25. Una ayuda gigantesca
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Capítulo veinticinco
Una ayuda gigantesca
—Eso fue muy tonto de tu parte —dice Hermione con enojo mientras Hagrid me da un pedazo de carne de dragón para ponerme sobre el ojo morado—. Pero también muy valiente.
—Sí, no cualquiera se enfrenta a Flint —comenta Ron con asombro en el rostro.
Yo sonrío levemente, mirándolos con mi ojo bueno. Estoy en una silla demasiado grande para mí, sentada a la mesa en la cabaña de Hagrid. Hermione se encuentra apoyada en el alféizar de la ventana, y Ron está sentado al lado de Harry, quien está tomando una fuerte taza de té para recuperar energía. Se ha recuperado muy bien del susto, teniendo en cuenta que casi lo tira su escoba a muchísimos metros sobre el suelo.
—No entiendo lo que sucedió —dice Hagrid, sacudiendo la cabeza.
—Fue Snape —explica Ron—. Nosotros lo vimos, Harry, y estaba hechizando tu escoba.
—Y no te sacaba los ojos de encima —agrega Hermione.
Tal vez está enamorado de Harry, como cualquier adolescente con una obsesión por un chico famoso.
Sí, bueno, Snape no es exactamente una adolescente, pero la comparación me da risa de todos modos.
—No lo creo —dice Hagrid, y Harry lo mira con interés—. Snape jamás haría algo así. No tiene motivo.
Los cuatro nos miramos entre nosotros, tratando de decidir quién de todos debe contarle la verdad.
—Descubrimos algo sobre él —dice Harry—. Él… Él trató de burlar a ese perro de tres cabezas, en Halloween, y lo mordió.
—El perro a Snape, no al revés —aclaro.
—Pensamos que quiere robarse lo que está cuidando ese perro —sigue Harry.
Hagrid está duro como una estatua. La tetera se le cae de las manos y se estrella contra el piso, pero el sigue rígido hasta que logra articular las siguientes palabras:
— ¿Q-qué? ¿Qué saben ustedes sobre Fluffy?
Ahora nosotros estamos boquiabiertos.
—¿Fluffy?
—Eh, sí. Es mío. Miren, se lo compré a un griego en un bar, el año pasado… y se lo presté a Dumbledore… para cuidar…
¿Así que Hagrid sabe? Hagrid SABE. Con mayúsculas.
—¿Sí? —pregunta Harry con ansias.
—Ah, no, eso es un secreto, así que no pregunten más, chicos —dice Hagrid rápidamente.
—¡Pero Snape quiso robarlo!
—Tonterías, tonterías… Snape es un profesor de Hogwarts, y nunca haría algo así.
—Yo creo que Snape es capaz de muchas cosas —digo.
Hermione asiente, apoyándome, y Hagrid frunce el ceño, aunque no dice nada.
—Creo que alguien más piensa que son santos los profesores… —dice Ron por lo bajo.
—Entonces, Hagrid, ¿por qué intentaría matar a Harry? —pregunta Hermione.
Se produce un largo silencio.
Chan chan chaaaaaaan…
¡Cállate, voz estúpida!
—Hagrid —sigue ella luego de su pausa dramática—, yo reconozco un maleficio cuando lo veo; he leído mucho sobre ellos. Hay que mantener la vista fija en el objetivo, ¡y Snape ni siquiera parpadeaba!
—No, no, les digo que están equivocados —dice Hagrid, de vuelta en juego—. En realidad, no tengo idea de por qué la escoba de Harry actuó tan extrañamente, pero sé que no es obra de Snape, él no trataría de matar a un alumno.
Tengo mucho que objetar a esto, pero me lo guardo.
—Ahora, ustedes cuatro, escúchenme bien: se están metiendo en cosas que no les incumben. Es arriesgado. Por favor, olvídense de ese perro, olviden que está vigilando algo, eso es específico para el profesor Dumbledore y Nicolas Flamel, y a ustedes no les…
—¡Ajá! —dice Harry, triunfante—. ¡Entonces hay un tal Nicolas Flamel involucrado en esto!
Si yo fuera Hagrid, me pegaría en la cara con esa manota enorme que tiene.
Pronto nos vamos de la cabaña de Hagrid, quien nos pide que no toquemos más el asunto, y volvemos al castillo. Hay una gran celebración en nuestra sala común, en la Torre, y todos estallan en aplausos cuando Harry pasa por el orificio. Aunque él sonríe y deja que lo ovacionen, y que comenten sobre su extraña forma de atrapar la Snitch con la boca, veo que su cabeza está en un lugar muy lejano, procesando toda la información que recibimos hoy.
