꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 8 ༒꧂
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—¿Qué pasa, tía? ¿Está todo bien? —pregunté preocupada.
La mirada cristalizada Magda viajaba de Damesse hacia mí. Observé el recorrido y mi vista se instaló en el rostro preocupado del policía corrupto.
—Damesse, no podemos ocultarle más esto. Debemos decirle ahora mismo. —aseveró Magda con su voz histérica y quebrada.
—No es momento. —negó Marco mientras sus ojos transmitían preocupación a los míos.
Mark se mantenía inerte a un lado. Su mirada intensa estaba instalada en mí y me invitaba a devolverle la misma severidad en la mía.
—¿Para qué no es momento? —Me acerqué a mi tía que parecía estar al borde del llanto. Yo intentaba transmitirle tranquilidad para que pueda contarme lo que tanto escondían.
—Damesse y yo...
—¡Dije que no es momento aún, Magdalena, estás complicando más las cosas! —levantó la voz Marco.
—Tú, silencio y deja que hable. No creo que sea tan malo —sonreí intentando romper la tensión que flotaba en el aire.
—Marco, se lo dices tú o se lo digo yo. Decídete ahora porque no podré ocultar esto mucho más.
Había una clara sentencia en las palabras de Magda, en mi mente se creaban escenarios perturbadores de muchas situaciones en las que ellos podrían estar implicados. ¿Tendrían Magda y Mark una relación abierta? Quizás ellos tres... no, no, no.
—Habla, Damesse, hablen ahora mismo, porque de lo contrario no habrá otra oportunidad de hacerlo.
Agachó su cabeza y luego de un suspiro comenzó a hablar mientras subía los escalones restantes con lentitud.
—Corina, Magdalena y yo estamos...
Silencio. Mis oídos se bloquearon produciendo una capa protectora que no dejaba ingresar ninguna palabra más por mis canales auditivos.
(...)
—Corina, ¿estás bien?
La suave voz que producía anestesia invadió mis canales auditivos, deleitándome con tan preciosa melodía y quitándome del hueco de los recuerdos en el que me había vuelto a instalar.
—Sí, estoy bien. ¿Qué decías? —sonreí tímidamente volviendo a guardar todos los detalles de la conversación con mi tía y el oficial corrupto de la noche anterior.
—Preguntaba que si ya cenaste. Puedo cocinar algo porque después de echar así a Damesse debes haber gastado mucha energía —bromeó Mark ofreciéndome un poco de paz con su brillante sonrisa y mirada hipnótica.
Debía privarme de pasar tiempo con el buen oficial Mark, porque había una gran probabilidad de que mis ganas de someterlo aumenten con el paso de los minutos compartidos y, aunque por dentro deseaba compartir una comida con él, mi sensatez me pedía que me meta en la cama a dormir y me olvide de cualquier pensamiento impuro.
Sus ojos expectantes estaban a la espera de una respuesta de mi parte, pero estaba en un dilema.
—¿Está Magda? —La pregunta brotó sin precaución.
—Ella salió con tu mamá y unas amigas, ya que yo iba a... —Su pausa delataba todas las actividades que había hecho en la ausencia —trabajar.
Era un gran mentiroso, aunque gracias a su imprudente mentira pude notar sus gestos nerviosos ante tal cometido. Su ceño se fruncía cuando la mentira brotaba, sus fosas nasales se dilataban casi imperceptibles y al terminar la mentira, mordía su labio inferior como si de una fruta jugosa se tratase.
Asentí mientras aceptaba probar de su cena.
—Veamos que tanto sabes sobre cocina —sonreí mientras me sentaba en una banqueta en la barra de desayuno para observarlo cocinar.
Mientras él se desplazaba con maestría por el ambiente, la molestia me invadió y no pude evitar hablar.
—No sé cómo volver a confiar en tu hermano y en Magda. Me siento... —busqué la palabra correcta en mi mente mientras él colocaba unas cosas sobre la mesada —traicionada.
