La Xtabay, la versión maya de la Siguanaba
Ya sé que han tenido información de la Xtabay en una página interior, el cual se llama La Siguanaba. Pero no pude evitar en pensar en ponerlo. Ojo, esto no quiere decir que la Xtabay y la Siguanaba son diferentes, de lo contrario, son lo mismo puesto que algunos al escucharla como la "Mujer Cara de Caballo" muchos dicen que se le conoce como la "Xtabay". Ahora sí, vamos con la leyenda.
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Xtabay, X'tabay o Xtabal (se pronuncia ishtabai), nombre maya de una mujer mitológica. La partícula x en idioma maya, en este caso, indica género femenino pues es apócope de ix, que significa mujer. En el Códice de Dresde, aparece una mujer muerta por ahorcamiento a la que se ha llamado "Xtab", de donde algunos decían que la Xtabay era la diosa de los ahorcados, pero no se han encontrado elementos para validarlo. Su nombre se traduce como 'la engañadora' o 'soga acariciante'.
Origen del mito
Originalmente, el término xtab se utilizaba para referirse a una antigua diosa maya. Xtab, "la de la cuerda", es la diosa del suicidio y esposa del dios de la muerte, Chamer, y la hermana de Ixchel, en la mitología maya. Xtab es el nombre maya de una mujer mitológica, según constata el Códice de Dresde. También era la divinidad de la horca. Se le relacionaba con la vida futura en el paraíso y los suicidas por ahorcamiento recibían su protección. En la tradición maya, se consideraba el suicidio como una manera extremadamente honorable de morir, a un nivel similar al de las víctimas humanas de sacrificios, guerreros caídos en batalla, mujeres muertas de parto, o sacerdotes.
Xtab era comúnmente representada como un cadáver parcialmente descompuesto con los ojos cerrados, colgando de un árbol. Su papel como divinidad era el de proteger a los suicidas, acompañándolos y guiándolos a un paraíso especial. A este papel se le llama psicopompo o guía de almas.
Con la llegada del cristianismo y de los conquistadores españoles a México, a la diosa Xtab se le modificó como un espíritu malo que seducía a los hombres, cuya espalda es como tronco, que después revelaba un aspecto y rostro demoníaco (o de caballo, según otras variantes); teniendo un rol importante del génesis de la vida sexual. Y así, la diosa Xtab pasó a ser desde diosa que premiaba a los suicidas, protectora de los suicidas, a una mala mujer o demonio que castigaba el suicido en el infierno.
También tiene similitudes con la leyenda de las Lamias de la mitología grecolatina, que, según los griegos, fueron espíritus buenos que ayudaban a los hombres y que, sin embargo, con la llegada del cristianismo a Europa, se volvieron espíritus malignos que mataban a estos. Igualmente, se cree también que el mito de la Xtabay está asociado con la cultura cristiana de Europa y que pudo haberse originado en la colonia.
También se le asocio con la flor del Xtabentún y con los árboles de ceibo y ahí es cuando se manifiesta contantemente ya que sabe que es el árbol que más disfrutan los mayas, además de ser el significado detrás éste. También sufrió variantes del origen de la leyenda... desde una mujer que muere producto de una maldición hasta la envidia de una mujer por su hermana. La leyenda también pasó a extenderse por casi todo Mesoamérica siendo conocida por otros nombres (como Siguanaba, Cegua o Sucia), con otras ligeras variantes de la leyenda; hasta también está relacionada con la Llorona, pues, para los mesoamericanos y/o mayas, era un tipo de Llorona (o que la llorona era la Xtabay), aunque no es del todo cierto. La leyenda de la Xtab, o mejor conocida como Xtabay ('La Engañadora'), se utiliza, hasta la fecha, como un método para atemorizar a los hombres y hacer que este cambie sus malas acciones.
Leyenda
La leyenda de la Xtabay la establece como una mujer que embruja a los hombres para perderlos o matarlos.
Primera versión: Xkeban y Utz-Colel
Se cuenta como producto del imaginario popular, que en un pueblo de la Península de Yucatán vivían dos mujeres. Una se llamaba Xtabay y le decían Xkeban (que significa prostituta, mujer mala o dada al amor ilícito) y a la otra le llamaban Utz-Colel, mujer buena, decente y limpia.
Decían que la Xkeban estaba enferma de pasión y que era su afán prodigar su cuerpo y belleza a cuanto hombre se lo solicitaba. Utz-Colel decíase virtuosa y honesta, jamás había cometido desliz ni pecado amoroso alguno.
Xkeban era de buen corazón y bondadosamente socorría a los humildes a los desamparados, a los enfermos y a los animales que abandonaban por ser inútiles, despojándose de las joyas y finas vestiduras que le regalaban sus enamorados. No era altiva ni hablaba mal de la gente, humildemente soportaba los insultos y humillaciones.
Utz-Colel, por su parte, era fría, orgullosa, dura de corazón y le repugnaban los pobres.
