19: Imperdonable
Capítulo diecinueve
Imperdonable
Entramos al aula de Defensa antes de que Moody llegue y nos sentamos con Neville en la segunda fila, detrás de Harry y Ron. Neville no levanta la cabeza para mirarnos.
—Vamos —le digo—, no te sientas mal. Fue una tontería.
Pero él no me escucha y saca su libro Guía de defensa contra las artes oscuras. Hermione y yo lo imitamos y preparamos los útiles para escribir. No puedo evitar un par de clicks yo también.
Las puertas se cierran de golpe y oímos el distintivo ritmo del caminar de Moody. Nadie se atreve a voltear para mirarlo y solo lo vemos bien cuando ya está al frente del aula. Su ojo azul está tan loco como siempre (de algún lado sacó ese apodo) y las cicatrices de su cara se ven aún más feas y toscas de cerca.
—Pueden guardar esos libros —dice mirando nuestros pupitres—, no los necesitarán para nada. Atentos a mi llamado.
Del escritorio levanta un pergamino con la lista de la clase y nos llama uno por uno. Como somos solo los de Gryffindor, soy la primera de la lista y también la primera en ser examinada rigurosamente por ambos ojos del profesor. Me da miedo saber qué es lo que ve con el ojo azul.
—Otra Blair-Black —murmura—. ¿Son cuatro?
—Somos catorce, señor.
—De la que no me olvidaré es de la que tuve el viernes. Primer día de clase y le ponen una bolsa ruidosa en el asiento. ¡ALERTA PERMANENTE! —ruge, golpeando la mesa, y todos damos un salto en nuestros asientos.
Eso es lo que quisieron decir Fred y George el viernes. Realmente cumplieron con su promesa de ponerle una bolsa de pedos a Selene. Les debo hacer la poción sin retraso.
—Brown, Lavender...
Moody sigue con la lista, deteniéndose en cada uno, aunque sin más comentarios. El silencio hace que su ojo dé más miedo. Ron es el último de la lista; luego Moody dobla el pergamino y saca su varita con una velocidad que asusta. Este hombre nos puede cortar en pedacitos en lo que nosotros tardamos en parpadear.
—Bien —dice—, el profesor anterior me dejó una nota sobre lo que vieron el curso pasado; ya han visto mucho de criaturas tenebrosas como boggarts, hinkypunks, gorros rojos, grindylows, kappas y hombres lobo, ¿no es así?
Todos asentimos en silencio.
—Sin embargo veo que están muy atrasados con respecto al enfrentamiento a maleficios. Durante el año que estaré aquí voy a enseñarles a defenderse no de criaturas, sino de los propios magos.
—¿No se quedará más tiempo? —pregunta Ron.
Moody dirige sus dos ojos él.
—Weasley... Debes ser hijo de Arthur Weasley, ¿verdad? Me salvó de un aprieto hace unos días. No, no me quedaré más, es solo un año como favor a Dumbledore para luego volver a mi vida de jubilado.
Su boca torcida y fina se transforma en una sonrisa.
—Muy bien, sigamos. De acuerdo con el Ministerio, yo debería enseñarles solamente contramaleficios; los maleficios prohibidos se aprenden recién en sexto año. Pero Dumbledore considera que son lo bastante maduros como para procesar esto, y yo creo que la mejor manera de enfrentarse a algo es saber antes qué es. Un mago que les lanzará una maldición no les enviará una carta avisando antes, no será caballeroso con ustedes. Deben estar despiertos, reconocer la situación para defenderse efectivamente. No como la señorita Brown, que no está escuchando nada de lo que digo y que debería guardar eso que tiene ahí abajo.
Lavender levanta la vista sonrojada y guarda el pergamino que le estaba mostrando a Parvati por debajo del pupitre. Al parecer el ojo de Moody puede ver también a través de la madera.
—¿Alguno conoce los maleficios más castigados por las leyes del mundo mágico?
Varios levantan la mano y Moody le da la palabra a Ron.
—Um, mi padre mencionó uno un par de veces. Creo... creo que era el Imperius.
—Exactamente —dice Moody, todavía vigilando a Lavender con su ojo mágico—. Tu padre lo conoce bien, es un maleficio que hace unos años causó varios problemas al Ministerio.
Abre un cajón del escritorio y saca un frasco de vidrio que pone sobre la mesa. Tres arañas corretean dentro del recipiente. Ron está un poco inquieto en el asiento y Hermione le patea la silla desde su lugar.
Moody saca una de las arañas y la pone en una mano; en la otra tiene su varita.
—¡Imperio!