Yo también estoy pensando sin parar en Nicolas Flamel. Sé que su nombre es un gran avance, que debería ayudarnos a averiguar qué es lo que el perro, alias Fluffy, vigila, pero no logro relacionarlo con nada. Es un nombre rodeado de un aura difusa de misterio. Sentada en el sillón, entre Hermione y Ron, trato de ubicar a aquel hombre en algún lugar que tenga sentido.
Pero mi momento lúcido se acaba en cuanto los gemelos se sientan en el sofá de en frente.
—Harry es el héroe —dice Fred.
—Es el hermano menor que nunca tuve… —bromea George, para enojo de Ron.
—Bueno, chicos, tranquilos —digo, no sin dejar escapar una sonrisa—. Hay suficiente Harry para todos.
Todos ríen, exactamente cuando Harry se une a nosotros y nos mira con el ceño fruncido en confusión.
—¿De qué me perdí?
Más risas. Él sacude la cabeza y se limpia los anteojos, que se empañaron al entrar a la calefaccionada sala común.
—¿Se quedarán para las vacaciones de Navidad? ¿O volverán a sus casas? —pregunta Fred.
—Yo volveré con mis padres —cuenta Hermione.
—No, yo me quedaré. No pienso volver con los Dursley —dice Harry con asco—. ¿Ustedes?
—Es difícil —digo—. Yo adoraría estar las dos semanas en casa con mis trece hermanos y mi adorable madre y el hipogrifo que siempre entra por la puerta de atrás… Pero tendré que quedarme con ustedes.
Los Weasley también se quedarán durante las vacaciones en el castillo, así que supongo que estará divertido… e interesante.
Veo que Neville entra a la sala, y me levanto de inmediato para ir a hablarle.
—Ey, hola —le digo.
—Hola.
—Eh… Esto, disculpa que el otro día no pude hacer nada contigo, es que en serio estaba ocupada.
Su rostro se ensombrece.
—Sí, ya vi. Pero no hay problema, tú puedes hacer lo que quieras…
—No, no, me refiero a que no pude estar contigo porque McGonagall me había llamado a su despacho, tuve que pasar por allí porque me tenía que dar algo. Y antes de eso ayudé a Hermione con un libro de la biblioteca. Sí, muy divertido todo. Y fuimos a llevarle el libro a Harry, porque era Quidditch a Través de los Tiempos, para quitarle los nervios de antes del partido, y justo era el final de la práctica y me encontré a los gemelos en el pasillo. Así que eso es lo que sucedió, por favor, no estés enojado conmigo.
Dije todo eso sin un momento para respirar.
—De acuerdo… —dice él con cautela. A pesar de que está extrañado por mi comportamiento, se lo nota más relajado—. Entonces lo nuestro… ¿cómo quedará?
—Mira —le digo, indicándole que se siente junto a mí en la escalera, más alejados de la multitud—, fue lindo estar contigo estos días, y conversar y toda la cosa, pero creo que nunca funcionaríamos bien como pareja.
Golpe duro, lo sé. No me extrañaría si jamás supera esto. Pobre chico.
—Oh, bueno… A mí me parecía que íbamos bastante bien, pero como quieras.
Deberían inventar un término nuevo para poder describir mi reacción, porque “quedarme boquiabierta” me queda corto. Esto es realmente sorprendente, y jamás pensé que se lo tomaría tan bien. ¿Es que acaso no tiene sentimientos? ¿No soy irresistible, después de todo?
—Entonces… ¿sin rencor?
—Pues claro, Leyla. Eres mi amiga, y fue lindo mientras duró, pero vi que estás interesada en George…
Trato de ocultar lo roja que estoy, y me pregunto cuánta pintura del color de Gryffindor seguiré teniendo en la cara luego de ponerme aquel filete en el ojo.
—Amor y paz, entonces. Perdón, amistad y paz —me corrijo, y Neville asiente.
—Ahora, si no te molesta, ¿puedo pedirte un favor?
—Por supuesto. ¿Quieres que te ayude en Pociones? Me temo que sólo puedo ayudarte en esa materia, porque en el resto soy bastante desastrosa…
—No, en realidad quería que me ayudaras a entablar conversación con las chicas de Gryffindor. Ya sabes, Lavender y Parvati…
Genial, otra simbiosis.