Detuvo sus manos que sostenían una pequeña calabaza y me observó antes de hablar. Su rostro era tan bello, sus ojos, sus labios, su cuello, sus mejillas, todo en él me apetecía.
—Conocí a tu tía hace mucho tiempo y puedo asegurarte que ella siente haber tenido que mentirte —respondió con verdadera preocupación —. Todo se arreglará, ya verás que no será por mucho tiempo.
Recordé la tristeza en los ojos de mi tía y el arrepentimiento en la mirada de Damesse, pero en los ojos de Mark no veía nada esa noche.
—Bueno, no todos los días me dicen que están investigando a mi padre por malversación y estafas. —reí con ironía.
—Es un trabajo difícil, Corina, apuesto que no ha sido fácil para nadie.
Un cosquilleo recorrió mi cuerpo cuando mencionó mi nombre, una idiotez del cuerpo humano producido por las estúpidas hormonas en desarrollo.
—Sí, supongo... —respondí pensándolo bien.
Quizás debía dejar que las cosas con mi familia fluyan. Después de todo, confiaba mucho en la bondad de mi padre y estaba segura de que él no haría tal descabellada acción.
Vi a Mark meter algo en el horno y luego volvió su cuerpo hacia mí. Él no tenía maldad en su mirada, no tenía nada más un aura de calidez y ternura a su alrededor a diferencia de la primera vez que lo había visto.
—Tranquila, confía en tu padre. Yo tampoco creo que esté haciendo todo de lo que se lo acusa. Sin embargo, hay pruebas que apuntan a que alguien en la familia está haciendo cosas indebidas y los investigadores deben descubrir lo que sucede.
Una extraña sensación llenó mi cuerpo de credibilidad, creía en las palabras de Mark y creía en mi padre.
—De acuerdo, no voy a interferir —suspiré pensando en la poca confianza que tenía con respecto a Magda y Damesse —. Pero no quiero ver a tu hermano por aquí.
Él asintió con una sonrisa mientras colocaba una tabla de cortar y luego buscaba algo en el refrigerador.
Había algo fascinante en observarlo. Se desplazaba con rapidez y confianza. Sospechaba que su actividad secreta era en una cocina de restaurante, pero mis sospechas se acababan cuando recordaba sus manos atadas con su cinturón en los barrotes de la cama en Morbis Desire, sus ojos cubiertos por una fina tela y su cuerpo casi desnudo a mi merced.
Quién diría que un hombre tan guapo y comprometido iría a un lugar como al que ambos concurríamos por la noche, casi como si viviese una doble vida oculta.
Cortó fresas y montó nata, mientras yo, seguía con mis ojos cada paso que daba. Era hipnotizante ver sus músculos bajo la tela de su camisa fina, en sus brazos bronceados se observaban sus venas que se marcaban cuando sus brazos estaban en acción, cortando, batiendo o mezclando.
Me puse de pie rodeando la isla en medio de la cocina para buscar los utensilios para cenar. Los dispuse sobre la isla y volví a mi lugar mientras él colocaba una deliciosa tarta de calabaza y en sus ojos se deslumbraba una gran ilusión.
—Recuérdame de qué trabajas, Mark, porque esta tarta se ve deliciosa y digna de un chef.
Una sonrisa se instaló en su rostro, mientras sus ojos brillaban. Se veía tan majestuoso y a su vez muy vulnerable.
Se sentó a mi lado y sirvió las porciones en un silencio agradable, solo escuchábamos nuestros sonidos al comer y el ruido de los utensilios. Luego de unos minutos, el silencio fue interrumpido por su agradable voz.
—Fui cocinero en la milicia —comentó mientras detenía su tenedor a centímetros de sus labios —. No fue fácil estar ahí, pero me encantaba cocinar a todas las personas que estaban dispuestos a dar la vida por su gente.
Recordé las placas al rededor de su cuello y la curiosidad se instaló en mi cuerpo al pensar que quizás había tenido un amor allí.
—¿Por eso las placas colgando en tu cuello? —indagué sin cobardía y vi el momento exacto en el que él volteó a verme con muchas preguntas formándose en su cabeza. Hasta pude visualizar los engranajes en movimiento.
—Como... ¿Cómo sabes de las placas?
Miré su cuello y no las tenía colocadas, lo que me hizo preguntar... ¿Quizás las utiliza únicamente en Morbis? Había metido la pata hasta el fondo.
Su gélida expresión demostraba confusión y mi nerviosismo se elevó unos cuantos niveles más de lo normal. Ni andando en mi motocicleta me latía tan rápido el corazón como en este momento.
—Yo... me... Magda... Magda me contó, pero no me dijo por qué las te-tenías.
En su rostro la confusión se acentuó mucho más que antes.
—Explícame cómo te contó Magda si ni siquiera ella sabe de eso.
Sus ojos se tornaron turbulentos y los míos espantados. Giró su cuerpo hacia el mío y tomó mis hombros con fuerza para obligarme a hacer lo mismo.
—Yo... —comencé intentando crear una mentira en mi cabeza mientras él esperaba con impaciencia.
—¿Qué está pasando?
La voz de Magda resonó en la entrada de la cocina y jamás pensé en sentirme tan tremendamente agradecida por escucharla en un momento así.
Mark me soltó rápidamente mientras dejaba escapar una mentira de la boca.
—Nada, solo estaba aconsejando a tu sobrina sobre algunas cosas.
Su mentira me dejaba ver que ocultaba cosas. No solo ocultaba sus placeres nocturnos, sino también las placas que colgaban de su cuello, lo cual me hacía preguntar, ¿por qué lo hacía?
—Voy a mi habitación —avisé mientras escapaba rápidamente, aunque estaba segura que no podría huir por mucho tiempo antes que él vuelva a preguntar sobre cómo sabía de las placas en su cuello.
Mientras subía las escaleras a la velocidad de la luz, inventaba una excusa del porqué sabía de sus placas.
Llegué a mi habitación y encendí mi ordenador. Fui directo a investigar algunas cosas sobre lo que podría hacer con un sumiso para poder estar más informada sobre lo que podía o no hacer, qué precauciones tomar, hasta qué punto seguir con este juego de roles y luego me metí en la cama.
Esa noche había descubierto algo perturbador para mí, algo que me incomodaba y, a su vez, me causaba una extraña sensación de placer. Él me encantaba, eso era un hecho. Y necesitaba conocerlo, conocer todo de él y era terrible haber descubierto que se estaba convirtiendo en una encantadora y prohibida adicción.
(...)
Labios ardientes tomaban los míos con fuerza y maestría, recorriendo cada parte de mi boca mientras un par de manos viajan por mi espalda y cuello manteniéndome prisionera. Estaba ahogada en un mar de placer, mis ojos estaban sellados mientras disfrutaba de una cautivadora excitación.
Una mano grande y cálida comenzó a descender por mi cuerpo hasta llegar a mi monte de venus y yo, con impaciencia, me balanceaba para poder guiar su mano al lugar correcto.
—No podemos hacer esto, Corina, voy a casarme con Magda.
De pronto, quien pensaba que era Mark se convirtió en Damesse y no pude evitar la sorpresa.
De lejos escuchaba un ruido molesto e insistente. Mi alarma.
(...)
Abrí los ojos con brusquedad mientras me preguntaba el significado de ese sueño.
Me puse de pie y caminé hacia el cajón de mi ordenador para escribir lo que había sucedido en el cuaderno donde escribía todos los sueños que recordaba a lo largo de mi vida desde que tenía ocho años.
—¡Hija, se te hará tarde para desayunar!
La voz cantarina de mi madre resonó en el pasillo y caminé con parsimonia mientras bajaba las escaleras cepillando mi cabello con mis manos. Me sorprendí al encontrar una mirada incriminatoria de parte de Mark que estaba desayunando en la mesa y justo, para mi desgracia, a su lado se encontraba mi lugar habitual de desayuno. Al otro lado se encontraba Magda conversando con mi madre y mi padre mientras su prometido instalaba su mirada sin apartarla de mí, causándome un cosquilleo.
