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24. Exorcista

El cálido sol de Grecia, las hojas de otoño cubriendo el suelo y copas de los árboles del bosque a los costados de la carretera, dando una apariencia bastante cálida a todo el paisaje... Sí, sin duda un paisaje bello para la mayoría.

- ¿Estás bien, Saga?

Escuchó la voz de su hermano mayor a su lado, haciéndolo notar las pequeñas lágrimas que se le habían escapado.

- Yo...

- Ahí está el bebé llorón otra vez...- Lo interrumpió su gemelo, al otro lado del asiento.- No empieces con tus dramas ahora. Ya nos diste suficientes problemas.

- Kanon...- Regañó el albino enmedio de ambos, intentando inútilmente evitar una discusión.

- ¡No hice nada!- Se defendió el peli-violeta.

- ¡Solo ser una molestia como siempre!

A pesar del reducido espacio, ambos intentaron saltar hacia el otro, siendo detenidos por el cinturón de seguridad y el joven de 23 años entre los dos. No estaban dispuestos a ceder, pero cuando intentaron quitarse el cinturón, la voz y afilada mirada del copiloto los detuvo.

- Quitense el jodido cinturón, y les juro que lo van a lamentar por el resto de su vida, par de urracas.- Gruñó el azabache en el asiento del copiloto, mirándolos fijamente con sus orbes negros.- Siéntense, y no quiero volver a escucharlos decir ni pío en lo que resta del camino.

Ambos gemelos de 12 años, temerosos por el regaño de su hermano, obedecieron la indicación, volviendo a sus asientos, y observando por las ventanas, mordiéndose la lengua.

Una vez solucionado el problema, Abel volvió a colocarse los audífonos y devolvió su mirada al frente. Caín miró disimuladamente a su padre, quién no había dicho una sola palabra, limitándose a apretar el volante intentando mantener la calma, y a su gemelo, quién se mantenía callado y distante, y solo suspiró... Vaya que las cosas iban a ponerse aún más difíciles de lo que ya estaban desde hace un año.

El resto del viaje duró poco más de media hora, hasta que llegaron a su destino: una antigua abadía.

- Al fin...- Suspiró su padre, bajando del auto, acción que sus cuatro hijos imitaron.- Vaya que fue un milagro llegar.

- El verdadero milagro es que esta pocilga siga en pie.- Soltó Kanon, observando la estructura.

- Ni siquiera un milagro te va a salvar como vuelvas a abrir el pico, enano.- Refunfuñó Abel, dándole un golpe en la nuca.

Caín solo suspiró, al igual que Saga, y después se acercó a su padre.

- Papá...

- Estoy bien, Caín.- Se adelantó el peli-azul a las palabras del mayor de sus hijos.- Bajen sus cosas del auto, y empiecen a instalarse en las habitaciones.- Ordenó a sus vástagos.- El lunes llegan los trabajadores, Abel y Caín. Así que espero que para entonces ya tengan listos los planos para que comiencen a trabajar.

- Dos días para revisar, medir y hacer unos planos de una jodida abadía entera. ¿No quieres un café con leche de unicornio también, Aspros?- Retó el azabache a su padre.

Ambos se miraron fijamente, retandose con la mirada. Kanon solo bufó y rodó los ojos, abriendo la cajuela para sacar su maleta y entrar al edificio sin decir nada, ya sabía cómo era su familia. Saga sin saber qué hacer, subió al auto de nuevo, cerrando la puerta, encogiéndose en el asiento mientras intentaba no llorar, estaba harto de tantas discusiones.

- Haremos lo que podamos.- Caín fue el único que notó las acciones de los gemelos más pequeños, e intervino para evitar una confrontación.- Fue un largo viaje para todos, estamos cansados y necesitamos un respiro.- Añadió, mirando de reojo a su hermano por la ventana del auto.- Mañana será otro día. Por ahora es mejor reponer energía.

Finalmente, los dos bufaron y fueron en direcciones opuestas para llegar a la cajuela, sacar unas maletas y entrar a la casa sin decir nada.

Caín se acercó a la puerta y la abrió, encontrando a su hermano llorando en silencio, abrazando sus rodillas.

- Tranquilo, todo está bien.- Susurró, acariciando la espalda del pequeño.- No pasa nada.

Saga alzó su mirada, tan solo para saltar a los brazos de su hermano, sollozando en su cuello. Caín no dijo nada, solo lo abrazó y lo dejó desahogarse por unos minutos.

Sabía que desde hace un año, todos la estaban pasando mal, pero su hermano era quien peor estaba llevando la situación. Hasta hace unos meses, ni siquiera articulaba palabra alguna. Y temía que recayera.

- Ven, vamos adentro.- Dijo, esbozando una pequeña sonrisa, tomando de la mano a su hermano.

Los dos tomaron sus respectivas maletas, cerraron la cajuela y puertas del auto, e ingresaron a la vivienda.

El interior era tan grande como el exterior, con decoraciones y estructuras de hace ya varios siglos, que habían resistido el paso del tiempo. Aunque todo estaba cubierto de polvo y algunas telarañas debido al abandono por años de la residencia, dándole un aire algo tétrico.

- Tranquilo, son solo polvo y telarañas. Solo limpiaremos y listo.- Sonrió para calmarlo cuando el menor se abrazó a su cintura.- No hay electricidad aún, pero nada que unas velas no solucionen, no te preocupes. Vayamos a buscar una habitación para ti, ¿te parece?

Saga asintió a la propuesta de su hermano, y ambos se encaminaron a las grandes escaleras de madera.

- Cuidado dónde pisan, la madera es muy vieja y algunos escalones están muy frágiles.- Les advirtió Abel desde la cima de la escalinata.- El imbécil de Kanon se quedó atorado en uno hace rato y tuve que sacarlo, no quiero lidiar con ustedes también.

- Gracias por el aviso, Abel.- Rió con resignación el peli-blanco, viendo a Abel perderse por el pasillo.

Haciendo caso a la advertencia de su hermano, comenzaron la subida con cuidado, deteniéndose a comprobar la solidez de cada escalón, antes de pisar. Notando así también el hueco donde seguramente se había quedado atorado Kanon minutos atrás como Abel había dicho.

Cuando por fin lograron llegar, avanzaron por el enorme pasillo, apenas iluminado por la poca luz que se colaba por las ventanas. Pronto iba a caer la noche, así que debían darse prisa para buscar unas velas.

Por el ruido proveniente de dos de las habitaciones, supieron dónde debían estar Abel y Aspros. Solo quedaba una habitación en ese pasillo, al final del mismo.

- Esta es la última libre.- Mencionó el albino, mientras entraban.- Toda tuya, pequeño.

- Caín...- Murmuró temeroso el menor, tomando de la mano a su hermano.- ¿Dónde vas a estar?

- Tranquilo. Me tocará estar en el siguiente pasillo.- Respondió con una gentil sonrisa.- Ya es tiempo de que vuelvas a dormir sólo, ¿no lo crees?

El pequeño asintió, con la vista baja, intentando sonreír. Desde hace un año, había comenzado a dormir con su hermano, costumbre que habían tratado de superar desde hace un par de semanas, sin éxito alguno por las pesadillas que despertaban al peli-violeta a mitad de la noche.

- Iré a buscar unas velas, vuelvo en cinco minutos.- Mencionó Cain, notando lo cerca que estaba la noche.- Mientras, sacude un poco, cambia las sábanas, y ponte la pijama.

Saga asintió de nuevo, y Cain salió de la habitación. Por lo que sabía, en la planta de arriba, el lugar tenía dos pasillos en el ala norte, con tres habitaciones cada uno, y otros dos con la misma cantidad de habitaciones en el ala sur.

Primero fue al pasillo de al lado, notando que tal y como temía, todas las habitaciones estaban completamente vacías. Entró en la que estaba al principio del pasillo, dejó su equipaje, y se encaminó al ala sur.

- Largo, yo llegué primero.- Dijo Kanon, recostado en una vieja cama, cuando se asomó por la puerta.

- Solo verificaba que estuvieras bien, Kanon.- Mencionó, sentándose en el borde de la cama.- ¿Por qué no te quedaste en el ala norte?

- ¿Para qué?- Cuestionó el niño, dándole la espalda.- ¿Para oír a Saga gritando y llorando en la madrugada?, ¿para escuchar a Aspros y Abel peleando toda la noche?, ¿o para qué todos me digan que fue mi culpa? No, gracias.

- Kanon, nadie ha dicho que tienes la culpa-

- ¡Sí lo hacen!- Interrumpió el menor, incorporándose en la cama.- ¡Todos dijeron que fue por mi culpa!, ¡sé que siguen pensando que fue mi culpa, y que yo debí morirme en vez de ella!- Añadió, con su voz empezando a quebrarse.

- Kanon...

- ¡Vete!- Gritó el niño.- ¡Déjame sólo. Sé que tú también lo piensas!

- ¡Por supuesto que no, Kanon!- Negó Caín, alzando la voz, mientras unas lágrimas se le escapaban.- ¡Eres mi hermano, lo más valioso que tengo!, te amo, te amaré siempre, daría mi vida por tí si fuera necesario... Lo haría por cualquiera de ustedes.- Añadió, rompiendo en llanto.- Si... Si a ti o a Saga les hubiera pasado algo ese día... No sé qué haría sin ustedes, Kanon.

El niño se quedó en silencio, mordiéndose los labios en un desesperado intento de resistir las ganas de llorar. Pero finalmente no lo logró, abrazándose con fuerza a su hermano, llorando en su pecho.

- Lo siento...- Sollozó el peli-azul, abrazando con fuerza a su hermano.- Perdóname, Caín... Pero... Cada vez que te veo... Solo la veo a ella.- Añadió sollozando.- No quiero que te mueras tú también por estar cerca de mí... No quiero tener la culpa de que tú también te mueras.

- Kanon, fue un accidente. Nadie tiene la culpa de nada.- Intentó explicar el mayor, sollozando débilmente, mientras abrazaba a su hermano.- Nadie sabía lo que iba a pasar, no tienes la culpa. Y no me perderás, pequeño.