La araña comienza a saltar en la mano, luego se deja caer suspendida de un hilo y comienza a balancearse hacia atrás y adelante. Cuando llega a la mesa, comienza a hacer todo tipo de piruetas y giros y varios nos reímos. Hasta Ron parece más relajado.
—Les parece gracioso, ¿eh? —dice Moody—. ¿Les gustaría que les hicieran eso a ustedes?
El silencio se vuelve total.
—Quien conjure el maleficio tendrá control absoluto sobre la víctima —continúa—. Ahora mismo podría hacer que se tirara por la ventana, o que se ahogara, o que se lastimara a sí misma. Podría hacer que se metiera en la boca de cualquiera de ustedes. Hace años, muchos magos y brujas del Ministerio fueron controlados de esta manera, y resultaba muy difícil distinguir entre los que actuaban por voluntad propia y los que estaban obligados por el Imperius. Hay una manera de combatir el efecto, pero se necesita mucha voluntad y fuerza de carácter, algo que no es muy común en la gente. Lo mejor es evitar caer en el maleficio. ¡ALERTA PERMANENTE!
Todos nos sobresaltamos otra vez. Miro nerviosamente hacia los costados y por unos segundos no puedo fijar la vista en ningún lado. No creo poder resistir a este maleficio; solo alguien como mi madre podría abstraerse del poder del Imperius, con lo obstinada y cabeza dura que es... Quizá mi madre tiene hechizado a Joseph para que no haga preguntas sobre mí. No me sorprendería si así fuera.
—¿Alguien conoce otro maleficio? —pregunta Moody y para mi sorpresa hay muchas manos levantadas, entre ellas la de Neville. Moody le da la palabra.
—Otro maleficio, señor... es el Cruciatus.
—Excelente, muchacho. Tú eres Longbottom, ¿no?
—Sí, señor.
Moody asiente un par de veces y saca la segunda araña.
—Necesita ser más grande para que aprecien el efecto —murmura—. ¡Engorgio!
La luz de la varita da sobre la araña y con tres golpes esta triplica su tamaño. Ron instintivamente se para como si tuviera un resorte accionándose, pero Harry tira de su brazo para que vuelva a su lugar.
—Ahora sí... ¡Crucio!
La araña recoge sus patas y se mueve de un lado a otro, retorciéndose del dolor. Aunque no hace ningún sonido, en mi mente la oigo chillar y me tapo los oídos inútilmente. Para no verla más, roto mi silla y veo a Neville temblando con los ojos desorbitados, las manos aferradas a la mesa con los nudillos blancos.
—¡Pare! —grita Hermione y Moody levanta la varita para terminar el efecto. La araña rueda sobre la mesa unos segundos y luego queda tendida con las patas moviéndose levemente.
Neville sigue horrorizado y paso un brazo por su espalda para tratar de que se sienta mejor. Tiene la vista clavada en la araña y su respiración no es normal.
—Reducio —dice Moody y la araña vuelve a su tamaño primero—. Dolor, un dolor para el que no se necesitan carbones encendidos ni alambre de púas; la tortura máxima se alcanza con un buen Cruciatus. Por supuesto que fue un maleficio muy popular en aquellos tiempos. ¿Alguien conoce el último de los maleficios?
Únicamente la mano temblorosa de Hermione se alza. Yo solo quiero que paren. El pobre Neville va a descomponerse si sigue aquí en el próximo.
—¿Sí, señorita? —dice Moody.
—Avada Kedavra —susurra ella.
—Sí. El último y el peor de todos: el maleficio asesino.
Moody saca la tercera araña y esta instintivamente comienza a correr por su vida, como si lo hubiese oído y entendido sus palabras. Pero Moody es más rápido y agita su varita exclamando:
—¡Avada Kedavra!
Una luz verde, más intensa que las anteriores, sale de la punta de la varita y mata a la araña instantáneamente. Ella cae de costado en el escritorio de Ron, que casi está en el mismo estado que Neville, sin ninguna marca, ninguna herida, nada que indique lo que pasó.
—Muerta —dice Moody—. Así sin más. No hay contramaleficio ni modo de revertir el efecto. Solo hay una persona que sobrevivió al maleficio, y está sentada aquí frente a mis ojos.
Todos miramos a Harry y es como si tuviera una nueva luz sobre él. Mis manos se transforman en puños. Casi nos descomponemos al ver a la araña recibiendo el maleficio, ¿cómo alguien se atrevería a hacerle eso a un bebé?