—Buenos días. —saludé mientras me acomodaba a su lado, disimulando mi inquietud por lo que había pasado la noche anterior y me preguntaba qué pasaría por la mente de Mark en ese momento.
¿Me habría descubierto? No lo sabía, pero la respuesta iba a venir en la noche cuando vaya a Morbis Desire. Antes tenía una pequeña clase de una hora para dominantes donde supuestamente explicaban algunas reglas básicas del juego de roles y otras variantes.
—Tierra llamando a Corina.
Escuché a papá golpear suavemente la mesa con sus nudillos para llamar mi atención mientras yo sacudía mi cabeza para ahuyentar las distracciones.
Escuché a Mark avisar a Magda que volvería tarde en la noche porque debía trabajar.
Cuando estaba a punto de responderle a mi padre, mi móvil sonó y, luego de disculparme, caminé hacia la sala para responder a Pam.
—¿Otra vez masturbándote en la ducha, pequeña zorra? —indagó con picardía mientras a mi mente se venían las imágenes que se habían presentado en mis sueños en la mañana.
—No, me interrumpiste un encantador desayuno familiar —contesté con mofa en las últimas palabras.
—Lamento haber interrumpido, amiga, pero tengo dos entradas para un club de señoritas... tú sabes.
Un club de señoritas, un lugar ideal para ver un montón de sexis hombres sin camisas y con unos torsos perfectamente moldeados.
—Déjame pedir permiso, dame un segundo.
Caminé hacia la cocina tapando el audífono del móvil.
—Papi, ¿puedo ir a mirar una película esta noche a la casa de Pam? —añadí una sonrisa angelical que por dentro escondía muchos demonios y él aceptó aclarando que debía volver temprano por la mañana. Agradecí y volví a la sala.
—Pídele a André que traiga mi moto, por favor, al lugar de siempre —El silencio invadió la conexión mientras yo caminaba hacia una ventana de la sala y escuchaba el sonido de las sillas en el comedor —. ¿Pam? ¿Sigues ahí?
—André consiguió un nuevo trabajo por las noches, y... va a estar con un amigo hoy. Entonces...
—Iré en un taxi, no te preocupes. —finalicé y nos despedimos.
Volteé rápidamente para ir a terminar mi desayuno y choqué contra un muro rígido de piel, músculos y tela suave.
—Estúpidas historias de Wattpad —maldije otra vez sobando mi nariz por el golpe, mientras recordaba nuevamente un montón de historias románticas y clichés que había leíd, mientras él me contemplaba desde la altura.
—No podrás escaparte siempre, Corina, ¿dónde viste las placas? —insistió la voz susurrante y amenazante del oficial bueno. No pude evitar temblar por dentro, la cercanía afectaba un poco.
Puse mi cuerpo recto y adaptando una postura que no demuestre temor.
—No busco escapar, tío Mark —respondí con tranquilidad y altanería —, el que debería buscar escapar eres tú. Todos tenemos nuestros secretos, guardaré esta respuesta para mí.
Sonreí victoriosa y caminé hacia el comedor.
—No digas nada, por favor. —su tono de súplica me hizo detener y girar mi rostro para mirarlo sobre mi hombro y él hacía lo mismo.
Me acababa de dar cuenta de dos cosas.
La primera: íbamos a tener un secreto. Técnicamente teníamos más de uno, pero al menos este lo compartíamos ambos.
La segunda: era muy extraño que nadie supiese de las condenadas placas y debía descubrir por qué solo las usaba en Morbis Desire, si es que solo las usaba ahí...
(...)
Pequeñas mesas redondas se desplazaban cerca de un escenario que aún estaba vacío. Las mujeres se acomodaba buscando el lugar que tenga mejor vista mientras yo caminaba con mis pantalones de cuero hacia una mesa que Pam había reservado con anterioridad.
