56: Por una cabeza
Cuántos desengaños, por una cabeza.
Yo juré mil veces, no vuelvo a insistir.
Pero si un mirar me hiere al pasar,
su boca de fuego otra vez quiero besar.
Basta de carreras, se acabó la timba.
¡Un final reñido yo no vuelvo a ver!
Por una cabeza, todas las locuras.
Su boca que besa, borra la tristeza,
calma la amargura.
Por una cabeza, si ella me olvida
qué importa perderme mil veces la vida,
para qué vivir.
-"Por una cabeza",
de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera
...
A la mañana, Hermione y yo nos levantamos más temprano de lo normal para poder repasar para el examen de Runas, una materia que jamás pensé que me gustaría tanto. Además, a la profesora de arte le gusta cuando agrego runas en mis dibujos y le enseñé lo que significan un par de ellas.
Media hora más tarde, mientras repasamos, Harry, Ron, Seamus y Dean bajan la escalera y van directamente al tablón de anuncios, donde pusieron un aviso sobre la próxima salida a Hogsmeade. Miro a Hermione con preocupación y las dos nos acercamos al grupo.
—...con la capa —dice Ron cuando Seamus y Dean se van, y Hermione abre los ojos como platos y se tapa la boca para no decir nada.
—Parece que el pasadizo no está tapado —dice Harry.
—Chicos —digo, y los dos saltan en el lugar y nos miran con horror. Ron luego pone los ojos en blanco, se cruza de brazos y mira a otro lado—. No me encanta ser una metida, pero creo que lo mejor es que no vayas, Harry.
—Eso no te importa —dice Ron.
—Harry.
—De verdad, Leyla, no tiene que importarte —dice él.
—Yo ya te dije por qué me importa —le digo—. Y para tu información, no soy la única que piensa sobre tus salidas a Hogsmeade —agrego en voz baja.
Harry frunce el ceño pero no dice nada.
—Es muy peligroso —dice Hermione—. Harry, si vas... yo... le diré a la profesora McGonagall.
Ron patea el suelo y se va, y Hermione mira a Harry, que solamente se encoge de hombros. Cuando ella se va, Harry me mira a mí.
—De verdad, no creo que sea buena idea —le digo.
—Lo voy a pensar —dice al fin.
—Y también podrías ser un poco más amable con Hermione. Ella solo quiere que estés a salvo.
—No, no quiere eso solamente. Todos tenemos que cumplir las reglas porque sí. Si no estuviera Black afuera, le importaría de todos modos y me delataría...
—Harry Potter, no puedo creer que haya una persona tan desagradecida como tú. ¡Mira toda la gente que te quiere mantener a salvo, y tú te enojas con ellos!
Harry mira el piso y luego me dice:
—Ayer Hagrid nos habló sobre Hermione. Va a verlo constantemente. Dice que a veces llora.
—Y no es para menos —le digo—, están siendo muy desconsiderados con ella. Adiós, Harry. Haz lo que quieras, pero te prometo que ir no te resultará gratis.
...
El examen de Runas es un éxito. A pesar de mi letra alterada por las emociones demasiado fuertes que sentía al hacer la prueba, por el enfado que me causó Harry, me saco un nueve sobre diez. La profesora Babbling me felicita personalmente y Hermione y yo nos vamos del aula con el ánimo mucho más alto que cuando entramos.
Estamos en el almuerzo y ya no puedo esperar a terminar la comida. Cedric me hizo una seña desde su mesa y los dos estamos esperando el momento indicado para poder salir a hablar al pasillo, solos. Percy y Penélope siguen vigilando la puerta y no dejan salir a nadie hasta que termine el horario del almuerzo.
Pero la espera se hace inaguantable, así que me levanto y voy directamente a Penélope.
—¿Me dejarías salir un momentito al baño?
—No se puede. Espera al final del almuerzo.