Kanon no pudo contener su llanto, aferrándose a su hermano hasta que su garganta y ojos comenzaron a doler de tanto llorar. Pero al menos, su corazón consiguió algo de calma.

- ¿Recuerdas cómo solía cantarte cuando eras pequeño?- Preguntó Caín, aún abrazándolo, estando ya calmados los dos.

- Sí.- Murmuró Kanon.

- Él tiene todo el mundo en sus manos.- Comenzó a cantar Caín aquella canción de cuna que había aprendido en su infancia, y cantado a sus hermanos varias veces.- Tiene todo el mundo en sus manos. Tiene todo el mundo en sus manos... Pues hecho fue por Él.

Caín se quedó unos segundos en silencio, con la esperanza de que Kanon se le uniera en la entonación, pero nada.

- Él tiene el viento y el agua... En sus manos. Él tiene el viento y el agua... En sus manos. Él tiene el viento y el agua... En sus manos.- A pesar de no obtener el resultado que deseaba, siguió cantando. Quizás buscando algo de consuelo propio al recordar su infancia.

- Pues hecho fue por Él.

Al escuchar a Kanon cantar en voz baja esa pequeña frase, sintió su corazón saltar de alegría, y las ganas de seguir cantando lo invadieron.

- Él tiene a todos los niñitos... En sus manos. Él tiene a todos los niñitos... En sus manos. Él tiene a todos los niñitos... En sus manos.

- Pues hecho fue por Él.- Volvió Kanon a cantar esa pequeña parte.

- Él tiene a todos los papitos... En sus manos. Él tiene a todos los papitos... En sus manos. Él tiene a todos los papitos... En sus manos

- Pues hecho fue por Él.

- Él tiene a todas las familias en sus manos. Él tiene a todas las familias en sus manos.

- Él tiene a todas las familias en sus manos. Pues hecho fue por Él.- Al final, Kanon se le unió para cantar las últimas líneas de la canción, terminando los dos con una sonrisa tranquila en el rostro.

Caín acarició el cabello de Kanon, le entregó y ayudó a encender una vela para la noche, y se despidió, no sin antes decirle la ubicación de su habitación si llegaba a necesitar algo. Kanon le agradeció a su modo, y lo dejó marchar.

- ¿Qué demonios estaban haciendo, Caín?

A la entrada del pasillo, se encontró con su padre, sosteniendo un candelabro en la mano. Definitivamente no estaba felíz.

- Yo... Yo solo-

- ¡¿Tú solo qué, Cain?!- Cuestionó con rabia el hombre, sujetando de la muñeca a su hijo.- ¡¿Qué te dije de esa jodida canción?!

- Lo siento. Pero Kanon-

- ¡Pero nada, cabrón!- Le interrumpió, apretando el agarre, para después empujarlo con la suficiente fuerza para hacerlo perder el equilibrio.- ¡Te dije bien claro que en tu maldita vida volvieras a cantar esa canción!

Caín agachó la cabeza, respirando profundo para calmarse. Sabía que para su padre las cosas eran difíciles, debía entenderlo.

- Lo siento, papá. No lo volveré a hacer.- Murmuró, manteniendo baja la mirada.- Solo-

- Él solo hacía lo que tú no haces.

Abel apareció de pronto, con una linterna de baterías en su mano, poniéndose enfrente de su hermano, encarando a su padre.

- ¡Por si se te olvida, idiota, son mis hijos, y-!

- ¡¿De pronto recuerdas que Kanon y Saga son tus hijos y no de Caín?!- Reclamó el pelinegro.- ¡Te molesta una estúpida canción, pero no que Kanon sea un maldito mocoso agresivo, y Saga un suicida en potencia!

- ¡¿Desde cuándo eres un hermano abnegado?!

- ¡Desde que le diste a Caín el papel de ser una madre para los gemelos!

- ¡Por si no lo haz entendido, tu madre se fue y nunca volverá, acéptalo de una vez y supéralo!

- ¡El que debe superarlo eres tú, cabrón!- Gritó de vuelta Abel.- ¡Caín no es tu esposa, ni la madre de ninguno de nosotros, ni tiene la obligación de serlo!, ¡ella está muerta!

Caín supo de inmediato que las cosas iban a escalar a mayores si no hacía algo. No sería la primera vez que su hermano y su padre llegaran a los golpes, y solo rezaba porque Saga no escuchara y Kanon no saliera de su habitación.

- ¡Sé que está muerta, imbécil!, ¡pero son ustedes quienes se aferran a mantenerla aquí!

- ¡Porque fue nuestra madre, y siempre lo será aunque te duela!- Replicó el azabache.- ¡Debiste ser tú quien fuera con los gemelos en el auto esa vez y no ella!, ¡deberías estar muerto tú!

Ambos hombres se miraron en silencio, gruñendo con rabia. Caín no sabía qué decir, ambos se habían dicho muchas cosas, pero jamás algo tan fuerte como eso.

- Papá...

El albino quiso decir algo, pero su padre solo le dió un empujón para apartarlo, igual que a Abel, yéndose sin siquiera voltear a verlos, perdiéndose en la oscuridad.

Caín suspiró pesadamente, agachando la mirada, mientras dejaba caer un par de lágrimas silenciosas.

- ¿Por qué haces todo esto?- Cuestionó Abel, acercándose a él.- ¿Por qué siempre permites que te trate como basura?

Caín no respondió, solo se retiró en silencio, aún debía llevarle unas velas a Saga y verificar que estuviera bien y tomara sus medicamentos. Era el mayor de los cuatro, era su deber cuidar de sus hermanos y ser un apoyo y no una carga más para su padre. Por eso se esforzaba tanto en ayudar a todos.

Abel sabía bien eso, y por eso y más razones, repudiaba tanto a su padre. Poco a poco, Caín se estaba convirtiendo en el vertedero emocional de todos.

- Volví.- Anunció el peli-plata, entrando a la habitación de su hermano menor con una vela encendida.- ¡Oh!, ¿encontraste unas y un candelabro antes?

- Abel me trajo esto hace rato.- Respondió el niño, señalando la pieza de metal en la mesa de madera.- Dijo que le había llevado uno a Kanon también, y se fue.

- ¿Ves que Abel sí los quiere, y sí se preocupa por ustedes?- Cuestionó con una alegre sonrisa, abrazando por los hombros a su hermano, despues de dejar la vela en la mesa.- Es solo que... Ya sabes cómo es. Le cuesta un poco expresar lo que siente.

Saga asintió, abrazándose a su hermano, quién le acarició el cabello.

- Caín...- Lo llamó el niño.- ¿Me puedes cantar la canción de mamá?

- ... Claro.- Accedió, después de meditarlo por unos segundos. Ya enfrentaría después las consecuencias.

Nuevamente, entonó aquella canción, acompañado con la voz de su pequeño hermano, quién terminó durmiéndose a la mitad.

Caín terminó la canción, y después procedió a cargar a su hermano para arroparlo, apagar las velas, y salir de la habitación para dejarlo descansar.

El resto de la noche fue bastante tranquila. Caín fue a su habitación, sin toparse con su padre ni ninguno de sus hermanos en el camino. No había desempacado nada, estaba tan cansado, que a duras penas cambió las sábanas, apagó las velas, y se acostó a dormir.

Caín...

Caín...

- ¿Eh?

Abrió sus ojos, pero no podía ver absolutamente nada más que un inmenso vacío de color negro, mientras escuchaba esa voz llamándolo.

- Caín...

- ¿M-Mamá?

No podía creerlo, tenía enfrente a su madre. Con sus cabellos plata, igual que los suyos, su tez blanca, y sus ojos azulados.

- ¿Por qué, Cain?

- ¿Qué?

- ¿Por qué me dejaste morir, Caín?

Por mero impulso, bajó su vista al abdomen de su madre, notando una herida enorme y sangrante, manchando la blancura del vestido que portaba.

Asustado, alzó la vista, pero solo pudo ver el rostro golpeado y lleno de sangre de su madre, con los ojos inyectados en rojo, y una expresión moribunda.

- ¡Eres culpable, Caín!

Aterrado, intentó huir, pero solo consiguió caer de narices contra el suelo, mientras gritaba muerto del miedo, cerrando los ojos con fuerza, intentando escapar.

Caín...

Caín...

- ¡Caín, despierta!

Al levantarse de golpe, terminó dándole un cabezazo en la nariz a su hermano, estando aún demasiado confundido.

- ¿Qué...?, ¿dónde, dónde estoy?- Preguntó, aún intentando salir del shock.

- En la casa de los horrores.- Escuchó la voz de Kanon, quién se encontraba sobre el colchón, asomado por el borde.- Y creo que ya le rompiste la nariz al ogro.- Añadió con una risa burlona, ganándose un leve gruñido de Abel, quién aún se sostenía la nariz.

- Venía a despertarte para que me ayudaras a terminar de medir la iglesia.- Explicó el azabache, aún sobando su nariz lastimada.- Me encontré al gato rabioso, que buscaba el baño, en el camino, cuando te escuchamos gritar.- Añadió, refiriéndose a Kanon.- Entramos y te encontramos pataleando y gritando en la cama, hasta que te caiste con todo y las sábanas, al parecer por una pesadilla. Te desperté, me rompiste la nariz, y aquí estamos. Teniendo esta conversación.

¿Un sueño?, bueno, al menos ahora estaba más tranquilo. Hasta que recordó la nariz de Abel.

- Descuida, he tenido peores.- Le restó importancia el pelinegro.- Un poco de agua fría y estará bien.

- Más feo de lo que ya es, no puede quedar.- Se burló Kanon, ganándose un golpe en la cabeza por parte de Abel.

- Esperen, ¿dónde está Saga?- Interrumpió la discusión, al no ver a su hermano por ningún lado.

Si Abel y Kanon lo habían escuchado, Saga seguramente también, y no quería asustarlo.

- Dormido en su habitación.- Habló Kanon.- Recorrí la casa del terror de arriba a abajo buscando el puto baño, y no lo ví para nada.

- Cuida tu boca, mocoso.

Kanon solo tronó la lengua ante el regaño de Abel.

- Debo ir a buscarlo.- Habló Cain, desenredandose de las sábanas.- ¿Ya desayunaron algo?

