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02. Altar

La lucha encarnizada contra Radamanthys de Wyvern, su corazón ardiendo más que nunca, quemando sus entrañas, provocandole un inmenso dolor pero a la vez, haciéndolo sentir más vivo que nunca... No pudo ganar la pelea, sus fuerzas no alcanzaron para rematar a ese espectro desgraciado, pero al menos logró salvar a ese chico, Unity, y despedirse de su mejor amigo, antes de lograr lo que tanto soñó, y era su mayor anhelo en la vida: Morir luchando. Haciendo brillar su corazón como el mismo sol.

Después de eso, solo pudo percibir completa oscuridad por segundos. Sabía que por revelarse a los dioses, después de la muerte solo le esperaba una tortura eterna, y estaba bien con ello. Desde hace años se había hecho a la idea del sufrimiento eterno en alguna de las prisiones del Inframundo, pero no se arrepentía en absoluto de nada. Solo esperaba que Sasha consiguiera ganar la guerra y otorgar la esperanza de un mejor mundo a las futuras generaciones.

Estaba listo para recibir su juicio y ser torturado por la eternidad... O eso fue lo que creyó que pasaría tras su muerte.

Al abrir de nuevo los ojos, no esperaba ver la luminosidad del día, menos percibir un aroma floral inigualable, o escuchar cantos y risas... Ese no era el Inframundo, ¿dónde rayos estaba?

- Bienvenido, valeroso guerrero.

Curioso, buscó a su interlocutor, topándose de frente con un hombre alto, fornido, y de piel azulada, con una armadura en forma de ave. Era algo parecido a Huesda, aquel guerrero jaguar que conoció años atrás en su paso por Nueva España, pero, había algo muy diferente en este hombre... ¿Acaso...?

- ¿Eres un dios?

El contrario mostró una sutil sonrisa, asintiendo. Una vez confirmada su sospecha, ahora tenía otras más. Después de Hades y Tezcatlipoca, no confiaría fácilmente en un dios, ¿quién era y por qué lo había llevado a ese lugar?

- No te preocupes, Kardia. Estás en el Omeyocan, el paraíso del sol.- Se adelantó aquel hombre a sus preguntas.- Guerreros valerosos caídos en batalla como tú, tienen este lugar como destino tras su muerte. Hace años, tú ayudaste a mi pueblo a frenar la amenaza de Tezcatlipoca. Luchaste a nuestro lado, y desde ese momento, fuiste considerado uno de nosotros.

- ¿Quién eres tú?- Cuestionó el escorpión.

- Huitzilopochtli, el colibrí zurdo.

No se abstuvo de interrogar a su anfitrión por varios minutos, mientras la deidad lo guiaba por la que al parecer, sería su nueva morada.

Sus ropas habían sido reemplazadas por unas parecidas a las de aquellos guerreros, además de varias joyas de oro, obsidiana y piedras preciosas. Y una corona de enormes plumas coloridas en su cabeza.

El lugar era inmensamente bello. Con un cielo radiante, pastizales verdes, cientos de flores y plantas que en su vida jamás había visto, y varias personas que parecían felices.

Notó que aunque hubiera mayormente hombres, también había algunas mujeres. Al preguntar sobre eso, el dios le respondió que las mujeres muertas durante el parto también llegaban ahí, por ser consideradas mujeres fuertes y valientes, unas guerreras que merecían ser honradas como tal.

Permanecer en ese lugar sonaba tentador. Ese sitio era bastante parecido a cómo los mitos griegos describían los Campos Eliseos o las Islas de los Bienaventurados. La alegria y el gozo parecían ser interminables, solo había dicha y tranquilidad. Todo lo contrario a lo que se suponía, le esperaba... Pero no podía simplemente darle la espalda a su diosa, y decidió rechazar la oferta.

- No temas por eso, Kardia.- Respondió tranquilo Huitzilopochtli.- Aquí nadie está forzado a jurar lealtad. Están aquí por su coraje y valentía como guerreros, pero solo están atados a este lugar por cuatro años.

- ¿Y después de esos cuatro años?

- Puedes volver al mundo de los vivos si así lo deseas.- Esas palabras lo hicieron replantearse su decisión. Si no estaba forzado a jurar lealtad, entonces en el futuro podría renacer y buscar reunirse de nuevo con Athena.- Esa será tu decisión. Volver a la Tierra, o permanecer aquí por más tiempo.

Como pocas veces, le tomó tiempo tomar una decisión. Era imposible resucitar e ir a ayudar a Sasha y los demás en la guerra santa que se libraba en ese momento, pero si se quedaba ahí, en cuatro años podría regresar al mundo de los vivos, cosa que por desgracia, ningún otro de sus compañeros muertos podría hacer ni en mil años...

