21. Súcubo
Una noche tranquila, con la tenue luz de las estrellas colándose por las ventanas de un seminario y el frío aire de la madrugada meciendo las hojas de los árboles de todo el lugar, con la suave brisa humedeciendo las ventanas y la hierba.
En una de las tantas habitaciones de las enormes instalaciones, una sigilosa sombra se colaba con la oscuridad, observando en silencio a su presa que dormía tranquilamente, ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Escabullendose hasta llegar a la cama, para trepar rápidamente por el tranquilo cuerpo, hasta colocarse encima de él.
Hasta entonces, el joven de cabellera rubia comenzó a despertar, apenas molestándose en abrir los ojos.
- Hola, Kardia.- Musitó adormilado, mirando a la figura femenina sobre él.
El ente gruñó con frustración, sentándose sobre los muslos del rubio, permitiéndole sentarse.
- ¿Qué me delató esta vez?- Preguntó la fémina, cruzándose de brazos.
Asmita sonrió divertido por la reacción casi infantil de la presencia, a la par que se incorporaba lo suficiente para quedar frente a frente, aún con ella sentada en sus piernas.
- Siempre que te subes encima de mí, te ríes bajo.- Sonrió, observando a la intrusa.- ¿Así que hoy decidiste venir así?, ¿a quién piensas embarazar esta vez?
- ¡Ya te dije que yo no hago eso!- Alegó la peli-violeta, provocando la risa del mortal.- Cómo si fuera a desperdiciar tiempo recolectando el semen para después gastarlo en mujeres mortales. No tengo ganas de perder mi tiempo.
- Pues si algún día se te ocurre hacerlo, al menos avísame.- Sonrió el blondo, tomándola de la cintura.- Al menos quiero saber dónde terminó mi semilla.
- Sabes dónde termina siempre.- Le devolvió la sonrisa la demonio, pegándose más a su cuerpo.
- Nada me lo garantiza, ¿o sí?- Cuestionó el joven, apretando uno de los pechos con su mano, mientras la otra se mantenía en la cadera de la mujer.
- Para ser considerado el seminarista más recto, eres demasiado atrevido.
- ¿No tengo acaso lo que quieres?- Rió Asmita, besando el delicado cuello del súcubo.- ¿Ya olvidaste que no me asustaste la primera vez que te colaste en mi habitación, con tu forma masculina?
- No me recuerdes eso, que quién casi sale corriendo esa noche soy yo.- Murmuró avergonzado el ente. Asmita solo rió de nuevo.- Fuiste de los pocos que no ponen nada de resistencia... ¡Y el primero en saltarme encima a medio encuentro!
- ¿Yo te invité a meterte a mi habitación y calentarme?- Contraatacó con una sonrisa arrogante el mortal, después de tumbarla en la cama en un rápido movimiento.- Si tanto miedo te dió, ¿por qué siempre vuelves?
Kardia miró con una sonrisa cómplice a Asmita. Era común para los de su especie colarse en los conventos, monasterios y seminarios para tentar a los religiosos, siempre tan recatados, suprimiendo todos sus deseos, negando la lujuria que existía en ellos como en todo humano... Pero Asmita resultó ser nada de lo que aparentaba.
Sin embargo, no era una mala fuente de alimento, al contrario. Un mortal con una deliciosa lujuria perfectamente oculta en su interior y lista para salir en el momento adecuado, esperando a ser liberada. Por eso siempre volvía con él, una y otra vez, desde hace casi tres años.
- ¿No tienes consideración ni siquiera con una hermosa y frágil mujer?- Rió, sintiendo las manos de Asmita acariciando cada parte de su cuerpo, besando su piel.
- Sabes que la delicadeza no va conmigo.- Sonrió el blondo, acercándose para besar sus labios.- Tómalo como un incentivo para vengarte mañana con tu forma masculina.
- Entonces espero que mañana consigas una silla de ruedas durante el día, porque después no vas a caminar en una semana.
- Espero que cumplas tu amenaza, porque no pienso dejarte ir hasta que ya no sientas las piernas y quedes completamente satisfecha.
Kardia logró atraparlo con las piernas, dándole total libertad de acceder a su cuerpo, mientras le besaba los labios, jalando sus rubios cabellos en un pequeño intento de demostrar control.
- ¿Sabes? A veces me cuestiono quién de los dos es el demonio aquí.- Sonrió el súcubo, acariciando el rostro del rubio, recibiendolo con gusto.- Llegué hasta a ti por alimento para una noche... Y terminé con una fuente de energía ilimitada.
Asmita mostró una sonrisa arrogante, acariciando sin descaro las prominentes curvas de la mujer en su cama, arremetiendo muy lentamente contra su cuerpo, a un punto que era desesperante. Pero era lo que buscaba, hacerla desear y rogar por más.
- Parece que el cazador, terminó siendo la presa.- Susurró en su oído, abrazándola por la cadera con un brazo, mientras su mano libre se colaba entre las piernas de la fémina, acariciando un pequeño punto sensible, haciéndola gemir.- Lindos pechos, aunque es difícil decidir cuál versión de ellos me gusta más.- Rió bajo, tomándose la libertad de hundirse en los dos suaves montes de carne.
- Eres un completo descarado.- Suspiró la peli-violeta con una sonrisa, acariciando la cabellera dorada.- Nada mal para un mortal.
- Tengo un buen guía.
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