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꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 4༒꧂

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Una imagen así, no podía ser ignorada.

    El hombre de rodillas frente a mí, con sus ojos cubiertos, en un gesto de abatimiento en su cuerpo de hombros caídos, dispuesto a complacer a una mujer libremente, me causaba un cosquilleo en el pecho.

    Sus brazos bien trabajados se entrelazaban frente a él, apoyando sus manos cruzadas a la altura de sus muñecas sobre sus muslos. Las venas que se marcaban en sus brazos le daban un aspecto viril y sexy.

    Me acerqué a pasos lentos, recordando como me había rechazado esa misma noche, hace algunas horas.

    Ninguno de los dos habló, solo se escuchaba el resonar de mi calzado contra el piso flotante y cuando estuve lo suficientemente cerca, pude darme cuenta de que podría disfrutarlo a mi antojo, pero lo que más deseaba era saber que le gustaba, qué lo complacía y le daba placer.

    De pie junto a él, llevé mi mano a su mandíbula para que suba su rostro y poder ver mejor cada detalle desde mi altura, en esta posición él llegaba a la altura de mi cintura. Era tan sexy como recordaba, su piel era suave a excepción de las partes donde tenía vello, su nariz era recta y perfilada, sus labios... ay, sus labios.

    Pasé mi mano por su mejilla, observando como él estaba inmóvil, pero receptivo; acaricié la piel de su rostro, y por último pasé mi pulgar por sus labios entreabiertos, primero por uno y luego por otro. Eran tan suaves, tan firmes y frágiles a su vez que me daban ganas de probarlos y sentir su gusto, morderlos y saborearlos.

    Miré a los alrededores para ver qué había en la habitación, y se me ocurrió una idea al ver un sofá. Me agaché para agarrar sus manos entrelazadas, invitándolo a ponerse de pie.

—¿M-me pongo de pie? —preguntó con una voz ronca y viril que me hizo temblar y cosquillear.

—Ajá —afirmé al tiempo que él estaba levantándose.

    Al estar de pie, pude notar que me llevaba bastante altura y tamaño de cuerpo; parecía medir como un metro noventa o algo así, entonces mi rostro quedaba a la altura de su pecho.

    Me separé a una distancia prudente para poder verlo con detalle; el pantalón negro de vestir le quedaba ajustado justo en las partes correctas y su camisa blanca a medio desprender, me dejaba ver un torso apenas bronceado y bien trabajado.

Quizás era un militar o algo parecido a juzgar por las placas que colgaban secretamente en su cuello.

    Él esperaba una orden, o algo que le diga lo que debía hacer, pero ni yo lo sabía, no sabía qué hacer y no sabía como hablar. Tenía miedo de que vea que en realidad era la tonta que rechazó hace unas horas sin ninguna razón aparente, porque si está en un lugar como este, dudaba que tuviese novia o algo por el estilo.

    Di una vuelta a su alrededor, pasando mi mano sobre la suave tela de su camisa. Toqué sus hombros, su pecho y su gran espalda, masajeándolo como si estuviese probando su calidad y a juzgar por lo que veía, este era prémium. Lo tomé de sus cálidas, fuertes y ásperas manos para llevarlo al sofá, mientras él caminaba lenta y torpemente por su nula visibilidad; lo empujé suavemente y él cayó, quedando con sus rodillas separadas y sus brazos en los apoyabrazos, se veía tan glorioso.

—¿Leyó las reglas? —volvió a hablar luego de unos segundos más de inspección por mi parte.

    Yo estaba a sus espaldas, rodeando el sofá, y cuando habló, me puse en su oído y apoyando mi dedo índice sobre sus labios, le susurré un "Shh", mientras veía como su cuerpo se tensaba visiblemente.

    Le di la vuelta al sofá hasta quedar frente a él, me coloqué entre sus piernas abiertas y me senté sobre la pierna derecha, mientras colocaba mis manos en su pecho, subiendo y bajando hasta su cuello y de su cuello nuevamente a su pecho. Mis ganas de probarlo aumentaban cada vez más, mientras los segundos pasaban y pude notar como sus músculos se tensaban por el paso de mis manos, tan receptivo y vulnerable con sus labios carnosos.

    Acerqué mi rostro al suyo, pero sin tocarlo, solo para que sienta mi aliento sobre su piel y vi como se le puso de gallina, mientras se volvía a tensar.