El peli-azul y el pelinegro intercambiaron una rápida mirada, pero antes de que dijeran algo, los gruñidos de sus estómagos los delataron. Caín solo negó en silencio.

- Adelantense al comedor, desempaquen las cosas que trajimos, y los veo en un rato.- Les indicó a sus hermanos, antes de salir de su habitación, en busca del niño faltante.

Después de eso, atravesó el pasillo, hasta llegar al final, la habitación de Saga. Llamó a la puerta un par de veces, sin recibir respuesta alguna, tampoco podía escuchar un solo ruido. Tanto silencio logró asustarlo lo suficiente para abrir la puerta, confirmando sus temores.

La cama estaba perfectamente tendida, la pijama doblada sobre la manta, y ni rastro de Saga.

De inmediato salió corriendo, bajando las escaleras lo más rápido que sus piernas le permitían, hasta llegar al comedor, dónde Kanon y Abel se encontraban desempacando la comida que habían comprado el día anterior. Al verlo tan alterado, estaban a punto de preguntar, pero Caín se les adelantó.

- Saga no está en su habitación.- Informó apurado.- Tenemos que encontrarlo.

De inmediato se pusieron en marcha, yendo cada uno a un sitio diferente. El terreno de la abadía era bastante grande, era fácil perderse, además de que estar en medio de la nada no ayudaba. Si salía de los límites, les llevaría tiempo encontrar a su hermano.

Kanon se quedó dentro de la casa, buscando en todas las habitaciones y rincones. Abel salió a buscar por los alrededores del terreno, en caso de que hubiera salido. Y Cain fue a la iglesia.

El oji-ambar entró a aquel lugar sagrado, con las llaves que le dió Abel, notando que a pesar del inclemente paso del tiempo, la estructura se mantenía bastante sólida y las imágenes religiosas conservadas, aunque con demasiado polvo y telarañas encima. El tragaluz y vitrales de cristal le daban una iluminación natural completa y una imagen bastante bella. Aunque, a pesar de la belleza del enorme sitio, algo lo hacía sentir incómodo, un miedo inexplicable. Pero lo atribuyó al miedo de no encontrar a su hermano.

Avanzó por el larguísimo camino, llamando a su hermano por su nombre, hasta que al llegar al frente del altar, lo encontró hincado frente a una imagen religiosa, delante de una banca de la primera fila.

- ¡Saga!- Lo llamó, abrazándolo.- ¿Estás bien?, ¿te lastimaste?, ¿te duele algo?

- No, tranquilo, hermano.- Respondió Saga con una radiante sonrisa.- Estoy muy bien, hermano.

- ¿Cómo entraste aquí?

- Me desperté muy temprano, no pude volver a dormir, así que salí para explorar un poco.- Explicó el niño con una facilidad de palabra que hace un año no veían en él.- En el sótano de la casa encontré una puerta que daba a un pasadizo, entré, y llegué aquí.

- Saga, eso fue muy peligroso. Este lugar es muy viejo, el pasadizo podría haber colapsado y dejarte atrapado.- Suspiró Caín, preocupado por esa historia.- ¿Dónde está esa puerta?

- Ahí.- Señaló el niño un ala junto al altar.- En el santísimo. Detrás de una cortina de terciopelo roja.

Caín se sorprendió aún más. Si bien, su madre solía ser bastante devota y creyente, y les había enseñado algunas cosas, ni él ni sus hermanos estaban tan familiarizados con esos temas, no sabían más que lo básico. Saga, cómo cualquier niño de su edad, hasta hace un año no sabía el nombre de esa sala junto al altar, mucho menos de telas para describir con tal precisión una así. Pero prefirió no decir nada, y simplemente ir a observar, al lado de su hermano. Quizás en ese tiempo había aprendido algunas cosas.

Tal y como describió Saga, ahí había una enorme cortina de terciopelo, de color rojo, bastante bien conservada para el tiempo que debía llevar ahí. Y detrás de ella, una vieja puerta de madera que conducía a un oscuro pasadizo.

- Por favor, no vuelvas a hacer esto.- Pidió, mirando a su hermano.- Puede ser peligroso. No vuelvas a entrar ahí hasta que Abel y yo revisemos todo y verifiquemos que es seguro, ¿de acuerdo?

- Está bien, hermano.- Sonrió el menor.- Lo prometo.

- Gracias. Ven, vamos a desayunar.- Le sonrió de vuelta el peli-blanco.- Abel y Kanon estarán felices de saber que estás bien.

Cuando Cain intentó tomar de la mano a su hermano, se sorprendió por lo fría que estaba. Las mañanas solían ser algo frías, pero no era para que su mano estuviera así de helada.

- ¿Estás bien, Cain?

- Sí, no es nada.- Afirmó, sonriendo.- Vamos.

Los dos hermanos volvieron a la casa, avisándole a sus otros dos hermanos que ya todo estaba bajo control.

- Nosotros cómo imbéciles buscándolo, y el bebé llorón rezando.- Mencionó Kanon, sentándose a la mesa, frente a Saga.

- Imbécil siempre haz sido y serás, Kanon. Por algo es que papá ya ni siquiera se molesta contigo.- Respondió Saga, sorprendiendo a sus hermanos.- ¿Qué?, ¿no lo sabías todavía?

- Saga-

- Te la pasas diciendo y haciendo cosas mucho peores, Abel. No te hagas el santo ahora.- Interrumpió a su hermano mayor.- Te agarras a golpes con papá, ¿y quieres decirnos a nosotros qué es correcto y qué no?

- ¡¿Qué dijiste, mal-

- ¡Cálmense todos!- Interrumpió Cain la discusión, poniéndose enmedio de todos.- Saga, ¿pasa algo malo?, ¿te duele algo?, ¿te sientes mal?

- Estoy perfecto, Cain. Simplemente me dí cuenta de lo sumamente mierdas que son todos.- Respondió el peli-violeta.- Sin ofender, hermano. Pero no olvides que eres un hijo, no la esposa ni la madre, y nunca lo serás. No intentes calmar tu consciencia con nosotros.

Caín dejó caer el frasco de jalea en sus manos, que se hizo pedazos en el suelo. Definitivamente, algo estaba mal con Saga, él jamás diría algo como eso.

Abel no pudo contenerse más al ver a Caín lagrimear, y le dió una bofetada a Saga.

- ¡Ya fue suficiente, maldito ingrato!- Retó al niño.- ¡Si tanto te molesta, vete a tu habitación!

Saga solo gruñó, para después levantarse e irse, subiendo las escaleras corriendo.

- ¿Y ahora qué mosca le picó?- Cuestionó Abel al aire.

- Más bien, ¿quién era ese y qué hizo con Saga?- Se sumó Kanon.

- Ya basta los dos.- Intervino Cain, limpiandose las lágrimas.- Kanon, ya deja de molestarlo. Y Abel, no vuelvas a hacer eso.- Añadió.- Iré a ver qué le pasa. Ustedes batan unos huevos y busquen algo de mantequilla, enseguida vuelvo.

Una vez dejó las indicaciones, fue a la habitación de su hermano. Llamó a la puerta, sin obtener respuesta. Cuando ingresó, sintió la misma sensación que en la iglesia, un miedo inexplicable y una angustia sin razón, inundando cada célula de su ser. La temperatura también se sentía diferente, mucho más baja que en el pasillo, a pesar de que el sol ya brillaba en el firmamento.

Notó que las cortinas estaban cerradas, dejando la habitación en penumbra, pero no veía a su hermano.

Con miedo, ingresó a la habitación, escuchando la puerta cerrarse con fuerza. Quiso convencerse de que había sido el viento, aunque la ventana estaba completamente cerrada.

Avanzó hasta la cama, donde vió a su hermano sentado en el suelo, junto a la mesa de noche, con sus piernas encogidas y su rostro escondido entre sus rodillas.

- Saga...

Intentó llamarlo, pero no obtuvo ninguna respuesta. Volvió a intentarlo, obteniendo ahora un escalofriante gruñido.

- Saga...

En el tercer intento, la respuesta fue a su hermano abalanzándose sobre él, comenzando a golpearlo y arañarlo en el rostro.

Intentó defenderse, pero era demasiado fuerte, y no tuvo más opción que gritar por ayuda. No entendía cómo de pronto tenía tanta fuerza para someterlo de esa forma. Era como si estuviera luchando contra un adulto más grande y más fuerte que él.

- ¡Caín!

Al escuchar la voz de Abel, y los fuertes golpes en la puerta, intentó escabullirse para huir, sin éxito alguno, terminando con una mordida en la mejilla.

- ¡Saga, suéltalo!

Su padre y su hermano lograron derribar la puerta y entrar a la habitación. Intentaron quitarle a Saga de encima, pero incluso ellos tenían problemas para contenerlo.

- ¡Aah!

- ¡Kanon, llama a una ambulancia!- Gritó su padre, intentando inmovilizar a Saga con ayuda de Abel.

Saga no le había soltado la mejilla, y durante el forcejeo con los otros dos adultos, terminó arrancándole un pequeño pedazo de carne con los dientes. El dolor era insoportable, y la humedad en su mejilla le hizo saber que era grave.

Los servicios de emergencia llegaron unos minutos después. Kanon, a pesar de haber estado asustado, fue lo suficientemente inteligente para no solo pedir ayuda médica, sino también de la policía. Fue necesario usar un sedante y un par de oficiales para controlar a Saga.

Caín fue atendido de inmediato por los paramédicos y trasladado junto con Saga a un hospital. Kanon, Abel y Aspros fueron llevados hasta el hospital por los oficiales, Kanon había salido ileso, pero Aspros y Abel necesitarían una revisión médica.

- ¿Qué le ocurrió a mi hijo, doctora?- Preguntó Aspros, cuando el médico a cargo de Saga lo mandó a llamar.

- Todo apunta a qué fue un brote psicótico.- Explicó la mujer.- ¿El niño padece algún trastorno?

- No, pero no me sorprendería.- Respondió.- Yo padezco de bipolaridad tipo 2.

- ¿Ha sufrido alguna pérdida o un evento traumático recientemente?