Al final, decidió aceptar quedarse, pero dejando claro que su lealtad siempre estaría con Athena, y Huitzilopochtli no tuvo problema con ello.

Los primeros días fueron algo difíciles, la preocupación por el destino de todos sus camaradas que no habían tenido la misma suerte que él, y por el destino incierto de Sasha y Yato, no lo dejaba en paz. Al parecer, tal era su preocupación, que el dios de la guerra se apiadó de él, y lo mantenía al tanto de todo lo que averiguaba de ese conflicto, gracias a pequeñas aves que enviaba y volvían con novedades. Así se enteró de todas las dificultades que enfrentaron su diosa y sus camaradas, incluso como cayeron uno a uno, con la frustración de no poder hacer nada por ayudar.

El dios colibrí halagó su lealtad, su honor, y su voluntad por ayudar y proteger a los demás, y le brindó un poco de su poder para dejarlo ayudar en ese ataque final, al lado de las voluntades de todos sus compañeros caídos. Demostrando una vez más su valor como guerrero, aún después de la muerte.

Al descubrir que Athena se había alzado con la victoria, y ese maldito lienzo se había vuelto historia, por fin pudo tener algo de paz, y disfrutar un poco su estancia en el Omeyocan.

El gozo en ese paraíso era tal, que un año se fue en un parpadeo. Y todos parecían emocionados por un día, que él simplemente no entendía.

- ¿No vas a ir al mundo de los vivos, Kardia?

- Creí que tenían que pasar cuatro años antes de que pudiera volver. Y apenas ha pasado uno.

- Cada año, los muertos tienen permitido volver al mundo de los vivos y convivir con ellos por un día.- Explicó el dios aquella tradición.- Y parece que alguien te preparó una ofrenda.

- ¿Ofrenda?- Cuestionó extrañado el peli-violeta.- ¿Qué es eso?, ¿no se supone que eso es para los dioses?

- Ya te dije que los muertos pueden volver al mundo de los vivos por un día y convivir con ellos. La ofrenda es para los que vuelven, para que puedan disfrutar de lo que les gustaba en vida.- Respondió la deidad.- Y ya es hora.

Al girar la vista en la misma dirección que el dios, pudo ver un enorme cúmulo de mariposas de alas anaranjadas con manchas negras, surcando el cielo, acercándose a dónde estaban.

Jamás había visto mariposas así antes, no se parecían a las hadas del Inframundo que conocía. Y estas parecían ser amigables, ya que los muertos las recibieron emocionados, acercándose a ellas.

- ¿Qué son esas mariposas?

- Quetzalpapalotl.- Respondió Huitzilopochtli, mientras observaban a las mariposas, acercándose a los habitantes del Omeyocan, que se volvían uno con ellas.- Vienen aquí cada año para ayudar a las almas a llegar con los suyos este día, y a volver aquí después.

Kardia veía como poco a poco todos iban desapareciendo, al igual que las mariposas, alejándose por dónde llegaron, hasta perderse de vista en el horizonte.

También notó que una de esas mariposas se acercó a él, aleteando frente a sus ojos.

- Si decides ir, ella te ayudará a cruzar al mundo de los vivos, y traerá de regreso.- Mencionó Huitzilopochtli al notar su vista fija en el pequeño insecto.- Ella está dispuesta a llevarte, queda en tí aceptar o no.

- En todo caso, ¿cómo se supone que voy a saber a dónde ir?- Cuestionó de nuevo Kardia.- En Grecia no existía nada de esto, y casi todos en el Santuario murieron. Dudo que alguien me espere allá. De seguro hay un error.

- Sabrás llegar, Kardia. El cempoalxóchitl te guiará.

- ¿Y estas mariposas pueden guiar a otros?

Quería saberlo. Si esas pequeñas criaturas podían permitirle reunirse al menos una vez más con sus compañeros, quería saberlo.

- Podrían intentarlo, pero no puedo prometerte nada.- Confesó el dios solar.- Aunque también tienen una invitación en una ofrenda, tus compañeros están en otro mundo de los muertos, dónde ninguno de nosotros tiene jurisdicción. No sé si ellas podrán llegar hasta ellos.

Kardia suspiró, bajando la mirada. De ser así, entonces mejor no iría. Ya se le hacía lo suficientemente injusto que él gozara de descanso eterno, y en unos años más pudiera volver a buscar a Athena, como para que también tuviera ese privilegio y los demás no.