    Llevé ni nariz a su cuello, para rozar su piel y volví a escuchar su voz fuerte, sin titubeos, como cuando en el club me dijo "No vuelvas a tocarme"

—Lee las reglas y firma el contrato. —ordenó.

    Tomé su mandíbula con fuerza entre mis dedos y ejercí un poco de fuerza, viendo como sus fuertes manos apretaban los apoyabrazos.

Shh —volví a susurrar —, las órdenes aquí las doy yo —continué.

    Lo solté bruscamente y me puse de pie para leer las putas reglas. Seis pasos después, me encontraba con un papel impreso, con algunas reglas enumeradas, y espacio para la firma de la persona que iba a ser su amo.

NO SE PERMITE:

Ejercer ninguna acción que deje cicatrices en la piel.

Besar en los labios bajo ninguna circunstancia.

Quitar el antifaz, JAMÁS.

SÍ SE PERMITE:

Ataduras.
Fustas.
Cera.
Privación de oxígeno controlado.
Juguetes sexuales.
Penetraciones.
Estimuladores.

Si la ama desea añadir algo o quitar algo, deberá hablar con el sumiso.

Terminé de leer el resto de los puntos del contrato y tomé el bolígrafo, escribí una pequeña frase al dorso de la hoja.

Ojos que no ven,
corazón que no siente

—¿Te vas? —volvió a hablar y yo, sin decir más nada, me fui devolviendo lo que él me había hecho.

    Cerré la puerta de forma brusca para que escuche que me había ido y al salir, al menos 15 mujeres me observaban con recelo y entre ellas estaba la jefa, Reyna, con una sonrisa, se acercó a mí para acompañarme a otro lado.

—Eres su ama —declaró y yo quedé pensativa unos segundos, intentando aclarar los miles de pensamientos que tenía, como que deseaba que nadie más lo toque en su vida, sin mi consentimiento —. Apuesto que ahora mismo estás pensando en que si alguien lo toca, le cortarías las manos, ¿Verdad?

    No pude evitar imaginarme la situación y sin duda le cortaría las manos a quien intentase tocarlo, pero no podía aceptarlo porque de todas formas él no me pertenecería jamás, esto solo era un maldito juego.

—No soy su ama —negué.

—Eso se lo tendrías que decir a él —sonrió —, jamás había dejado que alguien se le acerque tanto sin antes leer las reglas, ¿Cómo es posible que tu simple presencia lo haya hecho sentir dominado? —indagó con interrogación.

    Su respuesta me dejó pensativa, con una extraña sensación en el pecho. Él me pertenecía, y no dejaría que nadie lo toque.

    Quizás esto iba a ser un sucio secreto, del que nadie tenía que enterarse bajo ninguna circunstancia.

—¿Es posible que si hay alguna próxima vez, se bloqueen las ventanas? —interrogué ignorando su pregunta, mientras nos acercábamos a la salida de la zona VIP.

—Solo tienen que estar de acuerdo ambos, pero a juzgar de cómo reaccionó en tu presencia, no creo que eso le moleste —afirmó mientras saludamos a las dos grandes montañas que cuidaban la puerta—¿Firmaste el contrato? —preguntó con una sonrisa escondida.

—No, si lo hago será bajo mis reglas, si es que él las acepta.

    Me moría por someterlo, necesitaba volver a verlo a mis pies y a su vez sentía una especie de pertenencia, él era mío o al menos, lo sería.

    Saludé a Reyna para despedirme y caminé hasta la salida, pasando nuevamente entre los cajones llenos de polvo y telas de araña. No podía dejar de pensar en el hombre de rodillas, en las ganas que me daba de apretarlo, arañarlo, saborearlo.

    La regla de No besar en los labios me iba a costar muchísimo, porque sinceramente, era lo que más me apetecía hacer al verlo.

    Salí de mis pensamientos luego de escuchar unas carcajadas sonoras provenientes de la barra, observé desde las sombras a Derek con ¿Damesse?

Puta madre.

    Agarré rápidamente el móvil y luego de escribir un mensaje, vi como Derek tomaba su móvil de la mesa que se encontraba detrás de la barra, mientras el muy idiota, luego de leerlo, miraba para todos lados con muy poco disimulado.

