39: La tercera prueba
Segundo día del maratón. (¡No olviden votar el capítulo!) Mañana publico el siguiente.
BMW
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Capítulo treinta y nueve
La tercera prueba
El día de la prueba comienza tranquilo. Hermione nos deja durante el desayuno para, sí, por supuesto, irse a la biblioteca. Llego a saludar a Cedric unos segundos antes de que venga la profesora Sprout a decirle que pasará el resto del día con sus padres. Le doy un beso de buena suerte en la mejilla y él me da la mano y sonríe al ver que sigo teniendo puesta la pulsera que me regaló.
—Nos vemos luego —me dice y va detrás de Sprout.
Asomo la cabeza entre las puertas del Gran Salón hacia el pasillo y llego a saludar a Harry, que está con la señora Weasley, y veo a Bill hablando con Fleur, muy cercanos. Vaya si son una combinación inesperada...
—Perrrmiso —escucho que dice Krum detrás de mí y me hago a un lado. Karkarov, que lo lleva del hombro al pasillo, me mira con mala cara. Me voy rápidamente de las puertas, y de camino a la mesa de Gryffindor Moody me bloquea el paso.
—¿No ha sido un día muy extraño ayer, jovencita? —me dice y toma un sorbo de su petaca mientras su ojo mágico da vueltas sin parar—. Me dijeron por ahí que llovió de una manera muy peculiar en una zona de los terrenos del castillo.
—Ah, pues qué interesante, profesor —le digo con falsa calma.
—La varita, señorita Blair-Black —dice, extendiendo la mano.
—Pero si yo no hice nada malo...
Me llevo la mano al bolsillo donde está la varita pero no la saco, y Moody mira con su ojo directamente a ese lugar.
—¿La has cambiado? —Se acerca a mí con su ruidosa pata de palo—. ¿Acaso recibiste órdenes de tu tía de cómo proceder?
—Yo... Yo no soy...
Siento que me voy a desmayar por tenerlo tan cerca y tengo miedo de hacer algo tonto... causar una nevada... Quiero mirar a la mesa de profesores para ver si está papá, pero no lo veo, y no quiero mirar demasiado para ser muy obvia de que lo busco. Doy un paso hacia atrás y me choco con Maddeline, que derrama el té que estaba llevando y suelta una seguidilla de palabras impresionante que hace que la profesora McGonagall venga de inmediato a reprenderla. Por suerte, ambas traban el paso y forman una barrera entre Moody y yo. Maddeline pone los ojos en blanco durante el sermón de McGonagall y le quitan cinco puntos a Slytherin, pero mientras me escabullo veo que me mira rápidamente y me guiña un ojo.
Llego a la mesa de Gryffindor con la lengua afuera y me dejo caer al lado de Ron.
—Haz de cuenta que tienes algo muy interesante para contarme —le digo con urgencia.
—¿Pero qué pasó...?
—No importa ahora, solo habla.
—Bueno, Fred y George estaban otra vez con unas lechuzas con mensajes dudosos, espero que tengas razón sobre ellos, y también andaban haciendo apuestas sobre la prueba de hoy...
Miro de reojo las mesas del salón y veo que Moody ha desaparecido. No sé si eso es bueno o malo. ¿Irá a hablar con mi papá? ¿Por qué de repente sabe de tía Bella? ¿Qué sabe de la varita? Oh santo cielo, ¿irá a buscar la varita? La entregué justo a tiempo. Quizá... sí... puedo hacer de cuenta que esta fue siempre mi varita... y quizá si a partir de ahora me presento siempre como Leyla Blair todos olvidarán bastante pronto que tengo algo que ver... sí... eso es.
Después de comer unos bocados, Ron y yo volvemos a la sala común de Gryffindor a esperar la hora de la prueba. Me alivia comprobar que Moody no se metió en la sala común a buscarme o a revolver mis cosas.
—Vi a Bill hablando con Fleur —le digo a Ron para tratar de distraerme mientras nos sentamos en uno de los sofás.
—¿Quéeeeee? —dice él y me río. Bueno, no está bien hacer esto, pero me cuesta mucho reírme de algo ahora.
