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8. Vuelve A Mí

No podía aceptarlo, no podía asimilarlo, no podía creerlo, no podía superarlo, simplemente no podía.

No podía aceptar que el Omega al que más amó se había ido y no volvería jamás. No podía asimilar su muerte, su pérdida, aprender a vivir sin él, no podía.

Todo fue demasiado repentino. Estaban bien, todo estaba bien. Tenían diez años de casados, un par de mellizas hermosas de nueve años, y un bebé de dos años. Eran felices, tenían el respaldo de su familia, eran una familia feliz y unida, su vida era perfecta... Y de pronto, todo se desvaneció.

Todo comenzó cómo cualquier día, él salió de casa con sus dos hijas para pasar a dejarlas al escuela y después ir al trabajo. Después de despedirse cariñosamente de su amado esposo y su hijo pequeño. Ellos salían de casa más tarde.

Dejó a sus pequeñas en la escuela, se despidió de ellas con besos en las mejillas y un abrazo, deseándoles un buen día. Y se marchó a su trabajo.

Todo parecía normal, pero una extraña sensación no lo dejaba en paz. Sentía que algo iba mal, por lo que llamó a su esposo, preguntando si todo estaba bien.

Él respondió felíz que sí. Acababa de dejar a su hijo más pequeño en la guardería e iba de camino al trabajo.

Después de esa corta llamada, creyó que simplemente era una paranoia suya, y pretendió seguir con su día... Pero no pasó ni una hora para que sintiera una punzada en el pecho, seguida del sonido de su teléfono.

Temblando, respondió la llamada, y recibió la peor noticia de su vida.

Su esposo estaba muerto.

Al parecer, pocos minutos después de cortar la llamada, un camión se quedó sin frenos y provocó una carambola en la que muchos, autos quedaron prensados, dejando atrapadas y muertas a muchas personas, entre ellas, su amado esposo.

Nada pudieron hacer para salvarlo, solo recuperar el cuerpo y trasladarlo a la morgue para esperar a que alguien fuera a reconocerlo.

Ese día casi se desmaya por la impresión. Todos sus compañeros de trabajo corrieron de inmediato a socorrerlo, y cuando les contó lo que pasó, intentaron calmarlo.

Su hermano se ofreció a acompañarlo a la morgue. De todos modos llevaría a su cuñado, por tratarse de su primo, además de que ni de loco lo dejaría manejar en ese estado.

Ver su cuerpo sin vida, con todas esas heridas, fue de las imágenes más fuertes y horribles de su vida. Su hermano y el médico de turno tuvieron que sacarlo a él y al primo de su difunto esposo de la sala y auxiliarlos durante el desmayo que sufrieron... Su mente simplemente no lograba asimilarlo. Era demasiado horroroso y doloroso para ser cierto.

Los días pasaban y pasaban, hasta volverse meses. Desde ese horrible día, había quedado a cargo de sus tres hijos. No pudo darles la noticia, su voz se quebraba en llanto al solo intentar decir lo que había pasado con el amor de su vida. Al final, su hermano tuvo que darles la noticia a los niños.

No la estaban pasando nada fácil desde la partida de su Omega. Sus hijas lloraban a diario por su padre, su hijo lo extrañaba demasiado, lidiar él sólo con todo eso resultaba imposible.

- Kanon... Entiendo que sea duro para ti, pero ya han pasado tres meses.- Dijo su hermano, que a diario iba a visitarlo después del accidente.- Tienes tres hijos que dependen de ti. Debes resistir y seguir.

- ¿Y Milo lo ha hecho acaso?- Cuestionó con rabia.- Tú no haz perdido a tu esposo, Saga. No tienes idea de nada.

- Kanon, puedo imaginar tu dolor, pero-

- ¡Pero nada, Saga!- Exclamó harto.- ¡Sorrento se fue, me dejó solo con mis hijos, y...! Y yo... Yo...- Siguió entre sollozos.- Yo no puedo con esto... Lo extraño demasiado.

Su gemelo solo pudo abrazarlo, dejándolo llorar en su pecho. Había sido un golpe duro para todos, especialmente por lo inesperado que fue. Pero debían reponerse, seguir con sus vidas...

Pero Kanon sentía que no podía. Su vida no sería la misma sin ese Omega al que tanto amaba. No estaba dispuesto a dejarlo ir sin luchar.

Pasó días y meses buscando la forma de recuperar al Omega que pudo amar durante su vida. Investigando en cuanto libro y página de internet pudo, hasta que dió con ese viejo libro empolvado en la biblioteca.

Un antiguo ritual africano para traer de vuelta a alguien fallecido. Una antigua magia vudú, que le permitiría recuperar al Omega que mas había amado.

No lo pensó dos veces, tomó ese libro, y comenzó a buscar todo lo necesario, y a alguien que pudiera llevarlo a cabo.

Así llegó hasta esa misteriosa tienda en el mercado de brujería de la ciudad. Ese lugar tenía muy mala fama, decían que ahí ocurría de todo, desde estafas hasta asesinatos. Pero qué importaba, daría lo que fuera por su Omega.

Ahí conoció a ese extraño hombre, que accedió demasiado fácil a hacer el trabajo, aunque el precio no fue nada barato. Le pidió algunos objetos como ropa y una fotografía de su esposo fallecido, algo de cabello, perfume, velas y un poco de sangre. Le entregó todo lo que pidió, y ese hombre le indicó que volviera en tres días.

Así lo hizo, y volvió a casa con ese muñeco de tela, bastante parecido a su esposo, y un pequeño pergamino.

La instrucción fue no sacarlo de la caja de madera hasta llegar a su casa. Hasta entonces, sacarlo en el dormitorio, y colocarlo sobre la cama, cómo solía dormir en vida, y recitar el conjuro en una lengua desconocida para él, escrito en una de las hojas que iban con el muñeco en la caja, e irse a dormir.

Aunque también iba otra hoja, con unas reglas.

1. El objeto devuelto a la vida, no puede salir de la casa o dejará de existir.
2. Alimentalo con su comida favorita.
3. Habla con él.
4. Asegúrate de que siempre se sienta amado.
5. Dale una gota de tu sangre a diario.

Bien. Sería realmente fácil. Así que después de dar las buenas noches a sus hijos, hizo todos los pasos restantes del ritual, y se fue a dormir.

A la mañana siguiente, despertó percibiendo ese suave aroma a lavanda que tanto amaba... ¿Acaso...?

Emocionado, dió la vuelta en su cama, y pudo ver que a su lado dormía tranquilamente ese Omega al que tanto amó.

Su expresión tranquila, su respiración suave, su aroma... De verdad había funcionado.

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