—…si no es mucha molestia, claro.
—Oh, en absoluto, pero Neville… Mira, creo que hay chicas mejores que ellas. Son un poco cabeza hueca, por así decirlo. Se espantarían con tan sólo ver a Trevor.
—Ajam. Bueno, si no se puede no hay problema, Leyla.
—No, no, ¡quiero ayudarte! —le digo con una sonrisa—. Solamente hay que encontrar a alguien mejor para ti.
Al fin todo este asunto con Neville se aclaró, creo que no hubiera aguantado un día más con la presión de la incertidumbre sobre mí. Hermione me pide que suba con ella a la habitación, y en el baño que tenemos arriba me quita la pintura de la cara.
—Uh, mi ojo sí que se ve feo —digo.
Hermione asiente.
—Deberías ponerte un poco de hielo. Pero ahora no, debemos pasar por la biblioteca.
—Por “pasar por” te refieres a “estar toda la tarde en”, ¿no es cierto?
—Posiblemente.
—Pero primero vayamos al Gran Salón, antes de que se acabe la comida. Recuerda que no puedo no almorzar, Herms.
La mesa de Gryffindor ya está abarrotada de gente cuando llegamos, pero de todos modos logramos conseguir un lugar y una cantidad considerable de comida, ya que todos se olvidan de comer por estar comentando sobre el partido. La mesa de Slytherin está llena de caras largas, y sonrío al pensar que también les sacaron unos cuántos puntos por la pelea que tuve con Flint.
A las dos de la tarde ya estamos en la biblioteca, que es gigantesca, con todas las paredes cubiertas de estantes llenos de libros. También hay filas de estantes por toda la sala, y mesas para sentarse a leer. Entramos con cautela para que Madam Pince, la bibliotecaria, no nos saque a patadas como la otra vez que se me cayó un libro.
—Y… uhm… ¿qué venimos a hacer aquí?
Hermione me mira con fastidio, como si fuera lo más obvio del mundo.
—A buscar a Nicolas Flamel, por supuesto —susurra.
—Oh, claro, debí haberme dado cuenta antes —comento irónicamente—. ¿Crees que estará en alguno de estos libros? —pregunto, señalando la estantería delante de nosotras.
—En alguna parte tiene que estar, seguramente es alguien muy importante. No he oído hablar de él porque crecí, ya sabes, entre muggles… ¿A ti no te suena familiar?
—¡Pues claro que me suena familiar! —Me doy cuenta de que seguimos en la biblioteca, y bajo la voz— Me suena, pero por más que trato de ubicarlo en algún lado, de relacionarlo con algo que sí conozca, no puedo.
—Mmm… No sé por dónde comenzar.
—Es muy arriesgado preguntarle a Madam Pince, ¿no?
—Demasiado. No debemos pronunciar el nombre en voz alta a menos que sea absolutamente necesario, ¿de acuerdo? Promete que no lo harás.
—Con suerte lograré recordar el nombre para la semana que viene, pero, bueno, lo prometo.
—Bien. Ahora, veamos por aquí…
Puede que esté exagerando, pero al menos siento que estuve cuatro horas en la biblioteca, revolviendo libro tras libro, tosiendo por el polvo y ahogándome en mi propia tos para no molestar a la maldita bibliotecaria. ¿Y adivinen el resultado? Cero. Solamente un cansancio asesino.
Cuando por fin logro convencer a Hermione que al menos hoy no hallaremos nada, y salimos de la biblioteca, Ron y Harry aparecen en la puerta.
—Oh, veníamos a buscarlas. Supusimos que estarían aquí.
—O que por lo menos tú estarías aquí, Hermione —dice Ron—. ¿Qué mejor para un sábado a la tarde que adelantar tarea?
Hermione lo fulmina con la mirada, pero no dice nada. Harry propone que volvamos a la sala común, ya que hace mucho frío en los pasillos del castillo a esta altura de noviembre, y una vez allí nos sentamos en nuestro sitio habitual, en frente del fuego. El calor me adormece, y Hermione les está contando el fracaso de nuestra investigación, cosa que me aburre muchísimo. No tardo mucho en dormirme (y en babear ligeramente una parte del sillón).
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Hola, muchas gracias por leer. No olviden comentar y votar, la historia se alimenta de eso <3.
Si alguno quiere una dedicatoria, vaya a mi perfil y lea los últimos mensajes, donde explico cómo pedirla.
BMW.
(O sea: Besos, Madame Weasley, ¡no el auto!)
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