Un día la gente no vio salir más a Xtabay. Pasaron los días y por todo el pueblo se comenzó a esparcir un fino y delicado perfume de flores. Al buscar de dónde venía, llegaron a la casa de Xtabay a quien encontraron muerta.
Utz-Colel dijo que era mentira, que de un cuerpo vil y corrupto no podía salir sino podredumbre y pestilencia, que aquello debía ser cosa de los espíritus malignos trantando así de continuar provocando a los hombres. Agregó que, si de aquella mala mujer provenía ese perfume, cuando ella muriera habría entonces un increíble aroma.
Unos pocos enterraron a Xtabay, más por lástima y obligación que por gusto. Al día siguiente, su tumba estaba cubierta por flores hermosas y de delicado perfume.
Cuando murió Utz-Colel todo el pueblo acudió a su entierro. Para asombro del pueblo, su tumba no exhalaba un fino perfume, sino que aún cubierta de tierra despedía un hedor intolerable.
La flor que nació de la tumba de Xtabay se llamó Xtabentún, una humilde y bella flor silvestre que crece en cercas y caminos. Su néctar embriaga dulcemente, como debió ser el embriagador amor de Xtabay.
Por su parte Utz-Colel se convirtió después de muerta en la flor de Tzacam, que es un cactus erizado de espinas del que brota una flor, hermosa pero sin perfume alguno, antes bien, huele en forma desagradable y al tocarla es fácil punzarse.
Convertida Utz-Colel en la flor del Tzacam comenzó a reflexionar, envidiando lo sucedido a Xtabay, y llegó a la errónea conclusión de que seguramente porque sus pecados habían sido de amor, le ocurrió todo lo bueno que le ocurrió después de muerta. Y entonces pensó en imitarla entregándose también al amor, acostándose con los espíritus malignos. Sin darse cuenta de que si las cosas habían sucedido así, fue por la bondad del corazón de Xtabay, quien se entregaba al amor por un impulso generoso y natural.
Así pues con la ayuda de malos espíritus, Utz-Colel consiguió la gracia de regresar al mundo cada vez que lo quisiera, convertida nuevamente en mujer, para enamorar a los hombres, pero con amor nefasto porque la dureza de su corazón no le permitía otro.
"Pues bien, sepan los que quieran saberlo, que ella es ahora la mala Xtabay la que surge del Tzacam, la flor del cactus punzador y rígido, y cuando ve pasar a un hombre vuelve a la vida y lo aguarda bajo las ceibas peinando su larga cabellera con un trozo de Tzacam erizado de púas. Sigue a los hombres hasta que consigue atraerlos, los seduce luego y al fin los asesina en el frenesí de un amor infernal."
Segunda versión: la traición al rey maya
Desde los remotos tiempos de la llegada de los mayas a tierras del Yucalpetén, una leyenda se cuenta de generación en generación. Hasta el día de hoy, todos en la región la conocen, ¿Será verdadera? Muchos afirman que sí pasó y que se sigue repitiéndose este hecho inexplicable.
A la entrada del palacio del gobernante Halach Huinic había una escalera que daba a una terraza, donde se colgaban algunas hamacas para descansar durante el calor del mediodía o al atardecer contemplar la puesta del sol en la lejanía, tras los copos de los árboles de la selva. Justo en ese sitio se sentaba Suluay, hija única del gobernante, quien solía lucir un holgado y fresco huipil tejido en fino algodón blanco, adornado únicamente alrededor del cuello cuadrado con guirnaldas de flores bordadas con finas puntadas, como las hechas sólo en Ochkuchka, no convivía con otras jóvenes, pues no eran de su casta, de modo que sola y pensativa se alisaba su larga cabellera negra con un peine de carey.
Era muy hermosa y sus ojos tristes brillaban como obsidiana al ver el tiempo pasar. Al atardecer solía caminar calle abajo, a través de las albanadas blancas, que son muros cuajados de enredaderas de X-hail cuyas florecillas semejan campanitas. Desde las frescas y ovaladas casas mayas del poblado hechas con bajareque y con techo picudo, la gente la veía pasar. La joven llegaba hasta una rotonda donde un enorme yaxché o ceiba proyectaba a su alrededor una deliciosa sombra.
Resultó que un joven guerrero se había enamorado de Suluay, por lo que en las tardes, recargado en un grueso tronco, la veía pasar sin atreverse a hablarle, sólo a soñar con ella.
A su vez, X-pulyaah, la nieta de una hechicera, estaba fascinada con el joven guerrero y sufría porque él no le correspondía. Una tarde lo siguió y, escondida tras unos bejucos, comprendió lo que se interponía en su dicha: Suluay, a quien observó caminando con arrogancia, su abundante cabellera negra volando cuando las ráfagas del viento soplaban. La envidiosa decidió que debía actuar, pues ese apuesto joven tenía que ser suyo, ¿pero cómo?
