26. La Bruja
- Ay, qué bonito es volar, a las dos de la mañana...
- Milo, ¿es necesario que cantes esa canción durante toda la guardia?- Cuestionó su compañero y amigo.
- ¿Le tienes miedo a una canción, Aioria?- Rió el peli-morado en respuesta.
- Claro que no. No seas ridículo.- Negó el castaño, escribiendo algo en una bitácora.- Pero estamos en una funeraria, ten algo de respeto ¿quieres?
- A Angelo no le molesta ni siquiera mientras embalsamamos...
Aioria rodó los ojos, provocando la risa de Milo. No le gustaba cubrir el turno nocturno, pero en esa ocasión, uno de los embalsamadores que cubrían dicho turno, se había enfermado y tenía que cubrirlo.
- Es solo una canción que me enseñó mi madre, es de su país.- Sonrió Milo, acercándose.- Está basada en una leyenda.
- ¿Una leyenda?- Preguntó curioso.- ¿Qué clase de leyenda?
- La leyenda de la bruja.
- ¿Bruja?, ¿que tu madre no era de México?
- Allá tienen su propia versión de las brujas, nada qué ver con la versión europea, ¿sabes?- Respondió Milo.- Creo que eres el único de aquí al que no se la he contado, ¿quieres oír?
Normalmente, habría respondido que no. El turno de noche ya le daba suficiente escalofrío, no quería más motivos. Pero la curiosidad terminó venciendo, y aceptó escuchar la historia de Milo.
- Bueno... Cuenta la leyenda que existen mujeres con poderes sobrenaturales por haber hecho un pacto con entidades malignas.- Inició Milo su historia.- En algunos lugares les llama Tlahuelpuchis, o simplemente brujas. Se pueden transformar en una mezcla horrible de pájaro y mujer, envueltas en fuego. Y saltan de montaña en montaña, para raptar bebés recién nacidos y succionarles la sangre hasta matarlos.
Aioria no dijo nada, permaneciendo en silencio, escuchando la historia de Milo. Sonaba como un cuento de terror fantástico, pero grotesco a la vez.
- Se transforman con un ritual especial. Las brujas preparan en un fogón en su casa con madera de capulín, raíces de agave, copal y hojas secas de zoapatle.- Siguió contando Milo.- Una vez listo el fuego, la bruja camina sobre él tres veces de norte a sur y de este a oeste, después se sienta en dirección al hogar donde habita su víctima, mientras que de su cuerpo se desprenden las extremidades. Y le salen plumas y alas como las de un ave negra enorme.- Añadió.- Se dice que debe volver a su casa y colocarse las piernas antes de que el sol salga, o de lo contrario, la bruja muere.
- Qué cosas dices, Milo.- Rió ligeramente Aioria.- No te niego que es una historia interesante y algo tétrica, buena para espantar niños. Pero demasiado fantasiosa.
Milo solo se encogió de hombros.- Cómo quieras. Solo que existen muchos testimonios de haberlas visto.
- Sí, claro...
- ¿Sabes? Existe la historia de un hombre que hace muchos años, en un pueblo, se casó con una bella mujer, y todo parecía estar bien. Varias personas del pueblo le advirtieron que no lo hiciera, porque la madre de esa muchacha era una bruja, y seguramente ella también. Pero como tú, él no creía en esas cosas.- Contó el peli-violeta.- Después de casarse y vivir juntos, el hombre notó que su mujer no consentía absolutamente ninguna comida, y no sabía porqué. Todo lo que comía, lo vomitaba al poco tiempo. Era como si su cuerpo simplemente rechazara la comida.
Aioria sabía que Milo solo lo quería espantar, pero no le iba a dar el gusto.
- Después de un tiempo, la chica dijo que solo podía comer la comida de su madre. El pobre hombre ya no sabía qué hacer, y por temor de que su esposa terminara muerta por inanición, la llevó de vuelta con su madre y la dejó ahí.- Continuó Milo con su segunda historia.- Para su sorpresa, al otro día, su demacrada esposa estaba como nada. Era como si se hubiera sanado de la noche a la mañana. El hombre estaba feliz, pero a la vez, comenzó a sentir que algo le ocultaba la mujer.
- ¿Y luego?- Cuestionó Aioria con una sonrisa confiada.
- Dijo que saldría del pueblo por unos días y que se quedara con su madre. Pero en realidad no se fue a ningún lado, y cuando anocheció, se escabulló hasta la casa de su suegra para ver qué hacían las dos mujeres.- Respondió.- Y ahí fue cuando descubrió el monstruo con el que se había casado.
- ¿De qué hablas?- Preguntó algo nervioso el castaño.
- Las vió transformarse en unos enormes y horribles pájaros negros con cabeza humana y una filosos colmillos, y salieron volando envueltas en fuego, dejando sus piernas a un lado de la hoguera.- Prosiguió.- El hombre sabía que iban por un bebé recién nacido del pueblo. Así que hizo lo que las leyendas decían: arrojó ambos pares de piernas al fuego, y escapó de ahí para alertar a las víctimas en potencia. Afortunadamente, los padres del bebé tomaron precauciones y lograron salvar a su hijo, que solo terminó con una marca. Pero las brujas no pudieron hacer nada, excepto morir al salir el sol y no poder volver a su forma humana.
Aioria tragó grueso, mientras sentía una pequeña gota de sudor resbalar por su frente.
- Solo imagina descubrir que duermes al lado de un monstruo, ¿no te parece terrorífico?
- Lo que tú digas. Pero es solo una historia.
- ¿En serio lo crees?- Cuestionó de nuevo Milo, descubriéndose el hombro derecho.- ¿Qué pensarías si te digo que el bebé de esa historia era yo?
Al ver la marca púrpura, casi negra, con cuatro puntos negros de lo que parecían ser colmillos, Aioria ahogó un grito. Eso no parecía un golpe, ni se le ocurría algo que pudiera causar una marca así.
- Tranquilo. Solo chupan bebés, tú no estás en el menú.- Rió Milo, cubriéndose la marca.- Aunque... Yo que tú, tendría cuidado con quién hablo. Con algo de mala suerte terminas casado con una bruja.
- Ya deja de bromear, Milo.
- Solo digo que un bebé que sobrevive a un ataque de bruja, queda con la capacidad de identificar a una aún camuflajeada en forma humana... Interpretalo cómo quieras.
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