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46: Claro y oscuro

Capítulo cuarenta y seis: Claro y oscuro

Cuando mi visión regresa, me encuentro en una oficina en la que no he estado antes. Estoy contra un rincón, detrás del asiento de McGonagall, con Madam Pomfrey demasiado cerca, mirándome con ojos brillantes.

-¡Ha despertado! -exclama la enfermera, alarmando a McGonagall. La vicedirectora se da vuelta y me mira con sus ojos como platos.

-¿Estás segura, Poppy?

-Sí, su mirada ha vuelto, es demasiado real como para seguir de piedra.

Quiero decirles que están haciendo un papelón, que es obvio que estoy despierta, pero mi voz no acude. Tampoco puedo mover los labios. Intento revolverme en la silla en desesperación, pero mi cuerpo no reacciona.

-Parece que tardará en recuperarse -dice Madam Pomfrey-. Pronto volverá a mover la cara, pero me preocupa el resto de su cuerpo.

Toda la expresión de horror se concentra en mis ojos, y la enfermera me da una palmada en el hombro que no siento.

-Vamos a llevarla con los otros -dice McGonagall-. Albus prefiere que ella también esté presente, y es claro que puede oír.

-Pero los petrificados no oyen...

-Poppy, sé lo que te digo. Esta chica está escuchándonos.

Madam Pomfrey baja la vista y no dice una sola palabra más. McGonagall suspira. No la culpo; va a ser un trabajo difícil llevarme, ya que estoy en la misma posición que cuando estaba frente al basilisco: piernas separadas para balancearme, brazos extendidos para guiar el agua, la cabeza un poco hacia arriba. Al final, Madam Pomfrey saca su varita y me hace levitar, y ambas me conducen hasta un despacho que no recuerdo.

Snape es quien abre la puerta, y sus ojos cambian de tono por un instante al verme.

Por mi parte, me salva estar petrificada, porque me hubiera desmayado de no estarlo. Necesito aún procesar todo lo que he oído. Me encantaría girar la cabeza a un lado, evitar su mirada, pero lo único que puedo hacer es quedarme quieta y observar. Por primera vez actúo como niña buena.

-Minerva, gracias por traerla -dice Dumbledore, sentado detrás de un escritorio. Eso me da cierto alivio: el director ha vuelto a Hogwarts.

-La dejaré por aquí, Albus -dice ella, indicando el lugar al lado del escritorio-. Es la primera en recibir la medicina de mandrágoras, y tenemos que ver cómo reacciona. Puede ver y oír, y suponemos que pronto recuperará el movimiento del cuello.

Madam Pomfrey asiente para confirmar. Dumbledore me mira un segundo con algo de lástima e indica el lugar a su derecha. Me hacen levitar hasta allí y me dejan apoyada contra la pared. La subdirectora y la enfermera salen, y Dumbledore me sonríe.

-Te invitaría a sentarte si pudieras -me dice-. No creas que somos maleducados -agrega con una sonrisa.

El rango de visión me permite ver tanto a Dumbledore como a los que están sentados del otro lado de la mesa: Snape (que ha vuelto a su asiento), el señor y la señora Weasley, Harry, Ginny, Ron y Lockhart. Es la asamblea más extraña que he visto en mucho tiempo, y eso que no hay un espejo para verme a mí, petrificada y parada de manera extraña contra la pared.

-Leyla, cariño... ¿estás bien? -pregunta la señora Weasley.

-No se preocupe por ella -dice Dumbledore-. Yo me hago responsable de ahora en más. Ahora que estamos todos, Harry, ¿quisieras contarnos cómo fue la historia?

-Y, Harry -dice la señora Weasley-, debes saber que estamos muy agradecidos por salvar a nuestra hijita Ginny.

Ginny se pone roja y Harry asiente, evitando mirarla. En cambio, me mira a mí por un segundo, para cerciorarse de que sigo bien. Luego comienza a contar la historia, desde la voz que escuchaba en la pared hablando pársel hasta el encuentro con Aragog, de nuestras preguntas a Myrtle, de cómo bajamos por el túnel hacia la Cámara Secreta hasta cómo derrotó al basilisco. Noto que evita todas las partes del diario y de Ginny, y la retrata a ella como simplemente una víctima escogida al azar. Durante todo el relato, Lockhart juega con un hilito de su túnica. Se ha quedado estúpido.

-Lo que más me interesa saber -dice Dumbledore- es cómo Lord Voldemort logró embrujar a Ginny, cuando todos dicen que ha quedado reducido a una especie de alma vagabunda en Albania.

-¿Ginny estaba embrujada? -pregunta el señor Weasley-. ¿P-pero cómo?

-Fue el diario -dice Harry, sacando de su bolsillo el diario de Riddle, que tiene el agujero profundo que hizo clavando el colmillo-. Lo escribió Riddle cuando tenía dieciséis años.

