3. Barbas de Merlín a la 9 3/4
Capítulo tres
Barbas de Merlín a la 9 3/4
El primero de septiembre no tardó en llegar. Y los nervios tampoco.
Acabo de terminar de hacer mi baúl y decido visitar la habitación de Draco, que está tan desmantelada como la mía. A partir de hoy viviré en un castillo lleno de magos. Loco, ¿no? Aunque mi casa se parezca a eso, sé que esto será único. Sólo espero que mis hermanas no logren mi expulsión antes de que termine el año.
-Leyla, sabes que puedes ponerte la túnica en el tren, ¿no? -me dice él, sentado sobre su baúl. Es de color verde oscuro y tiene una enorme "D" en él, hecha en plata. En cambio, yo tengo uno bastante destartalado, negro y con dos enormes "B", de Bellatrix Black.
-Ups... Bueno, tenía que calmar mis nervios con algo.
-Tendrás que sacártela antes de salir. Debemos pasar por entre los muggles para llegar a King's Cross.
-Rayos, ¿estaremos entre muggles?
-Sí, pero te advierto que no son nada interesantes, antes de que preguntes. Un montón de inútiles que se complican la vida sin hacer magia. Lo peor es que algunos de ellos tienen hijos magos que creen que pueden estar a nuestro nivel. Espero que en nuestro año no haya muchos; suelen ser lentos y estúpidos, como los muggles, y se sorprenden por todo y se la pasan preguntando... Ni siquiera saben comportarse con dignidad, ¡dan vergüenza! Y aún así muchos sostienen que somos de la misma raza. Rídiculos.
Siento algo revolviéndose dentro de mí. Probablemente sea mi estómago procesando el desayuno, pero también pueden ser los nervios... ya ahora el miedo. Se supone que una sangre pura no debe estar nerviosa ni sentirse extraña en Hogwarts, pero aún así creo que me sentiré como si fuera nacida de muggles. Supongo que tía Bella no estaría muy orgullosa de mí si me viera, con la cara aún más pálida de lo habitual, los ojos vidriosos y el cabello más rizado y esponjoso que nunca. Una brisa me envuelve. Resoplo, sabiendo que seguramente yo la creé con mis estúpidas manipulaciones de los elementos.
Voy a vomitar. Draco se da cuenta y se aleja de mí.
-No quiero que todo Hogwarts crea que yo era el que estaba nervioso como para vomitar -me explica-. Así que trata de correr a la ventana si tienes que hacerlo.
-Claro -digo con algo de enojo. ¡Qué poca ayuda por su parte! -. Te avisaré si tengo que arrojar.
-¡Leyla! ¿Qué vocabulario es ese? -dice mi tía Cissy, horrorizada. Apareció de repente en el umbral, según veo. Probablemente yo nunca sea capaz de hacer eso, a lo sumo podré hacer levitar un libro.
-Lo siento, pero estoy nerviosa -le explico con un suspiro. Nerviosa, con miedo, sorprendida por tanta ansiedad y por lo poco que sé.
Unos minutos después ya estamos viajando a King's Cross con los autos del Ministerio que tío Lucius consiguió. Él es una persona importante, creo que hace enormes donaciones y es amigo del ministro, Cornelius Fudge. Él nos saludó antes de subir al auto, al que por suerte yo ya estoy acostumbrada, así que no hice nada demasiado ridículo. Ya viajé alguna otra vez en uno de esos con mi padre cuando tuvimos que ir los catorce a registrar no se qué al Ministerio.
Estoy sentada en la segunda fila de asientos, entre la ventana y la jaula de Draco. De su lechuza, quiero decir. Está ululando y mirándome con sus enormes ojos que ven mil veces mejor que los míos.
Al cabo de una hora llegamos a Londres, ya que este auto hace algo que le permite pasar entre el terrible tráfico de la ciudad. El conductor baja nuestros baúles y finalmente me libero de la jaula de Draco cuando todos salimos del vehículo.
-¿De quién es la lagartija azul? -pregunta el cochero. Yo suelto mi baúl y voy corriendo a la parte de atrás para ver. Tía Cissy tiene cara de asco, pero tío Lucius me mira y con algo parecido a una sonrisa me informa que... ¡la lagartija es mía!
-¿E-en serio? Pero... Guau, ¡gracias, tío!
-De nada.
-Te merecías una mascota -agrega mi tía, aún con el gesto torcido. Parece que las lagartijas le dan un poco de asco.
-Esto es... increíble, ¡en serio, muchas gracias! Oh, esperen... ¿No es que solamente puedo llevar un sapo, una lechuza o un gato...?
-Nosotros nos arreglamos, Leyla. Albus Dumbledore no tendrá problema luego del acuerdo al que llegamos.
-Vaya, ustedes son geniales.
Veo que Draco me mira con los ojos entrecerrados y camina hacia nosotros.
-¿Pero para qué sirve una lagartija que es ilegal en Hogwarts cuando puedes tener una lechuza que te envía mensajes?
-No sé con quién podría enviarme cartas -contesto, no del todo sincera. Pienso seguir contactándome con tía Bella, pero nadie debe saberlo-. Además, en el extraño caso en que necesitara hacerlo, están las lechuzas de la escuela.
-Creo que deberían empezar a dirigirse hacia la estación... -recomienda el conductor-. Con todo respeto, señor Malfoy, por supuesto -agrega, algo temeroso.