《 Disimula, idiota. 》

No tardó en responder.

《 Tienes a este macho buscándote,
¿y vienes a un club de sexo?

No pude evitar reírme.

《¿Cómo sabes que
me está buscando?》

Observé a Derek tecleado.

《 Porque al entrar,
me ha mostrado una foto tuya
en la que estabas desnuda, desde una ventana.》

Estuve a punto de salir de las sombras para pedirle una explicación a Damesse, pero dos segundos después, Derek, envió otro mensaje.

《 Solo estoy bromeando,
él preguntó por la dueña de la moto
que Sebastian guardó en la cochera,
y supe que hablaba de ti.》

Maldito astuto, Marco Damesse.

《 ¿Y qué le dijiste? 》

Volví a observar mientras Derek respondía y a su vez, escuchaba lo que Damesse decía.

《 Que seguramente estabas
teniendo sexo desenfrenado
con alguno de Morbis

Ay, no.

《¿Acaso eres idiota? >.>》

《 Irrespetuosa, 
¿Cómo vas a insultar a tus mayores? 》

    Lo vi sonriendo desde lejos, mientras la pantalla le iluminaba el rostro y Damesse se ponía de pie, colocándose la chaqueta y tomando el casco que reposaba en un asiento a su lado.

《 Es una broma, le dije que acá no estabas y no ha querido irse desde entonces, le dije que en cinco minutos cerramos así que ya se irá por donde llegó. 》

    Largué el aire que llevaba conteniendo unos segundos o minutos, no lo sabía.

    De un instante a otro sentí el tintineo de la puerta y Damesse ya había huido del lugar, entonces yo salí de entre las sombras para irme también.

—Tú sí que tienes suerte —afirmó y yo lo miré, interrogativa —. Domaste a una bestia y otra espera por ti —continuó mientras yo lo miraba confundida —Sí, las noticias vuelan en Morbis Desire.

    Me volteé negando con mi rostro, despidiéndome de Derek con un saludo de mano, mientras sonreía luego de las imágenes que recorrían mi mente, todas calientes y excitantes.

    El tenue frío tocó mis mejillas sonrosadas y la piel descubierta de mi cuerpo, mientras yo cerraba los ojos y respiraba profundamente para que el aire penetre hasta la más recóndita parte de mis pulmones.

—Sabía que te había visto entrar aquí —habló la voz encantadora de Damesse, haciéndome atragantar con la saliva que tenía en mi boca.

—¿Y tú que haces aquí? —interrogué fingiendo enojo, mientras veía a Sebastián traer mi hermosa Kawasaki. —Gracias —agradecí, mientras este se volvía a adentrar en la cochera y Marco me observaba sin omitir palabra alguna.

—¿Qué hacías ahí dentro? —preguntó en un murmuro, no sabía si él tenía conocimiento sobre lo que había detrás de esa sucia fachada, no sabía como responder —. Es raro... ver a una mujer como tú en un sucio bar como este —continuó con curiosidad.

—Me gusta venir a este bar, es tranquilo y Derek es bueno para escuchar —mentí sobre el motivo por el cual estaba en el bar, pero pareció no darse cuenta —, de todas formas, no tengo por qué andar dándote explicaciones, Damesse, ya tengo dieciocho y tengo permitido ir a un bar hasta la hora que se me plazca —respondí subiendo a mi moto, mientras él me observaba desde la suya con los brazos sobre la moto y una pierna a cada lado de ella, como si estuviese listo para salir en cualquier momento.

—Claro, no soy nadie, pero... ¿Tus padres saben que...? —lo interrumpí al encender la moto y acelerarlo sin consideración por unos segundos, mientras mantenía.

—Lo siento —me disculpé con una sonrisa mientras me ponía el casco y me señalaba los oídos —, no pude escucharte, creo que mi moto tiene un problema con la chusma que se meten donde no deben —sonreí con provocación.

Antes de siquiera darme cuenta, Marco encendió su motocicleta y la antigua persecución, volvió a iniciar.

Sonreí ante la adrenalina de esquivar nuevamente a todos los autos acumulados en la 5th avenue.

Los autos de distintos colores decoraban a mis lados, mientras pasábamos a gran velocidad entre ellos, en cada esquina sentía que alguien se cruzaría y me haría caer, pero siempre los esquivábamos.