—Solo un mago muy poderoso podría realizar este maleficio sobre una persona —sigue Moody—. Todos ustedes podrían sacar sus varitas en este instante e intentar hacer el hechizo a la vez, y a lo sumo me despeinarían el cabello. Pero no importa, porque no voy a enseñarles a realizar el maleficio. Era necesario que lo conocieran, porque deben estar preparados aunque nadie desee estar en tal situación. ¡ALERTA PERMANENTE! Veamos, estos tres maleficios son los más severamente castigados y se llaman maleficios imperdonables. El empleo de uno de esos contra un ser humano implica cadena perpetua en Azkaban. Tienen que conocerlos, tienen que estar alerta. Saquen las plumas y anoten lo siguiente.
Va a dictar rápido, así que uso mi bolígrafo. El click resuena en el aula silenciosa. Mientras Moody dicta, Neville sigue en estado de shock en su asiento. Cuando termina la clase decido quedarme a copiar en su pergamino las notas que tomé. A los pocos minutos Neville comienza a volver en sí y me pide que deje todo, asegurando que está bien.
—No te preocupes —le digo—, ya casi termino.
—Muchacha —dice Moody y yo levanto la cabeza—. Te enseñaré algo que te puede ayudar. Saca tu varita.
Lo miro con desconfianza pero dejo el bolígrafo y saco la varita con la mano temblorosa.
—Di Imitatus.
Respiro profundamente y apunto a mi pergamino.
—¡Imitatus! —digo con la voz firme a pesar del miedo acumulado durante la clase.
—Ahora muévela al pergamino del señor Longbottom. Eso es.
La tinta aparece en el pergamino incompleto de Neville y en cuestión de segundos tiene una copia de mis apuntes.
—Muy bien, muy bien. No sé por qué no enseñan esto en los primeros años. ¿Cómo era tu nombre?
—Blair-Black. Leyla Blair-Black.
—¿Me dejas ver esa varita? Me parece conocida.
—No lo creo, señor —digo, tratando de que no se me quiebre la voz—. Se dice que Ollivander puede hacer varitas parecidas, pero nunca dos iguales.
—Es fácil de comprobar, déjame ver.
Me muerdo el labio pero le doy la varita y él la examina con los dos ojos. Luego nos mira a Neville y a mí por turnos, sonríe un poco y me la devuelve.
—Quizá tengas razón y solamente es parecida —dice—. Longbottom, me dijeron que eres bueno en Herbología, ¿puede ser?
Neville asiente.
—Tengo un libro para ti... Ven, vamos a mi despacho, te invito a una taza de té.
Neville y yo guardamos nuestras cosas y salimos al pasillo mientras Moody cierra el aula con llave y un hechizo de refuerzo. Saludo a mi amigo y me voy antes de tener que soportar más preguntas del profesor.
Durante el almuerzo todos comentan la clase de Defensa y los de tercero los escuchan con envidia. Tenemos la tarde libre de materias obligatorias, pero Dean me recuerda que hoy empieza el taller de arte nuevamente, así que paso la tarde en el aula del quinto piso pintando sin parar y con todos los colores que puedo para quitarme un poco el peso del día. Cuando Dean y yo volvemos a la sala común, Harry y Ron están escribiendo disparates para Adivinación, Hermione está ocupada con su PEDDO y Neville está leyendo el libro que le dio Moody, Las plantas acuáticas mágicas del Mediterráneo y sus propiedades.
—Mira, Leyla, ya casi terminamos —me dice Ron—. Si quieres te ayudamos a escribir algunas desgracias para tu próxima semana. Yo te leo las mías: el martes perderé mi más preciada posesión a causa de la posición de Mercurio, el miércoles me irá muy mal en una pelea...
—¿Pero por qué todo tiene que ser malo?
—Porque Trelawney ama todo lo trágico —dice Harry—. Recuerda que predice mi muerte una vez a la semana.
—Muy bien, a ver qué puedo poner yo... —Me siento y saco nuevamente mi famoso bolígrafo—. El lunes, um, tendré un grano en la cara por la posición de, eh, Plutón respecto del Sol, ¿qué les parece?
—No alcanza.
—Entonces muevan el grano de lugar —dice George sentado frente a la chimenea, para la risa de todos los que oyen. Yo le tiro un almohadón a la cara.
—Se suponía que estaban entretenidos con sus amenazas al juez del Torneo —les digo—, no espiando la conversación.
—Está bien, deja el grano en su lugar pero pon que te ahogarás el miércoles —dice Ron—. Y el jueves alguien que quieres te abandonará para siempre.
—Ni se te ocurra. Me voy sola a inventar mis propias tragedias, como "un amigo mío querido y pelirrojo se perderá en el bosque prohibido". Vale para todos —digo amargamente y me voy escaleras arriba a dormir a la habitación de las chicas.
.....
Espero que les haya gustado, fue un capítulo pesado... Leyla no está teniendo la mejor semana.
Besos y hasta el sábado 3 de febrero. (Igual responderé los comentarios).
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro