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12. Come Almas

El molesto sonido del despertador se hizo presente, obligandolo a despertar.

Abrió sus ojos con pesadez, tallandolos en un vano intento de desperezarse, resultando únicamente en él estirándose para apagar el despertador y envolverse en las mantas.

- Ey, cariño. Es hora de despertar.- Escuchó un suave susurro en su oído, mientras unos brazos rodeaban su cintura, dejando un travieso beso en su cuello.

- Cinco minutos más.- Masculló con un pequeño puchero.

- Vamos, Sis.- Escuchó su inusual risa.- Ya es hora. Esos archivos no se van a ordenar solos.

Finalmente, sonrió y se giró para robarle un beso mañanero, siendo correspondido al instante por el pelinegro, que lo recibió en sus brazos.

- Bien, pero solo porque tú me lo pides, Cid.- Sonrió, acariciando su pálida mejilla, dándose pequeños besos en los labios.- Amo tenerte como novio.

- Soy tu esposo, Sis.

- Aún mejor.

Los dos terminaron riendo por esa pequeña broma, para volver a besarse una última vez, antes de por fin salir de la cama y comenzar su rutina.

Sísifo fue a tomar una ducha rápida, mientras Cid bajó a la cocina para comenzar a preparar el desayuno de ambos. Una vez vestido, peinado y listo para comenzar su día, alcanzó a su esposo, que ya lo esperaba con un plato de huevos revueltos, pan tostado con mantequilla, té y cóctel de frutas.

- Se ve delicioso todo.

- Gracias.- Sonrió tenuemente el azabache, abrazando su cintura por la espalda.- Pero lo más delicioso de esta casa eres tú.- Susurró en su oído, para después besar su mejilla, provocando un sonrojo en el castaño.

- Qué cosas dices...- Rió con timidez y diversión.

Los dos se sentaron a comer el desayuno, mientras conversaban sobre los pendientes de ese día, y lo que los aquejaba. Problemas del trabajo, alguna discusión con algún compañero, dificultades que atender... Pero nada que una conversación amena y unos cuantos besos de la persona que más amaban, no pudieran curar.

Cuando terminaron, ambos salieron rumbo al trabajo en la comisaría de policía en el auto, y al llegar, cada uno fue a su área.

Cid se mantenía activo como detective, tenía un caso en puerta que investigar y que les estaba dando demasiados dolores de cabeza al dar vueltas en círculo y no resolver nada. Sísifo se había retirado del área táctica desde hace años, después de que su hermano mayor casi muriera durante un ataque sorpresa, ahora estaba en área administrativa.

Se preocupaba por Cid, temía que algo malo le ocurriera durante una misión, cómo Ilías, que se salvó de la muerte por apenas un poco. Pero sabía perfectamente que esa era la vocación de dos de los hombres a los que más amaba en la vida, no podía esperar que dejaran eso solo porque sí. Así que solo le quedaba confiar en que sabían cuidarse y que estarían bien.

El día fue agotador, cómo inicio de semana que era, pero agradable a la vez. Sus compañeros y amigos de trabajo ayudaban a hacer la carga mucho más llevadera, hablando sobre qué habían hecho en su fin de semana, qué planes tenían para el siguiente, incluso que tenían planeado para la cena de esa noche... Para cuándo se dió cuenta, su turno ya había terminado y podía irse a casa.

Cid ya lo esperaba en el auto, se saludaron con un cariñoso beso, y emprendieron el camino.

- No olvidaste que Ilías, Arkhes y Regulus vienen a cenar hoy, ¿verdad?

- Jamás olvidaría que el teniente va a cenar con nosotros el primer lunes de cada mes.- Bromeó el azabache.- Regulus cada día está más grande. Parece que fue ayer cuando corría por toda la casa, y después se ponía a jugar con su tío Sísifo a la guerra de comida durante la cena.

- En mi defensa, él tenía cinco años en ese entonces. Yo solo quería ser el tío favorito.- Negó sonriendo el castaño.- Siento que apenas ayer era un bebé que cargaba en brazos. A veces me cuesta creer que ya tiene 15 años.

- Lo sé. Es como un hijo para mí también.

Los dos se sonrieron mutuamente. La vida no les había dado la oportunidad de tener hijos propios, al menos aún no. Pero su solicitud de adopción había sido aceptada hace una semana, y para el siguiente fin de semana, finalmente tendrían a la pequeña Sasha con ellos.

Al llegar a casa, ambos pusieron manos a la obra para preparar todo, terminando en tiempo récord, suficiente para arreglarse y estar listos para recibir a sus invitados.

El resto de la cena fue bastante agradable y tranquila. Regulus hablando sobre todos los planes que tenía a futuro, sus aventuras escolares, y cuánta broma se le ocurriera. Ilías hablando de los casos resueltos, y hablando con Cid del que aún tenían pendiente. Arkhes compartiendo con todos las aventuras de su trabajo como profesora, hasta finalmente dar una noticia que alegró a todos.

- ¿Voy a ser hermano mayor?- Cuestionó un sorprendido Regulus.- ¡Sí. Al fin!