Hermione nos encuentra al anochecer, justo a la hora de ir al estadio de Quidditch (que ahora está lleno de muros de laberinto armados por setos altísimos, más altos que Hagrid) y vamos los tres a buscar un lugar. Pero justo antes de ir a las gradas, veo que los cuatro campeones están parados al lado de la mesa de los jueces, que todavía tiene algunos lugares vacíos, y Cedric me hace un gesto y logro que me dejen pasar a saludarlo.
—Espero que te vaya muy bien —le digo, dándole un abrazo—. Mira, yo sé que te irá genial... pero ten cuidado. Y ten piedad de Harry, no lo ataques, es más chico que ustedes, tengo miedo de que le pase algo...
—No te preocupes —me dice con una sonrisa—, aparte... le debo una a Harry, por los dragones. No lo atacaría nunca.
—Eres muy bueno. Y cuídate mucho, ¿sí? No pasa nada si no ganas.
Cedric mira de reojo a las gradas donde están sus padres y alza una ceja.
—No sé qué pensará tu padre, pero a mí solo me importa que estés bien, y seguro que a tu madre también. Hazlo por nosotras.
—Te prometo que seré cuidadoso —me dice finalmente y me da un beso.
Le acaricio la mejilla y oigo el tintineo de mi pulsera. Miro a Harry, que está a unos metros, y levanto los pulgares para darle ánimo.
La profesora McGonagall se acerca y dice:
—Atención: Los profesores Flitwick, Moody, Hagrid y yo estaremos rondando por afuera para vigilar que todo ande bien —dice ella—. Si tienen problemas, pueden pedir rescate echando chispas rojas al cielo, y los sacaremos del laberinto. ¡Señorita Blair-Black, usted no es de los campeones! ¡A las gradas! ¡Vamos!
Le doy un último beso a Cedric en la mejilla y en las gradas encuentro a Ron y Hermione sentados junto a Hans, el amigo de Cedric. Cuando me ven, me indican el lugar que me apartaron. Una vez sentada entre Hans y Hermione, cuando me doy vuelta para ver quiénes están en la fila de atrás, doy un salto en mi asiento al ver a mi papá directamente detrás de mí. Juro que no estaba allí recién.
—¿Qué haces? —le pregunto muda moviendo los labios.
Él hace como que no me ve. Está serio, mirando el laberinto oscuro justo por encima de mi cabeza, calmo pero con la varita en la mano. ¿Habrá hablado con Moody? ¿Tengo que contarle lo que pasó? No, se va a enfadar tanto, tanto...
Oh, no, ¿y si ahora hace cosas sospechosas de Mortífago? ¿Y si Karkarov lo convenció de algo? Ay, no, no, no soportaría una sola cosa más agregada a mi familia, basta de oscuridad, basta de malas artes...
—¿Te sientes bien? —pregunta Hermione.
Me tomo la cabeza con miedo a que explote y no sé qué decirle.
—Permiso —escucho que dice la señora Weasley en la fila de atrás, y se sienta al lado de mi papá, y seguidos a ella se sientan Bill, Ginny, Fred y George—. ¡Vamos a apoyar a Harry todos juntos! —dice ella con entusiasmo.
Mi papá la mira de reojo con mala cara y ella lo mira y resopla. Creo que la señora Weasley no lo había visto sentado ahí hasta ahora. Nunca antes había visto a ellos dos juntos, qué extraño se volvió el mundo.
—Oh, Leyla, bueno, también apoyamos a Cedric —me dice la señora Weasley con una sonrisa y aplaude.
Fred y George aplauden poniendo los ojos en blanco. Siento que se alivia un poco mi dolor de cabeza. El público termina de acomodarse y los jueces ya están en su lugar. Dumbledore, Madame Maxime, Karkarov... En el lugar de Crouch esta vez no está Percy, sino el mismo Ministro de la Magia: Cornelius Fudge. Rita Skeeter parece no estar por ningún lado. ¿Será que Hermione averiguó algo...? Antes de que le pueda preguntar sobre eso, Ludo Bagman se aclara la garganta y potencia su voz por todo el estadio.