—Mira a todos estos chicos, ¡están para comerlos! —comentó Pam mientras un mozo pasaba por su lado y ella le guiñaba un ojo mientras se tocaba el cabello.
Tomamos asientos y un hombre guapo nos trajo una cerveza para Pam con una copa de vino para mí. Hace tiempo no teníamos una noche de chicas y debíamos divertirnos un poco.
—Cuéntame sobre el trabajo nocturno de André —hablé en su oído porque el show estaba a punto de empezar y había cierta probabilidad de que Pam no me escuche por los sonidos provenientes del escenario junto a todas las mujeres gritando al ver a tres hombres fornidos salir a la luz de los reflectores que alumbraban los cuerpos de los individuos, portadores de trajes militares y pasamontañas en sus rostros. Comenzaron a moverse al ritmo lento de Two Feet mientras las mujeres gritaban cosas ininteligibles y arrojaban dinero al escenario como unas desesperadas.
Pam ignoró mi pregunta con una sornisa y se dedicó a observar a los guapos hombres que bailaban con sensualidad y lentitud. La iluminación azulada era oscura y le aportaba un aura lujurioso al club. Podía apreciar que uno de ellos tenían un poco más de experiencia, mientras el otro seguía los pasos de los más experimentados.
Los tres al mismo tiempo se quitaron sus camisas y las lanzaron al público, causando que los gritos de un grupo de mujeres se hiciera más intenso. Podía jurar que eran de una despedida de soltera a juzgar por tiara y velo que llevaba en la cabeza una de ellas.
El más especializado subió a la mujer al escenario con ayuda de uno de los otros, mientras que otras mujeres aprovechaban para tocar sus espaldas junto con sus abdominales marcados y brillosos por alguna crema o sustancia que los hacía ver más marcados.
La afortunada tomó asiento mientras el tercer hombre desaparecía detrás del telón borgoña.
—Antes preguntaste de qué iba el trabajo de André, ¿verdad? —gritó mi amiga sobre la música.
Asentí y ella señaló al escenario.
—No me digas que él es...
No alcancé a terminar mi respuesta que ella ya volvía a hablar.
—El que ya bajó del escenario. —respondió con una sonrisa resplandeciente y orgullosa por el nuevo trabajo de mi amigo.
Mis ojos volvieron a enfocarse en los dos hombres guapos que bailaban meneando sus cinturas y moviendo sus brazos al rededor de la mujer a punto de casarse, tocándola y rozando sus cuerpos con el de ella de forma provocadora y excitante.
Ambos se complementaban entre sí, sus movimientos eran marcados e iban al compás.
Me aparté de la pequeña mesa y caminé hasta el escenario para poder ver de cerca a los dos bailarines y cuando estaban a punto de quitarse los pasamontañas, los reflectores cortaron su luz dando por terminado el show.
Cuando la luz volvió a encenderse, ellos ya no estaban y André camino hasta donde Pam se encontraba. Volví a acercarme para saludar con un abrazo a mi amigo mientras felicitaba su nuevo trabajo y luego de conversar unos minutos, mi piel se erizó por completo al sentir un susurro en mi oído y a mis espaldas.
—¿Así es como miras una película con tu amiga, Corina? —mi sangre había dejado de circular —Me pregunto cuántos secretos escondes... —Su pausa no presagiaba nada bueno —ahora estamos a mano, secreto por secreto.
Oh no, él estaba muy confundido si creía que me iba a asustar.
Este juego apenas estaba comenzando, y él aún no estaba enterado de todas las cosas que tenía planeadas para hacerle.
Volteé para contestarle, pero ya se había ido. Lo bueno era que ya sabía dónde encontrarlo.
Nos vemos en Morbis, policía.
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~ sǝʇuǝɹǝⅎᴉp sǝsod uǝ ouᴉƃɐɯᴉ ǝʇ ɐun ɐpɐɔ uǝ ...sɐʅʅǝɹʇsǝ sɐʅ ɐʌɹǝsqO ~
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