3. Licántropo
El sol brillaba en el firmamento, dando anuncio a un nuevo y radiante día. Un nuevo comienzo, un nuevo día lleno de oportunidades.
No podía evitar ser tan optimista. Su vida no era perfecta, pero le gustaba tal y como era. Siendo el boticario del pueblo, cada día era una oportunidad para ayudar a quien lo necesitara. Por eso, a diario ponía todo su empeño en ofrecer una sonrisa, y ser lo mejor posible.
La noche anterior había sido luna llena, así que seguramente, para su desgracia, no faltarían los heridos. Desde siempre era así.
Nació y había vivido toda su vida en ese pueblo, desde que era un niño, recordaba que las noches de luna llena había toque de queda, y al otro día, siempre había varios heridos por ataques de animales salvajes.
La gente decía que se trataba de licántropos, personas con la maldición de convertirse en enormes lobos cada luna llena, sedientos de sangre, incapaces de controlar sus impulsos, y demasiado violentos.
Él nunca creyó en eso, siempre pensó que eran solo historias. El pueblo estaba enmedio del bosque, había muchos lobos y animales salvajes, la luna llena los ponía más activos y seguramente atacaban a algún desprevenido. Pero definitivamente, eran solo animales normales, nada paranormal.
Cómo era esperado, apenas llegó a la pequeña clínica del pueblo, los heridos no tardaron en llegar. Era habitual que llegaran incluso de pueblos vecinos, la mayoría heridos.
No había más que un boticario por pueblo, así que debía trabajar rápido y no perder la calma por más crítica que se pusiera la situación. Especialmente ahora que tenía un par de aprendices que aún eran algo temerosos con la sangre.
La mayoría de los que llegaban solo requerían una limpieza de la herida con agua y hierbas, un vendaje y reposo. Pero otros más se agravaban, y seguramente no sobrevivirían... Bueno, era parte de su vida. Había tenido que aprender a vivir con eso y seguir adelante.
Después del mediodía, la peor carga de trabajo había pasado. Por fin tenían un momento para descansar.
Vaya día... Cada mes era lo mismo.
Se tomó unos minutos para descansar, justo cuando sus aprendices irrumpieron alarmados en la sala, junto a un niño pequeño.
- ¿Qué sucede?
- Maestro Hasgard, es una emergencia.
- ¿Qué sucede, Teneo?
Su discípulo procedió a explicarle lo que el niño le había dicho. Al parecer, el hermano mayor del pequeño estaba gravemente herido, y no podía desplazarse.
Calmar a todos fue un poco complicado, pero una vez lo consiguió, dejó a Teneo y Salo a cargo de la botica y la clínica por si alguien llegaba a necesitar atención, y él se marchó con el niño para atender al jóven.
El niño lo fue guiando, adentrandose en el bosque. El camino fue algo largo y de difícil acceso por tantos árboles y demás vegetación, pero al final llegaron a una casa que parecía una mansión enmedio del bosque.
El niño lo guió al interior de la enorme casa, subieron las escaleras hasta llegar a la segunda planta, y entraron a una de las habitaciones, dónde vió a un joven recostado en la cama.
- ¡Hermano!
- ¿Qué hiciste, Sui?- Cuestionó el pelinegro, con una mueca de dolor.- Te dije que no trajeras a nadie.
- ¡Pero, hermano, estás herido!
- Te dije que estaré bien.- Gruñó, tratando de incorporarse, apretando su abdomen con ambas manos.- Ahora asegúrate de que se vaya.
- Pero-
- ¡Sabes que es peligroso, Sui!
Hasgard miró en silencio la discusión. El niño tenía tan solo ocho años, se lo había dicho en el camino, y el azabache no parecía tener más de 20.
Notó que las mantas estaban llenas de sangre, y esa herida no parecía estar ni cerca de sanar. No podía simplemente irse y dejarlo a su suerte.
- Tranquilo, tu hermano está preocupado por tí, y solo con ver toda esa sangre, no es para menos.- Dijo, acercándose al chico, que solo gruñó en respuesta, cómo si de un animal herido se tratara.- No voy a hacerte daño. Solo quiero ayudarte.
- ¡Si quieres ayudarme, entonces vete!
- Lo haré, después de revisar esa herida y asegurarme de que no mueras.
El pelinegro volvió a gruñir, mostrando los dientes en señal de defensa, pero Hasgard solo lo ignoró y procedió a apartarle las manos para observar la herida para comenzar a revisarla.