- Hace un año, su madre murió en un accidente automovilístico.- Contó brevemente esa historia.- Él y su gemelo iban con ella. Su hermano se desmayó por un golpe, pero él vió todo... Quedó prácticamente ileso, pero... Vió morir a su madre, atravesada por un metal.

- ¿Ha recibido algún tipo de ayuda después de ese incidente?

- Sí. Pasó varios meses sin siquiera hablar, estuvo en terapia con un psiquiatra y un psicólogo en nuestra ciudad anterior. Le dieron el alta dos semanas antes de mudarnos.

- Quizás tengan que llamarlos. Esperaremos a que pase por completo el efecto del sedante, y podrá llevárselo a casa.- Mencionó la mujer.- Su otro hijo ya está bien. Muy adolorido, pero bien, le daremos algunos analgésicos para el dolor y antibiótico para prevenir infecciones, y también podrá irse a casa.

- Gracias.

Tal y como dijo la doctora, esperaron el tiempo correspondiente, les dieron el alta a ambos chicos, y volvieron a casa. Aunque Saga siguió comportándose bastante extraño durante el trayecto, gruñendo bajo, mostrando los dientes y mirando amenazante a todos.

Los siguientes días, la situación no mejoró. Saga pasaba todo el día encerrado en su habitación, y se comportaba bastante agresivo con todos. Así que después de que casi los dejara igual que Cain dos veces, optaron por ponerle los medicamentos molidos en la comida, y simplemente dejar ésta en la puerta y mantener la distancia.

Las restauraciones en la abadía comenzaron, con los planos que Abel y Cain habían logrado hacer en tiempo récord. Y con ellas, también llegó una visita al lugar, el sacerdote del pequeño pueblo del rededor.

Un joven de larga cabellera lila y ojos esmeralda, con el nombre de Mu. Según lo que les contó, un sacerdote recién ordenado, y asignado a la pequeña parroquia del pueblo, a su corta edad de tan solo 21 años.

Todo parecía estar en orden, nada fuera de lo extraordinario, hasta que Saga apareció en las escaleras, mirando desafiante al joven sacerdote, quién palideció al chocar la mirada con el niño.

Saga intentó atacarlo, pero Abel, Caín y Aspros reaccionaron a tiempo, sujetándolo con fuerza, teniendo que someterlo contra el suelo e inyectarlo con un sedante para calmarlo. Pero desafortunadamente, el sedante parecía no hacer efecto, y solo haberlo hecho enfadar aún más.

- ¡Corre!- Kanon sujetó de la mano al peli-lila, para tirar de él y huir hacia fuera de la casa, justo a tiempo para impedir que su gemelo le saltara encima.

Los dos corrieron por todo el terreno, siendo perseguidos por el enfurecido peli-violeta, hasta que lograron cruzar la barda metálica, cerrando la puerta tras ellos. Por alguna razón, eso fue suficiente para detenerlo, como si algo le impidiera ir más allá de los límites de la abadía.

Kanon se dió cuenta de eso, la reja no tenía siquiera el pasador, perfectamente podría abrirla y seguirlos, pero no se atrevía ni siquiera a sacar los brazos hacia ellos. Y al ver los ojos de su gemelo... Soltó un grito ahogado al ver cómo parecían estar inyectados en sangre, siendo sostenido por el sacerdote.

- ¡¿V-Viste eso?!- Tartamudeó asustado, aferrándose al peli-lila.

Aspros, Cain y Abel aparecieron para tratar de contener a Saga, sin demasiado éxito en su misión, pero al menos teniendo la tranquilidad de que Kanon estaba a salvo.

- Lo ví.- Murmuró el joven, igual de asustado que el niño.- Yo... Lo ví. Eso... Hay algo malo en este lugar.

- ¿Q-Qué quieres decir?- Preguntó Kanon, mirando con temor como tres adultos tenían problemas para contener a un niño de 12 años.- ¿Y-Ya se volvió loco?

- Ese no es tu hermano.- Afirmó Mu, mirando la escena, desconcertando a Kanon.- No sé qué sea, pero no es tu hermano. Se apoderó de su cuerpo, y quiere hacerles daño.

En otras circunstancias, Kanon habría tomado a loco a ese sacerdote, pero desde el día que llegaron ahí, habían pasado cosas demasiado extrañas. El ambiente se sentía extraño, amenazante, y las pesadillas de Caín, el cambio tan radical de Saga... Era como si de verdad alguien hubiera usurpado la identidad de su gemelo.

- ¿Qué hacemos?- Cuestionó al peli-lila, mirando con angustia como Aspros ya tenía una herida sangrante en la cabeza, y Abel un labio roto, mientras seguían luchando por contener a Saga.

- Me temo que ninguno de nosotros puede hacer nada.- Admitió con temor el peli-lila.- Pero yo debo informar esta situación y pedir ayuda. Es nuestra única esperanza.

Kanon se aferró al joven cuando Abel acorraló a Saga contra la reja para inmovilizarlo, mientras el peli-violeta gruñía como un animal rabioso.

Los trabajadores que estaban apoyando en la remodelación, al darse cuenta del escándalo, fueron a ver qué ocurría, y ayudaron a la familia a contener al chico. Al final consiguieron llevarlo a su habitación y cerrar la puerta por fuera, buscando prevenir una fuga hasta que el médico del niño llegara.

Kanon no quiso entrar a la casa de nuevo, y le pidió a Mu que lo llevara con él. Abel y Cain intentaron calmarlo, diciéndole que todo estaba bajo control, pero Aspros decidió darle el permiso, y nada pudieron hacer. Los trabajadores cumplieron su horario de trabajo y se retiraron poco después también. Así que ahora eran solo Abel, Cain, Aspros, el médico que había llevado el caso de Saga, y el niño en la enorme vivienda.

- Saga, ¿puedo pasar?- Llamó el médico a la puerta del niño, abriendo un poco la puerta.- ¿Cómo te encuentras?

El niño estaba en la cama, con las piernas dobladas, y los brazos sobre ellas, mirando fijamente al médico.

- Tu padre y tus hermanos ya me contaron lo que pasó.- Mencionó el peli-blanco.- ¿Quieres hablar al respecto?

El menor soltó una pequeña risa burlona, y alzó la mirada, observando de una forma tenebrosa al psicólogo.

- ¿Por qué mejor no hablamos sobre cómo estás tan obsesionado con mis hermanos, Odysseus?- Siseó con malicia.- ¿Crees que no me dí cuenta de cómo mirabas a Abel, aún cuando estabas con Cain?, ¿y de cómo sigues viendo a Caín, aún cuando ya te estás cogiendo a otro?

- N-Nada de eso es cierto, Saga.- Respondió con algo de temor el peli-blanco. Había algo muy diferente en la mirada de Saga.- Tu hermano y yo somos buenos amigos, y nada más.

- ¡Ja!, seguro...- Se burló el menor.- Seguro que besas y te coges a un amigo en los baños de la universidad, y en un armario, y en el asiento trasero de tu auto, frente a una iglesia ¡para que sus padres los descubran!

Odysseus se sorprendió demasiado que Saga supiera esos datos, estaba asustado por ese comportamiento, pero debía mantener la calma, aunque también hablar con Cain al respecto.

Decidió salir de la habitación, sin quitarle los ojos de encima al niño ante un posible ataque, obteniendo una siniestra sonrisa que quedó grabada en su mente.

En la entrada del pasillo se encontró con Cain, y de inmediato procedió a contarle todo, así como preguntarle si le había dicho algo de esa información a Saga o lo escuchó hablando con alguien. Caín estaba igual de sorprendido, jamás había hablado con nadie de ese tema, mucho menos con Saga, no entendía cómo se enteró.

- Quizás fue simplemente parte de la psicosis entonces.- Suspiró nervioso.- Lo lamento mucho, Cain. Pero esto realmente parece ser algo grave, necesito decirle a tu padre la situación y-

- ¿Y qué, doctor?

Al escuchar la voz de Saga, ambos adultos se paralizaron, notando al niño detrás de Odysseus, sosteniendo un cuchillo contra la espalda del médico.

- Saga, cálmate por favor.- Intentó razonar Cain con su hermano.- Dame el cuchillo.

El niño soltó una risa cínica, jugando con el arma en sus manos.

- Saga, por favor dame el cuchillo.- Insistió Cain.- ¡No estoy jugando, Saga!, ¡dame ese cuchillo ahora!

En un movimiento extremadamente rápido, Saga movió el cuchillo, haciéndole un corte en la palma de la mano a su hermano. Antes de ser retenido por Odysseus, y Abel y Aspros, que subieron las escaleras al escuchar a Cain gritar.

Cómo pudieron, volvieron a encerrar a Saga en su habitación, y le curaron a Cain la herida. Odysseus se marchó, no sin antes decirles que lo mejor era trasladar al niño a un hospital psiquiátrico, no podrían contenerlo ellos solos.

En cuanto el médico se fue, y por temor a que Saga hiciera alguna locura como tratar de escapar saltando por la ventana, Aspros y Abel se las arreglaron para atarle las manos a la cabecera de la cama con un par de sábanas. Tendrían que mantenerlo así hasta que Odysseus y Ecarlate tuvieran lista la orden de internamiento, y el hospital en el que encontraran disponibilidad, enviara el personal a recogerlo. Pero todo ese proceso llevaría al menos dos semanas, no podían arriesgarse a más heridas.

Más tarde, cuando ya estaba cerca la noche, Aspros y Abel fueron al pueblo. Aspros a comprar algunos víveres, y Abel a buscar a Kanon a la iglesia del pueblo, dónde lo encontró al lado del joven cura, en el patio de la misma.

- ¡Ni loco regreso a esa casa!- Se negó el niño cuando su hermano le dijo que debían irse, escondiéndose detrás del sacerdote.

- No seas infantil, Kanon.- Reclamó el pelinegro.- Ya suficiente molestia diste toda la tarde. Vámonos.

- ¡No!

Ambos hermanos estaban por iniciar una discusión, cuando su padre llegó para detenerla.

