Albus Percival Wulfric Bryan Dumbledore jugaba tranquilamente con Fawkes aquella nochr en su oficina cuando tocaron la puerta.

—¿Sí?— preguntó el viejo director.

Una joven entró a su oficina, rubia platinada con su cabello corto un poco más largo por denajo de los hombros y los ojos celestes. Llevaba con ella una caja con libros.

—¿Quién es usted jovencita?— preguntó Dumbledore.

—Me ofende que no me reconozcas, papá— dijo la rubia llevandose una mano al pecho mientras que con la otra seguía sosteniendo la caja.

—Adhara— dijo el director sorprendido—, entonces vienes del futuro.

—Sorpresa papá—dijo la chica dandole un abrazo.

—¿Para que viajaste?—preguntó el director una vez que se sentaron.

—Para que lean unos libros que van a ayudar a cambiar muchas cosas— señaló la caja que llevaba consigo.

—Así lo haremos— dijo el director con una sonrisa.

—Eso imaginé, la lista de las personas a las que tienen que llamar— dijo sacando una lista del bolso que llevaba consigo.

Antes de que el director respondiera, la chica había desaparecido. Con cautela llamó a todos y a la mañana siguiente todos estaban desayunando y cuando terminaron, Albus abrió las puertas con magia y entraron los invitados.

—¡Llegó por quiénes lloraban!—dijo Bellatrix llegando a su antigua casa.

—¿llorar? Yo lloré de alegría cuando te fuiste— dijo Nyx burlona.

—Sí que son malos, pobre Bells— dijo Andy llegando a la mesa.

Bellatrix saludaba a todos los estudiantes de su casa con la mano.

—Titos— dijo Dora abrazando al trío serpiente.

—Hola pequeñita ¿extrañaste a tío Reggie?—le preguntó Regulus alzandola.

—Ti— dijo la niña de dos años.

—¿Por qué nos citaste, Albus?— preguntó un mago en el que nadie había reparado: cabello rubio en perfecto estado y un bigote blanco. No debía de tener más de cuarenta.

—No recuerdo haberlo citado a usted, señor Graves— dijo el director, siguiendole el juego.

—Una vieja amiga en común me convocó, si sabe a lo que me refiero— le responndió el peliblanco.

—Dejen de coquetear tan descaradamente que hay niños— le susurró McGonagall.

Ella había reconocido a Grindelwald de inmediato. Al igual que el grupito de Newt.

—Muy bien alumnos e invitados— dijo el director parandose de su asiento—. Han venido unos libros del futuro y los vamos a leer.

Todos empezaron a murmurar, algunos pensaban que ya se había vuelto totalmente loco.

—Pero director— dijo Petunia Evans con el ceño fruncido—¿eso no sería peligroso?

—No si tenemos cuidado, señorita Evans— dijo el anciano y sacó el primer libro—. Se llama Lilliane Snape y Harry Potter y la piedra filosofal.

—¿Quejicus tiene una hija?— preguntó Sirius burlón.

—Seguro debe ser horrible como él—añadió James.

Apareció una foto enorme con una nota.

Sabíamos que iba a pasar esto, aquí una foto de Lilliane.

Muchos se quedaron con la boca abierta, esa chica no se parecía en lo más minimo a Snape. Sino más bien era igualita a Bellatrix, los Slytherin empezaron a silvar y a aplaudir mientras que Severus y Bellatrix se sonrojaban.

—Si que es linda mi sobrina— dijo Virginia con burla.

—Definitivamente es una Black—dijo Desmond, no solo tenía los ojos sino la actitud.

—Callense que quiero saber de mi sobrina— dijo Nyx desde su mesa.

Los leones estaban sorprendidos, sobre todo James y Sirius.

—Pero ¿Snape no gustaba de la pelipeli?— preguntó James.

Su novia, Snape y su futura cuñada estallaron en carcajadas sin poder evitarlo.

—¿Severus gustar de mi?— preguntó Lily, olvidándose del enojo que tenía con su ex mejor amigo—. No, el siempre estuvo enamorado de una sola persona.

—Callate Evans— dijo el azabache con un sonrojo desde su mesa.

—¿Y tú como conoces a mi prima?— le preguntó Sirius a Lily.

—CALLATE— le gritaron absolutamente todos los Slytherin con varitas en mano apuntando a Lily.

—Calmense— ordenó Lucius en parsel.

Todos se estremecieron ante ese silbido y los Slytherin bajaron las varitas.

—Antes de que empiecen—dijo la mujer.

Aparecieron muchos chicos de la nada con túnicas de Hogwarts. Y una chica.

—Los dejo con ella—dijo la rubia.

La que ahora estaba a cargo tenía ropa muggle, lo que la diferenciaba de los otros recién llegados. Además de tener el cabello rojo fuego y los labios color cereza.

—¿En dónde estamos?—preguntó un chico rubio de ojos celestes.

—¿Qué hacen mis padres tan jóvenes?—preguntó una castaña de ojos chocolate.

—Y los mios están vivos—dijo una castaña de ojos grises en un susurro.