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14. Mejor que un agente secreto

Para @MadeInSevilla, una maravillosa lectora que me regaló una preciosa imagen. Cada detalle cuenta :3 

Y también para todos ustedes, mis seguidores, que me leen. Sin ustedes no sería nada.

Madame Weasley

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Capítulo catorce

Mejor que un agente secreto

           

            Siempre creí que mi cuarto era el lugar más frío en el mundo entero. Claro, hasta ahora, que conocí las mazmorras de Hogwarts. Creo que en cualquier momento veo a un pingüino paseándose por aquí.

            Debería estar nerviosa, ya que está por comenzar la clase de Pociones, pero por alguna razón tengo confianza en mí misma. Ya sé, soy una tonta por confiar en la buena suerte, ya que parece no saber sobre mi existencia, pero siento que hoy me levanté con el buen pie. (Y me costó, ya que todavía me duelen las rodillas).

            Estamos los alumnos de primer año de Gryffindor y Slytherin esperando en el helado y oscuro pasillo de piedra. Sé que la sala de los Slytherin está por aquí cerca, bajo tierra, y me pregunto qué tan potente será su chimenea. Y las velas, ya que tampoco deben tener ventanas. En estos momentos siento un especial cariño a la alta torre de Gryffindor con sus numerosas ventanas y su enorme chimenea.

Hermione está a mi lado, leyendo y releyendo un libro de pociones para primer año. Miro por encima y reconozco los brebajes inmediatamente.

―Yo sé cómo preparar ese. Es la cura de forúnculos...

―No, no puedes saber prepararlo. Es imposible ―me dice Hermione―. Hay que tener avanzados conocimientos en la materia y…

―¿Y tú qué sabes sobre mis conocimientos? ―le espeto.

―Déjala, Leyla; es una pobre muggle que sólo sabe regodearse por repetir los libros de memoria ―escucho que dice una voz detrás de mí. Me doy vuelta y veo a Draco. En su rostro aparece una malvada sonrisa de satisfacción cuando Hermione se ruboriza por el enojo. Vaya, Hogwarts ha sacado una nueva faceta de mi primo, totalmente desconocida para mí.

―Draco, creo que te estás pasando.

Veo que Ron mira con interés la escena. A mí tampoco me cae tan bien Hermione, pero no me parece modo de tratarla. Cuando abro la boca para defenderla aparece una sombra en la otra punta del pasillo. No sabía que hubiera sombras en la oscuridad, pero creo que nunca dejaré de sorprenderme en este castillo. La temperatura desciende considerablemente y trato de concentrarme para contrarrestarla. Creo que funciona, al menos que me esté calentando solamente por ver al profesor.

Snape, con su túnica ondeando a la altura de los pies, llega hasta donde estamos nosotros y abre la puerta de la mazmorra 13 con un simple movimiento de varita. Lo seguimos hacia adentro y nos apresuramos a tomar asiento antes de que llegue a su escritorio en la otra punta del aula. De veras que debemos ir de prisa, ya que Snape parece un enorme murciélago. Intento conseguir un lugar lo más atrás posible, pero Lavender y Parvati ya ocuparon el que tenía en vista. Malditas. Ahora tendré que sentarme delante de todo. Por suerte, los de Slytherin aman a su  jefe de casa y les gusta estar cerca de él, así que los primeros bancos están ocupados.

Diviso una fila de asientos libres y me apresuro a ocupar la silla del medio. Hago un poco de ruido, golpeando mi bolso contra la mesa y arrastrando una silla que hace ruido con las patas, pero mi cometido está logrado. Lo malo es que llamé la atención, algo que no me conviene en la clase de Pociones. Mi meta es salir viva de estas dos horas, lograr que Snape no recuerde que fui yo la que lo descubrió en el tercer piso y… que no me salpique de la grasa que tiene en el cabello.

Harry y Ron se me sientan uno a cada lado. Al menos ahora tengo una barrera masculina de protección. Los últimos dos asientos de la fila los ocupan Lavender y Parvati.

―¿No habían conseguido ya un lugar más atrás? ―les pregunto bastante molesta, ya que por ellas tuve que trasladarme hasta aquí. Lavender se sonroja y Parvati explica:

―Es que dicen que el profesor habla bajito, y desde atrás no se escucha bien.

Sería convincente si no se estuvieran riendo como dos chiquilinas. Lavender sigue sonrojada, y cada tanto mira hacia su izquierda, donde estamos nosotros, y se enrosca el dedo en el cabello. Qué asco, ahora parece que tiene gatas peludas que salen de su cabeza. O chorizos envueltos en hilo de mimbre.

Miro hacia delante y me concentro en un punto fijo. El cabello rubio de mi primo parece un buen objetivo. Quizás haciendo eso y robándole los apuntes a Hermione logre pasar la materia sin correr riesgo.

Reina el silencio. Snape impone respeto. Y miedo. Comienza a hablar usando un tono de voz bajo pero perfectamente comprensible. El ruido de una pluma rasgando contra el pergamino nos saca a todos del trance. Miro hacia atrás y veo que es Hermione, tomando nota a toda velocidad como una desesperada. Varios la imitan, y, para seguirle la corriente a todos, agarro un pergamino sucio que encontré debajo del banco y saco mi pluma para empezar a escribir todo lo que dicta el profesor sobre un brebaje cuyo nombre no escuché. Seguramente podré identificarlo pronto.

Cuando empiezo a garabatear en mi pergamino, noto que solamente estoy raspando la punta seca de la pluma contra el papel.

―Harry, ¿tienes tinta?

―¡Shhh! ―protesta Hermione desde atrás. Me mira con cara de pocos amigos y yo me encojo de hombros. Harry me pasa su tintero y yo me apuro a recuperar todo lo dictado.

