12. Enfermería concurrida
Capítulo doce
Enfermería concurrida
-¡Limpiar el tercer piso!
-Bueno, yo...
-¿En serio, Argus? ¿EL TERCER PISO?
Oh, por qué no podrán callarse estos loros... Lo único que quiero es dormir. O tal vez esté durmiendo. Si ese es el caso, ¡qué desperdicio de subconsciente que es soñar esto!
-Minerva, calma. Puede volver a la sala común de su casa -dice una tercera voz-. En cuanto a usted, señor Argus Filch, tengo algo que decirle.
Diablos, cierren el pico, pajarracos.
Un segundo, ¿ese maldito Filch está metido en mi sueño? Ugh, no, no, no, ¡fuera Filch, fueraaaaaa!
Con la fuerza de las últimas palabras abro los ojos y, luego de las típicas manchas que uno ve cuando uno pasa de la oscuridad a la luz, noto que hay tres personas mirándome.
Tal vez había estado gritando mis hermosos pensamientos hacia Filch... Bueno, cualquier cosa digamos que es un efecto secundario de... de... Un segundo, ¿qué diablos me sucedió? ¿Y qué estoy haciendo aquí?
-Creo que la señorita Blair-Black expresó su opinión con respecto a su presencia, Argus -dice Dumbledore, dueño de uno de los tres pares de ojos que me miran. Estoy sentada en una cama con sábanas que eran blancas, ahora del color de la mugre... y algún rastro de sangre.
Oh-oh... ¿habré tenido alguna emergencia que no atendí?
Siento un tremendo dolor en la cabeza, causado por el cambio de posición. Es como si me clavaran mil agujas, pequeñas y envenenadas, en la frente. Y algo me está apretando las ideas. Me llevo una mano a la cabeza y siento que tengo puesta una venda.
Ah, ya. Me abrí la frente y por eso estoy toda manchada.
Claro, te abres la frente y no intentas volver atrás para recordar cómo fue. ¿Qué clase de persona eres?
Soy una... Eh, vocecita, ¡déjame en paz! No entran tantos pensamientos en esta cabeza vendada, ¿no ves que me comprime el espacio de almacenamiento? Es más, siento que no hayas salido de mi cabeza cuando me abrí la frente. Podría tener cosas más útiles guardadas aquí adentro, ¡pero no!, te tengo a ti.
Silencio interno. Hum, qué silencio más largo. Bien, la estoy manteniendo callada por un rato.
-Eh... Estuve gritando, ¿verdad? -pregunto.
-Ciertamente.
-Hum... ¿Y qué hora es?
-Las doce y media de la noche.
-Ajam...
Mi conversación con Dumbledore es tan interesante. Hasta desearía que se uniera mi vocecita.
¡No, no quise decir...!
Jeje. Sabía que no resistirías sin mí.
Diablos.
-Profesor... ¿Cuánto tiempo debo quedarme acá?
La tercera persona es la que me responde. Es una mujer
-Poco. Dentro de unas horas habrá cicatrizado perfectamente y podrás moverte sinsentir dolor.
Creo que es la enfermera. Muevo la cabeza, y luego pienso que hubiera sido mejor decir "sí", ya que ahora tengo una punzada horrible.
-Me parece que es hora de que el señor Filch se retire -dice impacientemente la enfermera. Oh, ya, es Madame Pomfrey, me hablaron de ella. Qué bueno que estoy en sus manos.
Diug, Filch. Espero que ese vejestorio se retire rápido. Dumbledore le muestra la salida, y finalmente ese ogro se va. El director me mira y sonríe.
Momento incómodo.
-Señorita Blair, ¿vio usted los riesgos que implican estar en el pasillo de la izquierda del tercer piso?
-Oh... ¡OH! Es donde usted nos prohibió... Oh, señor... Oh, en serio lamento haber... Es que... ¡Oh! -Mi boca ya debe parecer un plato de tantos oh-. Lo siento, yo no quería... Estaba limpiando y había jugo de calabaza hasta esa parte y fui... George Weasley puede contarle...
-Ya sé que ustedes dos estaban allí por un castigo.
Me sonrojo. Siento vergüenza al oír que el director está al tanto de mi castigo... O sea, sabe que me porté mal. Mi posición bajó de mala a pésima en menos de un segundo.
-¿Será más precavida en el futuro?
-No puedo prometerle eso, señor.
Me sonríe. Vaya, realmente debe estar loco. Pero si con eso logro salir impune... ¡que vivan los locos!
Dumbledore se despide y quedo sola con Madame Pomfrey. Ella me pone un paño mojado en la cara y me limpia toda la sangre seca.
-Ahora descansa. Te despertaré a las siete, y si te sientes bien irás a clase.
-De acuerdo. Gracias, señora.
Hay solamente un alumno más en la enfermería, que debe ser de séptimo debido a su tamaño. Seamos sinceros, ¿qué estúpido se lastima el primer día de clase? Leyla Blair, nada más. Tal vez al chico que está en la cama de más allá le cayó mal alguna comida, pero no creo que se haya hecho daño.
Madame Pomfrey apaga la luz y se mete en su oficina, que queda aquí dentro, detrás de la puerta que acaba de cerrar. Todo está oscuro y me revuelvo en las sábanas. Estoy inquieta.
Esto es raro, a mí me encanta dormir. Tal vez sea el ambiente de la enfermería que me pone nerviosa, o que me abrí la cabeza contra el piso y ahora tengo una cicatriz en la frente como Harry Potter.
Me río. Quizá pueda hacerle un par de chistes con eso a Harry para alegrarlo cuando todos lo señalen mañana en el Gran Salón. Y si no lo hago yo, seguramente lo harán los gemelos Weasley.
