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''Pasaje 26''

Cerca de una pequeΓ±a cueva ubicada en las zonas mΓ‘s heladas e inhabitables de EspinadragΓ³n, vivΓ­a entre la extrema frialdad y melancΓ³licas tormentas una pequeΓ±a flor divina que, acunada entre un suave e inmaculado nicho de nieve cristalizada, permanecΓ­a vivaz y sus raΓ­ces mΓ‘gicas eran alimentadas por la esperanza de la gente que honra la libertad. Su brillo multicolor representaba el ΓΊltimo recuerdo de una presencia herΓ³ica que jamΓ‘s pudo ser enterrada ni borrada ante las mΓ‘s duras circunstancias que se le pusieron en frente. Era un bello arcoiris en medio del gΓ©lido ambiente monocromΓ‘tico de los glaciares, la ΓΊnica flor que habΓ­a crecido y sobrevivido ante las alegrΓ­as y penurias por centenares. Vigilante eterna y devota servidora de Mondstadt, el clavel de la leyenda que ahora reposaba en el poeta que fue su amante, yacΓ­a acompaΓ±ada de las santas flores abanderadas de Mondstadt, formΓ‘ndose un bello y sutil adorno coronario. Sus bellos pΓ©talos tintados como el arcoiris se convirtieron en el perfecto complemento para la pureza blanquecina de las cecilias que, a su lado, recibΓ­an las mΓ‘s poΓ©ticas alabanzas del arconte Anemo.

Β«He de honrar tu bendita existencia, oh, dulce doncella innombrable. Debiste verte volar allΓ‘ arriba, ascendiendo a los cielos hasta llegar al pΓ‘ramo divino impenetrable.

He de recordarte y seguir amΓ‘ndote, mi querida heroΓ­na. Las coronas que en tu pecho escondiste la llevarΓ‘n los claveles con orgullo insosegable. Y juro que en tu memoria, dicha condena que te apartΓ³ de mi lado harΓ‘ florecer en tus verdugos semillas de esperanza de presencia inefable.

Lo prometo, querida mΓ­a. Que las semillas de tu flor serΓ‘n acogidas por el sol con amor y respeto, y los bellos claveles que florezcan en tu frente lucirΓ‘n en sus coronas la libertad por la cual luchaste hasta decidir sacrificarte y volverte inexistente.

Te lo prometo, mi amada heroΓ­na, la Virgen MarΓ­a del dios que te amarΓ‘ eternamenteΒ».



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