—Pero... —Miro a los costados y agrego en voz baja—: Realmente necesito ir. Ya sabes. IR.
—Oooh. Mmm. Bueno, pero no tardes. Y que ningún profesor te vea. ¿Necesitas que te preste?
—No, está bien. Gracias, Penélope, sabía que me entenderías —le digo y abro la puerta lo menos posible para salir. Al minuto aparece Cedric.
—Aquí estás —me dice con una sonrisa y nos damos la mano—. Por suerte yo no tuve que rogarle a Percy que me dejara ir al baño —se ríe.
—Bueno, no todos somos prefectos y podemos salir en cualquier momento. Oh, te extrañé, Cedric. Estuve de muy mal humor a la mañana y luego hice un examen, por eso no pude visitarte.
—Está bien. ¿Ahora estás mejor?
—Un poco, sí.
—¿Quieres que vayamos juntos a Hogsmeade el diecinueve? Sé que San Valentín es el catorce, no creas que no vamos a estar juntos ese día, pero sería lindo también comer algo en lo de Madam Pudifoot. ¿Qué te parece?
Le doy un beso en la mejilla y, viendo que el pasillo está vacío, me cuelgo de su cuello y nos besamos en la boca durante una eternidad. Se siente tan bien estar cerca de él. Su cabello es suave, huele a todo lo bueno que hay en el mundo, y sus ojos... sus ojos son irresistibles. No quiero separarme de él, pero oímos el timbre y los otros alumnos no tardarán en llegar.
Cedric está un poco despeinado y sonrojado y me mira con una sonrisa.
—Acomódate el cabello antes de que crean que te peleaste con un troll —le digo.
—Y tú péinate antes de que crean que besaste a alguien.
—Uf, sí, eso es peligroso.
...
El día de San Valentín nieva y todos pegamos las narices a la ventana en la Torre de Gryffindor, felices porque habrá nieve en nuestra salida a Hogsmeade. Cuando veo a Cedric en el corredor, hay muchas miradas sobre nosotros y no me animo a acercarme, pero él viene con suma tranquilidad y me saluda. La gente simula no estar interesada, pero sé que siguen observando, así que nos vamos a un pasillo menos transitado.
—Tengo algo para ti —me dice y me da un paquete rectangular. Me siento en el suelo a abrirlo y veo que son lápices de dibujo. Emocionada, lo abrazo y lo beso y lo abrazo otra vez.
—Muchísimas gracias, Cedric... Vaya, es genial. Yo, um, no sabía bien qué regalarte, así que espero que esto te guste.
Le doy un llavero con una pequeña Snitch dorada y me pongo roja.
—Sé que no es tan grandioso como estos lápices, pero pensé que...
—Me encanta —dice y lo pone en un cierre de su mochila—. Muchísimas gracias. Siempre que gane un partido, pensaré en ti.
Nos damos las manos y nos besamos otra vez. Cuando escuchamos voces, miramos alarmados hacia un costado, y vemos que son Percy y Penélope hablando en voz baja y buscando un aula vacía. Me tapo la boca para no reírme, guardo mi regalo y nos retiramos lentamente.
—Esos dos —digo con una sonrisa y sacudiendo la cabeza. Siempre que los veo no puedo evitar pensar en nosotros.
Antes de ir a clase nos encontramos a Fred y George, que cuando nos ven nos tiran besos por el aire. Yo les saco la lengua y me río.
—Bueno, mi clase es aquí —dice, señalando el aula donde los gemelos están esperando—. ¿Están muy ofendidos? —me pregunta.
—¿Ellos? No. Tienen el orgullo un poco lastimado, pero nada grave. Creo que nos renconciliamos cuando les ganamos a los de Ravenclaw. Oh, antes de que te vayas, ¿cómo te está yendo en Pociones?
—Un poco mejor —dice, pensativo—, hoy me dio mi ensayo y me puso un cuatro. Es mejor que un uno. Pero no me molestaría si quisieras ayudarme para el examen de la semana que viene.