Huitzilopochtli lo miró con compasión. Ese guerrero poseía todas las virtudes honorables de uno. Coraje, valentía, fortaleza, lealtad... Sin duda, habría sido un digno guerrero águila, que habría estado orgulloso de tener en sus filas, liderando a todos.

- Kardia, mira.

Sin muchos ánimos, obedeció, alzando la mirada al horizonte, logrando divisar unas mariposas a lo lejos. Pero notó algo... Esos cosmos... ¿Acaso...?

- Parece que lo lograron.

Cuando las mariposas arribaron al Omeyocan, aparecieron ocho figuras que reconoció al instante, y sintió sus ojos llenarse de lágrimas.

- ¿Ni un "hola" vas a decir después de tanto tiempo, desgraciado?

Jamás creyó que escuchar la voz de Manigoldo, y ver esa estúpida sonrisa cínica. La sonrisa apenas perceptible de Degel. La expresión eternamente sería de Cid. O la sonrisa casi maternal de Sísifo, lo harían tan felíz, al punto de hacerlo llorar y saltar a ellos para abrazarlos como un niño.

- De haber sabido que ibas a llorar así, mejor no habría ayudado a estas pequeñas criaturas a colarse en el Inframundo.

Esa voz... ¿Él también... También había vuelto?

Se separó de Degel, Sísifo y Manigoldo, lo suficiente para ver una última mariposa llegar, apareciendo al instante el dueño de esa voz.

- Asmita...- Murmuró con un delgado hilo de voz al verlo.- ¡Asmita!

Corrió con todas sus fuerzas, hasta llegar al rubio, aferrándose a él, sollozando en su hombro. No podía creer que todo eso estuviera pasando.

- Ey, solo bromeaba.- Rió el blondo, palmeandole la espalda.- Yo también te extrañé, tonto.- Añadió con una suave sonrisa.

- Creí que jamás volvería a verte...- Sollozó Kardia, abrazándolo.- A ninguno...

- Yo nunca te dejé, Kardia. Estuve ahí en tu batalla en la Atlántida.- Replicó Asmita.- Y todo este tiempo supe que estabas aquí.

Escuchar eso lo sorprendió. Sabía bien que Asmita era quizás el único además de él que se había escapado de las garras de Hades, al lograr alcanzar la iluminación, pero no sabía que podía hacer algo como eso.

- Asmita ayudó a guiarte hasta aquí.- Habló Huitzilopochtli.- Él logró ganar tiempo suficiente para que Xólotl te encontrara y pudiera traerte aquí.

- Es un honor conocerlo por fin, señor de la guerra.- Mencionó Asmita al dios.- Pero, creo que debemos irnos ahora, el tiempo es limitado, ¿no es cierto?

- Así es, guerrero de Virgo.- Asintió.- Solo tienen un día para volver. Adelante.

Kardia miró a todos, era agradable reunirse una vez más, aún si era un solo día. Tenían la oportunidad de convivir y olvidar todas las tristezas, únicamente disfrutar el momento.

Asmita tomó su mano, guiandolo hasta una de las mariposas. Ellas serían las encargadas de llevarlos de vuelta a la Tierra.

En el camino por el cielo, pudo notar un brillante camino dorado, y percibir un aroma agradable. No sabía porqué, pero algo le decía que debía seguir ese camino, y así lo hizo.

Conforme avanzaba en su recorrido, el paisaje se le hacía más conocido, hasta arribar a una casa que hace años no veía.

Las mariposas los dejaron en ese lugar, dónde finalizaba el camino de lo que ahora se dió cuenta, eran pétalos. Siguió el camino, secundado por sus compañeros, hasta notar un altar de tres pisos en el interior de la vivienda.

- ¡Calvera!

Al ver a la amiga que hizo hace años en ese lugar, acomodando unos ramos de esas flores anaranjadas en un jarrón, no pudo contener se correr hacia ella para tratar de abrazarla... Pero...

- ¡Kardia!, no seas maleducado.- Degel ni después de muerto dejaba de reprenderlo por sus acciones a veces demasiado impulsivas.

- Am... Degel...- Rió ahora él cuando Manigoldo le señaló su error a Degel.- No puede verlo, ni a él, ni a ninguno.

Cierto. Por un momento olvidaron que ella no podía verlos ni oírlos.

- Sí veniste, Kardia.- Sonrió la azabache, sorprendiendo a todos.- Espero que hayas traído a tus amigos también, no pasé todo el día haciendo tanta comida, limpiando, decorando y preparando todo en vano.

Estuvo por renegar algo, cuando Calvera solo se retiró de vuelta a la que si no mal recordaba, era la cocina.