- Déjalo, Abel.- Intervino.- Confío en qué está en buenas manos. Aprender algo de un joven tan educado y recto no le vendría nada mal.- Añadió, mirando con una disimulada sonrisa al peli-lila, quién solo desvió la mirada, incómodo.- Si a usted no le molesta, claro. Estamos teniendo algunos problemas en casa, quizás pueda ayudar a mi hijo a encontrar un consuelo en la iglesia.

- Por mí no hay problema.- Respondió Mu, intentando ignorar la mirada del mayor.- Las puertas de la casa del Señor siempre están abiertas para quien lo necesite.

- Se lo agradezco, padre.- Mencionó Aspros, besando el dorso de la mano del joven, provocándole una incomodidad notoria.- Vendré mañana a primera hora por él entonces.

Abel notó el comportamiento de su padre, así como la incomodidad del chico, y no dudó más en intervenir.

- Ya es hora de irnos.- Interrumpió, casi jaloneando a su padre.- Cain se quedó sólo con Saga.

Aspros no dijo nada, solo le sonrió al joven cura, y se marchó al lado de su hijo mayor.

Después de que se fueran, Mu suspiró incómodo, siendo observado por Kanon.

- Debiste golpearlo.- Dijo el niño.- No es la primera vez que hace algo como eso, con chicos y chicas, es igual.

Mu tragó grueso al escuchar eso. Vaya que esa familia tenía todas las características para ser víctimas de un ataque del tipo espiritual. Pero ahora su misión era resguardar a ese niño.

- No te preocupes por mí.- Mencionó el peli-lila.- Mi maestro ya está al tanto de lo que pasa, llegará mañana, así que por ahora es mejor descansar.

- ¿Crees que Saga de verdad está poseído?

- No lo sé con certeza, Kanon. Soy solo un sacerdote, sigo preparándome.- Suspiró.- Pero haremos todo lo que podamos para que tu hermano esté mejor.

Kanon asintió, y fue a la pequeña casa junto a la iglesia, al lado del peli-lila. No sabía porqué, pero ese cura le recordaba a su madre, y eso le transmitía demasiada paz.

- Kanon, ¿qué pasó el día del accidente?- Preguntó Mu, mientras se encontraban cenando algo en el comedor.

- La verdad, no recuerdo mucho.- Admitió el niño.- Ese día, habíamos ido todos a la iglesia. Aspros nunca ha sido tan devoto, pero mamá sí lo era y nos obligaba a ir cada domingo a misa. Ese día hubo un evento en la iglesia. Todo fue bastante divertido, pero comenzó a nublarse. Mamá pensó que iba a llover, así que ella y Abel fueron a buscar a Cain, mientras Saga y yo seguíamos jugando.- Contó el peli-azul.- De ahí, no sé qué pasó. Mamá apareció de pronto y nos pidió que subiéramos al auto a Saga y a mí. Abel y Aspros armaron un escándalo, eso es todo lo que sé porque escuché sus gritos.

- ¿Siempre se han llevado así de mal?

- Nunca hemos sido tan cercanos a Aspros. Pero desde que mamá murió, las cosas se volvieron peores.

- Entiendo.- Asintió Mu.- ¿Qué más pasó ese día, Kanon?, ¿por qué dices que fue tu culpa?

- Pues, comenzó a llover. Yo, quería seguir jugando, pero mamá nos hizo subir al auto, y arrancó.- Continuó.- Mamá estaba alterada y muy nerviosa, estaba llorando. Yo solo seguía renegando porque quería quedarme jugando. No dejé de quejarme una y otra vez, ella volteó para responderme, y... Perdió el control.- Añadió, con un leve sollozo.- El coche dió muchas vueltas, y no sé qué más pasó, me desperté en el hospital. Dicen que me pegué muy fuerte en la cabeza y me desmayé antes de chocar.- Dijo con su voz temblando.- Por eso todos creen que fue mi culpa.

- Kanon, fue un accidente.- Mencionó Mu.- Esas cosas desgraciadamente pasan, no hay forma de saber lo que va a pasar. Estoy seguro de que si tu mamá estuviera aquí, ella te diría que no es tu culpa.

- Hice un berrinche estúpido... Nunca pude disculparme por hablarle tan feo.

- Estoy seguro de que ella ya te perdonó.- Dijo con una gentil sonrisa.- Mejor descansa. Mañana viene tu padre por ti a primera hora.

Kanon se quedó a dormir en la habitación de Mu, mientras que el peli-lila se quedó en el sillón de la sala, aunque realmente no pudo dormir nada. Pasó toda la noche investigando la historia de la abadía, y buscando alguna información sobre el accidente en el que murió la madre de Kanon. Sentía que de alguna forma, los eventos estaban conectados.

Al otro día, tal y como prometió, Aspros apareció alrededor de las diez de la mañana en la puerta de la iglesia, con un pequeño ramo de flores blancas, con la excusa de ser un agradecimiento por recibir a Kanon.

Mu realmente comenzaba a sentirse tentando por la sugerencia de Kanon, pero debía ser más inteligente y sacar algo de provecho de esa situación.

- Muchas gracias, pero no era necesario.- Agradeció, sosteniendo el ramo.- Solo cumplía mi deber.

- Por favor, no sea modesto.

De nuevo, ese maldito gesto de besarle el dorso de la mano... El peli-lila tuvo que hacer uso de todo su autocontrol y rezar internamente por no perder los escrúpulos.

- Kanon me contó un poco de los problemas que tienen en casa.- Mencionó, tratando de pasar por alto las miradas del mayor.- Me contó un poco más sobre Saga, y aunque iniciamos con el pie izquierdo, quisiera tratar de acercarme un poco a él y tratar de ayudarlo. Kanon dice que pasar un tiempo aquí le sentó bien, quizás podamos hacer algo por Saga.- Añadió, tratando de persuadir al contrario.- Debe ser difícil ser la cabeza de familia, cargar solo la responsabilidad de cuidar de cuatro hijos, ser el proveedor, y encima, supervisar una obra de restauración, próxima a venderse.- Añadió con una sonrisa, mientras internamente pedía perdón a su dios por lo que estaba haciendo, pero era por ayudar a alguien.- Algo de ayuda celestial no le vendría mal, ¿no cree?

- Puede que tenga razón, padre.- Respondió el mayor, atreviéndose a acariciar un mechón de su cabello.- Usted es bienvenido, a la hora que desee.

- Le platiqué a mi superior sobre su caso, y accedió a hablar un poco con Saga para aconsejarlo.- Comentó el peli-lila, siguiéndole el juego.- Quizás, él pueda hacerse cargo sólo. Pero usted tal vez necesite confesarse, o escuchar un poco de la palabra, en privado. Yo podría hacerlo, si usted lo desea, claro.

- Quizás le tome la palabra, padre.

- Bien, entonces, nos vemos más tarde.- Finalizó con una sonrisa, guiñando un ojo, para después irse. Vaya que eso había sido de las cosas más incómodas de toda su vida.

Kanon volvió a casa al lado de su padre, dónde el ambiente se sentía aún más denso y frío que antes. Incluso la temperatura dentro y fuera de la estructura parecía ser diferente. Saga parecía haberse calmado, ya que no escuchaban ruido en la habitación, y cuando se asomaron, estaba dormido. Hasta el mediodía.

- Tráiganme al padre.- Gruñó el niño con una voz gutural, ronca, y demasiado tétrica, mirando a su padre y hermanos mayores. Kanon era el único que mantenía la distancia, escondido tras la puerta.- ¡Tráiganme a ese padre!

Mientras esa escena ocurría, un sacerdote de edad ya algo avanzada, había arribado a la iglesia del pueblo, encontrándose con el joven cura.

- Maestro Shion.- Saludó el peli-lila, haciendo una leve reverencia.- Gracias por venir.

- No fue fácil, Mu. Pero realmente parece grave la situación.- Respondió el mayor.- ¿Lograste averiguar algo más?

- No mucho.- Suspiró.- Solo el accidente, fue un choque a causa de un exceso de velocidad y la lluvia. El padre es una persona bastante desagradable, y los hermanos mayores parecen preocuparse demasiado por los gemelos más jóvenes.- Contó el joven.- A pesar de su fortuna, la familia es bastante reservada, y casi no encontré información sobre otros parientes.

Shion escuchó atentamente a Mu, analizando la situación, poniendo en orden lo que sabían. Hace años que no veía un caso así, hace años que un exorcismo no era necesario.

- Por lo que describes, toda la familia va a terminar muerta si no hacemos algo.

Al escuchar esa voz tan familiar, dirigió su mirada a la entrada lateral de la iglesia, notando una brillante y larga cabellera dorada, avanzando hacía ellos.

- Shaka...

- Hace dos años que no nos veíamos, Mu.- Sonrió ligeramente el rubio.- Ya eres todo un sacerdote, y próximamente, exorcista.

- ¿Qué haces tú aquí de cualquier modo?- Cuestionó el peli-lila con curiosidad.- Creí que no eras creyente.

- Te lo dije cuando nos conocimos en mi país hace dos años, y te lo repito ahora: el budismo no es una religión, sino un forma de vida.- Explicó con calma el blondo.- Soy solo un practicante más de ello, pero en cuánto Shion me contó sobre este caso, sentí que podría ser de ayuda.

- Espero que tu corazonada no sea errónea.

Mu terminó de contarles y mostrarles a ambos toda la información que había obtenido, así como explicarles su plan para ingresar y que Shion pudiera verificar o desmentir las sospechas que tenían. Cuando uno de los integrantes de la familia apareció, solicitando la presencia del padre.

Mu sentía que algo no andaba bien, un gigantesco sentimiento de miedo lo estremeció, pero sabía que era su deber. Shion y Shaka también fueron, con la excusa de estar ahí para ayudar a Mu. Caín, quién había ido a buscarlo, no tuvo problema alguno y accedió.

Así, los cuatro llegaron a la abadía, dónde al instante sintieron la pesadez en el ambiente. Pero siguieron al chico, e ingresaron, hasta llegar a la sala, dónde se encontraban el padre de familia y dos de los hermanos restantes.

Cuando Aspros vió a Shaka, su rostro palideció por un momento, quedando paralizado ante la presencia del joven. Dicho comportamiento no pasó desapercibido para nadie, pero fue Abel quién reaccionó, explicando lo ocurrido con Saga, y que había pedido la visita del sacerdote.