—Te ayudaré de todos los modos posibles —digo.
Él asiente, entendiendo que hablo de mi padre, y nos damos un apretón de manos antes de que me vaya a mi aula.
El 19 de febrero, abrigados hasta las orejas, hacemos la fila normalmente para ir a Hogsmeade, pero no puedo evitar ponerme en puntas de pie cada tanto para ver si Ron está. Tengo la terrible sospecha de que Harry irá con la capa y que algo malo pasará. No veo a Ron, y tampoco a Neville. ¿Mi papá habrá cumplido con su amenaza de usarlo como espía o eran todas tonterías para sacarme información?
—Espero que haya lugar en lo de Madam Pudifoot —dice Cedric, volviéndome a la realidad—. Roger Davies dice que en San Valentín se llena bastante rápido. Pero creo que tendremos que arriesgarnos.
—¿Nunca fuiste en San Valentín?
Él niega con la cabeza.
—No, tuve una sola cita de San Valentín, cuando estaba en Tercero. Pero solamente paseamos un poco.
—¿Sí? Oh, bueno, era de esperar.
—¿Estás bien?
—Eres demasiado apuesto como para no haber salido hasta ahora.
—¿Celosa? —me dice con una sonrisa... irresistible. Me muerdo el labio para no responder de inmediato un gran SIIIIIIIIIIIIIII.
—Mnnnnnnnnniiinoooo. —Las palabras se me mezclan y Cedric me da un beso rápido.
—Era con Catherine Buswell.
—La que es prefecta ahora. Contigo.
—Sí.
—Era mejor si no me decías nada.
—¿Y tú, que estás ahora haciendo chistes con Fred y George Weasley?
—Eso no es nada.
—No parece.
—Yo solo te quiero a ti, ¿no es claro?
—Bastante. Quería oírte decirlo. No me lo dices tanto.
—No es tan fácil. Para ti es más simple, me ves, hola, Leyla, eres una diosa, te amo. Adiós. En cambio yo...
Filch controla nuestros nombres en la lista y salimos del castillo. Hay pequeños copos de nieve cayendo y varios se quedan en mi nariz. Cedric sacude otros de mi boina y yo le quito unos de su bufanda. Antes de que nos demos cuenta, estamos riéndonos y toqueteándonos y terminamos afuera del camino. Unos chicos pasan y silban cuando nos ven, y yo me giro a verlos, atrapada en los brazos de Cedric, y me río alegremente.
—Me gustaría que pudiéramos estar solos más seguido —le digo—. Siempre con los profesores encima...
—Lo sé —dice Cedric—, o los prefectos —agrega, poniendo los ojos en blanco—. Ahora más nos vale apresurarnos para no llegar tarde a Madam Pudifoot. Se llena rápido.
Es verdad. Cuando llegamos al local, tenemos que esperar en la puerta bajo el pequeño alero para no llenarnos de nieve. Las calles están bastante pobladas, pero aquí todos somos bastante libres y Cedric y yo podemos besarnos bastante mientras esperamos. Es un día perfecto.
De repente se oyen ruidos a besos y me despego de Cedric para ver quién es el ridículo. Draco está ahí, rodeado por sus amigotes, haciendo que besa al aire con mucho ruido.
—Vete —le digo.
—Lo siento, ¿quieren privacidad? —se ríe. Cedric lo mira con seriedad y Draco alza una ceja para desafiarlo.
Como soy bajita y estoy muy cerca del piso, y todos están concentrados en la reacción de Cedric, yo hago un movimiento rápido y me quito las botas de los pies.
—A la mierda —digo y le lanzo una bota a Draco, que le cae en el hombro y lo hace tambalearse. Antes de que pueda tirar la segunda, ya se están retirando, aunque vuelven a mirar en la otra cuadra y hacen gestos de amor desde la lejanía.