- Arkhes...- Murmuró Ilías, tomando de las manos a su esposa, sonriendo felizmente.- Esto es maravilloso.

- Muchas felicidades. Será bueno tener otro integrante más en la familia.- Mencionó Cid.

Definitivamente, su vida era perfecta. No podría pedir absolutamente nada más.

Tenía una familia hermosa, un esposo maravilloso, amigos increíbles, un buen trabajo, una linda casa... ¿Qué más podría pedir? ¡Todo era perfecto!

Quizás...

Demasiado perfecto...

Demasiado, para ser real...

- Reg...

- ¿Alguna novedad, Asmita?- Preguntó esperanzado el joven, levantándose inmediatamente de su asiento al lado de la camilla de hospital.

El rubio agachó la mirada, negando con la cabeza.

- Lo siento mucho, Regulus.- Suspiró el doctor.- Empeora cada día más.

El jóven de apenas veintitres años rompió en llanto, cubriéndose el rostro con las manos. El médico suspiró, antes de ofrecerle sus brazos para llorar, sabía lo mal que el pobre la estaba pasando desde hace tres años.

Hace tres años, Sísifo había sufrido un extraño accidente cerebrovascular que lo había dejado en estado de coma. Desde entonces, Regulus había dedicado su vida a velar por su tío, como Sísifo lo hizo por él cuando se quedó huerfano a los cinco años.

- Lo lamento mucho, Regulus.- Suspiró Asmita.- Pero en tu lugar, yo comenzaría a prepararme para lo peor. Cada vez es más difícil mantenerlo aquí, aún con las máquinas. Es como si sus órganos se fueran marchitando lentamente a pesar de todos nuestros esfuerzos.

Regulus sollozó débilmente, lo sabía, había comenzado a aceptarlo desde hace tiempo, pero no lo hacía menos doloroso.

Ni siquiera pudo conocer a su madre, que murió al darlo a luz. Después, perdió a su padre, que murió durante un operativo, cuando él tenía tan solo cinco años. Desde entonces quedó al cuidado de sus tíos, Sísifo y Cid.

A pesar de haber perdido a sus dos padres, Regulus pudo superarlo, y ser un niño felíz. Si bien, sus tíos jamás ocuparían el lugar de sus padres, sí tenían uno muy especial en su corazón. Pero sabía que la vida no había sido nada fácil para Sísifo...

Años después de la muerte de Ilías, y quedar a cargo de su sobrino, Sísifo y Cid pasaron años buscando adoptar a una pequeña niña que Sísifo conoció de pura casualidad al ser enviado a la misión de encontrarla a ella y otros dos niños que escaparon de un orfanato.

Desgraciadamente, todas las solicitudes fueron rechazadas. Y cuando Regulus tenía 15 años, otra desgracia apareció en sus vidas.

Cid corrió la misma suerte que Ilías, al recibir múltiples impactos de bala durante un enfrentamiento armado. Fueron días difíciles y de cruel agonía y angustia en el hospital, hasta que finalmente no pudo más, y murió una semana después.

Esa noticia dejó devastado a Sísifo, que después de perder a su esposo, jamás volvió a ser el mismo. Regulus fue testigo de como a pesar de poner todo su esfuerzo por mejorar, Sísifo nunca pudo recuperarse de tantos golpes, y con el paso del tiempo fue sumiéndose más y más en una profunda depresión. Hasta terminar como había terminado.

Nadie podía hallar una respuesta al caso de Sísifo. Lo único que habían supuesto era la versión del accidente cerebrovascular, pero la realidad era que no había ninguna señal de algo así. Simplemente no encontraban el origen del problema.

- Regulus...- Suspiró Asmita, sentándose al lado del joven, una vez que éste se calmó.- ¿Puedo decirte algo?

- ¿Qué sucede, Asmita?

- ¿Crees en seres paranormales?

Regulus miró consternado al rubio. Conocía al médico desde que Sísifo cayó en ese extraño coma, se había vuelto un amigo para él, pero esa pregunta lo tomó por sorpresa.

- Sé que suena descabellado, Regulus, pero escucha.- Añadió Asmita.- Existe una leyenda... De una criatura que se alimenta de las almas de las personas. Los sume en un sueño de una vida perfecta, mientras van muriendo lentamente en la realidad, alimentándose poco a poco de su energía, hasta consumirlos por completo.

- ¿Qué quieres decir?

- Lo sé, Regulus, es difícil de creer. Pero solo piensa en todas las coincidencias: Nadie ha logrado saber con certeza qué ocurre con tu tío, desde hace tres años es como si simplemente se hubiera dormido para nunca despertar, y poco a poco va muriendo.

- En este punto no sé qué demonios creer, Asmita.- Bufó con cierto enfado el castaño.- Es como si toda mi maldita vida hubiera sido planeada para ser un maldito infierno.

- Realmente lo siento, Regulus.- Mencionó Asmita.- Pero si te digo esto, es porque temo por tu seguridad... Tiene planeado ir por tí en cuanto termine con Sísifo, y no quiero que seas otra víctima del come almas.

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