlie, al igual que la de Richard James y Kevin Deft. Sin embargo, la herida de Margott no concordaría ni con la distancia de Charlie ni la de Axel, solo con la de la mujer que la mató a tan solo unos metros de ella. Por último, la herida de Phillip en el hombro, tampoco encajaría con ninguno de los dos; ya que fue cometida a muy poca distancia.
Estoy un largo rato haciendo cuentas y sacando mis propias conclusiones hasta que consigo acercarme a un resultado que más o menos encaje. Podría pedirle ayuda a alguien del equipo forense, pero viendo lo manipulados que están los cálculos, temo que vuelvan a hacerlo para echarme hacia atrás.
En cuanto he terminado de apuntar esto, dejo el bolígrafo sobre la mesa mientras suelto un sonoro suspiro. Lo vamos a conseguir.
🐈
—¿Qué quieres ahora? Ya he hablado con Dorian, ve a verle y a mí déjame en paz —espeta con molestia en su voz una vez más en estos días que no he dejado de incordiarle.
—Es que quiero hablar contigo sobre... —Me quedo callada a mitad de frase al ver la poca paciencia que tiene hoy Axel— ... sobre lo que pasó.
—Yo no quiero escuchar nada que tenga que ver con eso salir de tu boca. Me mentiste, no hay más que hablar —sentencia y rueda los ojos con cansancio.
—Sí lo hay y quiero explicártelo —le hago saber, haciendo que sus ojos vuelvan a los míos.
Su ceño se acentúa con mis palabras, al borde de sacar toda la ira y rabia acumulada.
—Y yo no quiero escucharte, joder. ¿Es qué no entiendes que no te quiero volver a ver? —Agarra el picaporte de la puerta con fuerza en un intento de tranquilizar su enfado.
—Si fuera así nunca me habrías abierto la puerta. —Al decir esto doy un paso al frente, teniéndole a pocos centímetros—. Sabías de sobra que era yo todas las veces que he venido aquí a fastidiarte, y tú siempre me abres. Si no me quisieras volver a ver, simplemente hubieras mantenido la puerta cerrada.
Axel ejerce más fuerza sobre el pomo, pero en escasos segundos él hace el ademán de cerrarme la puerta en las narices como el resto de veces. En cambio, yo se lo impido dándole un empujón en el pecho, lo que provoca que este retroceda y yo pueda entrar en su casa.
—Kelsey, sal de mi casa —ordena, amenazándome con la mirada.
—No pienso irme hasta que me escuches —aseguro—. Siento muchísimo por todo lo que te he hecho pasar, por haberte mentido. No era mi intención hacerte daño, te lo juro. Pero yo tenía que...
—¡Basta! —grita y aprieta los puños a ambos lados de su torso—. ¡No quiero escucharte!
—Por favor, déjame enmendar mi error —suplico dando un paso hacia él, haciendo que Axel lo retroceda.
—¡Qué no quiero, joder! —Vuelve a gritarme, gesticulando con sus brazos—. ¡Qué te vayas de mi casa! No quiero verte, no quiero escucharte. Me arrepiento de haberte conocido y sobre todo de haberte dejado entrar en mi vida. Me das igual, Kelsey. Eres lo peor que...
Sin ninguna intención de seguir escuchándole, agarro sus mejillas con mis manos y acerco sus labios a los míos para dejar un beso en ellos. En unos segundos en los que pienso que él me va a apartar de un empujón, sus manos se posicionan sobre mis caderas, pegándome a él al mismo tiempo que hace entrar su lengua en mi boca.
Sus pies comienzan a caminar hacia adelante, provocando que yo camine hacia atrás sin romper en ningún momento el beso. Su lengua juega con la mía mientras nuestros labios se mueven al mismo ritmo. Mi espalda choca contra una pared, lo que hace que ambos dejemos de caminar hacia esa dirección. Bajo las manos desde sus mejillas hasta su pecho a la vez que él muerde con delicadeza mi labio inferior.
Estoy dispuesta a volver a besarle, pero él me lo impide tomando mis hombros y dejándome apoyada contra la pared. Mis ojos se quedan fijos en los suyos, los cuales observan mis labios.
—Que sepas que he conseguido sacarte de mi casa. —Es lo único que dice antes de separar su cuerpo del mío.
Axel se da la vuelta y sin intercambiar ni una sola palabra más, entra en su piso y cierra la puerta de un portazo. Yo, simplemente, me quedo mirando la madera de la misma totalmente embobada, con la boca abierta y asimilando lo que acaba de pasar.
Al final ha conseguido lo que quería. Sacarme de casa y callarme la boca. Já.
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