—¡Damas y caballeros! —exclama—. ¡Bienvenidos a la tercera y última prueba del Torneo de los Tres Magos! Vamos a repasar los puestos: en primer lugar, empatados, están el señor Cedric Diggory y el señor Harry Potter, ambos campeones de Hogwarts. ¡Un gran aplauso!... En segundo lugar, el señor Viktor Krum, del Instituto Durmstrang, ¡excelente! Y en tercer lugar, en el último puesto, la señorita Fleur Delacour de la Academia Beauxbatons, ¡bravo por ella! —Hace una pausa para dar lugar a los aplausos y levanta la mano para callarlos—. Ahora daremos comienzo a la prueba, ¡la instancia final de nuestro espectacular torneo! Esta noche se definirá el ganador... o la ganadora —agrega con una sonrisa, mirando a Fleur—. Cuando suene el primer silbato saldrán Diggory y Potter, en el segundo, Krum, y en el tercero, Delacour, ¿todo claro? ¡Bien! Uno... dos... tres...
Suena el primer silbato y Harry y Cedric entran al laberinto y los perdemos de vista entre los setos altísimos. Inhalo y exhalo un par de veces y Hans me mira también un poco nervioso y nos sonreímos levemente. Con el segundo silbato entra Krum, y con el tercero, Fleur. Y cuando se han ido los cuatro queda solo la expectativa en el aire... Muchos nos concentramos en mirar la entrada por donde desaparecieron los cuatro, otros miran a los profesores que vigilan, otros al jurado... Pasa el tiempo y la noche refresca un poco.
—Le irá bien —dice Hermione después de unos veinte minutos, refiriéndose a Harry—, está preparado, practicamos tanto...
—Y Cedric es un mago excelente, te aseguro que en media hora ya habrá ganado el Torneo —dice Hans—. Me pregunto qué hará con los mil Galleons...
Pero algunos gritos rompen la calma. No se escuchan muy claros, pero parecen de Fleur.
—¿Le pasará algo? —dice Ron, preocupado.
A los diez minutos se oyen más gritos, muy difíciles de distinguir. Ay, Cedric... espero que estés bien... Harry... Miro nerviosa a McGonagall y Hagrid, que son los que vigilan el laberinto de este lado, pero ellos no miran hacia el público, no veo sus caras.
Miro de reojo hacia atrás, a mi papá, y lo veo muy concentrado mirando el laberinto, o quizás a alguien que está en esa dirección. Aparecen chispas rojas en el aire por encima del laberinto y le clavo las uñas a Hermione en el brazo, y mi papá se pone de pie. A los pocos segundos, Flitwick y McGonagall sacan del laberinto a... Krum. Karkarov arroja su sombrero de abrigo al suelo, patea el césped y va a ver a su campeón. Yo lo veo muy quieto, no parece poder moverse. Madame Pomfrey se acerca y lo llevan flotando en el aire a la carpa de enfermería. Luego veo que Moody llama a Hagrid y le dice algo, y él va con McGonagall y sacan a Fleur, también rígida como una tabla...
—La debe haber visto con su ojo mágico —dice Hermione—, porque Fleur no echó chispas rojas.
—¿Solo quedan Harry y Cedric? —pregunto—. Espero que no haya pasado nada... ¿Qué les pasó a ellos?
Imagino basiliscos arrastrándose por el laberinto, persiguiendo a Cedric y a Harry, rayos de colores que los atacan, ellos corren en círculos y no salen jamás del laberinto, nunca podrán salir, porque los basiliscos se multiplican entre sí... A los pocos minutos se ve en el centro del laberinto un esplendor plateado, y esto no lo estoy imaginando. Claramente es plateado, no son chispas rojas. Contengo la respiración esperando ver a Cedric o a Harry salir... pero no pasa nada más... ¿A qué se estarán enfrentando dentro de ese laberinto? Era una carrera de obstáculos, no entiendo qué pasa... Solamente hay silencio y no vemos más luces.
McGonagall consulta algo con Moody, que niega con la cabeza y parece hacer un gesto de espera. Ella vuelve a su puesto. Pasan los minutos, muy lentamente. No debe quedar mucho por hacer, ¿no? Y tampoco están pidiendo ayuda... ¿Y entonces?
Hermione y Ron se levantan de sus asientos para intentar ver mejor, pero no se ve nada. De repente siento un golpe en el pecho, pero nadie me tocó. Sacudo la cabeza. Hay un clima muy tenso, Bagman está haciendo comentarios tontos para distraer la tardanza.