- No puede verte ni oírte, idiota.- Aclaró Manigoldo al ver sus intenciones de ir detrás de la jóven.- Pero tú y Degel hicieron azotar esa ventana cuando salieron corriendo.

- No olvides que aquí las personas hablan con sus muertos aún sin verlos o escucharlos.- Le recordó Asmita.- Calvera me lo mencionó cuando vine contigo.

Recordar esos últimos momentos de paz en su vida, antes del inicio de la guerra santa, lo hizo sonreír en automático. Aún después de la pelea contra los jaguares, se escapó unas cuantas veces a Nueva España, a escondidas de Sísifo, Degel, el Patriarca y hasta de Sasha. Y durante una de esas fugas, Asmita lo sorprendió, y decidió acompañarlo.

Era uno de sus recuerdos favoritos.

- ¿Qué es esto?- Preguntó Regulus, mirando con curiosidad lo que parecían ser unos cráneos, decorados con figuras de colores.

- ¡Sí puso!- Mencionó Kardia, apartando al joven de Leo, para tomar una de las piezas en sus manos.- Calaveritas de azúcar... ¡Y pan de muerto!, ¡pulque, tequila!... ¡Y manzanas!

Kardia no tardó en comenzar a tomar cuántas cosas podía del altar, y Regulus y Manigoldo no tardaron mucho en seguirlo. Probando varias de las cosas que Kardia les señalaba.

Hasgard, Defteros, Cid y Albafica tardaron un poco en decidirse a probar, y lo hicieron algo tímidos, pero accedieron. No era como si hubiera algo que perder de todos modos...

- Vaya, al parecer Calvera me recuerda todavía.- Sonrió Asmita, hablando con Sísifo, al percibir ese peculiar y suave aroma en el aire.- La única vez que estuve aquí, pude oler este incienso y me pareció agradable.- Añadió.- Copal, me dijo que se llamaba.

- Sí, recuerdo que tu templo estuvo oliendo así por un mes entero.- Sonrió el santo de sagitario al recordar aquel evento previo a la guerra santa.- Al menos sabemos que somos bienvenidos, ¿no?

Asmita rió levemente, asintiendo. Le había contado a Sísifo sobre lo que había escuchado de ese incienso, y su capacidad de ahuyentar malas energías.

Degel miraba con curiosidad y fascinación todo. Era claramente una ofrenda a los muertos, pero estaba llena de color. Parecía más una mesa preparada para recibir a unos invitados a cenar en la casa. Cid y Kardia le habían hablado un poco de las tradiciones de aquel lugar, como eran tan cercanos a la muerte, y lejos de temerle, la veían casi como una amiga que tarde o temprano iría por ellos, y estaban bien con eso. Para ellos no era el fin de la vida, sino otra parte de ella.

- ¿Estás bien, Defteros?

- Sí, Asmita.- Suspiró el moreno, observando con nostalgia una de las flores anaranjadas, mientras todos probaban los alimentos ofrendados.- Solo... Pensaba.

- ¿En tu hermano?- Cuestionó el rubio, a lo que el contrario asintió.- Ya veo.

- Ey, anímate, Def.- Intervino Kardia, acercándose con una calaverita de chocolate.- Quizás el próximo año haya más suerte. ¿No, Asmita?

- Haré lo que pueda para encontrarlo.- Se encogió de hombros el indio.- Por ahora, es mejor disfrutar esta noche.

- Gracias, Asmita.- Sonrió ligeramente Defteros, aceptando la golosina que Kardia le había ofrecido.

Defteros se acercó a Sísifo, con esa flor anaranjada, colocándola en el cabello del castaño, evocando un sutil sonrojo en las mejillas de Sísifo por ese adorable gesto.

Asmita se acercó a cierto custodio de cabellera blanca. Aún tenía una pequeña conversación pendiente, y era el momento idóneo.

- ¿Son buenas las bebidas de aquí, Aldebarán?- Preguntó con una pequeña sonrisa al lado del peli-blanco.- Y por cierto, acepto tus disculpas. Y sí, si tomo alcohol, pero soy bebedor social.- Añadió, tomando uno de los caballitos de tequila en la mesa.

- Admito que no lo esperaba de tí, pero supongo que me equivoqué en muchas cosas contigo, Asmita de Virgo.- Sonrió el antiguo portador de Tauro.- Lamento haberte juzgado tan duro.

- Ya olvida eso. No te culpo.- Rió el blondo.- ¿Te parece bien compartir unos tragos e iniciar de nuevo?- Añadió, tomando un par de medidas de tequila, ofreciendo uno a su antiguo compañero.