Me gustaba la destreza que tenía Damesse para manejar su motocicleta, y era grato compartir con alguien más este hobby que tanto me gustaba, me hacía sentir tan viva y tan llena de energía.

Menos de diez minutos después, llegué al taller de André para dejar mi motocicleta e ir caminando hasta mi casa.

Rebusque en mi llavero, la llave del portón del taller de mi amigo, y dentro encontré una Ducati, ¿Cómo llegó Damesse antes que yo? Me pregunté mientras apreciaba su motocicleta, derrochado belleza pura.

Pasé mi dedo índice por la pintura suave y fría, luego por el asiento acolchado y cómodo en el que antes me había sentado anteriormente.

Me pregunté como sería...

—¿Te gustaría conducirla? —volvió a asustarme esa penetrante voz en mis oídos, pero esta vez no me atraganté, solo casi muero del susto.

—Puta madre, Damesse —exclamé al darme vuelta bruscamente para encontrar a Marco a medio desvestir, con su torso al aire libre, ¿Lo hacía a propósito?

—¿Tan feo soy, que te asustas al verme? —preguntó acercándose a pasos lentos, mientras yo me volteaba para entrar mi motocicleta junto a la de él.

—Claro, te pareces a Shrek —me burlé con mi rostro serio, intentando esconder un pequeño atisbo de sonrisa, mientras dejaba apoyada mi moto y me giraba —Tan feo como pisar mier...—me encontré con su torso frente a mis ojos.

¡Buh! —sonrió con sus sensuales labios rosados.

—Tengo que irme —avisé dándome media vuelta para comenzar con mi caminata, pero su mano me detuvo.

—Te llevo —informó y yo me negué —. Manejas tú —intentó convencerme, ¿Y quién era yo para decir que no?

Volvió unos segundos después de ponerse algo de ropa, mientras yo lo esperaba en la calle con la moto entre mis piernas, y mi casco en el brazo.

Volteó una pierna y subió detrás de mí, ajustando su posición para quedar pegado en mi espalda mientras yo lo miraba sobre mi hombro, sosteniendo todo el peso.

Nos pusimos el casco y segundos después de poner en marcha, él posó sus dos manos en ese punto de la cadera que, para mí, era un punto débil.

Largué un suspiro y seguí conduciendo, ignorando la punzada de deseo que había cruzado por mi cuerpo. No se detuvo ahí, luego de apretar mi cintura y pegarme a su cuerpo, siguió con sus manos un camino que rodeaba mi estómago, haciendo un paseo por debajo de mis pechos, y nuevamente a mi cintura. Cuando pensé que se iba a detener, siguió acariciando hasta llegar a mis muslos, generando una fricción mientras apretaba cada zona por la que sus manos pasaban. Sentía que segundo a segundo, mi ropa interior se mojaba por mi turbia imaginación de este hombre dándome duro.

Sacudí mis pensamientos luego de sentir que una de sus manos se dirigía al punto entre mis piernas, e instintivamente las apreté para prohibirle el paso al atrevido y provocador Marco Damese. Luego de ese toqueteo, una manzana antes de llegar, él detuvo sus movimientos.

Llegué a la esquina en la que siempre me buscaban y me dejaban, y antes de bajar de la motocicleta, me saqué el casco esperando a que Damese bajase primero, para luego poder hacerlo yo.

Sus únicas acciones fueron sacarse el casco, ponerle el seguro a la motocicleta para que no nos caigamos.

—Bájate para yo poder baj...

No pude terminar mi frase porque apenas había comenzado a hablar, Damesse tapó mi boca con su mano izquierda suavemente y con la derecha, apretó mi cintura para que no pueda moverme del lugar.

—¿Qué crees que estás haciendo? —pregunté en un hilo de voz apenas audible, cuando él quitó su mano de mi boca, deleitándome con las sensaciones que me causaba tal cercanía.

—Shh —ordenó en mi oído.

Me hizo recordar una situación similar, pero en el otro caso era yo quien exigía silencio.

¿Qué me prohibía jugar con Damesse un rato?

Nada me detenía.

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~ sǝʇuǝɹǝⅎᴉp sǝsod uǝ ouᴉƃɐɯᴉ ǝʇ ɐun ɐpɐɔ uǝ ...sɐʅʅǝɹʇsǝ sɐʅ ɐʌɹǝsqO ~

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