Consultó el libro hecho de piel de venado donde su abuela tenía escritos sus hechizos y encontró lo que quería. Luego, en secreto se dirigió a un pequeño cenote escondido en la jungla donde sólo iban mujeres. Ahí recogió en su luch de cerámica agua pura y fresca y arrancó diversas hierbas de propiedades milagrosas. Ya en su casa las coció en el fogón maya que está asentado en tres piedras grandes y les añadió un chorro de atole. Cargando esta mezcla, se dirigió a la gran casa del Halach Huinic. La princesa le preguntó:
-¿Qué deseas, linda mujer?
Haciendo una reverencia, la pérfida repuso:
-Vine a poner a tus pies el atole hecho con los primeros elotes de mi milpa. Estoy deseosa de que lo pruebes, pues además está endulzado con miel de abeja.
Al cabo de un rato, la princesa empezó a tener sensaciones desconocidas para ella: su cuerpo ardía, una inquietud hacía que extraños deseos sexuales la invadieran. ¡Nunca le había pasado algo semejante!
Salió corriendo al yaxché, se acercó al joven y, enfrentándolo, le gritó:
-¡Aquí estoy, recíbeme entre tus brazos! ¡Es para ti mi corazón, es para ti mi alma y la dulzura de mi cuerpo!
Cogidos de la mano y protegidos por las sombras, se internaron en el bosque lleno de misterio.
Los servidores del gobernante salieron a buscarla por todas partes: en las casas, en las calles y en la jungla, al igual que por todo el cacicazgo. Fue la joven bruja quien contó que la había visto huir con el joven. Como jamás regresaron, en todos había tristeza, hasta el canto del pájaro kukuy (tikinmuk tikinmuk) sonaba melancólico. Cuando el padre supo de la huida, maldijo así a su hija: "Que la persiga el mal para siempre, pues traicionó a su familia y a su casta. No la quiero volver a ver".
El daño a su cuerpo y a su mente ya estaba hecho. Cualquier hombre sabía dónde encontrarla: siempre parada debajo de las ceibas de la jungla. Aún cuando fue de todos una y otra vez, su espíritu pervertido no ha muerto.
Es por ello que a los hombres que van a recorrer el sacbé o Camino Blanco de los mayas a través de la selva se les advierte de que no hagan caso a una mujer que en las noches se aparece luminosa y bella junto al tronco del frondoso yaxché. Hasta hoy sigue llevándose a hombres que caen en la tentación, que piensan que ellos no desaparecerán como los otros. Si alguno logra escapar, al poco tiempo muere de fiebres y depresiones incurables.
Tercera versión: Xtab y Ixchel
Según relata la historia sobre este mito, Ixtab era bien conocida como la diosa de la luna, supuestamente hace muchos años algunos dioses eran mortales, había una bellisima joven la que era hermana de Ixtab, llamada "Ixhel". Debido a su gran hermosura tenía muchos pretendientes, pero especialmente destacaban dos, un joven llamado "Itzamná" y otro joven cuyo nombre es desconocido, estos dos jóvenes no paraban de discutir por el amor que tenían por ella.
Un día la diosa Ixtab propone a los contrincantes que por el amor de su hermana lucharán hasta que solo uno de ellos quedará de pie (resaltando que no era importante llegar a la muerte, solo con vencerlo bastaba), y el ganador era quien podría casarse con Ixchel. Después de una dura pelea, y aunque Itzamná estuvo apunto de ganar la lucha, murió a manos de su contrincante por un mínimo descuido.
Pero Ixchel, sentía más amor hacia el joven Itzamná y corre hacia él, y promete que su alma siempre le perseguirá y termina suicidándose. Ixtab, al ver que su hermana se ha suicidado, maldice al hombre que mató a Itzamná, culpándolo de la muerte de su querida hermana. Según dicen algunas historias después de este hecho el se convierte en el dios del sol y del cielo, y su amada Ixchel es aquí cuando pasa a ser diosa de la luna, y su hermana pasa a ser la diosa del suicido o de "la horca".
Ah tabai: su versión masculina
Según la leyenda, el Ah tabai es un fantasma o demonio que habita en las ceibas que son consideradas sagradas a la espera de su víctima, que son generalmente mujeres. Cuando se acerca su víctima, se le aparece bajo la forma de un hombre amerindio atractivo y musculoso, que la excita a acercársele o a abrazarlo a través de su atractiva figura para tener relaciones sexuales y, luego de que la tiene atrapada, se transforma en una criatura demoníaca perturbadora, que termina por devorarla (o el espectro se transformaría al acercársele).
Ya muerta su víctima, se lleva su alma al Xibalbá, el inframundo maya, para ofrecérselo al dios Ah Puch o Kisín. En otras versiones, el espectro se transforma cuando la víctima corre para tener relaciones sexuales. También se dice que no solo es uno, sino varios, que incluso pueden cooperar para no permitir escapar a su víctima. También se le establece como un hombre que embruja a las mujeres para luego matarlas o perderlas en la selva. Además, también se le considera la versión masculina de la Xtabay. Era el dios maya de la casería, y es el protector de los animales. Aunque es una leyenda poco conocida...
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