- Es una herida profunda.- Mencionó, a lo que el chico solo gruñó.- ¿Cuál es tu nombre?
- Kagaho.- Gruñó, mordiendose los labios para evitar gritar al sentir una tela con agua sobre su herida.
- Bien, Kagaho. Te recomiendo que guardes toda esa energía que tienes para gritar, esto va a doler pero es necesario para evitar que te sigas desangrando.
Kagaho solo gruñó, pero al menos ya no se negó y le permitió hacer su trabajo. Sui ayudó pasando algunos materiales y cambiando el agua que rápidamente se teñía de rojo por la sangre y debía ser reemplazada.
Sorprendentemente, el pelinegro tenia el umbral del dolor bastante alto, apenas soltó un pequeño quejido cuando le suturó la herida. Incluso las personas más resistentes debían ser sostenidas durante ese proceso, pero Kagaho pudo mantenerse quieto.
- ¿Cómo te hiciste esa herida, Kagaho?
- Ataque de lobo.- Respondió aún bastante adolorido.
- ¿Estabas en el bosque por la noche?
- Sí, ahora dime cuándo te debo y largo de mi casa.
- Aún debo vigilar que esa herida no se vaya a abrir de nuevo, y venir a revisarla hasta que sane.- Respondió el peli-blanco.- No estarás en condición de desplazarte hasta el pueblo durante un par de semanas.
El azabache gruñó de nuevo, buscando intimidar al contrario, pero solo recibió indiferencia en respuesta.
- ¿Quieres morir acaso, idiota?
- No te preocupes por mí, sé lidiar con lobos y animales salvajes.
Kagaho solo volvió a gruñir, pero no dijo nada más. Sui se encargó de despedir al medico, así como de entregar la paga correspondiente. Hasgard no le dió mayor importancia a las palabras de Kagaho, y simplemente se marchó, advirtiendo que volvería al otro día para revisar su herida.
El resto del día fue completamente normal. Siguieron llegando algunos heridos, tuvieron que dar malas noticias sobre quienes no soportaron las heridas... Pero al caer la noche, por fin pudieron ir a casa a descansar.
La noche de luna llena ya había pasado, no había ningún peligro aparente, más bien, nunca había sido temeroso, ni siquiera creyente de esas historias de monstruos... Pero, esa noche, se sentía extraña. Desde que salió de la clínica camino a casa, se sintió observado, hasta que llegó a casa. Por más que buscó, simplemente no encontró a nadie que lo vigilara.
Al estar ya en su hogar, acostado en su cama, observando la luna nueva en el cielo, pudo escuchar el aullido de un lobo. No era la primera vez que escuchaba el canto de esos animales, pero este se sentía diferente, y ni siquiera él entendía porqué.
Al otro día, después del mediodía, volvió a dejar a sus aprendices a cargo, y emprendió el camino a aquella mansión en medio del bosque.
Al llegar, fue Kagaho quien lo recibió, llevándose la sorpresa de que el joven parecía estar totalmente recuperado. Cómo si nunca hubiera estado herido.
No pudo evitar preguntar al respecto. Ningún humano sanaba así de rápido. El azabache solo bufó antes de hablar.
- Te dije que no sería necesario que volvieras.- Mencionó.- Puedes revisar, pero no tengo ni siquiera una cicatriz.
El pelinegro alzó su ropa lo suficiente para mostrar el lugar donde el día anterior estuvo la herida, pero tal y como dijo, no había nada. La piel lucía intacta, tersa, sin siquiera una pequeña marca.
- No voy a responder nada. Así que no pierdas más tu tiempo y vete.
- ¿Dónde está tu hermano?
- Tomando una siesta.
Apenas Kagaho terminó de decir eso, en el interior de la casa se escuchó un fuerte estruendo.
- Mierda...- Masculló Kagaho, para después salir corriendo al interior de la casa.
Hasgard lo siguió por mero impulso, notando que el azabache corrió hasta lo que parecía ser un sótano. Adentro todo estaba oscuro, parecía una pequeña prisión en casa. Escuchó lo que parecían los gruñidos de un animal, pero al alcanzar a Kagaho, su asombro no hizo más que aumentar.
Había un lobo enorme, de pelaje plateado y ojos ámbar, encerrado en una celda, golpeando contra las rejas.
- ¡¿Qué haces aquí?!- Le cuestionó Kagaho al verlo.- ¡Vete antes de que te huela!