Cedric va a buscar mi bota y me calzo otra vez.
—Lo siento, mi primo es tan estúpido —digo.
—Jamás me hubiera esperado una bota volando —dice, sorprendido—. Nunca dejas de sorprenderme.
—Señorita, señor —dice una empleada del local—, hay una mesa disponible para dos.
Cedric hace una reverencia para dejarme pasar primero, y entro riendo al café. Varias parejas dejan de hablar y me miran sin comprender qué hace esa loca solterona aquí, pero luego entra Cedric y todos vuelven a sus cosas cuando pone una mano sobre mi hombro.
Nos sentamos en una mesa redonda en el fondo del local, lejos de las miradas curiosas que entran por la ventana, y pedimos dos chocolates grandes.
—Ni los prefectos tenemos bebidas de este tamaño —dice cuando nos traen el pedido. Levanta su vaso y dice—: Por Leyla.
—Por Cedric —digo yo y chocamos los vasos con una sonrisa.
Aunque yo esperaba que nos diéramos la mano todo el tiempo sin saber de qué hablar, Cedric me pregunta de inmediato si ya usé los lápices nuevos, así que tomo un buen trago de mi chocolate y le cuento que en realidad empecé a dibujarlo en mi cuaderno.
—Sé que te miro todo el tiempo y parezco una acosadora —me río—, pero aún así no me sé cada detalle de tu rostro. Así que si no te molesta ser modelo por un rato cuando volvamos al colegio...
Cedric se pone rojo, pero dice que será un honor.
En una mesa cerca de la ventana están Roger Davis y Selene, besándose por encima de la mesa como si no hubiera un mañana. Trato de no mirarlos, de no dejar que arruinen este día. Mejor que Selene tenga otro lado donde poner su boca.
Cuando terminamos de beber el chocolate y de comer una porción de torta más grande de lo que yo puedo aguantar, dividimos la cuenta y pagamos. Insistí tres veces para que él no pagara todo. ¿Qué me queda si él me da el mejor regalo, tiene la mejor idea para salir y además paga la cuenta?
Caminamos de la mano por las calles llenas de nieve y... sí... me resbalo. Cedric trastabillea un poco, ya que íbamos de la mano.
—Oh, no te culpo si me quieres dejar —le digo cuando me ayuda a pararme—, te estoy haciendo pasar por los momentos más penosos del mundo.
Pensaba decirlo en chiste, pero al decirlo siento que el corazón se me contrae y siento ganas de llorar. Cedric ve esto y me ayuda a levantarme. Para distraernos a los dos de esto, le propongo ir hasta la Casa de los Gritos.
—Mi papá me dijo que una vez escuchó los gritos —dice Cedric—, cuando vino aquí a buscar empleo en Las Tres Escobas. Tenía menos de veinte años y ese iba a ser su primer empleo. Pero al oírlos, se fue y no volvió más. Ahora trabaja en el Ministerio.
—Terrorífico.
Llegamos a la cerca que marca el comienzo del terreno de la casa. Sin querer, me pongo a pensar en qué casa viviría con mi futuro esposo. Si sería grande o chica, cerca de la ciudad o en las afueras, cerca del colegio o no... Cuando miro a Cedric trato de borrar estos pensamientos. No sé si es bueno pensarlo.
—Sabes, cuando tu primo hizo eso, creí que iba a haber un gran espectáculo con agua —me dice.
—Ah, sobre eso... —Miro a ambos lados y veo solamente nieve. Traigo a Cedric más cerca de mí. Él se agacha un poco para poner su oído más cerca—. Lo de Selene. Yo... soy... No se lo puedes decir a nadie. Nadie. Mucho menos que lo otro que te conté... Soy una clímaga.
—No estoy seguro de qué es eso.