De repente una duda me asalta. ¿Qué habrá pasado con George? ¿Lo habrán castigado? ¿Snape lo habrá visto? ¿Tal vez Quirrell? No, Quirrell parece un miedoso, no creo que suela castigar a la gente. Y Snape debe estar inconsciente.
Me siento de golpe, con el corazón bailando rock en mi pecho. Mi respiración está agitada y mi cabeza acompaña el ritmo de mis latidos danzantes.
¡SNAPE ESTÁ EN LA ENFERMERÍA!
Sí, sí, es él. No hay ningún alumno en esa camilla, ¡es mi profesor de Pociones! Es el hombre al que dejé sin aire luego de aplastarlo con mi trasero, es el que hace cosillas con mi otro profesor en el pasillo prohibido de Hogwarts, ¡es Severus Snape!
Tengo miedo. Seguramente me reconocerá. Imagino que se despierta y me ve aquí y decide vengarse... Un escalofrío recorre mi espalda, haciendo que se me paren los pelos de la nuca y se me ponga la piel de gallina. Tengo frío, mucho frío, y aún así siento que estoy sudando.
Además, no quiero acercarme de nuevo a esa grasa capilar.
De nuevo crees que una estupidez es más importante que el hecho de que estás en peligro. Snape podría ahorcarte.
Maldita voz interna, ahora sudo como un cerdo y tiemblo del frío como una gelatina. Intento regular mi respiración. Me bajo de mi camilla y trato de afirmar mis pies al suelo helado. Camino por la enfermería, esquivando sábanas tiradas y otras camillas, acercándome a la salida. Estoy por llegar a la manija cuando oigo que la puerta de la oficina se abre y caigo al piso, como siempre me pasa cuando alguien me ve haciendo algo que no debo.
-¡Querida!
Madame Pomfrey se apresura a levantarme del suelo y me sienta en la camilla más cercana. Me golpeé la rodilla y me duele mucho, creo que no duraré entera ni un día en este castillo.
-¿Por qué te levantaste? ¿Te sientes mal? ¿Acabas de resbalarte con algo?
-Eh... yo... quería ir al baño, señora.
-Hay un baño aquí dentro, al lado de mi oficina.
-Pues yo no lo sabía.
-Siempre que necesites algo en la enfermería debes llamarme. No tendrías que haberte parado, ahora debo revisar tu rodilla -dice, sacando su varita y apuntando a mi pierna derecha. Una luz aparece cuando murmura un hechizo y puedo ver los huesos de mi rodilla-. Parece que es solamente un golpe. El baño está allí -agrega, señalando una puerta cerca de su oficina. Yo asiento y comienzo a pararme-. ¡No!, ni se te ocurra pararte ahora. Recién no te rompiste nada, pero esa rodilla no puede aguantar tu peso.
Oh, genial, ahora me dice gorda.
-Pero ya me siento bien... Además, me abrí la cabeza, no la pierna.
Ella saca de algún lado una silla de ruedas y me sienta en ella. Comienza a llevarme al baño cuando noto que, si no me deja pararme por mis propios medios, ella tendrá que sostenerme mientras me bajo el pantalón y me saco la túnica...
-No hace falta el baño -me apresuro a decir-. Yo simplemente tenía sed.
-¿Ibas a tomar agua del baño?
-Es mejor que morir de deshidratación.
Madame Pomfrey ya debe estar harta de mí. Suelta la silla de ruedas y mueve su varita, convocando a una jarra y un vaso voladores. La jarra sirve agua en el recipiente y la enfermera me lo alcanza para que beba. Ni siquiera tengo sed, pero todo es mejor que estar en el baño siendo asistida por Madame Pomfrey.
Aunque si tomo agua luego tendré que orinar y... Oh, diablos, espero volver pronto a la Torre de Gryffindor y que esto se acabe. Tal vez logre regresar antes de tener que volver al baño.
-Dejaré la jarra aquí. Ahora que lo recuerdo, te perdiste la cena.
-¿Qué? -digo, sintiéndome traicionada. ¿Cómo es que dejaron que me pierda la cena?-. Oh, no...
Madame Pomfrey mueve su varita y esta vez volando un plato de fideos con salsa de carne. Un tenedor está revolviendo todo mientras aterriza.
-Aquí tienes la comida. Espero que aguantes la pimienta.
-No hay problema. Gracias.
A pesar de que el plato se ve tentador, la digestión de los fideos es rapidísima, y tendré que ir al baño a depositarlos demasiado pronto. Y, de nuevo, con la asistencia de la enfermera.
Ella se despide y yo me quedo en mi silla de ruedas, con la comida enfriándose, mi estómago rugiendo y mi cabeza cerca de estallar. Y, para colmo, Snape roncando muy cerca de mí.
Para no desperdiciar ese tentador plato de fideos me los zampo rápidamente en un solo bocado y dejo el plato en la camilla que tengo más cerca. Ahora que tengo el estómago lleno, siento una pesadez en mis ojos y es como si los cables de mi cabeza se desconectaran uno a uno.
Supongo que terminaré durmiendo como una morsa.
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Hola, preciosos... Ugh, ya sueno como Gollum.
Muchísimas gracias a todos los que me acompañaron hasta aquí (y espero que sigan a mi lado en los próximos capítulos). Su apoyo es fundamental en mi historia, sin ustedes no hubiera llegado ni al capítulo dos. En serio.
Gracias a mis lectoras incondicionales. Siempre veo sus comentarios en cada capítulo, son una compañía hermosa <3. (¡Gracias, lectores varones, por aparecer también!)
Saludos a todos, les deseo una hermosa semana.
Madame Weasley.
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