- Por supuesto.- Aceptó con una sonrisa el toro blanco.

Ambos chocaron los vasos, y bebieron el contenido de un solo trago. Cerrando así finalmente aquel largo ciclo de desconfianza y malos entendidos. Después de todo, nunca era demasiado tarde para comenzar de nuevo, ¿no?

Kardia miraba con ilusión todo a su alrededor. Tenía a casi todos sus compañeros ahí, una vez más podía convivir con ellos, verlos reír y olvidar todo el dolor que seguramente los atormentó tras su fallecimiento.

Albafica por fin aceptaba muestras físicas de afecto por parte de los demás. Lo demostró aceptando el abrazo que Regulus le dió, así como los de sus demás compañeros. Aún si eran solo por fastidiarlo, cómo Manigoldo, que se había colgado de su espalda para despeinarle el cabello.

Degel y Cid al fin se relajaban un poco, ahora que no tenían más de mil responsabilidades sobre sus hombros. No habían accedido a acompañarlo en uno de sus locos e improvisados viajes por todas sus obligaciones, a pesar de tener curiosidad por ver esas cosas con sus propios ojos. Pero ahora, al fin podían apreciarlas.

Defteros y Sísifo podían relajarse y por un instante no sentir el peso de sus hermanos sobre ellos. Ya no eran las sombras de sus hermanos, ahora tenían un lugar especial, únicamente para ellos. No tenían que preocuparse por el bienestar de los demás, ni sacrificarse más por otros, podían solo reír y pensar en sí mismos.

Hasgard y Asmita por fin habían hecho las paces, y habían congeniado sorprendentemente bien. Ese par ya estaba acabando con todo el tequila, mezcal y pulque de la ofrenda, entre risas y bromas. Otro poco y se bebían el agua de los floreros también...

Calvera apareció una vez más, llegando con todavía más comida y bebida, que dejó sobre la ofrenda. Y les dirigió unas palabras, aún sin poder verlos.

- Me alegra que hayan podido venir.- Sonrió la azabache, frente al altar, cerrando sus ojos y con sus manos juntas.- No puedo verlos, ni escucharlos. Pero puedo sentir en mi corazón que están aquí.- Añadió.- Parece que después de todo, Degel y Cid sí vinieron a conocer Nueva España, ¿no es cierto?

Acuario y Capricornio sonrieron ligeramente al escuchar a la chica. Tantas veces que se negaron a ir por sus responsabilidades... Y al final, habían ido después de morir.

- Espero que a Asmita le siga gustando el aroma a Copal, lo conseguí especialmente para él.- Añadió Calvera.- Y que a Hasgard le haya gustado el tequila y las demás bebidas que puse para él. Y que también ambos hayan hecho ya las paces.

Asmita y Hasgard no contuvieron la carcajada al escuchar a Calvera. Si pudiera tan solo verlos... ¿Quién diría que se volverían amigos tras sus muertes?

- Espero que no sigas haciendo enfadar ni dándole problemas a Sísifo, Kardia. Pero por si acaso, hay suficiente pan para los corajes que le hagas pasar.

El santo de sagitario rió bajo, mientras que Manigoldo estalló en carcajadas ante la mirada afilada de Kardia.

- Lo mismo para Manigoldo. Espero que le den una tregua a Sísifo al menos ahora.

Esta vez fue el turno de Kardia de reírse, y de Manigoldo de chasquear la lengua, antes de solo encogerse hombros y reír. Si no puedes contra ellos, únete.

- Regulus, Defteros. Espero que hayan podido ver a quiénes extrañaban tanto. Kardia me habló mucho de ustedes y lo difícil que fue decirle adiós a seres queridos en el pasado.- Siguió hablando Calvera, sacándole una pequeña lágrima a ambos santos. No habían podido ver a su padre y hermano respectivamente, y no estaba ahí con ellos.- También espero que te hayan gustado los dulces, Regulus, y que Kardia no haya arrasado con todos. Se suponía que eran para tí, no para ese alacrán mañoso.

Ante ese sobrenombre, no solo Regulus, sino Asmita, Manigoldo y hasta Defteros, no lograron contener la risa. Y la expresión indignada de Kardia tampoco fue de ayuda...

- Albafica, Kardia también me habló mucho de tí. Espero que al fin te sientas libre, ahora que ya no tienes sangre venenosa de la que preocuparte.- Ante esas palabras, el guardián de Piscis sintió un pequeño nudo en la garganta. Aún no terminaba de asimilar esa idea.- No es temporada de rosas, pero espero que la cempoalxóchitl te haya gustado.