Un poco tarde...
El enorme animal olfateó el aire, y en cuestión de segundos, derribó las rejas, para tratar de saltar sobre el desconocido.
Por un segundo creyó que era su fin, pero escuchar el gruñido de otro lobo, y el peso del otro caer a un lado, le dejó saber que no era así.
Había aparecido un lobo de pelaje tan negro como la noche, unos atemorizantes ojos carmesí, y de un tamaño aún más colosal que el plateado. El lobo negro saltó encima del plateado, dándole una mordida en el cuello, dejándole una herida lo suficientemente profunda para hacerlo desistir de atacar, pero sin dañarlo de gravedad.
El lobo plateado chilló del dolor, retrocediendo asustado ante el gruñido del negro, igual que un cachorro siendo disciplinado por su madre.
¿Qué demonios acababa de pasar?... Kagaho, ¿acaso...? No, seguro todo era un mal sueño del que despertaría en cualquier momento. Sí, eso debía ser. Los licántropos eran solo historias, no eran reales. Nada de eso podía ser real... ¿O si?
Su mente aún seguía dando mil vueltas, intentando hallar una explicación lógica a lo que acababa de pasar, justo cuando el lobo de pelaje negro cambió a una forma humana, justo enfrente de sus ojos.
- Te dije que te fueras cuando podías.- Gruñó el azabache, con todo su cuerpo expuesto, después de que la ropa quedara completamente rota en el suelo por la metamorfosis.- Ya estarás feliz.- Añadió, acercándose al lobo plateado, acariciando su cabeza.- Lo siento, Sui. Pero no puedo permitir que ataques a nadie.
¿Qué?, ¿ese lobo era Sui?... Nada tenía sentido. Si todo era un loco sueño, quería despertar cuánto antes.
- Ya levántate.- Gruñó Kagaho, acercándose a él, sacándolo de su trance.- Te explicaré todo si así mantienes la boca cerrada.
Aún nervioso por todo lo sucedido, aceptó la ayuda de Kagaho para levantarse, pero apenas sus manos se encontraron, el pelinegro soltó un grito de dolor, alejándose al instante.
- ¡Es ese anillo, idiota!- Reclamó el azabache, sujetándose la mano.- La plata quema a los licántropos.
Al instante se quitó la joya, guardandola en un bolsillo de su saco. No quería que el chico pensara que tenía intenciones de atacarlo o algo así.
- Lo siento. No tenía idea. Yo...- Intentó explicarse.- ¿Qué demonios es todo esto?
Kagaho lo miró de arriba a abajo, pero al final solo le hizo una seña para que lo siguiera, lo cual hizo.
Los dos volvieron a la sala de la casa, dónde el dueño le pidió que lo esperara un momento, mientras iba por algo de ropa. No cuestionó eso, y simplemente se sentó a esperar su retorno, lo cual tardó solo un par de minutos.
Ninguno de los dos dijo una sola palabra por unos minutos. ¿Qué carajos se supone que se debe decir en una situación así?
Vaya que debió hacerle caso a Kagaho y no insistir. Si lo hubiera hecho, no estaría metido en todo ese lío.
- ¿Vas a decir algo, o solo vas a quedarte viéndome todo el maldito día?- Cuestionó el azabache, mirándolo desafiante.
- No tengo la menor idea de qué decir... Ni siquiera puedo creer que... Esto... Los...
- ¿No crees en licántropos?- Preguntó con burla el pelinegro.- ¡Pues sorpresa!, ahora estás en la casa de dos híbridos.
- ¿Híbridos?
- Sui es un híbrido de humano y licántropa. Es un buen niño, pero aún es muy joven y está aprendiendo a controlarse.- Explicó, manteniendo sus brazos cruzados sobre su pecho.- A veces se transforma sin querer, y no tiene control de lo que hace en ese estado. Ya varias veces he tenido que impedir que mate a algún idiota que no sabe cuándo largarse.
- Y si él es un híbrido de humano y... Licántropo.- Mencionó, aún incrédulo a qué esas criaturas fueran reales y no una simple fantasía.- ¿Qué eres tú?
El azabache esbozó una sonrisa de superioridad, antes de mostrar sus dientes, y unos colmillos que se habían alargado de un momento a otro.
- ¿Esto te da una idea?- Se burló al ver su expresión.- Híbrido de una licántropa y un chupasangre hijo de puta... No preguntes cómo sucedió eso, es repugnante hasta para mí saber cómo fui concebido.