—¿No se ve nada? —pregunto con el pecho oprimido.
—Nada —dice Hermione mientras se muerde las uñas y se sienta y se levanta de su asiento. Los jueces están muy serios y miran a Moody, que no parece darles una señal de nada, y si él con su ojo mágico no ve nada extraño... Sé que no hay razón para preocuparse. Pero me siento tan mal.
—¿Ven a Krum y Fleur? —pregunto.
—Salieron de la enfermería hace un minuto —dice Ron—, estaban aturdidos. Están ahí con los jueces, esperando como nosotros.
Me tomo la pulsera con nervios y de repente siento pasos detrás de mí, y cuando giro a ver, mi papá sigue de pie y listo para bajar las gradas, agarrándose el antebrazo, y veo que se dirige hacia los jueces pero frena en seco. Miro la mesa del jurado. Están Dumbledore y Madame Maxime... Fudge y Bagman que cuenta anécdotas de Quidditch... Pero Karkarov no está.
—Leyla no está bien —dice George y siento que pone una mano en mi hombro—. ¿Leyla? ¿Nos oyes?
Escucho pero no puedo contestar, tengo que respirar, respirar, respirar...
—Todo va a estar bien, no te preocupes —me dice y yo sacudo la cabeza. Quiero creerle. Miro a mi papá, que está caminando hacia el laberinto y vuelve atrás antes de entrar, Karkarov que no está...
Pasa el tiempo como en un remolino; siento la mano de George en mi hombro, y a la vez no la siento; escucho el tintineo de la pulsera con la que no paro de jugar, y no sé si la escucho en realidad; veo a la gente de a ratos, también veo parches negros...
Un resplandor y un golpe fuerte en el césped me sacan de mi trance. Varios saltamos de nuestros asientos. La gente de adelante no me deja ver qué hay abajo.
—¡Lograron salir! —gritan algunos.
—¡Terminó el Torneo!
—Gracias al cielo, tenía miedo...
—¿Pero quién ganó? ¿Por qué salieron así?
Me lanzo corriendo por las gradas hasta el suelo y me abro paso entre la gente, y por fin logro ver a Harry en el suelo, con la gran copa del Torneo de los Tres Magos, y a Cedric, también en el suelo. ¿Ganaron ambos? Harry está llorando, tiene sangre y tierra por todos lados, Cedric también parece haber batallado...
—Harry, Cedric... —digo, sin escuchar nada de lo que pasa alrededor y al ver la cara de dolor de Harry vuelvo a mirar a Cedric.
—¿Qué pasa, está aturdido él también? ¿Qué pasó?
Harry sacude la cabeza y no puede hablar. Miro a Cedric, que no me mira. Cedric... Cedric está... No... No puede ser.
—¡Está muerto! —grita alguien a mi lado.
Empujo a toda la gente que se quiere meter, pero muchos me ganan en tamaño. Primero no puedo hablar, no siento el piso debajo de mí, pero de alguna manera logro juntar aire y comienzo a gritar.
—¡A un lado! —digo—. ¡A un lado!
Saco la varita y empiezo a echar chispas para echarlos, y logro llegar hasta al lado de Cedric y me dejo caer al suelo. Tiene los ojos abiertos, mirando al cielo sin ver. No sé cuándo empecé a llorar pero las lágrimas me nublan la vista y quiero sacármelas. Oprimo la varita con fuerza y con la mano libre tomo lentamente la mano de Cedric, que está fría, sin pulso.
—Cedric... —logro decir cuando vuelvo a respirar—. Ay, no... Cedric...
Siento que hay varias manos que tratan de separarme de él, pero no lo permitiré, sin mirar atrás lanzo hechizos para sacarme a todos de encima, sin pensar nada hago un lazo protector a nuestro alrededor para que nadie se acerque.
—Cedric... No me dejes... Cedric... Por qué no lanzaste las chispas... Por qué te anotaste... Esto es mi culpa, no debí... no debí permitir... ¿por qué nos separamos en invierno? Ay, Cedric... no... nuestra vida... nosotros... Cedric... No, no, ¡Cedric! ¡Vuelve! Vuelve, por favor, Cedric... No... No me dejes... No...