—Hechiceras que pueden controlar el clima, en diferentes medidas. Y los elementos. Yo en general hago cambios en el agua y a veces en el viento. Me cuesta mucho el fuego y jamás probé mucho con la tierra. Y... y es mucho más difícil hacer algo así voluntariamente que cuando pierdo el control. Si pienso cómo hacerlo, casi no me sale. No es peligroso, jamás estarías en riesgo conmigo por eso.
—Nunca lo hubiera dudado —me dice.
—Tuviste razones de sobra —digo—. Pero esto es completamente secreto. Soy clímaga porque mi madre lo era, pero lo perdió cuando yo nací. Creo que siempre funciona así. Por eso nunca hay muchas en el mundo a la vez.
Cedric asiente y me escucha con atención.
—Y en la familia de Snape también había una clímaga, eso hace que sea más probable que sea yo la de, eh, los poderes. Porque tengo hermanas de sobra para que sean ellas las clímagas.
—¿Y los hombres no pueden serlo?
—No, no. O al menos no hay un clímago hace mucho tiempo. No sé si había clímagas en la familia de mi mamá, supongo que sí, la lógica lo indica, pero... no sé... Oh. Oh, no. ¿Y si Black es clímago?
—No, no lo creo —dice Cedric—. No sé mucho sobre el asunto, pero esas cosas...
—No mucha gente sabe que soy clímaga, y soy una niña desastrosa de trece años. Imagínate lo bien que podría ocultarlo un mago tan poderoso como Sirius Black.
Cedric lo piensa un rato.
—Esta vez odiaría que tuvieras razón —dice Cedric—. Algo que me dice que no es así. Pero no sé...
—¿Piensas comprar esta casa? —dice de repente una voz arrastrada.
Doy un salto en mi lugar y Cedric se para delante de mí, como barrera entre Draco y yo. Pero él no está mirando hacia acá. Ron está veinte metros más a la derecha, mirando la casa en silencio, y ahora Draco, Crabbe y Goyle lo rodean. No nos han visto.
—Me han dicho que tu casa es tan pequeña que todos tienen que dormir en el mismo cuarto, ¿es verdad, Weasley? —se ríe Draco—. Oye, te pregunté algo.
Ron le responde algo y mira de reojo hacia atrás. Draco y sus amigotes avanzan más y ya no oigo lo que dicen, pero veo una bola de nieve armarse delante de mis ojos y elevarse en los aires. Cedric me mira con las cejas levantadas y cara de diversión.
—No soy yo —le susurro y comienzo a caminar hacia atrás en silencio. Tiro de su brazo y él también viene conmigo a escondernos. La bola de nieve vuela por los aires y le pega a Goyle en la cabeza. El chico grita con horror y se cae por el golpe. Crabbe se da vuelta y mira al horizonte, y otra bola de nieve vuela y le da en la panza.
—AUU —dice, doblándose hacia adelante.
—¿Qué diablos...? —dice Draco, al tiempo que otra bola vuela hasta su cara. Él se limpia con el gorro de Crabbe y mira furioso a todos lados—. ¿Quién fue? No es gracioso. Sal ahora o lo lamentarás después.
Silencio. Draco se está poniendo nervioso y mira a Ron, que está de lo más tranquilo, apoyado contra la verja.
—Dicen que este lugar está embrujado, Malfoy —oigo que dice Ron—, pero yo no les creo. Nadie vio actividad paranormal aquí.
Draco, furioso, gira hacia Ron y otra bola le pega en la cabeza. Pero en lugar de fastidiarse en el lugar, mi primo corre en cualquier dirección y cambia de sentido varias veces hasta que pone su mano sobre algo. Tira del aire y aparece, tan solo por unos segundos, la cabeza de Harry Potter en el aire.
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¡Espero que les haya gustado! Y perdón por meter un tango, pero me pareció que tenía bastante que ver.
Feliz cumpleaños a @ariadnaxfabray y a todos los hermosos que cumplen en enero como yo :D
BMW
Próximo capítulo: viernes 27 de enero de 2017
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