Albafica sonrió, olfateando el aroma de esas flores. De poder hacerlo, le expresaría a la chica cuánto le habían gustado esas flores, además de agradecerle por tenerlo en cuenta aún sin conocerlo.

- En fin, chicos. Es un placer y un honor recibirlos esta noche. Siéntanse cómo en su casa.- Suspiró Calvera, limpiandose una pequeña lágrima.- Disfruten la fiesta. Son bienvenidos a volver el próximo año.

Kardia sabía que probable sería en vano, pero se acercó a Calvera para abrazarla y susurrarle un: "Gracias."

La azabache se quedó inmóvil por unos segundos, pero después sonrió, como si realmente viera a quien tenía enfrente.

- De nada, Kardia. Estoy feliz de tenerlos aquí.- Sonrió la jóven.- Te dije que la muerte no es un "adiós". Solo un "hasta pronto". Espero verlos el siguiente año también.

Después de eso, Calvera salió de la habitación, de vuelta a la cocina, esta vez seguida por Kardia y algunos curiosos más. Llevándose una gran sorpresa al observar a través de las ventanas del comedor... Vaya que era una verdadera fiesta.

Todas las casas tenían un camino de pétalos de cempoalxóchitl que conducía hasta la puerta. Las quetzalpapalotl seguían llegando, dejando a varias personas, que seguían los caminos de pétalos hasta el interior de alguna de las casas.

Las personas que caminaban por las calles no estaba realmente solas, sus seres queridos fallecidos los acompañaban, aún sin que pudieran verlos.

Desde una madre que volvía para visitar a sus hijos y esposo, hasta un par de abuelos que volvían a visitar a sus hijos y nietos, incluso niños que volvían para reunirse con sus padres una vez más. Era sorprendente ver cómo parecían ir varias generaciones en cada familia, pudieron ver incluso guerreros con ropas previas a la llegada de los españoles.

Las personas parecían hacer lo mismo que Calvera hace unos minutos, hablando con sus difuntos, aún sin ser capaces de verlos. Y ellos los escuchaban, abrazaban e incluso besaban. Era como si nunca hubieran muerto, y simplemente se hubieran mudado a otro lugar, volviendo a visitar a sus seres queridos para celebrar con ellos.

- Regulus, Sísifo, creo que van a querer ver esto.- Mencionó Kardia, al notar la llegada de unas mariposas más afuera de la casa.- Parece que el viento trajo muchas cosas... Vengan aquí ustedes también, Cid, Manigoldo, Degel, Albafica, Asmita... Tú también, Defteros.

Con curiosidad, hicieron caso al antiguo guardián de escorpio, y al hacerlo, sus palabras cobraron sentido.

- ¡Papá!

Regulus fue el primero en reconocer a uno de los recién llegados, y no dudó en saltar hacia él para abrazarlo.

- Ilías...

El legendario Santo de Leo miró en silencio por unos segundos a su hermano, abrazando a su hijo, no esperaba reunirse con ellos otra vez, mucho menos ver a su pequeño niño convertido en un joven. Ambos hermanos solo pudieron abrazarse, aún con Regulus enmedio, derramando lágrimas de alegría.

- Ni muerto me libro de tí, ¿verdad, viejo?- Bromeó Manigoldo, llegando frente a su maestro.

- Hasta después de la muerte seguiré velando por tí, Manigoldo.- Respondió el anciano.- Me alegra poder verte una vez más.

- Ya cállate, que no quiero llorar.- Rió el peli-violeta, abrazando a quién en vida fue más que solo un mentor, siendo casi un padre para él.- Pero también estoy feliz de verte.

Sage solo sonrió suavemente, abrazando a su discípulo, dejando fluir las lágrimas en silencio. Después de la pelea contra Thanatos, no esperaba volver a verlo, pero ahí estaba, con la oportunidad de reunirse por un día.

- Maestro...- Albafica miró al pelirojo, tratando de decir algo, pero el nudo en su garganta no se lo permitía.

Lugonis esbozó una suave y gentil sonrisa, antes de acercarse a su discípulo y abrazarlo sin decir nada. Albafica no resistió el impulso y se aferró a él con fuerza, sollozando igual que el día en que lo perdió.

- Yo también te extrañé, Albafica.- Murmuró Lugonis.- Estoy orgulloso de tí, mi querido discípulo.

El peli-celeste no pudo hilar respuesta alguna, más que sollozos inentendibles, pero Lugonis supo interpretarlo. Había criado a Albafica desde que era un bebé, no necesitaba palabras para comprender sus sentimientos.