 La clase viene bastante bien. Por ahora pareciera que Snape no posó su mirada en mí ni una vez. Me siento a salvo. Cuando la primera hora está por terminar, entra la profesora McGonagall al aula.

―Minerva ―murmura Snape monótonamente.

―Severus, tres chicos de tercer año se escaparon de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras ―informa ella.

―¿Cuánto te apuesto a que son Fred, George y Lee Jordan? ―le susurro a Ron. Él ríe por lo bajo.

―El director pidió que se verifique en todos los cursos si los alumnos están presentes.

―Pasaré lista ―dice él, casi sin abrir la boca. McGonagall se da media vuelta y sale de la mazmorra. Al parecer, la relación entre los jefes de Gryffindor y Slytherin está un poco fría.

            Snape agita la varita y aparece un pergamino que se desdobla frente a él y permanece levitando a la altura de su nariz aguileña. Espero que no llene el registro de grasa, si no se borrarían los nombres.

Comienza a leer.

―Blair-Black, Lily… ―Noto que el profesor se queda pálido y la voz se le va. Todos lo miramos con extrañeza, pero repentinamente nos dedicamos a observar nuestras plumas cuando Snape vuelve a mirar hacia el frente y busca con la mirada entre los alumnos. Me pongo roja por la vergüenza; si mi idea era pasar desapercibida, esto me está saliendo más que mal.

Snape vuelve a mirar el registro y se corrige:

―Blair-Black, Leyla Kerstin.

El silencio que sigue es interminable. Trago una bocanada del aire helado de la mazmorra. Levanto tímidamente la mano y siento su mirada en mí. Luego de lo que parece una eternidad, dice:

―Brown, Lavender.

Exhalo con tranquilidad. De todos modos, es obvio que algo notó. Pero, ¿por qué se frenó en mi nombre? ¿Acaso le dice algo? ¿O simplemente está harto de tener como alumnos a gente de mi familia? No sé qué será, pero de lo que estoy segura es que ya me tiene ubicada. Bajo vigilancia, en el futuro. Continúa hasta terminar con la lista de alumnos, y todo transcurre con normalidad, si es que hay algo llamado así en Hogwarts. Nadie más parece haber notado lo ocurrido.

―¿Te sientes bien? ―me pregunta Harry, claramente preocupado. Yo lo miro y trato de sonreír, pero de todos modos nota que algo no anda bien.

―Te ves mal ―comenta Ron.

―No es nada... Creo que me cayó mal la comida, eso es todo... Avisaré si tengo que vomitar, no se preocupen por ello. Les daré tiempo para esquivarlo.

―Tranquila, a mí también me incomoda el profesor Snape ―me confiesa Harry por lo bajo. De todos modos siento que Snape puede oírnos. Con tan sólo verlo me da la impresión de que sabe todo, no sé por qué.

Al final de la clase Snape nos dicta la tarea: preparar un ensayo sobre la correcta preparación de la poción para inducir sueño usando el libro de Filtros y pociones mágicos, de Libatius Borage. Fácil. Supongo que podré terminarlo rápido y adelantar deberes de Encantamientos e Historia de la Magia. Hermione la anota en su agenda, que es un enorme libraco, con una pulcra letra propia de la primera de la clase. Resoplo. Se toma su papel demasiado en serio.

Suena la campana para indicar el final de la clase. Me apresuro a recoger mis cosas y las tiro desordenadamente dentro de mi bolso. Luego habrá tiempo para arreglarlo; lo más importante ahora es salir de aquí. Cuando agarro el pergamino en el que estuve escribiendo noto que está enganchado y no quiere salir, así que tiro de él y accidentalmente vuelco el tintero de Harry. La tinta corre por la superficie de la mesa y cae como una catarata hacia el suelo de la mazmorra. Me pego en la cara con la mano y saco la varita del bolsillo de mis jeans.

¡Evanesco! No, espera, ¿era Tergeo? O… ―Me detengo en medio de mi demostración de falta de talento en Encantamientos para vigilar a Snape. Qué extraño, parece que no se dio cuenta del desastre que armé. Mejor para mí.

―¡Leyla! ¡Leyla! ―escucho que alguien grita. Me doy vuelta y veo que son Fred y George, que están en la puerta de la mazmorra. Espero que Snape no me mate.

―Mira, tenemos Pociones en la próxima hora y Snape nos mandó a hacer un trabajo sobre antídotos para venenos.

Claramente no vieron al profesor. Está en una esquina, a la sombra, guardando algo en su armario.

―No estamos seguros de qué poner, porque el libro es realmente muy gordo y no podemos buscar por todas las páginas…

―Escriban algo sobre el bezoar y ya. Es una piedra que se saca del estómago de una cabra. Sirve para la mayoría de los venenos. Con eso debería ser suficiente.

Vuelvo a mi labor de limpiar el desastre que causé, y apenas sigo arreglando la mancha veo que Snape me dedica una mirada muy expresiva. Al menos lo es viniendo de él, ya que siempre está con ese gesto aburrido en el rostro.

―Debo irme ―anuncio a los gemelos, y los tres salimos rápidamente de la mazmorra, dejando atrás un buen desorden y a un Snape sorprendido y desconcertado. Una vez que llegamos al tercer piso, aminoramos el paso y me permito respirar normalmente.

Debo pensar mejores métodos para pasar desapercibida.

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Hola, mis lectores, Leylaheads o Leyláticos o como quieran llamarse...

Espero que les esté gustando la historia. ¡Por favor, no olviden votar y comentar!

Les manda un saludo,

Madame Weasley.

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