Mu estaba aterrado, pero decidió acudir a la habitación. Conforme avanzaba, sentía como si el pasillo fuera haciéndose más angosto, y el sentimiento de angustia iba en aumento, a pesar de que los demás no estaban a más de un metro de distancia. Cuando por fin llegó, abrió la puerta con temor, e ingresó lentamente...

Lo siguiente que vieron fue al joven peli-lila siendo lanzado fuera de la habitación por una fuerza invisible, haciéndolo estrellarse contra la pared de piedra, para después caer inconsciente al suelo.

- ¡Ese no, idiotas!- Gruñó el menor, con esa macabra voz, que ya no se parecía en nada a la suya.- ¡El otro!, ¡tráiganme al otro!

Todos intentaron acercarse para ayudar a Mu, especialmente al ver la sangre brotar de una pequeña herida en su nuca. Pero no podían llegar a él por más que intentaban, era como si un torrente de viento les impidiera el paso.

Shion fue el único que logró pasar, hasta llegar al frente de la puerta abierta.

- ¡Mu!- Llamó al joven, sosteniendolo en brazos.- ¡Mu, reacciona por favor!

- Te estaba esperando... Shion.

Al escuchar de nuevo esa voz, sintió temblar cada fibra de su ser. Con miedo, alzó la vista, y observó al niño. Tenía una tétrica sonrisa burlesca, y esos ojos... No, otra vez no.

- ¡Entra ahora o ese hijo de perra se muere!

No quería, definitivamente no quería hacerlo. Sabía bien que no podía sólo con eso. Pero entonces notó como Mu comenzó a tener dificultad para respirar, cómo si alguien le apretara el cuello.

- ¡Está bien, pero deja ir a los demás!- Finalmente aceptó la condición, desesperado por salvar al chico.

Al verlo respirar de nuevo y recobrar un poco la consciencia, se puso de pie y estuvo por ingresar, pero alguien intervino, impidiéndole el paso y cerrando la puerta, colocando un pergamino en la superficie.

- ¡Muevanse rápido! No lo detendrá por mucho tiempo.

Apenas Shaka dijo esas palabras, todos huyeron escaleras abajo, tratando de alejarse lo máximo posible de esa habitación, llegando hasta la sala en la planta baja.

Ahí todo se volvió un caos. Todos estaban asustados, y con muchísimas preguntas. Simplemente no encontraban una explicación lógica a lo que acababa de pasar, y los gritos de histeria echándose la culpa uno al otro, no tardaron en hacerse presentes.

- ¡Ya basta!- Intervino Shion, callando la discusión.- ¡Esto es lo que quiere!, Con esto solo lo fortalecen aún más.

- ¿De qué carajo está hablando?- Cuestionó Abel, harto de todo.

Sin más escape, tuvo que decirles la verdad, ese ya no era Saga, sino un demonio que había tomado su cuerpo. Los tres adultos no dijeron nada por unos segundos, si no hubieran visto lo ocurrido minutos atrás, así como la herida que tenía Mu en la cabeza, confirmando que no había sido una alucinación ni nada de eso, seguramente no creerían ni media palabra. Pero aún así seguían dudando.

- Es un demonio demasiado fuerte, y aquí encontró una fuente de alimento muy grande.- Explicó el exorcista.- Ya ganó demasiado poder, si sigue así, pronto será capaz de poseer a más de uno a la vez, y de salir de la abadía libremente.

- ¿Qué hacemos entonces?- Cuestionó nuevamente Abel.

- Ustedes deben irse de aquí, alejarse lo más que puedan.- Respondió Shion.- Saga era el que estaba más débil mental y espiritualmente, pero ahora podría ir por cualquiera que tenga la misma sangre.

- ¡No!- Caín de inmediato se negó a lo pedido.- Todo esto es mi culpa... Si fue presa fácil para eso, fue por lo que yo provoqué... No voy a dejarlo sólo, yo me quedo.

Shion estaba por decir algo, cuando Abel habló.

- ¡El único culpable aquí es Aspros!- Soltó el azabache.- Él debería quedarse en todo caso.

- ¿Tengo que recordarte que no eres un santo, Abel?

- ¡Al menos yo no traicioné a mi esposa el día de su muerte!

- ¡Abel!

Kanon observaba y escuchaba todo, aferrándose a Mu. Pero al escuchar las palabras de Abel, no dudó en preguntar, a lo que sus hermanos y su padre solo desviaron la mirada.

- ¡¿Qué significa eso, Abel?!

- Te ibas a enterar tarde o temprano de cualquier forma.- Suspiró el pelinegro.

- Abel, no-

Caín trató de interrumpirlo, pero Abel continuó.

- El día del accidente, cuando mamá y yo fuimos a buscar a Cain, ella lo encontró... Con Odysseus. Fue un pequeño alboroto, pero llegué, y no escaló a mayores, y acordaron que lo hablarían después.- Contó la parte de la historia que Kanon desconocía.- Pero... Cuando fue a buscar a Aspros...

- No te atrevas.

- Lo encontró en los baños de la iglesia con otra mujer.- Soltó Abel a pesar de la amenaza de su padre.- Por eso volvió llorando y tan alterada con ustedes, yo me quedé encarando al imbécil este.

Caín no sabía qué hacer. Aspros y Abel parecían querer matarse con la mirada, y Kanon había comenzado a llorar en silencio.

- ¡¿Cómo pudiste hacerlo, desgraciado?!- Reclamó enfadado el niño a su padre, cuando Caín trató de calmarlo.- ¡¿Por qué lo hiciste?!, ¡por tu culpa ella murió!

Aspros ignoró completamente a su hijo menor, manteniendo la mirada fija en Abel.

- ¡Ya basta!- Intervino Shaka, deteniendo el puño de Aspros antes de que impactara en la mejilla de Abel.- Con pelear no se va a solucionar nada.

Aspros miró detenidamente al rubio, relajando su semblante, y bajando su puño. Había algo en ese chico que le recordaba a alguien, pero... No, no podía ser, ¿cierto?

- Lo siento. Creo que tienes razón.- Suspiró, mirando al blondo.- Disculpa, ¿cuál es tu nombre?

El chico lo miró fijamente por unos segundos. Él también sospechaba de algo, pero no era momento para eso.- Shaka.

- Si van a quedarse, entonces necesito que se confiesen primero.- Mencionó Shion, notando que la herida en la cabeza de Mu poco a poco dejaba de sangrar, pero necesitaría una revisión.- Pero aquí no es seguro. Vayamos a la iglesia del pueblo, para curar a Mu, y que Kanon y él se queden ahí, mientras nosotros nos hacemos cargo.

Kanon seguía sollozando, pero Mu logró calmarlo lo suficiente y convencerlo de irse. Caín tampoco cedió fácil, pero al final accedió. Y Abel no le quitó los ojos de encima a Aspros en todo el camino.

Al llegar a la iglesia, Shion se encargó de verificar que la herida de Mu no era tan profunda, y con una curación estaría bien. Kanon no se apartó del peli-lila en ningún momento, aún seguía enfadado por lo que le habían revelado hace unos minutos. Caín se les terminó uniendo, ya se sentía demasiado mal como para seguir aguantando a su padre y a su hermano, además de que Kanon lo necesitaba más.

Abel se mantuvo alejado de todos, quizás había sido una imprudencia soltarle esa información a Kanon, pero ya era tarde para arrepentirse.

Y Aspros... Después de varios minutos meditandolo, decidió acercarse al joven de cabello dorado. Las dudas se lo estaban comiendo vivo.

- Entonces, Shaka...

- ¿Puedo ayudarle en algo?- Cuestionó el rubio, sin el menor rastro de intimidación... Vaya que se parecía a él.

- ¿Puedo saber cuál es tu apellido?

- Laghari.- Respondió con desconfianza el joven.

Al escuchar ese apellido, soltó un respingo. ¿Era posible?, ¿de verdad...?

- Sí. Uno de mis padres se llama Asmita.- Añadió el blondo, cómo si pudiera leerle la mente.- Y el otro Defteros.

- ¿Tú...?

- Sí, sé todo lo que pasó.- Afirmó Shaka.- No te preocupes, no diré nada.

- Te pareces demasiado a él.

- Y tú eres tal y como mis padres te describieron.

Al ver a Abel acercarse, Aspros se levantó de la banca para evitar otra pelea. Era como si Shaka llevara en él algo de la esencia de Asmita, e igual que él, su simple presencia lograba calmarlo.

- Si vas a ir con Saga, ve a confesarte.- Dijo el azabache.

- Gracias, Abel.

Esa fue la corta respuesta de Aspros, para después ir al confesionario. Dejando solos a ambos jóvenes.

Una vez terminadas las confesiones, todos, a excepción de Mu y Kanon, partieron a la abadía, listos para esperar cualquier cosa. No sin antes, recibir algunas indicaciones de Shion, cómo no hablar con el demonio, no responderle, no acercarse demasiado, y no tocarlo. Además de que si las cosas se complicaban, repitieran en voz alta una oración que supieran de memoria.

Abrieron la puerta, e ingresaron a la casa. Subieron con cuidado a la habitación, pero solo se llevaron la terrible sorpresa de que estaba vacía, las sábanas hechas girones, el colchón despedazado, y los muebles de la habitación tirados. Todo el cuarto era un desastre.

Shion sabía que era una muy mala señal, si había logrado salir de la habitación, significaba que había adquirido más fuerza, y exorcizarlo sería más difícil. Cada segundo que perdían, era un segundo de ventaja para él, estaban en una carrera contra el reloj.

Debían encontrarlo cuánto antes, pero no sabían dónde podría estar. Hasta que Cain les habló del pasadizo en el sótano. Lo encontraron, pero también se percataron de un fuerte aroma a azufre.

Ninguno se atrevió a pasar por ese estrecho pasaje, era demasiado peligroso. Así que intentaron volver a subir, pero la puerta se cerró y fue imposible abrirla.

- No hay opción.- Habló Shion.- Vamos a tener que pasar.

- ¿Está loco? Es demasiado inestable.