King's Cross es una estación bastante grande, y ciertamente muy bonita. Y abarrotada de gente. Tengo miedo de perderme entre tantos muggles, estando vestida como ellos. Empujo el carrito que me dieron, en el que apoyé mi baúl de Hogwarts, y trato de abrirme paso entre la multitud. No puedo creer que luego de crecer once años totalmente rodeada por magos esté en medio de una masa de muggles. Hasta los perfumes que usan son diferentes y me hacen estornudar.
-Por aquí, Leyla -oigo que me llama Draco, quien parece ya haber olvidado que sus padres me regalaron una lagartija y a él no. Mi nueva mascota está en mi bolsillo, donde puede respirar sin ser vista, pues se armaría un escándalo de aquellos si un muggle la viera.
Mientras me agarro del suéter de mi primo para no quedarme atrás, pienso en que no vendría mal ponerle un nombre a la lagartija. Veamos, es azul. Pero Blue no queda bien. Y el nombre Azul no me gusta particularmente...
-Mamá, tenemos que ir a la plataforma nueve y tres cuartos, no a la seis -oigo que alguien dice y me volteo a ver. Es un grupo enorme, una familia de pelirrojos. Solamente veo el rostro de la única niña, que parece la menor, aún pequeña para ir a Hogwarts. Vaya que son muchos, pero no llegan a la mitad de mi familia, que debería estar por aquí. Espero que muy lejos.
Mejor sigo con el nombre. Blue no, Azul tampoco... Llamar a mi lagartija por el color es estúpido. Creo que prefiero verla y ponerle un nombre que encaje con ella.
-Ocho... nueve... ¡diez! Allí, madre.
Draco y su forma de arrastrar las palabras me sacan de mis pensamientos y miro directamente hacia donde apunta. Plataforma nueve y plataforma diez. ¿Será cierto entonces que hay que pasar por el medio? He oído suficientes mitos sobre Hogwarts durante toda mi vida, y nadie se tomó jamás la molestia de explicármelos.
Al parecer es cierto. Veo que varios chicos con carritos desaparecen junto a sus padres al llegar a la pared, como si ésta se los tragara. No sé cómo los muggles no se dan cuenta, deben ser realmente ciegos o están muy apurados.
Estamos ahora entre los carteles "9" y "10" entre varios hombres vestidos con pantalón y saco negros. Veo cómo dos magos adultos desaparecen al llegar a la pared que está entre ambas plataformas. Sé que son magos no sólo porque desaparecen, sino porque también están muy mal vestidos. Se nota de lejos que no son muggles, ya que usan, por ejemplo, polleras escocesas con musculosas, o camisones, e incluso vi a una mujer que llevaba puesto un vestido rosa con una enagua casi más grande que la plataforma misma. Eso sin contar los sombreros con plumas.
Tío Lucius camina al frente, con la cabeza alta y yendo como si fuera el rey del universo. Los muggles solamente lo esquivan y ni siquiera se frenan a ver como camina a través de la pared de ladrillos. Draco y yo nos miramos, y noto que él intenta no parecer nervioso. En cambio, yo intento no vomitar de los nervios. Supongo que estoy tan pálida que se me deben ver todas las venas. Aún peor, tal vez ya sea casi invisible y Draco pueda ver a través de mí a todos los muggles que se empujan para subir al tren de la plataforma diez.
-Primero las damas -dice él, para mi sorpresa.
-Por eso, ve tú adelante.
Él frunce el ceño y yo me río, dejando de lado el temor por un segundo.
-Iré yo, solamente quería ser amable.
-Pues no te sale. Parecía más bien que tenías miedo de ir primero.
-¿Miedo? ¿Yo? Por favor, soy Draco Malfoy, por si no lo sabías. El nombre lo dice todo.
-Si el nombre lo dice todo, primo, ¿entonces por qué palabreas todo el día?
Ambos notamos que tía Cissy nos está mirando. Veo que mi primo gruñe y agarra su carrito con furia. Luego levanta la cabeza como su padre y avanza con toda la dignidad del mundo hacia la pared, y me parece verlo vacilar antes de desaparecer junto a su baúl y la lechuza enjaulada.
-Supongo que ahora me toca a mí -le digo a la nada. Tía Cissy se apresura a ir tras su adorado hijo, así que ahora sí que quedo sola. Empujo mi carrito y siento algo revolviéndose en mi ropa-. ¡Por las barbas de Merlín! -exclamó, y todos me miran. Y cuando digo todos, quiero decir todos.
Cientos de muggles mirándome. Con suerte tres magos llegan a mirarme al mismo tiempo, y eso es en esas ocasiones humillantes en las que estoy tendida en el piso o acabo de romper algo. ¡Y de repente todos los muggles de la plataforma posan sus ojos sobre mí! Eso sí, ya no estoy pálida, sino tan roja como un tomate.
Miro a mi lagartija, asomando la cabeza por el bolsillo de mi pantalón, y le digo:
-Barbas de Merlín... Como castigo te llamarás así. Barbas de Merlín. Un nombre sofisticado, ¿no?
Varios muggles sacuden la cabeza y siguen con sus asuntos, y yo vuelvo a ser una marginada. Mi bolsillo se sigue moviendo, así que me apuro a cruzar la barrera que representa esa pared antes de que Barbas de Merlín salga disparada entre los pies de la gente y todos vuelvan a mirarme. Corro hacia la pared, segura de que lo voy a lograr.
Plataforma nueve y tres cuartos, ¡allí voy!
O tal vez no lo logre y me estrelle.
Lo logaré, ¡ya casi te veo, Expreso de Hogwarts!
Oh, no, no, ¡quiero parar!
¡AUXILIO!
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