- No esperaba volver a verte algún día, Degel.

- Yo tampoco lo esperaba, maestro.

Krest se percató de la presencia de Kardia, y con una pequeña sonrisa lo invitó a acercarse. Kardia no se negó, al fin y al cabo, era su maestro también.

- Supongo que algo tuviste que ver, ¿no es cierto, Kardia?

- Aunque no lo crea, esta vez no tengo nada que ver.- Sonrió el peli-violeta.- Quizás solo fugarme del santuario algunas veces, y hablarle a alguien sobre todos ustedes.

El castaño negó sonriendo. Vaya que algunas cosas nunca cambiaban.

- ¿Tenían que traerlo también?

- Te entiendo, Asmita. Pero no dependía de nosotros.- Respondió Hakurei al guardián de Virgo.- Además, es por Defteros.

Detrás de todos, se encontraba cierto peli-azul. Manteniéndose con la cabeza agachada y en completo silencio. Después de todo lo ocurrido en sus últimos momentos de vida, y en ese tiempo en el Inframundo tras su muerte, reviviendo a diario y a cada momento todos los pecados que cometió durante su vida, sufriendo las penitencias por ellos, sin la posibilidad de ser perdonado... Realmente estaba arrepentido, las cadenas en sus muñecas y todas las marcas en su rostro dejaban en evidencia sus castigos, pero sabía bien que no merecía perdón.

Defteros notó su presencia, y con timidez se acercó, pero él ni siquiera alzó la vista. Vaya ironía, ahora, después de sus muertes, los papeles se invertían. Ahora era Aspros quien sumiso se inclinaba ante Defteros, avergonzado por sus pecados y crímenes, sintiéndose completamente indigno de cualquier mínima muestra de amor.

El gemelo menor sujetó a su hermano, abrazándolo contra su pecho, llorando en su hombro.

- Perdón...- Murmuró débilmente Aspros.- Perdón, Defteros... No merecías nada de lo que te hice...- Sollozó, al sentir las lágrimas de su hermano.- No merezco una sola de tus lágrimas. No merezco llamarte hermano... No merezco tu perdón. Nada cambia lo que hice.

- Shh... No digas nada, hermano.- Susurró el moreno, mirando a los ojos a su gemelo.- Yo te perdoné hace mucho. Eres mi hermano, y estoy feliz de verte una vez más.

- ¡Bueno, ya basta de llorar!- Sonó la voz de Kardia, interrumpiendo a todos.- Esto es una fiesta. Así que, ¡a disfrutar lo que resta del día antes de que los insectos vengan a recogernos!

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Y con este shot cerramos el Deathween, justamente en día de muertos 🏵️

Gracias por haberme acompañado en estos días, a lo largo de los distintos prompts.

Por último, dejo aquí algunas acotaciones de cosas que podrían generar dudas en quiénes no sean de México:

Nueva España: Es el nombre con el que se conoció a México durante el virreinato español del siglo XVI al XIX. Desde 1535 tras la caída del imperio azteca, hasta 1821, cuando el virreinato vió su fin definitivo frente a las fuerzas insurgentes de Agustín Iturbide y Vicente Guerrero.

Huitzilopochtli: Era el dios mexica del sol, la guerra y las tácticas bélicas. Fue también quién guió a los mexicas a la tierra prometida. Su nombre significa "colibrí azúl a la izquierda", pero también se le conocía como "colibrí zurdo", "colibrí al sur", o "colibrí azulado". Gobernaba en el Omeyocan, y era el encargado de alzar el sol desde el amanecer hasta el atardecer.
Se creía que este dios podía tomar la forma de un colibrí y se le representaba con la piel de color azul, y portando una armadura con un casco alusivo a esta ave, con plumas multicolores, un escudo y la Xiuhcóatl.

Xiuhcóatl: Era el arma del dios Huitzilopochtli. Una serpiente de fuego, como su nombre indica (Xiuh: Fuego, y Cōātl: Serpiente), mortal incluso para otros dioses. Con esta arma viviente, el dios mató a la Coyolxauhqui y a sus 400 hermanos, dando origen a la luna y las estrellas. Y también ayudó a su pueblo a salir adelante en múltiples batallas.

Omeyocan: En la cosmología mexica, era uno de los reinos a los que se dirigían las almas de los muertos, "el paraíso o casa del sol". Era el reino gobernado por el dios Huitzilopochtli, en el sol. A este lugar llegaban las almas de los guerreros muertos en combate y de las mujeres muertas durante el parto, eran recibidos por el mismo dios Huitzilopochtli, y lo acompañaban desde su salida por el horizonte hasta el atardecer, con cantos y bailes. Era considerado el mejor de los reinos, ya que aquí solo había gozo y felicidad, los llegados ahí recibían todas las atenciones y comodidades, y después de cuatro años, tenían la oportunidad de volver a la Tierra, convertidos en colibríes, animales relacionados directamente con Huitzilopochtli.