- Y si nos quedamos aquí, vamos a terminar muriendo de todas formas.- Replicó Shaka a las palabras de Abel.

Sin más remedio, comenzaron a ingresar por el túnel, no debía ser demasiado largo, pero cada vez era más y más estrecho, y parecía alargarse. Shaka iba al frente de todos, seguido por Cain, Shion, Abel, y Aspros hasta el final.

Después de un largo rato, y por poco desmayarse, consiguieron llegar al otro extremo, el santísimo de la iglesia de la abadía, tal y como había dicho Cain.

Al salir de la cámara, pudieron ver al niño, sentado en una de las viejas bancas del frente, mirándolos con burla. Con sus ojos inyectados en sangre, y unas cuantas heridas en la cara y brazos.

- Hasta que llegas, Shion.

- ¿Dónde está Saga?- Interrogó el peli-verde, intentando ignorar el miedo que lo invadía.

- ¿Tú dónde crees?- Rió esa espeluznante voz.- En el mismo lugar donde terminó tu maestro por tu cobardia hace años, y dónde irán todos ustedes.

Las carcajadas resonaron por todo el lugar, haciendo retumbar los cristales, helando la sangre de todos.

- ¡Liberalo ahora!

- No estás en condición de exigir nada, padre inútil.- Volvió a burlarse el ente.- Sabes bien que cualquier daño que me hagas, se lo harás a este mocoso imbécil.

- ¡Devuélveme a mi hermano!

Caín no resistió más, y sujetó del cuello de la camisa al que alguna vez fue su hermano, ignorando la indicación de no acercarse.

- ¡Reacciona, Saga!, ¡tienes que volver!

- Tu hermano está tan muerto como tu madre, estúpido.

- ¡Cállate!

- ¿Te molesta que te recuerden lo que causaste, Cain?- Rió esa voz.- Fuiste tú el que causó todo esto. ¡Todo porque no fuiste capaz de mantener las piernas cerradas, maldita perra!

- ¡Cállate!

- ¡¿Tengo que recordarte que no te molestó abrirle las piernas al medicucho ese, sabiendo que está comprometido?!- La discusión cada vez se tornaba más agresiva.- ¡Eres una puta ramera, igual a la que le causó la muerte a tu madre!

Caín no logró resistirlo más, y terminó sollozando. Era como si esa cosa supiera exactamente qué decir para herirlo de la peor forma, cómo si supiera todo lo que pasaba por su mente...

De pronto, Saga lo sujetó del cuello, comenzado a apretar el agarre cada vez con más fuerza.

- ¡Caín!- Abel fue el primero en tratar de separarlos, seguido por los demás.

El agarre del niño era demasiado fuerte, no lograban soltarlo, ni siquiera aflojarlo, pero si no lo lograban, Cain iba a terminar muerto.

- ¡Saga, suéltalo!

- ¡¿De pronto te importan tus hijos, Aspros?!, ¡no parecían importarte tanto cuando te cogías a cuántos y cuántas podías!

Lograron liberar a Caín, aunque el joven había quedado inconsciente, y no parecía respirar. Pero ante las palabras de Saga, Aspros se quedó paralizado.

- ¡¿Ahora te avergüenzas, te avergüenza que tus hijos sepan tu pasado?!

- ¡Cállate!

- ¡Diles de una vez cómo jamás amaste a su madre, y solo te casaste con ella porque quedó embarazada. Pero tú siempre amaste al novio de tu hermano!

- ¡No es cierto!, ¡cállate!

- ¡¿No lo es?!, ¡está justo aquí el hijo del fruto prohibido que nunca pudiste tener!

Abel giró su vista a Shaka, quién solo desvió la mirada. Ese demonio era inteligente, quería quebrarlos para adueñarse de ellos también, y si seguía así, pronto iba a lograrlo.

Abel no entendía nada, pero no era momento para preguntar ni para pelear. Su hermano no respiraba, debía hacer algo para salvarlo.

- ¡In nomine iesu exorcist, in nomine iesu dic nomen tu, in nomine jesu si es ic manifestate!- Shion consiguió estrellarle en medio de los ojos, un medallón de hierro con un símbolo grabado, haciéndolo soltar un espeluznante grito.- ¡Vade retro, in nomi di padre!, ¡Saga, regresa!

El poseído intentó forcejear, pero el exorcista se mantuvo firme, repitiendo oraciones y llamando a Saga, tratando de recordarle quién era.

Shaka permaneció en su lugar, dónde simplemente se hincó y comenzó a rezar en un idioma que Abel no supo identificar. Aspros, tras recordar las indicaciones de Shion y ver a Shaka, decidió seguir el ejemplo del jóven, rezando las pocas oraciones que sabía de memoria.

Después de varios minutos, Abel consiguió que Cain volviera a respirar, aunque la estructura temblando, los gritos y gruñidos infernales que salían del cuerpo de su pequeño hermano, y las desesperadas oraciones de todos, le dejaron claro que era muy pronto para alegrarse.

Sin más remedio, se unió a las oraciones de todos los demás, recordando las que su madre le había enseñado de niño. Mientras intentaba proteger a su gemelo en sus brazos.

- ¡Sal de ahí, Asmodeo!

- ¡Jamás!

Después de ese grito, sintieron como si una enorme fuerza los arrojara a todos. La iglesia entera se sacudió con violencia, haciendo que todos los cristales se hicieran añicos, las columnas retumbaran y las imágenes religiosas cayeran. Shion soltó un grito de dolor al mismo tiempo que se escuchó el crujir del hueso de su brazo.

Abel cubrió a Caín con su cuerpo, buscando evitar que sufriera algún daño, y al alzar la vista, pudo ver el horror: Shion tenía el brazo roto, y había sido arrojado con violencia contra una estructura, abriéndose una herida en la cabeza por el golpe. Shaka yacía en el suelo, aún rezando en voz baja, con un golpe en la frente. Y Aspros había tenido la mala suerte de estrellarse contra un vitral, provocandole varias cortadas en todo el cuerpo, además del golpe de la caída que lo dejó inconsciente. Y Saga... No, Asmodeo, levitando en el aire, con esa maldita sonrisa en el rostro.

- ¡¿Creen que pueden ganar, asquerosos mortales?!- Rió el demonio.- ¡Sus pecados vendrán por ustedes!

En cuanto dijo eso, Aspros se levantó, sosteniendo un trozo de cristal en la mano, haciendo emerger la sangre de su palma herida.

- ¡¿Tanto odio le tienes a tus hijos por haber sido el último clavo en tu ataúd para casarte con una zorra que nunca amaste?!- Siseó el demonio, como si manejara al peli-azul con su voz.- ¡Pues ahora te doy la oportunidad de deshacerte de ellos!, ¡usa ese cristal, y mátalos. Deshazte de todo lo que te ate a esa sucia ramera!

Abel gruñó, igual que un animal herido, que a pesar de saberse condenado, lucha por su vida hasta el final. Tenía una cortada en la frente, y sabía que no tenía oportunidad contra un poseído, pero no iba a permitir que mataran a su gemelo enfrente de él.

- ¡Mátalos, mata a esos engendros que te ataron a una maldita vida miserable!- Volvió a incitar el demonio, mientras Abel cubría a Caín con su propio cuerpo.- ¡Mátalos a ellos, y a la maldita blasfemia que tuvo el hombre que se atrevió a rechazarte!, ¡acaba con todo lo que te ha hecho infeliz, con todo lo que te ha hecho pecar!... ¡Hazles sentir lo que ellos hicieron contigo!

Aspros avanzó hacia donde estaban los tres. Shion intentó decir algo, pero a duras penas podía mantenerse en pie después de ese golpe. Abel solo apretó a su hermano en brazos y se preparó para recibir el ataque en su lugar.

- El único... Que se irá al infierno... ¡Serás tú, maldito!- Inesperadamente, Aspros se lanzó contra Saga, logrando derribarlo.- ¡Si mi hijo no volverá, entonces al menos me aseguraré de devolverte al infierno!

Estuvo a punto de clavarle el cristal en la garganta, a pesar de los gritos de Shion para que se detuviera. Pero de pronto, perdió el control de sus movimientos.

- ¡Maldito humano estúpido!- Gruñó enfurecido el demonio.- ¿Te crees tan valiente?, ¡Veamos qué tan valiente eres con un cristal en el cuello!

Antes de que pudieran hacer algo, Aspros se apuñaló la garganta con el trozo de cristal, a pesar de que intentó resistirse. Cayendo de espaldas contra el suelo.

- ¡Papá!

- C-Cállate...- Murmuró con dificultad.- Cuida... A... Tus hermanos.

Y tras usar su último aliento para decirle esas palabras a Abel, Aspros finalmente cayó muerto por la herida.

Abel miró con horror lo ocurrido... Ya no había nada qué hacer, era su fin... Al menos Kanon estaba a salvo, y con ese pensamiento, abrazó a Cain, llorando en silencio, esperando su fin.

- Él tiene todo el mundo en sus manos. Tiene todo el mundo en sus manos.

Al escuchar esa canción, y al demonio gruñir, alzó la vista, encontrándose con Kanon y Mu. Kanon era quien cantaba esa canción.

- Tiene todo el mundo en sus manos... Pues hecho fue por Él.

- ¡Cállate!

Ahora era el demonio quién exigía furioso que se callara. La canción de Kanon parecía molestarle demasiado.

- Él tiene el viento y el agua... En sus manos. Él tiene el viento y el agua... En sus manos. Él tiene el viento y el agua... En sus manos.

- ¡Cállate, maldito bastardo!

- Pues hecho fue por Él.- Inspirado por el valor de su hermano, Abel decidió cantar esa canción también. Aún recordaba a la perfección la letra.

- ¡Cállate!, ¡cállense!

- ¡No me voy a callar hasta que me devuelvas a mi hermano!

- Después de tanto que lo humillaste y maltrataste, ahora resulta que lo quieres...- Se burló, intentando provocar a Kanon.- Qué ternura. El niño que se arrepiente cuando ya está muerta su víctima.

- ¡No lo escuches, Kanon!- Advirtió Abel.- ¡Está tratando de engañarte!