Dumbledore investiga el diario, pasando las páginas mojadas y quemadas con sumo interés.

-Nadie niega que Riddle haya sido probablemente el alumno más inteligente en la historia de Hogwarts. Pero lo que muchos no saben es que Lord Voldemort antes se llamó Tom Riddle. -Los señores Weasley lo miran perplejo-. Fue alumno mío hace cincuenta años, aunque pocos volvieron a verlo una vez egresado. Desapareció. Recorrió el mundo y se instruyó en las artes oscuras, se relacionó con los peores de los magos, y cuando renació como Lord Voldemort resultaba imposible creer que hubiera sido alguna vez el encantador muchacho Tom Riddle.

-¿Y qué tiene que ver nuestra Ginny con él?

-S-su diario... -solloza Ginny, con el rostro enterrado en el suéter de su madre-. Me la pasé escribiendo en él, contándole cosas durante todo el año...

-Ginny -dice el señor Weasley-, ¿es que no has aprendido nada de lo que te enseñé? Nunca confíes en algo que piense si no sabes dónde tiene el cerebro. ¿Por qué no nos mostraste ese diario? Un objeto tan sospechoso como ese tenía que ser cosa de magia negra.

-No... no sabía. Lo encontré en uno de los libros que me había comprado mamá, creí que alguien lo había dejado allí, que se lo había olvidado.

-La señorita Weasley tendría que ir ya mismo a la enfermería -dice Dumbledore-. Tendrán tiempo para discutir el tema cuando se mejore. Sepan que no tendrá castigo por lo sucedido. Tom Riddle siempre supo seducir a quien le convenía. -Se levanta y abre la puerta del despacho-. Lo que ella necesita ahora es reposar en cama, y quizás también una buena taza de chocolate caliente. Madam Pomfrey está en la enfermería esperando a que la señorita Blair-Black se recupere de su estado de petrificación para darles el jugo de mandrágoras al resto de los afectados. Los recibirá con mucho gusto.

La señora Weasley se levanta y abraza a Harry como si fuera su hijo, y veo que Ron está un poco celoso; pero luego él también recibe un cariñoso abrazo y veo que sonríe. Luego la señora Weasley me mira a mí con ojos tristes.

-Espero que en serio puedas oír, Leyla... Te deseo mucha suerte. Recupérate pronto, tesoro, y tienes que saber que eres bienvenida en nuestra casa cuando quieras.

El señor Weasley me dedica una sonrisa, aunque yo solo puedo mirarlos con mi cara de piedra en mi postura anti-basilisco, y luego se van con Ginny. Dumbledore cierra la puerta y vuelve a su lugar detrás del escritorio.

Pero me doy cuenta que sigo mirando hacia la puerta, un lugar que no podía ver antes, y es porque... he torcido el cuello.

Sí, ¡he torcido el cuello!

¡Has torcido el cuello! ¡Hemos torcido el cuello!

Subo y bajo la cabeza, probando la movilidad. Mis hombros también están ahora normales, y puedo mover los brazos. Sin embargo, mis piernas no responden.

-Bueno, creo que muy pronto te recuperarás, Leyla -dice Dumbledore-. Es una lástima que aún no puedas sentarte.

Snape me mira por un segundo, y siento tales ganas de salir corriendo y huir, que me hacen odiar mis piernas de piedra. Ya me había olvidado que estaba aquí. Se quedó cabizbajo en un rincón toda la charla, y recién ahora parece estar presente de nuevo.

-Creo, director -dice Snape-, que tiene unas cuentas que arreglar con Potter y Weasley.

-Es verdad -dice Dumbledore sin cambiar su tono pacífico al hablar-. Ahora, Severus, ¿serías tan amable de ir a avisar a las cocinas que haremos un banquete? El retorno de la señorita Weasley y el cese de los ataques merece un festejo.

Snape se levanta de mala gana y dice entre dientes:

-Por supuesto, director.

-Puedes volver cuando lo hayas hecho.

Una vez que Snape se ha ido, vuelvo a respirar con normalidad, y Harry y Ron también.

-Dejé claro a principio de año -dice Dumbledore- que si quebrantaban las reglas de vuelta los expulsaría del colegio. Luego de lo del auto, no podía perdonarles mucho más.

Ron y Harry asienten con pesadez. En ese momento siento que todo mi cuerpo se afloja, y caigo de golpe sobre el suelo con un grito agudo.

-Veo que ya ha terminado el efecto de las mandrágoras -dice Dumbledore, extendiéndome una mano para que me incorpore-. Puedes sentarte en esta silla. Ahora bien, muchachos, este es el momento en que el mismo director de Hogwarts debe tragarse sus propias palabras. No los expulsaré, y recibirán, por supuesto, el Premio por Servicios Especiales al Colegio. Tú también Leyla. Sí, no me mires con tanta sorpresa, has sido muy valiente. Y... veamos... doscientos puntos para Gryffindor por cada uno.