Esa información solo le había hecho plantearse más preguntas. Pero decidió no jugar con el volátil temperamento y nula paciencia de Kagaho, y darle prioridad a las más importantes.
Para empezar, le preguntó cómo se había hecho la herida de la noche anterior.
Kagaho le explicó que al igual que los licántropos puros y los híbridos de humano, se transformaba en un lobo cada luna llena. Pero en esa forma resultaba más peligroso y agresivo que incluso un licántropo puro.
Atacó una aldea, alguien por algún milagro, logró defenderse de ser su cena, y herirlo con un cuchillo. Afortunadamente no había sido plata, de lo contrario, ya estaría muerto.
Sui aún seguía entrenando para controlarse, pero tenía solo nueve años, aún era propenso a perder el control ante extraños, o transformarse sin querer al estar cerca o reciente la fecha de luna llena. Por eso había hecho de todo para alejarlo, por la posibilidad de que Sui se transformara y terminara matándolo, cómo hace unos minutos.
- ¿Alguna otra pregunta?
- Muchas en realidad... Pero creo que prefiero quedarme con la duda.
- Agradece que te debo la vida, de lo contrario, ya estarías muerto.- Soltó Kagaho.- Y ahora que sabes todo, no tiene caso ocultar nada.
- ¿Qué quieres decir?
Kagaho se levantó de su asiento, para acercarse a donde estaba sentado, e hincar una rodilla en el suelo, frente a él.
- Si un humano salva la vida de un licántropo y descubre su identidad, el licántropo está obligado a ser su protector por el resto de su vida... Porque otros licántropos se darán cuenta, y tratarán de matarlo para evitar que revele su existencia a otros humanos.- Explicó Kagaho, tratando de ser amable.- Así que, nos guste o no. Estoy en deuda contigo, hasta que uno de los dos se muera.
Ante esas palabras, la sensación y el aullido de la noche anterior, llegaron a su mente, y no logró evitar preguntarle a Kagaho al respecto.
- ¿Anoche... Tú eras...?
- ¡Tengo que cuidar tu vida, imbécil!- Alegó avergonzado el pelinegro.- ¡Agradeceme por salvar tu trasero de ser cena de los líderes de una manada anoche!, ¡deberías poner más atención a tu alrededor. Te siguieron por todo ese pueblucho hasta tu casa, y por poco te matan en la madrugada!
Entonces nada de eso había sido imaginación suya... Realmente lo habían seguido, realmente estuvo en peligro... Y realmente, alguien lo había estado cuidando.
- Gracias.- Suspiró, descolocando al híbrido.- Tendré en cuenta tus consejos.
Kagaho no dijo nada, solo lo miró. Vaya que las reacciones siempre tan tranquilas de ese hombre lo dejaban sin palabras.
- Vendré mañana a ver cómo está Sui. Aún si se recuperan más rápido que los humanos, quiero asegurarme que no se te pasó la mano con él.
- ¡¿No entiendes que-
- Dijiste que ahora debías cuidar de mí, ¿no?- Le recordó con una pequeña sonrisa, haciendo rabiar al contrario.- Bien, entonces házlo. Pero yo me aseguraré de cuidarlos a ustedes también.
Kagaho desvió la mirada, sintiendo un leve calor en las mejillas. Hace tiempo que no escuchaba palabras así... ¡Pero no iba a ceder tan fácil!
- Haz lo que quieras. Pero después no digas que no te lo advertí.
Hasgard solo sonrió por esa reacción, y se marchó, dejando ahora a Kagaho con mil dudas en la mente.
Los vampiros y los licántropos no eran capaces de amar a nadie, además de ser extremadamente violentos y agresivos. Eran las únicas cosas que tenían en común.
Sui, al ser mitad humano, sí tenía la posibilidad, aún si era mínima, de llegar a amar a alguien. Pero él...
Él no. ¿Cómo el fruto de dos monstruos sanguinarios sería capaz de algún día conocer algo como el amor?... Por ahora cuidaba a Sui por ser su manada, casi un cachorro. Pero en cuanto alcanzara la madurez... Las cosas podrían cambiar.
- Tonterías...- Bufó para sí mismo.
Estaba obligado a pagar su deuda con ese humano, y era lo que haría. Solo por estar obligado a eso, nada más. Con algo de suerte, ambos terminarían muertos pronto.
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