El llanto no me deja decir una sola palabra más. Cedric no me escucha. Cedric... Cedric no está más con nosotros, no está más conmigo. Aprieto su mano con más fuerza y me apoyo sollozando en su pecho, en su túnica llena de tierra y sudor. Escucho ruidos a mi alrededor, pero no oigo nada claro. Tampoco puedo hablar. Entre las lágrimas miro a la gente, furiosa pero sin voz, y veo que no solo hice ese lazo, sino que armé un círculo de fuego a nuestro alrededor sin darme cuenta. Flitwick y McGonagall están tratando de romperlo y veo mucha gente confundida. Harry también quedó dentro del círculo y está respirando con agitación. Cuando entiendo que el fuego no vino de la varita sino que fui yo con la climagia, hago un gesto con la mano y lo apago de inmediato, y toda la gente que no podía entrar intenta recuperar el tiempo perdido y abalanzarse sobre nosotros. Hay olor a túnicas chamuscadas. Pero no me importa nada. Cedric...
—¡Mi hijo! ¡No!
Los padres de Cedric se acercan y se arrodillan a su lado llorando. Dumbledore llega hasta nosotros, se arrodilla a mi lado y mira a Harry, que le dice sin dejar de temblar:
—Ha regresado... ha regresado... él... Voldemort...
Voldemort. ¿Voldemort? Quiero preguntar si él lo hizo. Pero no puedo hablar.
—Suéltalo, Harry. Tú también —me dice. Me dan ganas de atacarlo, ¿cómo voy a soltarlo? ¡Qué entiende este viejo del amor!—. No pueden hacer nada más por él.
—Él quería que lo trajera aquí... con sus padres... Leyla... —dice Harry y lo miro de repente.
—¿Dijo algo de mí? —digo con la voz quebrada—. ¿Cómo fue...? —y comienzo a llorar otra vez.
—¡Mi hijo, no! ¡No!
—¡Dumbledore! —llama Fudge y otra vez el tumulto me ensordece los oídos. Veo a Cedric, inmóvil, y tan hermoso como siempre... Tomo su mano con fuerza y la beso y cierro sus ojos, para que abandone esta escena horrorosa alrededor de él y no tenga que ver más allá de su vida. Al verlo quieto y con los ojos cerrados ya no siento ningún dolor. No siento nada. Paso una mano por su cabello, su hermoso cabello... Ya nada puede pasarle... Está tan tranquilo...
Veo borrosamente que Fudge se lleva a Dumbledore a hablar lejos, Madame Pomfrey se acerca, abraza a la señora Diggory, controla a Cedric, se va. Escucho todo como si estuviera debajo del agua. Veo, como si todo fueran manchas, que Harry se eleva en el aire, y una mano tira de mí pero desiste rápidamente, y veo que Harry se va en los hombros de alguien, rebotando un poco... una pata de palo... ¿Me lo estoy imaginando? Una pata de palo... Se lleva a Harry al hombro, lejos, lejos.
Veo más manchas, otras manos me levantan esta vez.
—Leyla —escucho de repente muy clara la voz de mi papá. Suelto finalmente la mano de Cedric y veo que era mi papá quien estaba tratando de levantarme. Me pongo de pie.
—¿Sí? —digo un poco mareada.
—¿Dónde está Potter?
—¿Potter? La pata de palo... Moody, ¡Moody se lo llevó!
—¿Moody? Vamos.
Dumbledore y McGonagall encabezan la marcha y un paso atrás va mi papá, que me lleva de la mano. De a poco empiezo a ver más. Me vuelvo un segundo hacia atrás. Veo a toda la gente rodeando a Cedric. No termino de entender si estoy en una pesadilla. Cedric. Nunca más Cedric... No lo toquen, no lo toquen... Sus manos sucias no lo merecen. Cedric...
Comienzan a apurar el paso y cuando presto atención veo que llegamos a lo que reconozco como la oficina de Moody, y el dolor aparece y desaparece en mi pecho con cada respiración. De un golpe abren la puerta:
—¡Desmaius!
Mi papá me arrastra dentro de la oficina y dentro veo a Harry de pie con la varita en alto y a Moody tendido boca arriba en el suelo.
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