Por fortuna, Kanon no cayó en el engañó, y se mantuvo cantando esa canción, mientras Mu aprovechó la distracción para auxiliar a Shion y a los demás, para escapar de ahí.

- ¡Ya cállate, maldito engendro!

El demonio terminó bajando al suelo, cubriéndose los oídos, ajeno a que los demás ya habían escapado. Intentó atacar a Kanon con unos trozos de cristal, pero alguien se interpuso.

- ¡Abel!

- ¡Vámonos!

Aún con una profunda herida en el abdomen, y varias más en los brazos y rostro, cargó a su hermano y salió del lugar con él, alcanzando a los demás fuera de la abadía.

- ¡Abel...!

- No se preocupen por mí.- Jadeó el pelinegro ante la posible pregunta de su gemelo, que apenas se estaba reponiendo.- ¿Cómo estás?

- B-Bien.

- Tienen que irse de aquí.- Interrumpió Shion la conversación.- Les dije claramente que no hablaran con él, no respondieran ninguna pregunta, no cayeran en su juego... Ya vieron de lo que es capaz. Deben irse.

- Ya perdí a mis padres... ¡No voy a perder a mi hermano también!- Se negó Caín, con los ojos llorosos.- ¡Ya no hay nada qué perder!

- Uno de tus hermanos está herido, y el otro casi muere por salvarnos.- Señaló ahora Shaka, quién hasta ese momento había permanecido callado, mientras trataba de frenar la hemorragia de Abel.- Váyanse, ahora que está aturdido. Nosotros nos encargamos.

- A todo esto, ¿quién rayos eres tú en realidad?- Cuestionó Abel, apretando los dientes del dolor.- ¿A qué se refería esa cosa con todo lo que dijo?

El rubio terminó el improvisado vendaje, y suspiró. Vaya que debía dar muchas explicaciones, pero ya sabía que ese día tarde o temprano llegaría. Nadie escapa de su destino.

- Supongo que saben que su padre tenía un hermano gemelo.- Inició su historia.- Un "malagradecido que se separó de la familia por decisión propia y del que no volvieron a saber nada", llamado Defteros.

- Algo oímos al respecto.

- Pues, bien. Defteros no se apartó, su familia lo desconoció por amar a otro hombre, uno del que también se enamoró Aspros. La diferencia, fue que Defteros sí era correspondido, y él sí tuvo el valor suficiente de alejarse y vivir su vida.- Continuó el blondo con su historia.- Asmita es el nombre de ese hombre, mi padre. Él y Defteros se fueron de Grecia, al país natal de Asmita. Ahí pudieron vivir sus vidas, y unos años después, formar la familia que deseaban, con ayuda de algo de la ciencia y un vientre de alquiler...- Añadió.- Mis padres me contaron toda la verdad, incluído que Aspros jamás olvidó a Asmita, que la familia Dimitris jamás nos aceptaría, y que yo era un total secreto para los hijos de Aspros... Hasta ahora. Ahora, estoy aquí. Tratando de salvar su trasero.- Finalizó.- ¿Otra pregunta?

- ¿Tú sabes por qué pasó todo esto?- Cuestionó Abel al rubio.

- Mi padre Asmita me enseñó algunas cosas, al crecer en constante contacto con varias religiones, pero principalmente el budismo.- Respondió a la pregunta.- Este demonio parece buscar venganza por alguna razón, pero no había encontrado un recipiente adecuado. Saga fue una presa fácil, al ser tan joven, ingenuo, y estar muy sólo y debilitado metal y espiritualmente. Por eso le fue extremadamente fácil apoderarse de su cuerpo, y el hecho de que todos ustedes arrastraran tantas culpas, pesares y rencores, solo lo fortaleció más.

- Soy yo al que quiere.- Suspiró Shion, interviniendo en la conversación.- Hace muchos años, cuando aún estaba estudiando para ser ascendido a exorcista... Acompañé a mi maestro a una misión. Era un joven, que igual que Saga, comenzó a actuar extraño de la noche a la mañana. Las cosas se salieron de control, no pudimos contenerlo...- Añadió, con un nudo en la garganta.- Yo... Yo debía quedarme rezando, mientras mi maestro se encargaba de sellarlo en un medallón... Pero mi miedo fue mayor. No lo soporté, y... Dejé sólo a mi maestro. Huí como un cobarde, y... Él logró liberar al chico, pagando con su vida. Pero no consiguió sellarlo... Todo por mi culpa.

Todos tuvieron que tomar un profundo respiro para controlarse. Eran demasiados los sentimientos reprimidos que habían soltado de un momento a otro, demasiadas cosas qué procesar, y un nuevo plan qué armar en tiempo récord.

- Abel necesita un hospital. Esa herida podría matarlo si no es curada.- Mencionó Shaka, que fue el único capaz de mantener la calma.- Mu, Kanon, Caín y tú llévenlo al hospital. Ya se expusieron lo suficiente.- Indicó.- Ya está listo, Shion.- Añadió, mostrando un rosario de cuentas doradas, que había permanecido escondido en sus ropas.- Expulsarlo sin matar al niño en el intento va a ser imposible. Pero con esto podremos sellarlo en su cuerpo y evitar que siga causando daño, al menos hasta que muera de causas naturales.

- Gracias, Shaka.

El exorcista tomó el rosario en sus manos, colocando en él el medallón de hierro que había usado con anterioridad para dañar al demonio.

- Yo me quedo a ayudar.- Mencionó Cain, observando el objeto.- No voy a dejarlo sólo... No voy a volver a fallarle.

- Cain...

- Estaré bien, Kanon.- Intentó sonreír para calmar a su hermano menor.- Te... Te prometo que volveré con Saga. Mientras, tú cuida de Abel, por favor.

Kanon sollozó, pero al final asintió, subiendo al auto con Mu y Abel. Al final, Shion y Shaka decidieron permitirle a Caín quedarse, tener a alguien tan importante para Saga cerca podría ser un factor clave a su favor.

Una vez que Mu, Kanon y Abel se fueron, ellos volvieron a traspasar los límites de la abadía, hasta llegar al interior de la iglesia. Ahí volvieron a ver al niño, que los miraba con rabia.

- Miren qué tenemos aquí...- Siseó el demonio.- Un remedo de exorcista cobarde, una blasfemia de la naturaleza, y un bastardo. Qué combinación más adorable.

Shaka mantenía oculto el rosario, ignorando todos los comentarios que el ente lanzaba. Shion y Cain seguían ese ejemplo, no debían volver a caer en su juego.

El demonio siguió tratando de hacerlos perder el control de sus acciones. Recordándoles todo lo que les generaba culpa, exponiendo sus mayores miedos, manipulando sus pesadillas... Pero lograron resistirlo.

Con una rápida señal, Shion comenzó a pronunciar en voz alta una oración, al igual que Caín, logrando inmovilizar por unos segundos al demonio. Y Shaka intentó colocarle el rosario, pero falló.

El ente logró zafarse al último momento, lanzando lejos a los tres de nuevo, junto con el rosario.

Atrapó a Shaka, y estuvo a punto de acabar con él, asfixiandolo, mientras se regocijaba por su aparente triunfo... Pero de un momento a otro, la risa fue callada por un fuerte y aterrador grito.

- Te dije que no me iría sin mi hermano...- Susurró un débil Cain en el oído del niño. Había aprovechado la distracción para colocarle el rosario en el cuello, y apretarle el medallón contra el pecho.- ¡Digan el conjuro ahora!

El demonio se retorció y forcejeó, golpeando al albino, intentando soltarse. Shion dudó por unos segundos, pero al final venció su temor y repitió el conjuro varias veces, aguantando los estruendos en la estructura, la baja repentina de la temperatura, y las violentas ráfagas de viento, hasta que todo cesó de pronto.

Saga cayó desmayado, siendo sostenido por Caín. Shaka y Shion se acercaron a ambos hermanos, notando hasta ese momento que Caín había hecho una locura.

- Te dije que te protegería siempre, hermano.- Murmuró el peli-blanco, acariciando la mejilla de su hermano, que permanecía inconsciente sobre sus rodillas.- Perdóname por favor... Por haber permitido que todo esto pasara...- Añadió, mientras la sangre resbalaba por la comisura de su boca.- Por favor, díganle a Kanon que lamento no haber cumplido mi promesa.- Dijo a Shaka y Shion con una sonrisa, antes de soltar su último aliento.

Al parecer, Cain había sido herido en el abdomen por algún objeto metálico cuando fue lanzado. Pero decidió usar sus últimas fuerzas para salvar el alma de su hermano.

•••
••

Años después del accidente en la abadía, en el que perdió a su padre y a dos de sus hermanos, Saga caminaba por aquel cementerio, hasta llegar a las tumbas de sus seres queridos.

- Vaya, así que por fin decidiste venir.

- Es lo menos que puedo hacer por ellos.- Respondió a las palabras de su gemelo.- Aún no puedo creer que ya hayan pasado diez años, Kanon.

Lo que realmente había pasado ese día, era un secreto que solo quienes estuvieron presentes sabían, y juraron mantenerlo así. Por el bien de todos.

Aspros y Cain murieron en la abadía. Abel, a pesar de todo, sufrió complicaciones durante la cirugía, la pérdida de sangre le pasó factura, y al final no logró sobrevivir, y murió en el hospital horas después.

Solo Kanon había sobrevivido. Era la única familia que le quedaba.

Estuvieron al cuidado de Shaka y sus tíos por unos años, hasta que cumplieron la mayoría de edad, y cada uno siguió su camino. Kanon siguiendo el camino de la religión, mientras que Saga decidió irse, temiendo lastimar a todos.

- ¿No te haz quitado el rosario, verdad?- Cuestionó Kanon.

- No me lo he quitado desde hace diez años.

- Procura que siempre sea así.- Mencionó Kanon.- No olvides que esa cosa sigue ahí, esperando el menor descuido para resurgir.

- Lo sé.

Lo sabía, estaba consciente de eso, y era lo que más miedo le daba. Las muertes de su padre y sus hermanos lo perseguirían hasta el fin de sus días, por eso se mantenía alejado de todos. Siendo el recipiente sellado de un demonio.

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