Ofrenda: Es una tradición prehispánica, propia del día de muertos. Antes se realizaban varias fiestas al año en honor a los muertos, dónde se realizaban ofrendas de flores, joyas y comida. Pero con la llegada de los españoles, se mezcló con el cristianismo, con el día de todos santos, y poco a poco fue evolucionando a cómo la conocemos hoy en día.
Durante el siglo XVIII, las ofrendas seguían presentes. Eran preparadas con la comida que en vida les gustaba a los difuntos para los que era elaborada, velas, papel picado, incienso y flores. Cada uno de estos elementos representaba algo, y no estaba ahí solo porque sí.
Las velas eran colocadas para iluminar la casa, y que las almas pudieran ver el lugar dónde se encontraba su ofrenda.
El incienso era usado para ahuyentar espíritus malos.
El papel picado no era solo para decorar. Antes de que las fotografías existieran o fueran accesibles para todos, el papel picado también era para que los difuntos pudieran identificar su ofrenda y acceder a ella. Por eso tenían diseños de calaveras.

Quetzalpapalotl: Era el nombre que los mexicas le daban a las mariposas monarca, y significa "mariposa sagrada". Estaban relacionadas con la diosa Xochiquetzal, deidad de la belleza, las flores, el amor y las artes.
Se creía que estas mariposas transportaban las almas de los difuntos en sus alas, para ayudarlos a llegar a su destino con sus seres queridos vivos en el día de muertos.

Cempoalxóchitl: Es el nombre que se le daba a la flor de cempasúchil. Se le conoce también como "flor de muerto."
Su nombre viene del náhuatl cempoal (veinte) y xóchitl (flor), y significa "flor de los veinte pétalos".
Es una flor de color amarillo o anaranjado, propia de los meses de octubre y noviembre, de aroma fuerte agradable, y con propiedades medicinales.
Ha sido usada desde tiempos prehispánicos en ritos, para sahumar u ofrendar. Se creía que esta flor tenía propiedades míticas, que permitía una conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Actualmente es usada en las ofrendas de día de muertos y en las tumbas durante esta celebración. Se cree que su aroma y color guían a las almas de los seres queridos a sus ofrendas, sirviendo como un puente entre ambos mundos, además de ahuyentar espíritus malos.

Guerreros águila: Eran guerreros de élite, los más importantes y fuertes en la jerarquía. Consagrados al dios Huitzilopochtli. Eran considerados una extensión del dios, luchando con sus guerreros en cada batalla.

Xólotl: Era el hermano gemelo de Quetzalcóatl. Dios de la noche, la muerte, protector de los perros, patrono de los brujos, y guía de las almas, representado cómo un perro antropomórfico de color negro. Era el dios encargado de guiar las almas fallecidas al reino que les correspondía.

Calaveritas de azúcar/chocolate: Cómo el propio nombre lo dice. Son dulces típicos de México, comunes en los altares durante la celebración del día de muertos. Tienen la forma de un cráneo, y están decorados con figuras hechas de pasta de azúcar de colores.

Pan de muerto: Es un tipo de pan hecho con harina, leche, levadura, huevo, azúcar y mantequilla. Surgido a partir del huitlatamalli, que en la antigüedad era un tipo de tamal hecho de amaranto. El pan de muerto actual tiene una forma ovalada o circular, con figuras en la circunferencia que simulan huesos, y una pequeña bolita en el centro que simboliza un cráneo. Aunque también existen diferentes variantes dependiendo de cada estado del país.

Pulque: Es una bebida alcohólica tradicional mexicana, de color blanco, hecha a base de la fermentación de aguamiel o jugo extraído de la planta del maguey.

Copal: Es un tipo de incienso, hecho a base de la resina de un árbol llamado popularmente Copalquahuitl, o árbol de copall. En México se usa en ceremonias cómo velorios, funerales, eucaristías y misas católicas, y fechas como semana santa y día de muertos, para purificar el ambiente, y ahuyentar malos espíritus.

Caballito: Vaso tequilero. Con una capacidad entre 1 y 2 onzas (30-60 ml) con forma cilíndrica y ligera angulación que hace la boca más ancha que la base, diseñado para servir chupitos, conocidos internacionalmente cómo shots.

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