Harry, Ron y yo nos miramos, todos con una gran sonrisa en el rostro. Yo ya sabía que le regalaría cientos de puntos a Harry por respirar, ¿pero a mí? Esto es demasiado.

-Sin embargo, hay algo que no comprendo -dice Dumbledore-. Uno de ustedes no parece muy feliz por la victoria.

Los tres nos miramos confundidos. Los chicos del Top Ten de los más desafortunados jamás estuvimos tan felices como ahora (excepto quizás esa vez durante cierto beso con cierta persona...). ¿De qué está hablando?

-Gilderoy, ¿por qué la mirada tan perdida?

Oh, ya. Había olvidado a Lockhart.

-Eh, profesor... -dice Ron, rascándose la cabeza incómodamente-. Hubo un pequeño accidente en la Cámara Secreta. Verá, el profesor Lockhart...

-Válgame Merlín, ¿soy profesor? -dice Lockhart con una sonrisa boba, para variar.

-Vea, él intentó hacernos un embrujo desmemorizante y le salió mal. Me robó mi varita para hacerlo, y como estaba rota le salió de culata.

-Ya veo. Herido con tu propia espada, Gilderoy.

-¿Espada? No, yo no tengo una espada, pero el chico sí.

-Ronald, ¿te importaría llevar al profesor Lockhart a la Enfermería?

Su rostro dice "¿Es broma?", pero asiente muy a su pesar y lleva al desmemorizado fuera del despacho. Esto parece un juego con rondas de eliminatorias. Ahora solo quedamos Harry, Dumbledore y yo, si es que no hay nadie más en algún rincón del despacho que no haya visto.

-Leyla, ahora hablaré con Harry, pero me parece poco adecuado pedirte que te marches, viendo lo débil que están tus piernas. Lo único que te pido es que guardes silencio.

Tú guarda silencio, Leyla. Francesca puede divertirse aquí dentro. CHU CHUUUU. CHU CHUUUU.

No estás siendo buena conciencia.

Uh, amargada. Vale, te dejaré escuchar.

Gracias, me contesto asintiendo, y Dumbledore sonríe ante el gesto. Cree que le estoy respondiendo a él. Mejor que quede así.

-Antes que nada, Harry, quisiera agradecerte por la lealtad que mostraste hacia mí en la Cámara Secreta. Es la única manera de que Fawkes acudiera.

Como sospechaba, Fawkes también estuvo desde siempre aquí y no lo había notado. Está ahora al lado de Dumbledore, quien lo acaricia. Espero que haya sido un chiste que se van a casar.

-Veo que has conocido a Tom Riddle -sigue el director-. Supongo que estaba muy interesado en ti.

-Dijo... él dijo que éramos muy parecidos. Pero a mí no me parece así, señor. Él y yo... No. Yo soy de Gryffindor, no podría tener nada que ver con alguien así.

Dumbledore lo mira con interés.

-Señor... El Sombrero Seleccionador me dijo el año pasado que habría quedado bien en Slytherin, y lo repitió este año. Me preocupa. Yo mismo llegué a pensar que podría ser el heredero. Además, mi habilidad para hablar pársel...

-Harry, tú hablas pársel porque Voldemort, el último descendiente de Salazar Slytherin, también habla pársel. Si no me equivoco, él te transfirió algunos de sus poderes en la noche en que recibiste esa cicatriz. Estoy seguro de que no era su intención, claro.

-¿Hay algo de Voldemort en mí? Entonces... realmente debería estar en Slytherin. Es un error que me hayan puesto en Gryffindor, ¿no?, sabiendo sobre mis poderes de Slytherin...

Hey, la únicas locas con poderes aquí somos Leyla y yo, dice Francesca. Ya se cree una persona aparte.

-Harry, escúchame -dice Dumbledore-. Tú tienes muchas aptitudes muy valoradas por Slytherin, pero lo que importa es que el Sombrero te puso en Gryffindor por una razón. ¿Sabes cuál es?

Harry frunce el ceño, pensando.

-No, profesor.

-Porque elegiste esa casa. Eso te diferencia de Riddle. Son nuestras acciones las que muestran quiénes somos, mucho más que nuestras habilidades. Y si quieres tener una prueba de que perteneces a Gryffindor, solamente basta con que mires esto.

Apoya la espada que usó Harry en ese lugar espantoso que aún me da escalofríos, llena de sangre, con sus ornamentos aún brillando. Me asomo un poco y veo que en la hoja está grabado el nombre Godric Gryffindor.

-Solo un verdadero Gryffindor es capaz de sacar la espada del Sombrero.

Ambos se quedan pensativos por un rato, y yo trato de estar armoniosa con el clima de meditación, pero no me es muy fácil. Pronto estoy tamborileando los dedos en el escritorio sin realmente haberlo decidido.

-Gracias por mostrarme esto, profesor -dice Harry luego de desesperarse por el ruido de mis dedos contra la madera-. Tiene mucha razón en lo que dice.

-Es muy posible.

Siempre tan modesto. Si yo fuera Dumbledore, me la pasaría usando sombreros que dijeran Soy fabuloso. Y calzones con esa inscripción también, aunque esos no los mostraría.

Ahora que se ha hecho el silencio de nuevo, pero sin el aura de meditación alrededor de Dumbledore, pienso que es el momento para decir algo que me inquieta hace ya unas horas.

-Director...

-¿Sí?

-Tengo que preguntarle algo. Supongo que usted sabe bastante de mi familia.

-Los Black son una antigua estirpe de magos, sí.

La puerta se abre y entra Snape, tan parecido a un murciélago gigante como siempre.

-Severus, has llegado justo a tiempo. ¿Ya avisaste en las cocinas?

-Sí, señor.

-Bien. Puedes tomar asiento.

-¿Dónde está Lockhart?

-El pequeño señor Weasley lo ha llevado a la Enfermería. Sufrió de un hechizo desmemorizante. Ahora, Leyla, dime tu pregunta.

Miro a Snape y vuelvo a bajar la vista. No sé si pueda hacer esto.

-¿Está recuperada? -le pregunta Snape a Dumbledore como si yo no estuviera presente.

-Sí. Ha recuperado la movilidad.

Y las ganas de salir corriendo.

Pero no. No seguiré posponiendo esto, no ahora que la situación se ha dado tan bien.

-Riddle... Él me dijo algo -es mi manera de empezar. Harry me mira y pronto comprende lo que diré. Él lo oyó en su momento. No sé qué pensará de mí ahora-. Dígame, director -pido, evitando la mirada de Snape-, ¿es verdad que hubo una climaga llamada... Eileen Prince?

-No poseo el registro oficial de climagas -contesta él para mi sorpresa-, y me temo que el ministerio tampoco. Ese registro fue robado, y las copias fueron destruidas, por el tema de la persecución que ya mencioné en otra ocasión.

Snape parece querer decir algo, pero se calla. Harry me mira con nerviosismo, aunque también asiente para que siga hablando.

-Es que... Riddle dijo que ella era una de... de las climagas, señor. Y no solo eso. Dijo que estoy relacionada a ella. Que ella... que es mi abuela.

Dumbledore me mira con interés, aunque no sé si cree que estoy loca o si sabe la verdad.

Di lo que sabes, vamos, me anima Francesca. ¿Has estudiado o no?

-Y no es lo único que me han revelado de mi familia.

-Debes entender que es un tema difícil -dice Snape, para mi sorpresa. No se lo ve muy bien. Ahora veo el parecido.

-No quiero que me oculten más cosas. Y no miren a Harry, él puede quedarse, él oyó cuando Tom Riddle dijo que soy hija de... de Snape. -Nadie me contradice-. ¿De verdad les parece que me gusta haberme enterado de esta manera? ¿Que me lo cuente el recuerdo de Voldemort? -pregunto, por primera vez pronunciando el nombre del Innombrable. Ya ni sé lo que digo; la furia se apoderó de mí.

Me levantó de un golpe de la silla y siento el calor en mi cabello. Mis piernas, recién despetrificadas, no me resisten y me desplomo sobre el escritorio.

-¡Leyla! -dice Snape-. No, Leyla, no te pongas así, yo... yo... Lo lamento.

Me mira una última vez, mira a Harry, mira a Dumbledore. Luego cruza el despacho y se va sin cerrar la puerta detrás de sí.


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Sé que es un final de capítulo un poco... doloroso. Pero el siguiente lo subiré el ¡JUEVES!, así que tienen permiso para volver a amarme.


Menciones del capítulo 45

Primer comentario: Giugi0319

Mejor título propuesto por: HolbrookJr - Sangre, tinta y lágrimas de fénix.


De todos modos, hubo muchos títulos muy buenos, como "Todos los lectores mueren de un infarto" (EleneRubin), "El secreto de Snape" (luxury_nixll y Nuriialec_), "La batalla final" (VanniaHuertaReyes), "¿Mocos? No... ¡BASILISCO!" (ClaraArranz), "Una verdad petrificante" (Sinsajo5) y "Salazar, el hombre con el moco más largo del mundo" (otra vez HolbrookJr).


Muchas gracias a Marilovesbooks por notar que puse cualquier cosa en el número del capítulo, para variar.

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